sábado, 31 de mayo de 2008

CONVICTA , CAPITULO 5

Capítulo 5

ANDREW miró con cierta admiración al hombre que había gobernado la colonia en aquellos primeros años difíciles . El gobernador Phillip era una figura sin atractivos: tenía estatura media, un nariz aquilina y una piel con un tono amarillento de enfermedad . Era de conocimiento general que le había sido concedido una licencia por motivos de salud y que él probablemente iba a partir a Inglaterra en el Atlantic, a esa altura anclado en el puerto .
No alentó de forma alguna que Andrew escogiera sus tierras en Hawkesbury.
- Sé que el suelo es excelente, Señor Maclay, y quiero que se instalen colonos allá. Pero la protección del Gobierno no puede extenderse hasta tan lejos y quedará completamente aislado, sin siquiera un camino que lo una a Parramatta. Quedará a la merced de las inundaciones y de los nativos, que posiblemente son hostiles, y en el Invierno no podrá hacer allá comida ni otros productos.
Pero argumentó con poca convicción , y cuando Andrew insistió , él cedió . Una vez tomada la decisión, Phillip fue generoso en las ofertas de ayuda: una gran extensión de tierras, condenados para trabajarlas y semillas.
Cuando los mapas de Hawkesbury fueron puestos de lado, el gobernador cruzó sus manos secas y delgadas y le dijo a Andrew que dejaría instrucciones a su sucesor para concederle el perdón a Sara Dane el día que ella se casase.
- Teniendo en cuenta el testimonio de la Señora Ryder y el hecho de que pasará a estar totalmente bajo su responsabilidad.
Su tono no fue nada cordial. Era obvio que el gobernador no concordaba con el casamiento.

ANDREW ayudó a los Ryders y a Sara en la mudanza a Parramatta. Después, partió a Hawkesbury el día 1 de Diciembre y montó un campamento en los márgenes del río : un pequeño grupo de tiendas para alojar a los veinte condenados que habían sido puestos a su disposición, dos capataces y cuatro ex convicto s cuyas penas habían sido perdonadas y que habían aceptado ir con él a cambio de una ración de comida y una dosis diaria de ron . Comenzó a desmontar el bosque en los lugares donde tenía intención de sembrar y en el sitio que había marcado para su casa. Era un trabajo exasperante que deparaba con infinidades de frustraciones y contrariedades, pues en la colonia había falta de todo lo que él necesitaba: zapatos y ropa para los condenados, utensilios de cocina, herramientas de carpintero, armas de fuego para la caza, palas y hachas.
Andrew trabajaba durante los días largos y calientes como si estuviese impelido por una fuerza demoníaca: se levantaba de madrugada con los condenados y a la noche, junto a la hoguera, se quedaba despierto para hacer planes cuando los otros ya dormían. La tierra se sometía de mala voluntad , cediendo con reticencia cada hectárea, que nunca había conocido otro movimiento mas allá de los pasos silenciosos de sus habitantes de piel oscura.
A veces , avistaban nativos perplejos, inmóviles, en el borde de un nuevo claro del bosque . No eran hostiles, pero nunca traspasaban el borde del bosque para aproximarse mas al campamento. Blancos y negros no interferían unos con los otros. Andrew había dado la orden para que los nativos nunca fuesen molestados.
En uno de sus capataces, Andrew descubrió a un compañero: Jeremy Hogan, un irlandés deportado de su tierra natal por agitación política. Tenía veintiséis años, era de fuerte constitución y todavía se vislumbraba en sus ojos, de un azul profundo, un brillo de buena disposición que el transporte en el barco de condenados no había logrado apagar. Andrew no consiguió saber casi nada sobre su pasado; era, sin embargo , obvio que tenía buenos modales e instrucción. Andrew se sentía agradecido por su suerte al haberle concedido a Jeremy Hogan, pues podía conversar cómodamente con él por las noches junto a la hoguera, contándole sus preciosos sueños para la tierra en la cual ambos trabajaban.
Todos los días era distribuida una ración de ron a los condenados, y como estaban seguros de ella, los hombres estaban preparados para trabajar hasta caerse redondos en el suelo; ninguna amenaza de azotamiento o cualquier otro castigo significaba tanto para ellos como la suspensión de la ración de ron : era la única esperanza de un placer que les quedaba en esas tierras inhóspitas . Andrew sabía que necesitaba del ron para que sus hombres trabajasen. Evaluó la cantidad que todavía tenía y verificó que estaba disminuyendo rápidamente. Era obvio que tenía que descubrir un modo de reabastecerse, y tan pronto como surgió la oportunidad de obtener no sólo mas ron , sino otras provisiones vitales, Andrew la tomó sin vacilar.
Desde la partida del gobernador el Regimiento de Nueva Gales del Sur se había convertido en la autoridad suprema. Los tribunales civiles habían sido cerrados tanto en Sydney como en Parramatta, las poblaciones ahora eran gobernadas por una elite militar. Andrew consiguió conquistarla a través de un juego de cartas. Esperó hasta que las deudas de sus adversarios comenzarán a acumularse y después sugirió que fuesen anuladas a cambio de concesiones le fueran hechas por la asociación mercantil que ellos habían formado. El sistema monopólico era simple : tenían permiso del vicegobernador, Francis Grose, para comprar toda la carga de los barcos americanos que comenzaban a aparecer en Port Jackson y para alquilar barcos hasta Ciudad del Cabo y el Oriente para efectuar su propio comercio. No había ninguna transacción comercial en la colonia con la cual uno o otro miembro de los militares casacas rojas no lucrase. El poder del comercio del ron era mas fuerte que cualquier otro, y el producto llegaba a Nueva Gales del Sur cada vez en mayor cantidad.
Andrew fue ganando terreno entre sus amigos en el regimiento, y hasta el propio líder de la asociación mercantil, el moreno y arrogante John Macarthur, quien era el hombre mas ambicioso de la colonia, dejó de cuestionar su derecho a participar de las valiosas cargas.

Las paredes de la casa se fueron levantando lentamente durante el otoño y el principio del invierno; el bosque cedía reticentemente espacio a los sembrados y a la crianza de ganado. A finales de Mayo, Andrew calculó que la casa estaría lista en breve . Sólo tenía cuatro divisiones y una cocina al lado, había sido pintada con cal, pero todavía no estaba completamente amueblada y no tenía cortinas. Andrew se dio cuenta que no lograba esperar mas para tener a Sara a su lado.

El CASAMIENTO se realizó en casa de los Ryders en una mañana clara y fría de Junio. Sara entró en la sala de la ceremonia luciendo un vestido de seda blanca traída de China y unos zapatos bordados de Calcuta. Avanzó muy erguida, aparentando calma, para hacer una reverencia al vicegobernador Grose.
El Regimiento de Nueva Gales del Sur se encontraba bien representado, y sus casacas rojas avivaban la luz pálida del sol en la sala. John Macarthur estaba allá y John Berry también , pero Julia era la única mujer presente en la sala para asistir a la ceremonia de casamiento. La mujer del pastor y la Señora Macarthur habían sido invitadas, pero habían declinado la invitación con una excusa nada convincente. Sara ya sabía como iba a ser mirada por ese grupo restricto de la sociedad femenina; mantuvo la cabeza orgullosamente erguida en medio del círculo de casacas rojas.
La ceremonia fue corta. Se Casaron antes del mediodía y partieron , junto con Jeremy Hogan y el otro capataz condenado, Trigg, después de una comida de pato salvaje y carne de canguro asada. El vino fue servido en cantidad suficiente para soltar las lenguas, y mientras Sara vestía un nuevo traje de montar, oía las carcajadas venidas de la sala.

Se Despidió en privado de Julia antes de partir, y esta la besó , diciendo:
- Escríbeme, Sara.
Sara la abrazó con fuerza. Era imposible agradecer a Julia los últimos meses que habían pasado juntas, ni los enormes esfuerzos que habían resultado en la comida del casamiento. Desde ese primero día en el Georgette, se habían aproximado cada vez mas una a la otra, Sara dejando que el sentido común de Julia equilibrase su naturaleza impetuosa, aprendiendo de ella y copiándola en algunas cosas.
- Es imposible agradecerte - dijo ella. - Ni vale la pena intentarlo . Puedo decirte que eres la primera mujer que me gusta, si es que eso tiene alguna importancia .
Mientras el pequeño grupo desaparecía en el camino de Parramatta, Julia oyó una voz decir:
- Nunca creí que él fuese a tener el coraje para casarse con ella. Sólo nos resta esperar que no llegue a arrepentirse.

CUANDO anocheció, todavía estaban a cerca de once kilómetros de Hawkesbury. Andrew ordenó a los hombres que levantasen las tiendas al lado de la senda tosca que constituía el única camino. Comieron carne de cerdo fría y pan, sentados alrededor de la hoguera, bebiendo el vino que Ryder le había ofrecido a Andrew. Un viento frío agitaba las copas de los árboles . La luz de las estrellas resplandecientes del hemisferio sur se hizo mas intensa, y los esqueletos de los árboles parecían blancos y fantasmagóricos. Había algo triste y siniestro en el bosque, algo antiguo y remoto.
Apenas terminó la comida, Andrew y Jeremy comenzaron a conversar. Mientras los escuchaba, Sara observó a Jeremy, intentando encontrar una pista de como serían sus futuras relaciones con él. Se preparó mas o menos para lo que podía esperar: la insolencia apenas disimulada de un hombre de buena familias confrontado a la mujer del patrón, que acababa de recibir el perdón. Sara sintió que la inteligencia y la fuerza de Jeremy habían adquirido una especie de ascendencia sobre Andrew; se sentía excluida de aquella camaradería y quería compartirla. Pero concluyó que Jeremy debería servirla por lo que ella era, y no por mandato de Andrew.
Como si hubiese adivinado sus pensamientos, Jeremy se dirigió a ella directamente.

- Ya decidió el nombre le van a dar a la granja, Señora Maclay? - esa forma de tratamiento parecía divertirlo.
- Mi marido - dijo ella, pronunciando enfáticamente la palabra - quiere llamarla Kintyre, un nombre escocés.
- Kintyre. - Repitió las sílabas. Después, levantó la copa. - Un brindis - anunció él - a nombre de Maclay. - Y agregó rápidamente: - Y del ama de Kintyre.
Bebieron solemnemente bajo las estrellas brillantes.

SARA despertó media hora antes del amanecer. La tienda se encontraba abierta, y la vegetación que rodeaba el campamento estaba muy silencioso. Se movió en los brazos de Andrew. Estaban acostados bajo cobertores de piel de canguro de raza pequeña, y el calor de sus cuerpos desafiaba el día frío que se iniciaba allá afuera. A pesar de la
luz débil, Sara vio que él había abierto los ojos .
- Es demasiado temprano para despertarlos - dijo Andrew en una voz somnolienta.
- Pero quiero quedarme aquí despierta - replicó ella, sonriendo.
- Oh, mujer - dijo él bajito -, todavía me cuesta creer que estás aquí conmigo, compartiendo mi mia-mia.
- Mia-mia?
- Es el nombre nativo para una cabaña. Cubren la tierra del suelo con pieles de canguro , y esa es la cama nupcial , como la nuestra. – se habían quedado callados por unos instantes y después él dijo: - Poseo todo con lo que alguna vez soñé. Te tengo en mis brazos, compartiendo mi amor. Sabias que iba a ser así?
- Siempre lo supe, Andrew - susurró ella con la boca junto a la de él. - Siempre.
Entonces, él la besó .

Jeremy se envolvió debajo de la piel de canguro para mirar a la tienda de los Maclays. Se preguntó si estarían despiertos, susurrando en la intimidad de los amantes. Después, se dejó llevar por el pensamiento a los cielos ,a la neblina y a los lagos irlandeses. Buenos caballos, mujeres bonitas y política habían sido sus entretenimientos. Los había probado y usado a todos peligrosamente, muchas veces sólo por el placer del peligro.
Se oyó la carcajada estridente de un kookaburra, una ave de aquellos parajes. Su grito dispersó los sueños de Jeremy. Ya no estaba en Irlanda y todavía le quedaban once años de pena para cumplir. Se recordó a sí mismo que estaba al servicio de otros y que no podía soñar con mujeres bonitas.

LA CASA se situaba en una pequeña elevación frente al río. Sara la vio por primera vez al mediodía, con el sol de invierno reflejándose en la cal, sus ventanas sin cortinados completamente viradas hacia las montañas. No había arbustos para suavizar sus contornos, pero habían dejado algunas árboles a su alrededor .
Al verla, Sara se sintió singularmente emocionada. Era baja, fea y tosca así sin acabar, tenía una larga galería alrededor, con tres o cuatro escalones sin ningún ornamento. Pero esa era la primera casa que jamas se había construida en Hawkesbury, y ella la miró con un sentimiento de posesión y orgullo. Apenas había posado sus ojos en ella, se había convertido un objeto para ser amado y defendido con todas las fuerzas.
- Ve andando, Hogan - dijo Andrew. – dile a Annie que ya llegamos.
Jeremy puso el caballo al trote, y Trigg lo siguió de cerca . Andrew desmontó y ayudó Sara a descender del caballo. la mirada de ella abarcó las cabañas de los condenados detrás de la casa, los cercos para el ganado, los principios de una huerta al costado y después la vasta extensión de terreno deforestado que descendía hasta el río. Las hectáreas vírgenes que esperaban mas allá del claro del bosque encendieron la llama de su ambición. En Inglaterra, la tierra significaba riqueza, y allí estaba la riqueza delante de sus ojos, extendiéndose hasta perderse la vista - mientras que los dioses fuesen bondadosos, mientras que la lluvia viniese en la estación adecuada y que el fuego no transpusiese la mata, destruyendo los sembradíos. Los riesgos de esa tan grande apuesta la asustaban .
- No quiero que pienses que la casa va a quedar como está ahora - dijo Andrew con voz trémula. – De aquí a unos años, voy a construirte una casa muy bonita, Sara. Será grande y blanca .... Ella lo interrumpió .
- Todo el dinero que haya tiene que ser invertido en la tierra. La casa puede quedar como está, para mí está muy bien .
El lanzó una carcajada suave, agarrándole los hombros. En aquel momento, ellos se dieron cuenta que eran un sólo espíritu: la unión do casamiento estaba consumada.

JEREMY y Trigg entraron en el patio de las traseras da casa. Cuando Jeremy desmontaba, una mujercita llena de arrugas y con o nariz pequeña salió del anexo de la cocina. Llevaba la ropa humillante de los condenados, y su rostro estaba acalorado por calor del horno de la cocina.
- Están llegando - Le dije Jeremy. - Está todo listo?
Los ojos pequeños de ella brillaron.
- Claro que está. No me estuve matando de trabajo en las últimas semanas para poner las cosas en orden? Cómo es ella ?
- Ella?
- La señora?
Jeremy la miró .
- Estás aquí para servir a la Señora Maclay en todo lo que fuera preciso, Annie, y no para hacer preguntas - declaró él con rispidez.
Annie Stokes se escabulló hacia la cocina, cual conejo en fuga.
Al ver a los Maclays aproximarse, Jeremy pensó que apenas un día de casamiento ya había modificado a Sara. Estaba mas confiada y mas cómoda , segura de Andrew, como una criatura triunfante después de haber ganado un premio. Ambos poseían una especie de ansia implacable, como si estuviesen extendiendo la mano hacia algo que acababan de avistar. Se daba cuenta ahora por qué Andrew la amaba: había entusiasmo en aquellos ojos verdes, había encanto y energía en aquella sonrisa . Sabía lo que quería y planeaba todo con arrogancia, concluyó Jeremy. Por instantes, casi odió a Sara. A continuación, se le ocurrió que tal vez tuviese celos.
Jeremy tomó las riendas del caballo, diciendo:
- Sea bienvenida, mi lady .
- Gracias - respondió ella, enfrentando la mirada de él con firmeza.
El se ruborizó , hallando que Sara tal vez estuviese tratándolo con condescendencia. A continuación, ella se volvió para sonreír a Andrew, y Jeremy se dio cuenta que ya había sido olvidado.

viernes, 30 de mayo de 2008

CONVICTA - CAPITULO 4

Capítulo 4

JAMES RYDER respiró profundamente , satisfecho por la distancia que parecía interminable entre Río de Janeiro y Ciudad del Cabo estaba casi recorrida. Hacia mas de dos horas que se había oído el primer grito entusiasmado de "Tierra a la vista!" del vigía. Con cada minuto que pasaba, el contorno de la costa africana se tornaba mas nítido.
Comenzó a caminar de un lado al otro en la cubierta. Después, se detuvo , con los ojos pensativamente posados en sus dos hijos, sentados al abrigo de la cubierta , con Sara Dane a su lado. Si los recursos todavía por explorar da Nueva Gales del Sur producían riquezas, Ellen y Charles serían los primeros en recogerlas. Pero , qué pasaría con aquellos como Sara Dane, pensó él, qué pasaría aquellos que llegaban allá en cautiverio para poblar y desarrollar la colonia?
La atracción que Andrew Maclay sentía por Sara era obvia y alimentaba los chismes en un barco que había tenido pocas distracciones desde que había partido de Río. Sin embargo , a pesar de no parecerlo , Sara Dane era una condenada, y Maclay era un oficial en una compañía cuyo prestigio sólo era superado por el de la Royal Navy. En casi todos los otros barcos le habría sido permitido hacer de ella su amante, y la relación terminaría cuando el Georgette llegase a Sydney. Ryder presentía que no era eso lo que Maclay quería.
Andrew Maclay venía bajando las escalerillas , y Ryder lo saludó .
- Buen día. Un paisaje bienvenida, verdad? - Señaló el contorno de la costa africana con un movimiento de cabeza.
- Sin duda, sir - respondió Andrew, sonriendo e inhalando sonoramente el aire fresco de la mañana.

Ryder examinó a Andrew con un aire serio bajo la luz intensa del sol , los ojos de Maclay eran de un azul profundo; tenía una boca y un mentón bien marcados. La manera en que hablaba y todas sus actitudes revelaban una determinación típicamente escocesa. La paradoja do su carácter despertaba el interés de Ryder. Se quedaba noche tras noche jugando a las cartas hasta tarde y tenía una suerte fantástica en el juego; sin embargo , el comandante alababa la atención meticulosa con que él desempeñaba sus funciones.
- Va a comprar ganado en Ciudad del Cabo, sir? - preguntó Andrew, comenzando a ponese impaciente con el silencio.
- Voy a comprar todo lo que pueda llevar. Me dijeron que puede ser vendido a un precio exorbitante en Nueva Gales del Sur .
Andrew se quedó pensando en eso unos instantes y después preguntó :
- Cuál es su opinión sincera sobre las hipótesis de aquellos que se se establecerán allá?
- No será nada un lecho de rosas. Todos aquellos que vayan de propia a Nueva Gales del Sur tendrán que estar dispuestos a arriesgar. Todo parece estar contra nosotros: enfrentar sequías, mucho trabajo y estómagos vacíos. - Elevaba la voz con entusiasmo. – Pero es un reino de pioneros, Maclay. Es suelo que el ganado nunca pisó, son tierras que nunca fueron sembradas. No me vengan a decir que después de ser adecuadamente tratada, la tierra no produce.
- Sin embargo , los habitantes continuaban muriéndose de hambre.
- Eso es sólo porque la colonia está en manos de los militares y de los condenados. Nueva Gales del Sur sólo podrá ser debidamente colonizada por hombres libres que entiendan de agricultura. Cuanto mas colonos haya, mayor será el ansia de expansión. Irán al norte y al sur, Maclay, y finalmente al interior del territorio.
- Pero no podemos seguramente fiarnos sólo en la expansión - dijo Andrew.
Ryder recordó las historias de Brooks sobre los misterios y los peligros del continente todavía por explorar, de la extensa cordillera de impenetrables montañas.
- Está pensando en las Blue Mountains - dijo él. - Admito que son una barrera, pero los hombres libres siempre encontrarán su espacio, como sucede en Canadá y en América.
La conversación terminó, pero mientras se apartaba, Andrew iba revisando un plan que había formulado , aun antes de hablar con Ryder, y que ofrecía una solución para él y para Sara.

Aun Bajo la luz intensa del sol, la montaña da Mesa parecía dominar sombríamente la colonia holandesa limpia y formal de la Ciudad del Cabo. Pero Sara y Andrew, de pie junto a la baranda, no tenían ojos para el paisaje que ya les era familiar en las tres semanas en que el Georgette había estado anclado en la bahía de Mesa. La atención de ellos estaba concentrada en la chalupa allá abajo, de la cual un cargamento de cerdos, ganado vacuno y ovejas, protestando ruidosamente, estaba siendo transferido al barco.. Nadie parecía lamentar que el barco partiese al día siguiente, mucho menos los condenados, quienes eran objeto de una vigilancia rígida durante la estadía en el puerto por temor a que se fugasen.
Andrew señaló al ganado.
- Ya compré a mi parte, Sara.
- Vas a conseguir venderlo a buen precio en Port Jackson.
El sacudió la cabeza.
- No es para vender, tengo intención de quedarme con él. Voy a postularme a una concesión de tierra en Nueva Gales del Sur y dedicarme a la agricultura.
Ella lo miró , espantada.
- Agricultura? Vos , un marinero?
- Fui criado por un escocés que era el mejor labrador de su región. Quiero quedarme en Nueva Gales del Sur y casarme contigo.
- Andrew - dijo Ella débilmente – enloqueciste .
- Creo que si . Fuiste vos quien me enloqueció...! No finjas que todavía no habías adivinado que yo estaba completamente enamorado de vos.
- Ya te olvidaste de que soy una condenada?
- Claro que no, pero si pido autorización para casarme con vos , no veo ninguna dificultad en que el gobernador Phillip te conceda el perdón. Si eso no sucede , me caso con vos lo mismo, y entonces él se verá obligado a ponerte a mi disposición como gobernanta hasta que tu sentencia expire.
- No puede ser así tan simple como lo haces parecer - comentó ella lentamente.
- Tenemos que correr algunos riesgos. Me voy a casar contigo, Sara. Y voy a hacerte una mujer libre.
Ella no dijo nada, y él acabó por decir:
- Cuando estemos casados, resolveremos todos los problemas.
Volviéndose , Ella respondió acaloradamente:
- Pero va a ser después de casados que las dificultades van a surgir. Sólo intenta imaginar tu futuro con una mujer que fue una condenada. Y se tuviéramos hijos... - La voz de ella se calmó. - Mi querido - dijo ella pacientemente -, tienes que ser sensato. No va a dar resultado.
El respiró profundamente .
- Pero vamos para a una tierra nueva... a un mundo totalmente nuevo. Olvida las reglas de la sociedad que funcionan en Inglaterra. En una región nueva, somos nosotros quienes hacemos las reglas. - Fue poniéndose cada vez mas entusiasmado y su rostro se iluminó . - Piénsalo, es una aventura, Sara! Si estás a mi lado, no hay nada que no pueda hacer. Invertí algo de dinero en la Compañía de las Indias Orientales, voy a retirarlo de allá y será suficiente para comenzar nuestra vida. Vas a compartir todo aquello que yo tengo. Soy un hombre simple ... un marinero, un labrador. Me aceptas ?
Ella respondió furiosamente:
- Un casamiento es para toda la vida. Y cuando hayas cultivado todos las hectáreas posibles de esta nueva tierra y hayas conseguido todo aquello con lo que siempre soñaste, qué sucederá ? Vas a mirarme y decir que yo soy la única cosa que no se encaja en tu mundo maravilloso? Cuando hayas hecho una fortuna, conseguirás continuar soportando mi pasado? Yo siempre seré señalada como una ex convicta .
El rostro de él fue invadido por una expresión de ternura y de alegría.
- Mi querida, haré de vos la ex convicta mas envidiada del Mundo.
- Hay poco para hacer de mí, Andrew - comentó ella, ruborizándose.
- Mi querida Sara, hay mucho que hacer con vos .
- Andrew - dijo ella vacilante – te pido que esperes hasta que lleguemos a Botany Bay. A esa altura, ya habrás tenido tiempo para reflexionar.
El se inclinó sobre la mano de ella y la besó .
- El viaje hasta Botany Bay es largo - murmuró él. - Antes que lleguemos a la mitad del viaje, te habré convencido de ver las cosas como yo las veo.

SARA descendió al camarote de los Ryders. Estaba jadeante, y Julia no consiguió darse cuenta si era de entusiasmo o de rabia.
- Qué pasa ? - preguntó Julia.
- Andrew Maclay me pidió en matrimonio - dijo Sara.
Julia respiró profundamente .
- Qué le respondiste?
Sara levantó el mentón .
- Le dije que pensase mejor el asunto hasta que lleguemos a Botany Bay. A esa altura, ya sabrá si quiere a una ex convicta como esposa.
- Y si él cambia de idea ?
- En ese caso, se irá cuando el barco parta nuevamente.
- Sara! - exclamó Julia. - Estás intentar engañarte a vos misma. Esto es lo que vos quieres, por qué no le diste una respuesta?
Sara estalló apasionadamente:
- Pero es un matrimonio imposible! Yo soy una condenada. él parece no darse cuenta de lo que eso significa. Está lleno de ideas arrogantes sobre establecer sus propias reglas de conducta en la colonia. Cree que puede hacer que me acepten.
La situación era como para hacer que una mujer cautelosa retrocediese, pero Julia comenzaba a darse cuenta , un tanto espantada, que, después todos aquellos años de una vida conyugal tranquila, nunca había sido genuinamente una mujer cautelosa. Andrew Maclay no era ningún imbécil, y Sara se equiparaba a él en inteligencia y astucia. Formarían una bella pareja para una tierra nueva. Y si ella, Julia, alentase el casamiento? Si mostrase su confianza y su respeto por Sara, sería mucho mas fácil que el gobernador Phillip concediera el perdón. Esa idea la entusiasmó.
- Sara, tienes que aceptar a propuesta de Andrew. él no cree que sea una propuesta alocada y yo Tampoco .
Julia vio la expresión del rostro de Sara suavizarse y sus ojos llenarse de emoción . Y , por primera vez , creyó avistar indicios de lágrimas.

Desde que había doblado la punta de la tierra de Van Diem en (primitivo nombre da Tasmania), cuyas montañas se habían elevado en el océano sur, el Georgette había seguido la costa oriental durante cerca de novecientos cincuenta kilómetros Era la tierra Australia de los mapas de los primeros navegadores , la costa que Cook había cartografiado , los peñascos y las largas playas que constituían el borde de un mundo desconocido. Al atardecer del día 1 de Octubre de 1792, el vigía avistó los gigantescos promontorios, a kilómetro y medio de distancia uno del otro, la entrada de la ensenada conocida como Port Jackson. El Georgette esperó a la luz del día para intentar atravesar el canal de aguas profundas existente entre ellos.
En la sala de oficiales, Andrew dejó los naipes y se recostó en la silla. Miró de reojo a Harding, Brooks y Wilder, que se encontraban sentados en la mesa con él.
- Bien , mis señores, voy a tener que retirarme. Este es mi último cuarto de hora en el Georgette... así se terminan mis funciones en la compañía.
Los otros se habían quedado callados. Cuando Andrew miró a uno por uno , los ojos de ellos evitaron los suyos.
- Bien - dijo él - veo que creen mas sensato no decir nada cuando consideran que un hombre está a punto de acabar con su vida con un último acto de locura.
Andrew se inclinó sobre los puntajes del juego para hacer las cuentas. Después, le pasó la hoja de papel a Harding, quien anotó el total con un aire resignado.
- Tu maldita buena suerte parece nunca acabarse, Maclay - dijo él en un tono cansado, entregándole el papel a Brooks.
Brooks asintió con la cabeza y le pasó el papel a Wilder, quien frunció el ceño cuando vio el total de la cantidad desde la Ciudad do Cabo.
- Mierda ! exclamó. - Sabes muy bien que no puedo pagar todo esto ahora. Invertí todo el dinero que tenía en mercadería para vender aquí y en el Oriente.
- Parte de esa mercadería es ganado, verdad ? Si no me equivoco, son tres vacas y ocho cerdos - dijo Andrew.
- Es así- respondió Wilder.
- Entonces, acepto el ganado como parte de pago de la deuda .
- Muy bien - concordó el otro con mal humor.
Mientras Andrew preparaba el documento de transferencia de propiedad , Sara continuaba acostada en la litera. Se sentía inmensamente agitada, escuchando el viento soplando a lo largo de la costa desconocida de una tierra que podía confinarla para el resto de su vida.
La única cosa de la que estaba segura era de su casamiento con Andrew. Desde ese día en Ciudad del Cabo en que le había hecho la propuesta, él había calmado las dudas de ella y habían pasado horas hablando sobre la vida que planeaban, las perspectivas de la agricultura en aquel territorio vasto y vacío. Andrew era osado, y no había nada que él quisiera arriesgar si ella no estaba dispuesta a arriesgarse con él.
El entusiasmo que intentaba controlar se había apoderado de ella. Sería una buena esposa para Andrew! Le daría buenas razones para enorgullecerse de ella. Tendrían hijos que crecerían y serían alguien en la nueva colonia. él le había prometido tierras y criados para satisfacer la enorme necesidad de respeto que Sara sentía. Sabía que un día tendría una vida digna y llena de comodidades y elegancia; y que con eso borraría los recuerdos de los años de servidumbre.
Cuando finalmente consiguió dormir , el sueño fue pesado y poblado de sueños .

A la MAÑANA siguiente, el Georgette ancló en Sydney Cove. El sol estaba caliente; los rayos de luz se reflejaban intensamente en el agua. Las árboles extendían su follaje verde ceniciento hasta los brazos de mar distantes ..

La población en si no era nada atrayente. Los condenados habían / construido una ciudad de cabañas de barro en las playas de Sydney Cove. La casa de gobernador de cal blanca, un cuartel, un hospital, un almacén de provisiones y un puente sobre el único río constituían la colonia mas reciente de su Majestad . Se veían algunos jardines aquí y allá, pero los esfuerzos para arar y sembrar la tierra eran escasas; el suelo era pobre. La sequía había estropeado la cosecha; después, las lluvias se la habían llevado. El ganado estaba delgado, pues pastaba en una parca vegetación.
Andrew Maclay se quedó perplejo al ver por primera vez la población de Port Jackson, escuálida en su pobreza y miseria. El tañido de las cadenas de los prisioneros lo perseguía a donde quiera que fuese. Reinaba la amenaza constante de la horca y del azote; no había otra ley que esa . Muertos de hambre, los condenados se robaban las raciones unos a los otros y rondaban el almacén de provisiones . En aquella colonia hambrienta, el robo de comida era castigado con la muerte. Algunos , en una desesperación total, huían al bosque desconocido y morían o regresaban tambaleando de agotamiento y hambre.
Una semana después de que el Georgette hubiera anclado, Andrew y James Ryder subieron en barco por el río Parramatta hasta la segunda población de la colonia. Se encontraron con el inicio de una ciudad planeada, también llamada Parramatta. Con la mirada de un agricultor experto, Ryder vio que allí la tierra era mas fértil y la región tenía un aspecto mas apacible. Se puso impaciente por conseguir una concesión de esas tierras.
Pero Andrew oyó a los funcionarios y los colonos - la mayor parte de ellos condenados liberados que cultivaban pequeñas granjas propias hablar en uno y otro lado del río . Su naciente se situaba en las montañas al oeste, después viraba hacia el nordeste, recorriendo suelos todavía mas ricos hasta una ensenada en Broken Bay, que quedaba a unos veinticinco kilómetros mas arriba de Port Jackson. Había sido explorado por el propio gobernador Phillip, quien le había dado el nombre de Lord Hawkesbury. La imagen del río y de sus tierras fértiles levantaba una fiebre en las venas de Andrew. Quería instalarse allá.
Ryder regresó del barco a Sydney, pero Andrew se quedó para organizar un viaje a Hawkesbury, en lo que fue ayudado por el oficial John Berry, un joven que confesó estar muerto de aburrimiento y desear ardientemente explorar nuevas tierras. Pertenecía al Regimiento de Nueva Gales del Sur , una fuerza militar que había sido creada especialmente en Inglaterra para la nueva colonia.
Ellos - Andrew, Berry y tres condenados - partieron con un guía nativo y provisiones para diez días. El paisaje era salvaje y exótico . No había ningún vestigio de suavidad , y los eucaliptos altos parecían interminables e indiferentes. El avance era difícil.
Llegaron al punto hasta donde Phillip había explorado , Richmond HilI, en medio de una violenta tormenta tropical. Después, la tormenta siguió su camino, y el sol brilló nuevamente. Sería aquello lo que iba a describirle a Sara, se dijo Andrew a sí mismo - esa encantadora extensión de tierras fértiles , densamente poblada de árboles, con el gran río serpenteando montañas abajo. Había allí sitios donde él ya imaginaba su casa construida, sitios en terrenos elevados donde las inundaciones, si las hubiese, no podrían llegar.
Cuando regresó a Sydney, fue a encontrar a los Ryders listos para partir; iban a vivir en una cabaña provisoria en una buena extensión de terreno cerca de Parramatta. Julia ya se había recuperado del desanimo que había sentido al ver por primera vez la siniestra población de Sydney Cove. Con la su determinación característica, había resuelto sacar el mejor partido de lo que a colonia tenía para ofrecer y se comportaba ahora como si toda la vida hubiese alimentado a su familia con carne de cerdo salada.
Pero el mayor cambio se notó en Sara: ella había ganado confianza en su posición como futura esposa de un colono libre. Su sonrisa de bienvenida hizo que el deseo por ella llenase su corazón . Observó por primera vez la personalidad de Sara florecer sin ninguna restricción . Cuando le describió el valle verde y fértil y el río serpenteante de aguas profundas, ella reaccionó apasionadamente:
- Andrew, yo voy con vos a cualquier lugar. Prométeme que te casarás conmigo lo mas pronto posible.
El la abrazó .
- Mi querida Sara, voy a intentar hablar con el gobernador hoy a la tarde. Voy a pedirle dos cosas: una concesión de tierras en los márgenes del Hawkesbury y el perdón para mi mujer.

jueves, 29 de mayo de 2008

CONVICTA - CAPITULO 3

Capítulo 3

CUANDO Andrew Maclay apareció en el alojamiento de las mujeres y la llamó, Sara se dio cuenta pronto lo que iba a suceder. Después del funeral de la criada de la Señora Ryder aquella mañana, las prisioneras habían estado especulando quien de entre ellas sería la elegida para ocupar su puesto. Sabían, a través de los chismes del barco, que la Señora Ryder se encontraba frecuentemente enferma.
Había tenido poca suerte, concluyó Sara, porque el oficial justo había llegado en el peor momento, pues debía haberle parecido que ella era ordinaria y grosera con su ropa sucia de comida. Miró de reojo al rostro de Maclay mientras se dirigían a los camarotes de cubierta. Si le iban a dar la oportunidad de ser la criada de la Señora Ryder, no iba a estropearla por falta de humildad o de decoro. Enrolló furtivamente algunas puntas sueltas de su cabello y miró apesadumbradamente su vestido inmundo, esperando que la Señora Ryder disculpase su apariencia.
Andrew Maclay se detuvo junto a uno de los camarotes y golpeó rápidamente la puerta.
- Espera aquí – le dijo a Sara.

Se oyó la voz de la Señora Ryder invitándolo entrar. Estaba acostada en la litera y sonrió al ver a Andrew. No debía tener mucho mas que treinta y cinco años y todavía era muy bonita - Una mujer débil y morena, con un vestido de seda amarillo, pero con un aire enfermizo . Los ojos de Andrew brillaron al verla; Julia Ryder emanaba una dulzura que le agradaba bastante.
- Buenas tardes, mi lady - saludó él, inclinando la cabeza en una cortesía . - Su marido habló con el comandante durante la cena sobre su necesidad de otra criada. Le traje a la condenada Sara Dane.
- Pero qué bien!, Señor Maclay. En verdad , no tenía esperanzas de que ella estuviese a bordo con nosotros .
El puso una expresión de ligera confusión.
- Tal vez Ella no sea tan buena como esperaba, mi lady . Después de todo ella has estado presa hace algún tiempo.
- Ah, si, pero por lo menos tiene práctica en los servicios domésticos. Sé que se puede esperar de Sara Dane: debe ser analfabeta y ordinaria y tal vez inmoral; pero yo necesito desesperadamente de
alguien que me ayude a cuidar de Ellen y Charles. Por favor, hágala entrar, Señor Maclay.
Andrew abrió la puerta e hizo una seña a la prisionera para que entrara. vio el rostro de la Señora Ryder contraerse con consternación y se dio cuenta que era la primera vez que ella veía a una de esas criaturas
de cerca .
- Eres Sara Dane? – preguntó la Señora Ryder finalmente.
La otra hizo una reverencia, pero no respondió.
- La Señora Templeton, que vive en Rye, me escribió diciéndome que probablemente estarías a bordo y que eras experta en servicios domésticos. Alguna vez cuidaste niños?
- No, mi lady .
La Señora Ryder puso una expresión de duda. - Sabes coser?
- Si, mi lady .
- Calculo que no sabes leer ni escribir?
La pregunta pareció alcanzar el orgullo de Sara Dane, quien enderezó los hombros y respondió bruscamente:
- Claro que sé.
- AH! , Si? - la mirada de la Señora Ryder se enfrió repentinamente.
Andrew se puso un poco receloso, dándose cuenta que estaban frente a frente dos personalidades fuertes. Sara Dane ya no se mostraba intimidada: sus ojos le brillaban, y la boca emanaba un aire determinado.
- Estoy interesada en vos - dijo la mujer mayor. - Y qué mas sabes hacer?
La otra, aparentemente nada temerosa, respondió:
- Hablo y escribo en francés y sé latín. Y un poco de italiano También . Y sé matemática.
La expresión de Julia Ryder se alteró prontamente. "Mas de lo que esperaba!", pensó Andrew, consciente de la creciente admiración por la inteligencia de Sara: Ella estaba queriendo mostrar que los Ryders habían encontrado un verdadero tesoro donde no esperaban.
La Señora Ryder volvió a hablar.
- Cuantos años tienes, Dane?
- Dieciocho, mi lady .
- Y por qué fuiste condenada?
La figura harapienta se estremeció, mirando rápidamente a la mujer recostada en la litera frente al joven oficial delante suyo . Fue un gesto elocuente, dando a Andrew la idea de cuan incómoda se sentía . Después, apartó la mirada .
- Fui condenada por robo - dijo ella.
Andrew alzó las cejas y se dirigió súbitamente a la Señora Ryder:
- Mi lady , si esta mujer le sirve, el comandante Marshall me dio instrucciones en el sentido que no será necesario que ella regrese al alojamiento de los prisioneros.
Ella le sonrió con calma .
- Creo que Sara me servirá muy bien .

Unos días Después, Andrew tomó el libro de registros y se sentó en la mesa de la sala de oficiales, metiendo la pluma en el tintero. Pensaba en la muchacha que acababa de ver en la cubierta con los hijos de los Ryders, en su cabello rubio recién lavado brillando a la luz del Sol, en los ojos mas verdes que azules. Debía haber hecho el papel de idiota , allí embobado mirándola . La criada usaba un vestido de algodón azul prestado y un chal rojo vivo. La transformación era increíble, y al leer la expresión de su rostro, Ella había sonreído . El estaba un poco atónito con la impresión que ella le había causado.
Sumergió la pluma en la tinta e intentó concentrarse , pero sus pensamientos no estaban en el registro que escribía .

DESDE el primer día en que Sara había estado con los hijos de los Ryders parecía haber estado allí siempre. Andrew la observó cuidadosamente durante el largo viaje hasta Ciudad do Cabo y se vio forzado a admirar la manera como ella había logrado pasar de condenada a criada de confianza. Se sentaba día tras día en la cubierta con los libros de estudio de los niños abiertos en su falda, sin desviar sus ojos de ellos por mas de un segundo. Pero si uno de los oficiales se paraba junto al grupo para hablar con Ellen y con Charles, Sara también se mostraba dispuesta a conversar, aunque esperaba que se dirigieran a ella en primero. Poseía encanto y belleza, y, pasado poco tiempo, aquellos hombres, apartados de la convivencia con mujeres, se olvidaron que ella había venido del alojamiento de los prisioneros.
Se vio definitivamente reconocida cuando el comandante se detuvo una mañana junto al grupo para preguntar como iban progresando las lecciones y ella respondió sin demasiada humildad ." Qué muchacha hábil ", pensó Andrew. él sabía que el comandante no tardaría en adquirir el hábito diario de pararse para oí las lecciones, elogiar los esfuerzos de los niños y ver a Sara ejecutando hábilmente el bordado que la Señora Ryder le había dado para hacer. Para Andrew, lo mas espantoso de todo era la alegría de Sara. Hacía que Ellen e Charles estuviesen siempre riéndose , y era obvio que ellos la adoraban por eso; era incansable para mantenerlos ocupados durante los días que monótonamente se sucedían.
SARA ayudaba a Julia Ryder a arreglarse para ir a la cama en el minúsculo camarote, que olía a cuerpos calientes y a ropa perfumada. El vestido de seda azul pálido que Julia se había puesto aquella noche se encontraba extendido en la litera, y Sara lo tomó . El susurro de la seda le hizo recordar los días de Londres y de los chismes divertidos del salón de la modista.
Julia estaba sentada en frente al pequeño tocador bajo con una lampara oscilante, con una bata y la camisa de noche de encaje. Sara ocupó su lugar habitual detrás de Julia, peinando cuidadosamente con un cepillo el cabello oscuro. La atención de Sara se desvió hacia el tocador. El peine de plata que hacía juego con el cepillo que tenía en la mano había sido dejado allí descuidadamente, y sobre un pañuelo de encaje se encontraba un frasco de perfume de cristal.
- Te gustan las cosas bonitas, verdad ? - preguntó Julia con calma .
Las miradas de ambas se cruzaron en el espejo. Instantes después, Sara respondió:
- No debería admitir que me gusta mucho encontrarme rodeada de estas cosas.
- Por qué no?
- Porque fui deportada por robo.
En el espejo, Sara vio el rostro de Julia asumir una expresión casi de severidad , y ella afirmó bruscamente:
- Sara, sólo te hice una pregunta sobre como habías venido a parar a este barco. No tengo intención de profundizar el asunto, pero si quieres contarme, estoy dispuesta a oír.
Sara nunca había sentido por ninguna mujer el respeto que Julia le había inspirado a lo largo das semanas que habían pasado juntas. Decidió que iba a arriesgarse a poner a prueba la opinión que había formado de Julia Ryder. No intentó responder la pregunta. En vez de eso, levantó la cabeza y miró nuevamente al espejo.
- Está satisfecha conmigo, mi lady ?
- Si, estoy muy satisfecha. En verdad , sólo oigo que toda la gente te hace elogios. Pero , por qué ...?
Por qué ? Para que cada vez que observo sus cosas, no tenga que pensar si estoy o no pensando en robarlas.
Julia se dio vuelta en el banco de modo de encarar a Sara.
- Vamos ser francas una con la otra, Sara - dijo ella. - Eres ambiciosa y orgullosa, pero También tienes sentido común . No se me pasa por la cabeza que seas capaz de desperdiciar una oportunidad haciendo alguna tontería. Vamos hacia un sitio nuevo - continuó ella. - La vida allá será difícil y desconocida. Te pido que no olvides que, cuando lleguemos a Nueva Gales del Sur , vas a precisar tanto de mi ayuda como yo de la tuya. - Se detuvo , golpeando el borde de la mesa con sus uñas. - Mientras estés con nosotros , estoy dispuesta a olvidar que alguna vez fuiste condenada. Pero si quieres que yo confíe en vos, tienes que dejar de desconfiar de mí.
Sara se quedó desconcertada porque la otra mujer había entendido sus intenciones tan claramente, pero esa sensación fue prontamente substituida por la satisfacción , porque aquello representaba la seguridad de su futuro. Bajó los ojos y preguntó :
- Creo que nos entendemos una a la otra, no es verdad , mi lady ?
- Creo que si, Sara - dijo Julia.

Las Horas muertas del cuarto intermedio lo habían entorpecido de cansancio. Entonces, poco después de haber sonado las ocho campanadas, él se preparó para descender. La noche estaba perfecta y oscura. El Georgette seguía firmemente su ruta en el mar calmo.
Las dos lamparas de la popa iluminaban tenuemente la cubierta . Al descender las escaleras, Andrew distinguió en la oscuridad la silueta de un hombre recostado contra la baranda.
- Eres vos, Brooks?
- Soy yo . Vine acá arriba a respirar aire puro. - El tono de voz del médico denotaba cansancio. - hubo un parto... de una condenada. Estuve con ella toda la noche .
- Y ella está bien? - preguntó Andrew.
- La madre lo está, pero la criatura nació muerta. - Brooks hizo una pausa. - Te has mostrado muy interesado en los condenados últimamente, Maclay.
- Qué quieres decir con eso?
- Tal vez no sea asunto mío , pero no gusta nada verte metido en problemas. - Después, viendo que Andrew se había quedado tenso, Brooks prosiguió , pisando cuidadosamente el terreno: - Esa muchacha, la tal Sara Dane... Oye, hombre, sabes como los rumores se esparcen en un barco! No le sacas los ojos de encima.
- Yo la amo - respondió Andrew bruscamente.
Brooks se quedó perplejo.
- No sabes casi nada de ella.
- Sé que es bella y que posee encanto e inteligencia!
- Belleza, si - respondió Brooks, reflexionando. - Oh, encanto e inteligencia también . Pero , por Dios, Maclay, no se puede amar a una condenada sólo porque tiene un rostro bonito!
- Pero es así , yo la amo - dijo Andrew rápidamente. - No me la puedo sacar de la cabeza. Con sólo pensar en ella me atormento.
- Ya se lo dijiste ?
- En verdad ... todavía no. - Continuó melancólicamente: - Tu sabes como es ella . Nunca consigo encontrar una oportunidad para decírselo . Ella tiene una sonrisa y una carcajada para cada uno de nosotros, y no va mas lejos que eso.
- El caso me parece complicado, Maclay - dijo Brooks. – El comandante no permitirá el concubinato...
- Concubinato? Quiero casarme con ella!
- No seas loco, hombre. ya te olvidaste de que van a tener que separarse cuando lleguemos a Port Jackson?
- Tengo mis planes - respondió Andrew con calma
- Planes? Ella es una condenada! Y vos no sabes nada acerca de ella.
- Eso es verdad - dijo Andrew. – Pero voy a descubrir lo que haya que descubrir. Estoy hablando muy en serio, Brooks.
Brooks suspiró.
- Bien, sólo espero que no vayas a sufrir una desilusión.

ANDREW quedó frente a frente con Sara la noche siguiente, cuando Ella iba a descender las escaleras viniendo de los camarotes. Se apresuró a subir algunos escalones para impedirle continuar. Ella quedó sorprendida con su abordaje directo y lo miró con curiosidad.
- Quiero hablar contigo - dijo Andrew. - Ven conmigo.
Cuando él la empujó hacia las sombras del barco y le pidió que le contase mas detalles sobre de su condena por robo, Sara, que ya se esperaba eso respondió con un esbozo de carcajada :
-Oh, me escapé de una residencia parroquial y tuve la desgracia de olvidarme de devolver las tres guineas de mi patrón, y él declaró que no me pertenecían.
- No bromees conmigo ! Esa no es toda la historia!
- Entonces, aquí va... toda la historia - exclamó ella. Y le contó su vida, sin omitir el pasado dudoso de su madre ni de la familia de Sebastian. Él la oyó hablar de Sir Geoffrey Watson y de Lady Linton. La única cosa que no fue capaz de mencionar fue su amor por Richard Barwell. Cuando llegó a altura de partir hacia la casa de Lady Linton - ella dijo Ella –“ resolví que estaba harta de vivir con una familia para la cual nunca dejaría de ser la hija de un borracho que vivía de pequeños préstamos. Mi único error fue haberme llevado conmigo el dinero de Sir Joffrey.



Cuando Ella terminó, él le apretó los hombros con fuerza y soltó una carcajada estridente que hizo eco en la cubierta.
- Sos tontita. Pensar que perdí noches de sueño por habías dicho que eras una ladrona. Vos apenas pediste un préstamo, Sara, como tu padre hacía. Son las mejores noticias que jamas tuve en mi vida.
Y sin decir mas nada, inclinó la cabeza y la besó en la boca.
- No te olvides de este hasta que venga el próximo. - Después, avanzó con pasos largos hacia las escaleras, silbando bajito.
Ella cerró los ojos y vio nuevamente su rostro, tan entusiasmado como el de un muchacho. Pero, qué ganaba Andrew Maclay estando enamorado de ella? Cómo podría acabar una relación destinada a una despedida en Port Jackson? Esa idea la atormentó. Allí había un hombre que podría hacerla olvidar de Richard Barwell. Andrew poseía el tipo de autoridad que fácilmente despertaba amor y ternura . Ante la realidad de él , la imagen de Richard desaparecería. Ella reconoció, desesperada, que sería muy fácil enamorarse ahora.
Pero el Georgette llegaría inevitablemente a Port Jackson , sólo una loca se enamoraría con un futuro con semejante perspectiva. Concluyó que lo mejor era olvidar Andrew Maclay antes que él la amargase como Richard Barwell había hecho .

miércoles, 28 de mayo de 2008

CONVICTA - CAPITULO 2 - PARTE 2

Capitulo 2 - Parte 2
La Primavera llegó finalmente, y Sara esperaba ser llamada desde Londres. Un día, Sir Geoffrey la detuvo cuando ella corrió para abrirle la puerta, mientras él y el Señor Barwell salían lentamente de la sala de estar, donde habían estado encerrados la mayor parte de la tarde.
- Hay noticias - dijo él -, en breve te vas. Lady Linton tiene intención de abrir su casa de Londres en tres semanas. Cuando te precise , me avisará.
Sara hizo una cortesía.
- Muchas gracias , Sir Geoffrey.
El se detuvo , mirándola intensamente.
- Esas ropas no te sirven. A Lady Linton le gusta que aquellos que la rodean usen buenas ropas . Tienes que ... - Metió la mano en el bolsillo y sacó tres guineas. - Toma esto y compra algo para vestirte adecuadamente . - Mientras Ella le agradecía, tartamudeando, él continuó : - Mi hija está deseosa de visitar a Lady Linton en Londres en breve. Y No dudo que el amo Richard va a ir allá frecuentemente. No te van a faltar caras conocidas, jovencita .
El párroco posó una mano sobre el brazo de Sir Geoffrey.
-Esa... información es ciertamente prematura, verdad , Sir Geoffrey?
- Qué disparate! Es como si ya estuviese todo decidido. Será cuando Richard venga nuevamente a casa. él no tiene nada en contra, y Alison tampoco.

El Mundo pareció desarmarse alrededor de Sara al intentar dar significado a aquellas palabras. No podía ser verdad ! Y, sin embargo , los dos hombres parecían hablar muy en serio.
Sir Geoffrey la miró nuevamente.
- Espero que esta jovencita no sea chismosa. De cualquier modo, la noticia no tardará en ser comunicada. Me gustaría que se casaran en verano. - Descendió los escalones para ir al encuentro del muchacho del establo de la parroquia , quien sostenía las riendas de su caballo.
Sara corrió a su refugio del ático y se tiró sobre el colchón . Se quedó atónita con el acceso de llanto que tuvo . Además de decepcionada, estaba furiosa.
Sabía que había perdido a Richard. Los padres de él y Sir Geoffrey iban a presionarlo . Le iban a ofrecer riqueza y contactos influyentes, y su naturaleza no iba a rechazar atracciones tan fuertes. Y Alison, con su rostro dulce y sus modales gentiles, sería la esposa que cualquier hombre desearía. Los problemas de consciencia de Richard serían genuinos, pero de poca duración . Pensaría en la larga batalla que tendría que entablar con los preconceptos familiares para poder casarse con Sara y diría que el amor de ellos no resistiría tal resistencia . Ella vio con bastante lucidez su futuro: las visitas de Richard a la casa de Londres, las visitas a Alison; los preparativos para el casamiento, donde ella desempeñaría el papel de criada.
La voz de Nell la hizo despertar.
- Sara, estás ahí? La señora anda buscándote hace una hora.
El tono áspero de Nell volvió a encender su sensación de injusticia. Fue el orgullo nunca dominado de Sebastian que se transformó en rebelión contra aquella indignidad y todas las otras a la que sería sometida antes de acabar el verano y antes que Richard y Alison se casaran. En aquel instante, se le ocurrió la idea de huir. Por qué no huir?
EN una fiebre de orgullo herido, se levantó rápidamente del colchón y palpó el forro hasta que sus dedos encontraron el anillo de Sebastian. Al verlo, fue invadida por nueva oleada de rabia. Lo Colocó en los dobleces del pañuelo juntamente con las tres monedas de oro de Sir Geoffrey.
Se Calzó sus zapatos mas resistentes y se puso una capa sobre los hombros. No encontró a nadie al salir apresurada; dada la importancia de la ocasión, se sintió perpleja por la facilidad con que se salía de la residencia parroquial sin se ser visto. La oscuridad se hacía densa cuando ella se dirigió al camino del canal. Estaba sobretodo preocupada en evitar la aldea de Rye, donde podría ser reconocida.
Ya había recorrido cerca de cinco kilómetros bajo un viento cortante cuando la lluvia comenzó a caer. Las historias susurradas acerca del pantano, los crímenes cometidos por los contrabandistas, no se le borraban de la cabeza. Comenzó a darse cuenta cuan indefensa estaba y que la esperaba una noche en el pantano sin un refugio. Y con cada minuto se aproximaba mas a un cruce de caminos donde estaba la taberma llamada El Angel. La reputación dudosa de ella la llenó de miedo; después de a pasarla, buscaría un granero para refugiarse hasta que saliera el sol.
El viento se detuvo por instantes, y en la calma Se oyeron cascos de caballos y ruedas en el camino. Se quedó inmóvil , aterrorizada. Un caballo y un carruaje en el pantano , de noche? Entró en pánico sólo de pensar. El camino estaba desierto y no tenía árboles , siendo la noche su único refugio. El canal bordeaba el camino a uno de los lados. Cuando el arco oscilante lanzado por la luz de la lampara del carruaje se aproximó, Sara se acostó al costado del camino , con el rostro pegado al suelo.
Vivió momentos de terror y de agonía mientras el caballo se aproximaba. Esperó un grito del conductor, pero no se oyó nada. El carruaje estaba justo pasando al lado de ella, y después continuó su camino. La oscuridad volvió a cubrirla. Se quedó allí acostada, suspirando de alivio. Finalmente, levantó la cabeza con cautela.
Al hacerlo, se encontró con una segunda lampara balanceándose a escasos centímetros de sus ojos. Miró aterrorizada la mano que la sostenía y después levantó los ojos a la silueta sombría de un hombre. Soltó un gemido ahogado de espanto y se encogió. El hombre la agarró de un brazo y la obligó a ponerse de rodillas. La lampara se aproximó al rostro de ella.
- No me toque - gritó ella, intentando librarse . Pero el hombre le sujetaba el brazo con fuerza.
- Qué es lo que tenemos aquí? - dijo él bajito, y después gritó por encima de su hombro: - Daniel! Espera! – le dio un empujón y, sin ningún esfuerzo, se la puso al hombro.
Ella gritó, pero sabía que nadie la oiría en el largo camino desierto . Golpeó ferozmente con los puños cerrados la espalda del hombre, pero él no sintió nada y corrió un poco para alcanzar el carruaje . Ella se sentía azorada cuando él la puso de pie al lado del conductor del carruaje .
- Daniel - dijo él. - Ya viste lo que encontré ? Vale la pena viajar en la parte de atrás del carruaje con una lampara en la mano . Nunca se sabe lo que se puede encontrar.
Sara jadeó de indignación cuando el conductor saltó del asiento y aproximó la lampara al rostro de ella.
- Una muchacha! Y es bien bonita! - Bajó la voz. - Pero, Harry, qué vamos a hacer con ella ahora?
- Será para mí - dijo Harry, arrastrando las palabras -, quien se esconde en el canal después del atardecer llega a enterarse mas de lo que debería. En poco tiempo , vamos a descubrir algo mas sobre esta muchacha.
Y sin decir nada mas , el joven tiró a Sara en la parte trasera del carruaje .
Ella hizo una tentativa desesperada para escapar, pero él le dio un empujón y ella cayó nuevamente de espaldas .
- Si no te quedas quieta - dijo Harry -, meteré tu cabeza dentro e una bolsa . Oiste?
Sara se quedó quieta, exhausta y llena de miedo, y el carruaje avanzó bajo la lluvia. Cuando las ruedas pisaron un empedrado y pararon finalmente, Ella se sentó y miró a su alrededor . Habían entrado en un patio. Sara vio una especie de edificio, pero no tenía luces.
- Abre ! - gritó Harry, dando golpes en la puerta.
Pasado un rato, la puerta se abrió y apareció una mujer corpulenta, protegiendo la llama de una vela con la mano . Los ojos curiosos de Sara pasaron de la mujer al cartel de madera que se balanceaba con el viento y Ella leyó las letras borrosas: EL ANGEL!

- Mira , madre - dijo el joven. – Te traje una encomienda llena de sorpresas.
Tiró a Sara al suelo, empujándola delante suyo . La mujer la sujetó bruscamente cuando ella tropezó en el umbral de la puerta. Allá dentro, Sara le golpeó ferozmente la mano.
- Suéltenme los dos! Voy a vengarme por esto.
La mujer ni parpadeó.
- Qué es esto, hijo? - preguntó ella.
Harry se rió .
- Una encomienda que encontré junto al canal. - hablaba muy bajito. - Creí que una muchacha no debería andar por ahí a esta hora de la noche. Y me apeteció tener compañía en la cena.
- estás loco - vociferó la mujer.
El posó la lampara con fuerza en la mesa y se volvió , airado, hacia la mujer, que se encogía contra la pared .
- Soy yo quien dice quien debe o no entrar aquí!
La mujer desapareció por una puerta que daba a un corredor. Harry se volvió hacia Daniel, que había entrado detrás de ellos.
- Ve a cuidar el carruaje . - Cuando Daniel salió , Harry tomó un candelabro y encendió media docena de velas. Era muy alto, tenía hombros anchos y cabello rubio , enmarcando un rostro joven que brillaba con el agua de la lluvia.
Sara estaba espantada con ese hombre gigante, que, aunque muy joven, parecía mandar en el El Angel. Cuando él la empujó hacia la luz y le sacó la capa, Ella forcejeó , intentando soltarse, pero él la dominó fácilmente, como si ella fuese una criatura.
- Cómo es que te llamas?
- Mary...Bates.
- Muy bien, Marv Bates, por qué estabas escondida en el canal?
Ella se ruborizó al oí su tono burlón .
- No sabía quien venía por el camino . El pantano es peligroso de noche.
- Veo que eres una doncella prudente, Mary Bates. Pero, qué hace una doncella prudente caminando en el pantano después del atardecer?
Ella vaciló un momento e después se lanzó en la historia que había inventado.
- Estoy trabajando en Rye e iba a camino a Appledore. Tengo una tía que está enferma y ella me mandó a llamar.
- No me mientas - gritó él, sacudiéndola violentamente.
- Suéltame - dijo ella, jadeante. - sólo espero que seas ahorcado por esto.
El lanzó una carcajada estridente. Ella dobló los dedos para arañarle la cara , después se detuvo, petrificada. él estaba besándola en la boca, apretándola cada vez mas contra sí, con su fuerza impresionante , a pesar de la resistencia de ella . Aunque nunca hubiese sido besada por ningún hombre además de Richard, se dio cuenta que él estaba habituado a conseguir lo que quería de las mujeres.
Se aflojó abruptamente, dejando que él la apretase contra su cuerpo , mientras se inclinaba todavía mas sobre ella. Y con un movimiento suave que él podía confundir con una caricia, metió los dedos debajo de los rulos rubios, después los agarró y tiró de ellos con toda su fuerza.
El dio un grito de rabia y la empujó hacia atrás.
- Mi Dios, suéltame te digo! – Y le golpeó de lleno la cara con el dorso de la mano.
Ella gritó una sólo vez, bien alto, cuando él la agarró por los hombros y levantó el brazo para darle otra bofetada. En ese mismo instante, cuando él menos esperaba, ella le agarró el cinto con ambas manos y levantó su rodilla, alcanzándolo en la ingle . él se quedó sin respiración y se tambaleó hacia atrás, casi doblado en dos. Sara sabía que el impacto apenas lo detendría por un poco y se quedó esperando la investida siguiente.
Pero él no hizo nada, se rió y dijo:
- La muchachita tiene coraje. creo que me vas a gustar , linda. Me Voy a Appledore en un día o dos . Hasta que yo vuelva , te quedarás aquí, no te vas a sentir sola con Harry Turner cerca tuyo.
- No me voy a quedar aquí. No puedes obligarme
- Ah no? Vos me mentiste , Mary Bates. Pero no tardaré en descubrir la verdad. Quién eres ? De dónde vienes? - él se inclinó
hacia adelante . - Respóndeme!
Sara estaba segura que él iba a continuar interrogándola hasta obtener la verdad y después llegaría a saber que podía mantenerla allí el tiempo que quisiese . Si alguien ya estaba buscando , nunca irían a un sitio tan remoto como El Angel . Además, ese hombre con certeza era el organizador de una banda de contrabandistas . No vio piedad en aquellos ojos brillantes.
- Respóndeme! - gritó él.
- Yo ... - dijo Ella lentamente.
Abruptamente, el hombre desvió la atención de ella. Había oído por la ventana ruidos de cascos de caballo allá afuera, sobre el empedrado. Dio un salto hacia adelante y apagó todas las velas, a excepción de una.
Había oído un golpe violento en la puerta y la voz de un hombre gritó.
Sara miró desesperadamente a Harry y a la puerta. Fuese quien fuese quien estaba golpeando puerta, no era ninguno de los cómplices de él.
Harry no se movió . Se veía que estaba indeciso.
Tendría ella coraje de pedir ayuda al desconocido que estaba allá afuera o , por lo menos, hacerlo notar su presencia antes que desapareciese ? No podía temer peor suerte con el otro hombre, fuese quien fuese. Corrió hacia la puerta. La tranca se deslizó fácilmente, y con una correntada de viento y lluvia fría. Ella embistió el sólido cuerpo de un hombre.
- Santo Dios! Qué es esto?
El desconocido la llevó nuevamente dentro de la sala. La llama trémula de la vela se estabilizó , y Sara se encontró con el rostro atónito de Sir Geoffrey Watson.

SARA fue acusada de haber robado las tres guineas de Sir Geoffrey y un anillo de oro que pertenecía a Richard Barwell. Fue juzgada en un tribunal en el trimestre siguiente.
Sabía que una actitud de arrepentimiento podría haberla salvado; se si se hubiese arrodillado en frente de Sir Geoffrey, si le hubiese contado la verdadera razón por la que había huido , él podría no haber presentado la acusación contra ella. Pero no fue capaz de confesarle su amor por Richard, por eso tuvo que escuchar mientras él la retaba , furioso por su extrema ingratitud.

En el juicio, Harry Turner fue liberado al decir que había encontrado a una desconocida intentando robar comida de su cocina. Y no hubo apelación contra las pruebas presentadas por Sir Geoffrey; él declaró en el tribunal que le había dado el dinero para que ella se vistiera apropiadamente para ir a trabajar a la casa de su hermana y que ella había huido con el oro y el anillo de Richard Barwell atados en un pañuelo .
Contra una de las acusaciones, Sara no tenía ninguna defensa lógica que presentar; en cuanto a la otra, prefirió permanecer callada. Sabía que no podía levantarse en medio del juicio y decir que Richard le había dado el anillo como garantía de una promesa . No soportaría oírlos susurrar entre ellos que ella, una criada , aspiraba a casarse con el hijo del párroco.
Su defensa, indignada y confusa, fue inútil. La sentencia a siete años de deportación no se hizo esperar:
- Decreta este tribunal que la rea sea deportada a ultramar, a un lugar designado y escogido por su Majestad
Pasado poco tiempo, fue transferida de la prisión en Rye a la de Newgate, en Londres, donde aguardaría su transporte a la colonia penal de Botany Bay. En aquella prisión horripilante donde abundaban las enfermedades , ella a veces se preguntaba como había podido ser tan loca al punto de huir de la residencia parroquial por su orgullo herido. Maldecía su propia estupidez por haber considerado que las tres guineas de Sir Geoffrey como suyas, pudiendo hacer con ellas lo que quisiese . Rechazó la idea de recurrir a Richard: él no había estado presente en el juicio y ciertamente él no podría hacer nada para alterar su sentencia.
Aprendió rápida y brutalmente las lecciones de la prisión; los débiles y los tontos no sobrevivían durante mucho tiempo. Sin dinero, pasó a depender de la piedad indiferente del carcelero para comer. Huyó de la única forma segura de ganar dinero que le quedaba: la prostitución. Los carceleros la alentaban a hacerlo porque era la mejor fuente de ingresos para ellos.
Consiguió finalmente relacionarse con una mujer llamada Charlotte Barker, una falsificadora de mediana edad que había sido condenada a tres años de prisión. Charlotte vivía en gran estilo, pagando generosamente a los carceleros por la comida que le traían y recibiendo visitas todos los días. Sara le escribía las cartas, le lavaba y remendaba las ropas. a cambio de eso, Charlotte la alimentaba y le regalaba de cuando en cuando algo de dinero.
Cinco meses después del juicio, Sara recibió una carta de Richard, escrita en su regimiento en Hampshire, un día después de haber sabido de su sentencia, y que había sido enviada a la prisión de Rye. El dinero que él decía mandar en la carta ya no estaba. Lo que no era una sorpresa , después de haber pasado por las manos de tantos ladrones.
La carta era un grito de angustia por la noticia de la condena . Le Imploraba que le escribiese para decirle cómo podría ayudarla, pero no abordaba la cuestión de su inocencia o su culpa. Sara se dio cuenta inmediatamente que él la juzgaba culpable . Era una carta amable y simpática, la carta de un amigo, pero no de un enamorado.
Después de eso, intentó no pensar mas en Richard y casi lo consiguió . La tentativa de supervivencia diaria la absorbía , y el mundo de Richard y de la residencia parroquial parecía
desvanecerse; soñaba cada vez menos con las caminos ventosos de los canales y los gritos de las gaviotas en la playa.
Se embarcó en el Georgette a mediados de Diciembre, pero cuando el barco deslizó finalmente por el río Támesis, al principio de Febrero, Ella ya no tenía dinero. Pasó los meses del viaje en la oscuridad de la bodega , con una alimentación inadecuada, de la cual los mas fuertes parecían siempre obtener mayor cantidad de lo que les correspondía. La dura ley de las prisiones continuaba en vigor, y quienes sufrían mas eran los mas débiles.

martes, 27 de mayo de 2008

CONVICTA - CAPITULO 2 PARTE 1

Capítulo 2 - Parte 1


SARA DANE había nacido en una pensión londinense hacia 18 años. Había amado a su padre, Sebastián Dane, con una pasión ciega y había existido un fuerte compañerismo entre ellos. Siempre había considerado que su rostro delgado y oscuro. Con las arrugas de la edad y de la debilidad , mas bello que cualquier otro. él poseía una alegría que hacía que las personas lo quisieran y las señoritas se olvidaran de que él no había pagado el alquiler. En los únicos momentos en que Sara había tenido miedo de él fueron los períodos de embriaguez, pero eso no era frecuente.

Era hijo de un párroco y no vacilaba en sacar partido del hecho que su padre era el hijo mas joven de un barón. Educado en Oxford y hablando fluidamente francés e italiano, no era capaz de ganarse la vida. Su apellido , a veces , le servía como garantía para que le prestasen dinero, aunque supiese que no existía la menor esperanza de que su padre o su abuelo pagasen sus deudas .
Un día, le escribió a su padre diciéndole que se había casado con una mujer que decía ser actriz. Su padre vino hasta Londres con su aire severo y descubrió el sitio donde vivían .
- Esto es una vergüenza, Sebastián - vociferó él. - Ella tiene aspecto de ... vagabunda . Es una mujer sin... modales de ningún tipo .
En el final del penoso encuentro, se ofreció para llevar a Sebastián de vuelve a su casa, en Somerset. La novia tendría que quedarse donde estaba. Sebastián argumentó que su mujer estaba embarazada y que abandonarla era algo que su padre ni siquiera le debería pedir.
Fue el último contacto que tuvo con su familia.
Sara tenía apenas un recuerdo vago de su madre : una mujer alta, de pecho generoso, cabello dorado y una belleza osada; nunca había creído en la historia de Sebastian de que su madre había muerto de una fiebre, le parecía mas probable que ella hubiese huido con uno de los hombres que había conocido en las tabernas o en los teatros.

Durante la infancia de Sara, Sebastian trabajó como tutor particular en diferentes sitios. Vivía en condiciones precarias. A veces , gozaban de una comodidad modesta en los momentos de extravagancia. Otras veces, ni siquiera tenían dinero para una comida. Sebastian trataba a Sara como si ya fuese una mujer. Aprendió a leer tan pronto como supo hablar recitar de memoria fragmentos de textos . Al mismo tiempo aprendió a regatear con los comerciantes y a evitar a los acreedores.
Cuando tenía once años, fue a trabajar para una modista muy de moda en Londres. Una de las sus tareas consistía en entregar encomiendas a las mas grandes casas de la ciudad. Esta tarea frecuentemente le era confiada porque era capaz y porque sabía leer y escribir. A veces , la dejaban asistir a una prueba de ropa , durante la cual escuchaba atentamente los chismes de los bailes, fiestas , escándalos y rumores de la corte de Jorge III. Fue así que adquirió un vago conocimiento de un mundo mas allá del suyo. Sus dedos fascinados tocaban los cortinados de terciopelo y las alfombras suaves; los grandes espejos reflejaron la primer imagen completa de sí misma que jamas había visto.
Duró un año. Transcurrido ese año, Sebastian evitó caer preso tomando la primer diligencia que encontró para salir de Londres, con Sara a su lado. Esa diligencia los llevó hasta Rye, en Sussex Cuando consiguieron encontrar un sitio para quedarse, ya Sara había esparcido la historia de que se habían cambiado debido a problemas de salud de su padre. él encontró una vida fácil en Rye; los puestos como tutor no tardaron en aparecer cuando mencionó el nombre de su abuelo .
La mudanza afectó mucho a Sara. Decidió que, de allí en adelante , Sebastian debería ser un hombre respetable y que no podría obligarlos a cambiarse otra vez. Alquilaron una casa pequeña, y viviendo sola con él, Sara conseguía esconderse cuando su padre se embriagaba.
Cuando ya llevaban un año en Rye, Sebastian fue contratado por el reverendo Thomas Barwell como tutor de sus dos hijos, Richard y William. Sebastian recorría todos los días, con Sara a su lado, los tres kilómetros hasta la residencia parroquial, en Bramíield, en los pantanos de Romney, y después regresaba nuevamente. Había aceptado el puesto bajo la condición de que Sara compartiese las lecciones con los muchachos por las mañanas, pasando el resto del día ayudando a la Señora Barwell en los trabajos domésticos sencillos.
A Sara le gustaba la desolación de aquellas caminatas. En Invierno, los vientos soplaban violentamente desde el mar, y cuando la lluvia os acompañaba, Sebastian ponía su brazo alrededor de ella, recostándola contra su cuerpo delgado, vestido de negro.
Por las noche, los habitantes de las aldeas y quintas mas apartadas evitaban el pantano siempre que fuera posible. Había establecimientos y granjas con reputaciones dudosas esparcidas por el pantano, y nadie se metía con los contrabandistas, que llegaban desde el mar con la oscuridad navegando silenciosamente con sus botes de remos por los canales .
La vida en la residencia parroquial era bastante agradable. Sara era dos años mas joven que Richard y un año mayor que su hermano . La vida de ella en Londres nunca le había dado la posibilidad de conocer el significado de la timidez, y los tres trabajaban silenciosamente cuando estaban juntos. Pero había sido fuera del aula que la atmósfera era diferente. La mujer del párroco no aprobaba la presencia de Sara en su casa, y los Danes no almorzaban en la mesa con la familia.
También estaban excluidos cuando llegaban visitas y los dos muchachos eran llamados a la sala.

A veces , asistían a la llegada o la partida de Sir Geoffrey Watson, el protector del párroco. Cuando venía acompañado de Alison, su hija, una niña morena y de rostro delgado, Sara la observaba por la ventana del aula, sintiendo una cierta envidia de la riqueza de sus vestidos y de los guantes de piel que le protegían las manos.
A veces , en los largos crepúsculos de la primavera y del verano Richard recorría con ellos parte del camino hasta Rye y gozaban de una intimidad que no era posible en Bramíield. El pantano era verde, y los juncos en los canales se doblaban graciosamente con la brisa. A veces, Sebastian parecía tener la edad de Richard. Cuando estaba alegre, Sebastian tiraba de las largas trenzas del cabello rubio de Sara, soltándoselas .Se Reían por la maraña del cabello de ella volado por el viento, pero había algo mas secreto que esa risa en los ojos de Richard. Sara se sentía gloriosamente feliz en compañía de las dos únicas personas que amaba y presentía, sin que fuesen necesarias las palabras, que Richard también la amaba.
Fue en un día cuando Sara tenía 16 años, en una tarde de finales de verano, que Sebastian le dio su anillo a Richard. Estaban los tres sentados en la playa cerca de Rye, oyendo los gritos de las gaviotas que revoloteaban en el cielo. Sebastian tomó la mano izquierda de Richard, colocándole el anillo con el blasón de oro en el dedo mediano.
- Cuando te vayas de Bramíield para ingresar en el ejército, las cosas van a cambiar - dijo él. - Te doy esto para que recuerdes nuestra amistad, para que te acuerdes de nosotros tres como estamos ahora.
- Mientras viva, este anillo siempre me hará recordar de esta tarde... y de ustedes dos.


Podría haber sido una especie de premonición lo que llevó a Sebastian a ofrecer el anillo a Richard, pues fue la última tarde que habían pasado juntos. Dos noches después, Sebastian se vio involucrado en una reyerta en una taberna. Lo encontraron a la mañana siguiente y murió al final de ese mismo día. Cuando la noticia se esparció por la ciudad, el mundo de Sara se desmoronó a su alrededor . Las personas fueron llegando con cuentas y deudas, con historias de préstamos y de las mentiras de Sebastian. El entierro fue un funeral de pobres, pues Sara ni siquiera tenía una dirección a donde informarle al padre de él de su muerte. El orgullo le impedía hacer averiguaciones sobre su familia; dejó que los Barwells y todos los otros interesados creyeran que el pasado que Sebastian había contado no era mas que una mentira.
Al día siguiente del funeral de Sebastian, ella hizo un balance . No había dinero; aquel que lograse obtener con la venta de los austeros bienes que poseían tendría que ser usado para pagar las deudas . Dudaba que le sobrase lo suficiente para pagar el pasaje hasta Londres. Y cuando llegase a Londres, qué haría ? Volvería al salón de costura? Recordaba cuan tristemente inútil era intentar conseguir algo sin dinero, amigos o influencia. Pensar en eso la asustó lo suficiente como para recurrir al único hombre que podría ayudarla.
Se puso su vestido mas bonito, aquel que Sebastian le había comprado en un momento de extravagancia -, dándose cuenta con pena que la capa en mal estado lo tapaba casi completamente. Mientras recorría la distancia hasta la casa de Sir Geoffrey Watson, fue ensayando lo que iba a decir.
Aunque el día todavía estuviese caluroso, el barón se encontraba sentado en frente a la chimenea. Le hizo una seña para que se sentase en un banco bajo en frente de él.
- Me Contaron en la residencia parroquial lo que sucedió con tu padre - dijo él. - Supongo que no te dejó nada de dinero
- Mi padre estaba muy enfermo , Sir Geoffrey. Le era difícil juntar dinero.
El barón se rió .
- No hay nada peor que la bebida para acabar con el dinero! - Después, viendo la expresión de ella, suavizó su tono. - No debes tomarte esto muy a pecho, mi hija. No hay duda que querías mucho a tu padre... y es así como debe ser, pero ahora vas a tener que aprender a ganarte la vida.
- Fue por eso que vine acá , para hablar de eso , sir. - Apretó las manos con fuerza por debajo de la capa. – Le pido que me recomiende a su hermana, Lady Linton, para que me contrate para trabajar en su casa de Londres cuando regrese de la India.
- Cómo es que supiste de la existencia de Lady Linton?
- Cuando vivía en Londres, yo era aprendiz de modista. Asistí una vez a una prueba de ropa de su hermana y después fui a entregarle el vestido a su casa d.
- AH ! Si? Bien, sólo que no sé lo que Lady Linton planea hacer cuando regrese . El marido de ella murió en la India, y ella no me contó sus planes.
Sara lo miró con un aire suplicante.
- Yo le sería muy útil. Coso bien y sé hacer las cuentas de la casa. Podría escribir sus cartas.
- Eres un auténtico modelo de perfección , verdad, jovencita? Bien, Supongo que Lady Linton puede arreglarte algunos quehaceres. Voy a pedirle que te contrate. Pero está previsto que ella llegue de aquí a seis meses o mas. Tienes que volver a la residencia parroquial de allá.
- Como criada? - Su tono de voz fue brusco.
- Pensé que allá hacías los trabajos domésticos.
- Yo no era la criada!
- Bueno , Bueno ! No estás en condiciones para falsos orgullos.
Ella vio que no tenía salida. Consiguió esbozar una sonrisa , aunque su corazón estuviese paralizado. Pero sus ojos verdes lo miraron de frente cuando le hizo un discurso de agradecimiento. él se quedó encantado.
Antes que Sara partiera, le dieron de comer; después, el muchacho de los establos la llevó hasta Rye en un pequeño carruaje. Durante el camino de vuelta, recordó la reputación de la que Lady Linton gozaba antes de haber partido a la India con su marido: una persona generosa, afectuosa e impulsiva. Al conseguir trabajo en casa de ella, Sara iba a encontrar una vida mas fácil y confortable. Podría sacarle mucho partido a la situación si usase su inteligencia.
Pasada una semana, Sara ya se encontraba trabajando en la residencia parroquial. El otoño ya había llegado , y Richard fue llamado al servicio militar. Un poco acobardado por su nueva tarea, se despidió formalmente de ella. Sara pensó tristemente que la única cosa que le quedaba del idilio de una tarde de verano en la playa era el anillo de Sebastian en la mano izquierda de Richard.

SARA ya no tenía acceso al aula ni la biblioteca de la residencia parroquial. Dormía en un ático helado con la cocinera Nell, y otra criada. Apenas la promesa del regreso de Richard para Navidad tornaba soportables aquellas semanas vacías.
Pero Richard, cuando volvió, había cambiado . Sara se dio cuenta que él no sabía como enfrentar el problema del cambio de status de ella, por eso evitaba la cuestión evitándola . Sara lo comprendió y lo perdonó, pues descubrió que ni ella misma sabía cómo resolver esa situación.
Fue en el día de Navidad que la seguridad que sentía en la amistad de él recibió el primer golpe. Al final de la tarde, Nell se levantó de su lugar junto de Sara y de la cocinera, en frente de la chimenea de la cocina, para responder al sonido de la campanita de la sala. Volvió pasados unos minutos.
- El párroco realmente debe haber caído en la buena gracia de Sir Geoffrey pues Miss Alison se casará el día de Navidad - dijo ella.
- Va a haber casamiento en breve, estoy segura - dijo la cocinera. - Miss Alison quiere mucho al amo Richard.
Nell gruñó.
- La muchacha que se case con el amo Richard va a precisar mucho dinero que conseguir sobrevivir... no se lleva mucho con él, a no ser su bello rostro . A pesar de los modales agradables , no es del tipo de hombre que te pueda mantener.
Sara se recostó en la silla, con la esperanza de que la luz débil de las velas no revelase su cara colorada. Necesitaba tiempo y soledad para adaptarse a la idea que Richard podría llegar a casarse con Alison. Se levantó silenciosamente y se dirigió hacia la puerta.
En el corredor, sintió un frío intenso. Subió las escaleras traseras hasta el piso de arriba. Allí estaba el aula , que le estaba prohibida, pero que constituía un refugio seguro, estando la familia con Sir Geoffrey y Alison en la sala de estar. Su necesidad de soledad se había convertido repentinamente desesperante.
La puerta no se encontraba trancada y allí adentro estaba oscuro. Encontró una vela encima del estante de la chimenea y la encendió ; con la luz trémula iluminó la vieja sala, que en nada había cambiado desde los tiempos en que Sebastian daba clases . Las corrientes de aire hacían que la llama de la vela oscilara y que las sombras saltaran . No era difícil imaginar que se encontraba nuevamente sentada en aquel banco y que Sebastian, Richard y William no tardarían en aparecer.
Absorbida en sus pensamientos, no oyó nada hasta que la puerta se abrió. Se volvió con una expresión culposa y se encontró con Richard en el umbral de la puerta.
-Vi la luz- dijo él.

Sara dijo en un tono ligeramente desafiante :
- No deberías estar aquí.
Richard cerró la puerta.
- Es necesario que hables en ese tono conmigo? - preguntó él. - Las cosas cambiaron tanto? No continuamos siendo amigos? - Avanzó hacia ella y le tomó el mentón con los dedos. - Creciste mucho en estos últimos meses, pequeña Sara.
Al sentirse tocada por él, ella quedó perturbada.
- Oh, Richard - dijo ella. – Por qué las cosas tienen que cambiar? Si al menos pudiésemos volver a estar aquí. – Con su gesto indicó los asientos vacíos y la mesa manchada de tinta.
- Eres infeliz? - preguntó él delicadamente.
Cuando vio que ella no sabía qué decir, él le acarició el cabello, apartándolo de su frente , como Sebastian podría haberlo hecho.
- Detesto pensar que eres infeliz.
- Entonces, eso te importa ? - dijo ella con demasiada brusquedad.
- Claro que me importa. Pero Lady Linton no tardará en llegar. Dentro de tres meses, estarás en Londres.
- Calculo que es posible sentir la misma soledad en Londres.
- Lady Linton siempre está recibiendo visitas. No te vas a aburrir ni un sólo minuto. - Su voz era un poco mas que un murmullo. - Y yo est aré suficientemente cerca de Londres como para ir allá. - Sonrió , un súbito retorno al espíritu de camaradería que había reinado en aquella sala.
Ella miró su rostro bello, su cabello negro enrulado y el cuello de la camisa tieso que lo obligaba a tener a cabeza en una posición de ligera arrogancia, lo que de algún modo parecía natural en él , debido a aquellos primeros meses pasados en el Ejército. Ella pensó si su rostro agradable y su sonrisa fácil no le proporcionaban todo lo que él quería demasiado fácilmente. Era el hijo de un párroco de una aldea, sin dinero ni influencia, pero ya había caído en buena gracia con sus oficiales superiores, y Sir Geoffrey Watson era un poderoso aliado para cualquier joven La llama da vela tembló , lanzando sombras sobre el rostro de él. en aquel instante, Sara tuvo una visión de él transformándose en un lacayo servil de los ricos e influyentes.
- Porque estás mirándome así ? preguntó él. - No te agrada saber que te iré a visitar a Londres? Piensa en eso , Sara! Voy a ver todos esos sitios con que soñé sentado en esta sala. - él se inclinó y la besó suavemente en los labios. - Esto es por toda la belleza que me diste. Volvió a besarla.
Era la primera vez que alguien la besaba de aquella manera, y su reacción inmediata la espantó. Se abrazaron , y Sara se dio cuenta que estaba dejando atrás su infancia con aquel beso, estaba cambiando para siempre la relación entre ella y Richard.
Richard apartó finalmente sus labios de los de ella.
- Mi querida - dijo él. - Mi dulce Sara.
El estaba muy pegado a ella, agarrándola firmemente , algo la asustó vagamente. Parecía que se aferraba a ella no con amor ni con sentimiento de posesión, sino como si buscase ayuda y apoyo. Volviendo a la realidad , ella se apartó.
- No, Richard - dijo ella con voz ronca. - Vas a dejarme para casarte con Alison!
El empalideció. Su rostro asumió una expresión de miedo: la expresión de un niño sintiéndose repentinamente inseguro .
- Qué te hace pensar que me casaría con Alison?
- La cocinera y Nell dijeron ... - susurró ella con aire triste. -Pensé que ya habías aceptado.
- Y creíste eso sin haberme preguntado?
Volvió a abrazarla. fue un movimiento suave y confiado , y ella sintió ganas de apoyar su cabeza en el hombro de él y llorar toda la tristeza de los últimos meses.
- Mi querida Sara - dijo él. - Yo sólo pienso en vos . Te juro que nunca sugerí casarme con Alison. No me casaré con nadie a no ser con vos.
Ella se puso tensa en los brazos de él.
- No puedes casarte conmigo... soy una criada!
- Eres la hija del hombre que fue mi mejor amigo. No quieres casarte conmigo?
- Claro que quiero. - Los dedos de ella lo agarraron con fuerza.
- Te Quiero para mí. Cuando sea ascendido, podré casarme contigo. Me Esperarás?
Ella se sintió invadida por una gran alegría.
- Si, te esperaré - dijo . El futuro era incierto, pero se abría allí delante de ellos. Iban a hacer de él lo que pudiesen ; juntos.
El le murmuraba al oído:
- Vas a pensar en una manera de lograrlo , verdad ? Eres mas experta que yo en esas cosas.
Ella lo escuchó, perpleja: él parecía estar implorándole que ella fuese fuerte por ambos. él era demasiado débil como para luchar contra los obstáculos; de cierto modo, era exactamente como Sebastian. Pero Sara respondió firmemente:
- Voy a descubrir una manera de que estemos juntos.
Impulsivamente, él se sacó el anillo que Sebastian le había dado y tomó la mano de ella, colocándolo en uno de los dedos.
- Quédate con él. Cuando nos veamos en Londres, te lo pediré.
La mirada de él era tierna y posesiva. Sara asintió lentamente y él la besó : un beso muy suave que ella apenas sintió . Richard se fue casi con la misma rapidez que el beso.
Ella no volvió a hablar a solas con Richard hasta que él partió, pero siempre intercambiaban una sonrisa secreta cuando se cruzaban momentáneamente. El hecho de estar en posesión del anillo la hacía sentirse segura de él. Los chismes de la cocina sobre las visitas diarias de él a la casa de Alison casi no la perturbaban.

lunes, 26 de mayo de 2008

CONVICTA - CAPITULO 1

Capítulo 1

«Yo soy la resurrección y al vida, dijo el Señor..."

Eran las 12 horas de un día de Junio de 1792. La multitud que llenaba la cubierta del Georgette oía al comandante recitar las palabras de la ceremonia fúnebre. El barco de la Compañía de las Indias Orientales había salido hacia diez días de Río de Janeiro camino a Ciudad del Cabo. Al salir de esa ciudad, giraría hacia el sur, en dirección al Antártico, y después hacia el este, siguiendo una ruta que muy pocos barcos antes que él habían seguido. Su destino era la colonia, establecida cuatro años antes, en la costa de Port Jackson, en Nueva Gales del Sur. Todavía casi no era conocida por su nombre : Sydney. El nombre que resonaba en las salas de tribunales y prisiones de Inglaterra era Botany Bay: la temida colonia penal de la cual era imposible escapar. El Georgette era un barco de transporte de condenados.
Los miembros de la tripulación se encontraban todos alineados en la cubierta. Descalzos y sucios, intentaban ostentar una expresión solemne, pero en sus rostros había indiferencia, pues la identidad de sus vestimentas de lona cosida no les decía nada.
Los oficiales y los aspirantes se encontraban en una fila por detrás del comandante. Las miradas estaban casi todas fijas en el horizonte, que se balanceaba regularmente con el movimiento del barco. Las palabras de la ceremonia caían en oídos desatentos; ya habían sido oídas infinidad de veces .
Por detrás de los oficiales, se encontraban un hombre y una mujer con sus dos hijos. Era el cuerpo de su criada de ellos el que yacía allí .
Los condenados y sus guardias armados formaban un grupo aparte en la cubierta. Había doscientos siete condenados a bordo del Georgette. Formaban una masa desigual de carga humana y se encontraban normalmente alojados en la oscuridad de la bodega. Pestañeaban constantemente bajo la claridad intensa, dado que hacia varias semanas que no veían casi nada mas que las paredes oscurecidas por los años y por la humedad . Eran hombres y mujeres con un aspecto salvaje; el cabello pegoteado, enmarañado con suciedad, caídos sobre sus frentes fruncidas, y sus ropas harapientas hacían que pareciera un espantapájaros. Se apoyaban en un pie, y luego en el otro, disfrutando el alivio de estirar las piernas y de llenar sus pulmones de aire puro.
“ Entregamos por lo tanto su cuerpo a la profundidad ...”
Todos estiraron sus cuellos cuando el cuerpo cubierto de una lona se deslizó a través de una de las portezuelas abiertas y cayó ruidosamente al mar. Se oyó un grito ahogado entre los condenados, y una criatura se tapó repentinamente el rostro con sus manos. Nadie le prestó atención, a no ser una mujer que se encontraba detrás de ella, quien le dio una palmadita afectuosa en el hombro.
El comandante recitó finalmente las últimas palabras de la ceremonia. Se sintió una cierta tensión entre los condenados al formarse en fila para ir nuevamente allá abajo.

Andrew Maclay, el segundo oficial del Georgette, los observaba. "Un banda de miserables", pensó él, "algunos tienen mucha suerte de haber escapado a la horca." Susurraban mientras se iban agrupando en torno a la escotilla, y un guardia le ordenó que se callasen. Andrew se volvió y se preparaba para dirigirse a los camarotes, pero fue detenido por la voz de una mujer que se elevaba de entre los condenados.
- Cuidado, vea lo que está por hacer. No vaya a ser que la criatura baje las escaleras con la cabeza!
- Tenga mas cuidado con su lengua, desgraciada... - La frase terminó con una chorrera de insultos.
Andrew dio media vuelta rápidamente, y las personas agrupadas en torno a la escotilla se apartaron cuando él se aproximó. El guardia apuntó con el pulgar hacia atrás, a la mujer que había gritado.
- Está es la que causa problemas, sir - informó él.
La mujer había posado la mano en el brazo de la criatura cuyos sollozos habían irrumpido durante la ceremonia fúnebre. Poniéndose muy derecha, miró del guardia de Marina a Andrew, y en seguida estalló:
- Vio lo que sucedió. Él ... - ella apuntó para al guardia - casi que la sacó allá abajo.
El guarda hizo un movimiento agresivo con su mosquete en dirección a la mujer. Los condenados se aproximaron , esperando ansiosamente que Andrew diese la ord en para castigar. Andrew se enojó con los rostros ávidamente atentos, que no mostraban ninguna señal de compasión ni por su compañera ni por la criatura.
- Basta! Cállense... los dos! - Después, se dirigió a la mujer. - Ve inmediatamente allá abajo!
Ella lo miró durante unos instantes, después apresuró a la criatura a descender la escalera de la escotilla. El guardia comenzó nuevamente a apresurar a los condenados para que avanzasen.
Andrew se dirigió a su camarote. El incidente no había pasado de una pequeña cuestión disciplinaria, sin embargo la escena no salía de su mente. El modo como la joven se había lanzado en defensa de la criatura revelaba un espíritu determinado. Intentó recordar la fisionomía de ella, pero apenas conseguía recordar con nitidez el brillo airado de unos ojos extraordinarios.
S detuvo con la mano extendida en la manija de la puerta de la sala de oficiales, recordando que la voz de ella era la voz de una mujer culta.

ANDREW había aceptado la invitación del comandante Marshall para cenar con él después del servicio fúnebre, una variante de la rutina que venía a compensar una semana monótona en la sala de oficiales. Eran seis comensales: el comandante; Harding y Wilder, el primer y tercer oficiales; Brooks, el cirujano; James Ryder, un pasajero, y Maclay. Ryder era un próspero agricultor de East Anglia, bastante culto, que había decidido ahora, por alguna razón inexplicable, instalarse en Nueva Gales del Sur . Su bonita y frágil mujer También había sido invitada a cenar, pero había quedado cansada con la ceremonia en la cubierta y se había retirado a su camarote.
Era tarde y la comida todavía no había terminado. Habían comido bi en ; el vino era bueno y abundante.
Brooks, el cirujano, se dirigió a Ryder:
- Temo que la muerte de la criada va a causar un gran trastorno a su esposa, sir.
Ryder asintió con la cabeza .
- Teme bien . - Después, miró a el comandante e indagó : - Comandante Marshall, mi mujer deseaba saber si se encuentra alguna mujer llamada Sara Dane entre los condenados.
El comandante miró al primer oficial.
- Señor Harding, el nombre le dice algo ?
- Hay sesenta y siete condenadas a bordo del barco, sir. No consigo en este momento tener presente si esa mujer se encuentra o no entre ellas. - Harding se volvió hacia Ryder. - Tiene algún interés especial en esa mujer?

- Mi mujer, como sabe, es una mala marinera. Ha tenido que retirarse tantas veces al camarote que no sé qué será de mis hijos ahora con el fallecimiento de Martha Barratt.
Brooks intervino en un tono frío.
- Está pensando en esa condenada para tomar hacerse cargo de Ellen y Charles? No la conoce, verdad ?
- Sólo oí hablar de ella - respondió Ryder. - Antes de embarcarnos en Portsmouth, mi mujer recibió una carta de una amiga que vive en Rye. La señora hablaba de una tal Sara Dane que había sido criada por la familia de un párroco de allá... y que había sido condenada a deportación hace cerca de un año. Mi mujer tiene esperanzas de que esta joven se encuentre a bordo. Si así fuese , como tiene práctica en el servicio doméstico, puede probablemente ayudarla mucho durante el resto del viaje.
Brooks volvió a intervenir:
- Condenada hace un año, dice el señor? Entonces, quedaré muy sorprendido si todavía no hubiese muerto. Las prisiones son inmundas, tienen treinta o cuarenta prisioneros en una celda en la que apenas caben diez. Cuando surge la fiebre tifoidea, los pobres diablos mueren como pajaritos.
Ninguno dijo nada en los minutos que siguieron ; el calor, la comida pesada y el vino abundante no eran propicios para grandes conversaciones. Después, Wilder, el tercer oficial, levantando las cejas con indiferencia, indagó :
- Señor Ryder, considera una buena idea poner una mujer de esas a cargo de su mujer y sus hijos?
Ryder pasó inmediatamente a la defensiva.
- Estoy convencido de que es una idea válida, Señor Wilder.
- Pero estas mujeres son criminales, sir - murmuró Wilder.
- Los criados que el gobernador Phillip pondrá a mi disposición en Nueva Gales del Sur También lo serán - respondió Ryder. – Por otro lado , mi mujer necesita a alguien que se ocupe de los niños. Comandante Marshall, me autoriza a indagar si esa mujer está a bordo?
- Oh, claro que si , Señor Ryder - respondió el comandante, ya medio embriagado, sin casi apartar la copa de vino de sus labios.
Entonces, Andrew comentó con bu en humor:
- Puede ser que hasta llegue a quedar satisfecho con la muchacha, Señor Ryder. No todos ellos son criminales perdidos, sabe. Tenemos cazadores furtivos y predicadores disidentes allá en bajo en la bodega. Yo no llamaría criminal a un hombre sólo porque predica otro modo de culto o porque roba una gallina o dos.
- Pero que imprudencia, Señor Maclay! - comentó Harding con
una sonrisa . - Qué importa un predicador bizarro por aquí y otro ladrón por allí ? Piense en centenas de ladrones y disidentes y en millares de cazadores furtivos, y la cosa ya cambia de color y de números. Si esas personas no fuesen castigadas, llegarían a pensar que son tan buenas como sus amos. Fue precisamente ese el sentimiento que provocó la Revolución Francesa.
Ryder asintió afirmativamente .
- A veces, las leyes son severas para con los pobres, pero ellos tienen que aprender que no pueden infringir la ley esperando no tener un castigo.
- No cree, Señor Ryder, que las leyes que permiten cercar terrenos comunitarios, obligando a los campesinos a abandonar la tierra y a ira trabajar a las fábricas, son los verdaderas culpables de la situación? Muchos de ellos que vivían felices y contentos y hace algún tiempo ya no consiguen ganarse la vida. Por eso, roban y cazan furtivamente - dijo Andrew, pensativo.
Harding lanzó una carcajada .
- Habla como un diputado reformista, Maclay!
Se oyeron algunas carcajadas, pero Andrew respondió cordialmente:
- Sólo me convierto en reformista cuando bebo bu en vino, mis señores.
- Bi en - dijo Wilder, arrastrando las palabras - realmente no se puede esperar mucho del punto de vista político reformista de un agricultor escocés transformado en marinero.
Andrew, no se sintió mínimamente tocado y se volvió hacia él.
- Pero eso no impide que tenga algo de razón al decir que no todos los hombres entre los condenados son criminales y no todas las mujeres son prostitutas. Creo que, si la Señora Ryder estuviese dispuesta a correr el riesgo con una de las mujeres, es probable que descubra a alguien que le sirva bien.
El comandante Marshall miró a los oficiales a su alrededor , sonriendo ligeramente.
- Bien , Señor Maclay parece estar determinado a defender a los condenados. en ese caso, creo que es la persona mas indicada para descubrir si esa tal mujer, Sara Dane, está o no a bordo. Y , en caso que no esté, estoy seguro que lo mejor será confiarle la elección de otra mujer.
Andrew se ruborizó . La tarea de ir buscar a una mujer en aquel agujero hediondo de la bodega era ingrata. Los oficiales de la Compañía de Indias Orientales generalmente consideraban por debajo da su dignidad aceptar el contrato de transporte de condenados hasta Botany Bay. Andrew Maclay a veces se preguntaba si alguna vez volvería a ser transferido a un barco de curso regular con pasajeros normales.

***
Pasó una hora hasta que Andrew mandó a uno de los aspirantes a buscar el libro encuadernado con cuero que contenía la lista de las condenadas a bordo. Estaba ocupado en la sala de oficiales , con mapas y papeles desparramados encima de la mesa delante suyo , pero la orden del comandante no podía esperar mas.
Los otros dos ocupantes de la sala, Brooks y Wilder, se aproximaron a la mesa. Cuando Andrew abrió el libro con reticencia, Wilder dijo indolentemente:
- No consigo darme cuenta por qué es que Ryder quiere ir para allá. En cuanto a llevar a su mujer... Ella es una mujer muy bonita, como ustedes saben, y el muy imbécil se propone instalarla en el medio de un grupo de salvajes.
- Ryder probablemente va a hacer una fortuna para ella en Nueva Gales del Sur - observó Brooks.
- Una fortuna, dice él - Wilder tocó levemente el brazo de Andrew. - Qué se puede ganar en una colonia penal? No posee ninguna ventaja comercial , como la China o la India. Ni siquiera existiría si la guerra con América no hubiese impedido que el Gobierno continuase mandando allá a los condenados. Por lo que oí decir, Botany Bay no es mas que un conjunto de cabañas... nunca pasará de ser un depósito para el excedente de mugre humana que no entra en las prisiones inglesas.
Las cejas de Brooks se fueron levantando a medida que Wilder hablaba.
- Tu opinión es interesante, Wilder - dijo él. – Pero para mí es diferente. - Brooks, en su calidad de médico, había viajado hasta Port Jackson con la segunda tanda de condenados. Era un hombre calmo y casi nunca hablaba de sus viajes anteriores. - No se parece en nada a los otros sitios donde estuve - agregó, casi como si estuviese hablando con sus botones. - Todo aquello es un misterio... desolado pero alucinante.
El capitán Cook hizo por primera vez el mapa de la costa este
- Veintidós años. Sólo atracó una vez en Botany Bay. Pero cuando se trajo la primer tanda de condenados, el gobernador Phillip consideró que era imposible establecer una colonia en aquella bahía. Llevó su flota a la bahía de Port Jackson, unas pocas millas mas arriba . Qué bello puerto! Atracó y se instaló en un sitio al que llamó Sydney Cove.
- Y de dónde es que sacaste la idea de que Ryder va a conseguir hacer fortuna? - preguntó Wilder.
- Porque yo concuerdo con el gobernador Phillip - explicó Brooks. - él tiene grandes planes para su colonia penal.
- La tierra es fértil? - indagó Andrew.
Brooks vaciló .
- Por el momento , casi no extraen nada de ella, por eso están continuamente al borde de morir de hambre. Dependen de Inglaterra para las provisiones, y los condenados mueren de a docenas porque, si los barcos se atrasan, no tienen raciones suficientes para sobrevivir. Pero Phillip cree que la tierra llegará a producir cuando aprendan a lidiar con ese suelo y ese clima. Por el momento , parece que no hay un solo hombre entre ellos que sea realmente un agricultor experto, y los condenados no se preocupan por el futuro de ese país. Es por eso que creo que Ryder tiene allá una fortuna esperándolo , él tiene los conocimientos y el dinero para salir adelante - concluyó él seriamente.
Andrew volvió a concentrarse en el libro y pasó las páginas impacientemente.
- Sara Dane... Cómo es que consiguen distinguirlas unas de las otras? Ni siquiera sabemos que crímenes cometieron . El Gobierno mandó a esta gente a los confines de la Tierra sin papeles de ninguna especie.
- Tal vez estemos entregando a la delicada Señora Ryder en las manos de una asesina - se rió Wilder.
- Aquí está ella - dijo Andrew. - Sara Dane... y no le fue imputado ningún castigo!
- Bien, allá vas, Maclay - dijo Wilder con buen humor . - Te Deseo felicidades y mucha buena suerte .

ANDREW mandó a llamar a un sargento para acompañarlo y descendió la escalera hacia la bodega, intentando prepararse para la desagradable tarea. El servicio prestado en la Marina lo había endurecido contra los escrúpulos y los prejuicios , pero aquello era diferente. Se trataba de carga humana transportada en l peores condiciones que el ganado que iba a bordo; en realidad , el ganado era tratado como algo valioso, mientras que con la muerte de un condenado nadie se conmovía. Nunca había oído una sola palabra de conmiseración para con los prisioneros de la boca de los oficiales. Sólo a él le importaban ellos; tenía la sensación de que había algo en el sufrimiento de ellos que lo afectaba personalmente.
Desde la bodega donde se encontraban los prisioneros le llegó una confusión de voces - las de las mujeres distintivas y agudas dos tonos por encima de las voces mas graves de los hombres. Sintió unas ganas desesperadas de volver hacia atrás y subir nuevamente las escaleras .
Detestaba la lucha por la supervivencia que se desarrollaba entre aquella gente; ya había visto exactamente lo mismo en las casas en ruinas de los suburbios de Londres y Edimburgo. Su padre, un abogado escocés exitoso en los tribunales ingleses, había vivido apenas el tiempo suficiente como para llevar a su hijo a odiar el Derecho como profesión y el tipo de coraje alocado que le permitía apostar la vida en un juego de cartas. Andrew apenas recordaba vagamente de su padre jugador; había sido criado por el hermano de su madre , quien poseía una pequeña propiedad cerca de Edimburgo. La única disciplina que Andrew había conocido en la vida había sido en la Marina y después de eso apenas las reglas mas blandas de la Compañía de las Indias Orientales. Había crecido con el horror a las ciudades llenas de personas y a todo lo que amenazase con restringir su libertad . Se enojaba a veces al pensar en la oscuridad de los alojamientos de los presos en el Georgette.
Allí abajo, la primer cosa que siempre se sentía era un olor nauseabundo: el olor de los cuerpos sucios, de la comida rancia y del agua verde y densa con cosas que flotaban en ella. Los alojamientos de los prisioneros, en los cuales hombres y mujeres estaban separados, habían sido improvisados con un tabique a todo lo largo del barco, con aberturas para los mosquetes de los guardias. Andrew avanzó reticentemente por la oscuridad casi total. Dos de los guardias estaban inclinados con los rostros pegados a los agujeros, pero cuando lo habían oído aproximarse, se pusieron firmes . Uno de ellos exhibió las llaves de la pesada puerta. Una confusión de gritos y de sonidos de lucha llegó hasta ellos a través de una hendija.
Andrew hizo un gesto irritado.
- Apúrese, hombre! Qué diablos está pasando allí dentro?
El guardia trabajó con la cerradura.
- Una pelea común y corriente , sir. Se pasan la vida haciendo eso.
- Y por qué es que no intenta impedirla?
EL hombre miró espantado a Andrew.
- Nada me agradaría menos que entrar allí, sir. Ellos me descuartizarían !
Andrew lo empujó a un lado, abrió violentamente la puerta y entró. El sargento lo siguió con reticencia. EN la semi oscuridad , consiguieron distinguir una masa de mujeres acostadas, sentadas y de pie .


El barullo era ensordecedor, y en el medio de la multitud habían cuatro mujeres rodando por el suelo , luchando furiosamente, mientras las otras las observaban con un interés malévolo. El combate era desesperadamente desigual; Andrew consiguió notar que una de las mujeres, que se encontraba completamente debajo de los cuerpos de las otras y que apenas se veía, luchaba sola.
- Silencio! - gritó él.
Las mujeres que rodaban en el suelo ni siquiera repararon en él, pero las otras reconocieron su presencia y los gritos acabaron. De repente, una de las luchadoras miró a su alrededor , fijó la mirada en él durante un segundo y le dio una sonrisa desdentado.
- Vean , muchachas, el joven y guapo oficial qu vino a visitarnos. Traigan el vino y pónganse su mejor ropa, o mejor , quítense la ropa.
EL comentario fue acogido con carcajadas estridentes.
Andrew se ruborizó .
- Silencio! - volvió a gritar. - Qué viene a ser esto?
Los últimos murmullos se desvanecieron . Lo Miraban fijamente, pareciendo conscientes de que estaban en ventaja numérica. él observaba el movimiento de sus andrajos cuando ellas se movían , con las manos sucias agarradas a los vestidos que ya casi no se podían considerar decentes. Los rostros, bajo la capa de grasa y muge, no se distinguían unos de los otros. Y los ojos eran todos semejantes: atentos y astutos. Hasta las que estaban acostadas enfermas habían levantado sus cabezas para verlo mejor. Las tres en el centro fueron liberando gradualmente a su víctima , quien se sentó agarrándose la cabeza.
- Todas ustedes saben cual es el castigo aplicado por pelearse - dijo él, mirando a las culpables. Hizo un gesto en dirección de aquella que imaginaba era la jefa. - Creo recordar que ya fuiste castigada. No es tiempo para que aprendas a obedecer órdenes ?
- Si, mi amor, pero yo ya soy carne demasiado vieja para aprender nuevas lenguas – le respondió ella con otra sonrisa .
En medio de las carcajadas que siguieron , él se volvió hacia el sargento.
- Quiero que me de los nombres de estas mujeres Señor Harding.
- Si, sir!
Se calmaron nuevamente al oír sus palabras. Antes Se habían mostrado hilarantes e insolentes; ahora parecían hostiles. Pero si ellas adivinasen por un segundo que él sentía compasión por ellas, siempre que él apareciese allí se manifestarían con chistes e insubordinaciones. Entonces, él preguntó en un tono firme:
- Hay alguien aquí llamado Sara Dane?
La víctima de las tres atacantes levantó la cabeza.
- Sara Dane soy yo .
Se puso de rodillas con esfuerzo, se levantó y comenzó a abrirse camino entre la multitud en dirección a Andrew, tropezando con un cuerpo postrado en el camino. Esto provocó un torrente de blasfemias e insultos como él jamas había oído , ni siquiera entre los hombres de la Marina. Pero la mujer que avanzaba en su dirección parecía indiferente a los insultos.
Era alta: tuvo que bajar la cabeza para evitar golpearse con las vigas bajas del techo. EN la oscuridad que los rodeaba, él no consiguió distinguir sus facciones, pero reconoció inmediatamente la voz: era la misma que había oído levantarse para protestar contra la manera como estaban tratando a una criatura después de la ceremonia fúnebre - La voz que lo había sorprendido .
- Y cómo es que te viste involucrada en esta pelea? - preguntó él bruscamente. - deberías ser azotada por esta insubordinación .
- Insubordinación? – ella apartó el cabello de su rostro para mirarlo de frente. – Llamas insubordinación al haber luchado por aquello que es mío?
- Qué era lo que ellas estaban intentando sacarte?
- Esto! - Ella sacó de entre sus ropa con un pañuelo sucio atado en las puntas. - Mis raciones !
Andrew sabía que los condenados vivían principalmente de carne de cerdo salada y galletas marineras infestadas de gorgojos. Brooks, quien trabajaba diariamente entre ellos, le había dicho que las raciones no eran ni siquiera suficientes para mantenerlos sanos, existía siempre el peligro de un brote de escorbuto. Y donde había hambre, las aves de rapiña sacaban lo que podían a la fuerza.
Se volvió hacia el círculo de rostros.
- Si esto vuelve a pasar , haré que todas sean castigadas. Todas! Me Han oído ? - Después, se volvió nuevamente hacia Sara Dane. - Ven conmigo.
Cuando llegaron a la cubierta superior, la mujer se tambaleó un poco, como si el aire fresco y la luz del Sol fuesen un shock para ella. él casi que iba a extender una mano para ayudarla, después, mirando a el sargento, dejó caer la mano incómodamente. Ella examinó la cubierta con un aire natural y una compostura que contrastaban tristemente con sus harapos.
Era mas joven de lo que él había imaginado , esbelta y erecta, sin arrugas en el cuello ni en el rostro, aunque presentase en ambos marcas grises y marrones de suciedad de larga data. El cabello, suelto y despeinado, era lacio. Traía un vestido harapiento mucho mas grande de lo que le correspondía.
A continuación, ella levantó los ojos : eran azules verdosos, casi del color del mar, pensó él. Tenían una expresión inquisidora.
- El aire aquí es fresco, Señor Teniente - dijo ella.
- Fresco...? - Se arrepintió pronto de haberle respondido. Era una impertinencia de parte de ella el dirigirle la palabra y debía haberla puesto en su lugar. Pero con aquellos ojos verdes fijos en él, por instantes había perdido la cabeza. En seguida, recordando la presencia del sargento, lo despachó .
- Tal vez no se de cuenta - decía ella. – Pero cuando se pasa tanto tiempo allá abajo como yo
- Cállate ! - Se alejó de ella y le hizo una seña para que lo siguiera hasta los camarotes de los pasajeros.
Ella tuvo que correr para acompañarlo.
- Por qué que no puedo hablar con vos, Teniente? No hay nadie aquí que nos oiga. Hace mucho tiempo que no hablo con nadie como vos. Allá abajo - ella apuntó a la cubierta - no hablan el inglés correctamente.
El la miró con una expresión enojada.
- La culpa es tuya. Nadie es mandado a la colonia penal de Botany Bay sin una buena razón!
.......
- Cállate !
- Si, Teniente . – Ella simuló obediencia pero él sospechó que ella sonreía cuando bajó la cabeza.