domingo, 4 de julio de 2010

LA SEÑORITA LOLLIE - EPILOGO - JILL BARNETT

EPILOGO


Las campanas de boda sonaron en la Iglesia de la Santísima Virgen a la mañana siguiente. Los curiosos llenaron la iglesia de adobe y silenciosamente se sentaron en los bancos de caoba para
observar la ceremonia. El sacerdote, vestido con ornamentos blancos y dorados , bendijo la unión, ignorando al pájaro negro de boca sucia, l los hermanos de la novia cubiertos de moretones rodeando a la pareja. Ignoró los labios partidos, ojos negros , y un respingo de dolor ocasional. También desvió la mirada cuando la sencilla alianza de oro no entró en el dedo lastimado de la novia.
Él cumplió con su trabajo a los ojos de Dios, y bendijo la unión. En el instante en que la bendición fu pronunciada , un hombre alto , de cabello oscuro con un siniestro parche en un ojo abrazó a la novia y la besó por un tiempo excesivamente largo . Cuando el novio se separó, nadie en la iglesia dudó de sus ganas de casarse.

Luego ese grupo raro que tenía todas las marcas y señales de estar particpando de un matrimonio a punta de pistola se alejó por la nave central . La novia y el novio estaban muy felices.
Nadie podía dudar eso. El sacerdote los observó salir y, sacudió la cabeza ante esa rareza, se dio vuelta hacia el altar, y repentinamente se paralizó.
Una risa profunda retumbó en la iglesia. Dios se reía.

Y Dios siguió riéndose , por los siguientes diez años , le dio a Sam Forester y a Lollie LaRue seis niñitas, todos de cabello negro y ojos celestes. Cada niñita había pronunciado su primer palabra a los diez meses de edad y no habían dejado de hablar desde entonces.



Samantha, la mayor, tenía la mandíbula firme y cuadrada de su padre, su adrenalina y su determinación . Ella podía correr y - para el orgullo secreto de su padre - y podía pelear
Como cualquier niño de la vecindad. Anna se movía lenta y sensualmente , tenía un marado acento sureño , aspiraba a ser
una gran actriz, y siempre usaba ropa rosada. Priscilla amaba los animales y tenía una colección de animales salvajes además de las mascotas que revolucionaban la casa : dos perros, un gato, un perico, cuatro hamsters, tres peces dorados, dos tortugas, tres ranas, y su mascota favorita, un pájaro mynah que hablaba mas
que todas las hermanas juntas.
Abigail era conocida por su temperamento sereno . Y ella necesitaba ese carácter sereno y dulce puesto que no había semana en la que no se tropezase, resbalase, o rompiese algo. Jessamine era la pequeña charlatana . Disparaba preguntas como un rifle de repetición disparando balas, pero había aprendido a sumar números esa Navidad y sólo tenía cuatro años. Sam le había enseñado a sumar con las galletas quemadas que había preparado para esa Navidad .



Última, pero no por eso no menos inquieta o charlatana, estaba Lily , la bebé. Mas que charlatana era chillona. Todos en McLean Virginia sabía cuándo Lillian Grace Forester se despertaba.
Se decía que su padre juraba haberla escuchado desde su oficina de Consejero de Fuerzas Armadas en el Capitolio.

Pero la noche de la Navidad de 1904 la casa de los Forester estaba medianamente tranquila.
Sam tomó la revista , se acomodó en su silla favorita y estaba se sentó dejando caer la revista en la mesa a su lado . Se reclinó y comenzó a mover sus hombros tensos , luego cerró sus manos detrás de su nuca y se quedó mirando las velas titilantes en el árbol de Navidad enorme. Se preguntó por qué las mujeres - de cualquier edad - querían tener el árbol más grande de la faz de la Tierra. De hecho, el momento más silencioso de la última semana había sido cuando él había sugerido conseguir un árbol pequeño y colocarlo sobre la mesa. Seis pares de ojos azules se habían quedado mirándolo como si acabase de blasfemar.

El abeto gigante tenía casi tres metros de alto , estaba clavado en una enorme ,maceta de barro que había llenado con arena y agua. Lollie había discutido con él durante quince minutos sobre si el árbol estaba o no derecho. Lo miró por un momento. Todavía se ladeaba un poco a la izquierda.
Estaba decorado con figuras de papel brillantes, caramelos , cintas del color rosa Calhoun, abanicos de encaje . Había una serie de jaulas doradas con aves musicales que cantaban cuando alguien
Les daba cuerda.
Sam palmeó su bolsillo. Él tenía la llave de la cuerda de esos pajarracos .

Coronando la parte superior del árbol había un enorme ángel de porcelana y aquí y allá , entre las ramas del árbol, colgaban galletas quemadas de jengibre.

Tarde esa anoche, tras las puertas cerradas de la enorme sala después de haber colocado los regalos, llenado las medias con galletas y caramelos , y de encender las velas, le había hecho el amor apasionadamente a su esposa a la luz de ese árbol. A lo largo de esos años, el niño de los suburbios pobres de Chicago había aprendido a amar las Navidades.

Miró a Lollie, quien estaba sentada en el piso jugando con sus hijas. No había cambiado mucho. Había crecido un poco con los embarazos , pero sólo en el pecho, lo cual era muy agradable para él.
Sam movió su mirada a un terreno más seguro - Matilda, su ama de llaves, o como a Sam le gustaba referirse - la "Cuida Lollie". Tenía cincuenta años , alta y cuadrada como una puerta , y manejaba la casa de la familia con la severidad de un ejercito prusiano . Ella estaba sentada en el piano, tocando villancicos que Medusa cantaba desafinadamente. Pronto las niñas dejaron de jugar y se unieron a Matilda en el piano. Lollie se levantó y se acercó a él , se sentó sobre el brazo de la silla. Sam la abrazó.
Después de algunos minutos reconfortantes, miró la mesa al lado de su silla, buscando su pipa y esperando que Jessie no la hubiese usado para hacer pompas de jabón o nuevamente. La tapa de la revista que había dejado captó su vista . Era la última edición de " Señoras y señoritas" , había un artículo ilustrado con lazos y flores , se titulaba " El verdadero espíritu de Navidad, " . Sam comenzó a leerlo :

Los niños son los ángeles de Dios, enviados por él para iluminar nuestro mundo, y todo lo que hagamos por estos verdaderos mensajeros del cielo, especialmente en esta época del año que les pertenece, nos será devuelto con creces por la vida.

Sam Forester miró a su familia - una devolución con creces . Sus hijas estaban paradas allí, todas vestidas de blanco con lazos rojos , cantando como un grupo de ángeles .

Volvió su mirada a su bella esposa, vestida en terciopelo y con su cabello color whisky atado en la parte superior de su cabeza en un rodete que parecía que iba a desplomarse en cualquier instante .. Si sus niñas eran ángeles, Lollie era e; cielo.
Una sonrisa perezosa se curvó en su boca.
Esa era toda la adrenalina que Sam Forester necesitaba para vivir.



FIN

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