viernes, 6 de junio de 2008

CONVICTA - CAPITULO 11



Capítulo 11

SARA y Andrew regresaban a Priest en una noche de un domingo de Marzo de 1804, después de una visita a la granja de los Ryders. Cuando llegaron al camino que daba a Castle Hill, ya había oscurecido, y el rostro de Andrew frente a Sara no era mas que una mancha borrosa cuando ella se durmió . Despertó abruptamente, tensa y con un poco de frío , el otoño comenzaba a sentirse en el aire , con el grito del cochero Edwards . El carruaje se detuvo con un fuerte balanceo .
Andrew asomó la cabeza por la ventanilla.
- Qué pasa ?
- Esa luz allí adelante , sir! Es un incendio! debemos estar a menos de un kilómetro de Castle HilI. Esa luz sólo puede ser la aldea o la granja del Gobierno donde están los condenados, sir.
Andrew descendió del carruaje y se subió al pescante para ver mejor.
- Es mejor que vayamos allá para ver si podemos ayudar.
- Es preferible esperar un poco aquí y ver qué sucede, sir Se ha hablado mucho de una revuelta de los condenados.
- Qué disparate! - exclamó Andrew. - Eso es sólo un tema mas de conversación y nunca sucede nada. Debe ser sólo un granero que un tonto prendió fuego por descuido. Vamos para allá. - Descendió y comenzó a entrar en el carruaje para sentarse al lado de Sara.
- Un momento, sir - gritó Edwards. - Ahí viene alguien!
Inclinándose fuera del carruaje, Sara vio una oscilante luz amarilla de una lampara delante del carruaje. Alguien se aproximaba corriendo y tropezándose de vez en cuando. La noche estaba muy calma y
oscura, a excepción del brillo arrojado por el incendio en el cielo distante. Andrew sacó su pistola y la armó . Ninguno de ellos parecía conseguir respirar mientras esperaban. Fue la voz de una mujer la que se oyó en la oscuridad .
- Por amor de Dios, espérenme!
La mujer entró en la zona iluminada por las lamparas del carruaje, jadeante y medio sollozando. Traía un camisón blanca y una capa tirada de ella y su cabello negro estaba todo desgreñado.
- Es Nell Finnigan, del hospedaje. - dijo Sara, boquiabierta.
- Hubo un motín - gritó Nell, aferrándose a Andrew. - Los condenados huyeron de la granja del Gobierno y la incendiaron . Es el comienzo de la revuelta que vienen planeando en los últimos meses. Tenemos que irnos todos a la guarnición de Parramatta lo mas pronto posible.
Andrew la sacudió para calmarla.
- Cuéntame todo con calma.
- La primer cosa que oí fue la campana sonando en la granja... la campana con que los llaman para regresar de los campos. Después, los muchachos de la granja del Gobierno comenzaron a aparecer en la aldea, revisando todas las casas en busca de comida y municiones. Deben tener un poco mas que media docena de mosquetes, pero me pareció ver bastantes hachas .
- Qué sucedió cuando llegaron a Castle HilI?
Nell hizo un esfuerzo para calmarse.
- Casi todos ellos se dirigieron a la casa de Carson, el herrero . Iban en busca de caballos.
- Hace cuánto tiempo que pasó esto ? - preguntó Andrew.
- No sé. He estado temblando escondida en un campo de papas desde que me escapé. Es el comienzo de la rebelión, y puede haber mas hombres en Castle Hill de los que estaban en la granja del Gobierno. Deben haber ido a buscar a los otros. Probablemente, van a marchar hasta Parramatta, esperando reclutar mas hombres en el camino.
Andrew le dio -una palmadita en el hombro, después se volvió hacia Edwards.
- Tenemos que regresar a Parramatta. Tal vez la noticia todavía no haya llegado allá. Puede ser que ya haya algunos grupos en el camino, pero es un riesgo que tendremos que correr.
Mientras hablaba, Andrew iba apresurando a Nell a entrar en el carruaje y a sentarse junto a Sara. Su último mirada, cuando se apartó para cerrar la puerta, fue para Sara. La luz de la lampara incidía suavemente en su rostro y su cabello; ella le dio una ligera sonrisa , un gesto íntimo, una señal de su confianza en él. Ella y Nell lo oyeron subirse al pescante , lado de Edwards.
El carruaje avanzó con las mujeres en cerradas en un mundo de oscuridad . En unas horas, el campo se inflamaría con las noticias de la rebelión; mosquetes, picos, hachas - todo lo que sirviese como arma - serían empuñados. Las casas serían saqueadas, los caballos robados. Los revoltosos eran hombres desesperados a quienes les esperaba el azotamiento y la horca si fallasen en su rebelión . Muchos de ellos habían traído su espíritu rebelde de Irlanda.
Sara sintió todavía mas frío pensando cuantos serían los rebeldes . Los trabajadores libres y mal pagos se unirían a los condenados si le prometían tierras y ganado como recompensa? La esperanza de éxito era vaga, pero la disciplina militar era floja y todos lo sabían.
Nell se movió en la oscuridad .
- No sé como se siente, Señora Maclay, pero yo tengo miedo.
Sara tomó la mano áspera de la otra mujer.
- Yo También tengo miedo.
De repente Se oyó un grito.
- Ustedes ahí, paren!
Y después, por instantes, se generó una confusión total: gritos, forcejeos, insultos ,y por encima de todo eso , el estallido del látigo mientras Edwards instigaba a los caballos a avanzar. Los obligaron a detenerse abruptamente y la puerta se abrió con violencia; un hombre metió la cabeza adentro, apuntó una lampara a las dos mujeres y vociferó :
- Salgan!
Arrancó primero a Sara y después a Nell de dentro del carruaje . Andrew y Edwards, ya estaban en el suelo ciando se aproximaron las mujeres. Estaban rodeados Tal vez por una docena de hombres que los acorralaban. El círculo de rostros sucios, sin afeitar y con expresiones desesperadas llenó de terror a Sara. Un miembro del grupo avanzó por entre los otros y encaró a Andrew. Su única fuente de autoridad parecía ser el mosquete que empuñaba.
- No le haremos nada malo si se quedan tranquilos . - hablaba con una suave acento irlandés. - Sólo queremos los caballos y la pistola, después los dejaremos seguir su camino.
Andrew retrocedió un paso, al mismo tiempo empuñando amenazadoramente la pistola. con la otra mano, le hizo una seña a Sara.
- Vuelve adentro del carruaje!... Edwards... sube al pescante!
Edwards y Nell obedecieron , pero Sara dijo en voz baja :
- Andrew, dales lo que ellos quieren.
- Haz lo que te dijo - ordenó él perentoriamente.
Sara vaciló , paralizada de terror, y Andrew, con la pistola en su puño, miró los rostros que los rodeaban.
- Todos ustedes saben que el robo de caballos y el asalto a mano armada es castigado con la horca. No tienen ninguna posibilidad de llevar esto adelante cuando lleguen las tropas.
A sus palabras le siguió un silencio total. El auto nominado líder miró a su alrededor , indeciso, queriendo percibir la opinión de sus compañeros . Por unos segundos, Sara pensó que Andrew ganaría. Entró en el carruaje, estirando su cuello para observarlo . Andrew puso su pie en el escalón del pescante.
- Arranca, Edwards!
Se oyó una voz ronca gritar allá atrás:
- Le Juro por Dios que nos quedaremos con esos caballos, quiera o no quiera.
Los hombres se apartaron para dejar pasar a quien había hablado. Era un hombre enorme con un rostro feo y una expresión airada y violenta.
Los hombres gritaron en señal de aprobación. Sara oyó la voz de Andrew elevarse en medio del griterío.
- Dales con el látigo , Edwards!
El tiro sonó antes que Edwards tuviera tiempo de bajar el látigo . Aterrorizados, los caballos se empinaron . Andrew se cayó de bruces en el camino. Sara oyó un grito lacerante salir de su propia garganta, abrió violentamente la puerta y saltó. Cuando Edwards consiguió estabilizar el carruaje, ya Ella se encontraba arrodillada al lado de Andrew.
El círculo de condenados se mantuvo apartado de ella, susurrando, mientras Sara lo ponía de espaldas . La bala le había despedazado la frente. Ya debía estar muerto cuando llegó al suelo.
Los condenados, que formaban ahora un grupo silencioso y nervioso, tomaron los caballos y la pistola y huyeron rápidamente. Sara apenas reparó que ellos se habían ido . Ella estaba sentada al borde del camino, sujetando el cuerpo de Andrew, apenas consciente de la terrible inmovilidad del peso en sus brazos. Nell se agachó a su lado.
Sara sintió una lágrima caliente caerle en la mano.
- él apenas reparaba en mí cuando iba a Castle Hill, m pero me gustaba mucho este hombre - dijo Nell.
Sara se inclinó hasta que sus labios tocaron los de Andrew, ahora inmóviles.
- Yo lo amaba - murmuró ella.

La revuelta fue controlada a la mañana siguiente cerca de Toongabbie por las tropas comandadas por el mayor George Johnston. Philip Cunninghan, el líder de la insurrección de Castle Hill, murió junto con otros 16 hombres. Doce fueron heridos y treinta capturados. Los otros doscientos treinta huyeron al bosque. Horquillas, picos, hachas y uno o dos mosquetes no eran suficientes, y se fueron entregando durante la semana en grupos o individualmente, un ejército derrotado de harapientos.
Esa misma semana, Sydney, Parramatta y Castle Hill asistieron a las ejecuciones de los cabecillas, entre ellos el asesino de Andrew Maclay. La colonia suspiró de alivio y se preparó para volver a su vieja rutina.

LA SALA DE ESTAR de Glenbarr estaba en calma. Andrew había sido enterrado al principio de la tarde. Durante todo el día, esa sala había asistido al ir y venir de amigos y vecinos; hasta el gobernador había hecho una visita formal. David, el hijo mayor, también había estado allí , con su rostro infantil luchando contra el agotamiento y la extrañeza de esa ceremonia que pertenecía al mundo de los adultos. Inconscientemente, había buscado el apoyo de su padre y , al no encontrarlo, se había sentido confundido y medio perdido.
A esa altura, todos ya se habían ido , y David estaba en la cama. sólo Jeremy había quedado , sentado en un banco, de espaldas a al chimenea, observando a Sara. El cabello de ella estaba muy bien peinado hacia atrás y , sobre el vestido de seda negro, parecía casi blanco. él detectó los estragos causados por la última semana; Sara estaba con unas ojeras que él nunca le había visto.
Súbitamente, ella habló con una voz cansada.
- Tu sentencia expira este año, Jeremy. He estado pensando en tu futuro. Voy a pedirte que te quedes para ayudarme a administrar Kintyre, Priest y la granja de Toongabbie, como has hecho hasta ahora. -Ella lo hizo callar con un gesto de su mano. - Si, ya sé lo que vas a decir. Quieres conseguirte tierras que sean tuyas para cultivarlas. Sólo te pido uno o dos años, a lo máximo.
- Seguramente no estarás pensando en mantener todo... Las granjas, el almacén , Glenbarr? Y los barcos?
- Tengo intención de quedarme con todo - respondió ella con calma . - Pertenecía a Andrew y le pertenecerá a sus hijos
- Pero Sara , eres una mujer! No puedes hacer lo que Andrew hacía.
- Alguna vez Andrew tomó una decisión sin que yo lo alentase? Si yo vendiese todo ahora, la única cosa que tendría para darle a mis hijos sería dinero. Ellos necesitam bienes materiales y raíces. Olvidarán a Andrew si no tienen las cosas que su padre construyó para ellos.
- Y si eso no fuera posible? Y si yo me niego a ayudarte?
Ella se quedó por unos instantes sin saber qué decir, pero después respondió en el mismo tono :
- Si te rehusas, tendré que intentarlo sin vos.
El se levantó de un salto.
- No me das alternativa.
Las lágrimas comenzaban a correr por el rostro de ella.
- Vos, mejor que nadie , sabe lo que o Andrew hizo por mí. él me sacó dela bodega de un barco de condenados. Yo fui la causa por la que él se estableció aquí. Tengo que mantener de pie todo aquello que él construyó.
- Y estás preparada para hacerlo sola? - preguntó él.
Ella bajó la cabeza y se tapó el rostro con las manos. Las palabras habían sonado indiferentes.
- Nunca pensé que fuese posible sentirme tan desolada y tan perdida. Andrew... Oh, Andrew!

Jeremy le acarició suavemente el cabello. Recordaba , clara y dolorosamente, la primera noche pasada bajo el techo de Glenbarr, cuando habían cenado sobre cajones apilados; el rostro de Andrew iluminado con visiones del futuro. En ese momento, él había parecido indestructible. Todo aquello que él tocaba se transformaba en oro. Pero la era del oro había terminado , y los sollozos de Sara eran una protesta contra eso.

SARA no fue vista en Sydney durante las tres semanas que siguieron a la muerte de Andrew. Pasaba los días con sus hijos y las noches encerrada en la sala donde Andrew había tratado sus negocios. Allí se quedaba sola, sacaba de los estantes los pesados libros que registraban todas las transacciones desde la primera concesión de tierras en Hawkesbury, el almacén , la granja de Toongabbie, Priest, el Thistle, la adquisición del Hawk y del Thrush - todas las cuentas estaban allí. Andrew no había tenido el alma de un poeta y no le había dejado cartas que ella pudiese volver a leer llorando; pero sus cuidadosas anotaciones eran un testimonio tangible de su amor, de su visión y de su fe en el futuro de la colonia .
Cuando acabó de estudiar el último libro de cuentas, escribió una larga carta a Louis. En ella exponía sus planes para proseguir con los negocios de Andrew y le hacía una oferta en el sentido de pasar a ser la única dueña de los barcos Thrush y Hawk, prefiriendo, escribió ella, arriesgar su propio dinero a forzarlo a dejar la gerencia de los mismos en manos de una mujer. Pensó que le llevaría por lo menos un año hasta recibir una respuesta de él. Y cuando ese y los otros planes de Sara se hicieron conocidos, las personas sacudían sus cabezas, diciendo que era una pena que Sara Maclay no se diese cuenta que se estaba excediendo.
La muerte de Andrew También puso fin al desentendimiento entre Richard y Sara, que ya durado tres años. él fue a Glenbarr y le permitieron entrar en la sala donde él y Andrew tantas veces habían discutido negocios. Sintió un inmenso respeto por la mujer que se encontraba delante suyo y se aproximó cautelosamente, casi con miedo de ella.
- Es extraño verte aquí, Sara.
- Qué querías que hiciese? preguntó ella. Necesito tener la mente ocupada para no pensar.
Richard vio el brillo de las lágrimas en los ojos de ella. A pesar de toda esa apariencia de eficiencia y tranquilidad , ella tenía miedo de aquello que se había propuesto.
- Vine a hablar sobre el dinero que le debía a Andrew y para asegurarte que será pagado.
- No es mi intención presionar el pago - respondió ella en voz baja .
- Existe una enorme diferencia entre deberle dinero a Andrew y ... - bajó el tono de voz - y debértelo a vos . Voy a conseguir el dinero haciendo lo que debí haber hecho desde el principio . Alison y yo deberíamos vivir con menos de lo que tenemos ahora y debe haber una manera de hacer que la Granja Hyde rinda mas.
Sara oyó, entusiasmada, a Richard exponer sus planes. Sabía que él estaba construyendo un ideal imposible, que se veía como el hombre enérgico y perspicaz que nunca conseguiría ser, pero revelaba una personalidad que ella jamas había podido detectar en él . Sara reflexionó que no le haría nada mal aprender finalmente como se hacía el dinero y controlar todos los centavos de los gastos.
Cuando se levantó para retirarse, él la besó en los labios.
- Adiós, Sara. No será posible vernos a solas muchas veces.
Finalmente Parecía estar consciente del poder de los chismes.
Ella sonrió y comentó:
- Vos y yo fuimos hechos para discutir. - Después, le tomó la mano y la cubrió con las suyas.

Durante los meses que siguieron , Jeremy observó cuidadosamente a Sara, preocupado porque la expresión insegura que tenía en su rostro cuando recién había llegado a la colonia hubiese regresado. La encontraba amedrentada, hasta incluso atormentada; adelgazó y su belleza se hizo mas pronunciada y delicada. Y la colonia aprendió a , mirar todas las transacciones comerciales efectuadas por Sara Maclay casi como si fuesen hechas por el propio Andrew.
Cuando la sentencia de Jeremy expiró , Sara celebró la ocasión con una oferta en dinero y en crédito que lo sorprendió y que él devolvió inmediatamente. No sintiéndose mínimamente avergonzada, ella aceptó la devolución con un encogimiento de hombros.
- Creo que estás completamente loco, Jeremy! Ahora eres un hombre libre y vas a precisar el dinero. Pero si prefieres ser orgulloso....
El atesoraba el recuerdo de la cena con ella para celebrar en su libertad. Parte de la tensión que la dominaba se desvaneció cuando ella levantó la copa y sonrió al otro extremo de la mesa donde él se encontraba.
- Por el futuro!
El tomó con entusiasmo su copa, tan ansioso como ella por brindar por su libertad . Había perdido catorce años de su vida, las cosas no podían volver a ser lo que eran antes, pero podía construir una vida que le agradase en la colonia. Era dueño de sí mismo ahora. Corrigió ese pensamiento: no sería dueño de sí mismo mientras continuase cumpliendo órdenes de Sara. Sabía cuanto ella dependía de él, pero le parecía inútil intentar aproximarse mas a ella. Ella vivía con el recuerdo de Andrew y con su corazón cerrado.
Por eso, la libertad trajo pocos cambios en la vida de Jeremy. Dividía su tiempo entre las tres granjas de los Maclays y muchas noches, mientras trabajaba en los libros de contabilidad , pensaba en Sara. Se Mataba trabajando para ella y, sin embargo , era incapaz de liberarse de su yugo.
Sara se sentía satisfecha con su éxito en los negocios de Andrew, pero comenzó a darse cuenta de una creciente frialdad por parte de las personas que otrora habían procurado su amistad, siguiendo el ejemplo de Alison Barwell. Sara ahora apenas se cruzaba con ellas los domingos, cuando llevaba a los niños a misa, y los saludos con un asentimiento de cabeza eran indiferentes. La propia Alison pasaba al lado de ella apenas limitándose a esbozar una pequeña reverencia. Era evidente que Sydney pensaba mal de una mujer que no pasaba el primer año de su viudez sentada en su sala de estar.
No recibió ninguna carta de Louis en aquel año solitario. Su única y verdadera satisfacción era el cambio verificado en Richard. Los pagos que hacía para amortizar la deuda representaban grandes cortes en sus gastos personales. Raramente aparecía a jugar a las cartas en el cuartel en los últimos tiempos; ya no se oían contar historias sobre sus borracheras. Sara recibía con alegría sus raras visitas a Glenbarr y lo oía , entusiasmada, hablar de las mejorías en la Granja Hyde. En aquel cambio de actitud, Sara entrevía la aparición de una personalidad menos egoísta.