domingo, 1 de junio de 2008

CONVICTA - CAPITULO 6

Capítulo 6

En los dos años que siguieron a su casamiento, Sara vio los valles de Hawkesbury llenarse lentamente de colonos. en 1795, había cuatrocientas personas viviendo a lo largo del río, y sus granjas se extendían cerca de cincuenta kilómetros en ambas márgenes ; en el lado este había sido hecha un camino para unir Hawkesbury con Parramatta.
Andrew se encontraba entonces sólidamente establecido en la asociación mercantil. Kintyre se había convertido en la granja mas próspera de la región. la mano de obra era barata; muchos colonos ex convicto s desistían rápidamente de cultivar sus propias tierras pasados algunos meses y quedaban satisfechos de conseguirse un empleo. Las ricas planicies del río producían muchos cereales. Andrew agregó tres cuartos a la casa, construyéndolos en ángulo recto para que la galería quedase de frente al río. Las paredes estaban cubiertas de una enredadera que crecía también a lo largo de la galería, suavizando los contornos severos de la casa. Aparecieron cortinas en las ventanas y alfombras en los pisos. Había hasta algunos objetos de plata que Andrew había comprado a un colono que había llegado recientemente. Sara estaba encantada por tenerlos ; cada vez que pasaba al lado de ellos, los frotaba furtivamente con la punta de su delantal .
Aquellos dos años fueron los mas felices de toda la vida de Sara. Le llevó algún tiempo a acostumbrarse a la sensación de libertad, paz y seguridad. Era el ama de una casa, el ama de Annie Stokes y de otras dos mujeres que le habían sido cedidas; los trabajadores de Kintyre, libres y condenados, llevaban la mano a sus sombreros cuando pasaban al lado de ella.
Desde el primer mes que había llegado a Kintyre que se había lanzado a aprender el manejo de la granja. Hacía las cuentas y montaba todos los días a caballo, acompañando a Andrew en sus rondas, inspeccionando las cercas de los corrales. Comenzó a entender algo de ganado y de sus enfermedades . A medida que el tiempo iba pasando, la agricultura comenzó a interesarle tanto como la casa.
Todo lo que sabía de la vida en la colonia mas allá de Hawkesbury le llegaba a través de los chismes que Andrew le contaba después de sus viajes a Sydney y a Parramatta y de las cartas que intercambiaba frecuentemente con Julia Ryder. James se dedicaba a trabajar y prosperaba, como todos los otros agricultores competentes que habían comenzado, con dinero propio o con dinero obtenido a través de la asociación mercantil.
En la región de Hawkesbury, las mujeres eran, en su mayor parte, esposas de pequeños colonos, muchas de ellas ex convicta s casadas con ex convicto s. Sara sabía que envidiaban la prosperidad de la vida de Kintyre, y sus apariciones a caballo en el camino de Hawkesbury no contribuían a hacerla querida. Ojos llenos de resentimiento bajo pañuelos la observaban cuando pasaba. EN la colonia no había lugar para ella, ni entre esas mujeres trabajadoras que la envidiaban, ni entre las mujeres de los oficiales, que se rehusaban a recibirla. Tenía que contentarse con su lugar solitario en Kintyre.
Las noticias de la ejecución de Luis XVI de Francia y de la declaración de guerra entre Inglaterra y la República Francesa llegaron a la colonia. Para la población de Nueva Gales del Sur , absorbida en sus quehaceres, estos acontecimientos eran tan remotos como una melodía a la distancia.
Cuando Sara supo que estaba embarazada, Julia planeó un viaje a Hawkesbury para asistirla en el parto. Pero cuando llegó el momento , Julia se atrasó una semana debido a su hijo, Charles, quien estaba con fiebre, y cuando llegó finalmente a Kintyre, recibió a noticia de que el hijo de Sara había nacido el día anterior después apenas cuatro horas de trabajo de parto. El médico, D'Arcy Wentworth, que había venido de Parramatta con Julia, se puso de muy mal humor cuando se dio cuenta que había hecho ese largo viaje para nada. Parecía ser de la opinión que ninguna dama tendría dado a luz su primer hijo con tan poca dificultad .
Llamaron David al bebé. Después de su nacimiento, Andrew y Sara se habían sentido unidos de un modo diferente; el trabajo en Kintyre había adquirido otro sentido ahora que había un hijo heredar.
Jeremy Hogan fue la única causa de infelicidad sentida por Sara en aquellos dos años. Entre ellos existía una propensión a ocultar la hostilidad ; nunca discutían abiertamente, pero la su relación era por lo menos fría. Jeremy consideraba francamente que Andrew se merecía lo mejor, y las ideas de ambos sobre cualquier tema siempre divergían. Jeremy era un excelente agricultor y no escondía el hecho que él, Andrew y Trigg eran perfectamente capaces de administrar la granja sin la ayuda de Sara.
El recordaba a las adorables mujeres irlandesas, Sara pensaba saber por qué Jeremy se comportaba así en relación a ella. Esas criaturas sumisas y suaves con las que él soñaba nunca admitirían saber sumar una columna de números. Era ese el tipo de mujer que Jeremy quería, y no una que discutía de igual a igual sobre cual tema.
Pero Jeremy era necesario en Kintyre - trabajaba como si a granja fuese suya -, y Sara incluso tendría que soportar insultos directos de él para mantenerlo allá.


- JEREMY, crees que estas cuentas son... - Sara se detuvo cuando el galope de un caballo irrumpió en el silencio de aquella tarde de primavera de 1795. Jeremy levantó los ojos de los libros de contabilidad esparcidos en la mesa entre ellos. Intercambiaron una mirada de curiosidad. Después, Jeremy se levantó .
- Nadie anda así a caballo por placer - dijo él bruscamente.
- Espera. - Sara se levantó de un salto. - Yo voy contigo.
Ella salió corriendo , invadida por un temor extraño. Nunca un caballo a esa velocidad había llegado a los escalones de su baranda. Pensó en Andrew, quien había partido a Sydney hacia dos días , para asistir a la toma de posesión del nuevo gobernador, John Hunter. Estaría Andrew enfermo o herido?
Jeremy se le adelantó , descendiendo corriendo los escalones para agarrar las riendas del caballo. Sara reconoció entonces el alazán oscuro que su vecino mas próximo, Charles Denver, había traído de Inglaterra. venía montado por su capataz, Evans, quien, desgreñado y jadeante, gritó con una voz ronca:
- Señora Maclay, nuestros condenados se rebelaron ! Asesinaron al Señor Denver!
Ella se agarró al pilar de la baranda. Por segundos, no fue capaz de pensar en nada mas a no ser en la proximidad entre Kintyre y la granja Denver. Una insurrección ! Y ella y Jeremy tendrían que enfrentarla solos.
Hizo un esfuerzo para descender con calma los escalones e ir con Jeremy al lado del caballo. al ver la sangre en las manos de Evans, sangre ya seca en torno a las uñas, fue nuevamente invadida por el miedo.
- Cuéntame qué sucedió - dijo ella con una voz tensa.
- Yo estaba trayendo seis cabezas de ganado de la granja de Sam Murphy - dijo Evans, intentando recuperar el aliento. - Tan pronto avisté a casa, alguien comenzó a tirarme desde allá adentro. Descendí del caballo y fui hasta el río para estar fuera del alcance de las armas, y fue allí que encontré al Señor Denver. Tenía a cabeza aplastada por un pico. Cuando salí esta mañana, él estaba vigilando un grupo de trabajadores al borde del agua. debe haberles dado la espalda
- Cuántos hombres? - preguntó Sara.
- Diez... y O'Brien, y; otro capataz.
Ella humedeció sus labios secos con la lengua e indagó :
- Cuántas armas?
- El Señor Denver tenía cuatro.
- Iban a venir en esta dirección ?
- No lo sé, mi lady . Probablemente pensaron que yo me dirigía al campamento militar para llamar a la tropa.
- Escogieron astutamente el momento ! - estalló Jeremy.
- Casi juraría que no hay mas de dos o tres hombres en el destacamento de Hawkesbury. Todos fueron mandados a Sydney o a Parramatta para engrosar las filas del desfile para el nuevo gobernador.
Sara calculó rápidamente la extensión del peligro.
- Vas a ir a caballo hasta Parramatta y buscaras auxilio - dijo ella a Evans. - No pueden haber mandado todas las tropas a Sydney. Tienen que reunir algunos hombres y mandarlos inmediatamente para acá con todas las armas que puedan conseguir.
- La señora también va con vos - dijo Jeremy.
Ella lo miró ferozmente.
- Yo me quedo aquí, porque este es mi lugar! No voy a permitir que un grupo de condenados ocupe a mi casa mientras yo huyo, dejándola a la merced de ellos. Yo sé disparar y creo que sé matar un hombre tan bien como cualquier otro, si me viera obligada a eso.
- Y el bebé? - dijo Jeremy en el mismo tono.
- David se queda aquí conmigo - respondió Ella prontamente. – Por momento, él está tan seguro aquí como en cualquier otro sitio do Hawkesbury. Cómo es que sabremos hacia donde ellos irán ? Pueden muy bien no venir a Kintyre para despistar a las tropas.
- Pero yo soy el responsable en ausencia de tu marido.
- Esta es uno de esos momentos en que soy yo quien da las órdenes - retrucó ella. - Y esto también se aplica a vos , Evans. Ahora vete!
Com un gesto de furia desesperada, Jeremy largó las riendas de Evans, quien espoleó el caballo, comenzando inmediatamente a descender nuevamente la cuesta.

SARA se quedó allí de pie uno o dos segundos, viendo a Jeremy descender la cuesta con pasos largos hasta donde el grupo principal de condenados se encontraba trabajando bajo la vigilancia de Trigg. La única esperanza de evitar que la revuelta se extendiese era encerrar a los condenados en sus cabañas antes que tuvieran la oportunidad de enterarse de lo que pasaba. Desgraciadamente, pensó Sara, ellos nunca se encontraban todos simultáneamente en el mismo sitio. Mas allá del grupo principal, había dos grupos trabajando en la huerta, y otro probablemente en el sembradío. Trigg se mantendría fiel si los hombres se rebelasen ? Sara observó a Jeremy atravesar el campo, apresurado y determinado, con un arma lo mas disimulada posible. Rezó desesperadamente para que él tuviese éxito, sabiendo que las probabilidades eran pocas.
Después, armó la pistola que él le había lanzado a las manos y entró nuevamente en la casa. Se dirigió a la cocina y abrió violentamente la puerta, enfrentando las tres mujeres que allí se encontraban. Las expresiones de ellas habían pasado de curiosas a espantadas y después a atemorizadas cuando vieron la pistola.

- Dios sea loado, qué es esto? - exclamó la mas joven , una irlandesa llamada Mary, dejando caer la papa que estaba pelando .
Annie sacó las manos de la fuente llena de masa y las limpió . La tercera, una criatura pesada y obtusa llamada Bessie, emitió un gruñido.
Sara se mantuvo bien apartada de ellas, sujetando la pistola con mano firme, aterrorizada de pensar que ellas pudiesen detectar el miedo que sentía. La única esperanza que tenía de mantenerla bajo control era encerrarlas antes que el shock pasase y tuviesen tiempo para planear algo .
Señaló con la pistola una pequeña despensa que tenía un postigo en lo alto de la pared .
- Entren todas allí - dijo Ella bruscamente .
Ninguna habló ni se movió . Annie soltó un débil gemido. Sara no le dio importancia , tenía miedo de Mary. La irlandesa tenía sus ojos astutos semi cerrados y se mantenía firme en el mismo lugar.
- Por qué ? - preguntó ella.
Sara hizo un gesto con la pistola.
- Hagan lo que les dije!
Mary miró a Annie y su otra compañera, que estaba con la boca abierta. Sara se dio cuenta que Mary estaba evaluando el apoyo con que podría contar si intentase un ataque.
- No te gustaría recibir un tiro en la pierna, verdad, Mary? - dijo Sara con calma . - Porque es eso lo que va a suceder si no te mueves a la cuenta de tres.
La irlandesa se agitó en una agonía de indecisión.
- Uno ...dos...
Annie soltó un sollozo , y el sonido pareció desalentar a la otra mujer. Con un encogimiento de hombros provocador, se sometió, entrando delante de las otras en la despensa.
Sara miró tristemente a sus tres cautivas mientras se alineaban contra la pared . Se les diese una pequeña oportunidad de libertad, ellas robarían toda la comida y las armas que hubiese en la casa y desaparecían en pocos minutos.
- Si alguna de ustedes intentar huir - dijo Ella -, trataré de conseguir que el juez las condene a un azotamiento que no les deje un centímetro de piel en la espalda . - Golpeó la puerta y la cerró con la llave.
Corrió por el corredor hasta al cuarto de David. él soltó un gritito de satisfacción cuando ella lo envolvió en un chal.
- Pórtate bien, David - dijo Ella bajito. - No voy a dejarte a la merced de esa banda de malhechores.
Regresó nuevamente a la cocina , sujetando la pistola y equilibrando el bebé pesada en su cadera. Oyó patadas venidas de la despensa cuando salió de allí hacia afuera y atravesó el patio hasta a los establos. Allí dentro, el heno la sedujo con la promesa de un escondrijo. Cambió a David a la otra cadera y miró a su alrededor . Fury, el garañón árabe de Andrew, relinchaba bajito. Los tres caballos eran valiosos; no quería verlos siendo llevados por esos hombres desesperados.
- Ellos no se van a quedar con ustedes , mis bellezas, si yo puedo evitarlo - les susurró ella.
Sara amontonó un poco de paja contra la pared y acostó a David encima de ella. Después, se concentró en colocar los enseres en los caballos. No paraba de pensar en lo que podría estar sucediendo: el posible avance de los condenados de la granja Denver; las mujeres derrumbando la puerta de la despensa; Jeremy intentando solo encerrar a los trabajadores.
Finalmente volvió junto a David. Ató las dos puntas del chal . Colocó a David en el chal, soportando su peso con la mano izquierda, dejando la derecha libre.
El garañón y Goldie, el caballo de ella, avanzaron ansiosamente cuando ella tiró las riendas. El tercer caballo, un joven bayo castrado, se rehusó a salir de la caballeriza , y Sara dejó la puerta abierta, convencida de que él no tardaría en seguir a los otros. Instaló a David sobre su cadera lo mejor que pudo y tiró de las riendas. Le llevaría diez minutos llegar al borde del claro del bosque , la vegetación que la rodeaba era denso. Amarrados en ese lugar , los caballos estarían a salvo y no serían vistos. A salvo. Repitió las palabras mentalmente con dudas. Todavía tendría que esperar que la noche pasase para tener la certeza de que todo estaba a salvo – su hijo, su casa , las provisiones y ella misma. Una fina columna de humo venía de la granja Denver y estaba allí recordarle lo que todavía podía esperarle.
Sara atravesó el patio. Mirando hacia atrás, vio al bayo castrado siguiendo la procesión. Su boca se aflojó en una ligera sonrisa de alivio antes de volverse nuevamente al claro del bosque .

DE REGRESO a la casa, Sara se detuvo en el umbral de la puerta mirando cautelosamente hacia cocina. Todo estaba como ella lo había dejado. La muñeca le dolía cuando levantó la pistola a altura del pecho. Después, entró.
David se debatía furiosamente dentro del chal, soltando aullidos que se debían en parte al hambre y en parte a la furia. Sus gritos fueron respondidos con golpes violentos en la puerta de la despensa, y la voz de Annie sonando amedrentada y desesperada.
- Abra la puerta, mi lady ! Las otras huyeron. Sáqueme de aquí, por amor de Dios!
Annie era una vagabunda, pero no era actriz. Sara abrió la puerta y Annie salió , tambaleando, de adentro.
- Ellas se fueron - dijo ella, jadeante.
Sara se quedó mirando dentro de ‘a despensa sin decir una palabra. Las otras dos habían reunido barriles de melaza para formar una plataforma por debajo de la abertura y después habían roto el postigo con un barril vacío. Sara se apartó con los hombros caídos mientras Annie relataba la historia. Las mujeres habían sabido de la llegada del capataz de Charles Denver y se habían dado cuenta , por los gestos agitados de él, de lo que había sucedido . El hecho de haber sido encerradas en la despensa bajo la amenaza de la pistola había confirmado sus sospechas. De pie , encima de los barriles, y a través de una hendija del postigo, Mary había visto tres condenados que no reconoció, armados con una pistola, una lanza tosca y u a pico , pasar frente a la casa y dirigirse a los anexos. Había sido a esa altura que había ordenado a su compañera que la ayudase a romper el postigo.
Sara interrumpió el relato:
- Toma. – Le puso a David en los brazos. – Llévalo y dale cualquier cosa de comer.
Corrió frenéticamente al escritorio de Andrew. cargó una de las dos armas que Jeremy había dejado, pensando tristemente en lo que podría suceder si los condenados ocupasen Kintyre. Al pasar por el escritorio de Andrew, vaciló y abrió el cajón superior. Revolvió entre las plumas de escribir y agarró un pequeño puñal italiano que utilizaban a veces para cortar papel. Metió el puñal en su corpiño, de modo que el cabo tallado no quedase a la vista.
Al regresar à cocina, oyó los primeros tiros: cuatro.

ANNIE se volvió hacia Sara con una mirada desesperada cuando ella entró.
- Es nuestro turno , mi lady . - apuntó a la ventana, dando un pequeño sollozo. - Allí viene Trigg, y para mí está herido. Y no hay señales de Hogan.
Sara saltó hacia las persianas abiertas. Levantó el arma le apoyó en el antepecho de la ventana, muerta de miedo. Los anexos quedaban a unos trescientos metros de la casa, formando un cuadrado . Había dos almacenes , dos cabañas que servían de alojamiento a los condenados, una cabaña mas pequeña para Jeremy y Trigg y un dormitorio pequeño para los trabajadores temporarios.
Ya comenzaba a oscurecer, y Sara tuvo que esforzar la vista para ver lo que se pasaba del otro lado del patio. Reconoció a Trigg junto al granero, recostado contra la pared y agarrándose el brazo derecho. Después, él bajó a cabeza y atravesó corriendo el patio en dirección a la cocina, mirando una vez hacia atrás. Sara se puso tensa, esperando cualquier señal de persecución, pero no vio nada. Herido y desarmado, Trigg no preocupaba a los condenados por el momento .
Trigg subió, tambaleando, los dos escalones hasta la cocina, jadeante y con el brazo derecho cubierto de sangre. Se volvió hacia Sara.
- Hogan y yo ya habíamos conseguido reunir a los hombres y casi estábamos metiéndolos en las cabañas cuando esos diablos llegaron, mi lady - dijo él débilmente. - fue imposible dominarlos cuando se a dieron cuenta de lo que estaba pasando . Fui alcanzado en el brazo y después tuve que ponerme a correr. Mary y Bessie huyeron con ellos. Yo sabía que la señora, Annie y David estaban aquí solos. - Hizo un esfuerzo para enderezarse. - No sirvo para mucho ahora, pero creo que todavía lograré disparar un arma.
- Y Hogan? - preguntó Sara con una voz débil .
- Fue herido en la espalda . Hay pocas posibilidades de que todavía esté vivo.

Sólo le restaba esperar junto a la ventana, con el arma apoyada a su lado. Durante la hora que siguió , Sara asistió , furiosa, al pillaje en los almacenes , pero sin poder hacer nada. Después, vio lo que ya temía:
las llamas irrumpieron sobre los techos. Una brisa fuerte alimentó el fuego, que arrasó edificación tras edificación con aterradora rapidez, formando un cuadrado flameante y abrasador.
El ron que los hombres habían robado los puso exultantes con el éxito y se gritaron victoriosos los unos a los otros. Pero no intentaron aproximarse a la casa, Tal vez porque la caballeriza vacía los hiciese pensar que los Maclays habían dejado Kintyre y porque ya tenían toda la comida que podrían llevarse. Pero después se le ocurrió a Sara que ellos estaban luchando contra el tiempo: si habían visto a Evans partir en dirección a Kintyre, debían esperar la llegada de las tropas en cualquier momento. El viaje hasta el río y los dos barcos anclados en la plataforma fija comenzó poco después de que los anexos estallaran en llamas.
David dormía en un cesto debajo de la mesa cuando a ella le pareció que el último de los condenados ya había partido hacia los barcos. El fuego comenzaba a disminuir. Sara despertó a Trigg y a Annie, y ellos fueron con ella allá afuera y atravesaron el patio. El brazo de Trigg había sido vendado y él estaba lleno de dolores. Sara llevaba el arma.
Encontraron a Jeremy acostado de bruces cerca de los anexos. Su casaca estaba manchado de sangre y también tenía sangre ya seca en la cabeza y en el rostro. No daba señales de vida. Sara le rasgó la camisa y se inclinó para escuchar el corazón .
- Está vivo! - exclamó ella. Después, dio una orden brusca a Annie:
- Dame tu delantal . Tenemos que vendarle la cabeza antes de intentar llevarlo dentro de la casa.

ESTA sería su última patrulla de la noche, verificando todas las persianas cerradas de la casa. En poco menos de una hora, el paisaje se pondría gris con las primeras luces de la madrugada, y en ese momento despertaría a Annie y a Trigg para reemplazarla en la vigilia. Miró una última vez a los bultos adormecidos a su alrededor en la sala antes de agarrar la lampara y el arma. Annie estaba enrollada en el piso, con David a su lado en el cesto. Jeremy y Trigg estaban contra la pared de en frente. Trigg muerto de agotamiento, Jeremy agitado por la fiebre y con apenas breves períodos de consciencia. No estaba tan mal herido como Sara había temido al principio, aunque una bala le hubiese raspado la frente y otra todavía estuviese alojada en su hombro, pero había perdido mucha sangre.
Fue hasta a la cocina. Cuando levantó la lampara, iluminando la oscuridad , vio que la puerta de la despensa estaba entreabierta. Sara entrecerró los ojos en un esfuerzo por recordar si la había dejado abierta en la última ronda que había dado por la casa. Posó la lampara en el piso, después levantó el arma y avanzó en dirección a la despensa.
Repentinamente, el bulto de un hombre alto salió de allá adentro por la puerta entreabierta. Ella levantó mas el arma y retrocedió un paso, pero él se movió con la rapidez de un halcón. Hizo un gesto con la mano , desviando el arma a un lado. Sara disparó , pero se oyó apenas el ruido sordo de una recamara vacía.
El hombre era enorme, mucho mas alto que ella, y le agarró la muñeca , retorciéndosela hacia atrás. Sara gimió de dolor cuando la pistola cayó al piso entre ellos. Abrió la boca para llamar Trigg, pero la mano ruda del hombre, oliendo a sudor y a ron, le tapó el rostro. Estaba embriagado y se balanceaba mientras la agarraba.
- Cierra la boca, o te rompo el cuello. - La enorme mano se deslizó y le rodeó el cuello. Aterrorizada, Sara miró hacia él. - Cuántos hombres hay aquí ? - preguntó él. - Dos?
Cuando vio que Ella no respondía, apretó mas la mano en torno a su cuello.
- No intentes engañarme! Los vi. Ambos heridos... Tal vez hasta ya estén muertos a esta hora. - Tocó la pistola con el pie. - donde están las municiones?
Ella hizo una señal con la cabeza, apuntando al resto de la casa, y él prosiguió :
- Hay comida?
Ella asintió en dirección a los platos de la cocina, y él gruñó , satisfecho.
- Esos hijos de puta me dejaron , malditos! Me Caí, me desmayé y ellos se llevaron mi arma y me dejaron allí. Pero yo no me dejo vencer fácilmente. Ahora tengo mas que cualquiera de ellos: tengo una pistola y comida... y nadie con quien compartir. Y te tengo a vos. No te acuerdas de mí, verdad ? Andas haciéndote la señora fina hace demasiado tiempo para acordarte de tus compañeros del Georgette.
Cuando Sara se puso tensa, él hizo una gran Sonrisa .
- Ah! No te gusta , verdad? – Se balanceó hacia atrás sobre sus talones. - Oh, te he estado observando... ya pasó un año desde que llegué aquí y no me olvido de como eras antes: vos , toda sucia y harapienta . Y ahora levantas la nariz al sentir el mal olor de aquellos como nosotros, que se matan trabajando en esta granja para te vistas de sedas. – La Sacudió brutalmente. – Pero ahora soy libre. voy a huir al otro lado del río, donde nadie va a atraparme. – Escupió al piso . - Los caballos, dónde están?
- No sé .
El le golpeó el rostro.
- Dímelo , puta fina !
Entonces, la expresión de él se alteró abruptamente. Su rostro se iluminó con una nueva emoción , una lascivia embriagada que había despertado el forcejeo . Extendió la mano y le rasgó la parte delantera del vestido.
Cuando dejó de agarrarla con tanta fuerza y se preparaba para besarla, Sara apartó violentamente la mano de él y agarró su corpiño . Pero no fue lo suficientemente rápida para tomar el pequeño puñal italiano, que cayó al piso entre ellos.
El hombre miró abajo, pero tuvo una ligera vacilación que le dio tiempo a Sara para doblarse y agarrar el puñal antes de que él cayera sobre una de sus rodillas. Ella se agachó con el puñal en la mano derecha, de frente a él. Lo Dejó aproximarse hasta donde se atrevía y después clavó la hoja con toda su fuerza. él hizo una tentativa torpe de apartarla, mas al inclinarse hacia adelante el puñal se le metió en el cuello. El hombre cayó encima de ella con los brazos estirados, arrojando sangre a borbotones y ya muerto.
Sara oyó el ruido de pasos tambaleantes viniendo del corredor, y Jeremy apareció en el umbral de la puerta. Ella soltó un pequeño suspiro de alivio. Consiguió ver la luz da lampara y sudor en la frente de él, pero los ojos ya no tenían la expresión del delirio febril.
- Sara... - dijo él, tratándola por primera vez por su nombre .

JEREMY y Sara estaban sentados solos en el escritorio. Ella sirvió dos brandies; las manos le temblaban.
- Este incidente va a alimentar los chismes - dijo Ella en un tono cansado. - finalmente Terminé la criminal que siempre creyeron que yo era. Por ejemplo, vos , nunca esperaste otra cosa de mí.
- Sara! - Jeremy se inclinó hacia adelante , y ese movimiento lo hizo marearse . - Eso no es verdad! Ella levantó as cejas.
- Niegas haber considerado que Andrew era un loco por haberse casado conmigo?
Después de un gran silencio, él dijo lentamente:
- No niego haberlo pensado, pero cambié de idea. Dios sabe que te debo la vida... ninguno de los otros habría salido para ir a buscarme. Pero no es sólo por lo que sucedió hoy a la noche. Ningún hombre en su sano juicio podría haber hecho otra cosa mas que admirarte desde el principio .
Ella articuló un sonido que podría significar muchas cosas.
Jeremy se recostó en la silla, llevando la mano a la sangre seca en el vendaje del brazo.
- Andrew y yo éramos amigos antes de vos llegaras acá. Tuve celos porque él te amaba. Además, un hombre que se encuentra apartado de la convivencia con las mujeres tiende a odiar o a amar a la única mujer a su alcance y al mismo tiempo inalcanzable. Yo te deseaba , pero nunca quise admitírmelo a mí mismo. - Hizo una pausa, y cuando prosiguió , su voz se había endurecido. - Y ahora tendré que olvidar esta conversación... actuar como si nunca hubiese sucedido ..., porque vos perteneces a Andrew. Pero te serviré en lo que pueda durante toda mi vida.
Ella se limitó se a hacer un asentimiento con la cabeza, y se quedaron allí sentados en silencio durante mucho tiempo, mientras la luz del día iba entrando con mayor intensidad por las hendijas de las persianas. Finalmente, fueron ambos sobresaltados por un ruido. Sara se levantó y caminó, arrastrando los pies hasta la ventana.
- Los soldados - dijo ella, abriendo las persianas. Su rostro estaba cansado y envejecido.
- - Son seis.

ANDREW llegó a Kintyre en la madrugada del día siguiente. Sara, quien se encontraba en la cama despierta, lo oyó responder impacientemente a la pregunta del centinela, se sentó y encendió una vela al lado da cama.
El abrió la puerta del cuarto y se quedó parado unos segundos mirándola . Después, la abrazó y apoyó el rostro contra el pecho de ella. El cuerpo le temblaba .
- Sara! Sara! - Levantó el rostro para mirarla . – Vine tan pronto como supe. Hice el viaje de Sydney hasta acá sin parar. No estás herida?
Ella sacudió la cabeza .
- Sólo estoy exhausta.
- Y David?
Ella hizo una pequeña sonrisa .
- David estuvo casi siempre dormido... Pero fue horrible, Andrew. Tengo tantas cosas para contarte.
- No intentes hacerlo ahora.
Ella cerró los ojos , y él posó suavemente los labios en sus párpados.
- Mi querida - dijo él -, cuando la noticia llegó, decían que habías muerto. Sólo supe que estabas sana y salva cuando llegué a Parramatta. Si hubieses muerto, yo no conseguiría continuar viviendo.
Andrew le dio la mano y ellos entrelazaron sus dedos.

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