sábado, 31 de mayo de 2008

CONVICTA , CAPITULO 5

Capítulo 5

ANDREW miró con cierta admiración al hombre que había gobernado la colonia en aquellos primeros años difíciles . El gobernador Phillip era una figura sin atractivos: tenía estatura media, un nariz aquilina y una piel con un tono amarillento de enfermedad . Era de conocimiento general que le había sido concedido una licencia por motivos de salud y que él probablemente iba a partir a Inglaterra en el Atlantic, a esa altura anclado en el puerto .
No alentó de forma alguna que Andrew escogiera sus tierras en Hawkesbury.
- Sé que el suelo es excelente, Señor Maclay, y quiero que se instalen colonos allá. Pero la protección del Gobierno no puede extenderse hasta tan lejos y quedará completamente aislado, sin siquiera un camino que lo una a Parramatta. Quedará a la merced de las inundaciones y de los nativos, que posiblemente son hostiles, y en el Invierno no podrá hacer allá comida ni otros productos.
Pero argumentó con poca convicción , y cuando Andrew insistió , él cedió . Una vez tomada la decisión, Phillip fue generoso en las ofertas de ayuda: una gran extensión de tierras, condenados para trabajarlas y semillas.
Cuando los mapas de Hawkesbury fueron puestos de lado, el gobernador cruzó sus manos secas y delgadas y le dijo a Andrew que dejaría instrucciones a su sucesor para concederle el perdón a Sara Dane el día que ella se casase.
- Teniendo en cuenta el testimonio de la Señora Ryder y el hecho de que pasará a estar totalmente bajo su responsabilidad.
Su tono no fue nada cordial. Era obvio que el gobernador no concordaba con el casamiento.

ANDREW ayudó a los Ryders y a Sara en la mudanza a Parramatta. Después, partió a Hawkesbury el día 1 de Diciembre y montó un campamento en los márgenes del río : un pequeño grupo de tiendas para alojar a los veinte condenados que habían sido puestos a su disposición, dos capataces y cuatro ex convicto s cuyas penas habían sido perdonadas y que habían aceptado ir con él a cambio de una ración de comida y una dosis diaria de ron . Comenzó a desmontar el bosque en los lugares donde tenía intención de sembrar y en el sitio que había marcado para su casa. Era un trabajo exasperante que deparaba con infinidades de frustraciones y contrariedades, pues en la colonia había falta de todo lo que él necesitaba: zapatos y ropa para los condenados, utensilios de cocina, herramientas de carpintero, armas de fuego para la caza, palas y hachas.
Andrew trabajaba durante los días largos y calientes como si estuviese impelido por una fuerza demoníaca: se levantaba de madrugada con los condenados y a la noche, junto a la hoguera, se quedaba despierto para hacer planes cuando los otros ya dormían. La tierra se sometía de mala voluntad , cediendo con reticencia cada hectárea, que nunca había conocido otro movimiento mas allá de los pasos silenciosos de sus habitantes de piel oscura.
A veces , avistaban nativos perplejos, inmóviles, en el borde de un nuevo claro del bosque . No eran hostiles, pero nunca traspasaban el borde del bosque para aproximarse mas al campamento. Blancos y negros no interferían unos con los otros. Andrew había dado la orden para que los nativos nunca fuesen molestados.
En uno de sus capataces, Andrew descubrió a un compañero: Jeremy Hogan, un irlandés deportado de su tierra natal por agitación política. Tenía veintiséis años, era de fuerte constitución y todavía se vislumbraba en sus ojos, de un azul profundo, un brillo de buena disposición que el transporte en el barco de condenados no había logrado apagar. Andrew no consiguió saber casi nada sobre su pasado; era, sin embargo , obvio que tenía buenos modales e instrucción. Andrew se sentía agradecido por su suerte al haberle concedido a Jeremy Hogan, pues podía conversar cómodamente con él por las noches junto a la hoguera, contándole sus preciosos sueños para la tierra en la cual ambos trabajaban.
Todos los días era distribuida una ración de ron a los condenados, y como estaban seguros de ella, los hombres estaban preparados para trabajar hasta caerse redondos en el suelo; ninguna amenaza de azotamiento o cualquier otro castigo significaba tanto para ellos como la suspensión de la ración de ron : era la única esperanza de un placer que les quedaba en esas tierras inhóspitas . Andrew sabía que necesitaba del ron para que sus hombres trabajasen. Evaluó la cantidad que todavía tenía y verificó que estaba disminuyendo rápidamente. Era obvio que tenía que descubrir un modo de reabastecerse, y tan pronto como surgió la oportunidad de obtener no sólo mas ron , sino otras provisiones vitales, Andrew la tomó sin vacilar.
Desde la partida del gobernador el Regimiento de Nueva Gales del Sur se había convertido en la autoridad suprema. Los tribunales civiles habían sido cerrados tanto en Sydney como en Parramatta, las poblaciones ahora eran gobernadas por una elite militar. Andrew consiguió conquistarla a través de un juego de cartas. Esperó hasta que las deudas de sus adversarios comenzarán a acumularse y después sugirió que fuesen anuladas a cambio de concesiones le fueran hechas por la asociación mercantil que ellos habían formado. El sistema monopólico era simple : tenían permiso del vicegobernador, Francis Grose, para comprar toda la carga de los barcos americanos que comenzaban a aparecer en Port Jackson y para alquilar barcos hasta Ciudad del Cabo y el Oriente para efectuar su propio comercio. No había ninguna transacción comercial en la colonia con la cual uno o otro miembro de los militares casacas rojas no lucrase. El poder del comercio del ron era mas fuerte que cualquier otro, y el producto llegaba a Nueva Gales del Sur cada vez en mayor cantidad.
Andrew fue ganando terreno entre sus amigos en el regimiento, y hasta el propio líder de la asociación mercantil, el moreno y arrogante John Macarthur, quien era el hombre mas ambicioso de la colonia, dejó de cuestionar su derecho a participar de las valiosas cargas.

Las paredes de la casa se fueron levantando lentamente durante el otoño y el principio del invierno; el bosque cedía reticentemente espacio a los sembrados y a la crianza de ganado. A finales de Mayo, Andrew calculó que la casa estaría lista en breve . Sólo tenía cuatro divisiones y una cocina al lado, había sido pintada con cal, pero todavía no estaba completamente amueblada y no tenía cortinas. Andrew se dio cuenta que no lograba esperar mas para tener a Sara a su lado.

El CASAMIENTO se realizó en casa de los Ryders en una mañana clara y fría de Junio. Sara entró en la sala de la ceremonia luciendo un vestido de seda blanca traída de China y unos zapatos bordados de Calcuta. Avanzó muy erguida, aparentando calma, para hacer una reverencia al vicegobernador Grose.
El Regimiento de Nueva Gales del Sur se encontraba bien representado, y sus casacas rojas avivaban la luz pálida del sol en la sala. John Macarthur estaba allá y John Berry también , pero Julia era la única mujer presente en la sala para asistir a la ceremonia de casamiento. La mujer del pastor y la Señora Macarthur habían sido invitadas, pero habían declinado la invitación con una excusa nada convincente. Sara ya sabía como iba a ser mirada por ese grupo restricto de la sociedad femenina; mantuvo la cabeza orgullosamente erguida en medio del círculo de casacas rojas.
La ceremonia fue corta. Se Casaron antes del mediodía y partieron , junto con Jeremy Hogan y el otro capataz condenado, Trigg, después de una comida de pato salvaje y carne de canguro asada. El vino fue servido en cantidad suficiente para soltar las lenguas, y mientras Sara vestía un nuevo traje de montar, oía las carcajadas venidas de la sala.

Se Despidió en privado de Julia antes de partir, y esta la besó , diciendo:
- Escríbeme, Sara.
Sara la abrazó con fuerza. Era imposible agradecer a Julia los últimos meses que habían pasado juntas, ni los enormes esfuerzos que habían resultado en la comida del casamiento. Desde ese primero día en el Georgette, se habían aproximado cada vez mas una a la otra, Sara dejando que el sentido común de Julia equilibrase su naturaleza impetuosa, aprendiendo de ella y copiándola en algunas cosas.
- Es imposible agradecerte - dijo ella. - Ni vale la pena intentarlo . Puedo decirte que eres la primera mujer que me gusta, si es que eso tiene alguna importancia .
Mientras el pequeño grupo desaparecía en el camino de Parramatta, Julia oyó una voz decir:
- Nunca creí que él fuese a tener el coraje para casarse con ella. Sólo nos resta esperar que no llegue a arrepentirse.

CUANDO anocheció, todavía estaban a cerca de once kilómetros de Hawkesbury. Andrew ordenó a los hombres que levantasen las tiendas al lado de la senda tosca que constituía el única camino. Comieron carne de cerdo fría y pan, sentados alrededor de la hoguera, bebiendo el vino que Ryder le había ofrecido a Andrew. Un viento frío agitaba las copas de los árboles . La luz de las estrellas resplandecientes del hemisferio sur se hizo mas intensa, y los esqueletos de los árboles parecían blancos y fantasmagóricos. Había algo triste y siniestro en el bosque, algo antiguo y remoto.
Apenas terminó la comida, Andrew y Jeremy comenzaron a conversar. Mientras los escuchaba, Sara observó a Jeremy, intentando encontrar una pista de como serían sus futuras relaciones con él. Se preparó mas o menos para lo que podía esperar: la insolencia apenas disimulada de un hombre de buena familias confrontado a la mujer del patrón, que acababa de recibir el perdón. Sara sintió que la inteligencia y la fuerza de Jeremy habían adquirido una especie de ascendencia sobre Andrew; se sentía excluida de aquella camaradería y quería compartirla. Pero concluyó que Jeremy debería servirla por lo que ella era, y no por mandato de Andrew.
Como si hubiese adivinado sus pensamientos, Jeremy se dirigió a ella directamente.

- Ya decidió el nombre le van a dar a la granja, Señora Maclay? - esa forma de tratamiento parecía divertirlo.
- Mi marido - dijo ella, pronunciando enfáticamente la palabra - quiere llamarla Kintyre, un nombre escocés.
- Kintyre. - Repitió las sílabas. Después, levantó la copa. - Un brindis - anunció él - a nombre de Maclay. - Y agregó rápidamente: - Y del ama de Kintyre.
Bebieron solemnemente bajo las estrellas brillantes.

SARA despertó media hora antes del amanecer. La tienda se encontraba abierta, y la vegetación que rodeaba el campamento estaba muy silencioso. Se movió en los brazos de Andrew. Estaban acostados bajo cobertores de piel de canguro de raza pequeña, y el calor de sus cuerpos desafiaba el día frío que se iniciaba allá afuera. A pesar de la
luz débil, Sara vio que él había abierto los ojos .
- Es demasiado temprano para despertarlos - dijo Andrew en una voz somnolienta.
- Pero quiero quedarme aquí despierta - replicó ella, sonriendo.
- Oh, mujer - dijo él bajito -, todavía me cuesta creer que estás aquí conmigo, compartiendo mi mia-mia.
- Mia-mia?
- Es el nombre nativo para una cabaña. Cubren la tierra del suelo con pieles de canguro , y esa es la cama nupcial , como la nuestra. – se habían quedado callados por unos instantes y después él dijo: - Poseo todo con lo que alguna vez soñé. Te tengo en mis brazos, compartiendo mi amor. Sabias que iba a ser así?
- Siempre lo supe, Andrew - susurró ella con la boca junto a la de él. - Siempre.
Entonces, él la besó .

Jeremy se envolvió debajo de la piel de canguro para mirar a la tienda de los Maclays. Se preguntó si estarían despiertos, susurrando en la intimidad de los amantes. Después, se dejó llevar por el pensamiento a los cielos ,a la neblina y a los lagos irlandeses. Buenos caballos, mujeres bonitas y política habían sido sus entretenimientos. Los había probado y usado a todos peligrosamente, muchas veces sólo por el placer del peligro.
Se oyó la carcajada estridente de un kookaburra, una ave de aquellos parajes. Su grito dispersó los sueños de Jeremy. Ya no estaba en Irlanda y todavía le quedaban once años de pena para cumplir. Se recordó a sí mismo que estaba al servicio de otros y que no podía soñar con mujeres bonitas.

LA CASA se situaba en una pequeña elevación frente al río. Sara la vio por primera vez al mediodía, con el sol de invierno reflejándose en la cal, sus ventanas sin cortinados completamente viradas hacia las montañas. No había arbustos para suavizar sus contornos, pero habían dejado algunas árboles a su alrededor .
Al verla, Sara se sintió singularmente emocionada. Era baja, fea y tosca así sin acabar, tenía una larga galería alrededor, con tres o cuatro escalones sin ningún ornamento. Pero esa era la primera casa que jamas se había construida en Hawkesbury, y ella la miró con un sentimiento de posesión y orgullo. Apenas había posado sus ojos en ella, se había convertido un objeto para ser amado y defendido con todas las fuerzas.
- Ve andando, Hogan - dijo Andrew. – dile a Annie que ya llegamos.
Jeremy puso el caballo al trote, y Trigg lo siguió de cerca . Andrew desmontó y ayudó Sara a descender del caballo. la mirada de ella abarcó las cabañas de los condenados detrás de la casa, los cercos para el ganado, los principios de una huerta al costado y después la vasta extensión de terreno deforestado que descendía hasta el río. Las hectáreas vírgenes que esperaban mas allá del claro del bosque encendieron la llama de su ambición. En Inglaterra, la tierra significaba riqueza, y allí estaba la riqueza delante de sus ojos, extendiéndose hasta perderse la vista - mientras que los dioses fuesen bondadosos, mientras que la lluvia viniese en la estación adecuada y que el fuego no transpusiese la mata, destruyendo los sembradíos. Los riesgos de esa tan grande apuesta la asustaban .
- No quiero que pienses que la casa va a quedar como está ahora - dijo Andrew con voz trémula. – De aquí a unos años, voy a construirte una casa muy bonita, Sara. Será grande y blanca .... Ella lo interrumpió .
- Todo el dinero que haya tiene que ser invertido en la tierra. La casa puede quedar como está, para mí está muy bien .
El lanzó una carcajada suave, agarrándole los hombros. En aquel momento, ellos se dieron cuenta que eran un sólo espíritu: la unión do casamiento estaba consumada.

JEREMY y Trigg entraron en el patio de las traseras da casa. Cuando Jeremy desmontaba, una mujercita llena de arrugas y con o nariz pequeña salió del anexo de la cocina. Llevaba la ropa humillante de los condenados, y su rostro estaba acalorado por calor del horno de la cocina.
- Están llegando - Le dije Jeremy. - Está todo listo?
Los ojos pequeños de ella brillaron.
- Claro que está. No me estuve matando de trabajo en las últimas semanas para poner las cosas en orden? Cómo es ella ?
- Ella?
- La señora?
Jeremy la miró .
- Estás aquí para servir a la Señora Maclay en todo lo que fuera preciso, Annie, y no para hacer preguntas - declaró él con rispidez.
Annie Stokes se escabulló hacia la cocina, cual conejo en fuga.
Al ver a los Maclays aproximarse, Jeremy pensó que apenas un día de casamiento ya había modificado a Sara. Estaba mas confiada y mas cómoda , segura de Andrew, como una criatura triunfante después de haber ganado un premio. Ambos poseían una especie de ansia implacable, como si estuviesen extendiendo la mano hacia algo que acababan de avistar. Se daba cuenta ahora por qué Andrew la amaba: había entusiasmo en aquellos ojos verdes, había encanto y energía en aquella sonrisa . Sabía lo que quería y planeaba todo con arrogancia, concluyó Jeremy. Por instantes, casi odió a Sara. A continuación, se le ocurrió que tal vez tuviese celos.
Jeremy tomó las riendas del caballo, diciendo:
- Sea bienvenida, mi lady .
- Gracias - respondió ella, enfrentando la mirada de él con firmeza.
El se ruborizó , hallando que Sara tal vez estuviese tratándolo con condescendencia. A continuación, ella se volvió para sonreír a Andrew, y Jeremy se dio cuenta que ya había sido olvidado.