martes, 27 de mayo de 2008

CONVICTA - CAPITULO 2 PARTE 1

Capítulo 2 - Parte 1


SARA DANE había nacido en una pensión londinense hacia 18 años. Había amado a su padre, Sebastián Dane, con una pasión ciega y había existido un fuerte compañerismo entre ellos. Siempre había considerado que su rostro delgado y oscuro. Con las arrugas de la edad y de la debilidad , mas bello que cualquier otro. él poseía una alegría que hacía que las personas lo quisieran y las señoritas se olvidaran de que él no había pagado el alquiler. En los únicos momentos en que Sara había tenido miedo de él fueron los períodos de embriaguez, pero eso no era frecuente.

Era hijo de un párroco y no vacilaba en sacar partido del hecho que su padre era el hijo mas joven de un barón. Educado en Oxford y hablando fluidamente francés e italiano, no era capaz de ganarse la vida. Su apellido , a veces , le servía como garantía para que le prestasen dinero, aunque supiese que no existía la menor esperanza de que su padre o su abuelo pagasen sus deudas .
Un día, le escribió a su padre diciéndole que se había casado con una mujer que decía ser actriz. Su padre vino hasta Londres con su aire severo y descubrió el sitio donde vivían .
- Esto es una vergüenza, Sebastián - vociferó él. - Ella tiene aspecto de ... vagabunda . Es una mujer sin... modales de ningún tipo .
En el final del penoso encuentro, se ofreció para llevar a Sebastián de vuelve a su casa, en Somerset. La novia tendría que quedarse donde estaba. Sebastián argumentó que su mujer estaba embarazada y que abandonarla era algo que su padre ni siquiera le debería pedir.
Fue el último contacto que tuvo con su familia.
Sara tenía apenas un recuerdo vago de su madre : una mujer alta, de pecho generoso, cabello dorado y una belleza osada; nunca había creído en la historia de Sebastian de que su madre había muerto de una fiebre, le parecía mas probable que ella hubiese huido con uno de los hombres que había conocido en las tabernas o en los teatros.

Durante la infancia de Sara, Sebastian trabajó como tutor particular en diferentes sitios. Vivía en condiciones precarias. A veces , gozaban de una comodidad modesta en los momentos de extravagancia. Otras veces, ni siquiera tenían dinero para una comida. Sebastian trataba a Sara como si ya fuese una mujer. Aprendió a leer tan pronto como supo hablar recitar de memoria fragmentos de textos . Al mismo tiempo aprendió a regatear con los comerciantes y a evitar a los acreedores.
Cuando tenía once años, fue a trabajar para una modista muy de moda en Londres. Una de las sus tareas consistía en entregar encomiendas a las mas grandes casas de la ciudad. Esta tarea frecuentemente le era confiada porque era capaz y porque sabía leer y escribir. A veces , la dejaban asistir a una prueba de ropa , durante la cual escuchaba atentamente los chismes de los bailes, fiestas , escándalos y rumores de la corte de Jorge III. Fue así que adquirió un vago conocimiento de un mundo mas allá del suyo. Sus dedos fascinados tocaban los cortinados de terciopelo y las alfombras suaves; los grandes espejos reflejaron la primer imagen completa de sí misma que jamas había visto.
Duró un año. Transcurrido ese año, Sebastian evitó caer preso tomando la primer diligencia que encontró para salir de Londres, con Sara a su lado. Esa diligencia los llevó hasta Rye, en Sussex Cuando consiguieron encontrar un sitio para quedarse, ya Sara había esparcido la historia de que se habían cambiado debido a problemas de salud de su padre. él encontró una vida fácil en Rye; los puestos como tutor no tardaron en aparecer cuando mencionó el nombre de su abuelo .
La mudanza afectó mucho a Sara. Decidió que, de allí en adelante , Sebastian debería ser un hombre respetable y que no podría obligarlos a cambiarse otra vez. Alquilaron una casa pequeña, y viviendo sola con él, Sara conseguía esconderse cuando su padre se embriagaba.
Cuando ya llevaban un año en Rye, Sebastian fue contratado por el reverendo Thomas Barwell como tutor de sus dos hijos, Richard y William. Sebastian recorría todos los días, con Sara a su lado, los tres kilómetros hasta la residencia parroquial, en Bramíield, en los pantanos de Romney, y después regresaba nuevamente. Había aceptado el puesto bajo la condición de que Sara compartiese las lecciones con los muchachos por las mañanas, pasando el resto del día ayudando a la Señora Barwell en los trabajos domésticos sencillos.
A Sara le gustaba la desolación de aquellas caminatas. En Invierno, los vientos soplaban violentamente desde el mar, y cuando la lluvia os acompañaba, Sebastian ponía su brazo alrededor de ella, recostándola contra su cuerpo delgado, vestido de negro.
Por las noche, los habitantes de las aldeas y quintas mas apartadas evitaban el pantano siempre que fuera posible. Había establecimientos y granjas con reputaciones dudosas esparcidas por el pantano, y nadie se metía con los contrabandistas, que llegaban desde el mar con la oscuridad navegando silenciosamente con sus botes de remos por los canales .
La vida en la residencia parroquial era bastante agradable. Sara era dos años mas joven que Richard y un año mayor que su hermano . La vida de ella en Londres nunca le había dado la posibilidad de conocer el significado de la timidez, y los tres trabajaban silenciosamente cuando estaban juntos. Pero había sido fuera del aula que la atmósfera era diferente. La mujer del párroco no aprobaba la presencia de Sara en su casa, y los Danes no almorzaban en la mesa con la familia.
También estaban excluidos cuando llegaban visitas y los dos muchachos eran llamados a la sala.

A veces , asistían a la llegada o la partida de Sir Geoffrey Watson, el protector del párroco. Cuando venía acompañado de Alison, su hija, una niña morena y de rostro delgado, Sara la observaba por la ventana del aula, sintiendo una cierta envidia de la riqueza de sus vestidos y de los guantes de piel que le protegían las manos.
A veces , en los largos crepúsculos de la primavera y del verano Richard recorría con ellos parte del camino hasta Rye y gozaban de una intimidad que no era posible en Bramíield. El pantano era verde, y los juncos en los canales se doblaban graciosamente con la brisa. A veces, Sebastian parecía tener la edad de Richard. Cuando estaba alegre, Sebastian tiraba de las largas trenzas del cabello rubio de Sara, soltándoselas .Se Reían por la maraña del cabello de ella volado por el viento, pero había algo mas secreto que esa risa en los ojos de Richard. Sara se sentía gloriosamente feliz en compañía de las dos únicas personas que amaba y presentía, sin que fuesen necesarias las palabras, que Richard también la amaba.
Fue en un día cuando Sara tenía 16 años, en una tarde de finales de verano, que Sebastian le dio su anillo a Richard. Estaban los tres sentados en la playa cerca de Rye, oyendo los gritos de las gaviotas que revoloteaban en el cielo. Sebastian tomó la mano izquierda de Richard, colocándole el anillo con el blasón de oro en el dedo mediano.
- Cuando te vayas de Bramíield para ingresar en el ejército, las cosas van a cambiar - dijo él. - Te doy esto para que recuerdes nuestra amistad, para que te acuerdes de nosotros tres como estamos ahora.
- Mientras viva, este anillo siempre me hará recordar de esta tarde... y de ustedes dos.


Podría haber sido una especie de premonición lo que llevó a Sebastian a ofrecer el anillo a Richard, pues fue la última tarde que habían pasado juntos. Dos noches después, Sebastian se vio involucrado en una reyerta en una taberna. Lo encontraron a la mañana siguiente y murió al final de ese mismo día. Cuando la noticia se esparció por la ciudad, el mundo de Sara se desmoronó a su alrededor . Las personas fueron llegando con cuentas y deudas, con historias de préstamos y de las mentiras de Sebastian. El entierro fue un funeral de pobres, pues Sara ni siquiera tenía una dirección a donde informarle al padre de él de su muerte. El orgullo le impedía hacer averiguaciones sobre su familia; dejó que los Barwells y todos los otros interesados creyeran que el pasado que Sebastian había contado no era mas que una mentira.
Al día siguiente del funeral de Sebastian, ella hizo un balance . No había dinero; aquel que lograse obtener con la venta de los austeros bienes que poseían tendría que ser usado para pagar las deudas . Dudaba que le sobrase lo suficiente para pagar el pasaje hasta Londres. Y cuando llegase a Londres, qué haría ? Volvería al salón de costura? Recordaba cuan tristemente inútil era intentar conseguir algo sin dinero, amigos o influencia. Pensar en eso la asustó lo suficiente como para recurrir al único hombre que podría ayudarla.
Se puso su vestido mas bonito, aquel que Sebastian le había comprado en un momento de extravagancia -, dándose cuenta con pena que la capa en mal estado lo tapaba casi completamente. Mientras recorría la distancia hasta la casa de Sir Geoffrey Watson, fue ensayando lo que iba a decir.
Aunque el día todavía estuviese caluroso, el barón se encontraba sentado en frente a la chimenea. Le hizo una seña para que se sentase en un banco bajo en frente de él.
- Me Contaron en la residencia parroquial lo que sucedió con tu padre - dijo él. - Supongo que no te dejó nada de dinero
- Mi padre estaba muy enfermo , Sir Geoffrey. Le era difícil juntar dinero.
El barón se rió .
- No hay nada peor que la bebida para acabar con el dinero! - Después, viendo la expresión de ella, suavizó su tono. - No debes tomarte esto muy a pecho, mi hija. No hay duda que querías mucho a tu padre... y es así como debe ser, pero ahora vas a tener que aprender a ganarte la vida.
- Fue por eso que vine acá , para hablar de eso , sir. - Apretó las manos con fuerza por debajo de la capa. – Le pido que me recomiende a su hermana, Lady Linton, para que me contrate para trabajar en su casa de Londres cuando regrese de la India.
- Cómo es que supiste de la existencia de Lady Linton?
- Cuando vivía en Londres, yo era aprendiz de modista. Asistí una vez a una prueba de ropa de su hermana y después fui a entregarle el vestido a su casa d.
- AH ! Si? Bien, sólo que no sé lo que Lady Linton planea hacer cuando regrese . El marido de ella murió en la India, y ella no me contó sus planes.
Sara lo miró con un aire suplicante.
- Yo le sería muy útil. Coso bien y sé hacer las cuentas de la casa. Podría escribir sus cartas.
- Eres un auténtico modelo de perfección , verdad, jovencita? Bien, Supongo que Lady Linton puede arreglarte algunos quehaceres. Voy a pedirle que te contrate. Pero está previsto que ella llegue de aquí a seis meses o mas. Tienes que volver a la residencia parroquial de allá.
- Como criada? - Su tono de voz fue brusco.
- Pensé que allá hacías los trabajos domésticos.
- Yo no era la criada!
- Bueno , Bueno ! No estás en condiciones para falsos orgullos.
Ella vio que no tenía salida. Consiguió esbozar una sonrisa , aunque su corazón estuviese paralizado. Pero sus ojos verdes lo miraron de frente cuando le hizo un discurso de agradecimiento. él se quedó encantado.
Antes que Sara partiera, le dieron de comer; después, el muchacho de los establos la llevó hasta Rye en un pequeño carruaje. Durante el camino de vuelta, recordó la reputación de la que Lady Linton gozaba antes de haber partido a la India con su marido: una persona generosa, afectuosa e impulsiva. Al conseguir trabajo en casa de ella, Sara iba a encontrar una vida mas fácil y confortable. Podría sacarle mucho partido a la situación si usase su inteligencia.
Pasada una semana, Sara ya se encontraba trabajando en la residencia parroquial. El otoño ya había llegado , y Richard fue llamado al servicio militar. Un poco acobardado por su nueva tarea, se despidió formalmente de ella. Sara pensó tristemente que la única cosa que le quedaba del idilio de una tarde de verano en la playa era el anillo de Sebastian en la mano izquierda de Richard.

SARA ya no tenía acceso al aula ni la biblioteca de la residencia parroquial. Dormía en un ático helado con la cocinera Nell, y otra criada. Apenas la promesa del regreso de Richard para Navidad tornaba soportables aquellas semanas vacías.
Pero Richard, cuando volvió, había cambiado . Sara se dio cuenta que él no sabía como enfrentar el problema del cambio de status de ella, por eso evitaba la cuestión evitándola . Sara lo comprendió y lo perdonó, pues descubrió que ni ella misma sabía cómo resolver esa situación.
Fue en el día de Navidad que la seguridad que sentía en la amistad de él recibió el primer golpe. Al final de la tarde, Nell se levantó de su lugar junto de Sara y de la cocinera, en frente de la chimenea de la cocina, para responder al sonido de la campanita de la sala. Volvió pasados unos minutos.
- El párroco realmente debe haber caído en la buena gracia de Sir Geoffrey pues Miss Alison se casará el día de Navidad - dijo ella.
- Va a haber casamiento en breve, estoy segura - dijo la cocinera. - Miss Alison quiere mucho al amo Richard.
Nell gruñó.
- La muchacha que se case con el amo Richard va a precisar mucho dinero que conseguir sobrevivir... no se lleva mucho con él, a no ser su bello rostro . A pesar de los modales agradables , no es del tipo de hombre que te pueda mantener.
Sara se recostó en la silla, con la esperanza de que la luz débil de las velas no revelase su cara colorada. Necesitaba tiempo y soledad para adaptarse a la idea que Richard podría llegar a casarse con Alison. Se levantó silenciosamente y se dirigió hacia la puerta.
En el corredor, sintió un frío intenso. Subió las escaleras traseras hasta el piso de arriba. Allí estaba el aula , que le estaba prohibida, pero que constituía un refugio seguro, estando la familia con Sir Geoffrey y Alison en la sala de estar. Su necesidad de soledad se había convertido repentinamente desesperante.
La puerta no se encontraba trancada y allí adentro estaba oscuro. Encontró una vela encima del estante de la chimenea y la encendió ; con la luz trémula iluminó la vieja sala, que en nada había cambiado desde los tiempos en que Sebastian daba clases . Las corrientes de aire hacían que la llama de la vela oscilara y que las sombras saltaran . No era difícil imaginar que se encontraba nuevamente sentada en aquel banco y que Sebastian, Richard y William no tardarían en aparecer.
Absorbida en sus pensamientos, no oyó nada hasta que la puerta se abrió. Se volvió con una expresión culposa y se encontró con Richard en el umbral de la puerta.
-Vi la luz- dijo él.

Sara dijo en un tono ligeramente desafiante :
- No deberías estar aquí.
Richard cerró la puerta.
- Es necesario que hables en ese tono conmigo? - preguntó él. - Las cosas cambiaron tanto? No continuamos siendo amigos? - Avanzó hacia ella y le tomó el mentón con los dedos. - Creciste mucho en estos últimos meses, pequeña Sara.
Al sentirse tocada por él, ella quedó perturbada.
- Oh, Richard - dijo ella. – Por qué las cosas tienen que cambiar? Si al menos pudiésemos volver a estar aquí. – Con su gesto indicó los asientos vacíos y la mesa manchada de tinta.
- Eres infeliz? - preguntó él delicadamente.
Cuando vio que ella no sabía qué decir, él le acarició el cabello, apartándolo de su frente , como Sebastian podría haberlo hecho.
- Detesto pensar que eres infeliz.
- Entonces, eso te importa ? - dijo ella con demasiada brusquedad.
- Claro que me importa. Pero Lady Linton no tardará en llegar. Dentro de tres meses, estarás en Londres.
- Calculo que es posible sentir la misma soledad en Londres.
- Lady Linton siempre está recibiendo visitas. No te vas a aburrir ni un sólo minuto. - Su voz era un poco mas que un murmullo. - Y yo est aré suficientemente cerca de Londres como para ir allá. - Sonrió , un súbito retorno al espíritu de camaradería que había reinado en aquella sala.
Ella miró su rostro bello, su cabello negro enrulado y el cuello de la camisa tieso que lo obligaba a tener a cabeza en una posición de ligera arrogancia, lo que de algún modo parecía natural en él , debido a aquellos primeros meses pasados en el Ejército. Ella pensó si su rostro agradable y su sonrisa fácil no le proporcionaban todo lo que él quería demasiado fácilmente. Era el hijo de un párroco de una aldea, sin dinero ni influencia, pero ya había caído en buena gracia con sus oficiales superiores, y Sir Geoffrey Watson era un poderoso aliado para cualquier joven La llama da vela tembló , lanzando sombras sobre el rostro de él. en aquel instante, Sara tuvo una visión de él transformándose en un lacayo servil de los ricos e influyentes.
- Porque estás mirándome así ? preguntó él. - No te agrada saber que te iré a visitar a Londres? Piensa en eso , Sara! Voy a ver todos esos sitios con que soñé sentado en esta sala. - él se inclinó y la besó suavemente en los labios. - Esto es por toda la belleza que me diste. Volvió a besarla.
Era la primera vez que alguien la besaba de aquella manera, y su reacción inmediata la espantó. Se abrazaron , y Sara se dio cuenta que estaba dejando atrás su infancia con aquel beso, estaba cambiando para siempre la relación entre ella y Richard.
Richard apartó finalmente sus labios de los de ella.
- Mi querida - dijo él. - Mi dulce Sara.
El estaba muy pegado a ella, agarrándola firmemente , algo la asustó vagamente. Parecía que se aferraba a ella no con amor ni con sentimiento de posesión, sino como si buscase ayuda y apoyo. Volviendo a la realidad , ella se apartó.
- No, Richard - dijo ella con voz ronca. - Vas a dejarme para casarte con Alison!
El empalideció. Su rostro asumió una expresión de miedo: la expresión de un niño sintiéndose repentinamente inseguro .
- Qué te hace pensar que me casaría con Alison?
- La cocinera y Nell dijeron ... - susurró ella con aire triste. -Pensé que ya habías aceptado.
- Y creíste eso sin haberme preguntado?
Volvió a abrazarla. fue un movimiento suave y confiado , y ella sintió ganas de apoyar su cabeza en el hombro de él y llorar toda la tristeza de los últimos meses.
- Mi querida Sara - dijo él. - Yo sólo pienso en vos . Te juro que nunca sugerí casarme con Alison. No me casaré con nadie a no ser con vos.
Ella se puso tensa en los brazos de él.
- No puedes casarte conmigo... soy una criada!
- Eres la hija del hombre que fue mi mejor amigo. No quieres casarte conmigo?
- Claro que quiero. - Los dedos de ella lo agarraron con fuerza.
- Te Quiero para mí. Cuando sea ascendido, podré casarme contigo. Me Esperarás?
Ella se sintió invadida por una gran alegría.
- Si, te esperaré - dijo . El futuro era incierto, pero se abría allí delante de ellos. Iban a hacer de él lo que pudiesen ; juntos.
El le murmuraba al oído:
- Vas a pensar en una manera de lograrlo , verdad ? Eres mas experta que yo en esas cosas.
Ella lo escuchó, perpleja: él parecía estar implorándole que ella fuese fuerte por ambos. él era demasiado débil como para luchar contra los obstáculos; de cierto modo, era exactamente como Sebastian. Pero Sara respondió firmemente:
- Voy a descubrir una manera de que estemos juntos.
Impulsivamente, él se sacó el anillo que Sebastian le había dado y tomó la mano de ella, colocándolo en uno de los dedos.
- Quédate con él. Cuando nos veamos en Londres, te lo pediré.
La mirada de él era tierna y posesiva. Sara asintió lentamente y él la besó : un beso muy suave que ella apenas sintió . Richard se fue casi con la misma rapidez que el beso.
Ella no volvió a hablar a solas con Richard hasta que él partió, pero siempre intercambiaban una sonrisa secreta cuando se cruzaban momentáneamente. El hecho de estar en posesión del anillo la hacía sentirse segura de él. Los chismes de la cocina sobre las visitas diarias de él a la casa de Alison casi no la perturbaban.