miércoles, 7 de mayo de 2008

PUREZA ROBADA - CAPITULO 1

CAPITULO 1

Mayo de 841 D.C.
Feudo de Emory, Torre de Blackstone.

— Creo que debemos navegar hasta la tierra de los vikingos y recuperar aquello que ellos nos robaron . — Benjamin de Emory, primo del Lord del feudo, finalizó sus palabras arrojando una gran cantidad de argamasa todavía húmeda en el molde de madera colocado a los pies del duque de Emory.
Lord Roderick enderezó su cuerpo a su estatura completa . Los inteligentes ojos azules recorrieron la línea de hombres que trabajaban debajo del sol ardiente en los varios niveles del andamiaje. Finalmente, la mirada agudizado se detuvo en el rostro todavía imberbe y acalorado de Benjamin.
Todos los demás interrumpieron las tareas para oír la respuesta que el duque iba a darle a su único pariente todavía vivo.
— Oh, si — dijo Roderick, en tono desdeñoso.
Como siempre, el hecho de que su primo fuese incapaz de ver la realidad cada vez que el asunto era abordado lo dejaba enfurecido. Así , con voz fuerte , que reverberaba por la muralla de piedra en construcción, respondió para que todos los hombres pudiesen oír:
— Les digo que el mejor ataque es a defensa. Vamos a a transformara Blackstone en una fortaleza inexpugnable ! Dejen de lamentarse por lo que no tenemos . O lo que fue perdido, lo perdido , perdido está. Vamos a reconstruir todo, a recomenzar. Y, ante Dios, juro que ningún vikingo pondrá los pies en Emory otra vez!
Roderick habló en un tono tan cargado de autoridad que, por un buen tiempo, nadie se atrevió a decir cosa alguna. Todo lo que se oía era el ruido de las herramientas del pedrero y los gruñidos de los hombres esforzándose por colocar en su lugar los grandes bloques de granito de un cuarto de tonelada. Dando la espalda al joven Benjamin, el duque hizo una señal para que su propia equipo volviera al trabajo.
Otro bloque de granito necesitaba ser retirado de la carreta y ser llevado hasta la muralla en construcción. Sir Michael de Lozere, el mejor amigo de Roderick, se curvó para ayudarlo a agarrar la piedra. Sir Deitert, el anciano caballero alemán , se inclinó también para ayudar, sosteniendo la pesada piedra por la parte de abajo . En un esfuerzo conjunto, los tres hombres la retiraron de la rústica carreta.
Roderick afirmó su cuerpo fuerte, soportando la mayor parte del peso, mientras los otros dos, menores de lo que él colocaba del otro lado de la inmensa roca en el espacio a ella destinado. Constituían un equipo experto, ya adaptado a aquel tipo de trabajo, después de tantas semanas. Pero el hecho de que supieran qué hacer, no tornaba mas fácil la tarea de encajar millares de bloques de granito para formar la muralla proyectada por Roderick, que protegería de ataques enemigos al castillo de Blackstone.
Cada músculo del cuerpo atlético del duque se hallaba tenso y dolorido. Los cabellos rubios, mojados de sudor, le caían en mechas ondeadas sobre los hombros bronceados marcados por algunas cicatrices. La Mitad de ellas estaban blancas ya, resultado de heridas recibidos en el campo de batalla, y había muchas ya curadas. De esas, Roderick se enorgullecía. Las mas recientes enrojecidas e hinchadas debido al esfuerzo físico, lo avergonzaban. Marcas de latigazos eran un testimonio de debilidad, y el duque de Emory jamas se había considerado un hombre débil .
— Muévanse, miserables! — rezongó. El sudor corría por sus manos resbaladizas, cosa que no sucedía en combate, porque estaban protegidas por guantes. — Vamos, hombres! Levanten conmigo! Eso es, empujen! Ahora!
Con profundos gemidos y en virtud de pura fuerza bruta, los tres caballeros consiguieron, finalmente , encajar la piedra en su lugar.
Jadeante, Roderick secó el sudor de la frente con o brazo. Michael de Lozere, moreno y de cabellos negros, en contraste con los rubios del duque , y sir Deitert, casi calvo, se sentaron pesadamente a la sombra, El sudor se les escurría abundante por las espaldas desnudas. Con un gesto cansado, Michael levantó la mano , apuntando en silencio a algo detrás de Roderick.
Girando sobre sí mismo, el duque avistó a Benjamin, su joven e impetuoso primo, que parecía poco conforme . Armándose de paciencia, Roderick preguntó :

— Qué pasa ahora, Benjamin?
Con una mirada desafiante , Benjamin comenzó a hablar, sus palabras contribuyendo a apretar todavía mas las garras de hierro que atormentaban el sufrido corazón de Roderick.
— En verdad , temible primo , sólo quiero que sepas que la persona que mas extraño es tu señora madre , mi muy querida tía.
Un gemido estrangulado escapó de la garganta contraida del duque , la aceptación de la grave pérdida que había sufrido todavía era algo que estaba lejos de haber superado.
Aun así , se mantuvo firme, rehusándose a mostrar debilidad. su propia fuerza de voluntad mostraría al muchacho que un hombre de verdad no se dejaba abatir por
el dolor.
— Vuelve al trabajo, Benjamin.
A los dieciséis años , Benjamin ya presentaba las bellas facciones con las cuales los hombres de la familia Emory eran dotados al nacer. Ben tenía la estatura, pero no el ancho de hombros o la abundancia de músculos que Roderick había adquirido en sus veintiséis años de vida. Por un breve instante, los ojos grises de bien encararon los azules de Roderick con igual firmeza. Entonces la supremacía del duque se impuso e, aceptando la orden , el muchacho descendió la rampa para buscar mas argamasa.
Superando el dolor Roderick estalló en una serie de órdenes , llevando a a los siervos y vasallos a un frenesí de actividad . Su objetivo era muy claro: restaurar la villa, volver a sembrar los campos, edificar sólidas murallas de granito negro, con piedras extraídas de las canteras de Blackstone.
La bella casa señorial de madera que había sido su hogar desde la infancia, jamas sería restaurada. él vivía ahora en la antigua torre de vigía, con las paredes ennegrecidas por el fuego usado por los invasores, pero que todavía permanecía de pie, orgullosa. La torre era inexpugnable. Si los nórdicos se atraviesen a volver, el duque los rechazaría sin piedad .
El deseo de estar con una mujer para aliviar la soledad y el sufrimiento, estaba llevando a los sajones a la desesperación . Pero ningún hombre jamas había muerto por no satisfacer sus necesidades sexuales, y Roderick no veía motivo para lamentarse por lo que ya no poseían .
Los vikingos habían sido implacables. Ellos sólo habían dejado mujeres muertas, agonizantes, o muy heridas, o demasiado viejas para ser de alguna utilidad .
Roderick entendía muy bien los sentimientos del joven Benjamin.
La vida en ese feudo sajón sería sombría y árido sin mujeres para confortarlos y relajar el peso del trabajo arduo. Se hallaban separados por bosques salvajes del resto de Sajonia. De ese modo, se encontraban aislados del a riqueza do imperio y del contacto con los habitantes de los otros feudos que lo constituían.

Apoyando las manos sobre la piedra delante suyo , Roderick recorrió con la mirada las cabañas incendiadas de la villa mas abajo y los muros destruidos, que eran todo lo que había quedado de su bella y antes rica propiedad . En la aldea, los sesenta y ocho aldeanos solitarios, todos de sexo masculino, trabajaban juntos, amontonando pilas de madera recién cortada, todavía demasiado verde como para ser transformada en vigas y planchas para la reparación de las casas.
Levantando la mirada hacia el cielo azul , sin nubes, el joven duque preguntó en silencio a a Dios qué podría hacer para saciar el hambre , los dolores y el sufrimiento de sus seis pajes, siete religiosos, veinte escuderos, treinta caballeros y casi setenta aldeanos.
Desde el más anciano de los hombres hasta el muchacho mas joven , el reclamo era el mismo, expresado con mas frecuencia de lo que él desearía oír:
— mi Lord , somos sajones, y no monjes. Necesitamos de mujeres! — Esa venía siendo la protesta constante desde su retorno al hogar: una chamuscada torre, en un día domingo de Pascua, después de cuatro largos años de servicio como caballero de Lotario, emperador del Sacro Imperio Romano-Alemán , del que a Sajonia formaba parte.

Cuatro meses después , el día primero de agosto, Roderick fue obligado a reconocer que venía sintiendo el mismo deseo sexual del que cada uno de los hombres del feudo se vivía quejando. Además de eso , las condiciones de vida eran horribles. La torre, inmunda, olía mal. La única comodidad que todavía podían disfrutar con abundancia era la cerveza.
Los nervios se hallaban a flor de piel. Las peleas irrumpían con frecuencia cada vez mayor. En estado de constante embriaguez, los hombres relajaban el deber y el trabajo, Voces airadas, pidiendo compañía femenina, se hacían oír por todos los rincones .
Hasta los fieles caballeros estaban tornándose agresivos y peleadores, después de tantos meses de forzada abstinencia. Y ni siquiera había una prostituta en la reconstruida taberna de la aldea para servirlos .
El duque de Emory necesitaba tomar medidas urgentes para atender el bienestar de su gente.
El duque de Emory necesitaba salir a cazar mujeres para sus hombres.