jueves, 29 de mayo de 2008

CONVICTA - CAPITULO 3

Capítulo 3

CUANDO Andrew Maclay apareció en el alojamiento de las mujeres y la llamó, Sara se dio cuenta pronto lo que iba a suceder. Después del funeral de la criada de la Señora Ryder aquella mañana, las prisioneras habían estado especulando quien de entre ellas sería la elegida para ocupar su puesto. Sabían, a través de los chismes del barco, que la Señora Ryder se encontraba frecuentemente enferma.
Había tenido poca suerte, concluyó Sara, porque el oficial justo había llegado en el peor momento, pues debía haberle parecido que ella era ordinaria y grosera con su ropa sucia de comida. Miró de reojo al rostro de Maclay mientras se dirigían a los camarotes de cubierta. Si le iban a dar la oportunidad de ser la criada de la Señora Ryder, no iba a estropearla por falta de humildad o de decoro. Enrolló furtivamente algunas puntas sueltas de su cabello y miró apesadumbradamente su vestido inmundo, esperando que la Señora Ryder disculpase su apariencia.
Andrew Maclay se detuvo junto a uno de los camarotes y golpeó rápidamente la puerta.
- Espera aquí – le dijo a Sara.

Se oyó la voz de la Señora Ryder invitándolo entrar. Estaba acostada en la litera y sonrió al ver a Andrew. No debía tener mucho mas que treinta y cinco años y todavía era muy bonita - Una mujer débil y morena, con un vestido de seda amarillo, pero con un aire enfermizo . Los ojos de Andrew brillaron al verla; Julia Ryder emanaba una dulzura que le agradaba bastante.
- Buenas tardes, mi lady - saludó él, inclinando la cabeza en una cortesía . - Su marido habló con el comandante durante la cena sobre su necesidad de otra criada. Le traje a la condenada Sara Dane.
- Pero qué bien!, Señor Maclay. En verdad , no tenía esperanzas de que ella estuviese a bordo con nosotros .
El puso una expresión de ligera confusión.
- Tal vez Ella no sea tan buena como esperaba, mi lady . Después de todo ella has estado presa hace algún tiempo.
- Ah, si, pero por lo menos tiene práctica en los servicios domésticos. Sé que se puede esperar de Sara Dane: debe ser analfabeta y ordinaria y tal vez inmoral; pero yo necesito desesperadamente de
alguien que me ayude a cuidar de Ellen y Charles. Por favor, hágala entrar, Señor Maclay.
Andrew abrió la puerta e hizo una seña a la prisionera para que entrara. vio el rostro de la Señora Ryder contraerse con consternación y se dio cuenta que era la primera vez que ella veía a una de esas criaturas
de cerca .
- Eres Sara Dane? – preguntó la Señora Ryder finalmente.
La otra hizo una reverencia, pero no respondió.
- La Señora Templeton, que vive en Rye, me escribió diciéndome que probablemente estarías a bordo y que eras experta en servicios domésticos. Alguna vez cuidaste niños?
- No, mi lady .
La Señora Ryder puso una expresión de duda. - Sabes coser?
- Si, mi lady .
- Calculo que no sabes leer ni escribir?
La pregunta pareció alcanzar el orgullo de Sara Dane, quien enderezó los hombros y respondió bruscamente:
- Claro que sé.
- AH! , Si? - la mirada de la Señora Ryder se enfrió repentinamente.
Andrew se puso un poco receloso, dándose cuenta que estaban frente a frente dos personalidades fuertes. Sara Dane ya no se mostraba intimidada: sus ojos le brillaban, y la boca emanaba un aire determinado.
- Estoy interesada en vos - dijo la mujer mayor. - Y qué mas sabes hacer?
La otra, aparentemente nada temerosa, respondió:
- Hablo y escribo en francés y sé latín. Y un poco de italiano También . Y sé matemática.
La expresión de Julia Ryder se alteró prontamente. "Mas de lo que esperaba!", pensó Andrew, consciente de la creciente admiración por la inteligencia de Sara: Ella estaba queriendo mostrar que los Ryders habían encontrado un verdadero tesoro donde no esperaban.
La Señora Ryder volvió a hablar.
- Cuantos años tienes, Dane?
- Dieciocho, mi lady .
- Y por qué fuiste condenada?
La figura harapienta se estremeció, mirando rápidamente a la mujer recostada en la litera frente al joven oficial delante suyo . Fue un gesto elocuente, dando a Andrew la idea de cuan incómoda se sentía . Después, apartó la mirada .
- Fui condenada por robo - dijo ella.
Andrew alzó las cejas y se dirigió súbitamente a la Señora Ryder:
- Mi lady , si esta mujer le sirve, el comandante Marshall me dio instrucciones en el sentido que no será necesario que ella regrese al alojamiento de los prisioneros.
Ella le sonrió con calma .
- Creo que Sara me servirá muy bien .

Unos días Después, Andrew tomó el libro de registros y se sentó en la mesa de la sala de oficiales, metiendo la pluma en el tintero. Pensaba en la muchacha que acababa de ver en la cubierta con los hijos de los Ryders, en su cabello rubio recién lavado brillando a la luz del Sol, en los ojos mas verdes que azules. Debía haber hecho el papel de idiota , allí embobado mirándola . La criada usaba un vestido de algodón azul prestado y un chal rojo vivo. La transformación era increíble, y al leer la expresión de su rostro, Ella había sonreído . El estaba un poco atónito con la impresión que ella le había causado.
Sumergió la pluma en la tinta e intentó concentrarse , pero sus pensamientos no estaban en el registro que escribía .

DESDE el primer día en que Sara había estado con los hijos de los Ryders parecía haber estado allí siempre. Andrew la observó cuidadosamente durante el largo viaje hasta Ciudad do Cabo y se vio forzado a admirar la manera como ella había logrado pasar de condenada a criada de confianza. Se sentaba día tras día en la cubierta con los libros de estudio de los niños abiertos en su falda, sin desviar sus ojos de ellos por mas de un segundo. Pero si uno de los oficiales se paraba junto al grupo para hablar con Ellen y con Charles, Sara también se mostraba dispuesta a conversar, aunque esperaba que se dirigieran a ella en primero. Poseía encanto y belleza, y, pasado poco tiempo, aquellos hombres, apartados de la convivencia con mujeres, se olvidaron que ella había venido del alojamiento de los prisioneros.
Se vio definitivamente reconocida cuando el comandante se detuvo una mañana junto al grupo para preguntar como iban progresando las lecciones y ella respondió sin demasiada humildad ." Qué muchacha hábil ", pensó Andrew. él sabía que el comandante no tardaría en adquirir el hábito diario de pararse para oí las lecciones, elogiar los esfuerzos de los niños y ver a Sara ejecutando hábilmente el bordado que la Señora Ryder le había dado para hacer. Para Andrew, lo mas espantoso de todo era la alegría de Sara. Hacía que Ellen e Charles estuviesen siempre riéndose , y era obvio que ellos la adoraban por eso; era incansable para mantenerlos ocupados durante los días que monótonamente se sucedían.
SARA ayudaba a Julia Ryder a arreglarse para ir a la cama en el minúsculo camarote, que olía a cuerpos calientes y a ropa perfumada. El vestido de seda azul pálido que Julia se había puesto aquella noche se encontraba extendido en la litera, y Sara lo tomó . El susurro de la seda le hizo recordar los días de Londres y de los chismes divertidos del salón de la modista.
Julia estaba sentada en frente al pequeño tocador bajo con una lampara oscilante, con una bata y la camisa de noche de encaje. Sara ocupó su lugar habitual detrás de Julia, peinando cuidadosamente con un cepillo el cabello oscuro. La atención de Sara se desvió hacia el tocador. El peine de plata que hacía juego con el cepillo que tenía en la mano había sido dejado allí descuidadamente, y sobre un pañuelo de encaje se encontraba un frasco de perfume de cristal.
- Te gustan las cosas bonitas, verdad ? - preguntó Julia con calma .
Las miradas de ambas se cruzaron en el espejo. Instantes después, Sara respondió:
- No debería admitir que me gusta mucho encontrarme rodeada de estas cosas.
- Por qué no?
- Porque fui deportada por robo.
En el espejo, Sara vio el rostro de Julia asumir una expresión casi de severidad , y ella afirmó bruscamente:
- Sara, sólo te hice una pregunta sobre como habías venido a parar a este barco. No tengo intención de profundizar el asunto, pero si quieres contarme, estoy dispuesta a oír.
Sara nunca había sentido por ninguna mujer el respeto que Julia le había inspirado a lo largo das semanas que habían pasado juntas. Decidió que iba a arriesgarse a poner a prueba la opinión que había formado de Julia Ryder. No intentó responder la pregunta. En vez de eso, levantó la cabeza y miró nuevamente al espejo.
- Está satisfecha conmigo, mi lady ?
- Si, estoy muy satisfecha. En verdad , sólo oigo que toda la gente te hace elogios. Pero , por qué ...?
Por qué ? Para que cada vez que observo sus cosas, no tenga que pensar si estoy o no pensando en robarlas.
Julia se dio vuelta en el banco de modo de encarar a Sara.
- Vamos ser francas una con la otra, Sara - dijo ella. - Eres ambiciosa y orgullosa, pero También tienes sentido común . No se me pasa por la cabeza que seas capaz de desperdiciar una oportunidad haciendo alguna tontería. Vamos hacia un sitio nuevo - continuó ella. - La vida allá será difícil y desconocida. Te pido que no olvides que, cuando lleguemos a Nueva Gales del Sur , vas a precisar tanto de mi ayuda como yo de la tuya. - Se detuvo , golpeando el borde de la mesa con sus uñas. - Mientras estés con nosotros , estoy dispuesta a olvidar que alguna vez fuiste condenada. Pero si quieres que yo confíe en vos, tienes que dejar de desconfiar de mí.
Sara se quedó desconcertada porque la otra mujer había entendido sus intenciones tan claramente, pero esa sensación fue prontamente substituida por la satisfacción , porque aquello representaba la seguridad de su futuro. Bajó los ojos y preguntó :
- Creo que nos entendemos una a la otra, no es verdad , mi lady ?
- Creo que si, Sara - dijo Julia.

Las Horas muertas del cuarto intermedio lo habían entorpecido de cansancio. Entonces, poco después de haber sonado las ocho campanadas, él se preparó para descender. La noche estaba perfecta y oscura. El Georgette seguía firmemente su ruta en el mar calmo.
Las dos lamparas de la popa iluminaban tenuemente la cubierta . Al descender las escaleras, Andrew distinguió en la oscuridad la silueta de un hombre recostado contra la baranda.
- Eres vos, Brooks?
- Soy yo . Vine acá arriba a respirar aire puro. - El tono de voz del médico denotaba cansancio. - hubo un parto... de una condenada. Estuve con ella toda la noche .
- Y ella está bien? - preguntó Andrew.
- La madre lo está, pero la criatura nació muerta. - Brooks hizo una pausa. - Te has mostrado muy interesado en los condenados últimamente, Maclay.
- Qué quieres decir con eso?
- Tal vez no sea asunto mío , pero no gusta nada verte metido en problemas. - Después, viendo que Andrew se había quedado tenso, Brooks prosiguió , pisando cuidadosamente el terreno: - Esa muchacha, la tal Sara Dane... Oye, hombre, sabes como los rumores se esparcen en un barco! No le sacas los ojos de encima.
- Yo la amo - respondió Andrew bruscamente.
Brooks se quedó perplejo.
- No sabes casi nada de ella.
- Sé que es bella y que posee encanto e inteligencia!
- Belleza, si - respondió Brooks, reflexionando. - Oh, encanto e inteligencia también . Pero , por Dios, Maclay, no se puede amar a una condenada sólo porque tiene un rostro bonito!
- Pero es así , yo la amo - dijo Andrew rápidamente. - No me la puedo sacar de la cabeza. Con sólo pensar en ella me atormento.
- Ya se lo dijiste ?
- En verdad ... todavía no. - Continuó melancólicamente: - Tu sabes como es ella . Nunca consigo encontrar una oportunidad para decírselo . Ella tiene una sonrisa y una carcajada para cada uno de nosotros, y no va mas lejos que eso.
- El caso me parece complicado, Maclay - dijo Brooks. – El comandante no permitirá el concubinato...
- Concubinato? Quiero casarme con ella!
- No seas loco, hombre. ya te olvidaste de que van a tener que separarse cuando lleguemos a Port Jackson?
- Tengo mis planes - respondió Andrew con calma
- Planes? Ella es una condenada! Y vos no sabes nada acerca de ella.
- Eso es verdad - dijo Andrew. – Pero voy a descubrir lo que haya que descubrir. Estoy hablando muy en serio, Brooks.
Brooks suspiró.
- Bien, sólo espero que no vayas a sufrir una desilusión.

ANDREW quedó frente a frente con Sara la noche siguiente, cuando Ella iba a descender las escaleras viniendo de los camarotes. Se apresuró a subir algunos escalones para impedirle continuar. Ella quedó sorprendida con su abordaje directo y lo miró con curiosidad.
- Quiero hablar contigo - dijo Andrew. - Ven conmigo.
Cuando él la empujó hacia las sombras del barco y le pidió que le contase mas detalles sobre de su condena por robo, Sara, que ya se esperaba eso respondió con un esbozo de carcajada :
-Oh, me escapé de una residencia parroquial y tuve la desgracia de olvidarme de devolver las tres guineas de mi patrón, y él declaró que no me pertenecían.
- No bromees conmigo ! Esa no es toda la historia!
- Entonces, aquí va... toda la historia - exclamó ella. Y le contó su vida, sin omitir el pasado dudoso de su madre ni de la familia de Sebastian. Él la oyó hablar de Sir Geoffrey Watson y de Lady Linton. La única cosa que no fue capaz de mencionar fue su amor por Richard Barwell. Cuando llegó a altura de partir hacia la casa de Lady Linton - ella dijo Ella –“ resolví que estaba harta de vivir con una familia para la cual nunca dejaría de ser la hija de un borracho que vivía de pequeños préstamos. Mi único error fue haberme llevado conmigo el dinero de Sir Joffrey.



Cuando Ella terminó, él le apretó los hombros con fuerza y soltó una carcajada estridente que hizo eco en la cubierta.
- Sos tontita. Pensar que perdí noches de sueño por habías dicho que eras una ladrona. Vos apenas pediste un préstamo, Sara, como tu padre hacía. Son las mejores noticias que jamas tuve en mi vida.
Y sin decir mas nada, inclinó la cabeza y la besó en la boca.
- No te olvides de este hasta que venga el próximo. - Después, avanzó con pasos largos hacia las escaleras, silbando bajito.
Ella cerró los ojos y vio nuevamente su rostro, tan entusiasmado como el de un muchacho. Pero, qué ganaba Andrew Maclay estando enamorado de ella? Cómo podría acabar una relación destinada a una despedida en Port Jackson? Esa idea la atormentó. Allí había un hombre que podría hacerla olvidar de Richard Barwell. Andrew poseía el tipo de autoridad que fácilmente despertaba amor y ternura . Ante la realidad de él , la imagen de Richard desaparecería. Ella reconoció, desesperada, que sería muy fácil enamorarse ahora.
Pero el Georgette llegaría inevitablemente a Port Jackson , sólo una loca se enamoraría con un futuro con semejante perspectiva. Concluyó que lo mejor era olvidar Andrew Maclay antes que él la amargase como Richard Barwell había hecho .

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