domingo, 4 de mayo de 2008

MARAVILLOSA - CAPITULO 38


Capítulo 38


Estaba oscuro como en el borde las Montañas Negras, donde Merrick había establecido el campamento. Todo había sido para nada. Aparte de unos pocos búsquedas y rastrillajes sin sentido, no habían encontrado señales de los rebeldes.
Habían patrullado hacia el norte tan lejos como Wye. Y mañana se moverían al sur , de vuelta a Camrose.
Merrick supervisó a los hombres de guardia , luego fue hacia su tienda .
Tobin estaba dormido en un catre, la pesada cota de malla de Merrick colocada sobre él como una manta.
Merrick se quedó de pie allí, se quitó su capa y la camisa de lino, luego se sentó en su catre y tiró de sus botas. Se inclinó y apagó con un soplo la única vela y se acostó, con sus manos detrás de su cabeza mirando la nada .
Cuando cerró sus ojos, vio a su esposa, llorando y rogándole.
Yo Nunca ruego.
Él recordaba esas palabras jactanciosas y llenas de orgullo dichas por ella. La forma en que ella levantaba su mentón como diciendo ‘ no te tengo miedo’.
Él odiaba que ella le hubiera rogado, y que él tuviera la hubiera empujado hasta ese extremo . Se sentía justificado, pero quizás había sido muy dudo con ella respecto a lo de la cerveza.
Él sabía por qué. Había estado tan frenético por regresar con ella, como un muchacho adolescente movido por los primeros impulsos de su lujuria. Estaba furioso consigo mismo por eso, por esa necesidad que lo urgía a buscarla y la forma que lo hacía actuar. Él la había encontrado en falta y la había culpado, porque estaba tan preocupado por su seguridad.
Él actuaba como un tonto a veces. Un tonto que amaba a su esposa.

Clio se movió tan furtivamente como pudo. Gatear a lo largo de las almenas del lado del este, cuidadoso para mantenerse en silencio y no ser atrapada.

Todo los hombres de Merrick, incluso los criados y los obreros . Cada hombre, mujer, y niño en Camrose estaban atados con cadenas y habían sido encerrados dentro de la capilla, incluso los heridos.
Ella los había visto moviendo a Sir Isambard; había necesitado todo su control para no gritar, asustada por la forma ruda en que lo habían tratado .
Los galeses se movían como hormigas por todo el castillo, buscándola, descubriendo a otros en el proceso , gritando y corriendo en una búsqueda frenética. No sabían que ella podía entender sus palabras.
El líder era David Ap Gruffydd, un hombre que había hecho acuerdos con el Rey Edward, pero recientemente había repudiado ese juramento y había jurado lealtad a su hermano, Llewelyn Ap Gruffydd, el nieto del Gran Llewelyn.

Los galeses tenían planes para volver a capturar las fortalezas en ciertos puntos cruciales de las fronteras. Ap Gruffydd le dijo a sus hombre que él la quería viva. Como la esposa de Merrick y la condesa, ella pasaría a ser una rehén y de ese modo le tenderían otra trampa al León Rojo y sus tropas.

Como un mal augurio, los escalofríos bajaron por su columna vertebral cuando ella oyó la proclama galesa del líder, en ella afirmaba en nombre de todo Gales que nunca renunciaría a ese castillo, aun bajo estado de asedio.

Ahora, cuando estaba agachada y escondida contra los pretiles de piedra, se atrevió a ponerse de pie y a observar el panorama a la distancia. Podía ver los campos oscuros alrededor de Camrose y pidió al cielo que Merrick estuviera seguro. Rezó para poder permanecer escondida el tiempo suficiente como para hacerle señales a su marido o para poder moverse furtivamente hacia los guardias de la entrada y abrir el portón para Merrick.
Él era su mundo, su vida, y tenía que demostrarle que lo amaba. Tenía que reconquistar su confianza. Haría lo que fuera para que su amado y sus hombres no cayeran en una nueva trampa galesa.
Si se quedaba allí, agazapada hasta que regresaran, entonces podría hacerles señales, luego abrir los portones antes que los galeses la pudieran atrapar.

Camrose verdaderamente era tan fuerte y estaba tan protegida como Merrick había querido. Él nunca entraría sin ayuda desde el interior. Él era un hombre que pelearía hasta la muerte antes de permitir que los galeses lo derrotasen.

Cuando el viento aumentó y trajo algunas nubes de lluvia, ella se escondió mientras las gotas comenzaban a caer, sabiendo que no tenía otra alternativa, pues ella era la única oportunidad para que Merrick saliera triunfante.

Llovió toda la noche y todavía lloviznaba cuando el campamento de Merrick se alistaba para partir. El sol solamente comenzaba a asomarse por las colinas brumosas cuando oyó el grito de un guardia .

Merrick salió de su tienda con la espada en la mano . Un caballo cabalgaba con ritmo sostenido hacia el campamento, y un pequeños muchacho empapado se aferraba del cuello del caballo. Alguien agarró las riendas sueltas y detuvo el animal.
Merrick atrapó a Thud justo cuando caía, mojado y oliendo a letrina.
El muchacho luchó por respirar y parpadeó , contemplándole como si no pudiera ver. ¿"Lord Merrick "?
" Sí. Soy yo, muchacho. ¿Qué pasa"?
"Los galeses han tomado a Camrose""
Merrick maldijo. ¿" Lady Clio ? ¿Está a salvo ella "?
" No lo sé. Tienen a todos , creo. Yo me Escapé, luego robé un caballo y cabalgué hasta aquí ""
" Alguien atienda al muchacho. Y levanten el campamento. ¡ Debemos partir "! Merrick miró hacia el sudoeste, en dirección a Camrose. Clio. Se quedó de pie allí, su cabeza dando mil vueltas y sus puños estremeciéndose. Tomó una respiración profunda, luego dio un grito fuerte, como un lobo enojado que se ve atrapado en una trampa.
Con ambos sus manos clavó su espada en el suelo enlodado, luego se arrodilló allí, con su cabeza inclinado. Se juró por su vida que la salvaría.

Clio se movió tan silenciosamente como pudo. Ella estaba junta a la capilla y las escaleras espiraladas que llevaban al cuarto del capellán, donde el Hermano Dismas tenía su lugar. Había estado todo muy quieto allí, y aparte del guardia que custodiaba las puertas de la capilla, no había visto a nadie mas.
DE repente, oyó el grito. Detrás de ella.
¡"Allí está ella "! Clio se dio vuelta . Tres galeses vinieron volando hacia ella. Clio giró y corrió. Pero se resbaló y repentinamente cayó.

Su cabeza se estrelló contra la piedra dura. El dolor la atravesó como un relámpago y ella cayó mas abajo , abajo y abajo ...
Oyó un grito. Muy aterrador.
Dios santo en cielo, sonó como un grito de ella.
Y ese fue su último pensamiento.