jueves, 3 de julio de 2008

HECHO CONSUMADO - PROLOGO

Prologo
Leicestershire, Inglaterra, Mayo de 1395.


Emma observó con disimulo a sus compañeros de la antecámara. Algunos se paseaban inquietamente, otros estaban sentados rígidamente y silenciosamente, pero todos ellos parecían tensos y alertas mientras esperaban la audiencia fijada con el rey.
Mirando hacia abajo, ella notó que estaba retorciendo el pañuelo que sostenía, y rápidamente alivió su asimiento y arrugó el pedazo de tela en su mano para esconder esa señal de nerviosismo.
Había tenido que pedir, rogar y suplicar para conseguir que su primo, Rolfe, concertara esta reunión con Ricardo II. No era habitual que se concedieran audiencias a las mujeres. La opinión popular era que cualquier problema que ellas quisieran exponer sería de poca relevancia y por consiguiente era mejor que fuese resuelto por su propio marido o su padre. Pero Rolfe era uno de los duques favoritos de Ricardo. Él había crecido con Emma, la quería como a una hermana, y tenía debilidad por ella y le permitía salirse con la suya siempre que fuese posible. A pesar de su negativa a explicarle cuál era el motivo de la audiencia, Rolfe había concordado en pedirla para ella, y -desgraciadamente- el rey había estado de humor para complacerlo.
Ocultando el arrugado pañuelo en su manga, Emma colocó sus manos sobre su regazo y intentó no estar nerviosa. Una tarea difícil. Ahora que ella había conseguido lo que tanto trabajo le había costado, había empezando a arrepentirse del impulsivo plan que había trazado. Desgraciadamente, no se había detenido a considerarlo completamente antes lanzarse a conseguirlo con su habitual terquedad . Lo había concebido y había ido por él sin pensarlo demasiado. Ése era uno de sus mayores defectos. Era demasiado impulsiva y terca a la hora de abordar los problemas de su vida. Incluso ella podía darse cuenta de eso. Ese defecto podría llevarla al Infierno algún día. Por lo menos eso era lo que el Padre Gumpter constantemente le decía.
- Lady Eberhart.
Emma se sobresaltó y después empalideció al oír su nombre. ¡Había llegado el momento de su audiencia con el rey! ¡Oh, dulce Jesús ! Esto era un error.
- ¿Mi lady? - Cuando el mayordomo levantó una ceja ante su vacilación, Emma maldijo su súbita cobardía silenciosamente y rápidamente puso en movimiento sus pies. Bien hecho o no, ella estaba aquí. Por pedido propio. No tenía otra opción que llevar a cabo sus planes y esperar que todo saliese bien.
Enderezando sus hombros, se acercó al mayordomo, y lo siguió cuando él giró sobre sus talones y la llevó a través de la puerta por la que habían estado entrando y saliendo gente durante la última hora. Bien, la mayoría de ellos había caminado entrando y saliendo, pensó ella ahora. Había habido un pobre hombre desafortunado. Emma no estaba segura de lo que él había dicho, pero al parecer le había desagradado al rey. Por lo menos ésa era la conclusión a la que ella había llegado cuando los guardias habían sacado al aterrado hombre cogido por los talones y lo habían arrastrado llevándoselo lejos. Probablemente a la Torre, pensó nerviosamente mientras entraba en la sala de la audiencia, frente a la silla donde el rey estaba sentado.
Una especie de clérigo estaba de pie a la derecha del rey, mientras Arzobispo Arundel, Lord Canciller desde que el Obispo Wykeham se había retirado, permanecía de pie a su izquierda. Emma intentó apartar los pensamientos desagradables que atravesaron su mente en ver al prelado. No le gustaba el nuevo canciller. Él parecía demasiado arrogante y malévolo. Su opinión no fue cambiada al ver la expresión en su cara cuando él observaba su presencia ahora. Parecía que él no necesitaba oír su queja antes de decidir que suponía una pérdida de tiempo para el rey.
Emma pensaba en eso cuando de repente se dio cuenta que posiblemente eso era verdad. ¡Por Dios! Todo eso era un error.
- Lady Emmalene, Su Majestad.
Agradeciendo la distracción, Emma se volvió para mirar la reverencia del mayordomo después de que él la anunció, entonces inmediatamente deseó no haberlo hecho. Esa era su primera visita a la corte. Ignoraba los modales apropiados para ese caso, por lo que ella había estado siguiendo el ejemplo de aquéllos que se encontraban a su alrededor . Sin embargo, el mayordomo estaba retirándose hacia atrás sin levantarse, llevándola a creer que se esperaría que ella se retirase de esa misma manera cuando abandonase la sala. Si ése fuera el caso, ella mucho se temía que haría un papelón horrible. Caminar hacia atrás estando medio inclinado hacia delante..
- ¿Lady Emmalene?
Sobresaltándose, ella se volvió abruptamente hacia los tres hombres y se inclinó haciendo una reverencia y se quedó así hasta que el rey le dio permiso para erguirse.
- ¿Es usted la prima de Rolfe?- la voz del rey era curiosa mientras la examinaba.
- Si ... sí, Su Majestad.- Emma se movió nerviosamente y tragó el nudo de temor que se había formado en su garganta. Consideró desechar su plan y excusarse simplemente, pero temió que tal conducta podría llevarla a encontrase siendo arrastrada por los talones como aquel pobre hombre lo había sido un poco antes. Qué imagen más penosa. Rolfe se avergonzaría horriblemente.
- ¿Lord Rolfe pidió que le concediese una audiencia?
Emma se mordió el labio y asintió con la cabeza.

El rey esperó pacientemente por un momento, después levantó sus cejas ligeramente.
-¿Sobre qué deseaba hablarme, Mi lady?
Sintiendo el rubor aparecer en su piel, Emma dirigió su mirada a los dos hombres que flanqueaban al rey. Ella no había considerado que podría haber alguien más presente en su audiencia. De hecho, en honor a la verdad, ella realmente no había considerado en lo absoluto su audiencia; simplemente había determinado que debía persuadir a Rolfe para que se la consiguiese. Ahora se encontraba ante el rey y esos dos hombres y su cabeza se llenaba de horror debido al lío en el que se había metido. Estaba nerviosa, por supuesto, y no tenía ninguna dificultad en lo absoluto en determinar quién era el responsable de ello.
Era culpa del arzobispo, decidió ella, lanzándole una firme mirada ahora. Mientras que el rey sólo la estaba observando con una gentil mirada interrogante, y la del clérigo era meramente curiosa, la expresión de Arundel se tornaba más severa con cada segundo que ella se demoraba. La ponía nerviosa.
- ¿Mi lady?
La mirada de Emma volvió de nuevo al rey. Él realmente no era para nada como lo había imaginado. Ella sabía que él no era muy mayor -quizás unos cuatro años mayor que ella - y a pesar de vivir tan alejada de la corte y todos sus chismes, ella había sabido de su tristeza y abatimiento por la pérdida de su esposa el año anterior. Se decía que él había amado a la Reina Ana profundamente. Una rareza en matrimonios arreglados. Aun así, ella había esperado que él tuviera más presencia. Ciertamente, Emma encontró al arzobispo mucho más temible. La expresión de ese señor en ese momento era bastante para amedrentarla.
Con un rápido vistazo observó que el rey se mostraba ahora impaciente tamborileando sus dedos sobre el brazo de su asiento. Emma se preparó y se lanzó.
- Mis disculpas, Su Majestad, pero yo deseo hablarle de… - hizo una pausa y vaciló ligeramente, una expresión dolida cruzó su rostro. - Es un tema muy delicado, Su Majestad, - dijo ella.
La expresión del rey inmediatamente se tornó comprensiva.
- Se lo ruego, tómese su tiempo, mi lady, - dijo con delicadeza.
Asintiendo con la cabeza, Emma miró a sus manos que se retorcían, suspiró, tomó aire, abrió su boca para hablar, luego sacudió la cabeza desválidamente.
- Esto es muy difícil.
El rey cabeceó, pero levantó una ceja en señal interrogante y Emma suspiró. Decidiendo que no tenía otra opción, ella se adentró en el asunto.
- Mi Lord, ¿usted sabe que estoy casada con Lord Fulk, el Duque de Eberhart?
Ricardo II asintió con la cabeza solemnemente.
- Sí, Mi lady. Soy consciente de ello. ¿Su petición de una audiencia tiene algo que ver con su marido?
Emma cabeceó desválidamente otra vez, silenciosamente retándose por su tonto plan.
- Sí … bien... , yo … verá, el matrimonio tuvo lugar, pero hasta el momento mi lord no a … con … bien …
Ella frunció el ceño ligeramente, consciente que su cara estaba ahora completamente roja. Sintió que estaba prendida fuego. El rey levantó sus cejas con curiosidad mientras las del arzobispo se fruncieron en señal de sospecha.
- ¿ Él no … qué? - murmuró el rey, una pequeña mueca de preocupación fruncía sus labios mientras él se inclinaba hacia adelante en su asiento. A pesar del disgusto evidente en su cara, el hombre se inclinaba adelante también, así como el clérigo.
Emma miró fijamente despacio a los tres hombres y se lamentó con desesperación.
- ¡Él no se ha acostado conmigo desde nuestra boda, Su Majestad!
Las tres bocas se abrieron de golpe con su anuncio. El arzobispo fue el primero en recuperarse, su boca se cerró en una línea firme de definida desaprobación. Recuperado de su estupor, el rey la cerró un poco más despacio, sus labios dibujaron una inquietante línea. El clérigo, sin embargo, siguió con la boca abierta como si Emma acabara de quitarse la ropa y le hubiese sugerido jugar una partida de ajedrez.
Haciendo todo lo posible por ignorar el comportamiento grosero del clérigo, Emma tomó su pañuelo cuando este se deslizó desde debajo de su manga y lo retorció ansiosamente mientras esperaba la declaración del rey. Que tardó mucho en llegar.
El rey se movió, se aclaró la garganta, se rascó la cabeza, para luego mirar a un punto indefinido sobre su hombro antes de hablar.
- Entiendo entonces que … eh … la situación … la disgusta…
Él no pareció totalmente seguro de eso incluso mientras lo decía, y Emma frunció el ceño ligeramente. Ella supuso que su turbación tenía que ver con el hecho que las damas, eso es lo que pensaba generalmente, no disfrutaban del acto matrimonial. Al menos era lo que el Padre Gumpter le había dicho cuando ella lo había abordado. Personalmente, ella no veía a qué venía tanto alboroto. A ella ni le gustaba ni le dejaba de gustar. Sin embargo, disfrutara de ello o no, era consciente de las verdades de la vida y no había ninguna otra forma de que pudiese engendrar a un niño.
- Me gustaría muchísimo tener hijos, Su Majestad, - dijo ella firmemente, luego añadió.- Después de todo , no dice la Iglesia que ese el deber de una esposa ? Deseo cumplir con mi deber y tener un heredero que continúe el nombre de mi marido.- Su mirada se fijó en el arzobispo mientras hablaba, y ella vio que el ceño fruncido con el que había estado mirándola hasta ahora se desvanecía, para ser substituido por un parpadeo, mientras asentía con la cabeza.
-Ah. - El rey cabeceó solemnemente, su mano se movió y cubrió la parte inferior de su cara delgada. Sosteniendo su barbilla pensativamente, él cabeceó repetidamente, sabia y silenciosamente.
Emma comenzaba a pensar que él cabecearía todo el día cuando de repente se detuvo, y un leve ceño fruncido cruzó su cara antes de que hablara.
- Quizás mi lord ha estado muy ocupado con otros asuntos* (*Affair: en ingles esta palabra quiere decir asunto, pero también amorío, de ahí la aclaración del rey)
.- Él hizo una pausa bruscamente para fulminar con la mirada al clérigo cuando el hombre se rió de forma tonta y nerviosa ante su elección desafortunada de palabras. El religioso recobró la seriedad inmediatamente, y el rey corrigió sus palabras.- Asuntos de Estado.


-¿Durante dos años?
A los tres hombres se le salieron los ojos de las órbitas al unísono otra vez.
- ¿Quiere decir, mi lady, que su marido no a …?
- Sí - admitió Emma con gravedad.
Los tres hombres inhalaron profundamente. Emma se movió inquieta ante sus miradas, consciente de que ellos ahora la inspeccionaban en busca de defectos. Después de todo, por qué otra cosa un hombre se negaría compartir la cama con su esposa durante dos años ? Ella agachó la cabeza con vergüenza, temiendo lo que ellos verían. Muchas veces ella misma se había mirado detenidamente en un espejo, intentando comprender por qué su marido se mantenía alejado . Sabía que no era una belleza, pero tampoco era una bruja.
Su pelo era de color rubio miel. Su piel era pálida, pero sin manchas. Era cierto que sus ojos quizás eran un poco grandes para su cara, su nariz un poco respingona, y sus labios un poco grandes. Además, no era delgada, pero tampoco era gorda. Estaba bien formada y era lozana. Y con seguridad no era fea, pensó con desaliento mientras otra vez se preguntaba por qué su marido se negaba a ir compartir el lecho matrimonial desde su noche de bodas.
- ¿Qué desea que hagamos al respecto, Mi lady?
Emma pestañeó ante la pregunta, sorprendida por ella. La respuesta parecía bastante simple para ella.
- Pues… que usted se lo ordene, mi lord.
- ¿Ordenarle?- El rey casi se ahogó con la palabra. Él pareció realmente muy sorprendido, notó Emma frunciendo el ceño.
- Desde luego, mi lord . Usted debe explicar que ese es su deber… tanto hacia usted como hacia mí.
- ¿Hacia mí? - Si él abriera sus ojos un poco más, seguramente sus globos oculares se caerían directamente de su cara, pensó Emma, y suspiró pacientemente antes de explicárselo.
- Si, mi lord. Él es su servidor, y como tal él debería tener descendencia para que sus hijos y nietos pudieran servirle tan fielmente como lo hacemos nosotros.
El rey parpadeó, luego miró al arzobispo quien sacudió su cabeza de un lado al otro ligeramente, luego asintió con un pequeño encogimiento como queriendo decir que era un argumento plausible… casi. Inclinándose más cerca del otro hombre, Richard murmuró algo que Emma no pudo oír. Ahora fue su turno de inclinarse hacia adelante mientras el clérigo le respondía. Ella, sin embargo, sólo logró oír lo último que dijo.
- Independientemente del motivo, pienso que ciertamente parece un pecado dejar que la … er … la fruta madura en … er …. la fruta madura se pudra sin tocarla. O darla para que alguien más pueda tomarla ,- añadió él con gravedad.
Suspirando, el Rey Ricardo se volvió, la observó silenciosamente, luego suspiró de nuevo, frunció los labios y se inclinó hacia adelante en su asiento, con una expresión afligida en su cara.
- Mi lady… - Él hizo una pausa cuando comprendió que casi había susurrado las palabras, mirando a ambos lados con irritación para ver que tanto el arzobispo y como el clérigo se habían inclinado hacia adelante para oír lo que él decía también, luego miró fijamente más allá de Emma. Después de mirar sobre su hombro, ella vio que las guardias en la puerta se enderezaban bruscamente de sus posiciones avanzadas de inclinación. Ellos también sentían curiosidad por oír las palabras del rey.
Sacudiendo la cabeza, lo intentó de nuevo.
- Mi lady, usted dice que su marido no ha… er…
- Atendido sus deberes conyugales - ofreció el arzobispo suavemente.
- Sí, atendido sus deberes conyugales desde su noche de boda. ¿Debemos pensar entonces que él al menos hizo… er …?
- La consumación, - murmuró el hombre santo.
- Sí, ¿él al menos realizó … - Él giró hacia el arzobispo.
- La consumación.
- …del matrimonio?
- Sí ...- afirmó Emma.
Él frunció el ceño ante su expresión.
- No parece demasiado segura, Mi lady.
Ahora fue su turno para fruncir el ceño. En honor a la verdad, ella no estaba segura. No tenía ni idea de lo que la consumación incluía. Su madre había muerto en el parto - intentando traer al mundo a un tan deseado hijo varón - cuando Emma tenía solamente seis años. Su padre la había criado solo tras esto, y aunque había sido un padre excelente, él no había sido una madre. Cuando había llegado el momento para prepararla para la noche de boda y todo lo que implicaba, él se aclaró la garganta, su cara enrojeció, y le dijo bruscamente " Tu marido compartirá tu cama ahora, muchacha. "
- Sí, padre,- había murmurado Emma, y había esperado alguna instrucción. Pero él simplemente había cabeceado, luego había acariciado su hombro y se había marchado.
- Quizás si la dama pudiese describirnos su noche de bodas, - sugirió el arzobispo con delicadeza cuando Emma simplemente permanecía allí de pie perdida en sus pensamientos.
Su cabeza volvió al presente inmediatamente.
- ¿Describirla?
- Bien, no con todos los detalles - Enrojeciendo, el hombre santo miró desválidamente hacia el rey.
Impacientándose de repente, Ricardo II rezongó por lo bajo y la miró airadamente.
- Mi lady, ¿su marido compartió su cama la noche de bodas?
- Ah, sí. - Emma sonrió con alivio. El matrimonio había sido consumada.- Sí. Sus hombres lo desnudaron y lo pusieron allí, su majestad. Él hacía mucho ruido, puedo decirle. Pensé que su ronquido iba a levantar el tejado.
- Sí, ¿pero él la tocó? - preguntó el arzobispo con impaciencia.
-¿Tocarme?- Emma los miró insegura de nuevo mientras intentaba recordar. Por un momento ella se preocupó mucho porque no estaba segura de recordar si él lo había hecho, y a juzgar por sus expresiones, ese hecho era muy importante, pero entonces ella sonrió otra vez con alivio cuando por fin recordó. - Sí, mi Lord , él rodó y me aplastó varias veces durante la noche. De hecho, él casi me asfixia. - Ella bajó su voz cuando confesó. - Él estaba bastante borracho, su majestad.. No se despertó cuando lo empujé.
Más que estar contentos por estas noticias, tanto el arzobispo y el rey se enderezaron con disgusto. Pasó un momento mientras ambos hombres se miraban el uno al otro como con dolor; entonces el arzobispo volvió a preguntar fatigosamente.
- ¿Qué sucedió por la mañana, mi lady?
- ¿Por la mañana? - Emma frunció el ceño una vez más. Esto había sucedido hacía dos años atrás , después de todo.- Bien, según recuerdo, mi Lord , yo me desperté primero. Sí. Sí, así fue. Me desperté y fui a vestirme detrás del biombo. Cuando salí de allí, mi marido estaba … Bueno, según recuerdo él había estado jugueteando con su daga en la cama y se había cortado, - les dijo sorprendida ante el recuerdo.
- ¿Cortado? - preguntó el arzobispo, sus ojos se estrecharon con desconfianza.
- Sí - ella asintió con la cabeza.- ¿Quizás estaba todavía un poco borracho de la noche anterior? En cualquier caso, él limpió la sangre con las sábanas. Estuve a punto de ir a traerle un paño, ya que yo sabía que la sangre seguramente arruinaría las sábanas, pero entonces alguien llamó a la puerta.
-¿Y quién estaba en la puerta? - preguntó el rey con voz cansada que sugería que él ya conocía la respuesta.
- Eran mi padre, el Padre Gumpter, y el primo de Lord Fulk, Bertrand.
- ¿Qué hicieron ellos?
Emma se encogió de hombros.
- Simplemente nos desearon un buen día. Ah, entonces mi padre vio las sábanas y ordenó llevarlas y colgarlas encima del pasillo. Pienso que él creyó que airearlas haría que después fuese mas fácil sacar la mancha , pero desde luego eso no resultó. ¿Su majestad, por qué sacude la cabeza? ¿Le he disgustado con mis palabras?
- No, Mi lady, - dijo el rey con gravedad antes de girar hacia el clérigo. Lamentablemente, él en ese momento esta ocupado comiéndose con los ojos a Emma. Su mirada parecía lasciva y sugestiva y el modo en que él meneaba sus cejas parecía decir que encontraba que la negligencia de su marido no perjudicaba en nada su atractivo. De hecho, a Emma le dio la impresión de que él estaría más que dispuesto a ofrecerse para el sacrificio en el lugar de su marido " para tomar la fruta madura”.
Toda esa postura y su conducta desapareció abruptamente cuando el rey pronunció su nombre bruscamente.
- Sí, su majestad . - La cabeza del clérigo se inclinó inmediatamente al libro él sostenía, su mano lista para de escribir.
- Envíe un mensaje diciendo que Su Majestad el Rey desea que Lord Fulk se ocupe de su … er …
- Deberes conyugales, - murmuró el arzobispo.
- Sí, sus deberes conyugales, o si no … - Él vaciló, aparentemente perplejo.
- Si me permite una sugerencia…- murmuró Emma , y el rey la miró con esperanza.- ¿Podría ponerle una multa … ah … con … sesenta ovejas? El posee muchas ovejas. Hay cientos de ellas alrededor del castillo. Aunque a nosotros aún no nos han servido ninguna para cenar,- añadió ella .
- ¡Cien ovejas! -dijo el rey con brusquedad.- Mejor aún, hasta la última maldita oveja le será quitada si él no atiende a su esposa inmediatamente.
Emma sonrió al rey abiertamente, su alivio mezclado con su gratitud.
- Ah, gracias, su majestad. Llamaré a nuestro primer niño como usted, - anunció ella, agarrando su mano y besándolo rápidamente. Vio al arzobispo de reojo al hacerlo, quien parecía alarmado y sacudía su cabeza frenéticamente. Enrojeciendo otra vez, Emma soltó la mano del rey inmediatamente y le hizo una reverencia profunda.
- Sí, bien … - El Rey Richard se aclaró la garganta y se enderezó en su asiento.- Esto ha sido muy … agradable, Lady Emmalene. Ahora, ¿ ha terminado ya?
- Sí, Su Majestad. Esto era todo. - dijo Emma inmediatamente, mirando hacia arriba desde su postura de reverencia.
- Muy bien.
El rey gesticuló hacia los hombre que había en la puerta, echando un vistazo vio que habrían las puertas para su salida. Mordiéndose el labio, ella vaciló recordando como el mayordomo se había retirado hacia atrás sin levantarse de su reverencia.
- ¿Mi lady?
Ella observó las cejas levantadas del rey y suspiró. Forzando una sonrisa, ella comenzó a retroceder hacia la puerta sin enderezarse de su postura de reverencia. Era un movimiento muy difícil de efectuar. Ella estaba bastante orgullosa de cómo le estaba saliendo, cuando tropezó a mitad de su camino hacia la puerta, dando un pequeño traspiés.
- ¡Mi lady!
Emma hizo una pausa y miró hacia la alarmada voz. El rey la miraba dividido entre la preocupación y la risa, el clérigo estaba pasmado, y el arzobispo definitivamente parecía divertido.
Tosiendo sospechosamente tras su mano, el prelado gesticuló para ella se levantarse. Enrojeciendo, Emma se enderezó despacio, vaciló, luego volvió a hacer una reverencia como el mayordomo había hecho y se dio la vuelta para atravesar la puerta antes de que la cerraran.