CAPITULO 24
La luz grisácea y tenue del amanecer se filtró por la ventana, y Mairi despertó con un estremecimiento . Ella sabía que necesitaba levantarse y prepararse, pero se quedó entre las mantas, mirando, sin ver, el dosel sobre su cabeza. Tenía miedo a ese día.
Miró de reojo a la puerta que se abría silenciosamente. Rob entró con pasos leves. Traía en el brazo el traje blanco que había usado durante toda la noche y ahora usaba la cota de malla.
Sus cabellos parecían enmarañados. Estaba vestido pero con los pies todavía descalzos.
El había dejado su espada y el cinto en algún otro lugar, probablemente para evitar que el tañido del metal pudiese despertarla. Mairi se preguntó quién le había enseñado a tener esos cuidados. Una amante, seguramente.
Mairi se sentó en la cama , enfrentándolo.
- Buen día - él murmuró, y agregó: - Necesito pantalones… y una túnica. - Se aproximó al baúl abierto y sacó una prenda de lana verde y pantalones del mismo color , dejando caer allí el traje blanco del ritual.
Ella se levantó , envolviéndose en la bata , y se aproximó . Cuando Rob ataba las cintas de la túnica e se volvió , parecía tan débil como ella temía.
- Necesitas dormir - ella dijo, mirándolo con preocupación.
- No te aflijas - él contestó secamente.
Mairi lo habría besado si Rob se hubiese mostrado dispuesto. Podía ser el último beso que tendría de él, en caso que su marido prefiriese a lady Jehan.
Ella se recordó, tardíamente, que la ceremonia debía ser algún tipo de ritual de purificación. Mairi no quería que Rob creyese que ella se burlaba de él de alguna forma. La advertencia de la noche anterior de Thomas había calado muy profundamente en ella, mucho más de lo que se atrevía a admitir.
- Gana ! - ella murmuró, lentamente, intentando permanecer estoica y escondiendo su preocupación. Él podía interpretar sus palabras como miedo de que él no estuviese en condiciones de enfrentar a Ranald.
- Venceré - él aseguró, estudiando su cara con la intensidad que Mairi esperaba. - Vas a asistir?
- Si, lo haré.
De repente, él la abrazó , y su boca se posó sobre la de ella con una ferocidad que Mairi no le conocía. Su lengua entró en su boca , sus brazos la apretaron con furia, y su ingle se comprimió contra la de ella con una ansia cercana a la desesperación . Antes que ella pudiese recobrarse de la sorpresa y pudiese corresponder a ese fervor , Rob la soltó y dio un paso atrás.
Mairi extendió la mano para detenerlo, para explicarle su vacilación, pero Rob se volvió rápidamente y salió del cuarto , cerrando la puerta detrás de si.
Ella quedó allí, paralizada por algunos instantes, los dedos tocando sus labios, reviviendo ese beso y deseando recibir muchos más .
Se dio cuenta , entonces, que tenía poco tiempo que perder. Los hombres ya debían estar reuniéndose y, tan pronto el sol se levantase del horizonte, iban a salir de las las murallas. Ella tenía que estar allá.
Un golpe vacilante sonó en la puerta .
- Entre! - ella exclamó.
- Mi lady - se oyó un murmullo asustado. - Soy Elfled.
Uno de los escuderos de Rob, ella se acordó, un muchacho delgado y alto, de trece años. Él la había ayudado a contar las velas.
- Si. Entra.
El entró, apenas vistiendo una camisa que le llegaba casi a las rodillas y pantalones rasgados que eran pequeños para él.
Su voz adolescente alternaba entre los graves y los agudos.
- Sir Galen dijo que yo podía venir y… ah… eh ... pedir ... eh tomar mis ropas.
- Tud Ropas? - Mairi respondió con aire inocente. - Qué ropas?
Elfled bajó la cabeza.
- Esas que mi lady … ah ... rob... tomó prestadas . Son mías, usted sabe, y querría… ah… usarlas. - él bajó la mirada . - Me gustaría estar bien vestido, hoy - el adolescente agregó .
Mairi debería haberse dado cuenta que a la persona quien le había quitado las ropas debería tener pocas posesiones, especialmente si era un criado o un escudero elegido entre las familias más pobres. Aun así , ella no estaba dispuesta a devolverle las ropas al avergonzado muchacho. Las Necesitaba.
- Mírate ! - ella exclamó, sacudiendo la cabeza con disgusto. - Esa camisa debe ser lavada y los pantalones son muy pequeños. Ven conmigo - ella le ordenó, empujándolo por el brazo y casi haciendolo tropezar .
- Pero... Mi lady …
- Ve al cambiador , muchacho. No pensarás en desvestirse en mi presencia, verdad ? - ella lo empujó hacia puerta enclavada en la pared, que daba a una pequeña alcoba, propia para ese fin. - Quítate esa camisa mientras te busco otra. Una limpia. Y de otro color, ese amarillo no te queda bien . No importa que la camisa sea un poco grande, es la moda ahora, sabes?. Dame tus pantalones, también. Necesitan ser remendados.
Murmurando una protesta, Elfled hizo lo que ella le ordenaba .
Mairi corrió al cuarto y se sacó la bata rápidamente . Se puso la camisa amarilla de Elfled por la cabeza y se puso una prenda propia encima. Escondió los pantalones, aunque sabía que el muchacho no se atrevería a entrar en el cuarto, después que ella saliese.
Detestaba tener que actuar así, dejando al muchacho desnudo , pero necesitaba sacarlo de su camino. Y quien sabe quizás los otros la confundiesen con él. Se puso los pantalones y colgó la daga de sir Galen en el cinto de cuero.
Afortunadamente , ella había encontrado sus botas debajo de la cama. Con la capucha cubriendo sus cabellos y el puñal en la cintura, no tenía de que preocuparse. Sólo tenía que mantener la cabeza baja, para que no viesen su rostro.
Cuando salía del cuarto , oyó un golpe vacilante en la puerta del cambiador .
- Mi lady ? Falta mucho? - se oyó una voz tímida. - Mi lady , por favor, donde está?
Mairi bufó, lamentando la necesidad de tenderle esa trampa al muchacho, y sacudió la cabeza , dispuesta a sacarlo de su mente. Había cosas más importantes en que pensar que situación del pobre escudero. Le regalaría ropas nuevas a él, si tuviese la suerte y la felicidad de permanecer como el ama de Baincroft.
Descendió corriendo la escalera , atravesó el salón prácticamente desierto y salió por la puerta. Logró reunirse a los últimos hombres que se dirigían a los portones.
Los arqueros se perfilaban con las flechas en posición, en caso cualquiera de los mercenarios de Ranald se atreviese a aproximarse a los portones abiertos, mientras los soldados de Baincroft salían , con Rob a la cabeza . Ya en el campo abierto que rodeaba al castillo, todos se alinearon, acompasando sus pasos, hasta que todos marchaban hombro con hombro. Se detuvieron simultáneamente , al aproximarse a los rivales. Los hombres de Ranald esperaban fuera del alcance de la amenaza de las flechas. El destacamento se formó, entonces, en un gran semi círculo, en el cual Mairi estaba incluida. Rob había asumido la posición central, y ella se había colocado en el extremo a la derecha de él.
Mairi notó que los hombres de Ranald eran, en número, por lo menos diez veces más que los de Rob. Pero detrás de las filas enemiga, ella vio surgir una línea de caballeros montados, en el borde del bosque. Ellos se detuvieron allí, a la distancia , pero lo bastante cerca como para partir al ataque, en caso fuese necesario. El estandarte de Trouville flotaba en la punta de una lanza, con la suave brisa de la mañana.
Mairi sonrió. Ranald debía estar furioso con esa giro en los acontecimientos. Ella decidió que la tropa de Trouville debería haber robado los caballos de los enemigos durante a noche, ya que ninguno de los hombres de Ranald estaba montado. Lo que se merecía el bastardo de su primo que había dicho que pasaría la noche de vigilia rezando , ella pensó, con una risita maliciosa.
Ranald no mostraba ojeras debajo los ojos. Había tenido una buena noche de sueño pero eso le había costado caro. No había modo de escapar de allí sin caballos, Mairi ahora podía vislumbrar lo que sucedería . Finalmente, su padre sería vengado.
El sentimiento de anticipada alegría desapareció cuando Mairi vio a lady Jehan. Su captor la mantenía sujeta por la cintura, con sus brazos fuertes. Los cabellos de ella, largos y negros, caían sueltos por los hombros, y el frente de su vestido estaba rasgada, exponiendo la curva de uno de sus pechos. Una daga, muy parecida a esa que sir Galen le había prestado a Mairi, brillaba debajo de su mentón. Ella mantenía su aire altivo, aún bajo a amenaza de muerte. Era digna de admiración por su coraje , Mairi tuvo que admitir.
- Traigan a lady Mairi aquí afuera ! - ordenó Ranald.
Nadie respondió . Rob simplemente dio un paso al frente y señaló a Jehan.
- Suéltala. Manda que ese hombre le saque la daga del cuello.
- No! - exclamó Ranald, sacudiendo la cabeza. El hombre que la mantenía prisionera no se movió.
Un impasse, pensó Mairi. Y ahora? Si Rob matase a Ranald en la lucha, su soldado cortaría la garganta de la mujer. Eso simplemente resolvería los problemas de Mairi respecto a su matrimonio, pero sería cosa que ella no soportaría . Aun así, revelar su propia identidad ahora no aseguraba que el degenerado de Ranald fuese liberar a lady Jehan.
- Si la lastima - Rob amenazó , su voz profunda y sonora como un trueno -, todos morirán.
Ranald miró por encima de su hombro hacia atrás, hacia donde el ejército de Trouville bloqueaba el paso , impidiendo cualquier escape. Si aquello lo amedrentó, no dejó que nadie percibiese su reacción . Se volvió hacia sir Galen.
- Digale a ese hijo del diablo que quiero que me devuelvan mis caballos . Dígale que no seguiré adelante hasta que todos los caballos estén aquí. Y que Traiga a Mairi Maclnness afuera . Ella y esa mujer pueden quedarse juntas, como el premio del combate . - Ranald levantó su voz. - Digaselo a MacBain…
Rob dio un paso más hacia adelante , levantó la visera de su yelmo y la empujó hacia atrás.
- Dígamelo directamente a mí , Maclnness!- Rob escupió en el suelo con desprecio. - Y yo le digo que es un asesino!
Ranald sacó su espada y recorrió con sus ojos la línea de la defensa. Mairi bajó la cabeza rápidamente .
- Escuchen, todos los presentes! - su primo exclamó. - Cuando derrote a MacBain, ambas las mujeres serán mías! Dios lanzará una maldición a quien no honre ese pacto. MacBain empeñó su palabra!
Sus ojos negros, semi cerrados, brillaron amenazadores. Y quizás con desesperación . Ranald tenía que saber que nunca dejaría ese campo con vida. Aunque , si algún golpe fatal del destino , tuviese una victoria sobre Rob, los hombres de Baincroft y de Trouville ciertamente lo aniquilarían, allí mismo.
Qué pasaba ? Nadie había protestado contra las exigencias de su primo. Estaban de acuerdo con honrar los términos del acuerdo? Entregarían Mairi y a lady Jehan a la dudosa misericordia de Ranald, si la suerte favoreciese al bando equivocado?
Mairi de repente se preguntó si no debería haber pasado la noche anterior tirada en el piso de la capilla, rezando por sí misma.
De repente, Jehan dejó escapar un jadeo . Los ojos de Mairi corrieron hacia la mujer. Su captor había levantado su daga , forzando su cuello, y Jehan se había desmayado cayendo a un costado. Él le había cortado la piel, y la sangre manaba, aunque en pequeña cantidad. Con la mujer colgada a un lado , con un peso muerto, el soldado tenía que usar ambas las manos para sostenerla. O podría dejarla caer al suelo .