lunes, 22 de septiembre de 2008

LA TRAMPOSA - CAPITULO 6

Capítulo 6


Lady Philomena contempló desde la ventana de su solar en la mansión Torteval , observando los techos distantes de la
Catedral de Canterburry desaparecer a medida que la luz del día se desvanecía.
Ignorando el gimoteo patético de un criado comportándose servilmente detrás de ella, tamborileó sus dedos sobre el antepecho de la ventana . Su suegro podía ser un bueno para nada, pero al menos había tenido buen criterio al escoger el lugar perfecta para erigir esa propiedad. Estaba suficientemente lejos del pueblo para evitar estar cruzándose con la chusma , y lo suficientemente cerca como para ejercer una influencia poderosa sobre la administración local.
El alguacil, la justicia, incluso los sacerdotes de Canterburry sabían perfectamente bien que era Lord William Torteval quien generosamente llenaba sus cofres. Y muy pronto esa responsabilidad recaería en Philomena.
Cerrando los postigos contras ojos curiosos y oídos chismosos, ella deseó que por una sola vez pudiese obligar a los idiotas sirvientes de Lord William a cumplir sus tareas sin hablar.
Ella examinó sus nudillos apoyados en la ventana.
Al lado de su anillo de rubí, había una mancha diminuta de sangre. Ella se chupó su pulgar y se lo limpió suavemente. Gracias a Dios no era sangre de ella.
Era la sangre del cerdo que llevaba el título de administrador de la Mansión Torteval , el muy imbécil otra vez se había atrevido a decepcionarla.
Ella no tenía remordimientos. Él merecía su furia. Esa era la segunda vez que Godfry la había decepcionado en dos días. Ayer, no había podido asegurarle que Hubert Kabayn sufriese en la horca los estertores de muerte. El imbécil le había dado al funcionario permiso para mostrar compasión al condenado.
Y hoy. . .
“ Se lo Pido, mi lady , ” él gimoteaba obsequiosamente, tapándose con una mano su nariz herida, “ No me despida.”

Ella frunció sus labios. Si continuaba comportándose como un cobarde, lloriqueando como una niña, ella le demostraría lo que era una verdadera paliza .
En vez de eso, ejerciendo un enorme autocontrol, ella le dirigió la palabra con una voz engañosamente magnánima. “No sea tonto, Godfry. Usted es el criado más antiguo y más leal de Lord William.”

Ella cruzó el solar con un paso pausado, golpeando ligeramente sus dedos en la mesa de roble inmaculadamente pulida, pulsando las cuerdas de la pequeña arpa dorada colocada allí, empujando el cáliz de plata a medio llenar, y finalmente deteniéndose en una posición en la que quedaba como un lobo hambriento sobre un cordero herido.
A pesar de sus mejores esfuerzos por parecer simpático, inocente, y servil, Godfry tembló cuando ella se acercó, su cara roja sudaba por la tensión.
Ella se inclinó para mirarlo a sus ojos de cerdo y para poder hablarle lentamente, como si fuera un niño. “Mientras usted haga lo que se le ordena, tendrá un lugar en mi casa, un lugar en la familia Torteval .”
Él tragó en seco .
“Y lo que le ordené que haga, estimado Godfry, es que encontrase la llave.”
“Pero, mi lady , he buscado por todas partes, y ...”
Ella levantó su puño otra vez, y él se encogió de miedo, cubriéndose la cabeza con los brazos .

Philomena apretó sus dientes haciendo que su furia se debilitase suavemente. Tanto como ella disfrutaba la emoción de tener el poder de castigar físicamente a los sirvientes , reconocía que ese poder tenía poca utilidad.
Además, ella podía romperse una uña.
Cuando su calma fue recuperada, ella se levantó y le volvió la espalda. “ Vayase . Fuera de mi vista.” Él se apresuró a cumplir la orden con toda prisa. “Y siga buscando.”

Cuándo él se fue, cuando ya no había necesidad de mantener las apariencias, el temor la abrumó otra vez y ella casi se desvaneció, agarrándose al borde de la mesa.

OH! Dios!, qué ocurriría si no podía encontrar la llave?
Había estado trabajando en este plan por meses. Si algo salía mal ahora, cuando estaba tan cerca de su objetivo. . .



Virgen María, necesitaba beber. Ella vio el cáliz con vino sobre la mesa y casi cometió el error de tomarlo . Alejando su mano, ella tuvo un acceso de risa nerviosa. Eso habría sido un error grave ciertamente, Philomena pensó, y su risa se hizo histérica.

Ese cáliz era para su suegro. Ella le servía vino clarete todas las noches, para ayudarlo a dormir. Al menos, eso era lo que ella le decía. Pero ni siquiera los efectos sedantes del vino podían disimular la dolencia que atacaba sus intestinos y que lo debilitaba día tras día .

Cuando su risa se apaciguó, ella otra vez trató tomar el cáliz, esta vez sin intención de beber. Jugó con el líquido y formó remolinos alrededor del borde , maravillándose de lo perfectamente venenoso que era el arsénico. No tenía color, ningún olor, ningún sabor. Mejor que mejor, nadie cuestionaba sus compras frecuentes de ese polvo para matar ratas, pues ella no podía tener un gato que se ocupase de esas tarea. Los gatos eran insoportables para Philomena. Les tenía alergia. Los felinos le causaban comezón , la hacían estornudar y le ponían rojos los ojos.

Sin embargo la muerte de Lord William estaba llevando
mucho mas tiempo del que había anticipado. Él casi había frustrado sus planes, repentinamente emplazando a su abogado para que modificase su testamento para dejarle todo a su sobrino.

Pero la buena fortuna la había sonreído. La misma noche que el abogado había llegado , un ladrón entró en la mansión Torteval . Mientras el ignorante ladrón revisaba el lugar, Philomena había matado a puñaladas al abogado y había culpado al ladrón de ese crimen . Después de que el funcionario y su alguacil se habían llevado al culpable y al cadáver, ella simplemente había arrojado el testamento modificado al fuego.
Pero todavía había un problema. La llave. De alguna manera en el caos del asesinato, la llave se había perdido.

Philomena clavó sus uñas en la madera la mesa. Sin esa llave, ella no podía abrir la celda. Si no podía abrir la celda. . .
Ella dejó escapar un suspiro trémulo. No serviría de nada entrar en pánico . No había llegado hasta aquí en sus ambiciosos veinticuatro años dejando que los nervios la dominasen.
Philomena acomodó su cabello castaño rojizo y se pellizcó las mejillas para darles color, luego ensayó un ceño fruncido de preocupación compasiva mientras iba hacia la puerta.
Su pobre suegro iba de mal en peor, y no había nada que alguien pudiera hacer para detener esa debacle.
Gracias a Dios .


“No Ahora, Azrael.”
Con una mano, Nicholas sacó al gato a de su regazo y lo colocó en el piso.
Había tenido un día terrible. En realidad, había tenido varios días terribles, comenzando con el día en que había colgado a Hubert Kabayn. ¿Desde cuándo un funcionario se siente tan abrumado por criminales?
Había tenido que meter a un niño en la cárcel ese día , un muchacho tan desnutrido y delgado que parecía un palo de escoba. El desgraciado tenía suerte de que él no hubiese recibido órdenes de colgarlo , pues su delito había sido un robo. El pobre muchacho había logrado tragarse la hogaza de pan que había robado antes que el panadero lo atrapase, de ese modo había destruido la evidencia. Como el robo no podía ser probado, no le correspondía la horca. La cárcel era una advertencia.

Nicholas odiaba las cárceles . No era que fuesen particularmente inquietantes o dolorosas, en sí mismas . Pero cuando un delincuente era exhibido en la plaza del pueblo , la severidad de su castigo era determinado por la misericordia o la brutalidad de la multitud que se reunía. Y en la experiencia de Nicholas, las personas tendían a ser más crueles que cualquier juez.

Él hacía un gran esfuerzo por controlar lo que sucedía en la cárcel , creando una presencia ominosa que desalentaba conductas graves mas allá de alguna travesura , gritos o insultos.

Pero aun hoy seguía torturado por los recuerdos de las veces en que había bajado la guardia en la cárcel .
Una vez, un grupo de tres muchachos se habían escapado de una celda a otra, sin que él los viese , para cortarle el pulgar a un hombre. Otra vez, una muchacha de cara dulce había quemado los pies de su hermana con una vela. Y las piedras. . .
Nicholas pasó su pulgar sobre la cicatriz a lo largo de su mandíbula. Ser el supervisor de la cárcel tenía sus riesgos.

Hoy nadie le había tirado ningún objeto, pero las provocaciones ultrajantes habían herido al muchacho en la cárcel , haciéndolo llorar de humillación.
Nicholas dejó escapar un suspiro pesado. Algunos días él detestaba su puesto de funcionario .
Se esperaba que él defendiese la ley , y él lo hacía tan honorablemente como podía. Pero había días en que veía a niños encarcelados y monstruos ser liberados , y le dolía en el alma el no poder hacer nada acerca de eso.
Como ahora que ahogaba la culpa en cerveza, deseando poder ahorrar lo suficiente de sus ganancias para poder cubrir los impuestos que debían pagar los campesinos muertos de hambre. Era moralmente intolerable castigar a un hombre hambriento por robar una hogaza de pan.
Azrael saltó a su regazo otra vez, y esta vez él dejó que se quedase allí , acariciando distraídamente su pelaje blanco mientras él ronroneaba.
“Copo de nieve ... , ” él murmuró.

Habían pasado seis días desde que Desirée había dejado su casa . Seis días desde habían visto sus fogosos ojos esmeraldas y su lujurioso cabello y sus labios suculentos pronunciando insolencias. Pero no habían pasado seis días desde que él había estado fantaseando sobre ella . Esa bruja encantadora parecía entrometerse en su cabeza con cada pensamiento, tan persistente como la picazón de una pulga.

¿Habría encontrado un refugio? ¿ Comida? ¿Empleo? ¿O ella se limitaría a robar pan como el muchacho que él había castigado?

Azrael gruñó cuando Nicholas involuntariamente enterró sus dedos en el pelaje del gato.
Nicholas lo soltó, y el gato bajó de un salto, cruzó hacia la chimenea con un temblor de indignación.

Nicholas vio la capa negra que él había dejado al lado del barril. Quizás saldría a buscar a la muchacha y averiguaría sobre su condición. Era la cosa que necesitaba para sacarse de la mente al muchacho desnutrido con lágrimas corriendo por sus mejillas.




“¿La mansión Torteval ?” Desirée repitió tan despreocupadamente como le fuese posible, mientras sacudía un par de dados entre sus palmas. Los aldeanos se empujaban y se apretaban para espiar furtivamente su improvisada mesa de juego establecida en un callejón estrecho mientras ella entretenía y distraía a sus dos víctimas.
“Sí, ” el jugador dijo orgullosamente, guiñándole el ojo . “Soy jefe de establos allí.”
“¿Si?” Ella tiró los dados sobre parte superior del barril que servía de mesa . Tal vez su suerte había comenzado a cambiar . Ese hombre podía tener la información que ella necesitaba para descubrir la verdad acerca del asesinato.

Cinco y Tres.

“¡ Cielos! Parece que lo logré , Bardolph ! ” el hombre gritó , codeando a su compañero de cara seria , quien parecía impaciente por irse.
“¡ Gané otra vez!”
Desirée suspiró su desilusión fingida y le pasó las monedas. “La suerte hoy ciertamente está de su lado, señor.”
Él sonrió , mostrando una fila de dientes irregulares. “ Apostaré otra vez. ¿Medio penique esta vez, eh?”

Ella inclinó la cabeza asintiendo , colocando su apuesta al lado del de él, pero el hombre a su lado gruñó su desaprobación.
“La señora Philomena tendrá que esperar , ” el jefe de establos dijo. “Oíste lo que la muchacha dijo. La suerte está de mi lado ” Él le sonrió abiertamente con ojos brillantes y codiciosos.
“Así parece, ” ella concordó .

Desirée sacudió los dados en sus manos ahuecadas, subrepticiamente intercambiando un dado por el dado cargado que llevaba en la bolsita atada en su cintura.
Era un sistema perfecto. Uno de los dados todavía sería completamente imprevisible. Pero el otro siempre aterrizaría en la misma cara . Las probabilidades estaban a favor de Desirée, pues ella sabía que ninguna tirada sería superior a siete puntos.
Ella agregó casualmente, “ Oí decir que hubo una desgracia en la mansión Torteval la semana pasada.”
“¿Mm?”
“¿No ocurrió allí un asesinato?”
“Oh, sí. Pero atraparon el bastardo que lo hizo, y fue colgado en la horca . Nicholas Grimshaw en persona le dio el golpe final. ¿ estuviste en la plaza ? El cuello del asesino se quebró como una ramita.”
Su asimiento vaciló y ella dejó caer el dado cargado, rápidamente lo levantó , no sin antes ganarse una mirada desconfiada de Bardolph. Su voz sanó ronca cuando ella preguntó , “ Qué numero , señor?”
“Ocho otra vez.”
“Muy bien. Yo iré por . . . Cinco.”
Los dados rodaron sobre el barril. Uno y Tres.

“¡Carajo!” Las monedas se quedaron donde estaban . Él miró de reojo al dinero que le quedaba en el bolsillo . “¿Otro penique?”

Desirée tenía que ser frugal y controlada en sus apuestas . Apenas había hecho suficiente dinero en los últimos seis días como para pagar su mantenimiento, y estaba viviendo en base a una dieta de un plato potaje al día. Pero no tenía mucha elección. Necesitaba mantener entretenido al hombre si quería obtener mas información acerca del asesinato.

“Bien. Cinco otra vez.” Ella colocó medio penique al lado de las demás monedas, luego empezó a sacudir los dados en a sus manos otra vez. “’¿ Fue un abogado al que asesinó, verdad ?”
“Sí. Apostaré siete. Era un hombre del Lord.”
“¿Del Lord?”

“Lord William.” El hombre se movió más cerca para confiarle en un susurro, “ El lord se está muriendo , sabes? . Había citado a su abogado para redactar su testamento.”
Bardolph lo codeó , luego le lanzó una mirada abrasadora . “Sólo tira los dados.”
Ella se encogió de hombros y soltó los dados sobre el barril. Uno y Cuatro. Gracias a Dios! .
“¡ Mierda ! ” El hombre golpeó su puño en el borde del barril.
Desirée no pudo evitar la sonrisa que se asomó en su boca. Dos peniques. Comería otra vez esa noche. Sin embargo una parte suya se entristeció por la pérdida de su socio en el delito. Pero no extrañaba tener que ceder un alto porcentaje de sus ganancias al viejo patán.
Como ella extendió la mano para reclamar su apuesta, su mano repentinamente fue cubierta por una mano enorme.
“Deja el dinero allí.”
Ella giró la cabeza . ¿Quién se atrevía interferir en su juego?
El jefe de establos le respondió, quitándose la gorra y hablando con temor, “ Nicholas Grimshaw.”
Bardolph le clavó el codo , mascullando, “ Te dije que deberíamos habernos ido.”
Desirée no estaba dispuesta a abandonar las ganancias obtenidas tan trabajosamente . Ella miró enojada a los ojos oscuros del funcionario . “¿Qué haces aquí?”
“Limpiando las calles de Canterburry.”
El jefe de establos retorció su gorra en sus manos. “ Estabamos juego con los dados, mi lord . Ninguna trampa. Todo limpio y honesto . Lo juro.”

“Ninguna trampa, ” Bardolph le aseguró , agregando una defensa, “ Y yo no estaba jugando.”

“¿Ninguna trampa?” Nicholas repitió. “¿Entonces qué es esto?”
Antes de que ella lo pudiese detener con su mano libre, él arrancó bruscamente la bolsita colgando de su cintura y la abrió sobre la mesa. Lo que cayó fueron algunos cuartos de penique, cuatro cáscaras de nuez, una cadena, un peine, la llave de hierro que Hubert le había dado, dos cintas, un par de guisantes secos, y el dado no cargado . Todas sus pertenencias.
“ Mierda! , ” el jefe de establos dijo asombrado. “Es un dado tramposo.”
“Ella nos estaba embaucando . . . A Vos, ” Bardolph le dijo.
Desirée se sentía más enojada que avergonzada. Cuando uno dependía de las trampas para ganarse la vida, ser atrapado a veces era inevitable. Un poco de conversación , unas pocas monedas devueltas , y una partida apresurada usualmente servían para sacarla de tales problemas.
Pero ella no estaba dispuesta a dejar Canterburry. Tenía una tarea que terminar. Y no tenía monedas ahorradas para usar como soborno. Por Dios! , en ese momento, no podría haberse ido si eso hubiese querido. Aun no podía quitarse de encima la enorme mano del funcionario .
“¿Cuánto ha perdido con ella?” Nicholas le preguntó al hombre.
“Poco. Sólo ese penique , ” el jefe de establos dijo.
Pero Bardolph vio la oportunidad de ganar . “¡Dos chelines!”
“¿Qué?” El primer hombre lo miró con el ceño fruncido .
“¡Dos chelines! Ella nos ganó dos coronas. . . De Él.”
Desirée se quedó sin aliento. “¡ No es verdad!”
“Dos chelines, ” el funcionario repitió . “¿ Es verdad?” Él chasqueó su lengua. “ Esa suma , caballeros, es suficiente como para hacerla azotar.”

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