lunes, 1 de septiembre de 2008

EL HIGHLANDER SILENCIOSO - CAPITULO 11

Capitulo 11

Mairi observaba el paisaje ansiosamente buscando las primeras señales del castillo de Trouville. Rob había escrito que era el lugar más bello de Escocia. aunque no se comparaba con tamaño de los castillos de Edinburgh, Stirling o Roxburgh. La descripción no significaba mucho para Mairi, que nunca había visto otros castillos, a no ser el de su padre.
El le había prometido que viajaría con ella de vez en cuando y le mostraría el mundo que había conocido cuando participaba de los torneos. Había sugerido hasta que podrían aventurarse a Francia algún día.
Finalmente, ella viviría las aventuras con las cuales siempre había soñado . Nuevos lugares, nuevas personas, una nueva vida. Su padre estaría feliz por ella, Mairi pensó. Como deseaba poder escribirle y contar todo. Pero su padre, estaba con Dios ahora. Por más que lamentase su muerte, Mairi sabía que necesitaba luchar con todas sus fuerzas para hacer que él fuese recordado a través de su persona. La hija de Maclnness era ella, dotada del coraje que le habría heredado a sus hijos varones, si los hubiese tenido. Su padre le había afirmado eso . Y por eso , ella jamas flaquearía o vacilaría al enfrentar un desafío.
Finalmente allá estaba el castillo . Mairi se paralizó. Nunca, en su vida, se había imaginado que un lugar así pudiese existir.
- Dios Santo - ella murmuró deslumbrada. - Es magnífico!
Rob dejó escapar un sonido de satisfacción, pero Mairi no logró desviar sus ojos muy abiertos de ese lugar maravilloso, para observar a su marido.
Las torres blancas parecían subir hasta las nubes . Una muralla curvada rodeaba el castillo, su color era de un blanco reluciente que brillaba como la nieve al sol del atardecer. En un contraste bellísimo, las colinas suaves se sucedían en distintas gamas de verde , hasta llegar al otero donde el castillo estaba afincado. Un gracioso camino sinuoso subía hasta los portones inmensos.
- Es Perfecto… - ella murmuró, volviéndose finalmente hacia Rob.
- Si - él aceptó, sonriendo y haciendo avanzar a su caballo. - Papá está afuera - agregó , y , por alguna razón, eso pareció ponerlo muy feliz.
Mairi examinó más detenidamente el castillo, notando la ausencia de colores. Los estandartes estarían volando al viento si el lord estuviese en la casa. Su padre le había hablado sobre esa costumbre, aunque no lo usasen en Craigmuir. Anunciar la ausencia do lord en su tierra natal sería como hacer una invitación a un ataque.
Cuanto más cerca llegaban, más el trote de los caballos se aceleraba. Mairi se armó de coraje , que había comenzado a disminuir sensiblemente mientras se acercaban . No se había preocupado antes, pero la familia de Rob debía ser tan imponente como su castillo. Imponente como la realeza. Qué pensarían de la sencilla esposa de las Highlands que su hijo había traído al hogar?
Ella alisó sus faldas y bajó sus mangas , sabiendo que nada de eso haría que su vestido fuese más presentable. No había traído sus vestidos mas bonitos los había dejado en su casa por la partida apresurada, pero ni el mas bello de sus vestido serviría para entrar en ese lugar de ensueño.
Pasaría media hora mas hasta que llegasen a los portones, y Mairi se sumergió en un proceso auto destructivo de su imagen. Sólo el recurso de recordar a sí misma quién era y lo que se esperaba de ella impidió que temblase como una presa delante de los perros de caza . La hija de Maclnness. La esposa de MacBain, se repetía sin cesar.
Cabalgaron directamente hacia los portones. Un silbido agudo se oyó y la cabeza de Rob se volvió en dirección al sonido.
- Oye, Conor, vago de mierda ! - gritó . - Abre los portones!
A continuación , los grandes portones se abrieron . Pero Mairi sólo tenía un hecho en mente. Rob había escuchado el silbido agudo del hombre llamado Conor. El no podía haber oído ...! O podía?
Todas sus últimas deducciones se deshicieron como un pergamino consumido por las llamas. Se había equivocado ! Estaba equivocada ...
No, no podía estarlo ! Había sido una coincidencia que Rob hubiese mirado hacia arriba en ese instante. El sabía donde estaría el guarda. Si, él simplemente había levantado la cabeza para llamarlo y había visto al hombre allá. Y el guardia había silbado en ese exacto momento, todo era una coincidencia. Dejó escapar un suspiro de aflicción, preocupada por haberse precipitado en hacer un juicio.... nuevamente.
- Ven, Ven - dijo Rob, e incitó al caballo, entrando por el portal.

La rejas levadizas , con sus puntas agudas, se deslizaron hacia arriba con sonidos secos, liberando el paso .
Mairi jamas había visto algo semejante y contuvo el aliento al cruzar el portón, temiendo que las rejas pudiesen caerse por accidente y partirlos en dos .
Una multitud los esperaba en el patio. Rob se deslizó de la silla, desmontando. Mairi se sintió objeto de examen. Ojos curiosos la estudiaban, juzgando, midiendo, probablemente considerando que no era la esposa adecuada para el hijo del lord del castillo.
Ella enderezó los hombros y les devolvió la mirada con desafío. La hija de Maclnness, se repitió mentalmente. Un poco de polvo del viaje y un sencillo vestido de lana no iban a disminuirla. Ella no lo permitiría.
Rob agarró las riendas de la yegua y la llevó través de la gente amontonada , parándose brevemente algunas veces para intercambiar un saludo de mano con varios de los hombres. Pronto, estaban cerca de las escaleras.
La multitud se apartó ligeramente cuando Rob dio la vuelta y extendió los brazos para ayudar a Mairi a desmontar. En el momento en que los pies de ella tocaron el piso de piedra del patio , una voz clara de mujer sonó:
- Eres bienvenido, hijo. Andy me contó que me trajiste una hija!
Rob sujetó a Mairi por la cintura.
- Mi madre, lady Anne - dijo con su voz grave y monocorde, indicando a la mujer alta y elegante, usando un vestido de seda verde. - Esta es mi esposa, madre . - El inclinó a cabeza hacia ella. - Lady Mairi.
- Qué bella sorpresa , mi querida - dijo la mujer, con una alegría un tanto exagerada. - Estamos encantados de darte la bienvenida a nuestro hogar
- Muchas gracias - respondió Mairi, con una corta reverencia, avergonzada de que su voz sonase tan ronca como la de Rob. Su garganta todavía le dolía . Además, había percibido una nota decepción en los bellos ojos grises de su suegra, aunque sus palabras hubiesen sido amables.
- Robert por favor, lleva a tu esposa al cuarto de Alys. Un baño la espera.
- Dónde está Alys? - él preguntó, pareciendo levemente perturbado con el pedido da madre.
-Fue a Edinburgh con tu padre. Deben estar de vuelta pronto.
Mañana? - él preguntó, sus dedos enterrándose en la cintura de Mairi como si buscase apoyo.

- Esta noche, espero - ella respondió . - A tiempo para la fiesta.
Rob dejó escapar un insulto mudo que pasó desapercibida para todos, pero no para Mairi.
Su madre se dio vuelta y subía la escalera , y los otros conversaban entre ellos, entusiasmados con la inminente celebración. Mairi se preguntó para quién sería esa fiesta y ya planeaba no asistir.
La confusión reinaba por donde pasaban. Atravesaron el gran salón. Ella jamas había visto una decoración tan suntuosa. Inmensos estandartes colgados de las paredes, intercalados con blasones y tapices con diseños extremadamente elaborados. Las paredes mostraban muros pintados y un patrón único de flores doradas. Las mesas brillaban, ostentando manteles finisímos e inmaculadamente blancos. Ni siquiera los reyes vivían con tanto esplendor.
Mairi tropezó en los escalones cuando Rob la condujo , escaleras arriba , a los cuartos de la torre. De repente Mairi se sentía pequeña e insignificante. Deseó estar en cualquier lugar, menos allí.
Había sido un error de grandes proporciones, ella pensó, el casamiento con ese hombre. Qué había tenido en mente su padre al entregarla esta familia?
- Estás enferma? - Rob preguntó, cuando entraron en uno de los cuartos.
El cuarto, cómodo y acogedor, parecía apropiado para una reina, más bonito que cualquiera que ella hubiese visto. Mairi precisó dejar de lado su incredulidad para poder responderle a su marido.
- No, lo no estoy .
- Toma un baño - él ordenó, señalando a la enorme bañera de madera que estaba parcialmente escondida detrás de una cortinas de lino blanco.
Una criada estaba de pie, al lado , con una sonrisa en una boca donde faltaban dientes. Aun su uniforme parecía más caro y ciertamente en mejor estado que el traje arrugado de Mairi.
Mairi bajó los ojos para observarse y pensó qué iba a hacer. Si hubiese sabido, que tipo de majestuosidad iba a encontrar después de casada, habría insistido para que su padre le comprase ropas adecuadas.
. Sus vestuario era apropiado para la vida en las Highlands , donde la comodidad era a preocupación mayor. Pero no allí en un lugar donde el ama del castillo se vestía con una elegancia que muchas reinas envidiarían . Con tristeza, Mairi recordó el vestido de seda verde de lady Arme, de corte tan diferente al suyo, tan simple y sin gracia.
- Tonterías ! - ella murmuró, sacando de su cabeza los pensamientos de envidia. - Eso no tiene ninguna importancia .
- Prepárate - le dijo Rob, empujándola de una situación difícil a otra. Ella no estaba preparada para quitarse la ropa en su presencia.
El dejó escapar una pequeña risita al darse cuenta de su visible pudor . Frotándole los hombros, como si quisiera transmitirle confianza, la empujó hacia adelante , con delicadeza. Luego, salió del cuarto, cerrando la puerta silenciosamente.
El vapor del agua caliente era una bendición, decidió Mairi. Se Arrancó las ropas como si estuviesen en llamas y corrió a la bañera.
- Ah… - gimió deleitada, sumergiendo hasta el cuello en el agua caliente perfumada con esencias florales. Debía pedir prestada un poco de esa esencia, pues no había traído su propia provisión de aceite de rosas que su padre le había dado. Todos los años, en su cumpleaños, él le regalaba ese perfume, diciéndole que era el mismo que su madre usaba. Aunque ligeramente diferente, el aroma de ahora le traía recuerdos dulces y amargos de su padre, a quien nunca más vería.
Nunca más lo vería, pero jamas se olvidaría de él ni de su promesa de vengarlo.
Para conseguir ayuda en su intento, ella necesitaba causar la mejor impresión que pudiese a su marido y a toda su familia. Si la quisiesen lo suficiente, quizás pudiesen ayudarla a cumplir sus deseos y cederle los hombres para ejecutar su venganza y salvar a su clan de Ranald.
Cuando, finalmente se levantó y se sentó en la bañera , la criada llenó una pequeña jarra y la volcó sobre los cabellos de Mairi, enjabonándolos y frotándolos delicadamente.


Ella se abandonó a la sensación deliciosa de ser bañada como un bebé frágil, alejando los pensamientos de aquello que podría acontecer, cuando emergiese de ese calor acogedor. Por el momento , ese placer inmediato era todo lo que necesitaba enfrentar.
Necesitaba reposo, una pausa lejos de las preocupaciones y las aflicciones. Iba salir de bañera, ser secada y llevada a dormir a esa cama enorme, de apariencia gloriosamente suave, con sus carísimos brocados colgados en el dosel. Mañana sería el tiempo de enfrentar tantos demonios cuantos pudiese.
- Tus ropas - anunció Rob. Arrojó las prendas sobre la cama y apuntó con el mentón hacia la puerta, en una orden silenciosa para que la criada dejase el cuarto.
La muchacha recogió rápidamente el vestido sucio de Mairi y desapareció .
Mairi se sentó , volcando agua por el borde de la bañera, y sujetando la toalla de lavarse para cubrir su pecho.
- Sal de aquí ! - ella murmuró.
- Papá está en casa - él anunció, no pareciendo feliz con ese hecho. - Apúrate ! - Diciendo eso , tomó una de las enormes toallas de lino y se la extendió a Mairi, girando la cabeza y cerrando los ojos.
Dándose cuenta de su urgencia, Mairi agradeció mentalmente su gesto de caballerosidad, y salió de la tina, envolviéndose en la toalla.
En una fracción de segundos, Rob se desprendió de sus ropas y se metió en la tina . Mientras se frotaba, desparramando agua por todos lados, Mairi se secó y se vistió , tomando la última camisa limpia y el vestido rojo todo arrugado. Era el mejor que tenía y debía servir.
El ruido de Rob bañándose la llenó de ganas de espiarlo, pero Mairi se negó a permitir que la tentación la venciese. Ya había visto a su marido desnudo antes, aunque no en un espacio tan íntimo. Tratándolo con la misma cortesía con que él la había tratado , Mairi se quedó de espaldas hasta que él saliese del agua y se pusiese sus ropas. La curiosidad casi la venció, varias veces, pero ella se mantuvo firme en su propósito.
Finalmente, ella oyó el ruido de la vaina de la espada siendo cerrada. Podía mirarlo , ahora. No había mucho que discutir, difícilmente ella podría rehusarse a descender para conocer al resto de la familia.
Vas a conocer a papá. Después , tendremos la fiesta.
Ella iba a protestar, pero él colocó un dedo en sus labios.
- La fiesta de casamiento - él le explicó, con una sonrisa cómica.
A decir verdad, Rob no parecía más entusiasmado que ella, respecto a las presentaciones y la celebración que le seguiría. Algo lo preocupaba. Probablemente, que ella pudiese avergonzarlo. Esa también era su preocupación.
Lo mejor que podía hacer era darle un consuelo. Mairi esperó hasta que él la miró a los ojos. Buscó las palabras más claras y las pronunció una después de la otra, con el mejor acento de las Lowlands que logró .
- No voy a decepcionarte.
La expresión de Rob se transformó , de una tensa a otra repleta de ternura. Mairi pudo leer, en sus ojos dulces, la más completa comprensión . El dio un paso adelante y sujetó su rostro entre sus manos.
- Ni yo a vos - Rob prometió . Luego, él la besó.
Oh, esa boca se posaba suavemente sobre la de ella, el contacto de su lengua era una caricia provocador , aunque todavía un poco reprimida. Mucho más parecido a un beso de paz , que un preludio de seducción , ese beso le entibió el alma, calmando sus miedos y ese beso le suplicaba que ella confiase en él.
Cuando él la soltó, Mairi quedó temblorosa, mirando ese sonrisa que le aceleraba el corazón. Luego , lentamente y con formalidad, él la tomó por la mano y la condujo fuera del aposento.