domingo, 24 de agosto de 2008

EL HIGHALNDER SILENCIOSO - CAPITULO 2

CAPÍTULO 2


A la mañana siguiente, Mairi despertó y resolvió abordar la situación de forma más pragmática de lo que había hecho la noche anterior. Había pensado mucho. Si no se casase con ese barón, nada cambiaría para ella. Pasaría el resto de su vida contando las sabanas del castillo y lustrando la colección de platería de Craigmuir , reprendiendo a los criados insubordinados y haciendo las compras para el castillo . Sin embargo , si aceptase al hombre como marido, por lo menos tendría alguna posibilidad de establecer una familia que fuese solamente suya, de tener hijos que la amasen.
Y finalmente, ella vería lo que había mas allá de las colinas parcialmente habitadas y de los valles estrechos de las Highlands. Más que cualquier otra cosa, ella ansiaba conocer una ciudad, cualquier ciudad. Quería viajar, conocer nuevos pueblos, nueva gente y , con algo de suerte, verse envuelta en una aventura por el camino, sólo una aventura sería o suficiente. Casarse con MacBain ya le cumpliría ese último deseo, pensó Mairi, con una sonrisa secreta.
El podía no querer hablar con ella más de lo que estrictamente necesario, pero Mairi tenía que admitir que no era difícil superar eso. Con tiempo, seguramente ella lo convencería a adoptar alguna actitud más sensible.
Además, compartir la cama con él no sería una tarea desagradable. Creía que él había sentido un breve interés por ella, en ese sentido, si no fuese por otro. Suponía que sería ese interés sería suficiente, y a lo mejor descubrirían
algún otro tema en común. Muchos matrimonios ni siquiera contaban con ese interés sexual para comenzar .
Determinada a demostrarle a él que ella podía ser una compañía interesante, Mairi se dirigió a la cocina, poco después del a misa, y colocó en una cesta una porción de queso, carne fría y pan fresco recién sacado del horno. Agregó una odre con vino y salió en busca de su prometido, quien no se había tomado el trabajo de aparecer en misa o en el desayuno informal que había seguido al rito .
Ella lo encontró en el establo, cepillando a su caballo.
- Buen día , mi Lord - ella dijo, exhibiendo su sonrisa más expresiva.
El le sonrió en respuesta, con una expresión de dulzura que la hizo detenerse en seco y respirar profundamente .Por Dios , ese hombre podía hechizar a cualquiera cuando se lo proponía , pensó Mairi, llevando una mano a su pecho , sin darse cuenta que su corazón se había acelerado salvajemente y sintió vértigo por un instante.
Tan rápidamente como había surgido , su sonrisa se fue. El taciturno barón frunció la frente al mirar para la cesta que ella cargaba. Lo que la dejó preguntándose si había imaginado la forma en que él la había recibido . Había sido una alucinación?
Mairi levantó la tapa de la cesta para mostrársela.
- Traje comida. Hay un lugar maravilloso que podría mostrarte, si quieres cabalgar. - Tomó una silla de montar y se la extendió a él, señalando una yegua.
- Cabalgar? - él miró a su alrededor y volvió hacia ella. - Solos?
Ella sonrió, de un modo malicioso, e inclinó la cabeza para o lado,
- Por qué no? Somos prometidos. Quién puede censurarnos?
Con un gesto de inseguridad , él tomó la silla. Mairi se sintió feliz con sólo observarlo moverse, mientras Rob ensillaba su caballo y, después el de él. La gracia de sus movimientos, ella pensó, impresionada por la economía en los gestos de cada acto, sus musculos bien marcados y visibles a través de las ropas del barón.
Rudo o no, él le hacía hervir la sangre . Era el primer hombre en conseguir perturbarla de ese modo , y, por eso , casi le perdonaba su falta de atención de la noche anterior, y por la ausencia de su sonrisa encantadora, en ese instante. Quien sabe , quizás él sólo fuese tímido o nunca le habían enseñado buenos modales ,
Mairi podría enseñarle . Como primera lección, ella aguardaba que él la ayudase a montar. Después de una mirada agudo en su dirección , él la sujetó por la cintura, la levantó como si ella no pesase más que la cesta de comida que colocó sobre el lomo de la yegua.
Esas manos fuertes se habían se demorado en su cuerpo más de lo necesario? Ella creía que si . Buena señal. Rob montó rápidamente y se pusieron a cabalgar en silencio. Mairi indicaba el camino. Su lugar especial los aguardaba, una adorable claro en el bosque donde un riacho corría por entre las piedras, después de una pequeña cascada. Las flores que allí crecían transformaban el lugar en un valle encantado. Podrían pasar algunas pocas horas tranquila lejos do castillo, para conocerse mejor.
No era que iba a permitirle a él alguna libertad, sería mejor que él no intentase nada antes del casamiento. O no?
Mairi sonrió para sí misma, casi deseando que él abandonase su actitud de respeto. Muchas parejas se anticipaban a la pronunciación de los votos matrimoniales. Era evidente que ella no iba a alentar ese tipo de cosas
, por supuesto, ni siquiera para hacer la relación entre ellos más gentil. Su padre le había dicho que una dama debía marcar los limites.
Muchas veces Mairi había deseado hablar con las otras mujeres acerca de ese tema . Su madre había muerto hacia mucho tiempo, y las pocas criadas que permanecían en Craigmuir no eran personas a las cuales ella pudiese pedir consejos de esa naturaleza, la mayoría de esas mujeres se sentían libres de conceder sus favores sexuales y eso no era un secreto .
Llegaron a destino. MacBain permaneció montado, observaba el bosque y las cercanías con una mirada atenta.
Mairi podría jurar que él estaba estudiando el terreno , buscando rastros y oliendo el aire, como si presintiese problemas. El creía que ella lo había invitado para tenderle una trampa ?

- Me gusta este lugar - él dijo finalmente, desmontando y yendo a ayudarla a descender de la yegua. Luego , se inclinó y recogió , en un gesto rápido, un puñado de flores silvestres. - Para vos - él dijo, enfrentándola, mientras las extendía hacia ella.
Mairi decidió ignorar la intensidad de su mirada. Por Dios, él raramente parpadeaba .
- Te lo agradezco! - ella murmuró.
Ciertamente a él no le gustaba perder el tiempo. Pero había hecho
un esfuerzo por agradarla y ella le daría crédito por eso.
- Ven conmigo - ella ordenó, tomando la mano fuerte y empujándolo hasta el borde del riacho, resuelta a convertirse en amiga de ese hombre, sin importar cuan rudos fuesen sus modales.
El se agachó , sentándose y forzando suavemente a Mairi a acompañarlo , observó el agua y la miró con una expresión desafiante y comenzó a quitarse ;a botas.
Intrigada con esa sugestión inesperada, tan contraria a lo que se espera de una muchacha bien educada, ella aceptó el desafío e hizo lo mismo, sacándose los zapatos y arrojandolos por encima sus hombros, éstos cayeron en el pasto . En momentos, estaban sentados, lado a lado, con los pies descalzos lentamente jugando con el agua fría y límpida del riacho.
- Ah!, esto aquí es una delicia, verdad ? - ella comentó, acostándose en el espeso parto verde. - Tienes algún lugar así, cerca de su casa? Algún lugar especial para vos ?
Aunque no respondió , él se apoyó sobre uno de sus codos, casi acostándose sobre ella y mirando fijamente su rostro. Por un instante, Mairi pensó que él iba a besarla, pero él sólo tomó las flores que ella todavía traía en la mano. Escogió una.
- Belleza -- él murmuró, en un tono seco, rozando los pétalos en su nariz; - Aquí - él continuó , tocándole los labios con la flor, - Y aquí - él repitió , pasándola por su cuello hasta el borde de la camisa
- Escondida - ella respondió provocándolo .
Un calor extraño se esparció por todo el cuerpo de Mairi, más que cualquier otra cosa, quería ver de nuevo esa sonrisa y esa expresión encantadora que le había visto en el establo. Lo Lograría de nuevo?

- Un beso? - ella murmuró, con un aire de timidez, adoptando el peculiar hábito de él de hablar con pocas palabras. Como respuesta él simplemente posó a boca sobre la de ella. Después de una leve presión de los labios, él
la indujo , con la lengua, a recibirlo. Ella nunca había sido besada así en su vida. Qué pena, pensó Mairi, disfrutando intensamente la sensación. El se puso a explorar todos los rincones , su lengua se movió suavemente, rozándole los dientes, los labios, despertando en ella una oleada de placer. Mairi, entonces, respondió , de la misma forma.
Encontró la abertura caliente y húmeda de su boca, probando su sabor y su calor que, como el de ella, aumentaba. Adorando cada investida dada con la lengua , Mairi ni pensó en retirarse. Las lenguas iban y venían con una ansia que enviaba un río de fuego hasta su vientre, un calor abrasador que ella apenas conseguía controlar. Su corazón se aceleró, latiendo en sus oídos, mientras estrellitas de colores danzaban en la línea semi cerrada de sus pestañas.
Cuando él arrojó su cabeza hacia atrás, respirando profundamente mientras Mairi pestañeaba deslumbrada, dándose cuenta que ninguna parte de sus cuerpos , salvo sus bocas, se habían tocado. Si él conseguía despertar ese tipo de sortilegio con apenas sus labios y su lengua, qué sucedería cuando usase el resto de su cuerpo ?
Mairi dejó escapar un largo suspiro y cerró los ojos, imaginando.
-- Me deseas? - él preguntó, y parecía hablar en serio…
- El cielo es azul? - ella retrucó secamente, los ojos todavía cerrados, una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios, - Qué crees, tonto?
El se rió . Qué sonido extraño, Mairi pensó. Alto y brusco, como si raras veces se riese , y aquello lo hubiese tomado por sorpresa. Sin embargo le gustó su risa, más que nada porque lo había hecho expresar sus sentimientos. Ciertamente un hombre podría amar a una mujer que lo hiciese reír, especialmente si hubiese tenido pocos motivos para reirse en su vida.
Ella se ocuparía de que esas risas no le faltasen, decidió Mairi en ese instante. Risas e hijos. Ambos, en abundancia . Ella se rió también, deleitada por ese pensamiento.
El parecía más relajado ahora, más cómodo en su presencia después del beso y de la pequeña broma.

Por lo que parecieron horas, permanecieron allí, lado a lado, los dedos de ella entrelazados con los de él. De vez en cuando , él volvía su cabeza para mirarla, algunas veces con un aire de ironía, otras con satisfacción, pero no intercambiaron ni una palabra. Ella detectó una cierta ansiedad bajo la calma que él aparentaba, corno si pensase en hablar algo, pero se contuviese.
Qué misterio era ese hombre! Por qué no hacía preguntas sobre ella o hablaba sobre sí mismo? Mairi ansiaba saber sobre el hogar que él planeaba ofrecerle y el camino que harían para llegar a su castillo, en las Lowlands.
Ella permaneció esperando que él dijese algo primero, para no parecer tan atrevida como lo había sido la noche anterior. El, sin embargo, parecía feliz con simplemente estar acostado allí, bañado por los rayos errantes que se filtraban por el follaje de la vegetación sobre sus cabezas.
A pesar de su ansiedad por saber más respecto a él , había mucho que deducir de esa reflexión silenciosa, Mairi pensó . De alguna forma, sentía una especie de paz que se los envolvía a los dos: como si hubiesen establecido una comunión de espíritus. Y eso sólo podía unirlos mejor en el matrimonio.
Se sintió mal por haberlo juzgado con precipitación la noche anterior y por haberlo tratado con desprecio en uno de sus ataques de furia . Su peor defecto era hacer juicios precipitados. MacBain no era el primero en sufrir eso , pero ella podría intentar remediar las cosas.
Probablemente él sólo estuviese cansado y un tanto desorientado por el largo viaje. Y era muy tímido, por supuesto. Mairi estaba firmemente convencida de que ese era el gran problema del barón. Nada que ella no pudiese cambiar, naturalmente. Cualquiera que la conociese podría jurar que Mairi Maclnness no tenía ni un resquicio de timidez en su comportamiento.
De repente, él se levantó , se puso las botas y tomó los zapatos de ella. Mientras Mairi se calzaba, fue a buscar a cesta que todavía continuaba sujeta a la silla de la yegua.
Silenciosamente, hablando apenas con la mirada , ellos comieron, compartiendo el alimento e imaginando los pensamientos uno del otro.
El le extendió una feta de queso, Mairi se inclinó y la tomó de la punta de los dedos de él con los labios. Las chispas de aquellos ojos grises volvió a encender el fuego que el beso había iniciado, dentro de ella. Pero ella lo sofocó. Todavía ellos no habían pronunciado los votos nupciales y él no debía juzgarla como una libertina.
Sin embargo, qué extraña e íntima comida estaban teniendo . Ahora que se habían besado, los ojos de MacBain hablaban claramente de aquello que prefería estar haciendo . Mairi decidió creer que él actuaba así por respeto a ella y eso le gustó , aunque lamentase el hecho de no poder hacer mas cosas con él.
- Deberíamos volver - ella dijo lentamente y con reticencia , cuando finalmente terminaron la comida.
El aceptó y la ayudó a recoger la toalla, platos y copas, y las colocaron en la cesta. Luego , se levantó y le extendió la mano. En el instante en que ella se puso de pie , él la empujó hacia sus brazos y la envolvió con su fuerza, Mairi podía sentir el calor de sus labios rozándole lo alto de su cabeza.
Nunca se había sentido tan protegida. Y deseada, también. Podía oír los
latidos del corazón contra su oído, cuando recostó la cabeza contra su pecho. Y tuvo certeza, en ese instante, de que podría quedar así por toda la eternidad, y ser feliz.
El sonido de un trueno distante dispersó sus pensamientos. Era extraño. No llovía hacia días, y ella no había visto nubes en el cielo.
De repente, él se puso tenso, las manos agarrándola por los hombros como si fuese a alejarla . Al levantar los ojos, en una pregunta silenciosa, ella notó que MacBain parecía haber entrado en estado de alerta, inmóvil y a la expectativa, como si presintiese peligro.
Sus fosas nasales se dilataron, como si detectase algo. Luego, él la miró .
- Oíste ?
- Sólo un trueno - ella respondió, encogiéndose de hombros. - Muy lejos, creo. La lluvia no va a agarrarnos tan pronto , pero…
El colocó un dedo sobre los labios de ella, haciéndola callar.
- Escucha.
Mairi obedeció, aguzando sus oídos y buscando distinguir el ruido distante.
- No es un trueno! - ella murmuró, afligida, agarrándose a los brazos de él. El sonido no disminuía o se alteraba, era constante y creciente . - Patas de caballo! - ella gritó, corriendo hacia los caballos, - Un ataque! Ven, necesitamos apresurarnos !
MacBain la pasó. Montó el caballo de un salto y sacó la espada.
- Espera aquí ! - él ordenó, haciendo que el caballo girase y partiendo al galope.
Mairi llevó a su yegua cerca de la piedra, que usó para ayudarse a montar,. En un instante, estaba detrás de MacBain, manteniéndose a una cautelosa distancia en el caso que él se diese vuelta y le ordenase retornar al claro del bosque .
Aun a la distancia , ella podía oír los gritos , berridos y el tañido de los metales. Espadas!
Al llegar más cerca , Mairi se dio cuenta que ese no era un ataque de vecinos para robar unas pocas cabezas de ganado de su padre. Craigmuir estaba bajo un serio ataque.
Rob cruzó los portones abiertos de Craigmuir y al entrar encontró un infierno.

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