viernes, 1 de agosto de 2008

MALICIOSA - CAPITULO 14

Capítulo 14

Para Sofía, los próximos días fueron días de grandes descubrimientos . Ella viajaba con una pequeña compañía de artistas liderados por un hombre joven de cabello color cobre, del mismo color de las monedas que se ganaban con sus actuaciones . Él era juglar y malabarista , llamado Alan de Wisbury, y podía hacer que la gente se ríese o llorase y que los encantaba con sus amistosos ojos azules y sus mejillas pecosas. Con él viajaban el padre de su esposa , Bernard, un hombre corpulento que era equilibrista y acróbata y que tenía un enorme oso , llamado Satán , que podía bailar,.

Luego estaba Miranda, la esposa de Alan y la hija de Bernard, que podía leer la fortuna y también podía caminar sobre una cuerda en el aire , y sus hijas gemelas, Maude y Matilda, de seis años . Las gemelas sabían hacen volteretas en el aire saltando de los brazos de su padre a los brazos de su abuelo.


Ningunos de ellos sabía que Sofía no era el muchacho que ella fingía ser. Para ellos, ella era huérfano, lo cual era verdad; un vagabundo, lo cual era la verdad; y un contador de cuentos imaginarios… bueno, Sofía siempre había mentido bien.
La Vida en los castillos del Rey le había enseñado mucho sobre hombres, porque había tantos para observar. Ella había aprendido desde chica que los hombres caminaban torpemente , escupían , que siempre se jactaban incluso sobre los más pequeños incidentes y que hacían bromas sobre sus partes privadas . Ella había oído a los muchachos del establo contar historias sobre espiar a las criadas mientras se bañaban en el río y había observado al jefe de establos revolcarse en el heno con la cocinera. Básicamente personificar a un hombre significaba mostrarse lo mas arrogante y lo mas tosco posible.
No era tan difícil de actuar , ahora que necesitaba una nueva identidad. Una noche ella había logrado beberse una jarra de cerveza entera y había eructado seis veces seguidas, mientras entonaba una canción indecente.
La pequeña compañía de artistas se había movido a través del campo y se dirigía a Londres, pero no podían cruzar el puente, porque la semana anterior cuatro de sus arcos se habían derrumbado por el uso continuo y la falta de mantenimiento. Alan había pagado los peajes con las monedas que el rey Edward le había pagado .

Sofía había conocido una Londres nunca antes había visto. La parte pobre de la ciudad donde había callejones oscuros, casas y tabernas todavía con techos de paja que podían prenderse fuego con la más que leve brisa. De hecho, os construcciones se habían quemado delante sus propios ojos. Las calles eran un lugar donde los perros se movía junto con la gente, y donde los niños robaban mercancías y donde a uno le podían cortar la garganta tan fácilmente como se podía arrebatar una bolsita con monedas.

Pero para Sofía, criada con tanta protección como había sido, todo eso era una nueva aventura y no veía el peligro, solamente el aspecto travieso y fascinante de la vida.

Para su placer, Alan le había enseñado a hacer juegos con los malabares durante la primer noche en que ella se les había unido, y ahora ella dominaba esa tarea espléndidamente, o por lo menos ella lo pensaba así .
Sofía estaba parada en la esquina de una calle de ese lado oscuro de la ciudad, delante de una pequeña multitud, lanzando tres bolas de madera rojas en el aire mientras se balanceaba sobre un pequeño tronco.


" ¡ Ey, allí, Ned! " Alan le gritó el nombre que ella había adoptado , animándola mientras pasaba su sombrero recolectando monedas de la gente reunida a su alrededor . Ella le había dicho a Alan y a los otros que su nombre era Edward, una mentira que le causó mucha diversión, ya que estaba segura que el rey, ahora su homónimo, estaría furioso y ciertamente estaría haciendo lo imposible para encontrarla.
Lo estaba haciendo bien. Entonces algo la golpeó. Con fuerza. Le dio en la pierna derecha . Sofía voló a un lado, cayendo a la calle d piedra. Recuperó la respiración perdida y olió el barro y el hedor debajo de su cara y de su nariz.
Mareada de dolor , ella oyó la risa de la gente y el sonido de un resoplido curioso.
Alguien le estaba gruñendo en el oído.
Ella sacudió la cabeza y después miró hacia arriba.
Miró fijamente a un cerdo, su nariz casi tocaba hocico; él gruñó en su cara, después presionó su hocico frío y húmedo contra su mejilla embarrada como si le diera un beso, la gente se rió con más ganas.

" ¡Aléjate de mí, cerdo gordo ! " Ella manoteó en el aire delante del cerdo y se levantó , mientras que la gente se reía calurosamente . Ellos comenzaron a lanzar más monedas al sombrero de Alan que cuando ellos había hecho el juegos de malabares , un hecho que la ofendió .
Estaba golpeada y dolorida, pero su orgullo estaba mas herido que su cuerpo. Realmente quería hacer los malabares con una cuarta bola. Sofía se dio vuelta , frunciendo el ceño , y miró como el cerdo inocente trotaba calle abajo y finalmente se escondió debajo de los carros.

Alan caminó hacia ella y le extendió una mano. " Debí haberte advertido sobre los cerdos salvajes. Un muchacho del campo, como vos , nunca sabría que los cerdos son plaga en las calles de Londres. Esos malditas están en cada esquina de la ciudad ."
Ella se puso de pie , frunciendo el ceño por su ropa inmunda. " De verdad quería intentarlo con una cuarta bola."

Alan se rió y colocó un brazo alrededor de su hombro, después le dio un apretón. " No te enojes . Nos vamos esta noche a Hereford. Puedes intentar con la cuarta bola allí, muchacho." Después Alan se movió hacia la gene y comenzó a contar su último cuento.

Sofía sacudió su túnica con el dorso de su mano limpia. Estaba cubierta de barro. Se rindió ante ese hecho y recogió las bolas de madera y metiéndolas en una bolsa que colgó en su espalda , y luego caminó a lo largo de la calle hacia donde los carros esperaban junto con el oso.


Satán, un nombre tonto para un oso bailarín , pues Satán era el animal más apacible que Sofía jamas hubiese visto , de hecho , los perros dormidos del Rey parecían mas feroces. Satán no gruñía, y tampoco bailaba la mayoría de las veces. Bernard lo había robado cuando él era solamente era un cachorro y su madre había muerto atrapada en una trampa para osos. Pero Satán era un miembro de la compañía tan importante como los otros.
Salieron de Londres más tarde esa misma noche. Bernard conducía el carro que llevaba la jaula de Satán mas atrás. El largo carro osciló y rodó por los caminos fuera de Londres. Sofía dormía plácidamente en el interior mientras se dirigían hacia el noreste y lejos, muy lejos de todo lo que ella había dejado atrás.

***
En Leeds se había desatado un infierno. Rey Edward estaba enojado y quería poner un precio a la cabeza de Sofía . Ordenó rastrillar y revisar la mayor parte del país antes que ella consiguiera que la matasen. Y aseguró que, cuando ella volviese en algunos días, la mataría él mismo en persona.

Pero la reina no permitió que él pusiera un precio a la captura de Sofía pues eso comprometería verdaderamente la seguridad de Sofía .
Tobin lo convenció de que ya que el compromiso había sido formalizado , ella ahora era su responsabilidad. Exclusivamente su responsabilidad. Él juró sobre su espada que él la encontraría y la traería de vuelta a su hogar.

Pero Edward y Eleanor partirían pronto hacia el castillo de Camrose, , donde asistirían al bautismo del hijo del conde Merrick , el ahijado de Edward. Esa fue una noticia agradable para Tobin, porque prefería buscar a Sofía sólo con sus hombres , sin la complicación agregada de tener que lidiar con los hombres del Rey.

Y buscar a su prometida fue lo que él hizo. Tobin y sus hombres la habían estado buscando por cerca de una semana y media . Habían rastrillado los campos alrededor de Leeds. Sus hombres habían interrogado a todos quienes pasaban y una pequeña pista los había enviado hacia Canterburry en una búsqueda inútil .

Los días pasaban y todavía no había nada de ella . Ninguna pista . Ninguna palabra. Ninguna noticia. Era como si ella se hubiera desvanecido en el aire . Iban hacia Londres, donde él sabía / nadie podría ocultarse y no ser encontrada por años.

Eran las últimas horas de la tarde cuando el cielo se había obscurecido, casi al anochecer había comenzó a llover. La lluvia implacable embarró el camino y retardó su viaje. El y sus hombres estaban empapados hasta los huesos cuando llegaron a la cuesta de Rochester . Tobin sabía que tenía que darle un descanso a sus hombres. Se detuvieron en un mesón, pero él no durmió, no podía dormir. Yacía despierto pensando en todas las cosas que le podían suceder a Sofía. Ella era tan tonta, tan joven y tan ingenua. Con todo su desparpajo y temeridad, ella todavía era joven y por lo tanto vulnerable al daño.
Se dio vuelta sobre un lado y golpeó el colchón algunas veces para intentar sentirse más cómodo.
Pero no podía.
La verdad era que no quería estar allí en esa cama. Quería encontrarla. Quería estar sobre su caballo y rastrillando el campo. Quería obtener una señal de Dios de que ella estaba en alguna parte sana y salva, y no metida en problemas .
Cerró los ojos y respiró profundamente y después exhaló lentamente. Era una técnica que utilizaba antes de las batallas, algo para calmarse. Sus emociones corrían muy profundamente y siempre le habían causado la mayoría de sus problemas.
Pero Tobin no sabía cómo cambiar eso. Sentía lo que sentía y eso parecía ser irreversible.

El conde Merrick siempre le había dicho que su orgullo y su carácter eran las cosas que lo meterían en problemas . Él tenía que aprender a controlar lo que Merrick llamaba ” sus emociones juveniles”.
Tobin odiaba admitir que Merrick tenía razón.

Estaba allí , dominado por la sensación desamparado , de enojo y susto. No se había preocupado tanto desde la vez que sir Roger de Clare había desaparecido debajo de sus propias narices. Y eso que no tenía un gusto particular por Roger. Había resultado que habían herido a Rogelio. Lo habían abandonado en el bosque para que se morir, hasta que una mujer joven salvaje llamada Teleri lo había encontrado, y ahora ella era la esposa de sir Roger.
¿ Y Sofía corría un destino similar?

Tobin sacudió la almohada , se dio vuelta y murmuró una maldición. Cada vez que cerraba los ojos, veía su cara, la veía del modo que la había visto por última vez: con su orgulloso su mentón elevado y bajo un control total cuando él absurdamente le había mencionado las falsas razones por las que se iba a casar con ella.
Le había mentido. Le había mentido a ella, y probablemente se mentía a sí mismo . La verdad era que no sabía lo que él sentía. Estaba confundido . Y cada vez que ella lo dejaba lo hacía sentir como si él hubiera hecho algo incorrecto… . Un patrón que se repetía una y otra vez . Ella estaba presente y él hacía o decía una tontería. Las palabras que le había dicho a ella le habían salido de su ego y de su orgullo. No podía hablarle de corazón, pues estaba seguro que él no poseía uno.
Pero tenía orgullo. El orgullo era una cosa difícil de manejar ; podía teñir cómo uno veía una situación y podía hacerle hacer algo complemente estúpido que parecía ser la cosa mas correcta del mundo. El orgullo le había hecho decir las cosas que habían herido a Sofía.
El orgullo de él y el de ella.
Y cuando cerró los ojos finalmente para dormir su último pensamiento fue éste: no sabía con quién él estaba más enojado, si con ella o consigo mismo.