Capítulo 5
Con un grito, Rob entró en el riacho. La corriente helada le golpeó las piernas mientras luchaba para agarrar una punta del vestido. Sin éxito.
Lanzándose completamente dentro agua, él se acordó demasiado tarde del peso brutal de su cota de mallas. Se hundió como una piedra y , luego , volvió a la superficie, luchando con todas sus fuerzas en dirección a las faldas y las piernas que se agitaban.
Finalmente, cerró el puño en la tela y arrastró a Mairi hacia el borde del riacho. Sin saber se maldecía o rezaba a los cielos en agradecimiento. En realidad hizo las dos cosas.
Salir del agua no fue fácil, pero Rob hizo un esfuerzo y logró llevar a Mairi hasta el margen. La levantó por la cintura y la dobló en dos , esperando que expulsase el agua que ella podría haber tragado.
Gracias a Dios, inmediatamente la sintió agitarse con tos . Rob la colocó a un lado , dejó caer su cabeza sobre un brazo, casi al borde de desfallecer. Cerca de él , ella temblaba de frío . Aunque el sol de verano brillase calentando la temperatura , el agua estaba terriblemente fría.
Con un suspiro profundo de alivio por saber que ella todavía vivía, él empujó a Mairi dentro de sus brazos, conteniendo el aliento, para poder sentir si el tórax de ella se inflaba , demostrándole que la respiración se había normalizado . Ella dijo algo, pues él pudo sentir el movimiento rápido de sus labios contra su rostro. Lo que quiera que fuese, Rob se imaginó que sería mejor no escucharlo . Posiblemente fuese un agradecimiento por haberla salvado de la muerte , pero probablemente, debían ser mas insultos , culpándolo por haberla traído a ese riacho, en primer lugar.
En respuesta, Rob simplemente la abrazó con más fuerza y posó sus labios contra su sien. Ella no lo rechazó ni forcejeó, y él se sintió mejor. Giró la cabeza lo suficiente para ver a que distancia la corriente los había arrastrado .. Desde allí, podía ver a Andy acercándose cautelosamente para unirse a ellos. Traía los caballos empujándolos por las riendas.
Mairi se apartó de él y se sentó , quitando los cabellos pegados a su rostro. Ahora ignorándolo, ella luchó por ponerse de pie y comenzó a retorcer los pliegues de su ropa empapada. Sus labios se movían rápidamente , los dientes expuestos, como si rezongase para sí misma. Rob escondió su sonrisa.
- Andy está llegando - dijo él. - Puedes cambiarte la ropa.
- Oh! Milagro ! - Mairi exclamó, levantando sus manos al cielo y agitándolas. - Por fin el caballero se dignó a hablarme ! Respóndeme, MacBain, siempre decís tres palabras por frase?
- No con frecuencia - él respondió , en tres palabras, sólo para irritarla.
Tal vez Rob debiese haber sido más condescendiente. Finalmente ella había dicho algo que él había comprendido completamente. Era difícil entenderla ya que Mairi lanzaba cada palabra, una a una, como piedras sobre él.
Rob se sintió satisfecho. El sarcasmo era fácil de reconocer, él mismo lo usaba muchas veces. Sonrió para sí mismo, contento porque ella había superado el susto. Para ser honesto, él mismo todavía estaba un tanto asustado . Sin embargo , transformar el accidente en una excusa para acariciarla por un tiempo sólo iba a irritarla más.
De- nuevo, ella se refugiaba en su rabia, y a él no le importaba soportar sus ataques verbales . Comenzaba a percibir un patrón de conducta en Mairi. Ella nunca iba a admitir un miedo, sino que lo enmascaraba inmediatamente .
Por el momento , él agradecería a Dios por el enojo de ella . Era mejor eso que una mujer entregada a un sufrimiento sin esperanza. Eso era algo él no soportaría presenciar y que no sería capaz de suavizar con palabras.
Rob siempre intentaba no hundirse en los dolores y los lamentos de ninguna clase , sin embargo, en ese instante, deseó tener algo más para ofrecer a su esposa. Cuando estuviese más acostumbrado a su manera de hablar, él podría aventurarse a sostener una conversación más prolongada. Por el momento , no había tiempo para prestarle toda su atención total a ella . Pero se sentía tentado a hacerlo .
No podía culpar a Mairi por su falta de compasión. Podía ser muy perturbador para ella, si nunca antes hubiese conocido a alguien sordo.
Como lady de Craigmuir, debía estar acostumbrada a estar rodeada de gente siempre lista para atenderla . Bien, él procuraría compensarla por los
inconvenientes tan pronto como llegasen a Baincroft. Por el momento debía concentrarse en seguir viaje y no permitirse distracciones.
Andy trotaba en dirección a ellos, más pálido que nunca. Rob esperó pacientemente y lo ayudó a desmontar.
- Descansa - le ordenó, y comenzó a buscar entre los bultos ropas secas para Mairi.
Dejó a un lado un vestido rojo y metió la mano más profundamente en el paquete , buscando algo de un color más discreto que se mimetizarse mejor con el ambiente que los rodeaba .
Todavía protestando, Mairi se quedó a un lado, esperando, hasta que él le extendió un vestido color verde musgo.
- Ve allá - él sugirió, señalando un arbusto compacto que la resguardaría de ser vista, mientras se cambiaba.
Rob se quitó las botas empapadas. Luego, sin ninguna preocupación o recato, se sacó la cota de malla y la indumentaria mojada . Después , se sacó los pantalones y la ropa interior . Desnudo y todavía temblando, Rob dejó que el sol calentase y secase su piel, mientras amarraba los caballos.
El encuentro de Mairi con la muerte había aplacado su furia y, de alguna forma, la había hecho ver las cosas más claramente . MacBain había salvado su vida pero en más de una forma, ella admitió .
Si se hubiesen quedado, Ranald pronto se habría presentado como el sucesor del lord. La gente de Craigmuir no habría tenido otra opción que honrar a ese traidor como su nuevo Lord y obedecer sus órdenes . Y él habría mandado a matar a MacBain. Después , hubiese intentado convertirla en su esposa. Y ella estaba dispuesta a morir, resistiendo, y aunque su muerte podría haber sublevado al clan en contra de Ranald, ella estaría muerta en ese momento .
MacBain le había dicho que había prometido partir, pero no sabía por qué y a quién él le había empeñado su palabra. En todos los sentidos, había sido para bien que él la hubiese alejado de Craigmuir. Pero , eso no la absolvía de su propio juramento de venganza y tendría que persuadir a MacBain de ayudarla a cumplir esa promesa.
Mairi espió por entre el follaje que ahora la rodeaba para ver cómo él había recibido las palabras duras que ella le había lanzado después del rescate.
Por amor de Dios! - ella murmuró cuando lo vio . El estaba desnudo como el día en que había nacido ! Con los ojos muy abiertos y fascinada, Mairi observó a MacBain, quien examinaba los caballos y retiraba los paquetes de las sillas de montar . El hombre no tenía vergüenza de ningún tipo
Claro, él debía pensar que no había nadie a observándolo, a no ser el siervo que parecía haberse dormido, Mairi se recordó a sí misma. Pero , no se había dado cuenta que ella podría salir del bosque en cualquier momento? O era que él quería que ella lo viese así, tan... musculoso ... tan deslumbrante ... tan expuesto?
Mairi se estremeció en su ropa mojada, dejando caer el vestido seco de sus manos. Ni por un momento ella se desnudaría y daría la posibilidad de ser vista, como su marido lo había hecho .
Pero no pudo evitar imaginar qué pensaría MacBain si la observase en el estado en que ella lo miraba ahora. Ella era menuda y no tenía grandes curvas de las cuales ufanarse , Pero … él la encontraría atractiva ?
Mairi estaba bastante segura de eso , muy segura !
Ella se ruborizó ante la imagen , pero no conseguía desviar la mirada . Qué músculos, qué piel ... , ella pensó, al verlo flexionar los brazos, los hombros,
la espalda. Ah, ese cuerpo era algo digno de ser visto!
Ella retorció las manos, imaginándose la sensación suave de toda esa piel quemada de sol. El deseo lujurioso de tocar todo ese cuerpo masculino la dominó…
MacBain le permitiría hacer eso esa noche?
No seas ingenua , Mairi se retó a sí misma . Tu marido probablemente te insistirá para que lo hagas ! Su ansiedad se multiplicó por mil.
- Mierda ! - ella exclamó, sorprendida, cuando él se dio vuelta . Cerró los ojos para abrirlos inmediatamente , una miradita más.. qué mal podía hacer?
Muy bien formado y dotado , ella murmuró, antes de obligarse a mirar en dirección opuesta. Perfectamente formado y dotado . Mairi se abanicó el rostro con una mano, agarrándose a una rama con la otra, para contener la reacción perturbadora que MacBain le provocaba.
Determinada a no volver al borde del riacho hasta que él se hubiese cubierto decentemente, Mairi usó ese tiempo para quitarse las ropas mojadas y quitarse las botas. El agua helada se escurría por sus brazos pero no sirvió para calmar la fiebre que la imagen de su marido le había provocado .
De vez en cuando , ella se arriesgaba a espiarlo nuevamente. Finalmente, Rob se había puesto la ropa interior , pero ella se quedó observando, intrigada por la extrañeza de esa prenda íntima.
Los hombres de las Highlands no usaban nada debajo de sus faldas escocesas . Y ella había visto muchas veces unas nalgas expuesta y, con menos frecuencia, un miembro masculino . Pero ninguno de los que ella hubiese visto tenía las dimensiones de la virilidad de MacBain.
Un pequeño suspiro de decepción se le escapó antes que pudiese contenerlo, cuando él se puso los pantalones.
Mairi salió del bosque unos pocos momentos después , haciendo ruido para anunciar su retorno. El acababa de vestirse cuando ella lo alcanzó .
- Tu hombre está durmiendo - ella murmuró, señalando al escudero que los acompañaba.
MacBain asintió y tocó a su ayudante con el pie, hasta que él se despertó.
- Hora de partir - le dijo a Mairi. - Ellos nos siguen.
- Los hombres de Ranald? - ella indagó, lanzando una mirada ansiosa hacia el claro del bosque. - Cómo lo sabes?
El se encogió de hombros y le sacó las ropas mojadas de la mano, colocándolas en la parte de atrás de la silla.
- El te desea - Rob respondió .
MacBain se puso la cota de mallas y envainó su espada. Se aproximó a Mairi y la colocó sobre el lomo de la yegua, entregándole las riendas .
Ella se quedó observándolo mientras él ayudaba a al escudero a levantarse y notó, por primera vez, que el hombre parecía estar lastimado.
El escudero era corpulento , de cabellos rubios , y con cara redonda como una manzana, aunque estaba muy pálido . Le gustó ver su sonrisa, especialmente porque sabía que él no tenía motivos para sonreír en ese momento .
- Qué te sucedió ? - ella preguntó . - Fuiste herido en el ataque?
- Si. Un golpe fuerte en las costillas, mi lady- él contestó, reprimiendo un gemido. - Lord Rob me las fajó. Pero todavía me duelen . Pero voy a aguantar.
- Muy valiente de tu parte - Mairi comentó, aliviada de que él no fuese un hombre quejoso . Se volvió hacia Rob. - No es así , mi Lord ?
MacBain no respondió ni miró en su dirección . Se alejó cabalgando, y se dirigió hacia el bosque . Mairi lo siguió , pero a cierta distancia .
- El está muy ocupado pensando, Mi lady . Lord Rob piensa mucho - le explicó el escudero, colocándose a su lado . - Piensa casi tanto como lucha.
- Seguramente debes tener un nombre y un apellido - ella le preguntó, sintiendo que podía haber encontrado un aliado o , por lo menos , alguien con quien conversar. - Nadie se tomó la molestia de decirme el apellido.
- Soy Andy, el rubio - le explicó a Mairi , sonriendo cuando ella lo examinó, por encima de su hombro. El prosiguió : - Es para distinguirme de Andy el grandote , el hijo del molinero. Ese sí que es un hombre gigante . Espere a conocerlo. Rob gasta mucho dinero para alimentarlo.
- Tratas a tu lord por su primer nombre? - ella preguntó, espantada. - él te permite eso?
- No. Lo digo sólo cuando él no escucha, pero me imagino que eso no le importaría. No es una falta de respeto. Algunas veces me olvido que no debo hacerlo . Pero sucede que nosotros nos conocemos desde que mamábamos del mismo el pecho .
- Ah, entonces él es un buen lord, verdad ? - ella insistió , ansiosa por saber más sobre el hombre enigmático con quien se había casado . - Es un buen hombre?
Andy, el rubio suspiró.
- Si, los . Es muy justo en sus juicios, es justo al dirimir las disputas, y … es muy bueno para mirarlo, al menos eso dicen las mujeres. No le parece, , mi lady?- Andy soltó una risita pícara y luego soltó una exclamación ahogada.
Un lengua de fuego se esparció sobre el rostro y el cuello de Mairi.
- Es verdad , si - ella admitió , conteniendo el aliento, mientras incitaba a su yegua a un trote y dejaba al escudero mas atrás.
MacBain efectivamente era guapo en sus facciones y su cuerpo, pero a ella todavía no constaban los otros atributos que Andy, el rubio había mencionado . Cualquier marido de las Highlands hubiese dejado todas las promesas de lado, y habría insistido en permanecer en Craigmuir y hacer que Ranald Maclnness pagase por su traición .
Debía creer que la decisión de MacBain de partir había sido una decisión sabia. MacBain era tan diferente a los otros hombres que había conocido que Mairi decidió no juzgarlo precipitadamente.
Si alguna justicia existía en este mundo , Ranald iba a perseguirlos y le daría a ella una oportunidad de vengarse como había jurado. Rezó para que así fuese, y para que tuviese el poder de ejecutar la venganza por sí misma, si su marido no se mostraba dispuesto a ayudarlo cuando llegase el momento.
Podría ser una buena esposa para MacBain, si él se rehusase a ayudarla? Ese hombre le despertaba sentimientos que ella apenas podía clasificar, por más que lo que intentase.
El le había salvado a vida. Eso debía contar mucho , ella suponía. Por otro lado, él la había arrancado del lecho de muerte de su padre a la fuerza. Mairi detestaba ser forzada a hacer algo. Prefería que las persona usasen la razón, para convencerla. Si él hubiese hecho eso , ella habría aceptado partir, sin protestar.
No, no podía entender qué lo llevaba a ser tan gentil y tierno en algunos momentos y a actuar de manera tan insensible en otros. Pero había una cosa de la que podía estar absolutamente segura sobre su marido : él no era un hombre que daba explicaciones.
Rob sabía con certeza que estaban siendo seguidos. Lo Sabía . Podía sentirlo. Si Ranald Maclnness no se presentase en persona, él mandaría a otros hombres , tal como lo había hecho para librarse de su padre .
Rob sabía que si alguien intentase arrebatarle a su mujer, él iba a ir hasta los confines de la tierra para rescatarla y no le confiaría esa tarea a sus subordinados. Deseaba que Ranald se arriesgase a venir en persona. Eso le ahorraría un viaje de vuelta a las Highlands para librarse de él.
Para pasar el tiempo mientras viajaban, Rob se forzó a pensar en palabras, en vez de en imágenes. Aunque eso no fuese algo natural, él había adoptado ese ejercicio como un hábito desde que había aprendido a leer. Pronto había descubierto que lo ayudaba a formar frases mas largas , colocar las palabras en el orden correctas, y sabía que las frases mejor armadas no lo hacían parecer un ignorante. Eso hacía eso ahora, formando listas de maneras posibles en que podía ocurrir un ataque, si fuesen alcanzados, planeando, en seguida, la respuesta probable a cada uno de ellos. Por experiencia, tales preparativos siempre marcaban la diferencia al enfrentar cualquier problema. En lo que se refería a Mairi, había tenido que hacer un esfuerzo muy grande para evitar que la imagen de ella entorpeciese sus sentidos y su razón. El la definió en palabras : una delicada fragancia de rosas la envolvía , la forma y la textura de sus trenzas dorada , como seda y color miel Y luego silenciosamente describió en palabras su alegría ante el simple acto de mirarla. Compuso una poesía para destacar su belleza y su coraje , viendo las letras de las palabras escritas en un rollo de pergamino imaginario.
Se dio cuenta que enumerar los encantos de esa mujer había ocupado gran parte del tiempo. Tanto tiempo que se preguntó si ese ejercicio lo ayudaba o le impedía de reducir el efecto embriagador que Mairi ejercía sobre él.
Dado el modo en que Mairi había reaccionado al primer beso que habían compartido, Rob no podía evitar soñar con aquello que era difícil poner en palabras.
Durante todo el día, atravesaron las Highlands , moviéndose a un paso firme, parando para descansar siempre que los caballos parecían agotados. Aunque estuviesen bastante lejos de Craigmuir, Rob no alteró el ritmo.
Lanzó una mirada de reojo hacia atrás y notó la forma orgullosa en que Mairi cabalgaba. Ella mantenía el mentón erguido y la espalda erecta, como si no hubiese viajado todo el día por un terreno ciertamente difícil hasta para el más experto de los caballeros.
Habían subido y descendido las colinas , atravesado gargantas tan estrechas que sus hombros casi tocaban las paredes de piedra por donde pasaban. Y, aún así, Mairi continuaba resistiendo sin protestar .
El pequeño claro por el cual pasaban ahora sería un buen lugar para acampar, él supuso. Ningún lugar sería verdaderamente seguro hasta que hubiesen atravesado los portones de Baincroft, pero no había modo de poder cabalgar durante cuatro días sin descansar .
Ya casi estaba oscuro, y Rob admitió que debían dormir algunas pocas horas, después de haber pasado la noche anterior velando al lord en agonía . Su esposa debía estar a punto de caerse de la silla, a pesar de su determinación de no demostrar debilidad.
Decisión tomada, Rob tiró las riendas y se detuvo .
- Vamos dormir aquí - anunció, aproximándose al caballo de Mairi.
Le sacó las riendas de las manos, la levantó de la silla y puso de pie en el suelo . Las piernas de ella flaquearon , y Rob la alzó antes que se cayese . Con una pequeña risa, él la cargó hasta el árbol más próximo .
- Prepara una hoguera - él le ordenó a Andy, y comenzó a retirar los bultos de los caballos. Desenrolló una manta de lana y la colocó sobre la tierra blanda . Del otro lado de las ramas que Andy amontonaba, Rob extendió otra manta.
Cuando indicó con un gesto que Mairi podía acortarse allí , ella frunció
la frente, sacudió la cabeza y dijo algo. El sólo logró captar las palabras ‘dormir’ y ‘a su lado’.
No podía discutir. Ella no planeaba dormir con él. Lo que no era sorpresa, Rob pensó, encogiéndose de hombros. No había esperado que ella tuviese voluntad de acostarse con él esa noche.
A pesar de eso, él asumió un aire de irritación y soltó un suspiro de fingida resignación. No le gustaría que Mairi pensase que no la deseaba. Ciertamente la deseaba . Pero ése no era el lugar ni el momento de revelarle eso. Se sacó la capa y la arrojó a varios pasos de distancia del lugar que había designado para ella.
Se Ocupó de reunir ramas, observando disimuladamente cuando ella se levantó y ejercitó sus piernas y luego desapareció entre los árboles por
algunos minutos. Al volver, ella recogió la manta e la colocó en un lugar todavía más distante de donde estaba la capa.
Rob le dio una sonrisa sin gracia. él jamas iba a imponerse a su esposa en un lugar como ese, pero si la dejaba tranquila con esa sensación de control de poner distancia entre ellos , él permitiría que así fuese. ... hasta que ella se durmiese .
Se volvió , vio que Andy fruncía la frente al observándolo . Andy parecía estar desarrollando un sentido de protección para con la nueva esposa del lord . Probablemente había pensado que las palabras ásperas de ella podrían enojar a su marido, pero Rob no las había tomado como una ofensa.
La ira de Mairi por haber sido forzada a partir de su hogar obviamente todavía no se había aplacado . Rob quería creer que era sólo eso lo que la llevaba a rechazarlo, no el hecho de odiase su sordera. Había pensado que la deficiencia podría enojarla. Pero ella lo había besado bastante ardientemente el día anterior. Y luego se había casado con él. O no?
Pero Rob se preguntó si no hubiera sido mejor aclarar el tema de la sordera desde el principio, antes del casamiento. De esa manera él sabría exactamente qué le deparaba el destino. Y ella también.
Le desagradaba imaginar lo que Mairi estaría pensando. En ningún momento ella había dado muestras de interesarse en el tema de la sordera . Sería que había decidido ignorar su sordera y fingir que no existía? Esa solución , con certeza, no podía durar para siempre.
Algunas personas honestamente detestaban esa deficiencia y la consideraban una maldición. Por eso, Rob se había acostumbrado a disimular su condición . Después que había aprendido a hablar algunas personas ni sospechaban de su sordera.
Era una condición rara, habían le dicho. Muchas personas sordas eran mudas también .
Rob se imaginaba que su sordera había sido tema de conversación durante el arreglo del contrato matrimonial . Nunca había planeado esconder ese hecho a su novia o al padre de ella.
Le había ordenado a Thomas que le contase todo al lord antes de que el contrato de compromiso fuese firmado, presumiendo que si él le contase a su hija los problemas con los cuales ella tendría que lidiar , ella aceptaría el casamiento de libre voluntad.
Rob sabía que su sordera iba a afectar su vida conyugal, pero Mairi no parecía entender eso y prefería ignorar el tema.
Rob pensó en cómo reaccionaría ella si algún idiota lo acusase de hacer un pacto con el diablo , de haber cedido su capacidad de oír a cambio de recibir de poderes demoníacos. Eso ya había sucedido antes, ,una vez con el tío de su madre y , después , más tarde, con el abuelo de Thomas y Jehannie, sir Simon. Incluso algunos de los sacerdotes creían eso.
Rob realmente tenía poderes, por supuesto. El sonrió para sí mismo, recordando las miradas de reverencia y de miedo, y algunas veces de terror, cuando lidiaba con animales. Salvajes o domésticos, los animales lo adoraban. Ellos sentían que Rob los respetaba, y eso calmaba sus temores , convirtiendo una bestia salvaje en un animal tan dócil como un gatito.
Mientras rumiaba esos pensamientos, Rob retiró las sillas de los caballos y examinó las patas y los cascos para ver si no tenía piedras clavadas. Los tres caballos se frotaron contra él, agradeciendo su atención.
Sus parientes se asustaban de la magia que ejercía sobre los animales.
Para Rob era sencillo explicar lo sentía en relación a los animales. A veces le gustaban más los animales que las personas , a pesar que los animales tenía dificultad en comunicar lo que realmente necesitaban. El hacía un esfuerzo por entenderlos, y los animales le devolvían esa cortesía. Era así de simple
Pero su habilidad de ver en la oscuridad dejaba atónitos a muchos que lo conocían. Para Rob, parecía tan natural como ver con la luz del día. Dios le había dado esa capacidad, estaba seguro . Esa extraña habilidad había resultado realmente valioso en alguna ocasiones , y realmente sería de gran ayuda esa noche, cuando solamente tendrían la tenue luz de la luna para guiarse . Un don de Dios.
Algunas veces, conseguía adivinar exactamente lo que los otros estaban pensando. Eso , sin embargo, no era un don. Simplemente observaba a las personas con más atención que lo que los demás hacían . O tal vez los sonidos los distraían y , por eso no lograban concentrarse.
Expresiones faciales , brazos cruzados sobre el pecho, puños cerrados, un temblor de miedo o de rabia, disimulado bajo una máscara de calma. Observar con ojos atentos. Ese era todo el secreto.
Podía identificar a un mentiroso antes que abriese la boca para hablar, y una mente llena de ideas conspirativas no tenía posibilidad de ocultarse de él. Había un aire de intensidad, de cálculo deliberado que parecía escrito en la frente de los mentirosos.
Rob detuvo su tarea y miró a Mairi. Ella estaba sentada sobre la manta, los codos apoyados sobre las rodillas encogidas, un dedo enrollando distraídamente una mecha de cabellos que había escapado de sus trenzas. Tenía un aire pensativo y distante.
Sería divertido estar dentro de su mente, pensó Rob, con una sonrisa traviesa. Mairi estaba trazando algún tipo de plan . También pensaba en escapar de él y en retornar a Craigmuir para vengar a su padre, otra posibilidad era convencer a su nuevo marido de prometer que haría esa proeza por ella.
Impotente por el momento , ella obviamente todavía no había decidido qué hacer. El, sin embargo, debía observarla y resguardarla de tomar la primer opción, se escogiese esa.
Tal vez debiese decirle pronto que había decidido volver a Craigmuir para ajustar las cuentas , en caso que Ranald no estuviese viniendo por ellos . Rob sonrió. Sería interesante permitir que ella usase sus encantos para convencerlo a acceder a sus deseos. Debería haber algo demoníaco dentro de si, después de todo , para considerar esa idea.
Andy los llamó para comer el queso y la carnes frías que había empacado antes de partir de Craigmuir. Se sentaron cerca del fuego y compartieron la odre con vino . Comieron en silencio.
- Duérmete , ahora - Rob le dijo a ella, al terminar de comer.
Obedientemente, Mairi dio las buenas noches y se refugió en su manta. Rob se envolvió en su capa y se sentó con la espalda apoyada contra el tronco de un árbol cercano . Andy se apartó de la hoguera y se perdió en las sombras, para cumplir su primer turno de vigilancia , como era su deber.
Rob no planeaba dormir hasta que pudiese acomodarse en un lugar bastante cercano a Mairi, de manera de poder despertarse si ella intentase huir durante la noche . Sin embargo , se despertó con un sobresalto, horas más tarde, cuando la luz pálida de la luna ya estaba alta en el cielo.