jueves, 27 de noviembre de 2008

LOBO DOMADO - CAPITULO 10

CAPITULO 10


Dunstan se quedó mirando para los árboles mientras oía distraídamente lo que Walter decía . Ellos habían recorrido una buena distancia ese día y se habían detenido cuando todavía el día estaba claro, con tiempo para cazar lo que sería servido en la cena . Todo indicaba que el clima permanecería estable , lo que significaba que la misión pronto llegaría a su fin. Por qué, entonces, no se sentía bien al pensar en eso?
Bajando sus ojos al fuego, masajeó los músculos de su nuca, que estaban tensos. Los hombres parecían de buen humor y hasta el anciano Benedict hacía bromas con la vieja entrometida que servía a Marion. Marion... Desde esa mañana que Dunstan procuraba no pensar en ella, pero ahora, como si tuviesen una voluntad propia, sus ojos fueron hacia la tienda donde ella estaba.
Como no la vio inmediatamente , él frunció el ceño . El escudero tampoco estaba cerca de la tienda, lo que aumentó la preocupación de Dunstan. Cuando vio a Cedric sentado en medio de un grupo del otro lado del campamento, serenamente masticando carne asada, Dunstan sintió un frío recorrer su espina dorsal .
- Cedric! - el muchacho se levantó rápidamente , atrayendo la atención de todos. En pocas pasos Dunstan cerró la distancia que lo separaba del escudero. - Por qué no estás con lady Warenne?
- Ella ya se retiró a dormir - respondió el muchacho, ruborizándose fuertemente al sentirse blanco de la mirada dura de su amo.
- Y quién te dio permisión para dejar tu puesto?
- Bien... nadie , mi lord . Yo sólo creí que ella estaba durmiendo...
Dunstan buscó controlar la impaciencia y la rabia que comenzaban a dominarlo .
- Benedict está vigilándola? - él preguntó, con los dientes apretados.
- No, mi lord .
Cedric lo miraba con ojos muy abiertos, aparentemente sin entender el motivo de esa explosión. Prefiriendo no decir nada más , Dunstan giró y marchó hacia tienda de la mujer, seguido de cerca por el escudero.
- Pero ... ella dijo que estaba cansada, mi lord - protestó el muchacho.
Dunstan no retardó sus pasos, esperando que sus instintos estuviesen equivocados y que a mujer no hubiese cometido otra locura . Cuando alcanzó la tienda , apartó la lona de la entrada con un gesto brusco . Cedric soltó un suspiro de alivio cuando vio una figura extendida en el piso , cubierta por una sabana blanca, pero Dunstan no era tan ingenuo.
Poco después Cedric soltó una exclamación de horror y se quedó con la boca abierta. Dunstan acababa de levantar sabana con la punta de la bota, exponiendo mantas cuidadosamente acomodadas.

- Ella se fue ! - gritó Cedric. - Pero... yo no pensé que...
- Si, ella se fue ! - repitió Dunstan. - Y es tu culpa ! Cuando yo te doy una orden, quiero ser obedecido sin ningún cuestionamiento. Yo ordeno, vos obedecer y no piensas por tu cuenta !
- Perdóneme, mi lord ! - suplicó Cedric, cayendo de rodillas .
- Levántate , idiota! - tronó Dunstan. - Guardaste el perdón si la encontramos muerta.
Ahora muy pálido, Cedric volvió sus ojos a los árboles. Dunstan siguió esa mirada, contemplando la vegetación y los campos que ladeaban el camino. El sol ya estaba escondiéndose detrás de las colinas y la penumbra anunciaba la oscuridad de la noche. pronto sólo habría la luz de la luna y de las estrellas para guiar la búsqueda que debían emprender.
Dunstan sintió un enorme abatimiento al constatar cuan terrible era la situación .Marion podía estar en cualquier lugar... subida en la copa de un árbol, escondida en alguna caverna o caída en el fondo de un barranco. Y sería prácticamente imposible encontrarla. Ahora era demasiado tarde. Dividir a sus hombres para buscarla sería una imprudencia comparable a la que ella ya había cometido.
- La mujer huyó nuevamente? - preguntó Walter, aproximándose , un tanto ansioso pero sin demostrar mucha sorpresa.
- Huyó.
Dunstan miró con interés a su vasallo, quien tenía los ojos brillantes . Cuando él no dijo nada, Walter retomó la palabra.
- No crees que es mejor que nos separemos para comenzar la búsqueda?
- No - discordó Dunstan, con cansancio en su voz. - Sería muy peligroso. No puedo correr el riesgo de separar a los hombres y ordenar que ellos se internen en el bosque durante la noche para buscar una aguja en un pajar.
Walter creyó que debía insistir.
- El camino está tranquilo y ella está sola allá adentro - él dijo, después de unos instantes. - Si comenzamos pronto...
Dunstan sacudió la cabeza, cortando las palabras de su vasallo.
- Vos me has acompañado hace mucho tiempo como para saber que estás diciendo una tontería . Si, todo lleva a creer que no hay peligro serio en estas colinas, pero si yo estoy vivo hasta el día de hoy es porque no acostumbro a creer en las apariencias.
Walter apretó los dientes , sin duda percibiendo que había merecido lo que acababa de oír, pero Dunstan no le prestó mucha atención a eso . Sólo miró nuevamente hacia el bosque, intentando abandonar a esa idiota a su propia suerte, pero la simple idea de que ella estaba sola en medio del bosque, tal vez muerta de miedo, le oprimía el corazón .
- Pero ... No podemos dejar que ella se escape de ese modo ! - insistió Walter. - Qué va a decir tu padre?
Algo en la voz de Walter hizo que Dunstan levantase la cabeza y mirase atentamente a su vasallo. Esto era una burla ? Una falta de respeto? Con la luz débil del sol poniente, el rostro de Walter sólo mostraba las arrugas provocadas por los músculos contraídos.
Dunstan se rascó la cabeza. debía estar imaginándose cosas. Tal vez debido a su propia frustración y desesperanza, estuviese viendo escarnio donde en verdad no había nada. Pero, qué debía hacer?
- Yo iré solo - él decidió finalmente. - Y voy a encontrarla.
A ella o a lo que quede de ella.
En verdad Dunstan todavía no había pensado cual sería la reacción de su padre en el caso que fracasase en su misión o , peor todavía , si la mujer amada por su familia desapareciese durante esa viaje. La desaprobación de Campion o las críticas de Simon serían las consecuencias menos importantes. En ese momento, todo lo que Dunstan quería era encontrarla viva.
Después se encargaría personalmente de matarla.

Minutos más tarde él caminaba por el bosque. Cedric le había suplicado acompañarlo pero Dunstan le había ordenado quedarse. Sabía que la compañía del muchacho sólo serviria para retardarlo.
Sería imposible adivinar la dirección tomada por lady Marion, ya que sólo una persona demente resolvería internarse en un bosque desconocido cuando la noche ya estaba cayendo. Siendo así , Dunstan simplemente resolvió seguir el camino más lógico por entre los árboles. Marion debía estar pensando que nadie notaría su falta hasta que el amanecer y sin duda quería ganar la mayor delantera posible. Eso no era bueno para Dunstan. Por más rápido que lograse moverse, difícilmente él la encontraría en esa oscuridad.
El bosque parecía una masa densa y sólo muy rara vez la luz de la luna se filtraba por entre las ramas de los árboles. Dunstan pasó a caminar con más cuidado, temiendo no ver alguna pista que Marion hubiese dejado. En la senda que él ahora seguía había ramas y troncos de árboles caídos, lo que tal vez hasta hiciese que ella se hubiese quebrado el cuello en una caída.
En verdad eso era sólo una de las cosas malas que podían sucederle. Habían tantos otros peligros, tantas amenazas para una mujer sola que se aventurase en un bosque desconocido y oscura... Lo mejor era no pensar en las posibilidades y concentrarse en la búsqueda, buscar huellas del paso de alguien , un pedazo de tela rasgada, una rama quebrada, cualquier cosa. Pero era difícil. Por primera vez en muchos años Dunstan se sentía sin fuerzas.
Aunque no fuese un hombre supersticioso, lo que lo mantenía caminando era la creencia de que ella estaba mas adelante . Sin otra idea para guiarlo y no queriendo pensar que ella podría estar muerta en algún lugar del camino, Dunstan simplemente proseguía su caminata, con una urgencia que sólo aumentaba con el paso del tiempo.
Y tenía esa sensación de que algo no estaba bien . Dunstan sentía eso con la certeza de un hombre que caminaba hacia una batalla... o hacia una emboscada. El bosque estaba demasiado silencioso y ni siquiera se oía el ruido de animales de hábitos nocturnos. Incluso el viento parecía haber resuelto dejar de soplar. Dunstan paró y agudizó sus oídos y espió en todas las direcciones.
Entonces, en medio del silencio, ella lo llamó, aunque no fuese el llamado que él deseaba oír. El sonido que rasgó la noche fue un grito que dejó a Dunstan con la sangre congelada. Ese grito aterrorizado de mujer indudablemente había partido de la garganta de Marion. En respuesta, todo el cuerpo de Dunstan entró en actividad.

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