viernes, 29 de octubre de 2010

DIVINO TERSORO - CAPITULO 4 - BETINA KRAHN

CAPITULO 4



Tres días después, una fuerte lluvia cayó sobre Culpepper, y la gente respiró aliviada. Había mucho que hacer durante el verano, y los granjeros volvieron a la rutina, esperanzados de que tendrían una buena cosecha. Las naranjas estaban listas para ser cosechadas , y las cerezas grandes y carnosas. Las peras comenzaban a caer, y los manzaneros cargados aseguraban la producción del coñac de los Barrett. Eso era
mu bueno para la villa, y todos estaban entusiasmados, sin saber lo que la llegada del nuevo barón significaría para a comunidad.
Después del episodio en la plaza, Treasure se olvidó de la mansión Renville y se dedicó a sus quehaceres diarios. Sólo de noche, cuando paraba para descansar, se acordaba del arrogante hijo del barón. Estaba privada de las dos cosas que más amaba en el mundo: las largas conversaciones que solía tener con el viejo barón y las visitas que hacía a su maravillosa biblioteca. Los libros eran una manera de descubrir y aprender lo que sucedía en el resto del mundo, y ahora tenía impedido mantener ese tenue contacto con las mentes pensantes de los grandes autores.
Una semana después de lo sucedido con Sterling Renville, Treasure
fue a la casa de los Hubbard, pues quería visitar a Clara y verificar su progreso.
— Oh, Treasure! — La viuda Hubbard se arrojó en sus brazos en el instante en que la vio cruzar el umbral de la puerta. — Gracias a Dios, llegaste!
— Clara, qué pasó? Parece que has visto un fantasma! — ella comentó, ayudando a la mujer a sentarse en la mecedora y después tomándole las manos heladas entre las suyas.
— Seremos echados. Paguen o se marchan , fue lo que él dijo ... Por Dios, Treasure, no tenemos dinero! Sólo estamos vendiendo huevos.
— Espera , espera . — Treasure apretó las manos de Clara entre las suyas, al mismo tiempo en que intentaba descifrar lo que ella decía. — Quién dijo o pagan o se marchan ?
— El nuevo barón — Clara quitó sus manos y se sonó la nariz con el delantal. — Él vino esta mañana con papeles... Deudas. Treasure, le di mis cosas como garantía al viejo barón aquel año en que mi huerta se quemó en invierno.
— Me acuerdo .
— Bien, ahora el hijo del barón dice que tengo una semana para pagar o se llevará mis gallinas como forma de pago... y que tengo que irme de aquí!
Clara se puso a llorar y , entre un sollozo y otro, hablaba sobre la vida que había construido en Culpepper, de como ella y su fallecido marido habían llegado a ese lugar cuando todo era un gran matorral , de como habían limpiado y preparado las tierras, y de como habían criado una familia juntos.
Esa era la historia de la mayoría de los habitantes de la pequeña Culpepper.
— Cálmate , Clara. — Treasure abrazó a la vieja . — Pensaré en algo para ayudarte . — Aunque se esforzaba por parecer convincente, tenía dudas sobre si podría cumplir lo prometido. Qué diablos planeaba el nuevo barón al exigir dinero de una pobre viuda ? Además de ser arrogante y lascivo , también codicioso y desalmado?
Después de intercambiar algunas palabras mas con Clara y asegurarse que ella iba a estar mejor, Treasure salió de la casita, preparándose para concluir con sus quehaceres de esa tarde.
Ya en la plaza, Albert Riccard apareció, despavorido.
— Treasure, tienes que venir conmigo! Papá te necesita . Ahora!
Temiendo que hubiese sucedido algún accidente, Treasure montó en el caballo junto con Albert. Le preguntó varias veces qué había sucedido, pero el muchacho se limitó a balbucear unas palabras inconexas. No era un caso de enfermedad ni de accidente, le aseguró él. Era algo peor.
Por eso mismo, Treasure llegó a la casa de los Riccard muy aprensiva. Encontró a la familia reunida en la sala. Todos parecían ansiosos, y las mujeres tenían los ojos rojos. En el momento en que la vieron , se pusieron a hablar todos al mismo tiempo, mezclando el inglés y el francés.
Delicadamente, ella les pidió que se calmasen, se sentó y se preparó para oír lo que Henri Riccard tenía que decir.
— El nuevo barón Renville vino aquí esta mañana. Traía unos papeles y dice que le debemos dinero. Mucho dinero. El joven barón nos dio una semana o e llevará nuestros cerdos y caballos y nos echará de la propiedad. Yo te pregunto puede hacer eso?
Treasure estaba perpleja. Era la misma historia de Clara Hubbard.
— Firmaste algún papel, Henri?
— Si, y él me mostró mi firma.
— Y qué le debes?
— Una camada de lechones que el barón nos dio, y semillas de mijo y heno.
— Y cuántos son los lechones del barón ?
— Todos los que tenemos . — Henri miró horrorizado a su esposa, Marie. — Y él también quiere mis caballos.
— No puedo creerlo —Treasure murmuró, incrédula.
— Se ve mal, no ? — preguntó Henri.
— No es nada bueno — ella admitió. — Ese hombre no debe tener alma.
— El barón dijo que tomará todo lo que tenemos, Treasure.
Ella miró a la familia reunida y no pudo dejar de decir unas palabras de consuelo .
— Pensaré en algo, Henri. Hallaré una manera para que te quedes en tus tierras y para que puedas cumplir las exigencias del nuevo barón.
— Está bien. Confiamos en vos, Treasure. — La cara de Henri se iluminó con esperanza.
— Voy a revisar mis libros. Tal vez encuentre una salida para lo que está sucediendo — ella prometió, antes de decir unas palabras más y dejar la casa de los Riccard.
Apenas había dado unos pasos fue llamada nuevamente, esa vez por Collin y Naomi Dewlap.
Sentada en la sala de los Dewlap, oyó una historia que ya conocía. El barón había estado allá también había exigido los finos quesos que la familia producía y la madera que explotaban .
Treasure prometió pensar en una salida, pero estaba muy aprensiva respecto a la actitud cruel del hijo de Darcy Renville como para razonar con claridad.
Todo indicaba que Sterling Renville había visitado a casi todas las familias de Culpepper, cobrando antiguas deudas. Cómo solucionar ese problema ? Seguramente, debería haber un modo de ayudar a la gente de la villa, y ella iba a encontrarlo aunque tuviese que pasar las próximas noches en vela.
Cuando Treasure se aproximó a la casa, oyó el sonido de voces y se dio cuenta que su padre conversaba con tres caballeros delante de la puerta principal. Pronto notó que la expresión de su padre era tensa. Sus hermanos, Pen, Con y Ben estaban al lado de él, y sus miradas parecían ansiosas.
Instintivamente, apresuró el paso.
Buck Barrett era un hombre conocido en toda a región por su fuerza, por su risa fácil y también por su fertilidad, tanto en sus cosechas como en su inmensa prole. Tenía ocho hijos y dos hijas, y era muy reputado por el aguardiente de manzana y por el coñac de anís que producía.
— ...y estos son algunos de mis hijos — Buck estaba diciendo cuando Treasure se aproximó. Confesión, a quien llamamos de Con; Penitencia, al que llamamos Pen; Bendición ... Ben.
Cada uno de los jóvenes sacudió la cabeza, y luego Barrett presentó a esposa, Annis, quien había quedado parada en el umbral de la puerta con su hija menor , Salvación, en brazos.
— Y tengo tres hijos en el ejército da Virginia.
— Eso es muy ... interesante — se oyó una voz desdeñosa, que Treasure pronto reconoció.
Por el amor de Dios , su padre le explicaba al nuevo barón Renville que
los nombres de sus hijos habían sido sacados de la Biblia!
Como si presintiese que alguien se aproximaba, Sterling Renville se dio vuelta y la miró con superioridad, mientras decía:
— Y esta es Treasure, cuyo nombre seguramente no fue sacado de la biblia.
— Claro que si , señor! — lo contradijo Annis Barrett, manifestándose por primera vez. — Treasure significa tesoro, y mi hija sin duda es un tesoro divino. Eso también está en las Santas Escrituras.
Divino tesoro — Renville murmuró, con desprecio.

Le siguió un largo silencio, mientras Renville estudiaba a Treasure de pies a cabeza, sin importarle la presencia de su padre y de sus tres robustos hermanos. Había dejado esa visita como la última, anticipando el placer que sentiría . Ya sabía que ella vivía allí y también que su padre era uno de los muchos deudores del viejo barón. Había llegado el momento de vengarse de esa jovencita insolente.
Al ver al barón encarar su hija con arrogancia, Buck Barrett estrechó los ojos . Se había reído al enterarse del incidente en la plaza de la villa, pero ahora ya no reía . En su sencillez, comprendía que el nuevo barón era duro e inflexible y que podría complicar la vida de todos, inclusive la de su divino tesoro.
— Le gustaría entrar, barón? — invitó Buck, pues si había algo de lo que los Barrett se enorgullecían era de su hospitalidad.
— No, gracias. Esta no es una visita social, señor Barrett. — Renville retiró los ojos de Treasure y miró a Buck nuevamente. — Vine para hablar respecto a unas deudas que se han vencido, y , que por lo tanto , deben ser pagadas. — Al terminar, extendió unos papeles en dirección al patriarca da familia numerosa.
Al oír ese comentario, Treasure se aproximó todavía más y fusiló a Sterling Renville con sus ojos violeta.
— Cómo te atreves a venir aquí, enfermo de codicia?! — vociferó ella, impidiendo que su padre tomase los papeles. — La pelea es conmigo, barón Renville. No meta a mi familia en esto.
Por un momento, todos, inclusive Treasure, pensaron que Sterling Renville iba a atacarla, pero él tragó en seco y se limitó a observarla de modo beligerante.
— Saque a su hija de aquí, Barrett — él gruñó, enfurecido. — Este no es un asunto para mujeres.
— Mujeres?! — Treasure casi gritó. — Yo soy una filósofa y una libre pensadora puedo opinar sobre todo lo que sucede en Culpepper.
Una sonora carcajada se escapó de los labios carnosos del barón.
— Muchacha... muchacha. Estás siendo muy pretensiosa.
Temiendo que la situación se pusiese todavía peor, Buck pasó el brazo alrededor de los hombros de su hija, colocándola al lado de Pen y ordenándole a él que contuviese a su hermana.
Al notar que Buck Barrett no tenía intención de tomar los documentos que le extendía, Renville arrojó los papeles a sus pies.
— Usted no puede estar hablando en serio! — los ojos de Buck brillaban con indignación. — No puede haber pago antes de la cosecha. No entiende nada de agricultura?
— Los alquileres deben ser pagados o confiscaré todos los barriles de la bebida que fabrican aquí. Incluso puedo expulsarlos de estas tierras, que por ley de herencia me pertenecen.
Treasure trató de soltarse, pero Pen no permitió que lo hiciese.
Renville le dirigió una mirada de desdén , sacudió la cabeza en un saludo irónico y espoleó su caballo.
— Un mes, Barrett, y volveré.
Diablos, los ojos de ella eran del mismo color que las violetas que florecían en los campos!, él gimió interiormente , antes de volver a espolear el caballo partir en un galope desenfrenado, en una vana tentativa de sacar a Treasure Barrett de sus pensamientos.

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