jueves, 21 de octubre de 2010

NO SOY SANTA - CAPITULO 25 - PAULA REED

CAPITULO 25



En la cubierta del barco, Mary Kate observaba las nubes oscuras y tempestuosas aproximándose. En tres o cuatro minutos se desataría un aguacero . Si no corriese abajo , se empaparía , pero eso no la preocupaba. Una tormenta en el mar era algo atractivo . Atemorizante , sin duda , pero , aún así, una aventura. Se agarró a la cuerda sujeta al mástil, se aferró firmemente cuando la cubierta se inclinó y esperó el choque que vendría cuando la lluvia pesada cayese.
— Con un poco de suerte el mar se la tragará — un marinero gritó detrás de Mary Kate.
— Ni el mar la va a comer , es tan insoportable que la escupirá para devolverla — otro marinero respondió .
Poco les importaba si la pasajera los estaba oyendo o no. Ninguno de los hombres tenía intención de esconder su animosidad contra ella. Y quién podría culparlos? Mary Kate apenas había embarcado en el barco en Tortuga, había decidido que representar el papel de la histérica intratable , mugrienta y malvestida no sería la solución para su situación . Una mujer con semejante apariencia y comportamiento sería vista por esos hombres como una prostituta. Y de las mas ordinarias. En vez de eso, Mary Kate resolvió usar sus ropas más recatadas y representar el papel de mujer puritana, antipática, mordaz y asexuada.
Ese era un papel mucho más difícil que todos los que los había actuado en la casa de sir Calder. Le gustaba de representar distintos papeles , ya fuese para coquetear, para pelear o para bromear. Pero extrañaba la respuesta que sus actuaciones provocaban . Ese aislamiento la estaba matando de aburrimiento . Aunque no le gustaba la mayoría de esos hombres, quería provocarlos en insultarlos, en vez de tener que apretar los labios con un aire desdeñoso y mirarlos con la nariz empinada como si fuese una inglesa frígida.
También le resultaba difícil esconder su naturaleza apasionada, su espontaneidad, cuando, por ejemplo, quería abrir los brazos y abrazar el viento frío y la lluvia. Con buen clima deseaba usar pantalones, treparse al mástil para admirar desde lo alto todo el océano. Pero, para ser coherente con el papel asumido, siempre que subía a la cubierta, se quedaba en la baranda con los brazos cruzados sobre el pecho y , si algún marinero se acercaba , levantaba la cabeza, arrugaba la nariz y procuraba apartarse del pobre imbécil.
Se quedó quieta, disfrutando sentir el agua helada cayendo sobre ella, corriendo por su cara y empapándole la ropa. Se sentía animada, alerta, y viva .
— Mirá como se moja!! — el primero marinero gritó.
— Lo mismo da que sea lluvia o nieve. Ella no siente nada — comentó un segundo.
El barco fue levantado por una ola gigante y cayó al agua con violencia. Mary Kate se agarró con fuerza a la cuerda, excitada con la emoción que esos movimientos le provocaban , haciendo que la sangre corriese más rápidamente en sus venas.
— Baje , señorita! — ordenó el capitán Cunningham, desde el puente de comando.
Ella se dio vuelta hacia él. Era difícil ser asquerosa con un hombre tan bueno, alegre y , encima de todo , irlandés. También le gustaba el escocés, un tipo muy decente. Pero no se atrevía a demostrar que podía ser amable con ninguno de ellos. Para mantener su papel, Mary Kate gritó:
— No voy a bajar. Me descompongo encerrada en la cabina.
— Cuidado ! No quiero verla caer al mar! Es una orden!
Ella tenía ganas de armar un escándalo o una pelea para divertirse.
Pero en vez de eso, empinó la nariz e intentó volver a la cabina, pero resultaba difícil caminar por la cubierta, pues el barco se mecía mucho. Ninguno de los hombres se dignó a extenderle una mano para ayudarla.
Finalmente , logró llegar a la cabina. Sólo se sacó el vestido y se acostó con la enagua mojada, contenta con ese contacto frió y húmedo contra su piel . Se sentía viva. Durante cuatro años había sido odiada. Después había conocido a Diego. Él, Galeno, el padre Tomás, y hasta el señor y la señora Gallenos, habían sido tan buenos con ella. También le habían gustado los tíos de Diego, aunque no hubiese estado mucho tiempo con ellos en Jamaica.
Justamente cuando comenzaba a sentir como era bueno tener la amistad de alguien e incluso ser amada, volvía a comportarse de un modo que hacía que todos la odiasen . Para consolarse ? pensó en su familia. Estaba volviendo a su tierra. Con certeza encontraría un gran desorden. Su padre borracho , cuentas acumuladas, Bridget descuidada como siempre. Ellos iban a caer de rodillas cuando la viesen , agradecidos al Cielo porque ella hubiese vuelto. Hasta sir Calder iba a comprender que había cometido un error al despacharla a las colonias.
Pues bien, trabajaría arduamente, las tierras producirían el doble y salvaría a su familia y a los arrendatarios de la ruina. La gente de la aldea murmuraría : "Allá va Mary Kate, un carácter de mierda, pero un corazón de oro".
En el pasado le había gustado provocar a los muchachos, les hacía promesas que no pretendía cumplir, los enloquecía y luego los despachaba frustrados. Ahora esas tonterías ni se le pasaban por la cabeza. Cuando pensaba en deseo, le venían a la mente recuerdos de una tarde en el Caribe, acostada en el suelo, al borde de un río, sintiendo dedos mágicos haciendo maravillas con su cuerpo desnudo ...
Pero eso también era pasado. Dentro de un mes estaría en su casa, de vuelta en su tierra, rodeada por la gente a la cual pertenecía.
No. Eso era mentira. También le pertenecía a Diego. Para aliviar la añoranza, cerró los ojos y repitió varias palabras en español . No fueron las palabras en si lo que la confortaron, sino el sonido de la lengua y los recuerdos traídos por ellas.

Diego había estado arrodillado en el piso de la catedral, en Cádiz, por más de una hora, después de tres días de trabajo pesado y ayuno, y todavía no terminara de cumplir la penitencia por los pecados que había confesado. Nunca había sido un monje, pero solía cargar con un leve sentimiento de culpa después de sus discretos encuentros con mujeres. Sin embargo, no sentía ningún remordimiento por lo que él y María Catalina habían hecho.
Diego se levantó lentamente. La cara y las costillas estaban curadas; apenas sentía las piernas endurecidas por haber estado durante tanto tiempo arrodillado en el piso duro. Tal vez no tuviese ningún motivo para arrepentirse. Y creía que Dios había considerado suficiente la penitencia que ya había cumplido. Esa noche iba a cenar en casa de sus padres. Aprovecharía para hablar de sus planes en relación al nuevo negocio.


Diego Montoya, padre, lo recibió en la puerta. Tenía cabellos largos, castaños, con hilos plateados en las sienes. Siempre que Diego miraba a su padre, era como se estuviese mirándose en un espejo y se viese proyectado en el futuro. Ambos tenían el mismo rostro moreno y delgado, mentón cuadrado y ojos castaños.
— Ramona! Tu hijo llegó — anunció el señor Diego.
— Cuál de ellos? — Ramona salió apresuradamente de la sala y entró en el hall. Era una mujer enérgica, de cabellos negros que mantenía siempre sujetos en un rodete — Ah, sos vos, Dieguito!
— Vine a cenar con ustedes.
— Pensé que todavía estabas ayudando , hijo.
— El ayuno terminó, mamá.
— Pero sólo podrá cenar después que oscurezca. Voy a pedirle a la cocinera que mantenga la comida caliente sobre el fuego.
— También vine a verlos porque quiero conversar con ustedes. Donde están los otros?
— Fueron a cenar con María y su marido. La hija de tu hermana Mercedes se casó, Diego — Diego, padre, explicó.
— Si, Diego, mi nieta está casada — respondió Ramona-— María cumplió diecisiete años. Se casó con solo dieciséis años , le dije a Mercedes que su hija era demasiado joven. Si ese matrimonio no funciona , la culpa no será mía.
? Mamá, Mercedes también se casó con dieciséis — Diego le recordó, saliendo en defensa de su hermana.
Los ojos de Ramona se llenaron de lágrimas. Ella todavía resentía el casamiento de su hija. Era muy rígida, apegada a principios y no se conformaba con el hecho que Mercedes se hubiese casado en circunstancias que ella consideraba deshonrosas.
Deshonrosas. Diego sacudió la cabeza, recordando el hecho. Mercedes había dejado una nota en el libro de oraciones de Carlos, estableciendo una cita con él en el patio da casa de ella, durante la siesta. Carlos y Mercedes se sentaron en un banco, detrás de una cerca y se besaban apasionadamente cuando fueron vistos por un criado. Los dos enamorados se casaron antes que el criado esparciese comentarios maliciosos por la ciudad.
En aquella época Diego tenía diecisiete años y se acordaba que había permanecido detrás de Carlos, con la mano en la empuñadura de la espada, cuando el muchacho se había presentado para hablar con el padre de la novia. Diecisiete años atrás todo parecía tan serio, tan grave...
— Pablo también está en casa de María? - Ramona comenzó a llorar.
— Poco después que partiste , Pablo le pidió al obispo que lo transfiriese a otra parroquia. Queda cerca de Madrid — explicó su padre.
Como su esposa empezó a llorar con mas angustia , el marido intentó calmarla.
— Ramona, querida, sabes que nuestro Pablo debe atender al llamado de Dios. Ahora tenemos a Dieguito con nosotros y estoy seguro que él nos trae buenas noticias.
Dieguito. Solamente sus padres continuaban llamándolo con ese diminutivo.
?Si , Dieguito. — Ramona se secó las lágrimas. — Sabes que todavía estoy triste con vos, pero sos mi hijo mayor , mi primer bebé. Qué tiene para contarnos ?
La situación no era nada cómoda , Diego pensó. Pero, si no hablase con sus padres sobre su decisión, sólo estaría postergando lo inevitable.
— Cuando estuve aquí por la última vez, les conté que después de este viaje de ida e vuelta a de las Colonias a España tendría suficiente dinero como para pagar el Magdalena.
El padre sonrió ampliamente.
— Entonces lo lograste ! Cuando vuelvas, serás el capitán y el dueño de tu propio barco! Felicitaciones ! Esto requiere por lo menos un vino para celebrar.
El señor Diego fue al aparador, tomó la botella de vino y copas.
— No comí durante todo el día, papá.
Don Diego sirvió dos copas y le dio una a su esposa.
— Entonces haremos un brindis por vos.
Los rasgos de tristeza habían desaparecido de la cara de Ramona.
— Tendrás tu oficina cerca del puerto y podrás pasar semanas en Cádiz. Cuando te cases y estés lejos, tu esposa será como nuestra hija.
— Mamá...
— Hijo, creo que será muy bueno que Rico trabaja con vos. Él puede causarte algunos problemas al principio, pero aprenderá a obedecerte . Nadie como vos para disciplinarlo. No te parece, Ramona?
— No creo que mamá se sienta contenta si me llevo a Rico conmigo. Pablo ya está lejos, y yo siempre estaré viajando, en el mar o en Habana. Andrés será el único que se quede aquí.
— Habana? — preguntó o señor Diego.
— Soy muy conocido allá y hay un gran número de comerciantes que sólo quieren hacer negocios conmigo.
— Comprendo. Es cierto que estarás la mayor parte del tiempo en el mar. Pero siendo el dueño de la compañía, podrás tener una oficina fija.
? La tendré en Habana.
? Siento orgullo de saber que mi hijo merece la confianza de sus clientes. Pero ellos son más importantes que tu familia? — preguntó su madre.
? Mamá, has vivido muy bien sin mí. Yo os visitaré siempre que venga a España. Con la oficina en Habana estaré en una posición ventajosa para hacer un grande número de rutas.
— Aquí en Cádiz también — su padre insistió .
— Serían rutas más largas, papá. Las rutas más cortas son más lucrativas y menos arriesgadas.
— La rutas cortas no te traerán a casa tantas veces.
— Intentaré no pasar más de dos o tres años sin visitarlos.
— Dos o tres años! — Ramona exclamó lamentándose .
— Por supuesto que no queremos dificultar tu éxito, hijo. Has trabajado tanto durante años para llegar a esa posición. — Don Diego se quedó pensativo por un instante. — Tal vez sea mejor para Rico. Algunos años lejos de casa lo ayudarán a crecer.
? El no se va a llevar a Rico! — Ramona protestó
— Yo no dije... — Diego comenzó a hablar , pero fue interrumpido por su padre.
? Mimas demasiado a ese muchacho, mujer!
— Y vos sos demasiado duro con él. No sabes lidiar con su hijo. Él no puede irse con Dieguito. Rico es muy joven y necesita la orientación de una madre.
Diego prefirió no discutir, no quería tener al irresponsable de su hermano menor trabajando en su empresa. Pero concordaba con su padre. Rico sólo maduraría lejos de los mimos de su madre.
Inspiró profundamente y antes de tener tiempo de pensarlo mejor, dijo:
— Me gustaría mucho si pudiese llevarme Rico conmigo, papá. Don Diego sonrió.
— Sos un buen hijo, Dieguito.
— No! — Ramona gritó.
— Ahora debo irme .
— Está bien, hijo — respondió su padre. Diego se volvió hacia su madre.
— Gracias por ofrecerme la cena, mamá, pero no puedo esperar.
— Si te llevas a tu hermano, Dieguito, nunca te perdonaré.
— No te preocupes, hijo, mañana ella estará mejor? Don Diego murmuró en voz baja, acompañando a su hijo a la puerta.
Diego salió a la calle. Necesitaba aliviar la cabeza y encontrar algo caliente para, por lo menos, engañar a su estomago vacío.

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