lunes, 25 de octubre de 2010

DIVINO TESORO - CAPITULO 1 - BETINA KRHAN

CAPITULO 1



Culpepper, Maryland, Abril, 1757

Treasure Barrett abrió su bolso de cuero que estaba en el suelo de la casucha y revisó su interior con atención. Unos instantes después de búsqueda, sacó dos plumas blancas de lechuza de allí y las alisó con la punta del dedo índice . Un brillo misterioso cruzó su mirada. A
continuación, levantó una pluma en cada mano hasta el techo bajo.
Cerró los ojos enmarcados por pestañas espesas, y su rostro se
transformó dramáticamente, mientras respiraba profundamente . Un gemido escapó de sus labios carnosos, y ella repitió varias palabras que la viuda Hubbard dedujo habrían sido proferidas en la lengua que una vieja india
le había enseñado cuando era niña.
Después de un largo tiempo, Treasure abrió los ojos , tomó las plumas y las pasó , en forma de cruz, sobre el vendaje que cubría la pierna de Clara Hubbard.
— Es el peor carbúnculo que jamas haya bisto — comentó ella, completando el ritual .
— Es cierto, no ? — la viuda preguntó admirada. — Tuve dolores espantosos. Hattie Tousson dijo que sólo son forúnculos.
Ella no estaba completamente equivocada, Clara. Los carbúnculos parecen forúnculos, pero son más profundos y difíciles de curar. — Poniendo las manos en la cintura, miró a la paciente con una expresión interrogativa: — Quién viene a ayudarte esta tarde?
— Mi nieto Jacques.
— Recuerda... Él tiene que dar tres vueltas alrededor del balde antes de limpiar la herida, de lo contrario mis plegarias no surtirán efecto.
— Si, tres vueltas — Clara repitió solemnemente, antes de agregar: — Y lavar la herida al nacer y al atardecer, no ?
— Eso mismo — Treasure iluminó la humilde casa con su sonrisa, mientras se aseguraba que sus instrucciones serían cumplidas.
— Cuánto tiempo la herida seguirá latiendo así Me duele mucho.
Treasure notó que Clara miraba insistentemente a la botella de coñac que estaba al lado del bolso de cuero. A veces , ponía en duda si las
personas buscaban sus cuidados sólo para tomar el fuerte coñac de los Barrett, que prescribía durante el tratamiento, o si, realmente creían en sus poderes y conocimientos.
— Bien, es primavera, y el clima está muy húmedo — ella respondió, cautelosamente . — Por eso, debes permanecer caliente. Haz que Jacques mantenga el fuego encendido. voy a dejar esto aquí para ayudar a disminuir el dolor. — Se curvó y tomó la botella de coñac, bajo la mirada ansiosa de Clara Hubbard. — Prometeme que tomarás un trago todas las mañanas.
La vieja asintió mientras tomaba la botella con las dos manos.
— Comienzo ahora mismo?
Si. — Treasure se dio vuelta y tomó una taza de una aparador , extendiéndola a la paciente.
Segundos después, el joven Jacques Hubbard entraba en la casa.
— Treasure, el herrero pide que vayas a su casa cuando salgas de aquí — dijo el muchacho, mirándola levemente avergonzado.
— Gracias, voy a verlo ahora mismo. — Después de murmurar una breve despedida, tomó la capa de lana que estaba en la silla mecedora y la arrojó sobre sus hombros en el momento de salir.
La casita de la viuda Hubbard quedaba muy cerca de la pequeña villa de Culpepper, en el oeste de la colonia de Maryland. La villa tenía menos de cien habitantes, pero el escaso comercio que había allí servían a todos los que vivían en las granjas arrendadas en la región. Culpepper estaba situado en el centro de un valle fértil, que prosperaba día a día con la crianza de caballos, plantaciones e inmensas huertas de frutas. Aunque, en verdad ,
la mayor parte de esas tierras verdes pertenecía a un solo hombre: el barón Darcy Renville.
Treasure sonrió al acordarse de su mentor intelectual. Consideraba al barón como un padre. Había sido él quien le había enseñado casi todo lo que sabía y también era una de las pocas personas con quien podía conversar sobre cualquier tema. Pero, no era la única en Culpepper que agradecía al cielo porque barón Renville hubiese dejado Inglaterra y hubiese fijado residencia en la colonia. Después de todo , todos allí le
debían algo , fuese dinero, fuese un favor. Estaba pensando en eso cuando vio un lirio campestre y se agachó para tomarlo, llevándolo a las fosas nasales para sentir su fragancia especial.
El sol agradable que besaba la piel hizo que desacelerase los pasos para aprovechar la bendición de la naturaleza en ese día primaveral. Esa era su décima octaba primavera y, por alguna extraña razón, ese día Treasure veía la naturaleza y sentía los olores de la tierra húmeda de una manera diferente de como la había sentido hasta entonces. Era como si todo su mundo, de repente, se hubiese iluminado.
Como de costumbre, vestía un vestido azul largo y un delantal blanco amarrado a su cintura fina. Era el tipo de vestido que usaba desde niña. Sus cabellos gruesos y brillantes estaban sujetos en una trenza que le llegaba hasta la altura de las caderas. Treasure tenía labios bien delineados y ojos encantadores, que algunos decían era de un color de azul oscuro, pero otros afirmaban eran azul - violeta, iguales a los pétalos de la flor del
mismo nombre. Además , Treasure Barrett era considerada una especie de guía espiritual y hechicera local, una joven encantadora que tenía mucho conocimiento sobre hierbas y tés milagrosos.
— Treasure! Espera ! — oyó a dos jóvenes gritar cuando llegó a la plaza de la villa.
Al verlos correr en su dirección, disminuyó el paso con reticencia.
— Qué pasa? Algún problema?
— Todavía no sabes sobre la pelea? — Johnny Cole preguntó, despavorido. — Lem Hodgson tajeó a Albert Tusson en la pierna la otra noche , en la taberna de Rennier.
— Lem Hodgson?! — Treasure repitió admirada. — Con un cuchillo ? No lo creo !
Es verdad — Pierre Fayette confirmó. — Fue necesario que Rennier y otros dos caballeros para sujetarlo. Esta mañana Albert vino con unos hombres y llevó Lem a al granero de los Tusson. Dicen que lo dejarán allá hasta que el padre vuelva al pueblo.
— Pero, qué sucedió? — Estaba boquiabierta. Lem Hodgson era el muchacho más fuerte de la villa, pero siempre había sido dócil y educado con todos. Nunca habría imaginado que él sería capaz de un comportamiento tan violento.
— Fue por causa de Jeanette, la nueva criada de ka taberna, la que Rennier contrató después que se casó con Collette — Johnny explicó. — Albert quería divertirse con la chica y Lem le dijo que parase de hacer eso . Albert lo ignoró y Lem tomó un cuchillo y lo atacó. Por suerte , Albert logró eludir el ataque , o ahora estaría herido.
Es por Lem que tenemos que preocuparnos — Treasure comentó, frunciendo el ceño . Sabía que, al contrario de Hodgson, el otro joven era un pendenciero. — El padre de Albert va a querer vengarse. Tenemos que hacer algo para protegerlo.
De todos los muchachos de la villa, Lem Hodgson era el único por el cual Treasure tenía un cierto cariño. Más de una vez, en la infancia, él la había defendido cuando era atormentada por los niños por ser diferente.
Haré lo que pueda por Lem y voy a conversar con Albert — ella prometió y se dio vuelta para ir a la casa del herrero.

Las mejillas blancas estaban rojas, y los ojos azul violeta brillaban cuando se aproximó al galpón donde el herrero Claude Justment trabajaba.
Al verla, Claude dejó lo que hacía para secar el sudor de la frente y puso la maza a un lado.
Terminé — dijo él orgullosamente. — La herramienta. Ven a ver — la llamó y la condujo a un patio en los fondos. Allá había dos grandes pararrayos de metal.
— Están perfectos! — ella lo elogió muy entusiasmada. — Sos maravilloso, Claude! Tu trabajo haría que hasta Arquímedes se sintiese orgulloso.
— Estás segura que a ese tal Arquímedes no le importará que ... que le hayamos robado su idea?
— Oh, me parece que no — Treasure se rió divertida. — Porque él ya murió.
— Lo siento mucho. — Claude llevó la mano a la cabeza, olvidándose de que estaba sin sombrero .
— Seguramente al barón también le gustará mucho. Ahora podemos comenzar a trabajar. Traje otro diseño — ella dijo , y luego llevó la mano al bolsillo del delantal, de donde sacó un papel con el esquema de otro invento más . A continuación, extendió el dibujo sobre a mesa y comenzó a explicar, en detalles, lo que quería
— Hum... — Claude murmuró, después de unos instantes. — Treasure, para qué sirve esto?
— Para qué? Bien... — balbuceó ella, pensando en una respuesta que tuviese sentido para alguien que no sabía de ciencias, tampoco sobre las ideas de los grandes filósofos y pensadores. — Sería algo para extraer agua del pozo. Pero no vamos a usarlo para un pozo común. Será para el molino.
Claude asintió, con respeto. Treasure Barrett tenía ideas suficientes como para mantener a diez herreros ocupados durante el resto de sus días. Además, eran ideas ingeniosas que hacían su vida más interesante. Estaba cansado de moldear herraduras, y esa joven bonita, de inmensos ojos violetas le daba un poco de alegría con sus inventos que facilitaban la vida de todos allí.
— Tengo otra cosa para mostrarte — Claude dijo. —Te acuerdas de ese sujeto inglés, Jethro no sé cuanto , y su máquina de plantar? Esa máquina que dibujaste el otro día...
— La sembradora? — Treasure preguntó con los ojos brillantes.
— Si. Bien, estuve pensando... Creo que sería útil. Ven ! — él la llamó, llevándola a uno de los rincones, donde señaló una máquina diferente a todo lo que hubiese visto hasta entonces.
— Oh, Claude! Es exactamente como en el libro de Tull... El libro que el barón me prestó .
Claude sonreía como un chico que acabara de ganarse un regalo.
— Le Pediré el libro prestado nuevamente y vamos a planear el uso de la máquina.
— Treasure! Treasure! — un joven apareció, gritando. — Treasure, dónde estás ? Ven rápido!
— Estoy aquí ! — ella se dio vuelta en dirección a la puerta.
Era Will Treacle, hijo del ama de llaves del barón, que estaba tan agitado que apenas podía hablar.
— El barón... — Will logró murmurar. — Parece que está muerto. Vos ... debes venir!
— Muerto? — Treasure abrió enormemente los ojos . — No puede ser. Enfermo , tal vez , pero ...
— No! — Will la agarró por el brazo y sacudió la cabeza frenéticamente. — Ven , por favor! Mamá me mandó buscarte.
Profiriendo un comentario apropiado para despedirse del herrero, Treasure se apresuró a acompañar al chico por el camino de tierra que llevaba al casa del barón, en lo alto del valle.
No, no podía ser. El barón era su tutor, su mentor, su amigo y, mucho más , era como un padre para ella. No podía estar muerto!
El sol todavía brillaba en el horizonte, y Treasure rezaba secretamente para que Darcy Renville estuviese vivo cuando llegase a la imponente casa de piedra que había sido su segundo hogar desde la infancia.
Todos decían que la mansión Renville era la casa mas grande de la colonia y que el barón era el hombre más generoso de Maryland. Treasure sintió una opresión en el pecho al llegar a las puertas dobles de la mansión.
Sus manos delicadas estaban heladas cuando el viejo Bailey, el mayordomo, abrió la puerta para recibirla. En silencio, la condujo a la escalera que llevaba a los aposentos del piso superior.
— Gracias a Dios estás aquí, Treasure — el viejo mayordomo murmuró en tono de pesar. — No sabemos qué hacer.
Treasure no tuvo tiempo de responder, pues, en ese instante, entró en el elegante cuarto y encontró a señora Treacle y a los demás criados
alrededor de la imponente cama del barón.
Darcy Renville estaba inmóvil, acostado con los brazos extendidos a cada lado del cuerpo y la cabeza canosa apoyada en las grandes almohadas.
— Bailey lo encontró así, cuando vino a despertarlo — informó el ama de llaves .
Treasure tragó en seco y respiró profundamente , apretando las manos de la señora Treacle.
— Tráigame un espejo, por favor — pidió y se acercó a la cama, tocando uno de los brazos del barón.
Darcy Renville estaba frío y tenía las puntas de los dedos enrojecidas. Instintivamente, apoyó el oído en el pecho de él, rezando para oír algún latido, aunque fuese débil . Nada. levantó el cuerpo y continuó buscando alguna señal de vida. Cautelosamente , examinó los ojos . Abrió uno de ellos esperando una respuesta. Pero, otra vez, nada.
Pronto la señora Treacle le entregó el espejo que había pedido y lo colocó junto a las fosas nasales del barón para la prueba final. Nada. No había respiración, lo que significaba que Darcy Renville realmente estaba muerto.
Treasure ya había hecho ese tipo de examen en otras personas y se había encontrado con la muerte un número ilimitado de veces. Siempre era muy difícil y triste. Pero nunca había tenido que hacer eso con alguien a quien amaba como a un padre. Su corazón estaba partido, y no podía hablar. De cualquier forma, no había nada que decir.
Tomó una de las manos del barón, la sujetó entre las suyas y la pasó por su cara. Ese gesto tierno trajo lágrimas a los ojos de todos los que se encontraban en el cuarto. Se quedó bastante tiempo sujetando la mano del barón y mirando el rostro tan amado. Finalmente, se dio vuelta hacia el ama de llaves con los ojos nublados de lágrimas.
— Tráigame tres monedas de oro, por favor, señora Treacle.
Los criados a miraban , inquietos. Las lágrimas de una pensadora eran especiales y extrañas. No les gustaban verla llorar. Era como si el todo el mundo estuviese llorando con ella.
Había sido así desde que Treasure Barrett, todavía siendo muy chica, había desaparecido y había vuelto a casa por la intercesión de una vieja india. Buck y Annis Barrett, sus padres, habían asumido que la extraña vieja india habría encontrado a la niña perdida y la había llevado de vuelta a su casa. Por eso, habían permitido que esa buena mujer pasase sus últimos años de vida en su pequeña propriedad, como forma de gratitud.
Sin embargo, ,los Barrett no tardaron en descubrir que estaban equivocados. Tan pronto como aprendió el idioma inglés , la vieja india reveló que había sido la niña quien la había encontrado y rescatado, y no al revés. Mientras el tiempo pasaba, Treasure dejaba a todos admirados por hablar como un adulto, recitar tramos de la Biblia , una de las pocos disponibles en las colonias, y citarlos como si supiese de que estaba hablando. A los cuatro años , ya sabía escribir el alfabeto en los cuadernos de los hermanos y también hacía cuentas mejor que sus padres.
Así , a los seis años, había sido llevada por sus desorientados padres a ver a los hombres más cultos de la villa, el barón Darcy Renville y el párroco católico recientemente llegado a Culpepper, el padre Vivant. Juntos, ellos habían conversado con la pequeña Treasure y habían quedado admirados. Ella era una criatura especial, de inteligencia muy superior a la media, y debería serle dada la oportunidad de aprender todo lo que pudiese. Sus preguntas deberían ser respondidas, y ella debería participar de todos los eventos de la comunidad, sin restricciones. Era un genio, y crecería para ser una especie de líder intelectual de un poblado incrustado en el corazón de Maryland.
Fue una extraña manera de crecer. Si una vaca moría, buscaban a Treasure. Si alguien se hería, llamaban a Treasure, si había una fiesta, pedían la opinión de Treasure. Era una niña obediente y observaba y aprendía de todo lo que sucedía a su alrededor . De ese modo , no tardó mucho en participar de todas las actividades de la villa: nacimientos, muertes, sembrados, cosechas y muchas otras cosas todavía más bizarras. Pronto , comenzó a ser consultada para ver qué había sucedido con un lote de queso con mal sabor , o qué causaba la fiebre de alguien, y
otros hechos importantes, como leer las fases de la luna para planear el sembrado y la cosecha.
Cuando estaba cerca de cumplir diez años, el barón y su padre se dieron cuenta que esa libertad y diversidad en su educación estaba provocando resultados extraños. Los dos hombres decidieron , entonces, introducirla al mundo de los libros. Acostumbrada a hacer lo que quería y guiar su propia vida, Treasure se resistió al principio. Pero el barón era un hombre paciente, dueño de una biblioteca admirable, que incluía los clásicos y , principalmente, libros de teología y agricultura.
De ese modo , gradualmente Treasure comenzó a modificar viejos conceptos, y su influencia en la vida de Culpepper se hizo todavía más significativa.
Ahora, por ejemplo, los empleados del barón Renville observaban a la líder intelectual de la villa enfrentar una muerte que alcanzaba a todos. Y como frecuentemente sucedía, las reacciones allí eran una copia exacta de las de ella.
Treasure secó las lágrimas y enderezó el cuerpo. Cuando se santiguó y comenzó a pronunciar, en latín , las palabras que el padre Vivant
siempre decía en ocasiones similares, todos repitieron la señal de la cruz , católicos y protestantes. Finalmente, murmuró algunas palabras de consuelo en inglés, terminando con :
— El Señor da y el Señor quita. Bendito sea en nombre del Señor. Amén .
Otra vez, los presentes había repetido a coro sus palabras.
Amén .

La señora Treacle se acercó a Treasure y le entregó las tres monedas de oro que había pedido poco antes. Mientras los criados la miraban con curiosidad, ella abrió los labios del barón y colocó una de las monedas allí. Se dio cuenta de la sorpresa del ama de llaves y le explicó en un susurro:
— Es el dinero para el barquero que va a ayudarlo a atravesar al otro lado del río. Los griegos hacían eso.
La señora Treacle murmuró la explicación al mayordomo, quien la transmitió a otro criado, y así todos se enteraron del significado de ese acto simbólico .
En seguida, Treasure puso una moneda sobre cada párpado del muerto y le explicó al ama de llaves que era un costumbre romana y egipcia.
Un vez más la señora Treacle transmitió la información a todos.
Cuando la consultora de Culpepper se arrodilló cerca de la cama, fue prontamente imitada. Ella levantó la cara y los brazos hacia el cielo y cerró los ojos , entonando una canción en la lengua de la vieja india Shinawhey.
Con un suspiro triste, Treasure miró a la cara querida de Darcy Renville. Se sentía desolada ante la muerte de su mentor y amigo, pero había medidas a ser tomadas. Todos dependían de ella, no podía quedarse allí, lamentando su dolor. Tenía que actuar.
Alguien tiene que ir a lo de Bart Hooper para encargar el mejor cajón que que tenga — dijo el viejo Bailey, cuyo rostro arrugado estaba impasible. — Lo enterraremos mañana. Necesitaremos la taberna de Rennier para esta noche de vigilia. Mi padre enviará aguardiente de manzana y coñac de anís. Haremos todo lo que podamos para homenajear a nuestro querido barón. — se dio vuelta hacia ama de llaves — Puede enviar a su hijo como mensajero? El Padre Vivant sólo estará de vuelta de aquí en una semana o más. Deberá ser avisado. Hay más alguien mas a quien debamos avisar?
— Está el hijo del barón — dijo el viejo Bailey, frotándose el mentón. — No tengo idea de donde él debe estar ahora. Vive en Inglaterra.
Tal vez el abogado de Filadelfia sepa... Son muy amigos. Creo que debemos avisarle — la señora Treacle sugirió.
Le escribiremos una carta mañana — Treasure decidió. — Ahora
tengo que ir a lo de los Tusson y liberara Lem Hodgson. Precisaremos de él para abrir la cueva. En el camino veré al señor Rennier.
Todos concordaron , y ella se esforzó por exhibir una breve sonrisa para tranquilizarlos, antes de girar sobre sus talones y salir. Solamente cuando estuvo segura que estaba sola dejó que las lágrimas rodasen por su cara y que sollozos sacudiesen su cuerpo delicado.

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