martes, 19 de octubre de 2010

NO SOY SANTA - CAPITULO 22 - PAULA REED

CAPITULO 22



El pub estaba abarrotado de marineros de diversas nacionalidades y de ciudadanos jamaiquinos. Dentro de estos algunos reconocieron por la ropa que Diego era español y lo miraron con poca simpatía. Pero la mayoría estaba ajena a todo lo que no fuese alcohol o la compañía de prostitutas. Las muchachas que servían las mesas sabían que las propinas más generosas venían de aquellos clientes que estaban demasiado borrachos como para prestar atención a la cuenta o a los que querían tener compañía durante algunas horas. Peleas y discusiones no les rendían , por eso ellas se empeñaban en mantener a los clientes entretenidos y contentos.
El Rum no era a bebida predilecta de Diego, pero acompañó a Geoffrey y a Giles quienes pidieron bumboo, un trago preparado con rum, agua, azúcar y nuez moscada. Mientras bebían, Diego le contó a sus amigos la historia de Mary Kate y de como él estaba intentando librarla del casamiento con John Hartford sin violar el acuerdo que había entre España e Inglaterra.
— Si estuviese en tu lugar, me habría acostado con la chica antes de traerla acá — expuso Geoffrey. — Ni siquiera un tipo como Hartford tocaría mercadería usada por un español.
— No. Vos te habrías acostado con ella antes de llegar a Cartagena — lo corrigió Diego con hostilidad en su voz. — No tienes sentido del honor.
Geoffrey sacudió los hombros.
— No importa. De un modo o de otro, habrías salvado a la muchacha.
— Sos imposible, Geoff— Giles censuró a su amigo. — Por lo que veo, Diego, no estás pensando en el contrato entre Inglaterra y tu país. Quieres sacar a la muchacha de las garras de Darnley y de Hartford.
— En verdad, es el contrato lo que me impide de tomar una actitud más drástica. Tengo que encontrar un modo de ayudar a María Catalina sin comprometer a Don Juan y los otros que confiaron en mí.
— Y por respetar a los demás te quedaste sin una linda chica para calentar tu cama.
— Yo no soy como vos, capitán Hampton, que sólo piensa en tu propio placer. Y antes que digas otra palabra te aclaro que no estoy pensando en ayudar a la señorita 0'Reilly para tenerla en mi cama. Si quisiese me cabria acostado con ella hace mucho tiempo. A veces un hombre ayuda a una mujer por simple caballerosidad .
— Aunque eso te deje con una cama fría . — Geoffrey tomó un buen trago de bumboo y agregó : — Sólo estoy bromeando. Sos un hombre mejor que yo.
— Sólo estoy respetando la virtud de una mujer. Prometí traer a María Catalina intacta a su prometido. Y cumplí con mi palabra.
— Hermoso discurso ! Pero le harás un gran mal a esa muchacha si se ve obligada a casarse con un tipo como Hartford — Geoffrey contrapuso.
— A rigor de verdad, ella se casará con Hartford si quiere. El propio Darnley dijo que ya no estamos en la Edad Media. Nadie puede forzarla a casarse contra su voluntad .
Geoffrey y Giles intercambiaron miradas sombrías.
— No has pasado mucho tiempo en Port Royal; no sabes como son las cosas por aquí — dijo Geoffrey. — Esta ciudad es considerada como la más depravada de la Tierra.
— Maldito bastardo! — Giles murmuró mirando la puerta. — Miren quien llegó. Creen que él nos siguió?
— Dora, mi amor, ven acá — John Hartford le gritó a una de las muchachas. — Trae una botella de rum y hazme compañía. Esta es mi última noche de libertad, me voy a casar mañana!
— Finalmente encontraste una ciega que aceptó ser tu esposa? — gritó un hombre.
? Llegó la heredera? — preguntó otro.
? Finalmente llegó — Hartford respondió . El primer hombre se rió . ? Oh, y llegó muy canda después de haber servido a todos los piratas y marineros españoles?
? Muérdete la lengua. Estoy seguro que mi novia es virgen .
? Ella ya te vio ? — preguntó el segundo hombre.
— Si . Hoy, en el puerto.
? Ella va a huir — opinó el primer hombre.
— De ningún modo . Darnley la llevó a la casa de alguien de su confianza. Mañana ella será mi esposa, quiera o no quiera!
— Quiera o no quiera ? Qué quiso decir? — Diego preguntó a sus amigos. Fue Giles quien respondió :
— Estamos en Port Royal. No es raro que los piratas bajen mujeres de sus barcos para venderlas como esposas. Ellas se casan incluso en contra de su voluntad .
Diego miró con repulsión a los dos.
— Y ustedes han hecho eso?
— No! Nosotros no éramos piratas — Geoffrey protestó. — Piratas son ladrones del mar y actuar por cuenta propia. Nosotros éramos corsarios. Estábamos contratados por la Corona Británica. Atacábamos barcos mercantes enemigos con autorización de nuestro país. Por Dios! Ni se te ocurra compararnos.
— Entonces , si María Catalina no quiere casarse...
— La voluntad de ella no tendrá importancia — Giles completó . Diego se levantó y fue hacia la mesa en la cual John Hartford estaba sentado con sus amigos.
_ Puedo asegurarle, señor Hartford, que su novia no sirvió a ningún tripulante del barco pirata o del barco español.
Los labios gruesos de Hartford se curvaron en una sonrisa afectada.
— Oyeron? Este es el español que trajo mi novia a Port Royal.
— Si, yo la rescaté de los piratas, la llevé a Habana y después a Cartagena. Nada malo le sucedió a ella en el barco pirata, porque ellos querían recibir el rescate. Después yo la protegí de los tripulantes de mi barco.
— Un hombre decente — dijo Hartford sonriendo .
— Es por eso que sé que tu novia solamente sirvió a un español.
Por un instante Hartford continuó con la sonrisa en sus labios como un idiota. Después se puso rojo .
— Qué estás diciendo?
— Me consta personalmente que, cuando salvé Mary Katherine de los piratas, ella era virgen.
Geoffrey miró a Giles, preocupado.
— Tenemos una pelea aproximándose , no?
— Bien, no podemos dejar a Diego solo contra cincuenta. Geoffrey miró a su alrededor .
— Por lo menos unos quince de estos hombres sirvieron en nuestro barco. Vamos mostrarle a ellos de qué lado estamos. — Él se puso de pie . — Ey , John, tu heredera ya te comparó con su amante español ?
— Cierra el pico , Hampton — ordenó Hartford.
— Tiene razón, Geoff — concordó Giles levantándose también. — Si John Hartford quiere casarse con la puta de un español es problema de él, no tenemos nada que ver con eso.
Todos se rieron y Hartford se puso escarlata de odio. Pero Diego dudó que la rabia del inglés fuese mas grande que la suya. Además de arrastrar el nombre de María Catalina por el lodo ahora estaba traicionado la confianza que Don Juan había depositado en él. Pero había llegado hasta ahí y no podía retroceder ,? El mensaje de rescate que recibí aseguraba que ella era pura!
? No sé nada sobre ese mensaje. Ella fue mi amante antes que llegasemos a Habana.
— Mentira! Si ella era tu amante, por qué carajo la trajiste aquí ? Diego tomó un trago de rum a pesar que sentía náuseas.
— Si quieres saber, ella estaba comenzando a cansarme. Ya habíamos hecho todos los truquitos que aprendí con las putas de Oriente.
Oyendo risotadas nuevamente, Hartford se puso de pie de un salto, derribando la mesa donde él y sus amigos estaban bebiendo.
Español inmundo, hijo de puta!
Un poco torpemente , pero con más agilidad de lo que podría esperarse de un hombre de su tamaño, él saltó sobre la mesa tumbada y avanzó en dirección a Diego quien eludió el primer puñetazo . El segundo lo alcanzó en el pecho, dejándolo sin aire. Le pasó por la mente que nunca más lograría respirar de nuevo. El tercer puñetazo de Hartford lo acertó en la cara y un dolor lacerante estalló en su cabeza. Cayó contra la mesa, agarró el jarro y arrojó la bebida que había en su interior a los ojos de Hartford, teniendo así la oportunidad de recuperar el aliento, el equilibrio y hasta golpear al grandullón.
En otras circunstancias Diego Montoya Fernández de Madrid Delgado Cortés jamás habría pensado en valerse de un golpe bajo para vencer a un adversario. Pero al ver el puño colosal volando en su dirección una vez más , dejó de lado todas las ideas sobre honor y juego limpio y le dio un patada violenta en la ingle de Hartford , quien cayó de rodillas, maldiciendo.
Diego ya había tenido muchas peleas en barcos, pero lo que estaba sucediendo era inédito. Varios ingleses saltaron sobre él, pero para su alegría, Geoffrey y Giles se unieron para defenderlo . A partir de entonces era casi imposible saber quien estaba del lado de quien en el pandemónium que se armó. Por lo menos, Diego pensó, no tenía a todos los hombres del pub contra él. Era muy bueno tener amigos.
— Qué está pasando aquí? — una voz fuerte sonó por sobre el tumulto. — Paren con esta pelea en nombre del rey!
Hombres uniformados entraron en el salón empuñando sus espadas.
— Cuál a razón de esta pelea? — un oficial preguntó.
—Ese... Español bastardo... insultó a mi novia — Hartford habló con dificultad por estar con los labios hinchados y sangrando.
El oficial se volvió hacia Diego.
— Usted es el capitán del Magdalena!
— Si.
— Nos mandaron aquí para buscarlo. Debe partir. Su permiso para permanecer en el puerto expiró. — El comandante miró el caos reinante en la taberna. — Yo diría que no ha tenido una buena acogida en Port Royal.
— Todavía no terminé con mis asuntos aquí.
— Llévenlo — ordenó el oficial.
— Esperen ! — gritó el dueño de la taberna. — Quién va a pagar por los daños?
— Yo te debo un buen dinero, Diego — dijo Giles y se volvió hacia el propietario del establecimiento. — Manda la cuenta a la granja Welbourne.
? Vamos , Giles, estamos juntos en esto. — Geoffrey se dio vuelta hacia el tabernero. — Mande la cuenta a la compañía de Navegación Hampton y Courtney.
? Quiero mi dinero ahora!
? Qué es eso, Smythe? Nos conoces — respondió Geoffrey ? Manda la cuenta mañana. No hay nada que puedas hacer esta noche.
? Bien, entonces quédense para ayudarnos en la limpieza! — exigió una de las muchachas.
El oficial miró al grupo de forajidos y dijo en tono severo:
? Muévanse. Ayuden a las chicas a poner el lugar en orden. Él se dirigió a Diego. — Y usted , capitán, acompáñenos a su barco y deje este puerto inmediatamente.
Diego se dio vuelta hacia Geoffrey y Giles.
— María...
— Cuidaremos de ella — Giles prometeu.
— Encuéntranos en Winston — Geoffrey agregó. — Winston.
Diego pronto entendió que su amigo se refería al solar Wins­ton, sede de la granja del tío de Diego y de la tía de Faith, al oeste de Port Royal. No tendría problema en anclar en la bahía existente en la propiedad, siempre y cuando Darnley no mandase la Marina detrás de él.

El Destiny, barco de Geoffrey, entró en la bahía de la granja Winston de madrugada. Geoffrey, Faith y Mary Kate desembarcaron y fueron directamente al solar. Giles y Grace se habían quedado en Port Royal para arreglar cuentas con el dueño del pub.
Los recién llegados encontraron a Diego sentado en una silla tallada en la suntuosa sala de estar de la casa de sus tíos. Él había anclado el Magdalena en la bahía unas horas antes y estaba siendo atendido por la tía, una señora muy elegante, incluso usando camisón. Tenía facciones delicadas y alguna semejanza con Faith, pero sus cabellos eran rubio oscuros. Cerca de ella estaba un hombre que se parecía a Diego, aunque era algunas décadas más viejo.
A pesar de haber sido informada por Geoffrey sobre lo que había sucedido en el pub, Mary Kate se asustó al ver el estado en que Diego se encontraba. Él estaba sin camisa tenía las costillas vendadas formando una faja muy apretada. Tenía el ojo izquierdo morado e hinchado y un corte en el labio inferior.

Diego intentó levantarse para recibir a sus amigos y a Mary Kate, pero se encogió de dolor, llevó la mano sobre al lado derecho y se dejó caer en la silla.
— Gracias a Dios, que Faith y Grace te encontraron — le dijo a Mary Kate.
— En verdad, yo las encontré.
Diego se rió y se encogió nuevamente de dolor.
— Debería haber adivinado que encontrarías un modo de huir. Faith abrazó a la mujer que acababa de hacer las curaciones en Diego.
— Muchas gracias por ayudarnos.
— Miguel y yo siempre estamos dispuestos a hacer por vos y por Diego todo lo que esté a nuestro alcance. Esta es la señorita 0'Reilly, no?
— Si — Faith afirmó. — Mary Katherine, esta es mi tía Elizabeth y este es mi tío Miguel, marido de ella.
Mary Kate saludó a los dos y fue hacia Diego.
— La pelea en el pub debe haber sido terrible. Qué lastima que no estuve allá para ver todo .
? Fue una pelea importante — concordó Diego.
? Deberían haber visto el tamaño del hombre que atacó a Diego — Geoffrey agregó.— Pero Diego también lo dejó lastimado.
Faith frunció la cara .
? Cómo se atreven a vanagloriarse de haber usado la violencia para resolver un problema ? Diego podría haber muerto.
Geoffrey se encogió de hombros.
? Pero no murió.
— Creo que ningún de nosotros va a poder dormir en este momento — dijo Elizabeth, cambiando de tema . — Si me dan permiso, voy a despertar a la cocinera para que nos prepare un desayuno anticipado.
— Excelente idea, querida — aprobó Miguel.
Elizabeth se alejó y Mary Kate puso las manos en sus caderas.
— Diego Montoya, dime , realmente ensuciaste mi nombre en una taberna llena de piratas y criminales?
Diego se encogió nuevamente , esta vez no fue por dolor físico.
— Fue la única idea que se me ocurrió.
— Declaraste delante de todos vos y yo vivimos en pecado?
— Solamente lo di a entender...
— Manchaste mi nombre de tal forma que ningún hombre decente en toda esta isla va a quererme como esposa?
Diego cerró los ojos.
— Me temo que si .
Mary Kate se arrodilló y pasó los brazos alrededor del cuello de Diego.
— Hiciste la cosa más romántica que un hombre podría hacer por mí.
Ella lo besó ardientemente, a pesar de que él sofocaba un grito de dolor.

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