viernes, 29 de octubre de 2010

DIVINO TESORO - CAPITULO 5 - BETINA KRHAN

CAPÍTULO 5

Más tarde, los Barrett se reunieron en la pequeña cocina, pero , al contrario de lo que solía suceder, estaban en el más profundo silencio. Ni el aroma delicioso de las tortas de Annis ni sus galletas lograban mejorar el humor de la familia.
Nuestra casa no fue la única que él visitó — Treasure contó, soltando un largo suspiro. — Fui llamada por los Riccard, los Dewlap y los Cole. Y también por Clara Hubbard. A todos fueron se le reclamaron los préstamos hechos por el barón en los últimos años.
— Por el amor de Dios! — Buck murmuró, preocupado. — Cómo el hijo puede ser tan diferente al padre ? El viejo barón nunca haría eso.
—Treasure, qué vamos hacer? — preguntó Annis, apenas conteniendo las lágrimas.
— No sé. Tengo las manos atadas. Es verdad que lo puse furioso, pero él es arrogante y codicioso por naturaleza.
— Renville es de la ciudad, no es como nosotros — Buck ponderó. — Imaginate ... Cobrar una deuda antes de la cosecha. Es un loco!
— No lo es ! — Treasure murmuró. — Él es malvado, orgulloso y ... vengativo. Una combinación fatal, segundo Esopo y el libro de los Proverbios. Encontraré una solución para que el barón Renville no tome nada de valor de la gente de Culpepper. Juro que lo encontraré!
Al terminar de hablar, se levantó en silencio y salió de la casa, en busca de un lugar tranquilo para meditar. En esos momentos, la paz y la quietud del granero eran su refugio.
— Él la puso furiosa. No querría estar en el lugar del barón — Pen comentó, sonriendo. — Ahora si que Sterling Renville va a saber quien es Treasure Barrett y de lo que mi hermanita filósofa es capaz.


Esa misma noche, Treasure comenzó a pensar en una manera eficaz de enfrentar al joven barón Renville.
Tendría que investigar en los libros de derecho se había algo que pudiese hacer para proteger los habitantes de Culpepper de la codicia de Sterling Renville. Pero su única fuente de información era la biblioteca del viejo barón, lo que no le dejaba otra salida que arriesgarse.
Entonces, determinada a encontrar lo que necesitaba para defender a aquellos que amaba, Treasure envió un recado a la señora Treacle, pidiendo que le informase cuando el barón salía a hacer sus incursiones en la ciudad. La respuesta no tardó en llegar y , cuando la recibió, Treasure corrió a la biblioteca de la mansión, teniendo cuidado de no ser vista. Como siempre hacía, se sentó sobre la alfombra persa, rodeada de libros y se sumergió en ese mundo mágico en que las letras y las palabras unidas tenían el poder de transformarse en información valiosa y , algunas veces, en fantásticas viajes mentales.
Después de mucho tiempo, cuando el sol ya bajaba en el horizonte, separó dos grandes volúmenes para llevar consigo, colocó los otros de vuelta en sus estantes y salió de la mansión.
Pero, esa vez los libros no la ayudaron mucho, pues le dijeron exactamente lo que no quería descubrir. Después de todo , un contrato era un contrato, y el barón tenía razón. Si las deudas no fuesen pagadas, en su condición de único acreedor de los habitantes de Culpepper el barón podría confiscarles los bienes y hasta hacerlos encarcelar.
Sin un amparo legal, necesitaba encontrar otra salida. Entonces, Treasure tomó algunos libros y decidió hacer una visita al padre Vivant.


Cuatro días pasaron y todo parecía estar desenvolviéndose bien hasta que Treasure recibió un recado de la señora Treacle diciendo que el barón planeaba salir durante toda la tarde. Aprovechando esa oportunidad, ella decidió devolver los libros que había tomado prestados.
El viento soplaba fuerte cuando entró al biblioteca, en un claro aviso que una tormenta se aproximaba. De repente, oyó voces en el pasillo. Una era de la señora Treacle y la otra era masculina, profunda e irritante.
El barón Renville estaba de vuelta!
Inmediatamente, Treasure corrió a la puerta doble, pero la lluvia ya caía torrencialmente y le impedía aventurarse en el terreno barroso. Un momento de indecisión y estaría perdida. Entonces, movida por un impulso, se escondió detrás de las pesadas cortinas y contuvo la respiración.
Pronto la puerta fue abierta y Sterling Renville entró, quitándose el
saco mojado. Irritado, comenzó a desabotonarse la camisa.
El viejo Bailey venía detrás de él.
— Hice la mitad de lo que había planeado hacer y me agarró esta mierda de lluvia — Renville rezongó, irritado. — Odio este lugar, con su clima imprevisible. — Le entregó la camisa al viejo mayordomo quedando con el torso desnudo. — Tráigame una camisa seca, una toalla y un coñac decente, no ese de los Barrett.
El viejo Bailey abrió la boca para decir algo, pero desistió y , silenciosamente, salió de la sala. La puerta se cerró y Renville se pasó la mano por el pecho desnudo, deteniéndose en el medio del cuarto y mirando a su alrededor, con expresión furiosa.
— Padre , estoy aquí en tu maldita casa y para qué carajo me sirve ?! — gimió él, soltando un profundo suspiro de frustración y lanzándose en el sofá de terciopelo.
Treasure observó las piernas largas, el pecho ancho cubierto por vellos dorados y abdomen plano. Inexplicablemente, sintió un frío en el estomago. Qué le estaba pasando ? Ya había visto un hombre desnudo varias veces en su trabajo. Por qué el barón Renville la perturbaba tanto?
Antes que tuviese tiempo de descubrir la respuesta a su duda , el viejo Bailey volvió, trayendo lo que el barón había pedido.
Renville se secó y se puso la camisa pero sin tomarse el trabajo de abotonarla.
— Supongo que le gustaba de servir a mi padre, Bailey — murmuró el barón, mirando de reojo al mayordomo, mientras sorbía el coñac.
— Si, señor. El barón Darcy era un hombre muy bueno — Bailey concordó.
— Y no le gusta servirme.
— Está equivocado, señor.
— Discreción es el mejor atributo para un buen mayordomo, verdad ?
— Si, señor.
— Excelente coñac. Es alemán?
No, señor, es de aquí , de la colonia.
— Cómo era él , Bailey? Quiero decir, tu antiguo patrón, mi padre.
— Era un buen hombre , señor. Un corazón generoso, adoraba la buena comida y los buenos caballos. Y socorría a todos.
— Todos menos a su propia familia — Renville agregó en un tono que revelaba amargura.
— No sé nada respecto a eso , señor. Sólo conozco el bien que su padre hacía a la gente de Culpepper. Este lugar no existiría sin el barón Darcy Renville.
— No soy como mi padre, Bailey, yo detesto las colonias. Pero puede quedarse tranquilo, porque me marcharé cuando reciba mi herencia. Lo que él nunca me dio en vida, va a ser dado después de muerto. Parece una arrogancia de mi parte, pero no es peor de lo que el viejo barón me hizo a mí y a mi madre, dejándonos a la merced de nuestra propia suerte , negándonos el derecho de tener una familia.
Bailey no respondió. Había momentos en que el silencio era más valioso que una enorme pepita de oro, y esa era una de esas ocasiones. Entonces, se limitó a menear levemente la cabeza, retirándose del elegante aposento.
Renville se levantó , tomó dos grandes tragos del coñac Barrett y miró a su alrededor .
— Mierda! Por qué el gran barón tuvo de morir antes que...
Treasure oyó la puerta de la biblioteca siendo golpeada y llegó a la conclusión que seguramente Sterling Renville había salido . Soltó un largo suspiro. Sus rodillas estaban temblorosas, y el corazón le latía descompasadamente . Por lo que había entendido, el joven barón planeaba cobrar las deudas de los habitantes de Culpepper y después que hubiese transformado todos los bienes en monedas de oro se marcharía . Era ni mas ni menos que un mercenario.
— Te maldigo , Sterling Renville, por robar la paz de todos los que viven en Culpepper! — ella dijo entre dientes , al mismo tiempo en que salía de detrás de las cortinas y se preparaba para dejar la biblioteca.
Entonces, para su asombro, se descubrió frente a frente con el guapo barón, contra el cual acababa de maldecir. Entonces había sido el mayordomo quien había salido .
— Vos?!!! — Renville exclamó, encarándola con perplejidad. — Qué haces aquí?
— No es lo que estás pensando! — Treasure arguyó. — No vine a la mansión para robar nada!
— Por qué viniste , entonces? A devolver libros nuevamente? Te crees que soy imbécil?!! — él se rió, y los ojos cenizas brillaron. — Ni siquiera debes saber leer.
— Claro que sé leer, y para tu información ya he leído todos los libros de esta biblioteca.
— Mentirosa! — él la acusó, tomándola por el brazo y llevándola cerca de los estantes. — Veremos si estás diciendo la verdad.
Con desdén , Renville tomó un libro de lo alto del estante y lo abrió
delante de ella. Después de todo , aunque supiese leer algunas palabras, una simples aldeana no podría leer en latín.
— Lee ... Si es que puedes — la desafió con un brillo irónico en la mirada.
— Ducunt volentum fata, nolentum trahunt — Treasure leyó en voz alta, y comentó : — Es de Seneca.
— Y qué quiere decir?
—"El destino conduce al condescendiente, pero golpea al ambicioso". Satisfecho?
No, no estaba satisfecho, muy por el contrario. Molesto, Renville giró la página, le mostró otra frase y ella tradujo sin vacilar.
— Dónde una muchacha como vos aprendió latín?
— Con tu padre. El buen barón Darcy me enseñó muchas cosas.
— Te enseñó esto también? — Y antes que Treasure pudiese responder, él la empujo contra su pecho ancho, besándola con urgencia.
Los labios rosados eran suaves y calientes, y Renville sintió la resistencia de Treasure disminuir mientras su lengua recorría la boca sin ceremonia.
Con movimientos rápidos y felinos, la llevó al sofá de terciopelo y se acostó sobre ella, acariciando cada centímetro de su cuerpo delicado e deliciosamente femenino.
Pen Barrett detuvo el caballo junto al terreno hacia el cual se abrían las puertas dobles de la biblioteca de la mansión Renville.
Su hermana ya no debía estar allí , pero, de cualquier forma, necesitaba verificar. Después de todo , su madre no le perdonaría si Treasure tomase toda esa lluvia. Entonces, el muchacho desmontó y estaba a punto de buscar a la señora Treacle y preguntarle si había visto a Treasure cuando miró las ventanas vidriadas y se detuvo estupefacto.


Pen Barrett vio a su hermana Treasure estaba acostada en el diván, bajo el cuerpo musculoso del barón Renville.
Pen se sintió horrorizado ante esa escena inusitada. Treasure y el barón? Por qué ella haría algo así ? Su hermana besando a alguien era algo completamente inesperado, pero besando a Sterling Renville era un absurdo!
Treasure Barrett no hacía cosas así !
A no ser que... Por supuesto, a no ser que todo fuese parte de un plan para salvar a la gente de Culpepper de la codicia de Sterling Renville, llegó a la conclusión el joven Barrett, todavía más confundido de antes. Entonces, con el ceño fruncido, Pen abrió la puerta y entró en la biblioteca. Carraspeó y observó una breve pausa en la escena que se desarrollaba en el diván. Segundos después, las caricias volvían a comenzar, y Pen carraspeó nuevamente, esta vez más alto.
Pareciendo contrariado, el barón Renville levantó la cabeza, en lo que fue acompañado por Treasure.
— Treasure, qué está sucediendo?
Aquella voz le sonaba vagamente familiar, pero Treasure no lograba ubicar de quien era, de tan embriagada estaba por los besos de Renville.
— Treasure! — Pen repitió, y ella abrió enormemente los ojos , estaba horrorizada. — Veo que estás ocupada, pero vine a buscarte para ir a casa de los Cole. Eh ... Necesitas ayuda? O debo esperar afuera?
— Qué está... — Renville miraba a Pen, aturdido. — Quién sos? — Pero, antes que hubiese oído la respuesta, fue arrojado al piso por una Treasure desesperada.
— Vos... vos... — balbuceó ella, ya de pie al lado del sofá, mirando a Renville como si él fuese un animal peligroso.
Entonces, sin una palabra más , ella salió corriendo de la mansión, seguida de cerca por un Pen despavorido.
Treasure no dijo una palabra a su hermano en el camino a la propiedad de los Cole, pero estaba aliviada por el hecho que Pen los hubiese interrumpido, a pesar de la vergüenza de haber sido atrapada en esa situación comprometedora. Sterling Renville era su adversario, su enemigo, como podía haber permitido que la besase?! Era demasiado perturbador . Hasta ahora se había considerado diferente a las otras muchachas, pero, por lo visto, estaba muy equivocada, había bastado un beso del arrogante barón para hacerla ansiar por el contacto de los labios carnosos y sus caricias sensuales.

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