lunes, 14 de abril de 2008

BRAND, EL APASIONADO - CAPITULO 23


Capítulo 23

Brand no podía dormir. Con Brynna acurrucada contra la curva de su cuerpo, levantó los dedos y trazó el suave contorno de su hombro, bajó por su brazo y luego por la redondez de sus nalgas. El contacto le arrancó un leve gemido mientras dormía que hizo que quisiera despertarla y volver a hacerle el amor. Él suspiró pensando cuán fácilmente ella le había derribado las defensas. Había jurado nunca volver a convertirse en un tonto por amor, pero sólo un tonto podía resistirse a esta mujer increíble. La acercó a él y sintió su cuerpo tensarse cuando ella se acomodó en su abrazo.
—¿Brand? —susurró medio dormida.
Pero él la silenció con sus besos.
—Duerme, mi amor. —Y pronto Brynna volvió a respirar a un ritmo relajado.
Brand se quedó despierto hasta la salida del sol, sosteniéndola, acariciándole el cabello, y besándola delicadamente para no volver a despertarla. ¡Por Dios, cómo la amaba! No había temor en él, sólo regocijo. La abrazó más fuerte y finalmente se durmió.
Brynna se despertó un rato después de que él se volviera a quedar dormido. Aunque se sentía la helada azotando Avarloch, la luz del sol que se derramaba dentro de la habitación la impulsó a comenzar el día. Dándole un beso en los labios entreabiertos, dejó la calidez de los brazos de su esposo. Se vistió en silencio, para no perturbar su sueño sereno. Sonrió al observarlo mientras se cepillaba el cabello, recordando la pasión en sus ojos cuando le hacía el amor la noche anterior. Era una pasión más intensa que cualquier otra que había conocido. Él le había entregado su corazón tan completamente como su cuerpo, y Brynna se entregó a la lujuria de ese recuerdo.
Brand se movió en la cama, buscándola.
—Descansa, esposo —se dirigió hacia él y le cerró los párpados con sus besos.
—¿Adónde vas? —le preguntó medio dormido.
—Al establo a ver al potrillo.
Por más que se esforzaba, Brand no podía mantener los ojos abiertos.
—Apresúrate y vuelve conmigo.
Brynna sonrió ante la negra cortina de pestañas que se curvaban levemente sobre sus mejillas, pasó por encima de Susurro y luego salió de la habitación.
Estaba atándose los lazos de la capa cuando levantó la vista justo a tiempo para evitar chocar contra el pecho de Dante.
—Buen día , belleza. ¿Adónde te diriges con tanta prisa?
—A ver a mi potrillo. Nació anoche —explicó ella con una alegría exuberante que hizo sonreír a Dante.
—Todavía no lo he visto. Espera que busque mi capa e irè contigo.
Desapareció por el corredor y Brynna lo observó pensando lo triste que se sentiría Alysia cuando él se fuera de Avarloch. Ella también lo extrañaría, se dio cuenta unos momentos después cuando él volvió con una capa color añil sujetada alrededor de sus anchos hombros y una sonrisa divertida dibujada en su hermoso semblante. Su naturaleza tranquila y sus despreocupadas sonrisas hacían que hasta los días más sombríos parecieran más luminosos.
—¿Y qué es lo que hay en el castillo de Graycliff que te apura a abandonarnos? —preguntó bruscamente antes de poder detener sus palabras.
—Mi hermana —la sonrisa de Dante se había mantenido intacta a pesar del estallido inesperado de Brynna.
Ella parpadeó al levantar la vista para mirarlo, y luego le tomó el brazo cuando él se lo ofreció.
—Ni siquiera sabía que tenías una hermana.
—Katherine tiene trece años. La traje a Inglaterra conmigo hace cuatro años.
—¿Y tus padres? —Brynna preguntó mientras descendían las escaleras.
—Mi madre dejó esta tierra al dar a luz a Katherine. Fue un embarazo tardío para ella y muy difícil. Mi padre murió al servicio del rey Felipe.
—Oh, lo lamento —le palmeó el brazo y se mordió el labio inferior notando lo poco que sabía de la vida de su esposo—. Tú y Brand extrañan terriblemente a su padre.
— No —Dante sacudió la cabeza y exhibió su hoyuelo a Rebecca cuando ella lo saludó desde el gran salón con la mano—, Brand fue enviado a servir a William como su paje cuando tenía siete años. A mí me enviaron tres años después. Casi nunca vimos a nuestro padre.
Abrió las pesadas puertas y una ráfaga de viento sopló el cabello de Brynna apartándolo de su rostro. Caminaron hasta el establo mientras el crujiente hielo golpeaba contra la capa de Dante levantándola como alas color añil. Dijo algo sobre un cuerpo cálido, pero sus palabras se perdieron en el viento. Brynna adivinó que hablaba de Alysia pero luego recordó la sonrisa sensual en los labios de Dante cuando vio a Rebecca.
Abrió la puerta del establo con esfuerzo contra el viento que luchaba contra ella. Chirrió contra el frío intenso.
—Dudo que esté más cálido adentro —dijo al entrar.
—Seguramente no tan cálido como Alysia... o el cuerpo de quien sea al que te referías antes - Brynna se rió detrás de èl.
Dante se dio vuelta para ofrecerle una sonrisa burlona, pero el cabello negro que sopló en su rostro lo hizo parecer más como un peligroso guerrero que el bribón encantador que era.
—Tú... —sus palabras se perdieron en el aullido de una feroz ráfaga. Y el resplandor de un puñal que se hundía en su espalda. Unos ojos grises manchados de verde se encontraron con la mirada esmeralda de Brynna antes de que el cuerpo de Dante cayera al suelo.
En el instante siguiente, Brynna fue arrastrada como rodeada por remolinos de viento. Estaba allí, tan sorprendida que no podía ni gritar. Y luego ya no estaba.

Un rato más tarde un grito que le atravesó el alma misma despertó a Brand. El sonido corrió por sus venas y alcanzó su garganta donde un lamento intenso explotó de sus labios. Sin atarse los pantalones salió corriendo de su habitación e ingresó al caos que había descendido sobre Avarloch. William ya estaba camino a la habitación de Brand cuando los dos se encontraron en el corredor atestado de hombres de ambas guarniciones que corrían hacia las escaleras.
—Es Dante —William llegó hasta su amigo en dos grandes pasos.
La mente de Brand giraba mientras las imágenes de su hermano llenaban su pensamiento.
—¿Dante? —preguntó, luchando por aclarar su mente.
El duque se llevó las macizas manos a la cara en un gesto de dolor y cuando miró a Brand, había furia en sus ojos.
—Lo encontraron en el establo, Brand; tenía una daga en la espalda. Vive, mi amigo —agregó rápidamente al ver el horror y la incredulidad en el rostro de Brand—. El filo lo penetró entre los omóplatos, pero está inconsciente y casi congelado.
¡El establo! Un nuevo horror iluminó los ojos de Brand.
—¿Dónde está Brynna? —se aferró a la túnica de William mientras el pánico se apoderaba de él y le apretaba el corazón con dedos fríos y mortales—. ¿Dónde está, William?
—¿Brynna? —durante un instante no comprendió el temor y el pánico de Brand. Miró por encima del hombro de Brand hacia la puerta de su habitación.
—¿Acaso no está contigo?
El color abandonó el rostro de Brand, para dejar paso al dolor que pareció invadirlo por completo cuando echó la cabeza hacia atrás queriendo gritar. El terror recorrió al poderoso duque de Normandía. Apretó su corazón de un modo que hizo que su mente se rebelara, ya que el terror le era completamente desconocido. Alrededor de ellos la gente corría de un lado a otro. Los caballeros daban órdenes a los siervos para que buscaran sus espadas; uno de sus hermanos había sido atacado por un enemigo inadvertido. Pero William no escuchaba nada, sólo oía el brutal latido de su corazón. No veía a nadie más que al hombre que tenía enfrente.
Una furia negra mezclada con un temor desatado e indecible rodeaba a Brand. Y la pálida máscara de temor que lucía en el rostro era suficiente para convencer a William de que el terror que él mismo sentía era indudablemente real.
—¿Por qué no está Brynna contigo? —la voz de William tronó por los corredores de Avarloch—. ¿Dónde está, Brand? —cuando Brand pronunció sus siguientes palabras el sonido que le siguió fue un gruñido más profundo y más letal de lo soportable.
—Ella fue al establo.

Brynna era guiada a través del bosque con los ojos vendados y casi congelada. Las mismas manos salvajes que habían atacado a Dante le arrancaron a ella la capa. El rostro y los brazos le sangraban por los arañazos de las ramas a medida que la empujaban más y más profundamente dentro del bosque. No habló, ni gritó. Sólo les dijo a sus captores que sus destinos serían ahora peores que la muerte más despiadada. Ellos rieron, uno caminaba detrás de ella empujándola hacia adelante mientras los demás cabalgaban.

Horas más tarde, cuando ya no pudo soportar seguir andando sobre sus piernas entumecidas y exhaustas, cayó sobre el suelo frío.
—¡Levántese! —exigió la voz de un hombre por encima de ella.
—No —dijo alguien más—, éste es tan buen lugar como cualquiera para emboscarlo cuando venga a buscarla. Nos detendremos aquí.
—Colette —bajo la oscuridad de la venda, Brynna reconoció la voz de la mujer. Su dulzura agraviante ya no estaba allí. ¿O era sólo que al no poder ver su rostro angelical, la sonrisa inocente que enmascaraba la verdadera maldad de su corazón, el verdadero carácter de Colette se volvía transparente?
—No pareces sorprendida de que sea yo —Colette bajó deslizándose de su caballo e hizo una señal a dos de sus hombres.
Unas manos ásperas se cerraron alrededor de las muñecas de Brynna.
—¿Como puede sorprenderme cualquier cosa que hagas, Colette? —replicó Brynna venenosamente mientras era arrastrada por el suelo frío. El dolor era insoportable, cuando al fin lograron ponerla de pie, le quitaron la venda.
—Sorprendí a Brand —Colette rió quitándole la venda de los ojos—, no tenía idea de mis planes hasta que el bastardo de William me delató.
Los ojos de Brynna se ajustaron a la luz que se filtraba entre los árboles y miró indignada a la mujer envuelta en una capa negra como un capullo ominoso. La angelical belleza había desaparecido de los ojos oscuros y llenos de odio de Colette, su dulce sonrisa había sido borrada por el viento.
—Mataste a Dante —espetó mientras le ataban las manos con gruesas cuerdas a un árbol a sus espaldas.
—No, Clyde sólo lo hirió. Hace falta más que una daga para matar a ése, y no teníamos tiempo.
Brynna estudió su fría expresión, buscando algo, algún rastro de empatía humana. No lo había.
—Sabes, Colette, eres casi fea aquí afuera a la luz del día.
La mano se movió como un látigo golpeando la mejilla ya entumecida de Brynna. Mientras luchaba con furia contra las cuerdas que la inmovilizaban, Brynna prometió arrancarle los ojos a Colette en cuanto estuviera libre. Pero su captora sólo se rió y dio media vuelta alejándose de ella.
—Dicho sea de paso, mi Lady —dijo Colette por encima del hombro—, gracias por salvarme la vida frente a esa bestia que llamas esposo.
—Cuidado, Colette —le advirtió Brynna oscuramente—, ya has abusado lo suficiente de la misericordia que tenía para darte.
—No te atrevas a amenazarme, querida, o me veré forzada a matarte antes de que llegue Brand. —Colette se moviò entre el círculo de los hombres que la habían acompañado a Avarloch.
—Necesitamos una fogata —les dijo.
—No —respondió uno de los hombres—, delataría nuestra posición.
—Pero nos vamos a congelar.
—Yo te mantendré caliente —la mano del hombre se estiró para tocar un mechón de cabello rubio pálido que había caído de la capucha negra. Brynna lo reconoció: era Sir Jeffrey. Colette apartó su mano reprendiéndolo en voz baja.
—Ella te usó para llegar a él, idiota —le explicó Brynna con lástima, pero el odio en sus ojos era tan ardiente como el acero incandescente—. Te usó, y ahora que Brand no está aquí para ver, te desdeña.
Colette se dio vuelta hacia Brynna, sus ojos muy abiertos destilaban furia, y con una sonrisa tensa sentenció:
—Brand va a morir. Al igual que tú. —De pronto su rostro se suavizó mientras un nuevo pensamiento cruzó su mirada—. Es una lástima, en verdad, le tengo afecto. Ah, qué le vamos a hacer- dijo divertida encogiendo los pequeños hombros.
Sir Jeffrey no le había quitado los ojos de encima a Brynna desde que ella le había hablado. Se le acercó ahora y la miró de arriba abajo detrás de unas largas y espesas pestañas. Por un instante la joven no pudo leer su expresión. Luego él levantó la mano para acariciarle la mejilla.
—Eres bella —jugó con ella como un gato—, ¿a ti te gustaría usarme?
—Si la tocas, te arrancaré el corazón, Jeffrey —amenazó Colette ferozmente levantándose de la piedra sobre la que estaba sentada.
Brynna sonrió ante los ojos marrones y ávidos de Jeffrey.
—Ella no bromea, yo misma la he visto hacerlo —le aseguró—. Pero ponme una mano encima y lo que yo te arrancaré será mucho más doloroso.
Él se rió por lo bajo, le divertía el temperamento de Brynna.
—Desatémosla, Colette —le dijo sin darse vuelta—. Veamos si su fuego puede amordazarte.
La expresión de Colette era tan angelical cuando Jeffrey finalmente la miró que él pareció derretirse frente a los ojos de Brynna.
—Pones a prueba mi paciencia, señor caballero —ronroneó Colette—, pero te perdonaré si vienes aquí y le muestras a ella a quién deseas en realidad.
Jeffrey prácticamente saltó sobre una rama caída para llegar a su lado. Colette abrió los brazos para recibirlo y echó la cabeza hacia atrás mientras él se inclinaba para morderle el cuello.
La daga apareció sólo por un instante, pero Brynna la vio. Intentó gritar, pero ya era tarde. Colette empuñó la daga y le cortó la mejilla a Jeffrey. Le provocó sólo una herida superficial, pero la sangre que goteaba de la cara de su amante hizo que sus ojos ardieran con más lascivia.
—Más tarde, Jeffrey— dijo ella sencillamente cuando él intentó besarla de nuevo.
—Cuidado donde clavas la daga, ramera —Un hombre con la piel marcada de viruela y una larga cicatriz cruzándole un ojo se puso de pie y miró a Colette con indignación —, o le llevaré tu cabeza al rey Eduardo.
—La única cabeza que le llevarás al rey será la de Brand, Clyde —la expresión vacía de Colette no había cambiado excepto para revelar un dejo de burla oculta detrás de su frustración—. El plan sólo ha cambiado un poco. Todo lo que el rey quería era la muerte de Brand, y la tendrá.
—¿Y la cabeza del duque William? —preguntó Clyde entre sus dientes apretados—. Si gracias a alguna intervención milagrosa logramos matarlo también, desatarás la guerra en Inglaterra. ¿No has pensado en eso?
Colette cerró los ojos, la frustración se reflejaba en su rostro.
—Nosotros..., nosotros podemos herir al duque para que no pueda luchar ni perseguirnos. —Alguien se rió y Colette recorrió con su iracunda mirada todos los rostros—. Todos ustedes pueden regresar si lo desean. Haré esto yo misma y la recompensa será sólo para mí. A Eduardo no le importa quién asesine a Brand, sólo le importa que su cabeza ruede.
La sangre de Brynna se heló al escucharla. Colette era una demente capaz de cualquier cosa. Y Eduardo... ay, rogaba que William lo matara apenas invadiera Inglaterra.
—Qué sucedió en tu vida que hizo que tu alma se volviera tan malvada? —le preguntó Brynna casi sintiendo lástima por la joven mujer.
—¡Cállate! —gritó apuntando su daga hacia ella—, no abras la boca. Ya estás muerta.
Los ojos de Brynna ardían. Su sangre hervía.
—No traicionaste a Brand, ¿verdad, Colette? —le preguntó serenamente, comprendiendo ahora a la mujer—, no puedes traicionar un amor cuando ni siquiera sabes lo que es el amor.
—Ah, pero sí lo sé —siseó Colette, su ira aparentemente olvidada surgió una vez más mientras se acercaba a Brynna—. Amo el poder. El poder que mi belleza ejerce sobre los hombres— sostuvo la punta de la daga en la garganta de Brynna y la deslizó sobre su carne. Ella cerró los ojos y Colette se inclinó como para besarla—, amo el poder que me da el que no me importe absolutamente nadie— susurró observando la hoja mientras trazaba los contornos del pómulo de Brynna.
La joven sabía que tenía que callar, pero la furia se apoderó de ella, y si tenía que cuidar su lengua un instante más, se la cortaría de un mordisco.
—Odias a Brand porque no tuviste el poder de convencerlo para que regresara contigo —abrió los ojos y lanzó una severa mirada esmeralda sobre Colette. La mujer parpadeó y los labios de Brynna dibujaron una delgada sonrisa—. Es así, ¿no es cierto? Él fue el único hombre que te derrotó.
—No del todo —Colette se recompuso rápidamente, pero la mano que sostenía la daga cayó a su costado—, lo veré morir.
Habiendo escuchado más de lo que podía soportar, Brynna apretó los dientes con fuerza.
—¿Cómo pudo haberte amado alguna vez?
La única réplica de la normanda fue una sonrisa radiante.
—No lo matarás —la voz de Brynna era un gruñido bajo—, eres tú la que morirá esta noche —la amenaza fue pronunciada con tan terrible convicción que Colette casi le cree.
—¡Silencio! —se dio vuelta hacia el hombre más próximo—, si ella siquiera suspira, mátala.

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