jueves, 26 de febrero de 2009

LA TREPADORA - BUSHNELL - CAPITULO 5

CAPITULO 5

“Si la pasión, si la locura no pasaran alguna vez por las almas… ¿Qué valdría la vida?”


La gente en New York dividen todo en pequeñas categorías, y después , como los especialistas en diamantes, examinan y clasifican mínima partícula. Y eso sucedía particularmente en Hamptons.
El trecho de casi cincuenta kilómetros entre las ciudades de Southampton hasta East Hampton era considerado el más codiciado; dentro de tal se dividían dos áreas “ al sur de la autopista ” y al “norte de la autopista”. Y a partir de esa división una centena de criterios mas podían ser empleados para determinar si un un terreno era más favorable que otro. Criterios tales como la proximidad al mar o las profesiones de los vecinos. Janey estaba profundamente consciente de esas minúsculas distinciones, pero había un área con la cual ella siempre discordaba respecto al consenso general: secretamente prefería el área norte al área sur. Adoraba las vastas extensiones rurales y las callejuelas serpenteantes que había descubierto la primera vez que había venido a Hamptons, diez años atrás. Manejar por esos caminos siempre había sido su escape. Un año atrás ella se había visto forzada a pasear por ellas a bordo de un automóvil prestado por el hombre con quien se estaba acostando en esa época. Y ahora, pasando la marcha de tercera a segunda, y tomando una acentuada curva al lado de un puesto de frutas de una granja , disfrutaba inmensamente el hecho de que finalmente estaba haciendo ese camino con su propio automóvil.
AY Janey! Quién te ha visto y quien te ve ...
Habiendo dejado a su hermana en East Hampton, ella había decidido que ese era el día perfecto para dar un paseo por la tarde. En una recta , Janey pasó la palanca de cambio a cuarta y aceleró a 110 km por hora . Sus cabellos, sujetos en una cola caballo, flotaban salvajemente detrás de ella . Janey adoraba la sensación de libertad que la velocidad le daba, y en ese momento, reflexionó que no tenía limite para su hambre de velocidad. Pero luego necesitó reducir la marcha para tomar la curva que llevaba al harás de Los Árboles.
Alisando sus cabellos , redujo la velocidad a treinta kilómetros por hora e hizo un relevamiento de los varios automóviles estacionados en el terreno. Mierda! El estacionamiento estaba complicado . Bien al final , en un ángulo difícil en el cual ningún otro automóvil podría entrar , estaba la Maserati negra de Harold Vane. Janey la reconoció inmediatamente, porque tres años atrás ella había su amante durante todo el verano , y había pasado mucho tiempo en ese automóvil, como pasajera y acompañante de Vane. Harold era un hombre demasiado nervioso como para ser un buen conductor, pero cuando Janey le había dicho eso, él la había mirado furioso , y había hecho chirriar el embrague al cambiar la marcha. Janey nunca más tocó ese tema.

Condujo el Boxster por una caminito de tierra, considerando que su querido y amado Harold, con sus dientes reluciente y sus zapatos siempre lustrados, era mismo un tremendo exhibicionista. Pero como él era tan encantador y generoso ( Le había prestado dinero a Janey el verano pasado, cuando ella estaba medio muerta), era difícil culparlo de cualquier otra cosa.
Y ahora, pensó Janey, verificando su rostro en el espejo y aplicándose el labial Pussy Pink, su marca registrada, con toda calma, él había resuelto comenzar a jugar al polo! Eso era algo extraordinario, principalmente porque Harold, madurito y con ciertas disfunciones sexuales era la última persona que ella podía imaginarse montada sobre un caballo. Pero Janey tenía la “impresión” de que el polo iba ser la moda de ese verano, y Harold era una de esas personas que adoran ser líderes en las nuevas tendencias . Y como él supuestamente había ganado una fortuna en el mercado de acciones en los últimos dos años, por qué no pasaría su tiempo libre haciendo lo que se le antojaba , por más ridículo que pudiese parecer?

A la distancia, minúsculos jinetes sobre minúsculos caballitos corrían sobre un campo un verde aterciopelado, pero estaban demasiado lejos como para poder distinguir sus identidades. Janey comenzó a caminar tranquilamente en dirección a ellos, pensando en cómo estaría Harold de contento (y sorprendido) al verla . Inmediatamente Janey descubrió que había un pequeño obstáculo: había llovido en los últimos dos días, y sus sandalias Dolce & Gabbana se hundían humillantemente en la tierra blanda, lo que la desequilibraba demasiado. Esto no va a funcionar, pensó ella, recorriendo a los tropezones la corta distancia de vuelta hasta su automóvil para sacarse las sandalias.
Cuando se inclinó para abrir la hebilla de la sandalia, tuvo la desagradable sensación de que alguien la estaba observando . Detestaba ser tomada desprevenida - además siempre había detestado estar en situaciones en las cuales no conseguía controlar la impresión que podía causar - y levantó la cabeza repentinamente. Y no estaba equivocada: no sólo estaba siendo observada, sino que estaba siendo observada justamente por la persona a quien ella quería impresionar: Zizi.
Tiene que ser el azar, pensó Janey . Él estaba recostado sobre un Range Rover con los brazos cruzados sobre el pecho De dónde diablos él
había venido , pensó Janey, el campo estaba desierto cuando ella había llegado . En su rostro había un sonrisa burlona , como si supiese que ella había venido específicamente para encontrarlo. Y lo peor de todo, pensó Janey , mientras se equilibraba contra el auto : él era tan guapo como le había parecido cuando lo había visto manejando su Ferrari. No, era mejor todavía : era un macho absolutamente fabuloso . Tenía ese tipo peligroso de belleza masculina por la cual una mujer podía lanzar su orgullo por la ventana, sin pensarlo dos veces - y él sabía de eso.

Por un segundo, Janey llegó a pensar en entrar a su automóvil y marcharse (Para dejarlo intrigado), pero en ese instante él se aproximó a ella. Janey miró rápidamente sus propios pies, preguntándose si él se iba a parar para conversar con ella . Pero en vez de eso, él siguió caminando con pasos largos y cuando pasó por al lado ella dijo, bromeando:
- Necesitas botas.
- Botas? - se rió ella. - Para qué?
- Por el barro - respondió él, girando su rostro sobre su hombro.
Y se fue .
Janey sintió unas ganas casi incontrolables de salir corriendo detrás de él - Que probablemente era lo que él esperaba que ella hiciese - pensó Janey mientras estaba parada allí , con un pie descalzo sobre el pasto.
Y entonces él se detuvo y le giró .
- Y ? - preguntó.
- Y qué ? - respondió ella.
- Puedo ayudarte ?
- Estoy buscando a Harold Vane - explicó ella, como que para aclarar el hecho de que no estaba detrás de él.
- Ah, el patrón. Yo puedo llevarte hasta donde está - dijo el muchacho, lanzándole una mirada intensa que sugería algo mas. Él volvió hasta el Range Rover, abrió la puerta, y sacó de adentro un par de botas altas.
- Aquí tienes - dijo él, con un sonrisa burlona.
Le extendió las botas a ella y sus dedos se tocaron. En ese momento, una corriente eléctrica recorrió ambos cuerpos. El shock dejó a Janey atontada y ligeramente desorientada, como si hubiese perdido todo sentido de perspectiva . Habría sentido él la misma cosa que ella, Janey pensó desesperadamente , o sólo sería su imaginación? Y, si no lo hubiese sentido, qué significaba eso ?
En seguida él comenzó a atravesar el campo con pasos largos con la confianza de un joven dios, mientras ella lo seguía torpemente , descalzada e intentando acompañar su ritmo. No lograba sacarle los ojos de encima y cuando él giró y sonrió , Janey vio que él tenía un aire de bondad combinando con un distanciamiento mundano que es la marca de las personas cuya belleza las destaca del resto de la humanidad.
- Te gusta de polo? - él preguntó, y ella respondió con una franqueza atípica:
- No. Ni un poquito.
Ella levantó as cejas, como desafiándolo a desaprobarla, pero hubo menos agresión y más franqueza en ese gesto del que normalmente habría empleado con un hombre. Y él la recompensó con una carcajada agradecida. Janey respondió con una carcajada muy espontánea, y se asombró al ver como sus capas de falsedad parecían haber desaparecido, revelando quien realmente era ella. Fue entonces que sus ojos se encontraron en una brillantez de complicidad .
- Este día realmente está resultando perfecto - dijo ella.
El ruido de cascos de caballos llamó su atención, y desde el otro extremo del campo de polo un grupo de caballos y jinetes vino galopando en dirección a ellos , detrás venía un hombre cuyo cuerpo podría ser descripto como un saco de papas sujetado precariamente a una silla de montar . El saco de papas se bamboleaba precariamente en todas direcciones al mismo tiempo; cuando él se aproximó, Janey divisó la silueta de Harold Vane, su ex amante.
De repente, el grupo desde el otro lado del campo se dio vuelta y comenzó a galopar a dirección de Vane . La expresión asustada de Harold indicaba que sabía que un choque sería inevitable. Abandonando su pose “ de supuesto jugador de polo” , él se entregó a la merced del caballo, quien , él presumía, probablemente no quería ser atropellado también, y literalmente se abrazó al cuello del animal. El caballo, una yegua vieja llamada Biscuit, que había recientemente sido retirada de su establo con el expreso objetivo de soportar el peso de Harold sobre su lomo , inmediatamente entendió lo que tenía que hacer. Mordiendo el freno para que Harold no lograse detenerla de forma alguna, por más que tirase de las riendas, ella trató de correr hacia el establo en un galope desenfrenado.
En ese punto, la única preocupación de Harold Vane era seguir encima de Biscuit durante el kilómetro y medio que lo separaba del establo, desde donde un cuidador salió corriendo con aire enojado y de desaprobación. Repentinamente Vance divisó las curvas agradables de una bella mujer y, un segundo después , entendió que esa mujer era nada mas y nada menos que la modelo Janey Wilcox. Pero qué diablos estaría ella haciendo allí ?Para su consternación , vio que ella estaba cerca - demasiado cerca - del astro de polo. Ellos no se estaban tocando (todavía, pensó él con malicia ), pero había una cierta dosis de intimidad entre ellos . Ella tenía su rostro dirigido hacia él, y él la estaban mirando a los ojos . Vane no permitiría que su único goleador se involucrase con Janey. Definitivamente, iba a necesitar tener una conversación seria con Zizi y cortar el mal de raíz. Planeaba vencer en ese campeonato y necesitaba la concentración total de Zizi.
Y Zizi se vería obligado a obedecer sus órdenes, Vane pensó , aferrándose al cuello de Biscuit . Después de todo , él era el patrón , el hombre que investía un millón de dólares por mes en ese equipo , y los jugadores de polo argentinos eran intensamente leales y obedientes a los deseos de su patrón. Por lo tanto Vane decidió que realmente no había necesidad de preocuparse demasiado respecto a Janey Wilcox. Se recordó de que ella ya había estado en sus brazos y que él ya la había rechazado. Janey era una de esas mujeres que, a pesar de conquistar a los hombres con tremenda facilidad, no lograba retenerlos a su lado.
Cuando el establo finalmente surgió detrás de un matorral, surgió una verdad que su vanidad masculina jamás admitiría : envidia. Si , él había rechazado a Janey Wilcox, pero eso no necesariamente significaba que él quería que otro hombre la tuviese. Y mucho menos un hombre veinte años más joven, dos veces mas delgado que él , cien veces más guapo y, por encima de todo, unos treinta centímetros más alto que él.

Este hombre es exactamente lo que quiero, pensó Janey, cuando volvía a su casa manejando su automóvil. Cuando se trataba de emociones humanas básicas - como amor, odio, envidia, alegría y triunfo - Janey no era sofisticada ni poética. Sentía lo que sentía con la fuerza de una verdad genuina - y resolvió que estaba tan enamorada de Zizi como jamás en su vida había estado.
De cualquier forma, pensó ella, saliendo por la Vía 27 de Hayrack Road ( tomó ese camino a propósito - el tránsito lento le daría tiempo para pensar), no iba a intentar conquistar a Selden Rose. No ahora, después de esos pocos minutos mágicos con Zizi. En ese instante, el recuerdo de su encuentro con Selden Rose en la fiesta de Mimi tres noches antes le trajo una triunfal sensación de diversión . Los hombres están cayendo como moscas a tus pies, Janey reflexionó victoriosamente.

“Entre hombre y mujeres no hay amistad posible. Hay pasión, enemistad, adoración, amor, pero no amistad.”
Oscar Wilde


Su primera impresión de Selden le decía que en apariencia, él era aceptable. : alto y moreno, y aunque obviamente tenía más de cuarenta años, su rostro todavía guardaba alguna facciones agradables de su juventud . Pero cuando él había apretado la mano de ella, dándole una sonrisa lenta y ensayada , ella se había dado cuenta que él tenía la postura antipática de un hombre que sabe que es un buen partido y que no quiere que nadie se olvide de eso.
Y entonces, con un ligero suspiro de resignación, ella se había sentado al lado de él. Cuando ella se había acomodado , él le había dado la espalda , y Janey había tenido la clara impresión de que él no se merecía el vestido que ella había escogido para esa noche.
Selden parecía estar entretenido conversando con la gente que estaba en ;a mesa de ellos.
- El problema con las personas de hoy en día ... - Selden dijo, con la confianza de un hombre que presume que sus opiniones siempre serán tomadas en serio - ... es que sin una guerra, no hay objetivo moral... Las personas se tornan apáticas y amorales porque se permiten olvidarse de la realidad de la muerte... No queremos enterarnos de la muerte ni aclimatarnos a ella . Hoy en día la muerte ocurre tras de puertas cerradas... Nadie ve más la muerte...
Janey, quien realmente no estaba logrando seguir el hilo de esa conversación, comentó :
- Aclimatarnos? Qué palabra rebuscada para East Hampton...
Selden giró hacia ella y sin un resquicio de sarcasmo en su voz, como si realmente la considerase una burra, preguntó:
- Quieres que te explique el significado de esa palabra?
- Y estropearme el placer de tener que buscarla en el diccionario? No es necesario - dijo Janey, mientras tomaba un trago de champagne.
- Entonces, quédate con las ganas - dijo él, como si no tuviese idea de que hacer con ella. Janey resolvió que él no tenía sentido del humor ni roce social , probablemente porque era de Los Angeles. Y entonces , deliberadamente se dio vuelta hacia el hombre a su izquierda, y Selden, hacia la mujer a su derecha.
El hombre a la izquierda de Janey era un senador republicano de New York , un hombre sencillo pero poderoso, tenía unos sesenta años y se llamaba Mike Matthews. Debatiendo los beneficios de una suba de impuestos en New York , Janey logró mantener una conversación fluida durante el aperitivo pero cuando los platos fueron retirados hubo un hiato en la conversación, y ella volvió a darse vuelta hacia Selden. Ciertamente él parecía tener un inagotable repertorio de opiniones idiotas, según Janey observó, mientras lo escuchaba hablar sobre las diferencias entre los hombres y las mujeres con la elegante mujer a su derecha. Ese tipo específico de conversación era inevitable, pensó Janey, debido al hecho que Selden era soltero - siempre era apenas una cuestión de tiempo hasta alguien preguntar a un soltero
- La verdad es que, biológicamente, los hombres eligen a las mujeres en base a su apariencia física. - Y ahí Selden tuvo el coraje de agregar, en un tono triunfal: - Y esa es la única cosa que el feminismo jamás conseguirá cambiar.
La cuarentona a su derecha sonrió con indulgencia, mientras Janey soltaba una risita desdeñoso, haciéndolo darse vuelta hacia ella.
Janey le sonrió . No podía haber sido en un momento mas oportuno . Ella había estado aguardando una oportunidad como esa. Algunos días atrás cuando había estado en Book-Hampton, había encontrado un libro neo feminista llamado Belleza . El tema básico era como las expectativas de los hombres arruinaban las vidas de las mujeres, y, como de costumbre, ella había hojeado el libro , absorbiendo algunos hechos y frases para usar en las reuniones sociales.
- En verdad - Janey dijo, con la mayor calma posible - estás equivocado. Antes de 1900, o sea antes de la revolución industrial, de la redistribución de la riqueza, los hombres solían elegir a las mujeres en base a su posición social, o a su capacidad de engendrar hijos que pudieran ser mano de obra. La elección de una compañera no tenía nada que ver con la belleza y la apariencia física...
- Ah, convengamos ... - dijo Selden desdeñosamente como si hubiese sido interrumpido por una niña irritante. Tomó un trago de agua y comentó :
- Y entonces Helena de Troya, en dónde queda ubicada ? - como si eso probase toda su teoría.
Janey sabía que él iba a mencionar a Helena de Troya , el libro había prevenido a los lectores de que hombres como siempre se acordaban de ella.
- Qué pasa con ella ? - dijo Janey, encogiendo los hombros . - Los ingleses eligen a las mujeres en base al arbol genealógico de su familia y no en base al carácter de la mujer ?
- Estás queriendo decir que eso es lo mejor? - indagó él, con sarcasmo de un hombre que no está acostumbrado a ser contrariado.
- No estoy diciendo que sea mejor o peor - dijo Janey, arrojando sus cabellos sobre su hombro. - Lo que estoy diciendo es que vos no deberías hacer generalizaciones sobre los hombres basándote en tus propias actitudes inmaduras. - Después Janey se recostó en la silla , con el corazón a los saltos dentro de su pecho, temiendo, por un instante, que hubiese ido demasiado lejos ...
Pero ciertamente lo había colocado en su debido lugar, ella pensó mientras doblaba en Ocean Road. Durante el resto de la cena, a propósito ella lo había contradicho en todo lo que él decía, sólo para obligarlo a hablarle . Cuando la cena terminó, ambos se levantaron al mismo tiempo y salieron en direcciones opuestas, y cuando Selden pasó por al lado de ella más tarde, Janey apenas le lanzó un discreto saludo con la cabeza. Lo hizo sólo por educación, como si apenas lo conociese.
Y eso, decidió Janey, cuando entraba al garaje de su casa, era exactamente lo que planeaba hacer la próxima vez que encontrase a Selden.

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