martes, 1 de septiembre de 2009

CALAMITOSA CLARISSA - CAPITULO 12 - LYNSAY SANDS

CAPITULO 12


Clarissa agudizó sus sentidos, intentando desprenderse de la pasión que nublaba su mente en ese momento. Inspiró profundamente y, sin duda, había olor a humo. Volvió a mirar a a vela que Adrian había encendido, pero, por el pequeño círculo de luz que lograba ver, aparentemente no era la vela la que desprendía humo.
Tal vez fuese imaginación suya, pero era difícil imaginarse un ... olor a humo ... cuando su cuerpo sentía tanto placer. Soltó la mano que apretaba las sábanas y enterró los dedos en los cabellos de Adrian, incentivándolo a satisfacer el deseo de su cuerpo.
Temerosa de lastimarlo en razón de su estado de excitación e insensatez, Clarissa soltó nuevamente los cabellos de él y volvió a aferrarse a la cama, mientras sus caderas continuaban moviéndose. Sus manos apretaban las sábanas, su cabeza giraba en un torbellino, cuando la lengua de Adrian concentró su atención en su clítoris. Su cuerpo se sacudió en la cama, sintiendo cada uno de los poros de su piel latir. Con la respiración acelerada, ella soltó un suspiro y tosió al aspirar a humo.
Intentando desesperadamente pensar con claridad, Clarissa procuró levantarse un poco y mirar a su alrededor . Sus ojos se detuvieron en la puerta. Parecía haber una claridad en el vano cerca del piso y por ella penetraba .... el humo.
Instintivamente corrió la cabeza de Adrian, pero él le sujetó las dos manos y apretó con el peso de su cuerpo las piernas de ella para continuar lo que estaba haciendo.
- Adrian! - ella lo llamó jadeando, pero con determinación. - Fuego… Oh… arde ... quema ¡!!.
- Yo también estoy ardiendo por vos. - él levantó la cabeza apenas por un segundo para responder y continuó lamiéndola, decidido a enloquecerla de placer.
- No… Oh… no - Clarissa intentó una vez más avisarle , luchando para conseguir librarse de sus manos, pero Adrian continuaba sujetándolas. Finalmente, consiguiendo librar una de las manos, ella le tiró con fuerza los cabellos.
Con os ojos fijos en la luz debajo de la puerta, Clarissa una vez más gritó : "Fuego!", pero sintió nuevamente la excitación comenzar a apoderarse de su cuerpo, creciendo en nuevas oleadas interminables de placer hasta convertirse en una masa trémula y frágil arrojada en la cama.
Adrian finalmente levantó la cabeza y, aunque su mente estaba entorpecida, Clarissa notó el movimiento de él para acostarse a su lado. Él abrazó su cuerpo inerte, besó su frente, después frunció las cejas , aspiró el aire, levantó la cabeza, aspiró nuevamente el aire y preguntó :

- No te parece que hay olor a humo?
- Si. - Clarissa suspiró, con una sonrisa nerviosa en el rostro. - Creo que la casa se está incendiando.
- Qué ¿!? - Adrian exclamó, y ella fue súbitamente dejada de lado; Adrian se levantó y corrió hacia la puerta. Intentó abrirla una vez, después la forzó con las dos manos, pero no logró nada. Maldijo y volvió rápidamente hasta a cama.
- Por qué no me avisaste antes ?
- Lo intenté ... - dijo Clarissa preocupada. - Dije fuego, que algo se estaba quemando e intenté empujar tu cabeza.
- Oh, si, es verdad. Pensé que vos estabas ardiendo de … Dejemos las cosas así. - Adrian dio una mirada a la ventana, entonces tomó la mano de ella y la empujó fuera de la cama. - Vamos, tenemos que salir de aquí.
Clarissa se levantó y casi se cayó al piso. Adrian la sujetó , preocupándose:
- Qué tienes?
- Tengo las piernas flojas. Dame un segundo.
El vaciló por un instante, después la tomó en sus brazos y la cargó hasta la ventana.
- Qué estás haciendo? - Clarissa preguntó sorprendida.
- La puerta está muy caliente, señal de que el fuego está justo allía afuera. Debemos salir por la ventana.
- Mi Dios! - Clarissa exclamó asustada cuando él la colocó en el piso y se inclinó en la ventana para mirar afuera. Ella no tenía buena coordinación. Aún con los anteojos, ya era medio torpe. La idea de intentar salir por la ventana no le agradaba ni un poco.
- No te preocupes, voy a ayudarte - Adrian procuró tranquilizarla, colocando una pierna afuera de la ventana y sentándose en el antepecho. En seguida, él estiró los brazos y desapareció de vista. Clarissa se aproximó a la ventana y miró afuera. El lado positivo era que no lograba ver la altura a la que se encontraba. Odiaba alturas. El lado negativo era que no lograba ver nada. Sintió entonces a Adrian tocando su mano.
- Sujeta mi mano. Voy a ayudarte.
- Está bien. - Clarissa respiró profundamente y tomó la mano de él. La sujetó firmemente, sentándose de costado en el borde, intentando sacar una pierna afuera, como él había hecho, pero hallando que el camisón impedía ese movimiento.
Después de una pequeña vacilación, Clarissa ponderó que Adrian ya había visto lo que había debajo del camisón y lo levantó hasta los muslos para poder moverse mejor. Intentó entonces ver lo que Adrian estaba haciendo y logró vislumbrar su silueta, gracias a la camisa blanca que él usaba y que contrastaba con la oscuridad del cielo y de los árboles a su alrededor .
- Basta con dar un impulso hacia adelante y te pondré en esa rama. - La voz de Adrian sonaba calma y confiada. Clarissa hizo lo posible para concentrarse en eso e ignoró sus miedos.
Sacó entonces la otra pierna fuera de la ventana, respiró profundamente, agarró la mano de Adrian y se proyectó hacia adelante.
Por algunos segundos, suspendida en el aire, le pareció que ni siquiera respiraba. Adrian la empujó contra su cuerpo y ella gimió al golpear la rama en la que él estaba sentado. Comenzaba a resbalarse hacia abajo y, por un momento, tuvo la impresión de que se iba a caer, pero Adrian la sostuvo , sujetándola firmemente a su lado. Clarissa quedó colgada entre él y el tronco del árbol y nada más que aire debajo sus pies.
Adrian vaciló un poco y después resolvió :
- Voy a bajarte al suelo .
- Es mejor no - Clarissa murmuró, agarrándose al brazo de él.
- El suelo está muy cerca, Clarissa. No estamos tan alto . Después que vos bajes, yo salto y caigo a tu lado.
Clarissa se mordió el labio , bajó la cabeza para evaluar la distancia.
- Estás seguro que no es muy alto?
- Te juro que no. Tu cuarto apenas queda en el segundo piso, Clarissa, y esta rama está mas abajo. En el momento en que te baje, tus pies casi tocarán el suelo .
- Está bien, pero por favor no me dejes caer - ella imploró, medrosa.
En vez de bajarla, Adrian la levantó un poquito para poder besarle la cara.
- No puedo dejarte caer, sos demasiado valiosa para mí.
Antes que ella pudiese decir algo , Adrian se curvó un poco para hacerla comenzar el descenso . Clarissa se agarró a la mano de él y cerró los ojos, segura de que era demasiado pesada para que él la aguantase, sin dejarla caer.
- Estás muy cerca del suelo ahora, mi amor. Es sólo cuestión de soltarte y saltar.
- Será que puedo hacerlo ?
- Creo que si.
La seguridad de la voz de Adrian finalmente hizo que ella se decidiese. Armada de coraje, Clarissa soltó la mano de él, apenas comenzó a caer, aterrizó de sopetón . Realmente debía estar a menos de un metro del suelo .
Clarissa suspiró aliviada.
- Ella está aquí !
El alivio se desvaneció en el mismo instante en que oyó el débil comentario. Clarissa giró en dirección ala voz y tuvo la impresión de ver la figura de uno de los criados en uno de las esquinas de la casa. Mordiéndose el labio nerviosamente, ella miró hacia arriba, a donde Adrian todavía estaba colgado. Intentó llamarlo con un susurro . Él hacía ruido moviendo las ramas en la tentativa de desprender su camisa que se había enganchado en una de ellas y, al mismo tiempo, insultaba irritado por eso.
- Adrian! - Clarissa insistió.
- Un segundo, amor. Ya, ya estaré con vos. Cuando esta rama hija de ...
Clarissa volvió a mirar hacia la esquina de la casa y vio al criado que venía corriendo en su dirección. Y , detrás de él, venía todo el personal de la casa. Y, detrás de ellos, la mitad de los habitantes de la cuadra. Todos corriendo para ver si ella estaba sana y salva.
Clarissa contempló esas caras borrosas que se aproximaban, sin darse cuenta de las palabras de alivio que pronunciaban. Entonces Adrian cayó de pie delante suyo , bloqueándole la visión.
- Viste ? Todo salió bien , o no ? - él preguntó, pasando el brazo en sus hombros y curvándose para besarle los labios.
- Lord Mowbray!

Adrian se quedó petrificado por un instante, después enderezó el cuerpo lentamente y se dio vuelta para encarar a la multitud alrededor de ellos. Al volverse nuevamente hacia ella, Clarissa sintió que él la evaluaba y tuvo un súbito escalofrío. Se dio cuenta entonces que su camisón continuaba desabotonado, revelando sus pechos desnudos a los allí presentes.
Mordiéndose el labio, ella torpemente trató de abotonar el camisón y volvió a mirar a Adrian quien ahora estaba absorto en su propio estado de semi desnudez.
Clarissa tuvo consciencia de cuan comprometedora era toda esa situación y se quedó perpleja cuando Adrian, enderezando los hombros, dijo :
- Lady Crambray, tengo el honor de pedir la mano de su hijastra en matrimonio.


Clarissa se mordía el labio y evitaba encarar a Lydia. A pesar de no conseguir ver la expresión del rostro de ella, podía sentir su mirada cada vez que volteaba la cabeza hacia la dirección en que estaba sentada.
Su madrastra estaba furiosa con ella desde la noche del incendio. Ella no había tocado el tema de lo ocurrido, ni después de volver a la casa después de que el fuego había sido extinguido. El fuego había comenzado en el hall cerca del cuarto de Clarissa, impidiendo que, por el lado interno de la casa, alguien pudiese aproximarse a la puerta para avisarle. En esa parte del hall, su cuarto y los cuartos de de los criados habían sido los únicos aoposentos destruidos; el salón debajo de su cuarto también había quedado muy dañado por el agua usada para apagar el fuego . Por suerte, todo el resto de la casa estaba perfectamente en orden, sólo que todavía olía a humo.
Clarissa había pasado a ocupar el cuarto de huéspedes desde entonces y prácticamente estaba sin ropa. Todo lo que estaba guardado en el cuarto había resultado quemado. Para remediar esa situación, apresuradamente habían sido encomendados dos o tres vestidos para ella.
Poco después del pedido de casamiento, Adrian había sugerido a Lydia que, durante las reparaciones que tendrían que ser hechas, Clarissa permaneciese en la casa de su madre, pero su madrastra no había consentido , dejando bien en claro, con una actitud de desdén, que no volvería atrás. Aunque tratase a Adrian con gran frialdad, él fingía no darse cuenta del desprecio de la mujer y, durante sus visitas, ambos, Clarissa y él, procuraban ignorar tanto el silencio de ella como las miradas glaciales que les dirigía. Tampoco tenían mucha alternativa. Desde esa noche, Lydia no había permitido que se quedasen a solas ni por un solo instante. Clarissa se sentía disconforme. Los proclamas ya habían sido publicadas, el casamiento había sido establecido para dos semanas después del incendio, y todo estaba en orden. Lydia debería estar satisfecha. Después de todo , había conseguido un conde para su hijastra. Pero era obvio que no lo estaba.


Clarissa suspiró y mordisqueó la tostada, luchando contra la preocupación y el temor que la habían asaltado desde la noche del incendio. Se sentía dividida. No podría dejar de sentirse feliz ante la perspectiva de casarse con el hombre que amaba, especialmente después de la experiencia que había tenido con él en la cama, sabía que compartir el lecho con él no sería un sacrificio. Pero , por otro lado, tenías el temor de que Adrian se hubiese sentido obligado al casamiento después de lo que había sucedido y, por lo tanto, no podía sentirse plenamente feliz.
No deseaba su propia felicidad a costa da de él. Prefería enfrentar una vez más el escándalo sola, si ese fuese el caso. Había sobrevivido al primer escándalo , y sobreviviría a este también. En realidad , era lo que esperaba al ser atrapados por todas esas personas. El pedido de casamiento de Adrian la había sorprendido tanto como parecía haber enfurecido a Lydia.
La puerta de la sala de cenar fue abierta, y Clarissa levantó los ojos, estrechándolos para ver mejor quien entraba. Allí estaba un hombre alto, de cabellos grises.
- Padre! - ella exclamó, reconociéndolo de inmediato mientras comenzó a correr en su dirección.
- Hola , Clary! - John Crambray abrazó a su hija, envolviéndola en el aroma a tabaco de cigarro.
- Que buenos vientos te trajeron aquí, papá?
- Cómo podría dejar de venir corriendo al enterarme de la noticia del casamiento de mi hijita? - él bromeó.
Clarissa lanzó una mirada en dirección a Lydia. Su madrastra no había mencionado que le había escrito a su padre.
- También te traje algo de ropa. Tu madrastra me avisó que casi todas tus cosas se perdieron en el incendio.
- Que bueno, padre. Gracias.
- Ahora también vamos precisar mandar a hacer algunos vestidos de fiesta. - lord Crambray se detuvo para observarla. - Dónde están tus anteojos, Clary?
- Clarissa los rompió - Lydia mintió. - Poco después de mi primer nota, mandé otro mensaje para que trajese el par de repuesto para que ella pueda ver con quien se está casando, pero el mensaje debe haber llegado después de tu partida.
Clarissa quedó sorprendida con esa noticia, tampoco mencionada por su madrastra. Pero por el tono de voz de Lydia proveerle los anteojos en ese momento parecía más una maldad que un gesto de bondad. No podía entender por qué su madrastra creía que sería un castigo poder ver la cara del hombre con quien se iba a casar.
- Bien, los accidentes suceden ... - su padre admitió serenamente, haciendo que Clarissa volviese su atención a él. - Estoy muy feliz por vos, hija. Siempre me gustó Mowbray. Él es una excelente persona.
Clarissa notó que Lydia se quedó azorada al oír esas palabras y su propia sorpresa fue mayor todavía.
- Conoces a Adrian?
- Lo conozco, claro. Fui muy amigo de su padre e intercambiamos correspondencia. El padre de él era un gran hombre de negocios. Lograba sacar ganancia de cualquier cosa donde pusiese sus manos. Cuando se retiró, Adrian lo remplazó en la administración y pasé a escribirme con él.
- Yo no sabía eso - Clarissa murmuró.
- No había razón para que lo supiese. Nunca habíamos hablado al respecto antes y creo que él ni debe haberte mencionado esto.
Su padre se sentó a la mesa y una criada se apresuró a servirle té para él. Clarissa reparó en Lydia. Ella tenía una expresión amarga en su rostro. Fue entonces que Clarissa se dio cuenta que su padre no había demostrado ninguna señal de afecto hacia su madrastra. Él la había abrazado al llegar, pero ni siquiera la había saludado. Por primera vez Clarissa se preguntó qué tipo de relación los dos tendrían. Tal vez hubiese alguna razón para la amargura e incluso para la rabia que Lydia demostraba.

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