sábado, 5 de septiembre de 2009

CALAMITOSA CLARISSA - CAPITULO 17 - LYNSAY SANDS

CAPITULO 17



El sacerdote era anciano y excesivamente formal y parecía tan insatisfecho como ella de estar allí en ese momento. Y, para completar el cuadro, el día estaba frío y lluvioso, lo que era poco usual en esa época del año. Clarissa sólo podía imaginar que se trataba de un mal presagio de lo que estaba por suceder.
- Clarissa?
Ella se sobresaltó al oír Adrian murmurar su nombre. Aparentemente todos estaban con los ojos puestos en ella.
- Aceptas…? - preguntó el sacerdote, en un tono insistente, como si ya hubiese hecho la pregunta una o dos veces.
- Si - Clarissa lo interrumpió prontamente, avergonzada por haber sido atrapada distraída en un momento tan importante.
Dándose cuenta de que había aceptado, ella soltó un suspiro profundo. ya no estaba tan segura de que deseaba haber dicho "si ", después de saber lo que la esperaba.
Demasiado tarde para arrepentirse ahora. Había hecho sus votos matrimoniales y ahora Adrian hacía los de él. Acababa de convertirse en lady Clarissa Montfort, esposa del conde de Mowbray. Y no sería necesario preguntar si él se quería que su llave entrase en la cerradura de ella. Era obvio que él quería.
- Los declaro marido y mujer. Ahora puede besar a la novia.
Apenas había registrado esas palabras cuando Adrian la tomó en sus brazos y la besó. Clarissa permaneció dura en sus brazos, su mente en total confusión. Ocho horas antes ella estaba feliz y eufórica al pensar que estaban por casarse ese día. Ahora no podía borrar de su mente el cuchillo perforando la torta .
Adrian debía sentirse extrañado con la reticencia de ella, pues apartó sus labios de los de ella y la miró con una expresión preocupada. Clarissa forzó una sonrisa , intentando parecer natural. Entonces todos comenzaron a aproximarse al mismo tiempo. Se formó una fila para firmar el libro de casamiento y saludar a los novios. Algunos minutos después ella se vio llevadaal interior del carruaje y partiendo hacia la casa. La casa de su padre. Esa que ya no sería su casa. De allí en adelante, viviría con Adrian.

- Vamos a casa?
Clarissa levantó los ojos de la copa que había estado bebiendo. Su expresión era de pura alarma. Ese era el momento que estaba temiendo desde que había llegado a la casa de su padre para la fiesta de bodas.
Mordiéndose los labios, Clarissa desvió la mirada hacia la sala llena de invitados. Era sorprendente ver tanta gente presente, después de haber sido evitada por casi todos los presentes desde que había llegado a Londres. Además de sus propios familiares y los de Adrian, allí estaban lord y lady Havard, lord y lady Achard, lord Prudhomme y la madre y otras personas cuyas voces sonaban conocidas, pero que difícilmente ella reconocería en la calle.
Consciente que Adrian estaba aguardando su respuesta, Clarissa tragó en seco, intentó dar una sonrisa espontánea que no logró. Su voz era un mero susurro al preguntar:
- Por qué tan temprano?
Adrian levantó las cejas , sorprendido, y dijo bajito : - Ya es bastante tarde, Clarissa. Casi medianoche.
Para un baile no sería tarde, por qué lo sería para su fiesta de bodas? Ella hizo una desesperada tentativa más:
- Si, pero todos todavía están aquí. No deberíamos esperar a que todos los invitados se fuesen?
- Clarissa - explicó Adrian con paciencia -, forma parte de la tradición que los novios se vayan primero. Todos están aguardando nuestra salida.
- Ah, no sabía. - Incapaz de pensar en cualquier otra manera de postergar el momento de partir , Clarissa colocó la copa en la mesa a su lado y capituló : - Voy a buscar mis cosas.
- Los criados ya llevaron todas tus cosas durante la ceremonia - él informó, con delicadeza.
- Oh! Pero ... y Joan?
- Joan ya está allá en casa también. Ven , vamos a despedirnos de tu padre y de Lydia.
- Está bien. - Suspirando, Clarissa se dejó conducir por su marido para despedirse primero de su padre y de Lydia, y después de lady Mowbray.
Las cosas parecían pasar demasiado rápidamente para ella. En el momento siguiente, ya estaban en el carruaje. Ella se sentó tensa y ansiosa en uno de los rincones, con la mente invadida por lo que estaba por suceder.

Adrian se mantuvo callado en el rincón opuesto, pero ella sentía los ojos de él examinándola durante todo el trayecto. Clarissa tenía consciencia de que su comportamiento lo incomodaba, y se rompía la cabeza para decir algo que pudiese aliviar la evidente tensión entre ellos. Cualquier cosa . Pero su mente estaba bloqueada con la imagen de la demostración hecha por Lydia.
Los criados de Adrian, estaban en fila en la parte delantera de la casa cuando entraron. Todos sonreían y sacudían la cabeza en saludo mientras que Adrian, ahora oficialmente, los presentaba a ella, diciéndole sus nombres. Clarissa procuraba repartir sonrisas, pero ya no se acordaba de ningún nombre en el momento en que comenzaron a subir la escalera.
Tenía la sensación de estar siendo llevada a la fuerza. Cada nervio de su cuerpo gritaba con miedo y tensión. Ella casi gimió cuando Adrian abrió la puerta del cuarto. Viéndola vacilar, él la empujó gentilmente hacia adentro.
Al oír a puerta ser cerrada, Clarissa se dio vuelta, abriendo enormemente los ojos. Su marido no había entrado con ella. Sintió como si le hubiesen sacado un peso de los hombros. Habría una breve prorroga.
- En casa nueva finalmente!
Clarissa se puso rígida con el sonido de la voz alegre de Joan y al volverse vio el bulto de la criada caminando en su dirección, llena de energía. Clarissa tuvo ganas de preguntarle la razón de tanta euforia, pero se contuvo .
- La ceremonia de casamiento fue bonita? Y en la fiesta, había mucha gente? Bailó ? La comida estaba rica? Todos trabajaron mucho para que todo saliese perfecto - Joan comentó y comenzó a desabotonar su vestido.
Se le ocurrió a Clarissa más tarde que tal vez hubiese respondido a las preguntas de la criada, pero no sabría decir qué respuestas le había dado . Mientras que la criada la ayudaba a sacarse cada prenda , su pánico sólo parecía aumentar, sintiéndose cada vez más vulnerable.
Poco después , ella ya se había desvestido, tomado un baño y se encontraba metida en la cama, con una lindo camisón de encaje.
- Listo. Está muy linda - Joan le aseguró , como si eso le importase. Deseandole buenas noches , la criada salió del cuarto.
Clarissa permaneció estática en medio de la cama. Sus ojos recorrían asustados las sombras oscuras que la rodeaban. No podía ver mucho mas allá de la vela sobre la mesa de cabecera a su lado. Después de vacilar un poco, se sentó y tomó la bolsita que había llevado y pedido a la criada que colocase sobre la mesa de cabecera. Sacó los anteojos de adentro y se los puso para ver mejor su nuevo cuarto.
Ya lo había visto el día anterior cuando Adrian la había llevado para conocer la casa. Pero entonces estaba sin los anteojos y la impresión que causaba era muy diferente a la luz de la vela. Oscuro y melancólico, ella pensó. El rojo que le había parecido alegre con la luz del día, ahora le recordaba al color de la sangre.
Suspirando, ella detuvo su mirada en la cama. Era enorme, mucho mas grande que la que tenía en la casa de su padre. Estaba casada ahora y esa era la cama que compartiría con su marido. Ese último pensamiento le provocó un nudo en el estomago. Se sacó los anteojos y volvió a esconderlos en la bolsita. Se acostó después , considerando la posibilidad de fingir estar durmiendo para que Adrian, quizás, dejase la consumación para el día siguiente.
Sería una actitud cobarde, pensó Clarissa, que sólo prolongaría su miedo y haría con que pasase todo el día siguiente ansiosa hasta que la tarea fuese finalmente completada. Había una cosa que había aprendido en la vida: en vez de postergar, era siempre preferible atacar pronto las tareas desagradables y librarse de ellas de una vez. Además, sería bueno saber lo que tendría que enfrentar todas las noches de su vida de allí en adelante … Si es que tendría que enfrentar todas las noches. Con qué frecuencia su marido desearía ejercer los derechos conyugales? Como, según él, no había sufrimiento para los hombres, sólo el placer que ella había experimentado aquella noche en su cuarto, tal vez Adrian quisiese poseerla todas las noches.
Clarissa se estremeció ante esa idea. La paleta clavada en la torta todas las noches por el resto de su vida…
No debía ser de ese modo, Clarissa decidió de repente. Lady Havard y lady Achard no estarían tan deseosas de tener un affair con lord Prudhomme si fuese de ese modo todas las veces. Tal vez el problema del dolor sólo fuese con la paleta. Ella ya sabía que había muchas cosas que un hombre y una mujer podían hacer juntos que podían ser bastante placenteras.
Clarissa hizo una mueca. Era una pena que algo tan agradable terminase de forma tan desagradable; difícil de creer que el placer compensase el dolor. Y aún así lady Havard y lady Achard parecían no preocuparse ni un poco por el sufrimiento. Por el contrario, ahora ella entendía lo que Prudhomme había estado haciendo debajo de las faldas de lady Havard y, pensándolo bien, sus gemidos y suspiros no revelaban dolor alguno.
Clarissa frunció la frente preguntándose si ella también habría emitido sonidos cuando Adrian le había hecho esas cosas a ella. Estaba tan distraída descubriendo las sensaciones de su cuerpo que no sabría decirlo. Prestaría mas atención la próxima vez. Además, la idea dela próxima vez hizo que esbozase una sonrisa melancólica. La próxima vez seguramente no terminaría de manera muy agradable.
La mirada impaciente de Clarissa se volvió entonces hacia la pared donde quedaba la puerta que daba al cuarto anexo, el de Adrian. Ya era tarde y el día había sido largo y muy movido. Quería dormir. Pero a dónde estaría su marido? Le gustaría que él tuviese la consideración de acabar pronto con su ansiedad y le permitiese dormir.
Realmente, ahora le parecía perfecta la idea hacer lo que tenía que ser hecho lo más rápido posible. Clarissa se dio vuelta impacientemente de un lado al otro en la cama y entonces arrojó las mantas a un lado y se levantó.
Clarissa tomó la vela de la mesa de cabecera y caminó con cuidado en dirección a la puerta de comunicación con el cuarto de su marido. Sin duda, la vida sería mucho más fácil para ella si pudiese usar los anteojos. No veía la hora de poder usarlos delante de Adrian. Si él supiese el sacrificio que ella estaba haciendo para ganarse su amor!
Clarissa sopró una larga mecha de cabello que le caía sobre el rostro, extendió la mano para evitar chocarse con la pared, y se sintió aliviada al sentir la superficie de la puerta. Entonces se detuvo por un momento, respiró profundamente y , armándose de coraje, colocó la mano en la perilla. Era mejor así. Cuánto tiempo le llevaría? Seguramente no demoraría mucho. Un momento desagradable, después podría relajarse y dormir. Decidida, giró la perilla y abrió la puerta.

Adrian se dio vuelta hacia el lado que habitualmente ocupaba en la cama y soltó un suspiro . Después que Keighsley lo había ayudado a desvestirse y bañase, lo dispensó y se sentó en la cama, intentando decidir qué hacer. Su primero impulso fue ir inmediatamente al cuarto de Clarissa y consumar el matrimonio. La mera idea lo excitaba.
Pero desgraciadamente había notado que ella no estaba muy bien. El día anterior se había mostrado plenamente confiada y feliz con el casamiento, pero desde el momento en que había entrado en la iglesia, él se había dado cuenta que había algo mal. Ella había estado distraída y ansiosa durante toda la ceremonia, después callada y tensa durante la fiesta, siempre apartándose un poco cuando él se aproximaba a ella, como si no tolerase su presencia. Después no había demostrado ningún entusiasmo en dejar la fiesta e ir a la nueva casa.
El no sabía cuál era el problema y tenía temor de preguntar. Temía que ella hubiese conseguido ver mejor su cara y ahora detestase la idea de vivir con él. Era el tipo de cosa que Lydia podría haber armado, tomando prestados los anteojos de otra persona y haber hecho que Clarissa lo mirase por la ventana para ver con quien se estaba casando. Si ese fuese el caso, la felicidad que había tenido en aquellas semanas y que ansiaba perpetuar en el futuro no existiría.
A lo largo de las últimas semanas, la mente de Adrian estaba siempre tejiendo sueños y fantasías sobre una feliz vida conyugal. Podía imaginarse una casa llena de amor y risas, gritos de niños, y Clarissa siempre a su lado, compartiendo sus días y de sus noches.
Pero su corazón dolía al pensar que todo eso podía estar escapándose de sus manos. No tenía el coraje de preguntarle qué la molestaba y, peor todavía, temía buscarla en la cama y ser rechazado con repulsión. Por eso, estaba acobardado y había resuelto dejarla descansar esa noche. El día había sido largo, se dijo a sí mismo. A la mañana siguiente, vería como ella se estaba sintiendo. Si solamente había sido la tensión del casamiento y el cambio a la nueva casa, Clarissa seguramente despertaría con mejor disposición. Y si no fuese así…
Adrian maldijo en silencio la herida que lo había transformado en un monstruo. Quería ser atractivo para su esposa, quería que cuando ella se pusiese los anteojos y pudiese continuar mirándolo con el mismo amor y atracción que demostraba desde que se habían conocido.
El ruido de la puerta abriéndose interrumpió los pensamientos que amargaban a Adrian. Él se dio vuelta confundido hacia el lado donde quedaba la puerta de comunicación entre los dos cuartos y abrió enormemente los ojos al verla siendo abierta, mostrando la llama de una vela.
- Adrian? - Clarissa lo llamó bajito , estrechando la vista en la tentativa de localizarlo en el cuarto. - Por qué está tan oscuro aquí ? Dónde estás , marido ?
Adrian abrió la boca para responder, pero la voz no salió al oír la palabra "marido". Marido. Era la primera vez que ella se dirigía a él así y su corazón se apretó en el pecho . Marido. Ahora era el marido de Clarissa.

Y era su esposa quien aparecía allí, usando un fino camisón de encaje. Transparente y sensual, un camisón que revelaba mucho más de lo que cubría del cuerpo de ella y no era solamente su corazón lo que reaccionaba ahora a esa imagen.
- Adrian?
Carraspeando, él se sentó en la cama.
- Estoy aquí, querida. Qué haces todavía despierta. Pensé que ya estabas durmiendo.
Para su asombro, Clarissa pareció contrariada al oír esas palabras.
- Es nuestra noche de bodas , mi lord - dijo ella, como si eso explicase todo.
Adrian no tenía tanta certeza. Todo indicaba que Clarissa estaba allí buscándolo , ya que él no había ido hacia ella, pero era difícil de creer eso después de la actitud que ella había tenido durante todo el día.
- Creí que estabas cansada y preferías una noche de sueño - Adrian se justificó inseguro.
- Qué ?- Clarissa protestó, no cabía duda que sus palabras la irritaron. - Y hacerme esperar por más de veinticuatro horas para consumar nuestro matrimonio?
Adrian parpadeó . Ella parecía bastante preocupada con esa posibilidad.
- Bien, es que estabas tan tensa y ansiosa durante todo el día , que creí que sería una consideración…
- No quiero tu consideración, mi lord . quiero acabar con esto pronto- Clarissa le avisó.
Era bueno saber que ella estaba tan ansiosa, Adrian pensó lacónicamente, sobresaltándose al verla dar unos pasos y tropezar con la mesita de al lado de la puerta y derribar una vela apagada que estaba sobre la misma.
Rezongando, Clarissa se arrodilló , sujetando con una de las manos la vela que había traído y tanteando el piso con la otra para encontrar lo que había dejado caer.
Adrian vaciló un poco, luego arrojó a un lado las mantas y se levantó. Estaba completamente desnudo, pero , pensó, Clarissa no podía verlo. No era que le importase estar desnudo delante de ella. Su rostro podía estar marcado, pero su cuerpo estaba ileso y en perfecta forma. Pero en otras circunstancias, hubiese preferido estar usando un pijama por respeto a la virginidad de ella.

- Deja, yo agarro la vela - dijo él, atravesando el cuarto para acercarse a ella.
Adrian extendió a mano, con la intención de ayudarla a levantarse, pero , sin notar el gesto de él, Clarissa levantó la cabeza para mirarlo. Pero sus ojos no llegaron a la cara de su marido. Se detuvieron en el miembro de él y allí se congelaron. A media luz, Adrian observó como ella empalidecí.
- Dios Santo del cielo ! - ella exclamó. - Tu llave es enorme.
Por lo menos es lo que Adrian pensó haber entendido. Podía estar equivocado, pues apenas había logrado oír lo que ella había susurrado. Pero si era así, lo que había escuchado no tenía sentido para él.
Cualquier preocupación o curiosidad sobre lo que ella había dicho murió instantáneamente cuando Clarissa aproximó la vela que sujetaba, como si quisiese examinar mejor lo que veía. Era obvio que la percepción de distancia de ella era nula. Adrian casi tuvo sus partes íntimas quemadas, no con agua caliente, como le ocurrió a Reginald, y ni siquiera tenía, como él, la protección de alguna tela entre su cuerpo y el calor.
Adrian sacó el candelabro de la mano de Clarissa con una de sus manos y, con la otra, la ayudó a levantarse.
- Ven entonces. Si quieres consumar nuestra unión esta noche, me harías muy feliz - Adrian le aseguró, conduciéndola hasta la cama. La mera perspectiva de tenerla en su cama ya lo había dejado completamente erecto y preparado para el acto.
Adrian colocó el candelabro en la mesa de cabecera mientras Clarissa subía por el otro lado de la cama. Al mirarla , vio que ella se frotaba las manos como quien lava ropa.
-Tienes que se acostarte … - Adrian sugirió inseguro. Pues en verdad , a pesar de afirmar que deseaba consumar el hecho , ella no parecía muy entusiasmada. Mirando indecisamente a su esposa, Adrian no se contuvo y preguntó :
- Clarissa, qué pasa ?
Ella sacudió la cabeza sin proferir una palabra y continuó, con los ojos muy asustados, frotándose las manos.
Adrian entendió que todo ese nerviosismo sólo podría ser miedo y resolvió ser paciente y cariñoso con ella. No insistió, por ejemplo, en que ella se acostase, sino que dio la vuelta a la cama para unirse a ella, pensando en besarla para calmar un poco su ansiedad. En el momento en que se aproximó, Clarissa se pasó al otro lado de la cama.
Adrian esbozó una sonrisa e intentó subir a la cama del lado donde ella se encontraba, pero Clarissa se apresuró a moverse al otro lado.
Enderezándose, Adrian la miró . Estaban cada uno de un lado de la enorme cama. Clarissa apretaba sus manos y la mirada que le dirigió no podría ser más que de susto.
- Clarissa - dijo él bajito , pero no logró decir más nada porque ella, no soportando más la tensión, se desahogó :
- Creo que no quiero que tu llave entre en mi cerradura.
Adrian enmudeció y parpadeó varias veces . No entendía nada. Nuevamente la historia de la llave. Qué sentido tenía para ella estar preocupada por una llave?
- No tengo idea de lo que quieres decir, mi esposa.
Clarissa estremeció al oírlo decir "esposa", y explicó :
- Estoy diciendo que no quiero que rompas mi torta con tu llave.
Confuso ante esas palabras, Adrian preguntó :
- Qué ?
- Mi cerradura es muy pequeña para tu paleta.
- Clarissa, estás hablando en código ? - Adrian preguntó, intrigado.
- Lydia me explicó todo.
Adrian enmudeció ; pero de repente se iluminó:
- Ah, Lydia.
Clarissa asintió con la cabeza.
- Me mandaste a preguntarle a ella por qué sería incómodo… Pero no precisé preguntarle, ella me buscó para explicarme todo.
- Entiendo. - él soltó un suspiro. Estaba aclarado el comportamiento extraño de Clarissa durante todo ese día. Ella había quedado aterrorizada con lo que Lydia le había dicho y había pasado el día del casamiento temiendo la noche que tendría por delante. Y todo por culpa de él. Le había sugerido que ella le preguntase a Lydia por su falta de capacidad para explicarle lo que debía.
- Y fue Lydia quien inventó esa historia de la cerradura, la torta y la paleta?
Clarissa asintió con la cabeza y le contó a Adrian las explicaciones que Lydia le había dado y, principalmente, le detalló a demostración que había hecho .
- Y aunque esté sin los anteojos, me pareció que tu paleta es enorme, mi lord - ella completó en un tono afligido.
Adrian necesitó contener la risa. En verdad , no había nada gracioso en todo aquello. Lydia había encontrado un modo de hacer la noche de bodas de ellos mucho más difícil de lo que debía ser, pero se sentía aliviado por saber que el comportamiento de su esposa nada tenía que ver con una repulsión por su cicatriz.
- Clarissa?
- Si ? - Ella todavía estaba visiblemente asustada, con los ojos muy abiertos y el pecho jadeando.
- Te gustan mis besos? - Adrian preguntó pacientemente.
La expresión de Clarissa se hizo más preocupada, como si temiese ser chantajeada con la pregunta. Después de un minuto de vacilación respondió :
- Si, mi lord , me gustan mucho tus besos.
- Y te gusta cuando te toco y te acaricio?
Clarissa se levantó , como si estuviese lista para huir, pero asintió.
- Y te gustó lo que hicimos en tu cuarto?
Clarissa se mordió el labio y se ruborizó , pero asintió nuevamente.
- Entonces que tal si hacemos eso de nuevo?
- Sólo besarte , tocarte y… - Aún a la luz de la vela él pudo darse cuenta que ella se ruborizaba - …y la otra cosa?
- Eso - Adrian mintió. Tenía toda intención de avanzar más que aquello, pero era necesario que ella primero estuviese relajada y preparada. No ayudaría en nada hablar antes de la situación que tenía en mente.
Clarissa se relajó un poco.
- No quieres…
- Partir tu torta? - Adrian completó al verla con dificultad para verbalizar la situación. - No, no .
Clarissa soltó un suspiro de alivio y le dio una sonrisa luminosa, haciéndolo sentirse el hombre más atractivo del mundo. No fue necesario que dijese nada más, Clarissa se metió debajo de las mantas y le volvió a sonreír , esta vez una sonrisa llena de expectativa.
Adrian también suspiró, consciente de que lo peor ya había pasado. El levantó entonces las mantas cuidadosamente y se instaló en la cama al lado de Clarissa.


Clarissa sintió el sacudón de la cama cuando Adrian se deslizó debajo de las sábanas a su lado y se lanzó sobre él. Adrian soltó una exclamación de sorpresa y ella se pegó a su pecho, besándolo apasionadamente en la cara, la nariz, y la frente.
- Gracias, Gracias, muchas gracias- ella se quedó repitiendo entre besos. - Gracias por ser tan comprensivo y paciente. Sos el mejor marido del mundo. En verdad, mi lord , soy una mujer de mucha suerte.
La respiración de Adrian al hablar junto a su oído entonces fue una verdadera caricia.
- Me gusta verte feliz.
- Hum. - Clarissa sonrió , pasando los brazos alrededor del cuello de Adrian, y le pidió: - Por favor, bésame, querido marido.
- Cómo quieras, encantadora esposa. - Apenas sus labios tocaron los de ella, Clarissa los entreabrió para la entrada de su lengua caliente y sensual, soltando un pequeño murmullo de placer cuando él la acomodó de espaldas en la cama y se inclinó sobre ella. Era eso lo que le gustaba. Le gustaban los labios de Adrian sobre los suyos y el cuerpo de él presionando el suyo
Para ella era suficiente que hiciesen solamente aquello para siempre. No veía la necesidad de hacer nada más, a no ser que fuese necesario cuando quisiesen tener hijos, pensó. Entonces no tendría otra alternativa a no ser que enfrentar la paleta.
Adrian colocó su mano sobre los pechos de Clarissa a través de la fina tela del camisón , y su capacidad de pensar racionalmente se acabó allí. Jadeando, Clarissa arqueaba su cuerpo con cada caricia de él. Adrian comenzó delicadamente a estimular su pezón, provocándole oleadas de excitación en su cuerpo, haciéndola enterrar las uñas en sus hombros.
Las piernas de Clarissa se movían inquietamente. Reaccionando a una necesidad casi inconsciente, Adrian súbitamente se puso de lado y, sujetándola por las caderas, la empujó también de costado junto a su ingle. Entonces deslizó una pierna entre las de ella. Ese roce contra su seno fue la sensación más erótica que Clarissa jamás había tenido . Fue cuando notó que el camisón se le había subido, pero poco le importó. Por el contrario, ella movió nuevamente las piernas para acomodar mejor el muslo de su marido. La pierna de Adrian comenzó entonces frotarla con movimientos delicados y rítmicos , a los cuales su cuerpo inmediatamente respondió presionándolo con fuerza.
Clarissa tuvo una vaga consciencia de que su cuerpo se movía por voluntad propia en una tentativa de disfrutar todo el placer que él le estaba causando, pero de una cosa tenía certeza, quería más de aquello.
Adrian interrumpió el beso y deslizó los labios por la piel suave de la cara de Clarissa, mordisqueándole la oreja y bajando como una brasa por el cuello delicado mientras sus manos trataban de abrir el camisón de ella.
Cuando la mano de Adrian se apoyó sobre su pecho, Clarissa tuvo un estremecimiento de placer. Adrian inició una senda de besos por su hombro y su escote. Cuando la boca caliente y húmeda tocó el pezón, Clarissa gimió . Él dejó que el pezón se escapase de su boca para mirarla intensamente. Había fuego en la expresión de Adrian. Entonces él volvió a besarla.
No fue un beso gentil, fue un beso apasionada, exigente, casi furioso que inmediatamente despertó en Clarissa la misma urgencia y voluptuosidad, haciéndola retribuir con igual pasión y necesidad. El beso se volvió tan imperioso que cuando él finalmente levantó la cabeza, Clarissa se dio cuenta que estaba acostada de espaldas y que él se había instalado entre sus piernas.
Clarissa estaba jadeando y contuvo la respiración cuando Adrian la besó primero en un ojo y después en el otro. Adrian estaba tan cerca que ella puede ver su rostro marcado. Se dio cuenta que la cicatriz en la mejilla en nada comprometía la belleza de su marido. Clarissa esbozó una sonrisa y sintió su corazón apretarse en el pecho con sólo mirar al hombre que había transformado su vida, con tanta atención y cariño.
- Yo … - Clarissa casi se encontró diciendo que lo amaba.
Parpadeó confundida. No era posible que lo amase. Era demasiado pronto para amar tanto y tan fácilmente. O aquello realmente sería amor?
Perdida en sus pensamientos, de repente Clarissa sintió las manos de Adrian recorriendo su cuerpo y notó que él no sólo se había arrodillado entre sus piernas, sino que también su camisón estaba enroscado alrededor de la cintura, dejando el cuerpo desnudo por encima y por debajo de ella. Clarissa podía sentir los ojos de Adrian devorándola mientras acariciaban su cuerpo con manos cada vez más hambrientas hasta agarrar sus dos pechos.
Medio inconsciente bajo esa mirada, Clarissa luchaba para no emitir ningún gemido, pero en el momento en que él tocó sus pechos, un gemido se escapó de su garganta. Soltó otro gemido cuando las manos de Adrian se deslizaron por las curvas de su cuerpo hasta alcanzar sus caderas. Clarissa estaba entregada en la cama, deseando ser besada nuevamente, o que prosiguiese con más caricias.

Apenas acababa de tener ese pensamiento, una de las manos de Adrian se metió entre sus muslos. Clarissa cerró los ojos y se estremeció . Su excitación estaba llegando a un punto intolerable. De repente, Adrian se inclinó y rozó su cara contra su vientre.
Clarissa presintió sus intenciones. Tensó el cuerpo, con las rodillas arqueados y os pies afirmados en la cama mientras delicadamente Adrian colocaba la cabeza entre sus muslos. Era demasiado. Mucho más de lo que podía soportar, intentando todavía reprimir los gemidos que se empecinaban en salir de su boca. Para su desesperación , una de las manos de Adrian recorrió de nuevo su cuerpo, palpándole los pechos.
Aunque avergonzada, Clarissa desistió de intentar controlarse y dio rienda suelta a sus sensaciones .Cuando pensó que ya no soportaba más esa agonía de excitación, soltó las sábanas y se agarró a la cabecera de la cama, dándose cuenta de que Adrian había cambiado de posición y estaba ahora encima de ella. La boca ávida cubrió la suya en un beso ardiente, que ella retribuyó succionando esa lengua que le pedía más. Un instante después , gritó asombrada, sintiendo algo sólido dentro de su cuerpo.
Ambos se congelaron y permanecieron completamente callados por un momento. Entonces Adrian sacó sus labios de los de ella lentamente, mirándola preocupado.
- Estás bien ? - preguntó con un hilo de voz.
Clarissa tragó en seco, después movió el cuerpo un poquito, dándose cuenta que todavía estaban unidos. Él había colocado la llave en la cerradura, ella pensó, pero no había sentido nada de dolor. Aunque toda su excitación hubiese repentinamente cesado con la sorpresa del intruso, nada había sido como Lydia había descripto.
- Rompí tu torta . Perdóname, pero consideré mejor acabar con eso lo mas pronto posible. Estás bien?
Clarissa asintió con la cabeza, observando la expresión tensa de él. De los dos, era él quien parecía estar sufriendo más, por eso fue el turno de ella para preguntar:
- Y vos, estás bien ?
- Si - el tono no fue muy convincente u Adrian quiso saber: - Todavía te duele?
- Para ser sincera, mi lord , no me dolió casi nada.
- Pero gritaste.
- Por la sorpresa - ella admitió.
- Cómo te sientes ahora?
- Rara - Clarissa dijo con sinceridad y sonrió . - Un poco decepcionada.
- Decepcionada?
- Si, yo estaba… - ruborizándose mucho, Clarissa bajó los ojos y confesó : - Me estaba gustando lo que estabas haciendo y quería sentir nuevamente lo que sentí la noche do incendio. Pero esta vez sólo sentí…… Oh! - Clarissa jadeó con sorpresa cuando Adrian levantó un poco el cuerpo, sosteniéndose en un brazo, y deslizó la otra mano entre las ingles para tocarla.
- Yo… Oh, marido… - Clarissa respiró profundamente y sus caderas comenzaron automáticamente a moverse , sintiendose nuevamente excitada con las caricias de él. - Así… así… si… Ohhhhh! - ella gimió , apretando los brazos de él.
Adrian sonrió , apenas consiguiendo respirar debido a su propia excitación; luego inclinó la cabeza para besarla.
Jadeando, Clarissa casi gritó cuando él delicadamente retiró la mano de su sexo y comenzó a moverse lentamente dentro de ella.
Era eso , ella pensó maravillada, la paleta y la torta, la llave y la cerradura, el hombre y la mujer. Dándose placer.
Clarissa se dio cuenta entonces que, mientras Adrian la besaba y la acariciaba, ella sólo se aferraba a él como si su marido fuese la tabla de salvación de un náufrago en aguas revueltas. Pensó por un momento en qué podría hacer para también complacerlo. Tal vez podría besarle el pecho … Pero la excitación creció dentro de ella, Y Clarissa resolvió pensar en el asunto mas tarde .



- Ah, estás aquí!
Clarissa se arrancó los anteojos de la nariz y los metió en el bolsillo de su falda, volviéndose después en dirección a la voz de su marido que atravesaba a sala para ir hacia ella.
- Cuando desperté, te habías escapado - Adrian protestó, agachándose para darle un beso rápido en la boca de Clarissa.
Ella suspiró de placer al sentir el contacto de los labios y levantó los brazos enlazando el cuello de su marido. Había despertado a la madrugada y se había levantado silenciosamente para irse a cambiar a su cuarto. Joan todavía no estaba allá y Clarissa no quiso esperarla para vestirse. Tenía un objetivo en mente que deseaba poner en práctica antes que la servidumbre se levantase.
Su idea era revisar la biblioteca para ver si hallaba un libro que enseñase como una mujer podría agradar a su marido. Después de vestirse y ponerse los anteojos, había bajado sin ser vista y estaba allí hacia una hora.
Para su decepción, no había logrado encontrar un solo libro sobre el tema. Solamente había encontrado unos pocos libros que sugerían la importancia de mantener la casa en orden y el presupuesto equilibrado.
Su pensamiento estaba vagando y ella exclamó sorprendida cuando Adrian súbitamente la tomó en sus brazos y se volvió hacia la puerta, besándola.
- No te vestiste - ella interrumpió el beso al sentir la tela de seda de la bata debajo de sus dedos.
- Y vos no deberías estar vestida todavía - Adrian reclamó, cargándola en dirección a la puerta de la biblioteca. - Acabamos de casarnos, ni siquiera deberíamos salir de nuestro cuarto, por lo menos una semana.
- Todo ese tiempo ? - preguntó Clarissa asombrada.
- El tiempo que el cuerpo aguante - Adrian aclaró , riendo y comenzando a subir las escaleras que daban al hall de entrada.
- Nada de encerrarse. Cómo podríamos visitar a la feliz pareja si resolviese no salir de la cama?
Adrian se detuvo inmediatamente y ambos se volvieron para ver de quien eran esas palabras.
Reginald Greville estaba parado en la entrada de la casa con Jessop, el mayordomo. Ambos parecían reírse, y Clarissa en ese momento se alegró de que por lo menos ella estuviese vestida.
Al sentir una palmada en la espalda , Adrian entendió el mensaje silenciosa y colocó a Clarissa en el piso. Ella entonces lo besó en la cara como disculpándose y, volviéndose hacia el visitante, sonrió .
- Sos el primero en visitarme en mi casa nueva - dijo, atravesando el hall para saludarlo.
- Estoy seguro que seré el primero de varias otras visitas que van a recibir - Reginald les avisó alegremente. - Me enteré que tía Isabel y Mary planean pasar por aquí más tarde. Y tu padre seguramente vendrá a ver como estás . En verdad , creo que media ciudad va a aparecer para verte después de tu primera noche de casada.
Clarissa volvió la mirada sobre los hombros en dirección a Adrian quien había lanzado un gruñido. Entendía perfectamente la reacción de él. También preferiría evitar todos esos visitantes tan pronto después de la noche de bodas . Después de todo, era un momento muy íntimo y personal. La sensación era de absoluta invasión, y no le gustaba nada pensar que seguramente estarían curiosos por saber si el matrimonio había sido consumado, lo que era muy avergonzante.
- Jessop - Adrian dijo de repente.
- Si, mi lord ? - El mayordomo enderezó el cuerpo ante la sequedad de la voz de Adrian.
- Ocúpate de que los dos carruajes sean preparados y traídos al frente de la casa. Después pídele a Joan y a mi criado personal que vengan aquí inmediatamente. Estamos partiendo a Mowbray dentro de una hora.
Clarissa abrió enormemente los ojos. Adrian caminó hasta ella y le tomó la mano para subir la escalera.
- Pero ... y lord Greville? - ella preguntó al subir los primeros escalones. - él vino a visitarnos, no podemos simplemente dejarlo aquí y…
- El no vino a visitarnos - Adrian le aseguró serenamente.
Clarissa se dio vuelta para dirigir la mirada a la puerta y vio el bulto borroso de Reginald todavía parado allí.
- No. mi primo nunca se levanta tan temprano. Él está en camino de vuelta a su casa y tuvo la gentileza de parar aquí para avisarnos que, si nos quedamos, seremos bombardeados con visitantes.
- Te parece? - preguntó Clarissa incrédula.
- Sin duda - Adrian aseguró.

Al saber que corrían el riesgo de recibir muchas visitas, Adrian se puso en acción. Primero acompañó a Clarissa hasta el cuarto de ella y sugirió que ella le escribiese una carta a su padre, explicándole que habían decidido viajar a Mowbray, para descansar después del casamiento. A Adrian le gustaba su suegro y no quería que él se preocupase con esa partida inesperada. También sugirió que Clarissa lo invitase a ir visitarlos cuando estuviese en camino a su residencia en el campo, lo que, según él había comentado, sucedería en una o dos semanas.
Adrian esperaba que para ese entonces habría tenido tiempo suficiente con su esposa como para que no le importase tener una visita en la casa. Esperaba también, y con mayor fervor todavía, que su suegro llegase solo para que no tuviesen que verle a cara a Lydia. - Entonces, marido - Clarissa preguntó. - Qué debo pedirle a Joan que embale?
- Todo. - fue a respuesta sucinta de Adrian.
- Todo? - ella se asombró , y Adrian frunció o ceño. Él odiaba Londres y esperaba no tener que volver allí tan pronto. Pero ahora tenía una esposa, cuya voluntad también debía ser tomada en consideración.
- Querrías quedarte en Londres para esta temporada? - preguntó, inseguro.
- Oh, no - Clarissa respondió tan prontamente que era evidente que no había dicho aquello solamente para agradarlo. Después de un instante, ella agregó : - Temo que soy como mi madre que no tenía mucha paciencia con la alta sociedad.
- Que bueno - Adrian sonrió y la besó, feliz de que ella fuese tan perfecta. Después reiteró : - Haz que Joan embale todo, entonces.
Asintiendo con la cabeza, Clarissa entró en el cuarto y casi tropezó con la pata de una silla cerca de la puerta, de tan apresurada estaba. Adrian logró sujetarla y apartó la silla. Fue entonces que se le ocurrió que no habían encargado anteojos nuevos para ella. Consideró brevemente la posibilidad de retrasar un poco el viaje, pero pronto cambió de idea. Tal vez Podrían conseguir anteojos en la pequeña villa, en Mowbray. Todavía estaba reticente a la idea que su esposa pudiese verlo bien. Era muy pronto . La noche anterior había sido un perfecto comienzo para el matrimonio, pero le gustaría tener unas semanas más para consolidar la relación de ellos antes de exponer su cicatriz.
Molesto con su egoísmo de mantener a su esposa a ciegas , Adrian frunció el ceño al cerrar la puerta del cuarto de ella y entrar en su propio cuarto. No lograba dejar de decirse a sí mismo que la vida de Clarissa sería mucho más fácil si tuviese los anteojos. Sin mencionar que sería mucho más segura también. Le preocupaba que ella continuase corriendo el riesgo de caerse por las escaleras, de quemarse al encender una vela, pero temía que reaccionase mal a su cicatriz.
Adrian pasó la mano por su rostro. Solamente unas semanas más, se prometió a sí mismo. Entonces compraría los anteojos para Clarissa para que ella pudiese leer y moverse con seguridad. Mientras tanto, leería para ella y la cuidaría para que no sintiese mucho la falta de los anteojos. Y alertaría a toda la servidumbre de Mowbray para que estuviesen atentos a la seguridad de su esposa. Esa sería la mayor prioridad de todos.
Satisfecho con esa decisión, lanzó la bata sobre la cama y se aproximó al armario para separar sus ropas. Estaba medio vestido cuando su criado personal entró en el cuarto. Keighsley se apresuró a ayudarlo a terminar de vestirse, pero Adrian lo dispensó, ordenándole que comenzase a empacar y le describió toda la ayuda que necesitaba para que pudiesen partir lo más pronto posible.
Una vez vestido, Adrian fue hasta el cuarto de Clarissa para ver si ya había terminado la carta. Joan se encontraba allá, empacando las cosas que había desempacado el día anterior. Adrian le dijo a la criada que enviaría a alguien para ayudarla y descendió con Clarissa. Entregó la carta a Jessop para que la enviase con un mensajero a casa de lord Crambray. Entonces fueron a la sala de cenar. Como era de esperar, la cocinera había preparado un
desayuno especial. Los dos, hambrientos después de toda la extenuante actividad nocturna, comieron de todo con gran placer.
Los criados todavía no habían terminado de empacar cuando ellos acabaron el desayuno, y Adrian no quiso aguardar más. Pidió a Jessop que cargase en el primer carruaje lo que ya estuviese listo. Joan y Keighsley seguirían con el resto de sus pertenencias en el segundo carruaje. Entonces apresuró a Clarissa para partir y sólo se calmó cuando la vio dentro del carruaje, y cuando le dio las instrucciones al conductor.
- Dios! - dijo Clarissa, Respirando profundamente, cuando su marido se unió a ella en el carruaje un momento después . - Cuando se te mete una cosa en la cabeza, quieres que se cumpla rápidamente.
Adrian sonrió al ver la expresión molesta de Clarissa. Inclinándose, le besó la punta de la nariz y preguntó :
- No te importa que dejemos la ciudad tan rápidamente , verdad ? Sé que estabas feliz con la compañía de tu padre.
- Disfrutaré nuevamente su compañía cuando él pase por la casa - ella respondió serenamente. - No, mi lord , no me importa. Sería peor si tuviésemos que soportar demasiada compañía hoy.
Clarissa se ruborizó al admitir eso, pues quedaba claro que la razón de su incomodidad tenía que ver con lo que habían hecho durante la noche pasada. Adrian sonrió y colocó sobre su regazo.
Clarissa soltó un grito de sorpresa, agarrándose a los hombros de Adrian cuando él la acomodó contra su cuerpo.
- Estás dolorida ? - Adrian preguntó, dándole un beso en la frente.
- No. Por qué ? Debería estarlo?
- No sé - Adrian confesó. Él la besó suavemente en los labios y sonrió sin apartarlos al verla pegarse a él. Entonces cuchicheó : - Clarissa?
-Hum?
- Te acuerdas de esa vez que estábamos en el carruaje y vos me preguntaste sobre las diferentes posiciones en que un hombre y una mujer podían hacer amor?
- Me acuerdo - ella lo interrumpió , ruborizándose graciosamente.
- Bien… - Adrian hizo una pausa para mordisquear el cuello de ella.
- Entonces? - Clarissa quería que él completase lo que iba a decir.
Sonriendo, Adrian metió la mano debajo de la falda de ella, después inclinó la cabeza para besar uno de sus pechos sobre el escote del vestido, al mismo tiempo en que la otra mano trataba de de sacar el pecho del vestido. Sonrió al ver que el pezón ya estaba rígido… Rígido como él también estaba.
- Bien… - continuó él, dando una lamida a la piel expuesta. - Recuerdo de haberte dicho que los viajes en carruaje eran largos y aburridos.
- No muy aburridos cuando estás cerca, mi lord - Clarissa retrucó riendo y soltó un gemido cuando él tomó su pezón y lo mordisqueó.
- Hum. - Adrian sonrió al verla estremecerse, agregando después : - Me pregunto si no te gustaría pasar el tiempo probando la posición que te estaba mostrando ese día?
La respiración de Clarissa se hizo jadeante y ella se acomodó en el regazo de su marido, abriendo un poco las piernas cuando la mano de Adrian subió lentamente por su muslo.
- Cuál de ellas, mi lord ? - ella quiso saber, recordando que él había mostrado dos posiciones diferentes antes que el carruaje se detuviese y los arrojase al piso.
Los labios de Adrian jugaron con el pezón de Clarissa, mientras sus dedos finalmente alcanzaban la entrada de su sexo.
- Oh, marido… Clarissa gimió , agarrando la cabeza de Adrian y moviendo las caderas para acomodarse, presionando así la erección de él, lo que lo hizo gemir también.
- Que posición? - ella repitió con urgencia, acariciándole los cabellos.
Adrian soltó el pecho que tenía en su boca y sacó la mano que estaba debajo de la falda para poder usar las dos manos. Trató entonces de bajar el vestido por el escote hasta que ambos pechos quedaron expuestos
- Las dos - Adrian respondió, acariciando sus senos. - Las dos posiciones y tal vez otras. El viaje es largo.
- Mi lord ! - Clarissa jadeó. - Creo que me va a gustar mucho más este viaje que el que hice con Lydia a Londres!
- Espero que si, mi esposa - dijo Adrian, riéndose. - Yo tengo una ventaja sobre tu madrastra.
- Tienes muchas - Clarissa le aseguró, casi sin voz, besándolo en los labios. - Pero de cuál estás hablando?
- Yo tengo la llave de tu cerradura.
Clarissa se rió bajito , su risa que fue callada por Adrian con nuevo beso.

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