lunes, 12 de enero de 2009

LA APUESTA - SANDY BLAIR - CAPITULO 2

CAPITULO 2



Birdalane despertó asustada, con el corazón a los saltos, los pechos hinchados y tensos , y una extraña sensación entre las piernas. Qué le estaría sucediendo?
Puso su mano sobre su frente : no tenía fiebre. Se tocó el estomago: nada. La sensación, todavía, continuaba. Miró las vigas del techo, intentando recordar el sueño. La imagen de un hombre enorme y sin rostro se inclinaba sobre ella y su cuerpo volvió a reaccionar de forma placentera.
Soltó un jadeo ahogado . Deseo!
Su madre le había hablado de él. Mejor quedarse sin dormir que tener ese tipo de sueños.
Birdi saltó de la cama. Se estremeció y apretó la manta alrededor de sus hombros, antes de abrir la puerta de la cabaña. Suspiró de alivio al ver que amanecía. No necesitaría volver a dormir y correr el riesgo de tener esos malditos sueños otra vez.
Dejó la puerta de cuero abierta. Se libró de la manta y se volvió a estremecer en su fino vestido de algodón. Se lavó con el agua de la odre de piel de carnero colgada al lado de la entrada, se puso un vestido tosco verde oscuro, un delantal muy usado y las chinelas.
- Lo qué daría por un buen par de tijeras! - ella protestó , trenzando sus rulos oscuros que le caían hasta la cintura. El hecho era que vivía enganchándose el cabello con cualquier cosa. Imaginándose con los cabellos cortos y enrulados como los de una oveja, se rió de sí misma y buscó una tira de cuero.
Con los cabellos semi domados, trató de usar el delantal para recoger las migajas de la mesa. Salió de la casa, se acomodó en la silla que su madre había usado por tantos años, y sacudió el delantal a la espera de compañía.
Varios minutos pasaron hasta que un batido de alas, seguido por alegres arrullos, rompieron el silencio. Las palomas, blancas y grises, se posaron a sus pies , y Birdalane contuvo la respiración . No se atrevió a moverse, aunque ansiaba tocar esos pequeños cuerpos emplumados. Inclinó el cuerpo lentamente, queriendo observar más de cerca los pájaros que había intentado domesticar durante todo el verano. Pero la silla crujió y las palomas, alborotadas, se retiraron . Estaba sola otra vez.
Con los ojos nublados, miró el paisaje en sombras, un mundo que sólo conseguía discernir con la luz del día.
Enroscó uno de los rulos en su dedo. Otro día por delante. Debía estar agradeciéndole a la Gran Madre.
Secó sus lágrimas con el dorso de sus manos y trató de levantarse . Necesitaba recoger moras y granos para el invierno, antes que los insectos acabasen con todo; y no quedarse sentada allí , sintiéndose la última de las criaturas por no tener con quien conversar.

Con suerte, mientras deambulase por el bosque y si atravesaba los campos vecinos buscando granos que aún quedaban , podría ver al Lobo. Había habido luna llena la última vez que lo había visto y había sentido su lengua húmeda lamiéndole la cara.
Le parecía que no era posible que tres estaciones hubiesen pasado desde el día en que lo había encontrado en un tronco hueco: un cachorro escuálido con una pierna lastimada. Una vez curado, él había crecido muy rápidamente .Una noche había despertado con un aullido... y él había partido.
Que bueno sería si pudiese acariciarlo en la barriga otra vez; sentirlo tirar de su falda.
Entusiasmada con la perspectiva de volver a encontrar al animal, Birdi volvió a la cabaña y buscó la cesta debajo de la mesa. Esa vez , sintió un hormigueo en los dedos . Maldición! El Don otra vez. Maldijo y volvió a empujar la cesta debajo de la mesa.
Ahora ya no peleaba contra el Don ; una inexplicable necesidad o impulso de hacer algo o de ayudar, como le sucedía cuando era niña. Ahora simplemente la consideraba como una distracción.
Se sentó en el banco de tres patas, respiró profundamente y se concentró. Un instante después, palpó las piedras al pie de la chimenea, en busca del cesto lleno de hilos de lana y retazos de telas. Tomó la aguja de hueso y, los ojos semi cerrados, comenzó a coser.

Una hora después , estudiaba su creación: una muñeca de ojos de botones de madera, cabellos de lana y un vestido hecho con un retazo de lino. Por qué había hecho eso? Ya no era niña, tampoco deseaba una muñeca . Suspirando, ató los cabellos de la muñeca con una cinta .
Cargando la muñeca dentro de la cesta, tomó un atajo que separaba la propiedad de ella de la de los Macarthur. El sol bañaba las copas de los árboles y un perfume de manzana madura llenaba el aire. Habría todavía suficientes manzanas para que esa incursión valiese la pena? Tal vez . Si no era así , podría recoger las frutas que ya se habían caído, aprovechar lo que pudiese y secar el resto para el invierno del Ciervo.
Apresuró sus pasos cuando finalmente avistó el follaje verde claro entre los troncos oscuros; señal de que se aproximaba al valle estrecho cuyo atajo no sabía, ni quería saber, a donde iba a dar. Al borde del camino,
se agachó y agudizó los oídos. Sólo oyó el piar de los pájaros y el soplo del viento contra las ramas de los pinos encima de ella . Reunió coraje y corrió por el claro del bosque , hasta el antiguo algarrobo .
Mas ancho que la extensión de sus brazos, el viejo tronco servía de contener los regalos, desde el tiempo de su madre , que siempre se entregaban a voluntad . Y también para las retribuciones monetarias que raramente recibía.
Colocó la muñeca en el tronco y retrocedió hacia el bosque, esperando a ver quien vendría.
Pronto oyó un silbido y pasos apresurados.
- Esto es sólo un cumpleaños , Meg - la voz de niño se hizo oír. - Tendrás otros, muchos otros. Y cuando cumplas los doce años, tu madre y tu padre te darán dulces y , tal vez , una muñeca.
-Pero falta mucho para eso ! - respondió una voz llorosa de una criatura, seguida por un sollozo. -Para entonces voy a ser demasiado vieja como para jugar con una muñeca. Yo Quería una ahora...
Los pasos y los sollozos se hicieron más fuertes.
- Sé que es difícil querer y no tener. Pero mamá hizo budín de pan!
- Lo sé - sollozó la niña . -Mamá me vio llorando, Jamie. Y se ella se enoja ? Yo me voy al infierno?
Birdi frunció el ceño . Infierno? Dónde quedaba el infierno? El niño maldijo en voz baja.
- No te vas a ningún lugar, diablita, a no ser a casa conmigo.
El debió haber codeado a su hermana , pues ella se rió.
- Basta !
Birdi escuchó que corrían y, un segundo después , un gritito.
- Jamie, mira eso ! Ven , rápido! Pasos apresurados se oyeron.
- Es una muñeca! Con ojos celestes y cabellos castaños, como yo quería! Y mira el vestido ! Pero quién fue que... Jamie, crees que fue ella? - La voz de la niña bajó hasta ser un susurro: - Crees que fue la hechicera?
La hechicera, la curandera, la bruja. Hechicera era mejor que algunos de los nombres por los cuales la conocían. Sonriendo, pues ahora comprendía por qué había hecho la muñeca, Birdi retrocedió para adentrarse en el bosque. Ya no había razón para quedarse .
Ningún habitante de la villa se atrevía a invadir sus tierras. Todos, adultos y niños, respetaban las reglas establecidas incluso antes que ella hubiese nacido. Si era necesario, si alguien se hería o enfermaba, bastaba con que un miembro de la familia se aproximase a los límites del bosque y se concentrase pensando en ella. A su debido tiempo, Birdi encontraba el modo de llegar hasta el necesitado. una vez realizada la cura, normalmente sin que fuese dicha una sólo palabra, la retribuían con huevos o
incluso con lana. En seguida, ella se retiraba. Lo que sucedía después era que ella permanecía en cama, a veces abatida por fiebre o dolores por varios días. En esos momentos, ella se sentía agradecida por no tener hijos. Ningún niño merecía ser maldecido con ese don de curar. Y no era sólo el dolor que lo acompañaba, sino también esa horrible ceguera.
El silencio en el camino de vuelta caló en lo profundo del corazón de Birdi y una enorme ganas de llorar la invadió .
Volvió su rostro al sol. Tal vez un baño en el lago pudiese borrar esa melancolía que le pesaba en el espíritu.

Angus se despertó de un sueño pesado cuando algo húmedo le tocó la oreja. Instintivamente, dio un golpe con el puño cerrado, y tomó la pequeña daga con la mano derecha. Se puso de pie con el corazón a los saltos.
Sólo se encontró con Rampante, con las patas apartadas, las orejas erguidas, mirándolo como si jamás lo hubiese visto antes.
- Mil demonios, caballo, qué estás haciendo?!
Envainó la daga, se sacó una mecha de cabello de la cara y se puso de cuclillas . El animal con la cabeza baja, la mirada asustada, dio algunos pasos hacia atrás .
- No quise asustarte , amigo. Ven.
El garañón resopló levemente , moviendo su hocico. - Vamos, muchacho, no quise asustarte! - El tomó algunos brotes de pasto . - Hacemos las paces?
Resoplando, Rampante extendió su cuello largo para examinar la oferta. Antes que Angus pudiese sujetarlo por las riendas, el animal levantó la cabeza, las orejas se tensaron , las fosas nasales se agrandaron para tomar aire. El ruido de algo cayendo al agua cortó el silencio.
Angus se levantó de un salto y desenvainó la espada de dos segundos. No podía ser descubierto allí antes de saber cuantos eran sus enemigos. Con suerte, no habría más que tres o cuatro Macarthur en ese valle estrecho.
Con el corazón acelerado y los músculos tensos , Angus se internó cautelosamente en el bosque , seguido de cerca por su caballo.
Apenas una pequeña ondulación se agitaba en la superficie de la laguna, y Angus miró a su alrededor en busca del enemigo. El lugar se encontraba desierto, excepto por algunos pájaros y mariposas.
- Fue sólo un pez, caballo tonto, no tienes que asustarte así - Angus lo amonestó.
Mientras envainaba la espada, la superficie del lago volvió a agitarse, esa vez más fuerte. Jesús! Qué pez causaría ese tumulto?
Antes que pudiese razonar, una silueta brotó de las aguas.

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