sábado, 8 de mayo de 2010

ESCUELA DE ENCANTOS - CAPITULO 1 - SUSAN WIGGS

PARTE 1 - Patito feo


_ Qué hijos bonitos tienes . Madre _ dijo la vieja pata . _Son todos bonitos, a excepción de aquel de allá . No te salió muy bien . Es una pena que no puedas hacerlo otra vez.
Y el pobre patito, que había sido el último en salir del huevo y parecía tan feo, fue picoteado, empujado de aquí para allá y transformado en motivo de broma por los patos y por las gallinas también.
_El es demasiado grande, demasiado oscuro, demasiado distinto , demasiado feo _declararon todos.
El pobre patito no sabía a donde quedarse parado, o hacia donde caminar. Estaba muy triste por ser tan desesperadamente feo y porque era objeto de risas de todo el corral.
Cuando amaneció, los patos salvajes se aproximaron en un vuelo rasante para darle una espiada al patito.
_ Qué clase de criatura sos ? _ preguntaron, mientras el patito giraba en todas direcciones, intentando saludar a todos de su mejor ángulo.
_ Sos terriblemente feo _ declararon ellos -, pero eso no significa nada para nosotros , mientras no te cases con nadie de nuestra familia.

Hans Christian Andersen - Patito Feo (1843)

Capitulo 1

La verdadera ofensa, como ella comprendió finalmente,
era el hecho de tener una opinión propia.

Henry James,


El Retrato de una Dama
Boston, octubre de 1851

Ser invisible tenía sus ventajas. Isadora Dudley Peabody sabía que nadie iba a notarla, ni aunque el reluciente piso del salón de baile se abriese de repente y la tragase. Eso no sucedería, por cierto. Desaparecer en medio de un salón apiñado sería algo valiente, sin duda, e Isadora no tenía una gota de coraje en su cuerpo.
Pero su mente era una cuestión totalmente diferente. Sucumbió al deseo de desaparecer, transportándose en pensamiento a la tierra de las cosas imposibles ... Un vasto continente en su propio mundo. Cosas imposibles... Una sonrisa que no fuese forzado, un elogio que no contuviese una crítica latente, un sueño que no fuese seguido por una cruel decepción.
Se apoyó lo mejor que pudo junto a una gran ventana, refugiándose en la penumbra proyectada por el arco que estaba encima. Sintió la amenaza de un estornudo y tomó su pañuelo rápidamente, conteniéndolo. Pero
aún así pudo oír los comentarios. Las viejas chismosas! Por qué no
podían hablar sobre alguna otra persona?
Ella es la oveja negra de la familia, sin duda. Y de varias maneras, si me permites decir - susurró una voz escandalizada. - Cielos, es tan diferente del resto de los Peabody. Tan morena tan poco favorecida, mientras los hermanos y hermanas son todos rubios como ángeles.
- Ni siquiera la fortuna del padre fue suficiente para conseguirle un marido - dijo una voz en respuesta.
- Será preciso más que dinero...
Isadora se permitió soltar el estornudo que había estado conteniendo. Entonces , su escondrijo fue descubierto, dejó la quietud de la ventana. Las maliciosas se sobresaltaron ... dos de las amigas de su madre ... intentaron disimular, agitando sus abanicos vigorosamente y aclarando sus gargantas.
Acomodando sus anteojos, Isadora fingió no haber oído los comentarios maliciosos. No debían causarle tanto dolor. A esa altura, ya debería estar acostumbrada a tal humillación. Pero, que los cielos la ayudasen, no lo estaba. Especialmente no aquella noche, en una fiesta para celebrar el noviazgo de su hermana menor . Festejar la buena suerte de Arabella sólo servía para destacar la condición desfavorable de Isadora.
Para empeorar las cosas, el corset la incomodaba. Un desagradable escozor subía por entre sus pechos, donde los alambres la apretaban implacablemente. Era necesario una gran dosis de control para mantener
las manos dobladas con recato delante suyo, mientras esperaba en verdadera agonía para que algún caballero reticente, de sonrisa forzada, fuese a sacarla a bailar.
Y ellos rara vez lo hacían. Ningún muchacho la quería como compañera de baile, una solterona sin atractivos, que era demasiado tímida para mantener una conversación normal... y también demasiado aburrida con los asuntos banales de sociedad .
Por eso , permaneció junto a una pared, no ganando más atención que de los lacayos de librea que servían a los invitados. Los sonidos de risas, conversaciones y copas eran como un encantador telón de fondo para la música tocada por el cuarteto. Sin ser notada, miró a lo largo del vestíbulo central en dirección al escritorio de su padre.
La tentación de escabullirse por allí fue demasiado grande .
En el escritorio oscuro, tal vez pudiese recomponerse y dejar las convenciones de lado, metiendo la mano debajo del corset para aplacar el escozor que la torturaba.
Caminó hasta la entrada del salón de baile y se detuvo bajo el gran arco de madera tallada. Casi estaba allí. Solamente tenía que cruzar el vestíbulo y seguir por el pasillo . Nadie notaría su falta.
Decidida a escabullirse, eludió a un grupo de estudiantes de Harvard, amigos de sus hermanos. Pasó rápidamente por al lado algunos colegas de su padre, del Club Somerset, y casi había conseguido traspasar un grupo de debutantes sonrientes. Adelantándose por el vestíbulo lleno de gente, casi tuvo que apretarse contra un espejo de pared y un bello florero en un rincón.
Bastaba un paso y, después, otro. Invisible. Era como si fuese invisible; podía volar como un pájaro, deslizarse como una serpiente. Se imaginó grácil , de pies livianos, sin causar más agitación que una brisa mientras
desaparecía en la nada, se sumergía en la libertad...


Absorta en una de sus fantasías, se olvidó del lazo atrás del vestido negro, que se proyectaba como la cola de un pato, adornado por cintas flotantes.
Oyendo un ruido extraño, se dio vuelta a tiempo de ver una de las cintas enganchándose en el soporte de hierro del florero. El tiempo
pareció enlentecerse , y ella vio toda la escena como si fuese a través de una cortina de agua. Se inclinó , para desenganchar la cinta, pero con un segundo de retraso. Isolde se estiró , haciendo la gran planta girar.
El florero de alabastro se estrelló en el piso de mármol .

El movimiento brusco y la explosión del florero estrellándose en el piso hizo con que las personas a su alrededor se inmovilizasen en el lugar exactamente por tres segundos. Entonces , todos las miradas se volvieron hacia Isadora. Los alumnos de Harvard. Las amigas de su madre. Hombres de negocios y damas de la sociedad. Alcanzada por las miradas de estupefacción , ella permaneció inmóvil , asustada, como un prisionero delante de un pelotón de fusilamiento.
- Oh, Dora. Como de costumbre, su hermana mayor , Lucinda, asumió el controle de la situación.
- Qué catástrofe! Y justo en la fiesta de Arabella. Ven, déjame ayudarte a desengancharte de ahí. Un instante después, una criada apareció con pala y escoba. En seguida, el cuarteto comenzó a tocar nuevamente.
El incidente duró solamente algunos minutos, pero, para Isadora, se prolongó por una eternidad tan larga como su condición de soltera. En ese tiempo, fue consciente de los mismos murmullos de reprobación y de las risitas divertidas que habían poblado toda su dolorosa adolescencia. Cielos, tenía que salir de allí !
Pero, cómo hacía una persona para escapar de su propia vida?
- Gracias, Lucinda - Isolde dijo apropiadamente. - Fui muy torpe.
Su hermana no lo negó, pero con gestos rápidos liberó la cinta del lazo y le mostró una sonrisa .
- Nada grave . Sería preciso más que un florero roto para estropear la noche. Todo bien .
Ella hablaba en serio, notó Isadora sin rencor. Lucinda, la mayor de los hermanos Peabody, era tan rubia y delicada como la Venus de Botticelli. Se había casado con el más rico propietario de molinos en Frammgham, se había mudado a un palacete de ladrillos y mármol en las colinas verdes y año por medio , en la primavera, como una valiosa reproductora pura sangre, daba a luz un perfecto bebé blanco y rosado.
Isadora se obligó a retribuir la sonrisa de su hermana. Que dúo tan peculiar debían parecer , ella pensó. Lucinda, que tenía la bella apariencia de una muñeca de porcelana e Isadora, el patito feo de la familia.
Con el momento de vergüenza acabado, ella, finalmente, escapó al escritorio de su padre. Era el escritorio clásico de un prominente comerciante de Boston, decorado con muebles elegantemente tallados, libros con lujosas encuadernaciones en cuero y una generosa provisión de bebidas y tabaco. Inhalando los olores familiares con alivio, Isadora soltó un largo suspiro y cerró los ojos, recostándose en una pared .
_Cielos, niña, te ves un tanto agitada - dijo una voz familiar. _ Algo te perturbó ?
Ella abrió los ojos y vio un caballero sentado en una poltrona de cuero, con una caja de rapé en una mano y una copa de ponche en la otra.
_Señor Easterbrook _ dijo ella , sorprendida . _ Cómo está ?
Ella imaginó poder oír las articulaciones de Abel Easterbrook sonando por el reumatismo mientras él se levantaba y le hacía una breve reverencia, pero su sonrisa irradiaba calor.
_ Estoy bien, señorita Isadora. _ El caballero volvió a hundirse pesadamente en la poltrona. _ Muy bien , en verdad. Y vos?
Todavía estoy perdidamente enamorada de su hijo.
Horrorizada con ese pensamiento, Isadora trató de contener las palabras. Una torpeza por hora debía ser suficiente, incluso para alguien como ella.
_ Creo que cometí un asesinato... _ Hizo un gesto en dirección a la
puerta abierta, indicando las ramas y flores en medio de los añicos del florero de alabastro. -Estoy bien, gracias, aunque el clima de otoño me haya causado un resfriado. Su barco ya llegó? _ Isadora sabía que la mayor embarcación del Señor Easterbrook era aguardada y que él estaba ansioso .
El sorbió un poco de ponche antes de responder.
_ Llegó, si. Ancló en el puerto esta noche, y la carga será bajada mañana. Batió un record, mi barco. - Bajó la voz a un susurro de complicidad al agregar: _ El Cisne de Plata obtuve una ganancia de noventa mil dólares en ciento noventa días.
Isadora abrió ampliamente los ojos, realmente impresionada, pues los asuntos de negocios le interesaban .
_ Dios , es una mucho dinero.
_ Cierto. Tengo que agradecérselo al nuevo capitán.


A Isadora le gustaba Abel Easterbrook porque él la trataba más como una colega de negocios que como una jovencita.., o no tan jovencita.., dama. Le gustaba también porque él era el padre de Chad Easterbrook, el hombre más perfecto que hubiese nacido en esta Tierra . Y no admitiría
ninguna de esas cosas ni bajo tortura.
_ Un nuevo capitán? _ ella preguntó educadamente.
_ Es un intrépido sureño . Un caballero de Virginia, llamado Calhoun. Poseía credenciales de navegación tan impresionantes que lo contraté en el acto. Me pareció un hombre de fibra.
Ella sonrió, imaginando un viejo capitán de barco. Solamente un hombre sereno y conservador como Abel llamaría a un empleado suyo intrépido.
El sacó un pañuelo del bolsillo y frotó la caja de rapé hasta que brilló . Estaba pintada con el emblema náutico de los Easterbrook: un cisne plateado sobre un fondo azul.
_ El todavía está a bordo del Cisne esta noche, arreglando los pagos a los marineros. Espero recibir un nuevo plan de navegación de él antes del fin de semana. El próxima viaje será a Río de Janeiro.
_ Mis felicitaciones _ le dijo Isadora, con una sonrisa .
_ Fue un éxito maravilloso.
Abel Easterbrook estaba radiante.
_ Si , verdad? _ Levantó su copa en un brindis . - Por la señorita Isadora. Gracias por hacerle compañía a un viejo . Y por mi veloz y nuevo capitán, el Señor Ryan Calhoun.
Apenas tuvo tiempo de sorber un trago cuando un lacayo entró y le entregó discretamente una nota. Abel se disculpó y dejó el escritorio, murmurando sobre un negocio que no podía funcionar sin él.
Isadora permaneció allí, disfrutando su soledad y reflexionando sobre las noticias del Señor Easterbrook. Ryan Calhoun. Un intrépido caballero de Virginia. Ella no era ni un poco intrépida, aunque a veces quisiese serlo.
Usó el momento de privacidad para acomodar el corset, deseando conocer un palabrota o dos para describir ese verdadero instrumento de
tortura hecho con alambre y metal . Siguiendo un impulso, tomó de la mesa un abridor de cartas en formato de daga. Incapaz de resistirse, lo metió por el escote del vestido para aliviar el escozor en la piel.
Mientras calmaba su incomodidad, se le ocurrió mirar el espejo oval colgado atrás de la mesa de su padre.
Espiando por sobre los gruesos lentes de los anteojos, se vio exactamente como era. Sus cabellos eran color barro . Sus ojos estaban desprovistos del límpido e intenso azul tan valorizado por sus padres y tan llamativo en sus hermanos. No tenía ningún encanto ni la belleza que sus hermanos e hermanas poseían en tanta abundancia. En vez de aquello, tenía una expresión taciturna en el rostro, y la nariz estaba roja por el resfriado.
No era casualidad que los buenos ciudadanos de Boston la llamasen la oveja negra de la familia. Era morena mientras los demás eran rubios, pálida mientras sus hermanos tenían la blancura de piel que estaba tan de moda, alta y de huesos grandes , mientras ellos eran de constitución delicada y elegante.
El implacable espejo reflejaba una criatura taciturna vistiendo las ropas negras de una matrona, rascándose sin la menor fineza por lucir un corset impiadoso. Por insistencia de su madre, usaba los cabellos al estilo griego, que era considerado el último grito de la moda, un peinado en el que parte de los cabellos se sujetaban en un rodete discreto y la otra parte se mantenía suelta, con varias mechas finas cayendo graciosamente
alrededor de la cara y el cuello. El problema era que sus cabellos largos eran pesados y rebeldes, y las mechas que debían caer supuestamente en bucles delicados se parecían más a gruesas salchichas
A sus veintitrés años , ella era la viva imagen de la juventud marchitándose como un higo olvidado en una estantería . El pensamiento la dejó tan enojada y disgustada consigo misma que quería hacer algo desesperante.
Pero, qué? Qué? Ni siquiera podía pensar en un medio creativo de acabar con su propio sufrimiento?
Bastaba, dijo a si misma, acabando de rascarse vigorosamente con el abridor de cartas. Mientras hacía aquello, la puerta del escritorio se abrió con el viento, y una nueva oleada de invitados apareció en el vestíbulo, conversando animadamente.
Demasiado tarde se dio cuenta que ellos podían ver el interior del escritorio. Se paralizó , con el abridor de cartas todavía metido en el escote del vestido. Risas altos y masculinas hicieron eco en el vestíbulo.
_Por Dios , Izzie _ le dijo su hermano, Quentin, parado en medio de un grupo de amigos de Harvard. -Esa es tu imitación de Julieta?
Demasiado mortificada para hablar, Isolde logró retirar el abridor de cartas del escote. Lo dejó caer con un golpe sordo sobre la alfombra. Dominados por un acceso de risa colectivo, Quentin y sus amigos fueron al salón de baile.
Isadora miró fijamente el abridor de cartas en forma de daga que yacía en el piso . Se quería morir. quería realmente morir. Pero, entonces, ella lo vio ... la única persona capaz de sacarla de su profunda melancolía.
Chad Easterbrook.

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