sábado, 27 de junio de 2009

EL ACUERDO - CAPITULO 30

CAPITULO 30


El mar de Liguria era una franja plateada sobre los arrecifes rosados que abrazaban Livorno. Gritos de gaviotas llenaban el aire. A lo lejos, una nube blanca se desplazaba lentamente en el cielo azul, formando un plano de fondo encantador para la pequeña aldea localizada en una colina revestida de cipreses y olivos.
Desde el carruaje abierto, parado en el camino que dominaba la bahía, Ashleigh tenía una vista magnífica de la playa. Pero no era la belleza del día o del escenario lo que atraía su atención. Durante la última media hora, mientras esperaba que Patrick y Megan volviesen de la aldea, se había quedado observando un grupo de niños que jugaban en la arena bajo las miradas vigilantes de una mujer alta, de porte aristocrático.
Los pequeños, cuyas edades parecían variar de los tres a los diez años, eran lisiados. Dos o tres usaban muletas. No obstante, se mostraban alegres y relajados, saliendo y entrando a voluntad del mar, o entregándose a otros juegos con la soltura de cualquier criatura.
La mujer que los acompañaba usaba un vestido liviano de verano y sujetaba de las manos a dos gemelas ciegas. Ella no era joven, a pesar de la agilidad con que se movía. Mechas grises escapaban de su sombrero de paja, y su voz, cuando hablaba o reía, tenía un timbre agradable.
Era curioso! Ashleigh sería capaz de jurar que la conocía, aunque nada justificase esa extraña sensación. Ni sus facciones, solamente visibles debajo las alas del inmenso sombrero , ni su voz cálida. Sin embargo, había algo en ella que...
Súbitamente, dejó de evaluar esas impresiones y volvió a pensar en su propia situación. Habían transcurrido dos meses desde el día en que había sido rescatada. Dos largos meses, durante los cuales los esfuerzos de Patrick para llevarla a América habían sido frustrados por la vigilancia de la patrulla marítima inglesa, que actuaba a lo largo de la costa.
Embora sabiendo que esa acción contra los barcos americanos era ilegal, su hermano temía una confrontación directo con los ingleses en el mar. El Ashleigh Anne navegaba entonces bajo bandera americana y, se fuese alcanzado, sería seguramente confiscado por la Marina Real Inglesa, bajo la imputación de estar haciendo contrabando o espionaje.
Entonces, por el espacio de seis semanas, se habían limitado a navegar solamente de noche. Durante el día, quedaban abrigados en una de las muchas ensenadas diseminadas a lo largo de la costa inglesa.
Pero, cerca de quince días atrás, cuando a su sufrimiento emocional había venido a sumarse un malestar matutino, dejando claro para todos que estaba embarazada, Patrick se convenció de que no podían esperar más.
- Navegaremos bajo falsa bandera. Alemana o belga - había dicho él. - Y tomaremos rumbo sur, siguiendo la línea de la costa. Es arriesgado, pero menos peligroso que el mar abierto.
Cuando Ashleigh y Megan lo interrogaron sobre el destino , él les había mostrado una carta que había recibido de Livorno, ciudad portuaria de Toscana, y había dejado deliberadamente escapar la increíble historia de la mensajera, María, condesa de Montefiori, o Mary, ex vizcondesa Westmont.
La madre de Brett! El dolor la golpeó instantáneamente, trayendo de vuelta a su memoria las circunstancias en que había dejado la mansión.
"Qué otra cosa podía hacer mas que marcharme ? El quería el divorcio..."
Contuvo las lágrimas que amenazaban con desbordar sus ojos y se volvió nuevamente hacia la playa. La desconocida estaba reuniendo a sus pequeños. Momentos después , alcanzaban el camino e iniciaban la marcha entonando una canción .
Al pasar por al lado de ella, la mujer sacudió la cabeza y le lanzó una sonrisa cálida. Algunas de los niños la imitaron, y Ashleigh sonrió también , retribuyendo el saludo. Cuando el grupo se perdió a la distancia, la opresión que la había dominado todo el día había desaparecido.
Cuando Patrick y Megan llegaron, anunciaron que habían hablado con el mayordomo de la Condesa. La señora había salido, pero había dejado dicho que estaba ansiosa para recibirlos en su villa.
Ashleigh los oyó hablar, absorta en la contemplación de ese escenario incomparable. El sol caía en el horizonte Debajo, el mar se escondía bajo una bruma tenue y se confundía con la tierra, ya sumergida en sombras.
Dio un suspiro de alivio. Qué bueno que estaba en Italia!

El carruaje subió por una cuesta y avanzó, durante algún tiempo, a lo largo del muro de un parque. Atravesó el gran portón de hierro, de donde se veía la casa coronada por un diadema de barandas, y seguida por el inmenso jardín en escalones de terraza, adornado con estatuas y fuentes.
A los pies de la escalera, un criado aguardaba a los visitantes, para conducirlos a la presencia de la Condesa. Después de atravesar el vestíbulo renacentista fueron anunciados:
- Signore e signorina St. Clare. Signorina O'Brien.
Una risa cristalina hizo eco en la espaciosa sala de visitas,
mientras una mujer alta, esbelta, magníficamente vestida, se adelantaba para recibirlos.
- Enrico, tengo que entrenar un poco más tu inglés - dijo ella, hablándole al mayordomo. - Patrick, mi querido. Qué placer!
Patrick la envolvió en un grande abrazo.
- María!
La Condesa se apartó un poco.
- Déjame mirarte. Mi Dios, cómo has cambiado !
- Vos, por el contrario, no cambiaste ni un poco. O tal vez si. Todavía está más bonita de lo que yo recordaba.
- Adulador ! - exclamó ella, deleitada, alisando con sus dedos delgados las mechas que le plateaban las sienes. - Esto es para recordarme que el tiempo pasa rápidamente para una mujer.
Patrick le tomó la mano y la besó .
- María, permite que te presente a mis dos damas.
La Condesa miró primero a Ashleigh y se quedó en silencio. Después dijo con mucha suavidad:
- Habría reconocido inmediatamente esos ojos maravillosos, si me hubiese aproximado más al carruaje.
Ashleigh entreabrió los labios sorprendida . La mujer de la playa! Jamás habría creído que esa mujer , vestida sencillamente, y esa dama sofisticada pudiesen ser la misma persona!
Le hizo una breve reverencia, murmurando:
- Fue muy bondadosa de recibirnos en su casa, condesa. Gracias.
- No tienes que agradecerme, mi querida. Espero que aceptes esta casa como tu hogar y a mí como su amiga - dijo María. - Y no te avergüences, porque no me reconociste en la playa. Han pasado tantos años...Además, me gusta vestirme sencillamente, cuando salgo con mis niños.
- Tus niños?
- De cierto modo, si . - ella miró a Megan. - Pero, ahora, quiero conocer a esta linda pelirroja. La señorita O'Brien.
Patrick concluyó las presentaciones. De común acuerdo con Ashleigh, no tocó el tema del casamiento de su hermana, concordando con ella que debían aguardar el momento adecuado para hacer esa revelación. Pero enfatizó en el hecho que Megan era su prometida .
Ante eso, la Condesa envolvió a la joven irlandesa en un abrazo caluroso.
- Qué noticia tan maravillosa! Apenas puedo esperar para oír todos los detalles. Pero no ahora. Deben estar exhaustos. Haré que Enrico los acompañe a sus cuartos. Podrán refrescarse y descansar un poco.
Se Habían vestido para la cena. En la espaciosa terraza con vista al mar, la Condesa y sus tres invitados bebían un liviano vino blanco, que había sido servido en copas de plata, finamente talladas. Ante de la franca admiración de sus invitados, ella explicó :
- Forman parte de los tesoros de los Montefiori que heredé de Gregorio, junto con otras tres villas y los viñedos.
- Eso explica por qué los aldeanos a quienes pedimos información se referían exclusivamente a la villa de la Condesa - observó Patrick. - Lo seinto mucho , María. Cómo fue que sucedió ?
María suspiró tristemente.
- La guerra. Sabes el verdadera desastre que Napoleón perpetró en Europa, especialmente aquí, en la península italiana. La familia de mi marido era muy rica porque poseía vastas propiedades. Y cuando Gregorio quiso ayudar a uno de sus parientes que estaba por perder sus tierras a manos de los franceses...
La Condesa se puso a hablar con ternura del marido que había perdido. Y concluyó :
- Tuvimos buenos momentos. Nuestro único pesar fue el no tener hijos. - ella esbozó una leve sonrisa. - Ahora, cuéntenme de ustedes. sin olvidar de ningún detalle.
Patrick inició un relato pormenorizado de su vida, comenzando por los eventos que habían seguido al incendio y continuando con sus años en América y su reciente llegada a Inglaterra. María hacía preguntas oportunas, pero la mayor parte del tiempo oía atentamente.
Al saber cómo él había encontrado a su hermana y por qué motivo ella se encontraba en Ravensford Hall, la Condesa se puso extremamente pálida.
- Brett fue capaz... de eso?
Ashleigh vio su expresión de dolor y sintió pena. Brett todavía era su hijo!
- No debes juzgarlo con mucha severidad . Brett siempre vivió bajo una gran presión. Creo que tienes derecho a saber todo.
Entonces, sin omitir ningún hecho y esperando fervorosamente que su exposición pudiese explicar el comportamiento de su marido, Ashleigh reveló toda su vida: la tristeza del pasado, el modo en que Brett y ella se habían conocido, el extraño acuerdo con Madame, su posterior permanencia en Ravensford Hall, y, finalmente, el casamiento y sus amargas consecuencias.
Cuando concluyó , revelando su embarazo, las lágrimas corrían por las mejillas de María.
- Oh, mi hija... también vos fuiste alcanzada por ese antiguo veneno. Pero todavía amas a mi querido Brett, verdad?
Ashleigh asintió con un gesto. Patrick se volvió hacia ella, incrédulo.
- Pero si lo amas, por qué lo abandonaste?
- Realmente necesitas preguntar eso , querido? - dijo María gentilmente. - Por el mismo motivo que me hizo partir sin intentar convencer al padre de Brett de mi inocencia.
- Pero es diferente!
- No, querido, no lo es. Tu hermana y yo no tuvimos fuerza y coraje para enfrentar el odio que crecía en el hombre que amábamos. Un odio irracional, alimentado por el veneno...
María cerró levemente los ojos.
- Por el veneno que un ser diabólico instiló en sus mentes!
Megan se inclinó hacia adelante .
- Qué ser diabólico es ese, my lady? Se está refiriendo al viejo duque?
- Oh, no! De él, sólo puedo censurar su intransigencia y su falta de compasión - dijo María tristemente. - Yo siempre lo consideré un hombre correcto.
- Entonces, quién?...
- Esa es una pregunta que me hice millares de veces. Quién saldría beneficiado si...
En ese momento, se oyó el sonido de varios pececitos golpeando sobre el piso de mármol . Los cuatro se dieron vuelta al mismo tiempo. Había un grupo de niños parado en el otro extremo de la terraza.
- Perdón , señora Condesa - dijo uno de los pequeños, confundido y avergonzado, adelantándose.
María le hizo una señal a los otros, que habían quedado mas atrás .
- Anna, Vittorio... todos ustedes! Pueden aproximarse.
Los invitados no van a morderlos. Pero deberán hablar en inglés.
Uno de los niños avanzó lentamente, seguido por otros cinco, formando una fila delante de la Condesa y sus huéspedes. Ashleigh los reconoció pronto. Eran los mismos que ya había visto en la playa.
- Amigos - dijo María -, permitan que les presente algunos de mis niños: Antonio, Anna, Salvatore, Gina, Vittorio y Teresita.
Ella concedió algunos minutos para el habitual intercambio de gentilezas y entonces continuó , con una calma sonrisa:
- Mis niños no podían esperar ni un minuto más para conocer a nuestros huéspedes, verdad ? Ahora que ya los conocen, pueden subir. Y díganle a los otros que todos tienen permiso para venir a desear buenas noches después de la cena. Comprendieron?
Las seis cabecitas asintieron vigorosamente. Cuando ellos se fueron, ella se volvió nuevamente hacia sus huéspedes.
- Veo que están ansiosos por conocer la historia de mis niños. No tendrán que esperar mucho . Hablaremos sobre eso durante la cena.
Graciosamente, ella tomó el brazo de Ashleigh, permitiendo que Patrick escoltase a Megan, y siguió al criado, que acababa de aparecer en la entrada en arco de la terraza.
En la mesa, María se puso a hablar de sus niños. Eran huérfanos, criados en el Convento Piccolli Fiori. Después de la muerte de Gregorio, ella había ido a visitar a las monjas, pensando en ofrecer un poco de su tiempo, además de ayuda financiera, en favor de los pequeños. Y había quedado entristecida por las condiciones de ellos, especialmente dos que habían sido directamente alcanzados por las atrocidades de la guerra.
Poco después de la visita, se había entrevistado con la madre superiora, proponiéndole convertirse en la madre de crianza de esos once niños que nadie quería. Los había traído a su casa, transformando parte del piso superior en cuartos y salas de estudio para ellos. Después , había contratado dos enfermeras, un profesor, dos ama de llaves y les había puesto a disposición su viejo criado, Giovanni, quien los mimaba como si fuesen sus nietos.
Ella misma participaba en la educación de los niños, que eran de una dulzura extraordinaria. Les enseñaba francés e inglés, les revelaba el encanto de las bellas artes en todas sus formas, los estimulaba a cabalgar los ponies que había adquirido especialmente para ellos, les contaba historias los sacaba a pasear.
Ashleigh veía su rostro iluminarse con placer, mientras hablaba de su trabajo. Y admiró a esa mujer, que había perdido tanto, que había sido cruelmente separada del hijo que amaba, que se había negado a vivir en soledad y había llenado el vacío de su alma enriqueciendo las vidas de esos pequeños. Había detenido el golpe brutal que el destino le había asestado, transformándolo en una increíble donación de amor!
Por qué, entonces, no buscar alcanzar ese mismo estado de paz interior, dedicandose también a un trabajo que se presentaba como una obra de sublime entrega?
La oportunidad apareció a la mañana siguiente, en la mesa del desayuno .
- Querida - dijo María -, en tu condición, no deberías levantarte tan temprano.
- Estoy habituada, my lady.
-Por que no me llamas María? - sugirió a Condesa con una sonrisa.
- Será un placer - dijo Ashleigh, retribuyendo su sonrisa.
Un pensamiento tomaba forma en su mente. Hizo una ligera pausa, procurando las palabras con que formularlo.
- Me gustaría hablar sobre los niños, María. Casi no pude dormir pensando en ellos. Me quedé pensando si...
- Si no podrías dedicar parte de tu tiempo a ellos, no es eso ?
- Cómo lo sabes? - se admiró Ashleigh.
- Ay! Mi querida. tenemos mucho en común. Tal vez porque las dos amamos a Brett, o tal vez por una afinidad natural.
- Eso me alienta.
Los ojos de la Condesa se posaron pensativamente en ella.
- Creo que podrás prestarnos una ayuda inmensa, Ashleigh.
- Gracias, María. Estoy más agradecida de lo que puedo expresar.
- No hay motivo para gratitud - sonrió la Condesa. - Tu compañía me dará placer. Pero tienes que prometer una cosa, querida. No te esfuerces demasiado. No quiero que comprometas tu salud, cuando más precisa de ella.
Maria le extendió la mano a través de la mesa.
- Descansa bien, aliméntate bien y ejercítate moderadamente.
- Haré todo lo que quiera! - le prometió Ashleigh, con entusiasmo. - Cuándo podemos comenzar?
- Después que yo haya vuelto de la iglesia. Debo hablar con el padre Umberto sobre el casamiento de tu hermano.
Los ojos de Ashleigh brillaron con placer al acordarse que, la noche anterior, Patrick y Megan habían decidido casarse allí, en esa pequeña y romántica aldea italiana.
- Qué puedo decir, mas que gracias?
- Tome tu té - dijo María, sonriendo. - Le pediré a Giovanni que Venga a buscarte dentro de una hora.



En los días que siguieron , Ashleigh comenzó a pasar buena parte de su tiempo con los niños, pero respetando el período de reposo diario que el médico de su suegra, después de examinarla, le había impuesto.
Esos momentos en compañía de los pequeños pronto se convirtieron en la principal motivación de su estadía en Livorno. Había picnics en la playa, paseos, juegos en el jardín, de los cuales Finn tomaba parte activa. Era un placer participar de esas diversiones infantiles, que la hacían sentirse al mismo tiempo serena y realizada.
La noche, después de la cena de los adultos, formalmente servido en la suntuosa sala de cenar de la Condesa, ella volvía a reunirse con los niños en el piso superior . Allá, ellos preparaban espectáculos divertidos, cabiéndole los papeles de espectadora entusiasta, o personaje de una obra teatral según el momento exigía.
En esas ocasiones ellos le demostraban calurosamente o cuanto la querían , y ese hecho la llenaba de felicidad . Ante eso, qué importancia podía tener lo que sucedía en el mundo?, pensaba en sus breves momentos de recogimiento.
Los días y las semanas pasaban en un dulce encantamiento. Octubre dio lugar a noviembre y después a diciembre. Patrick y Megan se casaron tres semanas antes de Navidad. Fue una ceremonia íntima, con dos niños llevando las alianza. El coro, formado por los demás, cantó el Ave María, y Ashleigh se emocionó hasta las lágrimas.
Para ella, esos meses habían sido los más felices de su vida. María de Montefiori era una mujer que poseía el don de la comprensión y un infrecuente talento para la amistad. No había día en que no pasasen algunas horas a solas .A veces, era un tranquilo desayuno , compartido delante del fuego de la chimenea, otras un paseo a la tarde por los jardines, cuando el sol era suficientemente fuerte para sosegar las brisas heladas que venían do mar.
Ocasionalmente, tomaban una copa de vino caliente en los aposentos particulares de la Condesa. Fue durante una de esas conversaciones nocturnas que, finalmente, tocaron el tema que venían evitado hasta entonces.
- Estás pensando en él , querida, verdad? - María preguntó, viéndola absorta en la contemplación das llamas.
Ashleigh asintió.
- Pareces adivinar cuando pienso en él .
María sonrió con simpatía.
- En tu caso no es necesaria mucha intuición. Tu expresión cambia radicalmente, pasando de la alegría a una profunda tristeza.
- No hay día que no piense en él . - La voz de Ashleigh vaciló. - Oh, la vida aquí ha sido maravillosa, pero ...
- Pero tu corazón suspira por él - completó María con calma. - Sé como es. Me sucede lo mismo.
- Todavía piensas en él ? - se admiró Ashleigh.
- Niño, adolescente, hombre adulto, Brett siempre estuvo y está en mi pensamiento.
Maria hizo una pausa y tocó el medallón que traía colgado en su pecho . Lo giró y reveló la miniatura de una pintura de un niño de cabellos enrulados y de profundos ojos azules.
- Mi amuleto contra la tristeza.
- La otra mitad del medallón de Brett! Fuiste vos quien lo colocó sobre la almohada de él?
La Condesa confirmó con la cabeza.
- Fue necesario mucho coraje, créeme. Giovanni, uno de los hombres que componían mi grupo en esos viajes clandestinos a Inglaterra, me ayudó a entrar por los jardines de Ravensford Hall esa noche. Vestida de marinero, escalé el muro cubierto de hiedra del cuarto de mi hijo y coloqué el medallón en un lugar donde él pudiese verlo. Yo quería que él tuviese un recuerdo de un pasado feliz.
María permaneció largo tiempo en meditativo silencio .
- Fue casi insoportable perder a Brett. Más insoportable que tener que abandonar al marido que amaba...
- Perdiste la esperanza de verlo nuevamente?
- Oh, no! Los milagros suceden ! Mira a mis niños. Eran criaturas desesperanzadas. Y sin embargo aquí están: amadas, cuidadas, felices!
Ashleigh miró su vientre redondeado, visible aun bajo ese vestido estilo imperio.
-Yo sólo deseo que esta que cargo en mi vientre pueda ser tan feliz como los tuyos!
María sonrió .
- Piensas en ella como una niña?
- Si, espero que sea una niña. - ella miró a María con aire perturbado. - Un niño precisa a un padre a su lado. Y este no tendría ninguno.
Los ojos de la Condesa se llenaron de compasión.
- Brett puede intentar descubrir donde estás, como hizo las otras veces. No sabes que él ocupa un cargo muy importante en el Ministerio de Relaciones Exteriores? De ese modo, no le faltarán medios para localizarte. Especialmente ahora, cuando hay paz en Europa.
Ante el silencio de Ashleigh, ella continuó :
- Que harías si él apareciese aquí de repente?
- No lo sé. Realmente no lo sé! Desde que dejé Londres, acepté la idea de no verlo nunca más.
- Pues te voy a revelar algo. Mi hijo siempre fue una persona muy determinada. Cuando era pequeño, sabía exactamente lo que quería y de que modo alcanzar sus objetivos. Nunca desistía! Las noticias que tuve de él posteriormente confirmaron ese rasgo de carácter .
La Condesa esbozó una sonrisa.
- Por lo tanto, mi querida, te aconsejo a pensar en la posibilidad de la llegada repentina de tu marido y en qué hacer cuando lo tengas delante de vos.

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