CAPITULO 6
Robert Adams miró la figura de su Gracia, envuelto hasta la cintura con una manta , y se conmovió casi hasta las lágrimas.
Ahí estaba el hombre que reunía las mejores calidades: inteligencia, coraje y honestidad . Y que, siendo tan rico, había buscado usar todos sus privilegios de la mejor manera posible, dando el máximo de sí mismo. Su fallecimiento constituiría una gran pérdida para a Inglaterra.
Sentiría por la muerte de John Westmont un pesar que sólo la muerte de su padre le había causado.
- Robert! - dijo de repente una voz ronca, sacándolo de sus divagaciones. - Deja de mirarme de ese modo! Todavía no me morí... aunque mis días estén contados.
- Por favor, su Gracia!
- No tengo ilusiones, mi amigo. Por lo tanto, ahórrame tu piedad. - La boca de John Westmont se contrajo en una sonrisa fatigada. - Dime, la trajiste?
Adams confirmó con la cabeza.
- La dejé a los cuidados de lady Margaret, su Gracia.
- Muy bien . - El duque hizo una señal para que él se aproximase. - Debo confesarte una cosa, Robert. Debido a mi estado de salud, me vi obligado a exponer el objeto y los motivos
de nuestra iniciativa a mi hermana. Ella concordó en ayudarme, mientras que eso no interfiriese en sus planes de establecer una nueva alianza con sus queridos Hastings. Pero deberías haberla visto, casi perdió a cabeza. Es un recuerdo que llevaré a la tumba! El duque volvió a sonreír, y su expresión franca, bonachona y casi juvenil de sus ojos contrastaba con la extrema lividez de su rostro.
- Brett ya vio a la muchacha?
- Su Señoría todavía no volvió del viaje a Londres.
- Entonces hazme un favor, Robert.
- Lo que quiera, su Gracia.
- Cuando bajes, da órdenes para que él Ven a mis aposentos en cuanto llegue . Debo convencerlo de trabar un conocimiento... más íntimo con las mujeres!
Media hora después , Brett salía de los establos y se dirigía a la casa. Todavía estaba eufórico por la cabalgada que acababa de dar a través de los verdes campos de su abuelo. No había nada que se comparase a un día de primavera en Kent!
Contempló las vastas extensiones de tierra, que se extendían hasta donde la vista se perdía, y se sintió tocado por un deseo intenso de quedarse allí para siempre. Ah, si pudiese echar raíces, como un árbol...
Se detuvo un momento a la sombra de un roble y se puso a mirar el paisaje. Por qué se había impuesto la imposibilidad de disfrutar una pausa para absorber esa belleza y tranquilidad ?
Pensó en las alegres juergas en Londres y en el incesante desfile de fiestas, bailes y recepciones repletos de gente que hablaba mucho
y decía poco. El tedio de las conversaciones frívolas , los juegos de naipes y, sobretodo , en los placeres picantes... Qué tenía él en común con esas mujeres alocadas y casquivanas, que se abandonaban al sexo sin reserva?
Miró las ventanas oscurecidas del cuarto del viejo que coqueteaba con la muerte, y pensó:
"Ah, abuelo ! Fue para esto que luchaste tanto? Fue para esto que me estimulaste a trabajar tan arduamente y a seguir tus pasos? Yo lo hice de buen voluntad , porque era importante para mí conquistar tu respeto y tu amor. Pero, qué hago ahora? Cómo encontrar aquello de que preciso?"
El duque estaba dormitando, pero despertó al oír el suave ruido de la perilla de la puerta y se sentó en la cama.
- Ah, sos vos, Brett? Aproxímate, muchacho .
El extendió la mano temblorosa.
- Ven a sentarte a mi lado.
Brett se aproximó solícito y se sentó en el borde del lecho.
- Cómo te sientes, abuelo ?
- Un poco peor de lo habitual. Pero no te llamé aquí para hablar sobre la fragilidad de mi cuerpo. Vamos hablar de vos.
- De mí? - Los ojos de Brett se estrecharon . - Y de qué?
La pregunta flotó por un instante en el silencio que se hizo entre ambos. Finalmente el duque se decidió :
- Estoy preocupado por tus ideas respecto al matrimonio.
- Por qué, abuelo ? No es normal que un hombre joven quiera permanecer soltero por algún tiempo?
- El problema - dijo el duque con inesperado vigor - es que vos pareces haberte olvidado de la necesidad de dar continuación a nuestra familia!
Brett frunció el ceño con desagrado.
- Comprendo. Quieres que me case con esa... esa Hastings y la preñe rápidamente .
El duque levantó las cejas y dijo severamente:
- Guarda ese lenguaje de prostíbulo para tus amigos de Almack's!
El hizo una pausa demorada, reuniendo las fuerzas y las palabras. Después dijo:
- Vos sos la continuidad de nuestra ilustre casa y no puedes correr el riesgo de morir sin descendientes . Esa... esa joven que pareces despreciar reúne todas las condiciones necesarias para darte un heredero.
Su nieto sonrió fríamente.
- Permitiste que lady Margaret te convenciese, abuelo?
El duque pareció no escucharlo, pues continuó :
- Estuve pensando que debería haber un motivo serio para tu incomprensible resistencia al matrimonio y tomé algunas medidas.
Brett lo miraba atónito.
- Por amor de Dios, abuelo ! De qué diablos está hablando?
- De lo que considero como un fracaso en mi misión: tu falta de experiencia con las mujeres.
- Qué?
- Me es bastante fácil comprenderlo. Nunca te incentivé a relacionarte con ellas. Eso debe significar que eres virgen... o casi virgen, inexperto, digamos. Qué otra cosa podría explicar esa aversión ... - Un súbito y violento acceso de tos, que lo dobló al medio, impidió que el duque continuarse.
La perplejidad de Brett pronto fue reemplazada por una profunda preocupación, que le sofocó en la garganta las últimas palabras de protesta. Aguardó que el espasmo pasase y entonces preguntó gentilmente:
- Está en condiciones de continuar la conversación, abuelo ?
- Es necesario... Me queda muy poco tiempo... - El duque hizo una pausa jadeante. - Ahora óyeme y no me interrumpas: en este momento hay una... una profesional del sexo... instalada en tu cuarto. Adams la trajo acá a pedido mío, con el único propósito... de instruirte... sobre el tema que estuvimos hablando.
Su Gracia extendió su mano temblorosa, y Brett la sujetó entre las suyas.
- Ya tengo demasiados débitos en mi cuenta personal . Esto último podría ser demasiado. Prométeme, que vas a estar con ella. ..cuanto antes . Te juro que es la última cosa que te pido. Pasa el tiempo que quieras en su compañía y descubre la alegría y el placer que se puede hallar en una cama con una mujer. Después , cásate. Prométemelo , Brett! - concluyó él, cerrando los ojos y recostándose, pálido y exhausto, sobre la almohada. Brett se quedó un largo momento mirándolo.
Después de todo , por qué no cumplirle una última ilusión a un viejo agonizante?
Le apretó la mano tiernamente y murmuró :
- Te lo prometo, abuelo.
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