viernes, 5 de junio de 2009

LA CAPRICHOSA - CAPITULO 30

CAPITULO 30



En ese momento Murie se dio cuenta de su terrible error al decidir encarar a Cecily a solas. Durante años había confiado en la criada que siempre se había mostrado fiel, pero ahora veía que todo había sido un gran fingimiento. Y detraes de ese fingimiento había una alienación. En el fondo Cecily la odiaba. La culpaba por las desgracias de su vida, por haber sido llevada a la corte y por la pérdida de William. Cecily quería causarle un sufrimiento igual al que ella había pasado al perder al amor de su vida. Murie todavía pensaba en como lidiar con esa situación cuando, súbitamente, Cecily sacó una faca.
- Creo que voy a acabar con usted ahora mismo. Ya la aguanté bastante en mi vida ! - la criada gritó furiosa.
Murie abrió los ojos, tomada por sorpresa. Nunca podría haber imaginado que Cecily andaba armada. Todo indicaba que, en todos aquellos años , había evaluado muy mal el carácter de su criada. Cecily no era la muchacha buena y cariñosa que ella había pensado.
De repente la criada dio un salto hacia adelante, apuntando la faca e instintivamente Murie la esquivó. Después tomó la cesta que Cecily había traído y sela arrojó hacia la cabeza . Cecily perdió el equilibrio y cayó al piso, pero Murie no se quedó cerca de ella para ver qué sucedía. Salió corriendo y se internó en el bosque, huyendo del ataque. Corría con todas sus fuerzas para que la criada no la alcanzase. Era más joven y más fuerte que ella, pero todavía estaba débil después del accidente en la villa. No tenía tanta certeza de que lograría huir.
Continuó corriendo en la dirección en que creía debía ser la del castillo . Los ramas le golpeaban su cabeza y los troncos se interponían en su camino, pero no podía detenerse. Cuando llegó al final del bosque, salió al campo abierto pensado haber alcanzado la entrada del castillo . Miró a su alrededor y entonces se dio cuenta que estaba muy lejos del castillo . En realidad estaba más cerca de la aldea.
Era mejor esconderse allí que correr por el campo, donde fácilmente sería vista por Cecily, o que procurara llegar al castillo. Su criada había perdido la razón y sería capaz de acuchillarla allí mismo. Con toda rapidez, Murie fue escondiéndose entre las casas. Todavía había humo en la cabaña del herrero. Balan había decidido que era mejor dejarla arder , pues ya estaba en muy mal estado . El techo se había derrumbado, con las vigas consumidas por el fuego, y las paredes de paja y barro continuaban ardiendo, pero el fuego no se había esparcido a otras casas.
Murie decidió ocultarse en una de ellas, un poco más adelante, rezando para que Cecily no la viese entrar. La construcción era muy precaria, oscura y húmeda. Se acercó a la ventana y espió afuera, en dirección al bosque, para ver si Cecily la había seguido. Su corazón latía aceleradamente por ansiedad y miedo.
Procuró calmarse pensando que, con un poco de suerte, la criada todavía estaría en el claro del bosque, desmayada por el golpe en la cabeza y los hombres de Balan podrían hallarla con facilidad.
Ese pensamiento apenas cruzó por su mente cuando vio a Cecily a lo lejos , saliendo del bosque. Indecisa, miró primero para todos lados y finalmente tomó exactamente el camino hacia la aldea como si adivinase que su víctima estaba escondida allí. Desesperada Murie revisó con la vista la casa. Debería haber una puerta en los fondos que le permitiese huir en caso que la criada entrase. Halló la puerta que afortunadamente no estaba trancada y volvió a espiar por la ventana.
Cecily recorría el pasillo entre las casas, murmurando algo , abriendo las puertas y revisando cada una. Su rostro estaba desfigurado y blandía el puñal de forma amenazadora. Se fue acercando y Murie, aterrorizada, corrió hacia la puerta del fondo y salió, cerrándola detrás de sí. Se escabulló silenciosamente por los fondos, con los oídos atentos a cualquier ruido que pudiese indicar la proximidad de la criada. Ya iba a arriesgarse a correr hasta la próxima cabaña cuando, de repente, Cecily surgió delante de ella, bloqueando su paso y apuntándola con la faca. Murie se arrojó da un lado, evitando la primera estocada, pero cayó de bruces, quedando en una posición muy vulnerable. Se dio vuelta con rapidez, pero Cecily fue más rápida. Saltó sobre ella, sentándose sobre su estomago e inmovilizándola. El brazo levantado sujetaba el puñal y su sonrisa era cruel.
- Sabe cuantas veces soñé con meterle la cabeza en la fuente con agua que te llevaba todas las mañanas hasta que te ahogases? Cuántas mañanas tuve esa fantasía cuando era obligada a llevarle la fuente a “mi lady” para lavarse?
- No tengo la culpa de que hayas ido a la corte , Cecily!
- Puede ser que no.
- Si no fuiste capaz de hablar con el rey para volver con William cómo es que ahora estás dispuesta hasta a matar por Baxley? Nunca amaste a William de verdad. Estabas esperando que aparezca un candidato más rico y más poderoso, verdad ? Como eso nunca sucedió ahora quieres culparme por todos tus fracasos.
- Callate , cretina de mierda ! - le gritó Cecily, levantando más el brazo para darle el golpe fatal.
Pero ese golpe nunca llegó , porque en ese instante una figura se arrojó sobre la criada, derribándola al suelo . Confundida, Murie se sentó y miró a su alrededor . Entonces , vio a Osgoode que salía de detrás de una de las casas y venía corriendo en su dirección . Sólo entonces comprendió que la figura que había saltado era su marido. Murie se levantó jadeando , y miró a los dos cuerpos que se debatían en el suelo. Balan estaba intentando ponerse de pie y sujetaba a Cecily con fuerza. Cuando finalmente consiguió levantarse, ambos vieron , estupefactos, que el puñal estaba clavado en el pecho de la criada. Ella había caído sobre el cuchillo. Tan azorado como los otros, Balan, soltó a la muchacha y entonces el cuerpo cayó inerte al suelo. Sus ojos estaban cerrados, pero en su rostro permanecía la sonrisa amarga y cruel de antes.
Balan se arrodilló al lado de la criada, le movió la cabeza, colocó su oído contra su pecho para verificar la respiración. En seguida se puso de pie otra vez.
- Crees que ella está... - comenzó a preguntar Osgoode.
- Si , ella está muerta - respondió Murie, interrumpiéndolo.
- Cómo lo sabes, Murie?
- Porque oí a un tero chillar. Y cuando el tero chilla es porque alguien va a morir - Murie explicó cándidamente, dándose vuelta para marcharse.
Sus sentimientos en relación a la muerte de la criada eran contradictorios. Sentía tristeza porque después de todo esa mujer había sido su compañera y parte de su vida en los últimos diez años, pero también sentía alivio al pensar que su marido ahora estaría libre de amenazas.
Se había apartado algunos pasos cuando Balan la abrazó por la cintura.
- Te amo, Murie - él dijo bajito, apretándola en un abrazo.
- Yo también . Yo también, Balan. - Murie respondió apoyando su cabeza en el hombro de su marido .

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