domingo, 7 de junio de 2009

EL ACUERDO - VERONICA SATTLER - CAPITULO 3

CAPITULO 3


Ravensford Hall, Kent, 27 de mayo de 1814



John Westmont estaba sentado al sol, en un banco de la galería vidriada de su casa de campo, intentado absorber un poco del calor de ese sol de primavera, la última primavera que tendría. Estaba muriendo lentamente y procuraba conformarse con lo inevitable. Después de todo dejaría su vida sin temer por las obligaciones no cumplidas.
"No importa", volvió a decirse. "Hice lo que era necesario para garantizar la continuidad del ducado. Brett es todo lo que yo esperaba que fuese. Puedo morir en paz."
Oyó el sonido de pasos en el vestíbulo de mármol y giró la cabeza. Un momento después , la puerta de la galería se abrió y la alta figura de lady Margaret apareció en el umbral . Mientras a observaba caminar en su dirección, no pudo dejar de admirarla. Ella caminaba con altivez, la espalda erecta, todavía vigorosa a sus setenta y ocho años. El tiempo, que lo había transformado en un viejo frágil, había sido clemente con su hermana . Ella parecía tener veinte años menos.
- No quiero incomodarte, John, pero...
El duque tragó el gusto ácido de la envidia y levantó los ojos.
- No me incomodas en lo absoluto. Alguna novedad?
- él llegó . El carruaje acaba de entrar en la alameda. Ya di instrucciones a James de llevarlo a la biblioteca dentro de media hora. - Margaret escrutó ansiosamente el rostro de su hermano. -
Eran esas tus instrucciones, verdad?
- Si, si! - respondió el duque , con impaciencia. - Ahora acompáñame a la biblioteca. Quiero estar sentado detrás del escritorio cuando él llegue.
Mientras Margaret lo ayudaba , John se preguntó si no era locura ocultarle a Brett su estado de salud. No iba a demorar mucho para que el muchacho descubriese la verdad. Al pensar en su nieto, una sonrisa se curvó en sus labios finos.
"Oh, Brett! Hace diez meses que partiste, pero puedo verte tan bien como si estuvieses a mi lado. Alto, fuerte, masculino, lleno de entusiasmo... Si supieses cuanto te extrañé !"
Margaret el tomó brazo y lo condujo lentamente por la galería, haciendo paradas constantes para que él pudiese recuperar el aliento y las fuerzas. Pero estaba exhausto y bañado en sudor cuando se sentó detrás de su amplio escritorio. Apenas tuvo tiempo de acomodarse la bata, cuando un firme golpe en la puerta le indicó que Brett ya estaba allí.
- Entre! - dijo en voz alta, intentado imprimir a su voz la firmeza de meses antes.
Fijó sus ojos en la puerta y, mientras veía a su nieto avanzar con la displicencia y la vivacidad que sólo los jóvenes poseen, pensó: " Es casi inmoral que un hombre sea tan guapo!"
- Mi querido nieto! Tuviste buen viaje?
- Regular, abuelo . Las caminos están muy mal. Pero aquí estoy, sano y salvo . - Brett escrutó ávidamente ese rostro amado y tan familiar. - Qué bueno es verte de nuevo ! Espero que hayas estado bien, abuelo.
- Bastante bien para mis setenta y ocho años - el duque se apresuró a decir. - Te ves muy bien, muchacho !
- Gracias .
- No es necesario que seas tan formal conmigo. Ven a sentarte a mi lado.
- Permíteme antes que... - Brett se volvió en dirección a su tía abuela e inclinó levemente la cabeza. - Cómo estás , lady Margaret?
- Bien, gracias.
Lady Margaret se quedó mirándolo por un largo momento y entonces preguntó :
- Quieres que mande a servir el té , John?
- Creo que podemos esperar. A menos, claro, que Brett quiera tomar algo . Qué puedo ofrecerte ? Un coñac, tal vez ? Brett se rió.
- Recuerdas lo que solías decir? Los negocios vienen primero , los placeres después ... si hay tiempo y disposición.
El duque sonrió nostálgicamente .
- Ah, si! Yo era un poco severo en esa época. - él agitó un dedo delgado en dirección a Brett. - Pero con un propósito noble !
- Concuerdo plenamente. Y ahora, abuelo, qué deseas saber en primero lugar? Quieres que te haga un resumen de las últimas decisiones que tomé?
John Westmont asintió , aprobando esa diligencia. Los negocios de la familia se estaban se expandiendo y su organización era cada vez más compleja. Su heredero tenía que viajar constantemente de un lugar a otro, para coordinar los varios emprendimientos rentables.
Le siguió una hora llena de explanaciones y detalles. Brett casi era el único en hablar. El duque lo escuchaba y muy pocas veces lo interrumpió para pedir aclaraciones sobre algún punto que había quedado un poco vago. Durante ese tiempo, lady Margaret no dijo una sola palabra. Pero sus ojos fríos y calculadores registraban todo con comprensión, como si ella estuviese siguiendo con facilidad ese relato pormenorizado.

- Fue un año muy provechoso - concluyó Brett, inclinándose hacia atrás .
El viejo duque sonrió .
- Muy bien , mi muchacho .
El estaba más que satisfecho con lo que acababa de oír. Sabía ahora con seguridad que había llegado al final de su misión. El árbol que había plantado había fructificado, y sus frutos eran buenos: su único heredero era un administrador sagaz y competente. Pero todavía había una cosa que deseaba saber.
- Entonces, Brett - el duque comenzó a decir , después de lanzar una breve mirada a Margaret. - No tienes nada que contarme sobre tu vida particular? Hay alguna persona sobre quien quieras hablarme ? Alguien que yo todavía no conozca?
Brett sonrió entusiasmado.
- Hay, si. Un irlandés que se hizo amigo mío durante los años en que fui marinero y que después perdí de vista . Volví a encontrarlo hace algunos meses, en Almack's. Y tuve mi sorpresa cuando lady Jersey lo presentó, como "sir" Patrick! Parece que él heredó un título.
- Bien, bien... Pero no era eso e exactamente eso lo que quería saber. No hay ninguna...
- No estarás refiriéndote a mujeres, verdad?
Para la sorpresa del duque, Brett lanzó la cabeza hacia atrás y se puso a reír.
- Discúlpame , abuelo. Pero no fuiste vos quien que me enseñó todo sobre la mala fe y la doble cara del sexo femenino? " Las mujeres son un flagelo para los hombres", no fue eso lo que me dijiste? " Un hombre jamás puede depender de una mujer, bajo ningún aspecto!"
El duque asintió lentamente.
- Estoy contento de ver que tomaste mis palabras al pie de la letra. Pero... hay una cosa para la cual las mujeres son absolutamente indispensables. Recuerdas también que te dije eso?
- Tan bien como si fuese hoy mismo - dijo Brett mordazmente. - Ellas son buenas solamente para darnos hijos... herederos, por así decir.
- Exactamente - concordó el duque, más aliviado.
Brett lo miró desconfiadamente.
- No estarás pensando... Realmente no querrás que me case! Para qué?
- Para que tengas herederos ! - Las palabras se escaparon de los labios secos de lady Margaret. Era la primera vez que ella hablaba, y los dos hombres la miraron - con sorpresa.
De repente, el duque se acordó de por qué había pedido la presencia hermana en la biblioteca.
- Vos casi tienes treinta años, Brett. ya estás en edad de considerar la conveniencia de casarte y tener hijos.
- Entonces, eso ya formaba parte de tus planes para mí! Por qué no me lo dijiste antes? - preguntó Brett, con amargura. - Hay algo "mas" que "todavía" no me hayas dicho ?
John Westmont vaciló, pensando si ese era el momento de revelar su estado de salud. Había sido por ese motivo, y solamente por eso, que había pedido el auxilio de Margaret. Pronto, ya no estaría más en este mundo. Partiría más tranquilo si su único heredero ya estuviese unido en casamiento con una joven de familia respetable.
Lady Margaret se dio cuenta de su vacilación y decidió por él.
- John, sé lo sientes al respecto, pero el muchacho debe saberlo. - Se dio vuelta hacia Brett y le explicó : - La salud de tu abuelo es precaria. él está más débil con cada día que pasa, y me llama la atención que vos todavía no hayas percibido eso!
- Margaret! - gritó el duque. - Has traicionado mi confianza! Cómo te atreves a revelar algo que debía permanecer en secreto?
- No es ningún secreto - replicó su hermana. - Basta con mirarlo para saber que no está bien.
Brett fue el primero en romper el silencio que siguió.
- Es verdad, abuelo?
El viejo confirmó con la cabeza, las palabras saliendo de su boca contra su voluntad .
- Me temo que si . Entiendes ahora la urgencia de... mi pedido?
Brett lo miró con más atención. Notó sus ojeras, la lívida transparencia de su piel , las arrugas de sufrimiento trazadas alrededor de su boca, y sintió un asomo de compasión.
- Y quién es la dama con quien debería me casar? Presumo que ya la has elegido, no?
- Ya la conoces - replicó lady Margaret, permitiéndose una leve sonrisa. - Lady Elizabeth Hastings.
- Lady ... - dijo Brett sofocado por la cólera, mientras empujaba la silla hacia atrás . - No quedaste satisfecha con arruinar la vida de mi padre y ahora quieres hacer lo mismo conmigo? Pues anda sabiendo que yo no voy a permitírtelo !
El se inclinó hacia su abuelo y prosiguió, las palabras amargas saliendo precipitadamente de su boca :
-Y vos, abuelo , cómo puedes permitir eso? Lady Elizabeth Hastings! Me hierve la sangre con la mera idea de casarme con esa mujer!
- Brett... - dijo el duque, un ligero rubor subiéndole a las mejillas pálidas. - Fui obligado a permitir que Margaret escogiese la novia. Mi salud...
- Basta! - Tenso, Brett se encaminó hacia la puerta . - Basta para el abuelo y basta para mí!
Ya con la mano en la perilla, se volvió hacia lady Margaret y dijo con fría precisión :
- Olvida cualquier idea de unirme en matrimonio con esa joven afectada, sobrina de la mujer que provocó la desgracia de mi padre!
Después que él salió, lady Margaret se volvió hacia su hermano.
- Qué vamos hacer ahora, John?
El duque se encogió de hombros , desanimado.
- Deberíamos haber esperado para eso, Margaret. Pero no importa, prosigue con las negociaciones. Brett tendrá que ceder!
Sin embargo , después que ella se fue, prometiéndole enviar a un criado para conducirlo hasta sus aposentos, John Westmont reconsideró sus palabras. Comprendía a su nieto. Después de todo , había tenido gran influencia en la formación de su carácter. Pero, al infundirle el desprecio por las mujeres, no había exagerado? Y si por ese odio y ese desprecio , su nieto nunca hubiese... estado con una mujer?
Ponderó esa cuestión por un momento, y , de repente, un pensamiento horrible, que le hizo helar la sangre , cruzó por su mente. Y, si por alguna fatalidad del destino , o por alguna broma cruel de los dioses, el muchacho no fuese... normal? Pero ese pensamiento se desvaneció tan rápidamente como había surgido. Durante su juventud , cuando frecuentaba los círculos sofisticados de la alta sociedad, había conocido algunos caballeros de esa clase. Invertidos, los llamaban. Nada, absolutamente nada hacía suponer que Brett fuese uno de ellos!
Dónde entonces residiría la raíz del problema de su nieto con las mujeres? Nuevamente se le ocurrió la idea de que el muchacho , completamente absorbido por el trabajo, había pasado esos años lejos de una cama de mujer. Parecía imposible, pero explicaba todo... por qué no? En ese caso, solamente había una cosa que hacer. Debía remediar el error que había cometido.
Sin vacilar un sólo segundo, sacó del cajón una hoja de papel con membrete y se puso a escribir en líneas rápidas y prolijas. Firmó su nombre con un floreo de la pluma y la estudió por un largo momento, antes de escribir el sobre. Finalmente, lo lacró con el sello de su ducado, y llamó al lacayo.
- Entrégalo en manos de mi abogado, el señor Robert
Adams. Vas a encontrarlo en Red Dog, en Folkstone. Dile que no hay necesidad de respuesta.
El duque estaba en actividad muy temprano a la mañana siguiente. Sentado detrás de su escritorio, desde donde acostumbraba a dirigir sus negocios, él miraba al menudo hombre moreno, de unos cincuenta años, cuyos rasgos irradiaban inteligencia y buen humor.


Robert Adams era su abogado hacia más de veinte años, desde que el viejo Adams había muerto . Su apariencia cuidada y sus cabellos grises, prolijamente peinados, le agregaban distinción.
A través de los años, él también había demostrado ser un amigo fiel y discreto, resolviendo con diligencia profesional asuntos de orden estrictamente personal. Era por ese motivo que había decidido pedir su intervención en un caso tan delicado.
- Robert. Es importante para mí que el muchacho se case.
Cuanto más pronto, mejor. Pero, por los motivos que te expuse, él se muestra reticente.
Adams, que lo había oído con mucha atención, sopesó cuidadosamente las palabras antes de responder:
- Su Gracia, déjame ver si comprendí bien. Usted cree que el joven Brett puede haber tomado muy en serio sus recomendaciones respecto a evitar a las mujeres, al punto de abstenerse... como podría decirlo, ... de disfrutarlas. Y que, tal vez , creyéndose inexperto, tema unirse a una de ellas por los sagrados lazos del matrimonio. Se trata de eso?
- Exactamente, mi querido. Me temo que si. Oh, sé que puede parecer absurdo a primera vista. Pero , si hubieses visto la reacción de él ante nuestra propuesta, también hubieras quedado impresionado.
- Comprendo - dijo Adams, con aire pensativo. - Pues bien, su Gracia. Dígame en qué puedo serle útil?
- Quiero encargarle una tarea un tanto... peculiar.
- A sus órdenes , su Gracia.
Un aire conspiratorio animó los ojos del viejo duque, cuando él se inclinó hacia adelante .
- Se trata de algo muy simple. Quiero que obtengas información sobre una de esas casas de entretenimiento .. de alta calidad ... esos lugares donde se practica... se obtienen ... placeres ilícitos, y quiero que contrates a una joven bonita, con experiencia y en buenas condiciones de salud.
Con recelo de no haber sido bien comprendido, John Westmont resolvió ser más claro:
- Sin medias palabras, Robert. Busca un burdel de clase y contrate los servicios de una prostituta joven, sana y limpia!
Adams levantó sus cejas oscuras, sorprendido.
- Para qué, su Gracia?
- Vamos, hombre! Para quién va a ser? Para mi nieto! Estoy más que convencido que mi muchacho es inexperto. Y planeo instruirlo con la ayuda de la mujer que vos vas a conseguir y con eso va a desaparecer la única barrera que lo separa del matrimonio!
El abogado se alarmó con la vehemencia del duque y procuró calmarlo.
- Su Gracia está muy débil . Por qué se esfuerza tanto?
- Estoy ansioso por cumplir mi misión . Puedo contar con vos?
Todavía impresionado con la persistencia del hombre enfermo , Adams respondió solemnemente:
- Si , su Gracia. Puede contar conmigo.
Minutos después , él se instalaba en el carruaje que lo había traído a Ravensford Hall, absolutamente convencido de que su viejo amigo no sólo muy estaba enfermo, sino también mentalmente senil . Brett Westmont... virgen?
Adams no pudo contener un acceso de risa. Durante años, había sido parte de sus servicios vigilar al joven Brett, así como elaborar informes escritos para someterlos después al severo escrutinio del duque. Como resultado de ese espionaje , se había enterado de algo de menor importancia que no había informado a su cliente y amigo por razones obvias. Pero esa omisión nunca había perturbado su consciencia... hasta ese momento.
"Enfrenta los hechos, Robert", se dijo a sí mismo mentalmente . "El cuadro que pintaste de Brett en tus informes no se atiene a la verdad. En su deseo de no preocupar inútilmente al viejo duque, no le revelaste que su nieto es un ... verdadero casanova!"
Adams recostó la cabeza en el respaldo acolchado y ponderó los hechos. Brett Westmont era muy guapo , tenía encanto y humor, cualidades que, sumadas a una buena dosis de cinismo, le habían granjeado un éxito resonante entre las mujeres.
Pero ellas no pasaban de ser juguetes de sus caprichos o de sus fantasías. Brett las conquistaba y después rompía las relaciones a su antojo, haciendo de a diosa de la noche anterior la víctima del día siguiente. Todo Londres hablaba de sus aventuras de seducción. Brett estaba haciéndose tan famoso como lord Byron, en cuya compañía era visto con frecuencia!
El duque de Ravensford ignoraba esa faceta del carácter de su joven heredero por la vida reclusa que llevaba en su casa de campo, así como también a la prudente discreción de su abogado, siempre ansioso por ahorrarle preocupaciones .
Pero , ahora, Adams pensó si el bien que había imaginado hacer no podía transformarse en un mal. Se apareciese en Ravensford Hall con la prostituta encomendada, Brett iba a estallar de rabia y , quizás, iba a revelar la verdad que se había tomado el trabajo de encubrir. Tomando en cuenta las condiciones de salud de su viejo abuelo, las consecuencias podían ser desastrosas.
Solamente había una salida: en algún momento, durante la presentación de prostituta , tendría que llevar a Brett Westmont aparte y confesarle todo. El muchacho , que siempre lo había impresionado por su espíritu comprensivo y alegre, iba a entender.
Adams esbozó una sonrisa ante su propio ingenio y se relajó . El paso siguiente era ir a Londres, según el deseo del duque. Pero no era necesario hacer investigaciones. ya conocía el burdel que le convenía visitar : Hampton House.

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