martes, 9 de junio de 2009

EL ACUERDO - CAPITULO 5

CAPITULO 5


En el fondo de la senda, que iba siguiendo la alameda , Ashleigh cerró los ojos e intentó tragarse las lágrimas. Después de su entusiasmo inicial, había pasado dos días muy malos bajo todos los aspectos. La perspectiva de dejar Hampton House, que había sido su hogar por tanto tiempo, le había parecido ligeramente sombría. Era una perspectiva cargada de responsabilidades nuevas y muy serios, de poca compañía, y gran soledad.
Pero Megan, con su corazón de oro, y la buena Dorcas, quien había asumido el papel de madre, la habían tranquilizado diciéndole que iba a gozar de un espacio propio , aire libre y de respetabilidad. Con certeza, el duque de Ravensford, un perfecto caballero, le ofrecería una recepción cordial. Roger había confirmado esas palabras, al hablar sobre la reputación inmaculada de su Gracia, sobre la pompa de su título y la dignidad secular que lo acompañaba.
Teóricamente, todos estaban de acuerdo en que ella estaba por dar un paso correcto. A pesar de eso, se sentía de nuevo vacilante,
segura de que había cometido un error. Después de todo, quién era el nieto del duque el muchacho a quien debería administrarle lecciones?
Ashleigh lanzó una mirada furtiva al hombre canoso, de aire inteligente, que estaba sentado a su lado. El no había dicho casi nada cuando le había entregado la carta, aunque la había estudiado de los pies a la cabeza. Había sido un examen tan obvio y minucioso que ella había sentido su rostro arder de vergüenza.
Ahora, mientras miraba su perfil clásico, pensó si no debía decirle algo , pedirle tal vez datos sobre la casa a donde iría trabajar o sobre las obligaciones que su cargo involucraba. Pero, cuando estaba a punto de abrir la boca, él se anticipó , preguntándole amablemente:
- Señorita Sinclair, verdad ?
Ante su avergonzada confirmación, él sonrió y preguntó :
- Puedo preguntarle cuántos años tiene?
Sorprendida con la pregunta, pero tranquilizada por su tono bondadoso, Ashleigh devolvió la sonrisa.
- Diecinueve, señor. O los tendré, a fin de mes.
- Muy bien , señorita Sinclair. Me gustaría de hacerle otras preguntas, si me permite. Tal vez después yo pueda servirla, respondiendo a las suyas.
- Estoy a sus órdenes , señor.
- La señorita puede asegurarme, y eso es de máxima importancia, que goza de buena salud?
- Oh, si, señor! Puedo asegurarle que jamás perdí un día de trabajo por enfermedad de ningún tipo.
- Ah... Muy bien . Estoy satisfecho - replicó Adams, perplejo ante esa extraña respuesta.
El no sabía por qué , pero estaba comenzando a sentirse poco cómodo en el papel que le habían asignado. Y pensó si eso no tenía alguna relación con la juventud de esa jovencita. Naturalmente, había esperado alguien muy joven, después de la carta que había enviado a Madame. Pero Ashleigh Sinclair no encajaba con la imagen que se había hecho de ella. Ella no solamente parecía muy joven, sino que estaba envuelta en una frescura deslumbrante, en un indiscutible aura de pureza. Además, era increíblemente bella.
Instantáneamente se había sentido fascinado por ella. Los cabellos sedosos, negros como el cielo nocturno, las facciones delicadas y perfectamente proporcionadas, realzadas por una tez de porcelana. Y los ojos, que parecían dos enormes zafiros, reflejaban inocencia y encanto.
Contemplar esos ojos azules y declarar que su inocencia era un truco, significaba convertirlo en culpable de un cinismo que preferiría no poseer. Ella era, en todos los sentidos, un delicado pimpollo de rosa y parecía decir: "Sean delicados conmigo... tómenme con cuidado".
Adams volvió a la realidad y procuró contenerse.
- Madame nos aseguró que tienes todas... las calificaciones para el puesto. Puedes confirmar eso?
El rostro de Ashleigh se iluminó . Madame había sido muy generosa.
- Oh, si, señor! Tuve la suerte de recibir lecciones de uno de los mejores profesores de Londres!
Adams seguía sus palabras sin esconder su perplejidad .
- Tomaste lecciones?
- Si, señor. Durante doce años.
- Doce años?
- Mi profesor era un francés... - balbuceó Ashleigh, aturdida con la evidente perplejidad del hombre.
- Ah, un francés! - la interrumpió Adams, como si eso, de algún modo, explicase la situación.
- Si , señor. Emigrado de la corte del rey Luis, pobre hombre! - respondió ella, dejándose dominar por una gran oleada de emoción y piedad, al recordar lo que monsieur Laforte había sufrido bajo el Régimen de Terror.
Adams se sintió de nuevo perturbado. Justamente cuando comenzaba a experimentar un vago alivio, observó la alteración de la cara de Ashleigh y, sobretodo, vio las lágrimas de sincera compasión por los menos afortunados. Era difícil no jugarla como una criatura sensible y tierna, lo que entraba en conflicto con la realidad de su profesión.
"Solamente es una prostituta! Déjate de sensiblerías! Es mejor que recuerdes eso, viejo reblandecido !"
- Muy bien , señorita Sinclair. Ahora es su turno de hacerme preguntas. Hay algo que quiera saber sobre sus nuevas funciones?
Ashleigh lo miró pensativamente. Tenía una centena de ellas en la punta de la lengua. Qué edad tenía el nieto del duque, por ejemplo? Y cómo era su Gracia, su abuelo? Iba a verlo con frecuencia? Y los padres del niño, dónde estaban ? Si , tenía muchas preguntas que hacer, pero, de repente, creía que sería falta de cortesía de su parte bombardear con ellas al distinguido señor. Se decidió por una única y bastante simple :
- Cómo se llama el nieto de su Gracia, señor?
Adams la miró fijamente. Por algún motivo, había pensado que esa clase de mujer no estaría interesada en la identidad de su cliente. Esperaba preguntas sobre su remuneración, por ejemplo, o sobre las comodidades tendría mientras permaneciese en Ravensford Hall. Pero ella lo había sorprendido nuevamente.
- El nombre de su Señoría es Brett Westmont. Lord Westmont para la señorita. En general, él se sirve de uno de los títulos menores de su Gracia. En sociedad, es conocido como vizconde Westmont. Naturalmente, va a convertirse en duque de Ravensford, cuando su abuelo fallezca, ya que es el único heredero de su Gracia.
- Comprendo - dijo Ashleigh.
Súbitamente, su memoria se agitó con breves y dolorosos recuerdos sobre los días de su infancia, cuando era un hábito diario usar títulos de nobleza . Su padre había sido un caballero del Reino y hacía uso del título de baronete. Pero su linaje era antiguo, se remontaba a la época de Guillermo, el Conquistador. Su pequeña familia había disfrutado muchos de los privilegios que ahora iba a volver a ver bajo el techo de su nuevo patrón.
De repente, un nudo se formó en su garganta, lágrimas amenazando con sofocarla de nuevo . Lo que no daría por tener al menos a Patrick a su lado en esa nueva aventura!

Pero , mientras los cascos de los caballos golpeaban contra el suelo duro del camino , su deseo murió . Tendría que encarar el futuro sola. Cerrando os ojos, Ashleigh rezó :
"Mi Dios, haz que ellos sean buenos conmigo!"

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