domingo, 28 de junio de 2009

EL ACUERDO - VERONICA SATTLER - CAPITULO 32

CAPITULO 32


La Condesa María se hallaba en su gabinete de trabajo, escribiendo cartas, cuando golpearon la puerta. - Entre.
- El está aquí, señora Condesa - el mayordomo anunció.
- El lord que envió la esquela.
María colocó la pluma y se quedó un largo tiempo mirando el papel que tenía delante de sí. Después dijo, con un ligero temblor en la voz:
- Dame cinco minutos, Enrico. Luego condúcelo a la sala de estar
.
Cuando el criado se retiró, la condesa se levantó y caminó lentamente hasta la ventana. La cosa que más deseaba y temía estaba para suceder. Pronto, vería a su hijo. Pero el encuentro no sería como siempre había idealizado. El todavía ignoraba quien era realmente ella . Su esquela solamente decía:

"Querida Condesa de Montefiori,
Tengo razones para creer que hospeda en su villa a una dama que estoy buscando hace algún tiempo. Apreciaría, pues, si consintiese en me recibirme para discutir tan delicado asunto. Estaré aguardando su respuesta..."
Le había avisado a Ashleigh para que estuviese preparada en caso que Brett apareciera. Pero eso había sido algunos meses atrás, cuando esa posibilidad parecía tan remota como una estrella. Ahora, él estaba en la casa, sin adivinar o sufrimiento que eso podía causar.
La esquela que anunciaba esa visita estaba firmada: "Su seguro servidor , Brett Westmont, duque de Ravensford", y había sido entregada esa mañana por un marinero de su propio barco, anclado en el puerto de Livorno.
Inmediatamente, había tomado medidas para resguardar la privacidad de Ashleigh, mandándola a dar un paseo con los niños. A continuación, le había pedido a Megan ya Patrick que la acompañasen en el paseo.
Le Parecía que grandes intereses merecían, ante que todo, ser discutidos e esclarecidos, y como conseguirlo, sino con una entrevista privada? Además, su amor maternal reclamaba sus derechos. Quería tener algunos valiosos minutos para observar a su hijo en función de sus propios sentimientos. Más tarde o más temprano , tendría que enfrentar la revelación: pero no ahora, no todavía.
El entró por la puerta que Enrico le abría y se quedó parado en el umbral .
"Qué parecido a Edward es!", pensó María con un shock, mientras los recuerdos inundaban su mente, vívidos y opresivos. Pero contuvo sus angustiosos pensamientos y recompuso su rostro, dándole una sonrisa cortés.
- Su Gracia... Entre, por favor.
Antes que esa bella mujer lo invitase a entrar, Brett tuvo tiempo para examinarla. Se quedó impresionado con la serenidad clásica de su rostro ovalado, un rostro emotivo, con una belleza velada y retraída.
Cuando ella se adelantó para saludarlo, Brett notó sus fatigados ojos grises, que lo hacían acordar de los cielos encantadores en los días en que el sol se mezcla con la lluvia. Ojos que conocían el sufrimiento, pero también la alegría. Extrañamente, eso lo alentaba.
Le tomó la mano extendida y la llevó a sus labios.
- Es un placer conocerla, condesa. Gracias por recibirme en su casa.
- No quieres sentarte? Acabo de pedir el té y espero que me acompañes en ese ritual que le da tanto placer a tus compatriotas. Aprendí a disfrutarlo en los años que pasé en Inglaterra.
- Noto que su inglés es perfecto, mi lady. Cuánto tiempo pasó en Inglaterra?
- Algunos años - dijo María evasivamente. - Pero, dime, en qué puedo servirte?
Brett se sentó y fijó en ella sus ojos pensativos. Podía esperar que ella no le negase el favor personal que venía a solicitarle? Y, si era verdad que estaba albergando a Ashleigh en su casa, con qué fin lo hacía? Qué lazos la unían a su esposa y a Patrick, cuyo barco estaba anclado en el puerto?
A pesar de la forma encantadora en que ella lo había recibido, consideró mejor guardar una actitud formal.
- Presumo que ha recibido mi carta.
- Si, la recibí. Pero no sé quien es la persona a la que te refieres.
La Condesa hizo una pausa, cuando el mayordomo apareció en la sala cargando una pesada bandeja de plata.
-Ah, nuestro té! - dijo ella. Después , en italiano, agregó : - Gracias, Enrico. Puedes dejarlo en la mesita.
- No la conoce? - le preguntó Brett, retomando el hilo de la conversación.
- No, su Gracia. Tengo la felicidad de estar hospedando a un grupo de amigos, del cual forman parte dos mujeres. No sabría...
- Condesa - la interrumpió Brett, ligeramente impaciente. - Esa mujer de quien hablo dejó Inglaterra el último verano.

- Puedo saber por qué ella parece significar tanto para vos?
- Ashleigh Sinclair Westmont es mi esposa.
Los ojos grises no revelaron la menor emoción, y él se apresuró a explicar:
- Naturalmente, ella puede estar viajando bajo un nombre falso.
- Lo que me hace creer que esa señora no desea ser encontrada! No le parece, su Gracia?
Un suspiro de exasperación se escapó de los labios de Brett.
- Es muy posible, mi lady.
María se quedó en silencio por un momento. Sabía que había llegado el momento crítico. Y le pidió a Dios que guiase sus pasos.
- Vamos a suponer, solamente "suponer", que esa mujer esté aquí. Qué pretende hacer con ella ?
- Esa es una pregunta que me hice una centena de veces, desde que ella desapareció ! - confesó Brett resignadamente. - Parece que no tengo otro remedio mas que contarle en que punto están las cosas...
En ese instante, un ladrido hizo eco en el corredor silencioso, y, poco después , la forma peluda de Finn se lanzó por la puerta parcialmente abierta, seguido por un par de muchachos.
- Fuera, fuera, Finn! - gritó uno de ellos. Después , ante la mirada levemente reprobadora de María, él agregó : - Perdón ,señora Condesa.
El segundo niño quiso agarrar a Finn por la correa, pero el perro se plantó delante del invitado de la Condesa ladrando y sacudiendo alegremente su rabo.
Brett miró a María, mientras acariciaba la cabeza peluda.
- Entonces, ella está aquí, Condesa!
María levantó los brazos, dominada por una leve desesperación.
- Si, está- ella admitió, haciendo una seña a los niños para que se retirasen.
Brett la miró intrigado.
- Cuál es exactamente su relación con mi esposa, condesa?
- Soy una vieja amiga de su familia. Conocí a tu esposa y a sir Patrick años atrás.
- Los conoció cuando vivía en Inglaterra?
- Exactamente, su Gracia.
- Usted, con certeza, está informada de los motivos que la han traído hasta aquí, verdad?
- No completamente. Todavía hay uno o dos puntos obscuros.
- Pero presumo que me considera el villano de la historia!
- Diría que eso depende - observó María cautelosamente.
- Depende de qué?
- De tus intenciones. sería de enorme interés para todos, que me dijeses cuales son.
Brett se levantó de un salto.
-Y si me negase categóricamente a darle explicaciones ?
- Sería una insensatez, una gran tontería! - dijo una voz femenina, clara y vigorosa, viniendo del corredor.
- Megan! - exclamó María sorprendida . - Cuándo volviste?
La irlandesa entró en la sala con las mejillas arrebatadas.
- Hace algunos minutos, mi lady. Pero no se preocupe. Ashleigh se quedó en la aldea con los niños.
Ella miró a Brett y dijo, con voz más suave, pero llena de ironía:
- Cómo le va, su Gracia? Sabía que un día u otro volveríamos a encontrarnos!
- Parece que el tiempo nada hizo para dulcificar tu lengua afilada, señorita O'Brien!
- Lady St. Clare - enmendó otra voz . - Megan y yo nos casamos en diciembre.
Brett vio a Patrick aproximarse a su esposa y pasarle el brazo por los hombros, en un gesto protector.
- Mis felicitaciones - Brett le dijo fríamente.
- Gracias - respondió Patrick en tono comedido. - Qué viniste a hacer aquí?
- Pensé que era obvio. Vine a ver a Ashleigh.
- No creo que sea obvio que un hombre quiera ver la esposa que despreció !
Brett frunció el ceño , enojado.
- Vas a permitir que la vea o no?
Megan lo miró con aire belicoso.
- Ashleigh es quien debe decidir eso. Ella es libre de hacer lo que quiera!

María vio la cara de su hijo alterarse e imaginó lo que él debía estar sintiendo en ese momento. No censuraba a Megan o a Patrick : Brett era un hombre orgulloso, que no admitía fácilmente sus errores. Pero su corazón de madre se oprimió. No era justo hacerlo desesperar! Tenía que pensar rápidamente en un medio de evitar que ese brusco intercambio de palabras continuase. E intervino pronto, en el silencio que siguió:
- Perdóneme, su Gracia - dijo en un tono cordial -, pero tengo una idea que podría satisfacer a todos. Puedes volver mañana. Para el almuerzo. Tendrás para entonces una respuesta definitiva.
- Concuerdo, pero con una condición - dijo Patrick, volviéndose hacia ella, para explicarle: - Su Gracia tendrá que responderme una pregunta.
Brett asintió con la cabeza.
- Ya pediste el divorcio?
- No. Y, si dependiese de mí, no habrá divorcio!



Sentado delante del centro de cristal cubierto de flores, Brett sonrió a la mujer que presidía la mesa con la gracia natural de una anfitriona nata. Jamás había conocido otra mujer que se igualase en encanto y delicadeza a esa noble y serena italiana!
En esa breve media hora, habían mantenido una conversación agradable, como convenía entre dos personas de bueno gusto y refinada educación. La condesa había hablado con bastante conocimiento de libros y de música. Y, cuando el tema giró en torno a los niños que ella criaba, había descubierto en ella otras cualidades, admirables e infrecuentes en mujeres de la nobleza.
- Al final del espectáculo - decía ella en ese momento con voz musical -, el cerdito dejó caer la rosa a los pies de tu esposa!
Brett se rió cuando ella terminó de hablar. - Es una historia deliciosa, condesa. María sonrió , animada con el buen humor de su hijo. Había sido su intención ponerlo cómodo , mientras almorzaban. El día anterior , había quedado preocupada con el rumbo que los acontecimientos habían tomado, poniéndolo tan evidentemente a la defensiva. Sería imposible conocerlo mejor en esas circunstancias, evaluarlo, ayudarlo a él y también a Ashleigh. Porque lo que deseaba por encima de todo era unirlos nuevamente.
Pero esa tarde él se mostraba diferente. Y en ese hombre relajado, que sabía reir, ella vislumbró nuevamente al niño feliz que él había sido un día y, sobretodo, la prueba viva de que sus esperanzas no habían sido en vano!
Brett Westmont era un hombre encantador, cálido, sensible, que irradiaba inteligencia y buen humor. No un mimado de la aristocracia, como al principio había temido. Tenía carácter y grandes cualidades. Sentía orgullo de él y ansiaba poder decirle eso.
Pero, por el momento, tenía que dejar de lado sus deseos. Comprendía, tal vez intuitivamente, que ese hombre impelido por una inquietud que no le daba tregua sólo encontraría la paz y la felicidad al lado de su esposa. Y, se pudiese ayudarlo en ese sentido, estaría libre para hablar del pasado, para revelar los secretos de su corazón.
- Le deben gustar mucho esos niños - le dijo él con una sonrisa.
- No es difícil amarlos - ella le respondió. - Ellos son adorables y dan tan poco trabajo...
Por la tercera o cuarta vez en ese día, Brett fue dominado por la sensación de que ya había conocido a esa mujer antes... que la había conocido en una época distante de su pasado. Esa sensación se hacía más acentuada cuando ella sonreía o hacía algún gesto gracioso con las manos.
Súbitamente, se acordó del motivo de su visita.
- Me gustaría saber que Ashleigh está teniendo días agradables aquí. Ella. .. se siente feliz de estar acá?
Ante eso, María se convenció de una vez por todas de que había una oportunidad para su hijo. Si él mostraba preocupación por la felicidad de su esposa, aun a costa de su propia felicidad, entonces podría llegar a amarla. Era una perspectiva alentadora.
- No quieres ver eso por vos mismo? Creo que llegó el
momento.

Se levantaron y, cuando estaban dejando la sala, María se volvió hacia él.
- Hay una cosa que debo decirte antes que la veas.
- Sólo si me prometes que vas a llamarme Brett.
La respuesta de María fue una sonrisa calurosa.
- Brett - dijo ella dulcemente -, como te estaba diciendo, hay algo para lo cual debes prepararte. Ashleigh... cambió mucho . Vos verás eso en el momento en que la encuentres.
- Ella está enferma? - preguntó él, ansioso.
- Oh, no! Pero...
- Si o no ?
- Me gustaría que me des tu palabra de caballero de que serás gentil con ella. Ashleigh pasó por malos momentos y...
- Parece que te estás dejando llevar por la impresión desfavorable que te dieron respecto a mí - dijo Brett irritado. - Ashleigh es mi esposa. y yo no estaría aquí si no pudiese comportarme como un caballero!
- No dudo de eso absolutamente! Pero me gustaría que fueses un poco más allá...
- Cómo es eso?
- Sé que tu intención es reconciliarte con tu esposa, creo que tendrás una buena oportunidad de éxito si procedes cuidadosamente... casi como si la estuvieses cortejando. Aprendí a conocer bien a Ashleigh en estos meses y puedo decirte que ella es una criatura dulce pero muy tímida, más inclinada a huir y a esconderse que a enfrentar una situación desfavorable.
- Comprendo.
- Pero ella posee una fuerza interior que pocos sospechan existe debajo de su apariencia delicada. Descubre esa fuerza y procura seguir un camino suave, y obtendrás lo que deseas.
Brett miró esos ojos incomparables, que reflejaban tanta sabiduría, y se quedó agradablemente sorprendido. Por primera vez en su vida encontraba una mujer llena de prudencia y sentido común.
- Muy bien , condesa... - él sonrió . - Puedo llamarla María?
- Naturalmente, Brett!
- Aprecio tu consejo, María, y me comprometo a seguirlo. Sólo espero que Ashleigh quiera escucharme.
- Tal vez ella te dé una sorpresa!
María colocó su mano en el brazo de él.
- Vamos al encuentro de tu esposa?

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