sábado, 6 de junio de 2009

EL ACUERDO -VERONICA SATTLER - CAPITULO 1

CAPITULO 1

Londres, 26 de abril de 1814



Ashleigh se colocó delante de la chimenea de la sala de estar y se puso a barrer las cenizas. Era una tarea que tenía que hacer al amanecer, antes de tomar la comida matinal. Madame detestaba el olor del fuego muerto!
Enderezándose un momento sobre la basura, ella frotó la espalda con su mano delicada. Entonces , con un leve suspiro de desánimo, alcanzó la pala y se preparó para recoger las últimos vestigios de cenizas y después volcarlos en la pala.
Un leve ruido a sus espaldas la hizo girar sobre sus talones, estaba intrigada. Quién podría ser, tan temprano en la mañana?
Al ver una hirsuta cabeza gris insinuarse en el vano de la puerta, soltó un suspiro de alivio: era Finn, el gran perro irlandés que había rescatado de las manos crueles de unos chicos de la calle.
- Finn! Qué estás haciendo aquí? - dijo Ashleigh con indulgente buen humor cuando el animal se aproximó a ella, sacudiendo la cola, ansioso para que le hiciesen fiestas. - No sabes que seremos castigados, si nos atrapan?
Pero había diversión en sus profundos ojos color de zafiro, mientras se ponía de rodillas para abrazar el cuello del perro, buscando consuelo en el pelaje sedoso contra sus mejillas . él era el remedio adecuado para su desánimo y sus vagas inquietudes.
El inconfundible tlap-tlap de chinelas por el corredor interrumpió sus tiernas caricias. Ella levantó los ojos, asustada. Monique, una de las muchachas de Madame, estaba parada en el umbral con una expresión de enfado en su bello rostro ovalado.
- Trajiste de nuevo a esta criatura asquerosa dentro de la casa? Cómo te atreves a desobedecer las órdenes de Madame?
Ashleigh sujetó a Finn por el cuello y se puso de pie , oyendo al perro gruñir bajito. Conocía muy bien sus obligaciones como para saber que había infringido una de las reglas de la casa.
- Yo no tuve culpa, Monique. Finn me siguió hasta aquí.
- Cállate la boca, pequeña mendiga! - gritó la rubia, haciéndose de repente vulgar, y casi fea.
Súbitamente ella se detuvo y llevó sus dos manos sus sienes.
- Oh, mi cabeza!
Ashleigh hizo una seña silenciosa a Finn para que desapareciese de allí y se volvió hacia ella solícitamente.
- No quieres que te prepare una tisana? - Ashleigh ofreció, posándole una mano en el brazo de la chica. - Dorcas tiene un nuevo polvo que su amigo marinero trajo de Oriente. Parece que hace milagros.
- Me gustaría de probarlo - dijo a joven, todavía irritada, pero ya ablandándose ante una perspectiva de mejorarse.
Sin embargo, al notar la marca que la mano sucia de cenizas de Ashleigh había dejado en su inmaculada camisón, se volvió a enfurecer.
- Mira lo que has hecho , tarada! - Acto continuo, con un movimiento rápido e impulsivo la abofeteó en la mejilla izquierda.

Ashleigh se tambaleó e llevó instintivamente su mano a su rostro, mirando a Monique con estupefacción. No comprendía por qué ella venía mostrándose francamente hostil en los últimos tiempos. Y, en ese instante, mientras sentía el ardor de las lágrimas en los ojos, se preguntó qué había hecho para provocar la enemistad de la bella cortesana.
Lo que ella no adivinaba, a pesar de las manifestaciones evidentes, era que, como todas las personas que miden su valor solamente por la apariencia, Monique se sentía amenazada por ella.

En verdad, la más requerida prostituta de Madame, la abeja reina del elegante establecimiento de St. James, había subestimado a Ashleigh cuatro años antes, cuando la había conocido. La muchachita era excesivamente delgada entonces y poco desarrollada para sus quince años. Además , trabajaba en el subsuelo, con la servidumbre. Para qué preocuparse por alguien que ocupaba un lugar tan insignificante?

Había cometido un error de evaluación. Debía haber reconocido desde el principio la frágil y casi etérea belleza da joven de rostro en forma de corazón. Las rasgos bien marcados, la tez suave y con un delicado tono nacarado. Los enormes ojos color zafiro eran límpidos y bordeados por pestañas largas y espesas, tan negras como sus cabellos. Un pimpollo de rosa con una cara que nadie se contentaría con mirar una sólo vez, semejante perfección .
Pero ahora la amenaza era real, tangible. El pimpollo se desarrollaba , y la rosa todavía inmaculada en breve pediría que la deshojasen toda, pétalo por pétalo . Hasta Madame ya había notado ese lento despertar y había hablado de eso con Drake, su mano derecha.
Cuando había sido informada del interés de su patrona, Dorcas había defendido calurosamente a su protegida, invocando la necesidad de respetar su inocencia en flor. Pero Monique conocía a Madame: nada la detenía cuando se trataba de aumentar las ganancias! Era solamente cuestión de tiempo para que Ashleigh fuese instalada en el piso superior del burdel, con todas las honras que su belleza exigía.

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