jueves, 11 de junio de 2009

EL ACUERDO - VERONICA SATTLER - CAPITULO 8

CAPITULO 8


Robert Adams estaba profundamente irritado. Pero, como su irritación se dirigía enteramente al destino, echó mano a toda su reserva de paciencia, mientras sacaba la cabeza fuera de la ventanilla, y preguntó, irreprensible como siempre:
- Entonces, compañero, lo logró?
El cochero, un hombre bajo y corpulento, se volvió hacia el carruaje.
- Todavía no, señor. Pero en poco... Ah, ahí está! Muy bien, Davey, Muy bien !
Davey, un muchacho de sus catorce años, era el hijo del cochero. Y había pasado casi dos horas, según los cálculos de Adams, ayudando a su padre a quitar uno de los enormes arboles del parque que se había caído en el camino que conectaba Cloverhill Manor la Ravensford Hall
Evidentemente, la tormenta que se había abatido sobre la región la noche anterior lo había arrancado de raíz. Y eso lo hizo deducir que él era el primer viajante en transitar ese camino , de uso exclusivo de los miembros de las familias Hastings y Westmont, en ese día.
A pedido de lady Margaret Westmont, había pasado la tarde en Cloverhill Manor discutiendo con los Hastings el contrato de matrimonio. Sonrió levemente al recordar como había sido de fácil. Cerca de veinte años antes, su padre, Raymond Adams, había recibido una misión semejante. Los documentos todavía existían, la firma Adams & Adams conservaba meticulosamente los registros, y le habían servido para orientarlo en el esbozo de un acuerdo que, una vez escrito, no sería pasible de retractación.
Mientras el carruaje retornaba el trayecto interrumpido y él iba sufriendo los traqueteos de un camino mal conservado, su inquietud se redobló . Jamás se había permitido sucumbir a los obstáculos en la rutina diaria de sus quehaceres. La puntualidad ocupaba el primer lugar en su lista de virtudes, tanto en los negocios como en su vida particular.
Esa mañana, cuando había llegado a Ravensford Hall, atendiendo a un llamado de lady Margaret, y había recibido la orden de iniciar las negociaciones matrimoniales con los Hastings. Después que un lacayo había sido enviado a Cloverhill Manor para anunciar su visita,
había vuelto al hotel, donde había almorzado cómodamente , contando con que tendría tiempo suficiente para cumplir su misión, volver a Ravensford Hall y hablar con Brett antes que él entrase en contacto con el duque.

Pero, durante su visita a los Hastings, se había enterado por boca de lady Elizabeth que Brett había retornado de Londres la tarde anterior. Esa noticia lo había perturbado. Por qué lady Margaret no le había informado eso durante la entrevista matinal?
Ese silencio , una prueba cabal de que no hubiera habido ninguna discusión entre Brett y el duque, lo hacía suponer que, si Brett se había enfurecido, o peor, había desbaratado el plan de su abuelo, Adams, como promotor de la situación, sería quien iba a sufrir las consecuencias de su ira. No cabía duda: tendría que discutir con ambos la cuestión de su intolerable omisión.
"Es extraño", volvió a pensar. "Por qué lady Margaret no hizo ninguna referencia a la vuelta de su sobrino"
Adams sacudió tristemente su cabeza, mientras pensaba en lady Margaret. No alimentaba ninguna ilusión respecto a la mujer. Ella debería usar pantalones , en vez de faldas! En esos años en que había servido a la familia Westmont, siempre había evitado cualquier confrontación con la mujer que los criados llamaban, a escondidas, La Dama de Hierro. Había aprendido de su padre que era preferible tratar directamente con su Gracia a recurrir a su hermana, fuesen cuales fuesen las circunstancias, de otro modo, se arriesgaría a quedar enredado en las solapadas maquinaciones de ella. Volvió a analizar el descuido o la omisión de lady Margaret y llegó a la conclusión que ella debía estar tan interesada en ver ese matrimonio realizado pronto, que se había olvidado de hacer alusión a la llegada de su sobrino, a quien siempre había detestado.
Adams se enderezó súbitamente en el asiento. Era realmente odio lo que ella sentía por su sobrino? Después de una breve reflexión, él volvió a recostarse. Si, el sentimiento era demasiado obvio para que pudiese ser ignorado. Pero no comprendía el motivo de semejante animosidad, una animosidad que se remontaba a la infancia de Brett y que era uno de los aspectos más intrigantes de la cuestión. Tal vez hubiese allí algo. ..
Todo el sentimiento de justicia que había dentro de él lo llevó a buscar en ese instante el motivo de ese odio. Y, mientras observaba, por la ventanilla del carruaje, Ravensford Hall aproximarse a su campo de visión, reflexionó profundamente. Lady Margaret nunca se había casado, aunque, según su padre, había sido bastante atractiva en su juventud y no le habían faltado pretendientes.
Por qué? Tal vez como un modo de vengarse del duque? Nunca había habido amor de hermanos entre ellos. El resentimiento que la vieja dama alimentaba contra su hermano se había extendido también a los descendientes de él ?
"Bien", Adams pensó, mientras el carruaje estacionaba delante de la imponente escalera de entrada de la casa. Ya pasé demasiado tiempo pensando en esa vieja intrigante! Es mejor que empiece a pensar en la manera en que voy a abordar el asunto con su sobrino."
Pero, al saltar del carruaje exhibiendo grande serenidad, notó, por la las expresiones alteradas de los criados, que esa conversación tendría que esperar.




Ashleigh se encontraba delante del tocador del cuarto donde había pasado las últimas veinticuatro horas, entregada a los cuidados de la criada que había venido a ayudarla a bañarse y a vestirse . Detrás de ellas, estaba una mujer de mediana edad, de apariencia saludable , que se había presentado como la señora Busby, la ama de llaves de la casa.
Por el espejo, Ashleigh la vio recoger las sábanas usadas y se acordó del asombro que había observado en su rostro minutos antes, cuando ella había notado en la sábana blanca manchas de sangre de su virginidad perdida. Había podido ver en ella una inmensa piedad. Y eso había renovado su sufrimiento.
"No voy a llorar delante de ella", se dijo a sí misma, mientras se miraba en el espejo, esperando que las feas señales del llanto hubiesen desaparecido de su cara. Pero todavía estaban allí, en los ojos hinchados y en las mejillas congestionadas, silenciosos
testigos de su desesperación.
Agachó tristemente la cabeza. Qué absurda maniobra del destino la había arrojado a los brazos de lord Brett Westmont? Quién o qué lo había convencido que ella era una prostituta ? Y por qué, a pesar de sus protestas, su resistencia y innegable inocencia, ese hombre perverso había abusado de ella? Reticentemente, sus pensamientos volvieron a ese hombre que le había causado tanto sufrimiento. él había pasado la noche allí, con ella, sometiéndola a sus caprichos y la poseído de todas las maneras posibles! Y, si tuviese que creer en sus palabras, le había enseñado todos los modos de complacer!
La había tomado tantas veces que había perdido la cuenta. El parecía insaciable! En algunos momentos, le había permitido que, viéndola exhausta, ella durmiese en sus odiosos brazos. Pero solamente para despertarla poco después , ansioso por poseerla nuevamente.
Finalmente, ya de mañana, le había dicho que podía descansar y
había salido del cuarto sin agregar una palabra. Ella había aguardado un momento, para asegurarse de que él no volvería, y entonces se había vestido rápidamente . Pero, cuando, después de agarrar sus cosas, había querido salir del cuarto, había encontrado la puerta trancada por fuera .
Durante mucho tiempo, había llorado y había gritado, implorando para que viniesen a libertarla. Nada había sucedido . Finalmente, vencida por el cansancio, se había quedado dormida en una poltrona junto al fuego. Se había despertado con el ruido de una llave girando en la cerradura y había encontrado delante de sí a la señora Busby. Ella se había mostrado gentil, pareciendo no hallar extraño el hecho de encontrar a una joven de apariencia desaliñada en los aposentos de su patrón , "Brett Westmont, me pagarás por lo que me hiciste! No importa lo que me cueste, me las pagarás!"
En ese exacto instante la puerta se abrió y el odioso autor de su infortunio apareció en el umbral , revelando en su elegancia masculina su derecho y sus títulos de nobleza. Ashleigh lo observó y lo estudió por el reflejo de; espejo. Brett Westmont era una presencia detestable y peligrosa!
Brett encontró sus ojos en el espejo y le sonrió imperceptiblemente. Descolocado por un segundo, él se volvió hacia el ama de llaves y le lanzó una mirada significativo.
- Le agradezco su asistencia, señora Busby. Eso es todo por ahora.
La mujer hizo una breve reverencia.
- Por supuesto, su Señoría. Vamos, Annie. Los cabellos de la señorita ya están en orden.
Cuando la puerta se cerró sin ningún ruido detrás de las dos, Ashleigh se volvió hacia su captor.
- Por qué me retienes aquí como si fuese una prisionera?
Brett caminó lentamente en dirección a ella y se colocó atrás de la silla. No dando ninguna evidencia de haber oído su demanda, pasó sus dedos por el cuello de su vestido.
- Tus ropas son impresentables! Es necesario ordenar algunas nuevos vestidos inmediatamente.
Ashleigh lo miró estupefacta.
- De qué estás hablando? Yo no tengo la menor intención de...
- Estoy hablando, mi querida, de trajes que estén a la altura de tu belleza!
Ashleigh se mantuvo en silencio por algunos instantes. Entonces , empujando a silla hacia atrás , se levantó . El miedo la abandonó, permitiendo que enfrentase a su enemigo.
- Solamente quiero una cosa: irme de aquí ! Te ordeno que me liberes inmediatamente!
Esa indignada reacción disminuyó la confianza de Brett. El había sentido su resistencia desde el principio, pero la había atribuido a una especie de juego que ella empleaba, tal vez , para sacar más ventajas. Ahora, ya no estaba tan seguro de eso.
Cualquier mujer de su conocimiento habría saltado de alegría ante la propuesta de convertirse en su amante. Pero delante suya había una muchachita que le decía, sin medias palabras, que rechazaba su ofrecimiento. Eso lo hizo acordar de las dudas que había sentido, cuando ella, temblorosa y bañada en lágrimas, le había implorado misericordia.
Perplejo, Brett decidió someterla a una prueba final.
- Tal vez no hayas comprendido bien lo que mi propuesta involucra. La posición de amante significaría un aumento considerable de tus ... ingresos. Soy un hombre generoso, dependiendo del tiempo que permanezcamos juntos, vos podrás triplicar o cuadruplicar la cantidad que Adams te ofreció y...
- Generoso! - La indignación de Ashleigh no tenía límites. - Fuiste generoso al ignorar mis explicaciones y mis ruegos y... al deshonrarme? Y no una vez, sino muchas veces ?
La voz de ella se elevó al concluir:
- Qué clase de generosidad es esa que te llevó a encerrarme en este cuarto durante todo un día ?
Brett miraba, perplejo, a esa chica llena de furia. Eso era mucho más de lo que esperaba escuchar! Descolocado por un segundo, tuvo la asombrosa certeza de que esa pequeña era inocente. De lo contrario, no se negaría al heredero de uno de los hombres más ricos de Inglaterra.
En el momento, aquello le pareció una situación absurda, pues, si ella se declaraba inocente quien "era" esa chica, entonces? Paralizado por el propio impacto de la pregunta, Brett pensó que ninguna prostituta o criada se expresaría con un lenguaje y modales tan refinados. Sería tal vez la profesora que afirmaba ser? Otras preguntas se hacían necesarias para dilucidar el caso, y él sabía quien podría responderlas. Adams! Había visto su carruaje aproximarse, minutos antes, mientras terminaba de vestirse.
- Ashleigh... Señorita Sinclair, parece que realmente hubo un error. Y, si eso fuera verdad, pronto tendrás mis más sinceras disculpas. Pero tendrás que esperar aquí un poco más, mientras yo llego hasta el fondo de esta cuestión.
- Disculpas! No quiero tus disculpas, quiero irme de aquí ! - protestó ella, precipitándose detrás de él.
Cuando el repentino ruido de llaves le reveló que estaba nuevamente presa, el pánico la dominó . Y, aún consciente de la inutilidad de sus esfuerzos, se puso a golpear la puerta con los puños cerrados y a gritar.

Brett bajó los escalones de la imponente escalera de mármol de dos en dos. Al llegar al hall de entrada, vio a Adams consolar a señora Busby, que estaba llorando.
- Adams, preciso hablar con vos. Vamos a la biblioteca.
- Lord Westmont, le pido que me oiga...
Brett se volvió con impaciencia y quedó asombrado al ver lágrimas también en los ojos de él. - Qué pasa , hombre?
- Lord Westmont... o tal vez debiese decir su Gracia. El duque, su abuelo, acaba de fallecer.

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