martes, 2 de junio de 2009

LA CAPRICHOSA - LYNSAY SANDS - CAPITULO 27

CAPITULO 27



Las hojas más perfectas solían estar en lo mas alto de los arbustos y era por eso que Murie estaba trepada a la rama de un laurel cuando oyó el galope del caballo. Desde allí arriba vio a su marido pasar montado a Trueno y no pensó en llamarlo . Él parecía preocupado y debía estar a camino de alguna tarea urgente. Por eso no valía a pena distraerlo.
Continuó seleccionando serenamente las hojas y guardando las que escogía en los bolsillos de su vestido. De repente oyó nuevamente el ruido de cascos del caballo y Balan pasó por al lado ella, pero esta vez en dirección opuesta, sin verla . Él había cumplido la tarea muy rápidamente, conjeturó Murie . De qué se estaría ocupando?
Ya iba a bajar de la rama cuando inesperadamente Trueno pasó de nuevo , ahora a toda velocidad con Balan aferrado firmemente a la montura. Que cosa extraña... Qué estaba sucediendo para hacerlo correr de esa manera de un lado a otro? Y por qué no había nadie con él, desobedeciendo las órdenes que había dado para que Balan siempre fuese seguido?
Cuando volviese al castillo iba a tener una conversación muy seria con Erol y Godart. No podía permitir esa displicencia en un asunto tan grave.
Murie bajó del árbol, recordando los atentados e imaginando qué le habría hecho pensar a Osgoode que era ella quien había entrado en la cabaña del herrero en la aldea.
Habría sido engañado por alguna persona entrando allí?
Era mucha coincidencia que Malculinus y su asistente apareciesen justamente un poco antes de ese último atentado. Pero, por otro lado, estaba claro que Osgoode no podría confundirse tanto, al punto de creer que uno de esos hombres fuese ella.
Caminó hasta una sembradío de tréboles que crecían entre los arbustos y se puso de rodillas para buscar alguno que tuviese cuatro hojas. A gatas, revisó las hojas con la esperanza de hallar aquello que creía ser un poderoso amuleto de la buena suerte. Entonces oyó el galope de Trueno nuevamente.
- Murie! - exclamó Balan , que esta vez la vio.
Todavía agachada en el suelo , ella levantó la vista y observó a su marido frenar el animal y rápidamente saltar al suelo. Le sonrió amigablemente , pero el rostro de Balan era de pocos amigos. Aun así, admiró su porte. Era un hombre alto, bien proporcionado y de músculos definidos que se movían con desenvoltura y agilidad como los de un felino. Su porte era elegante cuando caminaba hasta ella.
Lo había extrañado mucho en los tres días en que se había ausentado. Las noches habían sido muy largas, sin sus caricias y sin el calor del cuerpo de él a su lado. Murie se preguntó a si misma si la proximidad de ella sería igualmente placentera para Balan. Debía serlo, ella concluyó . De lo contrario él no estaría besándola y acariciándola tan intensamente cada vez que estaban juntos.
Murie, por su lado, no sabía muy bien como actuar para retribuirle ese placer. En la corte ella había atrapado parejas haciendo el amor en rincones oscuros y había notado que se podía tener sexo de diversas formas y en variadas posiciones . Pero nunca había tenido coraje de observar con más atención, pues en esas situaciones se sentí muy avergonzada y salía corriendo del lugar. Ahora que estaba casada, tal vez fuese necesario armarse de audacia y preguntarle a Balan cuáles eran las preferencias sexuales de su marido .
- Esposa - él dijo parando de pie al lado de ella.
Su expresión todavía muy seria, pero Murie trató de ser gentil.
- Buenas tardes, Balan. Es un bello día para salir a cabalgar, no? Fuiste a ocuparte de algún compromiso importante?
- Si. Del compromiso de encontrarte . Qué está haciendo aquí cuando deberías quedarte en la cama?
- Es muy aburrido quedarse en la cama. Principalmente sin vos, marido.
La declaración pareció ablandarlo y él se arrodilló frente a Murie con el semblante menos tenso. Le Tocó la mano cariñosamente y le sonrió levemente , recorriendo el cuerpo de ella con la mirada que se volvió más intensa cuando llegó al escote.
- Puede ser, pero , aún así. ..
- Balan? - ella lo interrumpió .
- Qué pasa ? él ahora acariciaba sus cabellos, y los dedos fueron descendiendo suavemente por la senda de su cuello hasta alcanzar los pechos y tomar uno de ellos enteramente en la palma de su mano, acariciándolo con delicadeza como se fuese una joya preciosa. Murie se estremeció de placer.
- Estuve pensando si...
- Pensando , qué ? - preguntó Balan, viendo que ella tenía dificultad en terminar la frase y continuando con las caricias.
Murie había estirado el brazo para tocar la parte interna de las piernas de él y pasaba la mano ávidamente por sus muslos. A pesar de sentirse un tanto sorprendido, Balan no se apartó, dejando que ella lo tocase conforme a su voluntad .
- Vamos, Murie, puedes hablar. De repente los ratones te comieron la lengua ?
- Me preguntaba si vos. .. si te gustaría ... si querrías ... que yo te hiciese ... a vos ... algunas de esas cosas ... las cosas que vos me haces a mí con la boca .. esas que me dan tanto placer... Algunas cosas como las que vi en la corte ... no es que haya espiado a propósito ... simplemente las vi ... son cosas ... que las mujeres le hacían a los hombres ... con la boca, como te decía... no es que yo las haya hecho ... pero ellas.... ellos ...
El mentón de Balan cayó abierto y él agrandó sus ojos. No lograba decir nada. Sólo sentía la mano de Murie subiendo por sus piernas hasta llegar al miembro entumecido y sujetarlo con firmeza. Sin conseguir apartarse, gimió anticipando lo que estaba por venir.
La respuesta- o la no respuesta - de su marido le dio coraje a Murie para continuar. Ella abrió la tela del pantalón, librando su miembro, se inclinó hacia delante , lo tomó entre sus labios y dejó que entrase en su boca por entero a medida que adquiría mas volumen y color. Los gemidos de Balan se hacían cada vez más altos hasta que, de repente, él se apartó, haciéndola detenerse.
- Hice algo mal? No te mordí, no ? Yo espiaba ....pero no espié demasiado ... o sea, no sé hacerlo bien ... - ella preguntó, ruborizándose de vergüenza.
La respuesta fue un beso. Excitado, Balan la tomó en sus brazos y pegó sus labios a los de ella, dejando que la lengua invadiese su boca para sentir su gusto.
- Dónde aprendió eso? - Balan preguntó en seguida en un susurros.

- Hum... ya te dije lo vi en la corte , no es que lo vi todo, tampoco que fui a espiar ... pero encontré a una muchacha con su amante en la corte ... Y creí que podría gustarte... porque a él parecía gustarle No sé... Lo estaba haciendo bien? - Murie respondió ruborizándose con ansiedad.
- Estaba bien, si.
Sin decir nada más, Balan arrancó sus ropas y las arrojó lejos . En seguida, abrió el vestido de Murie, ayudándola a sacárselo . Entonces se acostó sobre ella, entregándose por entero a la pasión. La penetró con furia para consumar su placer. Ella correspondía sus embates , agarrándose a los cabellos de él, arqueando su cuerpo para que la penetrase mejor, jadeando y gimiendo de placer con cada nueva embestida. Sus gemidos hicieron eco en la soledad del bosque, como si fuesen el quejido de algún animal.
Murie tenía los ojos cerrados, giraba su cabeza frenéticamente buscando más y más placer . En cierto momento los abrió por un instante y , entonces, vio que a su lado justamente estaba lo que buscaba : el trébol de cuatro hojas. Lo aplastó entre sus dedos, segura de que la suerte buena que prometía ya había llegado.
Y fue así, fusionados en un único cuerpo, que ambos culminaron en una convulsión final de éxtasis. Aliviados, continuaron abrazados sobre el tapete de tréboles por algún tiempo. Murie todavía sentía los estremecimientos del orgasmo cuando Balan finalmente se levantó. Su espalda estaba mojada , pero no era sólo de sudor . Él extendió una mano y miró el cielo. Sólo entonces se dio cuenta de que estaba lloviendo.

La lluvia había comenzado a caer mientras ellos hacían el amor y ahora una tempestad se desencadenaba. Pero la furia de la naturaleza era inferior a la furia de la pasión de ellos dos. Balan extendió la mano para ayudar a Murie a levantarse y juntos corrieron desnudos para buscar refugio entre los árboles del bosque. Sus ropas quedaron donde estaban, amontonadas cerca de un tronco en el borde del claro del bosque de tréboles. Habían logrado resguardarse debajo del follaje densa de un árbol , y se quedaron allí abrazados y quietos, esperando que la lluvia pasase. Fue entonces cuando oyeron los gritos de alguien que los llamaba. Las voces se estaban aproximando.
- Será Osgoode? - ella preguntó alarmada.
- Murie! Balan!
- Parece ser la voz de él y también la de Anselm - respondió Balan.
- Ay mi Dios, tenemos que vestirnos! No pueden encontrarnos así, desnudos.
- No hay tiempo. Están muy cerca. Vamos a escondernos - replicó su marido, empujándola por la mano e internándose en el bosque.

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