lunes, 24 de agosto de 2009

CALAMITOSA CLARISSA - LNSAY SANDS - CAPITULO 2

CAPITULO 2


- No fuerces la vista para no ponerte estrábica, por favor.
Aquello no era un pedido, sino una orden, y Clarissa ya estaba harta de las órdenes de su madrastra. Si al menos permitiese que ella usase anteojos, no necesitaría forzar los ojos. Y tampoco estaría tropezando con cosas y personas todo el tiempo . Pero no podía usar anteojos porque eso alejaría a los pretendientes.
Como si los desastres que causaba no los alejase, reflexionó cansadamente Clarissa, e íntimamente se rió de los pequeños "accidentes" que había tenido desde que había llegado a Londres.
Además de no lograr ver las mesas sobre las que debería colocar las bandejas de té, había tenido un caída fea en las escaleras. Por suerte, no se había lastimado mucho, sólo algunos arañazos y algunos moretones, pero no se había quebrado nada. También Había tenido un pequeño incidente al caerse delante de un carruaje en movimiento, sin hablar del incendio de la peluca de Lord Prudhomme.
Un nuevo suspiro escapó de los labios de Clarissa al recordar el sermón de Lydia después del último accidente. Su madrastra había decidido que si ella era tan ciega y torpe sin los anteojos, sólo había una alternativa. En el futuro, cuando estuviese en presencia de otras personas, tendría que quedarse sentada y quieta. No podría tocar candelabros, tazas, platos, cualquier cosa líquida, rompible, inflamable o filosa, o sea, básicamente no podía tocar nada. No debía participar de comidas con las visitas, y debía afirmar que no tenía hambre. Aunque tuviese. Tampoco debía beber. Salir para hacer caminatas estaba fuera de cuestión si llevaba una criada con ella.

Siempre que Lydia terminaba esos sermones, sólo le restaba a Clarissa, cuando había otras personas presentes, sentarse al lado de su madrastra, intentando parecer serena. Lo que significaba no forzar la vista y extraviar los ojos.
Con un suspiro, Clarissa volvió a mirar los bultos que desfilaban por la pista de baile. Cansada, bajó los ojos hacia sus propias manos. sería más una noche aburrida .
- Puedo tener el placer de este baile?
A pesar de oír la invitación, Clarissa no se tomó el trabajo de levantar los ojos. Para qué ? No iba a poder ver nada . En vez de eso, aguardó a que su madrastra respondiese, preguntándose quien sería el extraño que todavía no había escuchado hablar de sus desastres. Si hubiese oído, con certeza no aproximarse ía a ella.
Notando que Lydia todavía no había declinado la invitación en su nombre, alegando que estaba muy cansada, o cualquier otra excusa educada, Clarissa miró de reojo y vio que Lydia, o mejor dicho , el manchón rosado como podía identificarla, no estaba más allí. En ese instante un borrón negro ocupó la silla, sobresaltándola.
Forzando los ojos, ella intentó en vano ver vestigios de un color rosa fuerte, color que su madrastra usaba, a su alrededor .
- Creo que la dama que estaba sentada aquí hasta un minuto atrás salió en busca de algo para comer - el extraño le dijo tan cerca del oído que Clarissa pudo sentir su respiración.
Conteniendo un estremecimiento, ella de inmediato volvió su atención al hombre a su lado. Él era dueño de una voz grave, muy agradable, y por lo que lograba ver de su figura, era bastante grande. Por milésima vez, deseó estar usando anteojos para poder ver.
- Ella no dijo a donde iba? - le preguntó al extraño. - Me pareció verla hablando con vos antes de salir.
Clarissa se ruborizó un poco, y volvió a mirar la mancha colorida que se movía por la pista de baile, admitiendo:
- Tal vez me lo haya dicho . Creo que estaba distraída con mis pensamientos y no presté atención.
Aunque tuviese un vago recuerdo de que Lydia había comentado algo, Clarissa estaba demasiado sumergida en su auto compasión como para prestar atención.
Era muy humillante tener que quedarse sentada, teniendo como única distracción los fragmentos de conversación de las personas que pasaban, muchas veces lanzando, con muy poca delicadeza, comentarios respecto a ella. Sus accidentes desastrosos aparentemente eran el hazmerreír de la temporada. Se había ganado el apodo de calamitosa Clarissa, y todos estaban a la expectativa de cual sería el próximo "accidente" para divertirse.
- Dicen que sos tan ciega como un murciélago, y demasiado vanidosa como para usar anteojos.
Clarissa parpadeó con sorpresa ante esa inesperada declaración. Si la falta de delicadeza de las palabras de él la sorprendieron , ella pudo percibir que sorprendieron todavía más a su interlocutor. La respiración de él quedó suspendida como si se hubiese dado cuenta de lo que había dicho. Mirando de reojo, se dio cuenta que él había levantado la mano para cubrirse la boca.
- Perdón, creo que me extralimité . Nunca debería…
- No te preocupes. - Clarissa dispensó las disculpas y se hundió en la silla con un aire desanimado. - Todo está bien . Sé lo que las personas dicen. Creen que, además de torpe, soy sorda, pues no se preocupan de hablar delante de mí . Hablan lo suficientemente alto como para que pueda escucharlos. - Ella imitó el modo en que las personas hablaban, haciendo muecas. - Oh, vean, ahí está la pobrecita, la calamitosa Clarissa.
- Te pido disculpas - él dijo bajito.
- No precisas disculparte. Por lo menos me lo dijiste en la cara.
- Si, pero … - El muchacho pareció relajarse un poco ahora que las manos de ella ya no significaban una amenaza. - En verdad , era más una pregunta. Yo quería saber si eres como dicen.
- Bien, no soy tan ciega . - Clarissa sonrió con amargura. - Veo bien con los anteojos. Pero mi madrastra me los sacó de. - Clarissa arriesgó una sonrisa en dirección a él y aclaró : - Lydia parece creer que tendré más suerte de prender fuego el corazón de un buen candidato sin los anteojos. Aunque hasta ahora la única cosa que logré prender fuego fue la peluca de lord Prudhomme.

- Cómo? - Adrian preguntó asombrado. - La peluca de Prudhomme?
- Si - ella confirmó, recostándose en la silla e intentando alejar ese recuerdo. - Fue así. Pero, si quieres saber la verdad, la culpa no fue enteramente mía. Él sabía que yo no puedo ver bien sin mis anteojos. Por qué diablos fue a pedirme que le acercase una vela? - Clarissa hizo una pausa y miró de reojo en dirección al extraño. - Sin la peluca, él es mas calvo que una bola de billar, no te parece?
Le pareció que él asintió con la cabeza, pero era difícil decir. También escuchó sonidos ahogados, como si él estuviese luchando por contener la risa.
- Vamos, puedes reírte, estamos en confianza - Clarissa dijo, sonriendo. - Yo también me reí, pero no era el momento adecuado.
El entonces se relajó un poco más y, como estuviesen sentados lado a lado, Clarissa hasta pudo sentir el vigor de su brazo y de su pierna apoyados ligeramente en ella.
Clarissa forzó la vista, intentando hacer que el rostro del extraño entrase en foco. Quería mucho descubrir como era. Le gustaba el sonido de su risa y su voz firme. Y, aunque debiese apartarse un poco para no permitir la proximidad de la cadera de él rozándola con cada movimiento, le gustaba la sensación que sentía, por eso hacía de cuenta que no lo notaba.
- Cómo reaccionó con ese ......pequeño accidente?
- Nada bien. Y me culpó, por supuesto. Me dijo un par de groserías . Creo que me habría agredido físicamente si los criados no lo hubiesen detenido y sacado de la casa, prácticamente a patadas en el ... - ella admitió, suspirando. - Por supuesto que después mi madrastra no pudo dejar de darme con sermón sobre cómo debo e no debo comportarme de aquí en adelante .
- Qué tipo de sermón?
- Enumerando todo lo que tengo prohibido. - Clarissa sonrió . - Por ejemplo, no puedo comer en público, no puedo beber en público… de hecho , no puedo tocar nada, y much menos candelabros, floreros, velas, nada líquido, inflamable, rompible, filoso, puntiagudo ... en síntesis, nada. Ni siquiera puedo salir a dar un paseo sin una compañía para guiarme.
-Pero no te dijo nada respecto a bailar, verdad ?
- No, pero no precisaba hacerlo, se cae de maduro ... . - La sonrisa de Clarissa se desvaneció . Ella vaciló por un segundo, después intentó explicarse: - No veo bien. No veo ni una montaña delante de mis narices. Bailando sólo veo borrones de colores y luces a mi alrededor, y termino por perder el equilibrio. - Ella hizo una pausa, sintiendo que comenzaba a ruborizarse con el recuerdo de la última alma caritativa y valiente que la había sacado a bailar. Había tropezado con él y ambos habían acabado cayendo al piso. Papelón y bochorno eran escasos para definir la situación.
- Entonces mantén los ojos cerrados.
- Cómo? - Clarissa volvió a mirar al bulto oscuro a su lado.
- Si mantienes los ojos cerrados, no perderás el equilibrio - el muchacho le explicó y ella sintió la mano de él aproximarse a la suya, para ayudarla a levantarse.
Estaba lista para rehusarse, pero el contacto d la mano de él le provocó una especie de corriente eléctrica. Fue una sensación extraña, excitante, que la hizo sentirse viva.
- Yo no… - ella comenzó a decir, deteniéndose cuando él puso la mano en su mentón , levantó su rostro y se inclinó para mirarla a los ojos.
Por un breve momento, ella contempló claramente el más lindo par de ojos castaños aterciopelados que jamás hubiese visto ; él entonces se apartó un poco y salió del foco.
- Confía en mí .
No era un pedido, sino una imposición. Clarissa pensó en aquellos ojos tan oscuros y tan bondadosos, y aceptó sacudiendo la cabeza. Él la ayudó a levantarse y la condujo entre las personas hasta la pista de baile.
- Ahora… - La voz de él era calma y suave al tomarla en sus brazos. - Cierra los ojos y relájate.
Clarissa estaba hipnotizada.
- Es sólo cuestión de acompañarme. No dejaré que te tropieces.

A pesar de haber acabado de conocerlo, Clarissa confió en él y se sintió segura. Con los ojos cerrados, solamente contaba con sus oídos y las manos del muchacho para conducirla. Se dejó llevar por los movimientos y señales de él: un aprieto en la mano, una presión más fuerte en su cintura. Y la sensación del aire circulando a medida que giraban y giraban por el salón, sin resbalones, sin tropiezos. Por primera vez desde a su llegada a Londres, Clarissa no se sentía torpe. Estaba en las nubes.
Cuando la música se detuvo, él le apretó y, sujetándola por el brazo, la condujo por el salón.
- Bailas divinamente, mi lady - le dijo al oído, abriéndose camino entre las demás parejas.
Clarissa se sonrojó y sonrió orgullosa, sacudiendo la cabeza.
- No, mi lord . El crédito no es mío. Sospecho que sos vos quien baila divinamente. con otras personas con quien bailé lo único que hice fue tropezarme y caerme.
- Entonces la culpa es de esas personas. Eres agil y flexible como una pluma.
Clarissa pensó por un breve momento y acabó concordando:
- Tal vez tengas razón. Después de todo, si sólo fuese un problema mío, aún con tu obvio talento para el baile no habría sido fácil conducirme. Tal vez mis compañeros de baile anteriores estuviesen un poco nerviosos e inseguros.
Ella escuchó la risa en la voz de él y levantó las cejas desconfiada.
- Mi lord ?
- Tu sinceridad. Estoy encantado con tu falta de falsa modestia. Eso nunca me había incomodado antes, pero ahora tratar con personas altivas cuando están en la ciudad me resulta bastante desagradable. Me encanta tu franqueza.
Clarissa se sintió ruborizarse, peor los primeros acordes de una nueva pieza musical hacían eco en el aire y su compañero volvió a tomarla en sus brazos.
- Cierra los ojos - él le recomendó, apretando el brazo alrededor de su cintura.
Con los ojos cerrados, Clarissa se entregó al placer del baile. Se le pasó por la cabeza que no deberían estar bailando tan pegados. Pero si intentase evitar esa proximidad, tal vez se sintiese insegura y podría tropezar como antes. Además, era tan fascinante estar en los brazos de él. Se sentía anidada y protegida.

- Por qué no desobedeces a tu madrastra?
Clarissa parpadeó , intentando en vano distinguir el rostro delante de ella.
- Cómo ?
- Por qué simplemente no usas los anteojos?
- Ah, lo intenté el primero día en que llegué a Londres - ella dijo con una cierta irritación. - Bajé con ellos puestos lista para ir al baile de lord Findlay. Lydia se puso lívida. Me arrancó los anteojos de la cara y los rompió delante de mí para que yo viese lo que estaba haciendo.
- Ella tuvo el coraje de romperte los anteojos? - Adrian preguntó , visiblemente azorado con la desfachatez de la madrastra.
Clarissa sacudió la cabeza seriamente.
- Lydia siempre encuentra un modo de ser obedecida.
- Pero si te los rompió , como haces para moverte por la casa? - él quiso saber, apesadumbrado.
- No me muevo. - Clarissa le dio una sonrisa desolada y admitió un poco avergonzada: - Necesito ser guiada por los criados. Es horrible.
- Imagino que si - él susurró.
- Hum. - ella reflexionó por un breve instante sobre toda esa humillación y
entonces dijo : - Lo peor de todo es que no puedo hacer nada sin mis anteojos. No puedo bordar, arreglar las flores, nada. Y me es imposible leer. Aunque pegue los libros a mis ojos, no puedo leer por mucho tiempo, pues acabo con dolor de cabeza. Imaginate mi aburrimiento. No hago otra cosa que estar sentada, tamborileando mis dedos.
Adrian dio un comentario solidario aunque sus labios esbozasen una leve sonrisa. La expresión demudada de Clarissa era deliciosa de ver. Ella era muy encantadora. Aunque tal vez no de la manera tradicional. Los labios eran demasiado grandes para ser considerados bonitos, pero él los hallaba sencillamente seductores. Y la nariz tal vez fuese un tanto atrevido para los patrones de la época, pero le gustaba.
Adrian estaba tan ocupado en observar las facciones de Clarissa que apenas se dio cuenta cuando la música cambió. Finalmente acertó el paso a un vals, sin desviar los ojos del rostro de ella, mientras escuchaba las innumerables atribulaciones de una vida sin anteojos. Y la lista era indiscutiblemente larga.
Vestirse era una tarea difícil, pues siempre dependía del humor de la criada y se quedaba rezando para que le hubiesen puesto la ropa adecuada. Nunca sabía como estaba su cabello . Ella le iba explicando el peinado que quería y la criada parecía no oír sus pedidos . Adrian le aseguró que el peinado estaba perfecto y que el vestido estaba impecable.



Clarissa obviamente no buscaba elogios. Ruborizándose mucho, ella ignoró las palabras de él y continuó explicando que tenía que ser guiada por la casa por la misma criada, por temer caer por la escalera o tropezar con algo que no viese. Y, sin duda, confundir una persona con otra era un problema más, aunque estaba comenzando a volverse experta en reconocer voces. Era también irritante dejar caer la comida sobre su regazo, aunque eso sólo sucediese en la privacidad, ya que no tenía autorización para comer o beber delante de visitantes. Sólo le faltaba usar babero para no ensuciar sus ropas.
Adrian se mordió los labios para no reírse al imaginarla con un babero, pero las cosas que contaba fueron haciéndose más graves, como casi haber incendiado la casa algunas veces al encender las velas o haber derribado al mayordomo y a varios criados innumerables veces, sabiendo que todos la odiaban debido a esos accidente. Ellos se alejaban o escondían cuando ella estaba cerca y ya cuchicheaban que ella era una calamidad ambulante.
Clarissa contaba cada detalle de forma animada, y Adrian tenía dificultad para reprimir su diversión y contener la risa, hasta que Clarissa se dio cuenta del esfuerzo que, por delicadeza, él estaba haciendo y le dijo que podía reírse a voluntad.
La sonora carcajada que soltó sorprendió al propio Adrian. Clarissa lo hacía reír y al mismo tiempo hacía que su corazón se oprimiese con ansiedad.
- Tienes una linda voz, mi lord . Y una risa muy linda también - ella lo elogió, sonriendo.
- Gracias , mi lady - dijo él. - Y eres muy bondadosa al decirme eso, después de mis malos modales al reírme de tus desgracias . Te pido de corazón que me perdones.
- Ni lo menciones! - Clarissa replicó . - Mirando la situación en retrospectiva, me parece graciosa, aunque dudo que Lydia lo consideraría de esa manera.
Con la mención del nombre de la madrastra, el humor de Adrian cambió y, aunque ella no lograse ver, la expresión de su rostro se cerró.
- Disculpa la sinceridad, mi lady, pero tu madrastra me parece bastante maldita, una cretina.
- No ! - Clarissa lo miró de reojo. - No diga eso.
- Por qué no? - él preguntó, divertido. - No tengo miedo de ella.
- No, pero si ella se enterase se pondría furiosa y no le gustaría que te refirieses a ella de ese modo.
- No me importa en lo mas mínimo si ella gusta o no gusta de mí… - Adrian comenzó a decir, pero fue interrumpido por ella.
- Oh, pero deberías. Si Lydia no gusta de vos, no permitirá que siga bailando con vos y… a mí me encanta bailar ... - se desahogó Clarissa un tanto avergonzada.
El aire de enojo que había en la cara de Adrian se desvaneció ante esa confesión , dando lugar a una mirada tierna.
- Bien, en ese caso voy a esforzarme por tratarla con el máximo respeto. - él se dio notó la preocupación de ella y agregó : - Porque a mí también me gusta mucho bailar con vos.
Clarissa levantó su cara radiante. Fue una pena no poder ver la sonrisa que él le devolvió.
Casi instintivamente, Adrian dirigió su mirada al lugar donde Clarissa estaba cuando la vio por primera vez . Disminuyó un poco el paso al vislumbrar a la dama que estaba sentada junto a ella en aquel momento. La madrastra estaba de vuelta en el mismo lugar después de haber saciado su hambre , recorría el salón con los ojos buscando a su protegida desaparecida. No demoró mucho en localizarla.
Como esperaba, Lydia no parecía muy satisfecha al verlos bailando. En realidad , parecía horrorizada. Al darse percibir que ella ahora comenzaba a encaminarse en línea recta en dirección a ellos, Adrian fingió no verla e intentó conducir a Clarissa en dirección opuesta.
Imaginó que, al apartarse, Lydia se detendría y aguardaría que completasen la vuelta hasta aproximarse a ella, pero, mirando de reojo, vio que ella los seguía por el salón. Aparentemente, la madrastra era del tipo persistente. Era lo que debería haber imaginado. Ella le recordaba a un perro bulldog, pensó Adrian sin ninguna generosidad, y miró a la joven en sus brazos.
- Por qué tanta determinación de tu madrastra para que no uses anteojos?
- Ella quiere que encuentre al candidato perfecto. Mi padre se enojará si ella no consigue ese objetivo, entiendes?.
- Bien, de hecho , no entiendo - Adrian balbuceó , cambiando súbitamente de dirección al ver que corrían el riesgo de ser atrapados por la madrastra. Se mantuvo en silencio por un momento, intentando evitarla, y luego comentó : - Vos ciertamente tendrías más posibilidades de encontrar el candidato perfecto si pudiese verlo.
- Debo confesar que yo también creo eso. Pero Lydia no lo cree. Ella dice que no soy nada atractiva con los anteojos y teme que eso - sumado a mi pasado y mi reputación comprometedora- acabaría con cualquier oportunidad de hacer un buen matrimonio.
- Pasado comprometedor? - Sorprendido por ese comentario, Adrian se detuvo bruscamente en el borde d el a pista de baile.
- No te enteraste del escándalo?
Antes que Adrian pudiese responder que no, un gran bulto oscuro se proyectó sobre ambos. Dándose vuelta , él frunció la frente irritado al encontrarse con la persistente madrastra quien se detuvo jadeante al lado de ellos.
- Clarissa! - Lydia dijo bruscamente, y Adrian sintió a la joven ponerse rígida en sus brazos bajo el azote de esa voz, apartándose de él con un sobresalto para darse vuelta hacia su madrastra.
- Dime , Ly… - Clarissa fue agarrada por Lydia y arrastrada por el brazo, sin la menor ceremonia.

- Bien, debo admitir que saliste de la situación mucho mejor de lo que yo esperaba.
Quitando sus ojos de las espaldas de Clarissa y de su madrastra que se apartaban, Adrian se encontró con su primo una vez más a su lado.
- Te parece? - preguntó, distraído.
Reginald sonrió irónicamente y encogió los hombros .
- Creo que si. Después de todo, ella no te pisó los pies, no te hizo caer, ni te prendió fuego la ropa. Yo diría que fue un buen comienzo.
- Lo es - replicó Adrian con una sonrisa enigmática. - Sólo fui perseguido por una v matrona que gesticulaba frenéticamente como una gallina batiendo sus alas.
Reginald se rió de la descripción de su primo y completó :
- La pobre lady Clarissa parece estar destinada a terminar cada día con una nueva humillación. Se convirtió en el tema de charla de la ciudad.
- No es Clarissa la causa del problema. Es la madrastra.
- Concuerdo con que la escena de hoy pueda haber sido responsabilidad de la madrastra. La muchacha estaba haciéndolo muy bien en tus brazos, pero no puedo culpa a Lydia por todos los "accidentes" que contribuyeron a la reputación de la calamitosa.
- Por qué no? - Adrian preguntó, levantando una ceja.
- Porque Lydia no estaba presente cuando Clarissa volcó el té en mi ... mis piernas y me quemó las… partes ...
- Pero eso no habría sucedido si ella estuviese usando sus anteojos, y la culpable de eso es la madrastra - lo interrumpió Adrian.
- Qué ?
- Clarissa no usa anteojos. No porque sea vanidosa, sino porque su madrastra se los sacó y se los rompió. Ella se niega a dejar que la muchacha use anteojos.
Reginald no logró disimular su asombro ante esa revelación.
- Por qué diablos alguien haría eso ?
- Lady Crambray aparentemente cree que los anteojos podrían ser un obstáculo para que la calamitosa encuentre un marido.
-Ah… entiendo. - Reginald se quedó pensativo, y Adrian no contuvo su curiosidad.
- Ella me comentó algo sobre un pasado comprometedor. Sabes de qué se trata?
- Qué ?- Reginald lo miró de manera penetrante y después desvió los ojos, demostrando una cierta incomodidad . - Sé algo… lo oír decir, claro ... de hecho , una desgracia. Y no fue culpa de ella. El hombre fue preso. Por lo que recuerdo, fue un escándalo en su época. Causó muchas habladurías.
- Qué causó la habladuría? - Cuando Reginald lo miró indeciso, Adrian insistió impacientemente. - Qué escándalo fue ese?

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