PROLOGO
Los gitanos saben de cosas que nadie más sabe... toda clase de cosas. Saben del poder de los días viernes y del número 7 y de los pedidos con luna nueva. Saben sobre la "visión" sobrenatural de caballos negros y sobre los extraños efectos que el color rojo tiene sobre las personas. Saben que "se un hombre muere calvo, se transforma en un pez" y que zapatos viejos dan mucha más suerte que los nuevos. La experiencia de larga data les enseñó que matar una araña es una invitación a la pobreza y la enfermedad. Saben sobre la suerte que la naturaleza guarda en determinados metales y maderas... y cómo liberarla con un toque o un golpecito.
A lo largo de siglos de vida errante, recopilaron los secretos profundos de la vida y de la buena estrella desde los rincones más distantes de la Tierra. Y bajo estrellas brillantes, en torno a las hogueras, los susurros y los ojos muy abiertos, transmitían esos valiosos secretos a sus hijos. Los ritos y la devoción por la luna, la lectura de los designios del destino en la palma humana... los sortilegios, el conocimiento transmitido por vía oral sobre los animales y las muchas prácticas para alejar la mala suerte y atraer la buena... Es una herencia muy extensa para pasar a las nuevas generaciones . Son necesarios muchos años al lado de hogueras humeantes y de atención concentrada para que un buen gitano aprenda todas las cosas que debe saber.
Y , al final, hay otra lección que todo buen gitano debe aprender por si solo. La suerte, ese bien tan valorizado en la cultura gitana, tiene sus límites. Se puede implorar por suerte o prestarla , forzarla y hasta estirarla, pero, al final, ella sólo llega hasta un cierto punto y no va más allá. Hay solamente una cosa en la vida que no tiene límites, y que todo gitano que se precie de tal debe saber. La única cosa sin límites es el amor.
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