jueves, 3 de junio de 2010

LOLLIE - CAPITULO 1 - JILL BARNETT

Capítul0 1


Isla de Luzon, Provincia de Cavite,

Julio de 1896

El machete acababa de errarle a su cabeza. Y Sam Forester necesitaba de su cabeza mercenaria, preferentemente todavía pegadaa su cuerpo . Se dio vuelta . Un guerrillero estaba parado a un metro de distanca con un cuchillo curvado levantado, en condiciones de atacar nuevamente. Sam le lanzó un puñetazos. Un crujido familiar resonó
en los nudillos de su muñeca. Absorbió el dolor de su mano y
Se quedó mirando al soldado. El hombre no se levantaría por un rato.
Sam levantó el machete y un momento más tarde lo usaba para abrirse camino en la densa selva. Donde el follaje lo permitía , él corría. Las hojas húmedas y puntuda rozaba su cara. Las cañas bambú quedaba aplastado debajo de sus pies. Levantó el machete y cortó las ramas de una vid para ver el cielo . Todo el tiempo podía escuchar a los otros persiguiéndolo.
Entró en un claro . Y siguió corriendo y corriendo, el pulso latiendo
en sus oídos , miró hacia arriba. Estaba todavía oscuro. Una red de vid bloqueado el sol de la tarde. Delante todo lo que veía era una pared verde e interminable
La niebla se elevaba de la tierra húmeda omo si el suelo se hubiera abierto para dejar emerger los mares de infierno. Un olor dulce, casi repugnante llegaba con a niebla haciendo el aire pesado.
El olor se hizo mas fuerte , las hojas alrededor de más gruesas y el follaje, mas denso . Las cortaba con el machete , avanzando, más rápido y más rápido queriendo escapar de esa prisión densa, retorcida y dulce . Era el jazmín de la selva. Las ramas colgantes de las enredaderas de los árboles atrapadas repentinamente parecían abrazarlo , determinadas a retardarlo , a retenerlo , o hacerlo tropezar. Pero no podía darse el lujo de tropezar
Su escape dependía de eso. Una caída y lo atraparían. Los guerrilleros estaban muy cerca. Aunque ahora no podía oírlos por los latidos de su corazón, todavía podía sentirlos. Estaban muy cerca, casi en sus talones.
Entonces los oyó justo detrás de él, atravesando la maleza. Ellos
Jadeaban . Maldecían. Oyó los golpes de sus machetes : las hojas largas, mortíferas, curvadas y afiladas
Gotas sudor rodaban por su cara bronceada, debajo del parche de cuero que había usado sobre el ojo durante ocho años, y sobre la sombra oscura de una barba de tres días.
Su vista se nubló con el aire húmedo ... o con su sudor; no estaba seguro cuál. Avanzó , tropezando puesto que no podía ver
nada excepto un borrón oscuro. Se secó con la manga rota el
ojo sano . Su corazón latía en sus oídos . Era una señal para seguir corriendo.
Un olor nuevo llenó el aire. Olor a peligro.

Una nueva correntada de sangre en las vena lo hizo correr mas rápido a través de la selva. El sabor metálico y amargo del peligro era tan palpable, tan verdadero, que le secaba la boca con la misma urgencia que la necesidad sexual. Repentinamente el barro se tragó sus pies. No podía moverse.

Carajo! Él forcejeó , determinado a no dejar que el barro y el agua lo detuviesen . Avanzaba lentamente y moviendo sus piernas con dificultad . El barro se hizo más profundo. Le llegaba a los muslos. Las pantorrillas le dolían. Caminaba con paso pesados pero paraba. Ahora el barro sólo le llegaba a los tobillos.
Unos metros mas adelante estaba libre del pantano , y todavía seguía adelante de los hombres que lo perseguían, y pronto ya había ganado terreno nuevamente.
Continuó corriendo . Era un juego al borde. Al borde de la muerte. Él estaba en su elemento . Él ponía a prueba el destino.
Desafía el azar . Jugaba un juegos de azar con su propia vida, porque la emoción era más intensa cuando el precio del fracaso era tan preciado como su vida.
Una sonrisa taimado iluminó su cara.
Sam Forester vivía para eso.



Binondo , Manila, 4:00 p.m.


La casa
impresionante por su mera altura. Hecha en roca blanca de coral, el edificio reflejaba la mezcla de culturas extranjera de la isla. Tenía dos portones de hierro, uno delantero y otro trasero . La casa del embajador LaRue.
Dentro de los muros de rocas no había ruidos, simplemente un patio
de ladrillos rojos. Ninguna brisa movía las hojas de los árboles que se erguían como centinelas orgullosos en ese patio silencioso.
Una aroma llenaba el ambiente del patio, el rico aroma de los trópicos.
Rompiendo el silencio, un golpeteo distante llegaba de una ventana abierta del segundo piso . El golpeteo era lento, pero pues alguna razón extraña era sonido de impaciencia. Se desvaneció por un momento, luego creció, y volvió a desvanecerse, luego se hizo mas fuerte, repitiendo el patrón varias veces hasta que se detuvo con la brusquedad de un disparo.
Eulalie Grace LaRue se sentó
pesadamente en una silla y apoyó su mentón sobre un puño apretado.
Miró severamente el reloj de pie marcando los minutos eternos. Eran las cuatro en unto. Ella cambió de puño. Le llevó dos segundos más. Suspiró - delicadamente - como cualquier sonido sureño, un suspiro ensayado hasta la perfección por años en el refinado Conservatorio para Señoritas de Madame Devereaux, Belvedere, Carolina del Sur.
Suspiro que llevó cuatro segundos .
Observó el reloj otra vez, preguntándose cómo tres horas podían parecer años.
Pero habían sido años, se recordó a sí misma, diecisiete largos años desde que su padre había dejado Hickory House , la casa de familia LaRue en Carolina del Sur, para su puesto en una embajada en algún lugar de Europa.
Su madre, descendiente de John Calhoun, había muerto en un parto cuando Eulalie tenía dos años, entonces su padre la había dejado al cuidado de sus cinco hermanos mayores y unos
pocos sirvientes de confianza. Todavía se acordaba cuando su padre había partido , unos días después para tomar su puesto en el extranjero. Ella le había preguntado a su hermano mayor, Jeffrey, a dónde quedaba un lugar llamado Andorra . Él le había tomado la mano y la había llevado por la escalera curva hacia las gigantes puertas de roble de un cuarto al que Eulalie había tenido prohibida la entrada - una de las muchas cosas que tenía prohibidas porque era mujer . En ese momento, en su mente de cinco años había apodado al estudio de su padre como "el cuarto prohibido," pero a lo largo de los años había habido tantos "lugares y cosas prohibidas" que ya se le habían acabado los apodos.
En ese día en particular cuando su hermano abrió las puertas, ella se había parado en el umbral retorciendo los cintas de terciopelo azul que sujetaban su cabello rubio. Él le había asegurado que estaba bien que ella entrase en ese cuarto siempre y cuando uno de sus cinco hermanos estuvieran allí . Todavía podía recordar
La sensación de temor y admiración con la cual había seguido a Jeffrey dentro de ese enorme cuarto oscuro, con paredes revestidas de madera .

El cuarto le había parecido opresivo y caluroso , había sentido un rubor subir a su cara mientras el estómago se le cerraba. Ella había tomado algunas respiraciones profundas y apenas se estaba adaptando al lugar cuando su hermano la condujo hacia un gran globo terráqueo colocado al costado de un enorme escritorio. Él hizo girar el globo y le mostró un pequeño lugar rosado en el mapa. Le había dicho que era allí donde estaba su padre.
Podía recordar contemplar ese punto rosado por largo tiempo. Luego había preguntado si su padre estaba bien y cuándo volvería a la casa. Jeffrey simplemente la había mirado por un largo rato, luego le había dicho que ella era una pequeña lady LaRue, con grandes ojos azules y un cabello rubio sedoso, muy parecida a su madre, y que las niñitas, especialmente las niñitas LaRues, no necesitaba preocuparse por ese tipo de cosas. En ese exacto momento, Eulalie había sentido un nudo en el estómago, y había vomitado en el escritorio.
Jeffrey nunca le había contestado su pregunta.


Y en los años subsiguientes , la pregunta había continuado siendo evadida. Incluso cuando una carta de su padre llegaba, Jeffrey siempre la conducía al estudio - primero asegurándose que ella se sintiese bien del estomago - para mostrarle los puntos de color en el globo: desde Andorra a España , de Hejaz a Persia y de allí a Siam y, más recientemente, una colonia española : las Islas Filipinas. En algún momento, alrededor de los quince años , Eulalie había dejado de preguntar cuándo su padre volvería a la casa, pero nunca lo había dejado de esperar.

Toda sus esperanzas y sus plegarias dieron su fruto tres meses atrás , cuando otra carta había llegado a Hickory House . Ella había estado discutiendo con su hermano Jedidiah sobre si
podría llevarse el carruaje para ir a un té especial sin la compañía
de su hermano - una pedido que ella sabía sería inútil pero que valía la pena en tanto la sacaba del aburrimiento de esa tarde - cuando Jeffrey había convocado a una reunión de la familia . Jedidiah inmediatamente había fruncido el ceño y había preguntado qué diablos ella había hecho ahora.

Ofendida por esa actitud, pero no menos ansiosa por oír lo que Jeffrey tenía para decir, ella había usado el entrenamiento de Madame Devereaux había empinado su nariz , había levantado el borde de sus faldas , y caminado al lado de su hermano

con toda la gracia de una dama por aproximadamente cinco metros ... Luego perdió la compostura de dama . Se había tropezado con el borde de una alfombra Aubusson y se había agarrado al mueble mas cercano para levantarse - la mesita de fumar . Ambos - la mesita y ella - se habían caído estrepitosamente , junto todos los cigarros importados de sus hermanos y un antiquísimo brandy francés.

Eulalie se mordió una uña y consideró seriamente ese recuerdo . Le había llevado tres días convencer a sus hermanos, especialmente a Jed, de que ella podía viajar a Filipinas como pedía la última carta de su padre. Todavía podía recordar la alegría que había sentido cuando Jeffrey había leído la carta. Su padre quería que ella lo encontrase en Filipinas tan pronto como fuese posible.

Sus cinco hermanos habían comenzado a discutir sobre eso . Jeffrey decía que ella todavía era demasiado joven, pero , él siempre había pensado lo mismo sobre ella alo largo de los quince años de vida de Lollie . Harlan argumentaba que ella era demasiado frágil, Leland aseguraba que ella era demasiado ingenua, y Harrison decía que ella era demasiado indefensa, pero Jeffrey siguió leyendo,
Y todos esos miedos tuvieron que ser dejados de lado , porque su padre había arreglado para que ella viajase con una familia, los Philpotts. Ellos eran metodistas y viajaban con el objetivo hacia de convertir y salvar a los paganos de la isla Mindanao de Filipinas.

Eulalie había estado tan excitada. Pero esa excitación murió en el minuto en que Jed abrió la boca. Aunque era ocho años mayor que ella , él era el más expresivo de sus hermanos.
Él había afirmado que a donde quiera que ella fuese, un accidente ocurriría. Inmediatamente los cinco varones habían mirado hacia el lugar vacío donde tendría que estar la mesita de fumar . Luego todos la habían mirado a ella.
Lollie había afirmado que él nunca le había perdonado que se hubiese caído en un viejo pozo seco cuando tenía tres y porque él era el mas delgado de los hermanos y había tenido que bajar
para salvarla. Ella le había dicho que no era justo culparla de algo que había ocurrido cuando sólo tenía tres años .
Habían discutido por tres días seguidos, especialmente Eulalie y Jed. El seguía oponiéndose al viaje , llegando a comparar a Lollie con abrir la de caja de Pandora. Le había enumerado la infinidad de accidentes que podrían ocurrir y la hacía sonar como si ella fuese una plaga.
Ella había argumentado que no era una persona que atraía la mala suerte, tal como él había afirmado. Todos en la casa sabían eso . La única respuesta de su hermano había sido que él tenía las cicatrices para probar lo contrario . Entonces para el sábado a al noche ella era un mar de lágrimas. Había llorado toda la noche.

Pero Dios debía haber estado de su lado porque fue el sermón del día domingo lo que liberó a Eulalie de la negativa de Jed. El pastor Tutwhyler había escogido esa exacta mañana para hablar de como las supersticiones eran cosas del diablo , y que un verdadero cristiano nunca sucumbiría a ese tipo de ideas. Ella había tenido ganas de levantarse del banco de la iglesia y correr a besar a ese hombre en ese momento . Inesperadamente el sermón del pastor Tutwhyler había resuelto su problema.


Y ahora, tres meses más tarde, aquí estaba ella, sentada en un dormitorio de la casa de su padre en Manila, esperando lo que había deseado todos esos años. Había llegado un día antes de lo esperado y su padre estaba en la provincia de Quezon , y supuestamente regresaba ese mediodía .
Un golpe sonó en la puerta y Eulalie levantó la vista . Josefina, el ama de llaves de su padre , entró con papel en la mano. " Lo siento, señorita , pero su padre está demorado ".

El estómago de Lollie cayó, y el aire del cuarto repentinamente le pareció opresivo. Quería llorar, pero no lo hizo. Ella sentó mas hundida en la silla, la decepción la hizo encorvar los hombros más de lo que Madame Devereaux le hubiese permitido . Lollie tomó
Una respiración profunda , le dio al reloj una última mirada, e hizo lo que había sido forzada a hacer durante tantos años. Esperar.

La selva se espesaba . El machete no podía cortar el follaje mas rápidamente . Los arbustos estaban encerrando a Sam . Se cayó al suelo y se metió debajo de unos helechos gigantes . Los lagartijas pasaron por al ado y por encima de Él. El cordón del de parche de su ojo se enganchó con una rama . Se detuvo para desengancharlo, rompiendo la ramita . Una savia pegajosa manó de la rama rota. Sam rodó , escapando al líquido. Era una planta leprosa cuya savia ácida carcomía la piel humana en pocos minutos.

Un suspiro de alivio y siguió arrastrándose. Las ramas y el follaje de la selva parecían una trampa interminable. El sonido de pasos todavía sonaba desde atrás de él. No habían alcanzado la zona de follaje mas denso todavía. Ese conocimiento lo impulsó a continuar gateando sobre la tierra húmeda .
Una serpiente vampiro reptaba entre las ramas sobre su cabeza. Sam se quedó inmóvil como una piedra.
Observó el reptil . Afortunadamente, los ojos de párpados gruesos de la serpiente estaban mirando hacia otro lado .
Desde de él, los ruidos cesaron . Lo mismo hizo el corazón de Sam. Los hombres habían alcanzado la zona mas densa de la selva. Su corazón volvió a latir otra vez, haciéndose más fuerte
Y más fuerte. Entre la serpiente y los soldados, Sam se sentía atrapado.

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