viernes, 4 de junio de 2010

LOLLIE - CAPITULO 3 - JILL BARNETT

CAPITULO 3



Sam no estaba muerto aún, pero se sentía como si estuviera en infierno. Estaba extenuado, empapado hasta los huesos , y los pulmones le ardían como si hubiese inspirado lava. Todavía corriendo, bajó la cabeza para eludir las ramas de un árbol bajo, saltó sobre un nudo de raíces expuestas, y siguió avanzando .
Daría un mes de sueldo como mercenario por sentir el ardor balsámico de un whisky bajando por Su garganta en lugar de ese ardor por el esfuerzo excesivo. Si lograba perder a los guerrilleros , correría directamente hacia la botella de whisky importado mas cercana . Casi podía Saborear el whisky ahora mismo. La imagen de la bebida lo estimuló.

El machete aporreaba cañas de bambú abriéndose un camino a lo largo del borde del río. Podía oírlos detrás de él. Habían ganado terreno . Se acercaban. Sus voces eran más claras. Podía discernir algunas palabras, en español y en Tagalog. Sam maldijo
entre dientes. No era tan joven ni tan veloz como solía ser.

Diez minutos más tarde llegaba a las afueras de Manila. Cinco minutos después Sam corría por un callejón. Los bastardos
todavía estaban persiguiéndolo . Corrió hacia el mercado, mirando hacia la izquierda, luego a la derecha. Oyó gritos y cambió de dirección. Los hombres se separaban . Lo atraparían. Se entremezcló en la multitud y avanzó eludiendo gente.
Él era alto, demasiado alto. Los soldados estaban a una corta distancia, señalándolo.
Tres de ellos se acercaron más. Sam cambió de dirección, saltó el eje de un carro y apartó con un empujón una pila de alfombras que cayó sobre un soldado. Uno estaba sepultado; otro se cayó. Se dio vuelta y le lanzó un puñetazo a otro, luego corrió otra vez, abriéndose paso entre la gente hasta que llegó al centro propiamente dicho del mercado.
Sam se lanzó debajo un carro y se quedó allí observando. Botas con barro negro de la selva pasaron por ahí mientras un soldado se abría paso a empellones . Pronto otro par de botas , y luego
Otro. Cuando Sam se aseguró que ellos habían rastrillado el área. lentamente comenzó a salir de abajo del carro. Desaparecería en la multitud . Muy determinado , sacó la mano de abajo del carro.

Un zapatito de mujer se subió sobre su mano. Sam reprimió
un grito de dolor . Su mano libre agarró el pie de la mujer, tomándola por el tobillo la hizo de salir de encima de la valiosa mano que usaba para beber whisky .
Sam gruñó con alivio. Ella chilló. Él le soltó el tobillo y se arrastró rápidamente debajo del carro. Los zapatos se tambalearon hacia atrás antes de ser arrastrados con la multitud . Él se examinó la mano. Había un hundimiento profundo entre el pulgar y
el dedo índice. Le dolía como la mierda.
Más botas pasaron corriendo detrás del carro, quitando su atención de la mano dolorida . Sam permaneció quieto por un rato . Minutos Pasaron sin novedad y lentamente se asomó por la parte trasera del carro. El lugar era seguro . Sólo filipinos nativos circulaban por allí.

Encorvándose, Sam se abrió paso entre la gente , agachando la cabeza cuando un soldado pasaba cerca.
Caminaba, volteando la cabeza la derecha para vigilar su costado vulnerable. Llegó hasta la tienda de pescados.
Girando , miró a la derecha, luego a la izquierda .
Un objeto puntudo rodeado por una mancha rosada capturó la atención de su ojo sano . Dios santo ! él pensó, enderezándose instintivamente, casi había perdido el ojo sano . La punta de un parasol rosado moviéndose alegremente entre la multitud .
Sam se había enderezado a su altura completa y fue un error garrafal.
Un soldado empujó a la gente, abalanzándose sobre él, blandiendo un cuchillo . Sam giró a la izquierda.
Divisó al vendedor de pescado con el balde de agua salada levantado. Sam se lo arrancó de las manos y lanzó el balde y el agua al soldado. Luego corrió, volcando dos canastas para asegurarse la huida. Encorvándose, rápidamente desapareció entre la multitud .

Eulalie podría haber jurado que alguien le había agarrado el tobillo. Ella había querido mirar al suelo , pero no había podido ver nada, pues había sido arrastrada por el gentío en movimiento.
Ese día había aprendido lo que significaba la palabra "atestado". No estaba acostumbrada a las multitudes, y aunque esa multitud la asustaba , también la excitaba.
El mercado era una experiencia nueva, muy distinta a la vida pacífica y protegida en Belvedere.

Cosas muy extrañas ocurrían aquí. Eso del pie y luego, simplemente unos pocos minutos más tarde, había estado intentando apartarse de la hedionda carreta de pescado y repentinamente hubo un griterío en idioma extranjero. Cuando ella había girado , todo lo que había visto era a un hombre con un balde de agua cubriendo su cabeza .
Como al episodio del pie , no le había prestado mucha atención y había seguido caminando para encontrarse con dos canastos volcados.

Sólo a unos metros estaba exactamente lo que buscaba. Un gran carro exhibía abanicos de colores vibrantes.
No podía decidir cuál sería el más apropiado para esa noche. Había un lindo abanico de seda verde con unas aves pintadas a mano. Otro combinando diversos colores pasteles. Y uno azul claro con una escena de barcos . Tomó los dos abanicos en sus manos enguantadas e intentó elegir. Luego la vendedora, una mujer vieja de ojos brillantes y sonrisa maliciosa, le dio el abanico perfecto.
Era de color púrpura con un diseño de flores rosadas que era del exacto color del parasol - el rosado Calhoun. Dejó los otros abanicos y cerró el parasol . Luego comparó los colores. Era una combinación perfecta. Para liberar sus manos, clavó la punta del parasol en el suelo , pero no se quedaba derecho , entonces lo clavó en un montículo tierra mas blanda cerca del carro.
Y sucedió una cosa muy extraña. Podría haber jurado que había oído un gemido amortiguado.
Eulalie levantó la vista . No podía haber sido la la vendedora. La voz había sido de un hombre. Miró detrás de ella, pero no vio a nadie.

Desentendiéndose del asunto como un ruido mas del mercado o el producto de su imaginación , Eulalie sacó una cierta cantidad
de monedas de su bolso, le pagó a la mujer, agarró su parasol cerrado, y, con el abanico en loa mano, siguió deambulando por el mercado, creyendo que podría encontrar algunas chucherías más antes que tuviese que volver a la casa.

La pierna de Sam dolió como la mierda. La soltó, quitó el pañuelo grande atado a su cuello húmedo, y envolvió la pantorrilla dolorida. No podía creer que ese maldito parasol le había atravesado la pierna. Se había movido arrastrándose de carro en carro. Había colocado la pierna muy cerca del borde de uno de esos carros y la siguiente cosa que supo, fue que un dolor punzante le atravesó la pantorrilla.

Había tratado de no gritar. En lugar de eso, sólo había dejado escapar un suspiro lastimero .
Terminó de atar el nudo del pañuelo , esperando que la presión del vendaje moderase el dolor en su pierna. Se dio vuelta y miró furiosamente hacia el lugar donde la asesina del paraguas
Había perpetrado su crimen , pero ella ya se había marchado . Un día de mierda, él pensó, dudando de lo que habría
Hecho con ella pero sabiendo muy bien lo que le habría gustado hacerle. Pero nunca había cometido homicidio. No el homicidio de
una mujer ... todavía.

Sam continuó moviéndose de carro en carro, deteniéndose cuando se cruzaba con botas de soldados .
Eran unos tipos muy tercos, tenía que reconocerles eso. Aguinaldo debía querer desesperadamente esas armas .

Los carros formaban una T a unos diez metros de distancia. Si los cálculos no le fallaban, debía estar acercándose a la esquina del noreste del mercado, la cual estaba cerca de un laberinto de callejones de muros de adobe en los cuales podía tener una buena posibilidad de escapar.
Los hombres de Aguinaldo no podrían encontrarlo allí; de eso Sam estaba seguro. Si pudiese alcanzar esos callejones, sería libre de volver a su casa.
Se arrastró por el suelo unos metros más. La pierna le latía de dolor y se detuvo. Sólo un poco más , pensó. Simplemente unos metros más . Tomó una respiración profunda y avanzó lentamente hasta que estuvo a apenas cinco metros de donde los vagones terminaban .

Y entonces vio los zapatos blancos que le habían triturado la mano.
El parasol rosado con la punta asesina colgaba al costado de la falda llena de pliegues de la mujer . Sam se dio vuelta, con la intención de seguir avanzando . Un abanico cayó al suelo, justo al lado de su cabeza. Él levantó la vista . La cabeza rubia de una mujer
Lo estaba mirando con horror, la mano de ella tocando el abanico que se había caído.
" Oh , Mi Dios !" Su cabeza subió velozmente , desapareciendo de vista.
Mierda. Hubo una pausa eterna, y Sam esperó su chillido , sabiendo que tenía que desaparecer rápidamente .
El chillido nunca se escuchó.
La loca se agachó otra vez, su cabello rubio whisky colgando hasta el suelo mientras ella lo miraba fijamente. Sólo que esta vez ella sujetaba el maldito paraguas como una espada, y la punta estaba dirigida a él.
" Sos una especie de pirata"? Ella preguntó con el acento sureña más marcado que él jamas hubiese oído.
Esa mujer iba a lograr que lo maten. Lentamente avanzó más cerca de ella.
" Bien, contéstame . Lo sos ?" Ella repitió, obviamente un poco irritada, apuntando con el parasol asesino para acentuar cada palabra.
Sam colocó un dedo sobre sus labios, indicándole que debía guardar silencio. Ella pareció pensativa y no pareció notar que él había movido sus piernas, listas para salir corriendo en cualquier instante.
" Vos me agarraste el pie?" Su expresión cargada de sospecha, y luego sacudió el parasol delante de él como si estuviese a punto de darle un sermón , algo que Sam no se quedaría a escuchar .
"Lo hiciste , no ?"
Y Sam lo hizo. Le agarró el parasol con una mano y con el
otro brazo le enlazó la cintura, arrastrándola debajo del carro con él.
Ella gritó. La boca de Sam cubrió la suya para silenciarla, y él rodó más lejos del borde del carro, inmovilizándola con su cuerpo sobre el de ella . La mujer continuó gritando contra su boca. Sam
Soltó el parasol y reemplazó su boca con una mano fuerte . Ella movió su mano intentando agarrar el parasol cerrado, pero él lo sacó de debajo de ella y lo cruzó sobre su garganta.
" Cállete!" Él ordenó.
Ella lo hizo. Sus ojos se abrieron como platos. Sam desvió la mirada y vio dos pares de botas pasando por al lado del carro. La tensión lo invadió , y cada músculo de su cuerpo se puso rígido . Sin darse cuenta, presionó con más fuerza su cuerpo . El pie pequeño le rozaba la herida de la pierna. Él la miró severamente . Ella se quedó inmóvil mientras sus ojos miraban lo que sucedía fuera del carro.
Sam siguió su mirada fija hacia donde las botas de los soldados estaban paradas justo al lado del carro.


Los hombres hablaban, y escuchó, intentando enterarse de sus planes. Ella murmuró algo contra su mano, y él le presionó la boca con más dureza.
"Ni un sonido," él la amenazó con un susurro mortífero, "y no te mataré. "
Su mirada volvió al suelo. Entonces lo vio. El abanico yacía justo allí , al lado del pie de un soldado. Si el hombre se inclinase para recogerlo, los vería.
Sam volvió a mirar a la mujer , esperando. Ella observaba el parche en el ojo. Sam quería reírse.
Una cosa interesante sobre perder un ojo era que las mujeres siempre reaccionaban al parche, algunas con repulsión, otras con curiosidad, lo cual era lo que veía en esa rubia -
Curiosidad y temor. No le importaba. Si tuviese miedo, mantendría
la boca cerrada, y eso era todo lo que importaba en ese momento.

Las guerrilleros continuaron hablando. Él escuchó. Sabían que él estaba aquí , en alguna parte, ocultándose .
Entonces pensaron en dividirse y rastrillar todo el mercado , yendo de carro en carro y mirando debajo de los vehículos. Tenía que marcharse . Ahora. Miró detrás de él hacia la hilera de carros, luego a la esquina mas adelante. No había carros, sólo un espacio abierto repleto de personas. Más allá , a la izquierda había una gran iglesia de adobe ; a la derecha aguantó un serie de almacenes de ladrillo. Entre ellos estaba el laberinto callejones , su objetivo.
Respiró profundamente y sacó el machete, manteniéndole apenas a dos centímetros por encima de la cara de la mujer.
Su respiración se detuvo. Él podía sentir su terror. " Ni un
sonido o usaré esto. Comprendes ?"
Ella inclinó la cabeza, los ojos azules, muy anchos.
Sam quitó el parasol de su cuello y colocó el arma allí, susurrando, " Voy a quitar mi mano. Si emites un sonido, te cortaré la garganta ".
Lentamente sacó la mano de su boca. Al mismo tiempo apoyó la hoja del machete contra el cuello enrojecido. Ella no emitió ningún sonido. Él sonrió triunfalmente y continuó inmovilizándola con una mirada letal. Enganchó el parasol a su cinturón, una medida preventiva. No quería que ella intentase usarlo como arma.
" Muy lentamente vamos a levantarnos y a salir de aquí.
Entendiste? "
Ella observó la abertura entre unos canastos y
luego volvió sus ojos asustados a la cara masculina.
Ella tragó en seco , luego asintió con la cabeza.
Lentamente Sam levantó su cuerpo fuera del de ella.
"Ponte boca abajo!"
Sus hombros se sacudieron con fuerza de su orden.
" Boca abajo!" Él ordenó otra vez, apretando el machete para intimidarla .
Ella se puso boca abajo.
Él mantuvo el arma detrás de su cuello ."Ponte de rodillas".
Ella no se movió.
" Dije de ... rodillas. Ahora !"
"El cuchillo" ella susurró, indicando la razón por la que no podía moverse.

En un movimiento rápido su brazo se colocó debajo sus costillas, y él la levantó con fuerza contra su pecho, reposicionando el cuchillo contra la garganta.
Por un momento largo y caluroso él la sujetó de ese modo. Podía oler el perfume en su nuca - gardenias. La respiración se volvió agitada . Él la miró . Su piel estaba pálida; estaba demasiado asustada como para estar enrojecida. Ella no se sobresaltó con su mirada . Solamente se quedó mirándolo. Fue entonces que Sam notó sus ojos. Un azul del color del hielo alpino. . Su mirada deambuló hacia su mentón pequeño , su cuello blanco, y las delgadas venas azules . Observó el pulso palpitando rápidamente en su cuello.
Dos pares de botas de soldados sonaron alejándose . Sam dirigió su mirada afuera, y después de un momento que inclinó la cabeza señalando la abertura. "Muévete".
Atravesaron lentamente la abertura. Sam conservaba un brazo alrededor de ella, y con la otra mano sujetaba el cuchillo amenazándola . La luz del día lo cegó momentáneamente . La apretó contra de él para asegurarse que no pudiese huir . Sam miró a su alrededor, viendo sólo gente .
" Ahora!" Él le dijo, alzándola y empezando a correr hacia e
el callejón.
Repentinamente la mujer era como un lastre de pesada y dejó parada en el suelo .
" Huye!" Él pidió , observando, aturdido, como ella clavaba los malditos taquitos de sus zapatos en el suelo y simplemente
se quedaba para allí, negando con la cabeza. Sus ojos tenían el aspecto nebuloso del miedo puro. Sam había visto esa mirada antes, en hombres que estaban muriéndose.
La alzó y la arrastró unos metros más antes que ella se desprendiese de su brazo, haciéndolos detenerse en seco.
Sam tuvo que mover velozmente el machete para no cortarle la maldita garganta . Y entonces , el caos . En ese mismo instante dos guerrilleros se abalanzaron sobre él, uno cada costado . Sam se defendió como un poseído , lanzando puñetazos y cabezazos y pateando .
Un brazo enlazó su cuello, sacudiéndolo desde atrás mientras le
Apretaba la tráquea. Extendió un brazo hacia detrás y agarró la cabeza del hombre. Le lanzó un cabezazo que le partió la frente a su adversario. Sam sacudió su cabeza para recuperarse y levantó los puños listo para continuar la batalla. El soldado se tambaleó y regresó. Sam le dio un puñetazo letal.
Sam se limpiaba la sangre del labio con la manga , mientras se daba vuelta . Cinco soldados mas se acercaban por detrás de la mujer. Ella, por su parte, parecía estar a punto de vomitar.
A la mierda con todos , Sam pensó, y corrió hacia el callejón. Esquivando gente logró dar la vuelta a la esquina, sabiendo que finalmente estaba a salvo.
Y entonces se oyó el grito - el mundo debió haber oído el grito de esa mujer.
El sentido común le dijo que corriese más rápido. Lejos, lejos, muy lejos de ella . Pero su conciencia lo detuvo en seco . La pantorrilla latía, la mano le dolía, y ambos dolores deberían haberle
Servido de advertencia.
Ella era problema.

El problema fue que ella gritó otra vez, lo suficientemente fuerte como para derrumbar una pared . Sam hizo una mueca. No podía dejarla . Ella podía ser problema, pero ella también estaba en problemas porque había sido vista con él.
Sam volvió moviéndose entre las sombras y espió . Dos soldados la sujetaron mientras otro colocó un arma mortífera contra su pecho. Ella ya no tenía color en su cara.
Ella estaba en problemas, y aunque él la había amenazado , no habría usado el machete para lastimarla.
Pero esos hombres lo harían.

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