domingo, 6 de junio de 2010

LOLLIE - CAPITULO 5 - JILL BARNETT

CAPITULO 5


Eulalie tenía veintisiete moretones. Contó cada uno mientras tomaba un baño. En el brazo tenía las marcas de los dedos de ese hombre; la muñeca y el hombro le dolían por haber sido jalada por todo Manila. Se hundió más profundamente en el agua tibia y jabonosa, esperando que eso la sedaría. En vez de eso, las costillas crujieron . Se había olvidado de ellas. Un poco antes había estado completamente segura que cada ballena del corsé le había atravesado la caja torácica.
Josefina había dicho que el baño la ayudaría, y lo hacía. Pero no podía evitar recordar la cara del ama de llaves cuando el yanqui la cargó hasta la casa. La había cargado como un saco de forraje
Por los portones de hierro forjado de la entrada , a través del patio embaldosado, y luego por los escalones de entrada . En vez de tocar la puerta como la mayoría de los seres humanos, había pateado en la puerta hasta que la pobre y estupefacta
Josefina la abrió .

" Ya estás en tu casa," él le había dicho y le había palmeado el trasero. "Sana y salva".
Luego la depositó delante de una Josefina azorada. " Y yo me saqué la carga de encima," Él agregó groseramente . Se dio vueltas y estaba fuera de la entrada antes que Eulalie pudiera
Volver a ver correctamente.
La menuda ama de llaves había dicho había más y más tipos como ese viviendo en Manila desde que los españoles habían relajado las leyes comerciales. Se dijo que no debería haber dejado que
Eulalie saliese sola, lo que la irritó . Eso era como volver a estar en su casa con sus hermanos. Ahora Josefina probablemente comenzaría a vigilarla.

Eulalie se levantó de la tina de latón, se secó, y se puso el vestido rosado . Luego se cepilló el cabello , dejándolo suelto para que se secase. Josefina le había traído un plato con rodajas de mango , pan, y queso para entretener el estomago hasta la cena. La comida debía ser demorada hasta el regreso de su padre.

Tomando la bandeja, Eulalie se sentó en una silla y colocó la bandeja sobre su regazo. El silencio la molestó . Estaba tan silencioso ese lugar . No escuchaba sonidos de la calle porque la casa estaba en la parte trasera de la propiedad. Su nerviosismo creció.
Con cinco hermanos mayores siempre había ruido en su casa. Hickory House no era un lugar silencioso . Golpeteó el pie contra el piso para darle al cuarto un poco de vida.
Con cuchillo y tenedor, cortó la fruta y delicadamente colocó un pedazo dentro de su boca. Muy lentamente y meticulosamente lo masticó, asegurándose que sus labios nunca se abriesen . Tragó, luego miró el cuarto vacío.
En su casa siempre mantenía una conversación educada durante la cena con sus hermanos. Era un buen truco para una dama poder hablar entre bocado y bocado para asegurarse que no comería en exceso . Pero no había nadie con quien hablar. Tomó otro bocado, masticó y tragó nuevamente. La comida cayó en su estómago tenso como una bala de cañón. Colocó la bandeja a un lado y caminó por el cuarto, preguntándose cómo sería su padre .


Finalmente sintiéndose aburrida, bajó la escalera hacia su estudio. Se detuvo fuera de las puertas, un poco nerviosa, un poco excitada, un poco asustada. Tomó una profunda respiración y entró , cerrando la puerta detrás si . Con la mano todavía sobre
la perilla de la puerta estudió el cuarto. Estaba oscuro, la única
luz que habías se filtraba a través de los postigos de las ventanas delante de ella. Como sus ojos se adaptaron a la semi oscuridad pudo ver lo suficiente como para cruzar el cuarto y abrir los postigos de madera . La luz inundó el cuarto, y ella
se dio vuelta , esperando ese lugar la ayudase a comprender profundamente a su padre.




Pero ese cuarto no era muy distinto del estudio en Hickory House . Paneles de madera, estante para libros en dos paredes, sillas de cuero , un gran escritorio y una extensa alfombra . Todo los típicos objetos masculinos estaban allí . Nada personal . Nada que le dijese, "Yo soy tu papá".
Nada que la ayudase. De hecho, mientras miraba a su alrededor, toda la excitación y anticipación que había sentido por semanas repentinamente se desvanecieron como los colores desteñidos
De la alfombra.
Caminó hacia el escritorio, apoyó su cadera en una esquina, y miró
el globo terráqueo . Mientras crecía, Eulalie había empezado a buscar los nombre de los países en la enciclopedia Collie , le resultaba difícil imaginarse a su padre viviendo en los paisajes floridas descritos en la enciclopedia. Pero la imagen que tenía de su padre no tenía colores vívidos; era una pequeña figurita de color sepia que ella había colocado cerca de su cama en su casa. Eulalie tenía vagos e inconexos recuerdos de él, y los diecisiete años de separación habían desvanecido esos recuerdos .

A veces, estando a solas en su cuartos en Hickory House , se había imaginado cómo habría sido su vida si su papá hubiese estado allí y si su mamá no hubiese muerto. Sabía que habría sido diferente, y no estaba segura si sus fantasías se originaban en un anhelo profundo por algo que nunca había tenido o por e; aburrimiento que sentía.
Sus hermanos la amaban en su manera; sabía eso, y que se interesaban en ella. Tomaban muy serio su deber de criarla y protegerla , tan en serio que había veces en las que se sentía sofocada y encerrada . Cuando era niña había soñado con la mano suave de una madre y sus palabras cariñosas. Alguien que oliese a las gardenias y que la apretase contra su pecho para calmar los miedos infantiles.
Como una adolescente insegura a punto de convertirse en señorita , ansiaba la sabiduría y la experiencia de una madre . Alguien a quien pudiese imitar. Alguien que supiese cómo se sentía cuando sus hermanos la rotulaban . Ellos parecían no entender cuanto dolía ser considerada demasiado joven, demasiado frágil, y demasiado ingenua.
Y le dolía y la dejaba impotente ser considerada una persona que traía mala suerte .
Pero más recientemente, siendo una jovencita, había soñado con tener una madre que la escuchase . Alguien que realmente la escuchase, quien saliese a defenderla de los prejuicios de sus hermanos. Alguien que le hablase sobre el amor , los hombres y el matrimonio, y alguien a quienes ella le pudiese contar sus secretos más íntimos y las inseguridades que escondía. Puesto que aunque intentaba oponerse a eso, aunque trataba mostrar lo opuesto , verdaderamente sabía que tenía miedo a estar sola . Las cosas graves parecían ocurrirle cuando estaba sola, como le había pasado ese día.
Su propósito había sido salir para despejarse y comprar un abanico. En vez de eso , había vuelto sin el abanico , había perdido el parasol, había roto un zapato, sin mencionar casi le habían cortado la garganta y que había sido secuestrada. No era muy capaz, y en lo más profundo de su ser le preocupaba ser una inepta, y que a las personas les resultase difícil encontrar algo en ella para amar.
Se preguntó, como siempre, si no habría sido diferente si hubiera tenido por lo menos un verdadero padre. Su madre había muerto, entonces no podía estar allí, pero Eulalie intentaba desesperadamente ser la imagen exacta de lo su madre había sido, una dama. Y no era muy buena en ese empeño .
Pero su padre no había muerto. Su padre había escogido no estar presente en su crianza , y aunque ella había intentado ser como su madre, con la secreta esperanza de que eso podría traerlo de vuelta a la casa, él nunca había vuelto.
Le había escrito desde lugares muy lejanos, tal como le había escrito a sus hermanos. Pero no era lo mismo. Su padre había estado presente mientras sus hermanos crecían. Pero no había estado allí para ella. Y toda su vida Eulalie se había preguntado por qué.
Recorrió con la mirada el estudio de su padre. No encontró ninguna respuestas allí, cerró los postigos y cruzó el cuarto. Luego le dio una última mirada al estudio, con los hombro caídos y un sentimiento de vacío en su pecho, y salió del cuarto, más sola y más vulnerable que nunca.

La nota había llegado dos horas atrás. Él volvía a casa. Eulalie caminó el mismo trecho del piso de sy cuarto por lo debía ser la centésima vez.
Se detuvo y alisó las arrugas imaginarias en su vestido. Aunque era el mismo vestido rosa que había usado desde más temprano, Josefina había planchado el vestido. Era rosa - rosa Calhoun- el color que su madre usaba en el enorme retrato colgado sobre la chimenea de la sala de estar.

Eulalie había estudiado el vestido de esa pintura; conocía cada línea de su caída, cada tono de la seda tornasolada, cada pequeño pedazo de encaje blanco . También había copiado los pequeños aros de perla que colgaban de sus orejas . Zapatos franceses con tacón Luis XV y perlas cosidas al forro del zapato.
Recogió sus faldas y las levantó para mirar nuevamente los zapatos. Movió los dedos dentro de los zapatos y observó como se reflejaba
la luz de la lámpara. Las perlas brillaron como estrellas.
Un fuerte estrépito sonó en el patio. Soltó las faldas en un y
corrió a la ventana, pero apenas pudo ver una cosa
a través de las tablillas de madera . Intentó abrir los postigos,
pero se trabaron. Todo lo que ella podía ver a través de las hendijas estrechas era el centro del patio. Entre la oscuridad de las noche y las pequeñas hendijas no podía distinguir nada.
Su corazón latió pesadamente en su pecho, y corrió al espejo ovalado. Estudió su imagen, buscando imperfecciones.
Tenía que verse perfecta. La primera impresión era la mas importante.
Pero algo estaba mal. Miró severamente su reflejo , intentando notar qué faltaba. El camafeo, se había olvidado del camafeo de su madre. Un ruido más , palabras rápidas y mas barullo viniendo desde abajo, Eulalie revisó la cajita con joyas hasta que encontró el camafeo. Velozmente lo sacó de la cinta azul de seda y
le puso una cinta blanca de terciopelo. Sujetándolo sobre su cuello observó su imagen nuevamente. Ahora todo estaba perfecto. Inclinó la cabeza hacia adelante para poder atar la cinta Luego contempló su reflejo.
La cara de piel oscura de un soldado apareció sobre su hombro izquierdo. Eulalie abrió la boca a gritar, pero él colocó el frío barril de un arma en el costado de su cabeza.
Y Eulalie LaRue, de los LaRues de Belvedere, dueños de la propiedad Hickory House y de las industrias Calhoun, y las granjas Beechtree, hizo la cosa más femenina que ella jamás había hecho.
Se desmayó.

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