lunes, 30 de agosto de 2010

LA NOVICIA REBELDE - CAPITULO 1 - DEBORAH JOHNS

CAPITULO 1


Montsegur, 1331



Aimery, conde de Segni, estaba presente al lado del inquisidor el día en que la hechicera apareció en medio de ellos. Naturalmente, nadie había imaginado para ese entonces que Claire de Foix fuese una bruja. Un detalle que llegarían a descubrir después.
Eran más de las seis de la mañana y las llamas altas de las hogueras , que habían les dado la bienvenida como el nuevo lord de Montsegur la noche anterior, todavía crepitaban, cuando la joven entró en el patio. Aimery podía oír las risas de los campesinos esparcidos por todos los rincones . Felices porque la llegada del Lord del castillo les había proporcionado un feriado, no escondían su contentamiento. También la presencia del inquisidor les despertaba interés . Sin duda pronto habría un juicio, con más feriados y más festejos. Todos creían que un hereje confirmado William Belibaste acabaría condenado a arder en las llamas, lo que les aseguraría tres días de parate en el trabajo en el campo.
Sin embargo Aimery no prestaba la menor atención al bullicio que lo rodeaba. Tampoco a los sus caballeros y soldados fieles, que lo habían acompañado desde Italia. Sólo veía a la mujer que caminaba en su dirección, tan altiva y serena en su simplicidad que nada parecía afectarla, ni siquiera la nobleza allí reunida.
Intrigante.
— Quién es esa muchacha? — Aimery preguntó a su cuñado, Huguet de Montfort.
Montfort había estado conversando con un sacerdote vestido de negro, pero se dio vuelta para atenderlo.
— Es la nueva escriba, enviada por la superiora del convento de Santa Magdalena, para registrar las actas del juicio.
— Nos mandaron una mujer? — indagó el conde, todavía con los ojos fijos en la figura delgada y delicada. Como el nuevo lord del castillo, no había razón para esconder su interés.
Huguet se encogió de hombros .
— Jacques Fournier, el inquisidor, está ansioso para adelantar el proceso. Como no hay monjes disponibles, se vio obligado a recorrer a las monjas, cuyo convento es reconocido como un reducto de mujeres instruidas. Pero, solamente pudieron enviarnos a esta novicia y el obispo inquisidor se vio forzado a aceptarla, o a proseguir sin un escriba.
— La presencia de un escriba es indispensable. El juicio debe ser justo y debe ser documentado de forma íntegra e imparcial. Mencionaste que esa muchacha es una novicia? Es demasiado bonita para se consagrada a la iglesia. Una belleza así sugiere una unión más carnal y terrena.
— Como si ustedes, los Segni, le diesen mucha importancia a la belleza — retrucó Huguet sonriendo.
Aimery devolvió la sonrisa. Grandes amigos desde cuando eran jóvenes escuderos, los dos poco tenían en común físicamente. Mientras Aimery de Segni era alto, rubio y de ojos azules, su cuñado era moreno, peludo y demasiado bajo para ser un caballero, como su famoso ancestro, Simon de Montfort, también lo había sido.
"Parece un gnomo", muchos susurraban a espaldas de Huguet en varias ocasiones. La primera vez que había oído ese insulto, Aimery no había vacilado en salir en defensa de su amigo con sus puños, aunque
admitiese que el conde de Montfort estaba lejos de ser bonito. Sin embargo , no se había sorprendido cuando su linda hermana, Minerve, a quien un primo del rey del Francia había deseado desposar, había elegido a Huguet como marido. Y no había sido por dinero, pues a pesar de poseer tierras, el conde de Montfort no era rico. Sin embargo , a pesar de faltarle belleza y fortuna, Huguet tenía cualidades más importantes, como rectitud de carácter y honradez. Le había cabido a Aimery hacer que su reticente y poderosa familia aceptase el casamiento, aunque creyese que Minerve habría acabado consiguiendo lo que quería con o sin su apoyo. Una vez determinada a casarse con el conde de Montfort, nada la habría movido de esa idea.
— La escriba es una novicia — Huguet repitió. — por lo tanto , una novia de la Iglesia.
— Novia no es lo mismo que esposa.
Aquella mujer lo fascinaba y simplemente no lograba dejar de mirarla. Vistiendo un sencillo hábito , con los ojos bajos, los cabellos completamente cubiertos por una toca , ella personificaba la obediencia y sumisión . Pero había algo, algo casi imperceptible,que desafiaba esa imagen. Algo indefinible que la mirada penetrante de Aimery había captado . Si, había algo inquietante.
Algo muy sutil que Jacques Fournier, el inquisidor sentado a su lado, no había notado .
El inmenso salón estaba repleto, caballeros y soldados tan ocupados con sus propios intereses que ni siquiera la habían notado. Muy nerviosa, pero entrenada para no demostrar ninguna emoción , la novicia se mantuvo cabizbaja, asegurándose de que la toca le cubría toda la cabeza. Ese día, ella era la única mujer allí presente, aunque muchas, en un pasado reciente, hubiesen sido llevadas a juicio delante del inquisidor, cuando estaba de visita em Montsegur. Se podía sentir todavía el olor a miedo de las pobres suspendido en el aire, sus figuras fantasmagóricas vagando en el limbo. Pero Claire no podía permitirse sentir nada. Sabía que necesitaba ser cuidadosa y aprender lo máximo posible. Los hombres del enemigo, entretenidos con sus juegos y bebidas, le ofrecían amplia oportunidad de analizarlos, de usar su poder para extraer información.
Exactamente como el padre Pedro le había enseñado .
"Como si esos idiotas pudiesen reconocer una verdadera hechicera", pensó desdeñosamente . Como si pudiesen percibir la proximidad de una de ellas .
Pero a pesar de ser unos imbéciles, Aimery de Segni y sus hombres seguían manteniendo a William Belibaste en la mazmorra. Era su deber sagrado liberarlo.
Determinada, la novicia levantó la vista y observó los alrededores. Para su sorpresa, el vasto salón estaba decorado con simplicidad. Las paredes altas no ostentaban ricos tapices, o vitrales parisienses. En vez de muebles rebuscados, sillas y mesas de líneas rectas y discretas.
De las vigas del techo, pendían estandartes rojo y marfil, los colores del conde de Segni, lord de Montsegur. Pero incluso ellos flotaban con la brisa sin alarde. El salón había resultado menos suntuoso de lo que había imaginado , con mucho menos símbolos de opulencia de lo que el padre Pedro había intentado hacerle creer.
Y los hombres... Ellos eran todo lo contrario a aquello contra lo cual el monje la había prevenido. En verdad , peores. Sin dificultad, reconocía caballeros, escuderos y pajes, con sus espadas y dagas brillantes colgadas en la cintura, hablando y riendo sin cesar. Los pocos inquisidores estaban vestidos con sobriedad y se comportaban igualmente, los rostros serios revelando la gravedad de la situación. Después de todo , no estaban allí para divertirse se como los otros. Tenían un asunto difícil que resolver, una cuestión de vida o muerte, de cielo o infierno. Claire los odiaba.
De repente, en medio de la multitud, una figura alta y delgada tosió levemente, como para llamar su atención. En el mismo instante Claire supo de quien se trataba y su corazón se fortaleció. El Padre Pedro había logrado penetrar esa fortaleza para ofrecerle apoyo espiritual. El había cumplido su promesa, no dejándola enfrentar los enemigos sola.
Uno de los inquisidores levantó la cabeza de súbito y miró a Claire, sus ojos estrechándose.
— Niña — él la llamó. — Ven acá. Aproximate .
Claire de Foix obedeció la orden, notando que algunos caballeros se apartaron para darle paso . Nadie parecía desear ser censurado por Jacques Fournier. El peligro flotaba en el aire, pero no tenía importancia porque toda su vida había convivido con el peligro. Eso no la afectaba.
— Eminencia — ella habló, haciendo una reverencia.
— Fue enviada por la superiora del convento de Santa Magdalena?
— Si, mi lord .
— Cuál es su nombre?
— Claire. — una breve pausa. — Claire de Foix.
Un murmullo recorrió el salón. Padre Pedro había elegido bien su apellido. Un apellido que encontraba cierta resonancia en esa región de Languedoc. Un apellido que emanaba historia.


— De Foix? — repitió el inquisidor. — Entonces , más que cualquier otra persona, sabe por que estamos aquí.
— Si, su Eminencia. — Atendiendo la orden do inquisidor, Claire dio un paso más adelante, aprovechando para observarlo discretamente. Jacques Fournier era alto y elegante, la túnica de corte simple confeccionada de la más pura seda. Sin embargo su timbre de voz sonaba áspero como el de un campesino, a pesar de sus modales corteses y de sus palabras educadas. Más tarde, sola en su cuarto, analizaría esa disparidad y , por supuesto, hablaría de ese contraste con el padre Pedro.
— Creía que el conde y la condesa de Foix estaban muertos, junto con sus descendientes — dijo el inquisidor. — Pensé que habían sido asesinados durante el asedio al castillo, en la Gran Cruzada contra los cátaros herejes.
— No todos los Foix eran herejes — retrucó Claire, bajando la vista con estudiada humildad. — Muchos de la familia se arrepintieron . Después de la Cruzada, abandonaron las falsas creencias, oyendo las enseñanzas de Bernardo de Clairveaux y de San Domingo , reconocieron sus errores y retomaron el verdadero camino. Mi padre estaba entre los que se arrepintieron . ?l era primo lejano del último conde, pero perdió el título de nobleza.
— Cuál es el nombre de su padre ? Por qué nunca escuché hablar de él?
— Porque mi padre era pobre, fruto de la rama más débil de una familia rica y poderosa. Hombres como mi padre rara vez dejan una marca. No son notados.
Esa respuesta, verdadera de hecho, pareció satisfacer al hombre que la interrogaba. El inquisidor asintió y le hizo una seña a Claire para que continuase el relato.
— El abuelo de mi padre se retrató con San Domingo de Guzmán , el fundador de su orden, Eminencia. Por propia voluntad , mi abuelo prometió que, durante cinco generaciones , las mujeres de su familia serían consagradas a la vida religiosa, entrando a el convento dominicano de Montsegur. Sería la manera de reparar los graves errores de nuestros ancestros.
— Es por este motivo que te mandaron a mí ? Por qué estás en un convento cercano?
Si, mi lord — Claire mintió suavemente. — Es por esta razón
que estoy aquí.
— No es verdad — rebatió Jacques Fournier, secamente . — Me fuiste enviada por tener amplio conocimiento del latín, no por cualquier otro motivo. Ahora, explicame : cómo puedes ser tan eficiente en el dominio de la lengua santa?
— También domino el griego y un poco del hebreo — afirmó Claire, que había ensayado bien el pequeño discurso. — Fui escogida desde la infancia para aprender las lenguas santas y ser útil a la misión del convento.
El inquisidor la miró fijamente, como si la estudiase del derecho y del revés . Muy poco se escapaba a esa mirada.
— Sabes quien soy yo ?
— Si, mi lord . Usted es Jacques Fournier, obispo de Pamiers — respondió .
— Y obispo de esta región también. Por lo menos hasta que otro sea designado.
Manteniéndose callada, Claire asintió con un gesto de cabeza.
— Sabes por qué estoy en Montsegur? — prosiguió el inquisidor, en un tono más afable.
— Para bendecir al nuevo conde de Segni, llegado recientemente del sur, en su toma de posesión del castillo.
Alguien dejó escapar una risa divertida y , por primera vez, Claire se dio cuenta de la presencia de un hombre alto al lado de Fournier.
— Es verdad y lo dices bien . — El obispo se inclinó ligeramente hacia adelante , disminuyendo la distancia entre los dos. — Pero dudo de que el convento dejaría que una novicia saliese de su confinamiento sólo para desempeñar el papel de escriba en una ceremonia sencilla como la bendición de un castillo. Tu abadesa no te contó la razón real de tu presencia aquí?
— Si, ella me contó . — Claire lo miró directamente. — Estoy aquí porque un hereje cátaro fue capturado. El juicio del infiel comenzará en breve y ustedes precisan a alguien para registrar las actas do juicio de forma correcta. Fue eso lo que la abadesa me dijo . Esa es la función para la cual fui convocada.
"Debes tragarte el orgullo y parecer un ángel. Debes ser humilde delante del inquisidor. Es la única manera de ayudar a los perfectos". Las palabras de padre Pedro hicieron eco en su mente, fortaleciéndola.
— Estoy aquí para prestarles mi ayuda.
— Entonces, di la verdad — exigió Jacques Fournier. — Dime exactamente, como aprendiste el latín . Explicame esta aberración que es la existencia de una mujer escriba.
Pedro la había preparado bien para esa pregunta. De la habilidad de Claire para sonar convincente dependía la salvación de Belibaste y, tal vez, de ños restantes miembros del culto.
Claire permaneció en silencio por algunos segundos, antes de iniciar el relato.
— La historia de mi consagración a la iglesia no es ningún secreto. Quedé huérfana cuando era niña. No sé nada sobre mis padres, excepto que eran gente simple , muertos durante un incendio en la aldea. Yo no tenía parientes capaces, o deseosos, de albergarme . Un padre, de paso, me encontró vagando al pie de la colina. Después de oír mi historia, me llevó consigo al convento de Santa Magdalena e imploró para que me aceptasen. Las monjas sabían que mi ancestro había prometido las mujeres de la familia a esa orden. Entonces me acogieron.
No recuerdas nada respecto a tu familia? Imágenes fugaces pasaron por la mente de Claire. Mamá y papá riendo, el fuego ardiendo en la chimenea. Aunque no tenía mas de dos años, reconocía sus rostros.
— No me acuerdo de nada — afirmó, esforzándose por controlar el temblor de la voz.
El recuerdo inesperada de sus padres había minado su equilibrio, carcomiendo su serenidad. De repente se dio cuenta de que un silencio mortal había recaído sobre el salón y todas las miradas convergían en su figura. Una sensación súbita de peligro inminente la dominó, pero Claire se obligó a conservar la calma aparente.
— Continua — ordenó el obispo, después de breve pausa.
— La abadesa me tomó afecto . Tal vez porque había quedado huérfana a muy temprana edad y fuese natural de la región de Foix. Ella consideró importante cuidar personalmente de mi educación para se asegurarse que ningún resquicio de herejía manchase mi vida, porque presumía ...
— Que comenzarías a ser criada en la fe herética?
Claire se obligó a encarar al inquisidor, a usar el poder que poseía, aunque supiese del peligro de intentar manipular a un hombre tan astuto.
— Nací en Foix, una región habitada por herejes, así como Montsegur también lo era años atrás. Mi abadesa prefirió no correr riesgos ante la posibilidad de que yo hubiese recibido, incluso en la más tierna infancia, enseñanzas falsas. Todo esto está documentado en los registros del convento, así como el hecho que yo no poseía ningún conocimiento de las creencias heréticas. No me acuerdo de nada de mi pasado. Algo normal, considerando que llegué al convento a los tres años de edad.
Una vez más imágenes de la mujer sonriente y del hombre feliz vinieron a mente.
— Pero, como los otros, a abadesa presumió que yo ...
— Vos , Claire de Foix, usaste muchas veces el verbo "presumir" al referirte a tu abadesa — la interrumpió Jacques Fournier, en un tono engañosamente tranquilo. — Si, te valiste de ese verbo repetidas veces. Pues ahora te pregunto, Claire de Foix: sos o no sos hereje?
- No soy hereje! — su voz sonó sorprendentemente fuerte, segura. E incluso ella, bien entrenada en el Arte de los Perfectos, no sabría decir de donde venía ese inesperado poder do control absoluto de las emociones.
El obispo la miró con redoblado interés.
— Supe que también sueles ser llamada de Magdalena.
La sangre de Claire se congeló en sus venas. Pero a pesar del miedo creciente, la joven se mantuvo serena.
— El monje que me encontró me llamó así y otros lo imitaron. — Siguiendo as orientaciones del padre Pedro, no se apartó mucho de la verdad, consciente del peligro que las mentiras representaban cuando enfrentaba un interlocutor con la inteligencia y la sagacidad de Jacques Fournier. — Se trataba de un sobrenombre . María Magdalena era la santa favorita del monje. El convento que me recibió también lleva ese nombre. Por lo tanto , acabó siendo natural que algunos me llamasen así.
— Tu abadesa te explicó por qué mandamos a buscarte , a vos, a una mujer? — o inquisidor la interrogó , después de una pausa. — Ella te explicó la verdadera importancia de este juicio y por qué no podemos postergarlo?
— Si . Los cátaros se tornaron activos nuevamente. Creencias heréticas probaron estar más vivas de lo que la Iglesia consideraba. Debo esforzarme por ser útil en la lucha contra los herejes. Estoy aquí para servirlo a usted y a la verdad.
- Muy bien . Y de qué manera prestarás tus servicios a mí y a la verdad ?
— Usando mis conocimientos de latín y desempeñando la función de escriba en el juicio de un hombre acusado de herejía.
— Cuál es el nombre de ese hombre, niña?
— William Belibaste — replicó ella, obedientemente.
— Tuvimos suerte por atrapar un pez gordo en nuestras redes. No hay duda sobre la culpa del acusado. Sin embargo le concederemos un juicio justo y le daremos amplia oportunidad de presentar su caso . William Belibaste es un cátaro, miembro del clero de la secta de los Perfectos. Esperamos que sea el último de ellos y que, con la gracia del Cielo , se arrepienta.
— ?l no se arrepentirá — Claire habló en voz baja , bajando la cabeza.
— Qué dijiste , niña? Sabes algo sobre esa gente y sus creencias? Hay resquicios de herejía en tu sangre, Claire de Foix?
— Todos en Montsegur saben sobre los cátaros. Todos conocen la historia de la guerra contra ellos. Monseñor ya se olvidó?
— Te aconsejo tener cuidado con las palabras. En verdad , niña, no me olvidé de esa época infeliz y sugiero que guardes esos recuerdos dentro de tu corazón. Que esos recuerdos te lleven a vos , y a todo el pueblo de Languedoc, a actuar con cautela.
Lentamente, Jacques Fournier paseó su mirada por el salón repleto, como se examinase cada uno de los rostros allí presentes.
— es una tristeza que nos veamos obligados a usar una mujer como escriba. Normalmente una mujer debería ser mantenida en su lugar. De hecho los cátaros permitieron que ellas fuesen sacerdotisas y eso contribuyó a la gravedad de su herejía. Pero este tribunal no tiene otra alternativa. La escriba vino ?por mi orden, el hermano Edmond, se enfermó repentinamente y su estado es tan crítico que ya recibió la extrema unción. No hay tiempo para esperar que un monje venga de París, o de Roma, para reemplazar al hermano Edmond,debido a la urgencia del juicio de William Belibaste, pues ya se escuchan rumores de planes para liberarlo. Somos fuertes, pero debemos tener cautela. En un pasado reciente, hace setenta años, santos inquisidores fueron asesinados mientras rezaban. Que semejante blasfemia, sucedida en Avignonet, jamás se repita. Esta niña continuará viviendo en el convento, como de costumbre, y vendrá al castillo para documentar el juicio. No existe la menor posibilidad de que la culpa de Belibaste no vaya a ser ampliamente probada. No queremos transformarlo en un mártir!
A las palabras del inquisidor le siguió un bullicio de aprobación.
— No tenemos tiempo para esperar la llegada de un escriba. El acusado debe ser juzgado antes que su gente intente liberarlo. Vos, niña, será traída del convento por la mañana y llevada de vuelta a la noche . Durante el día, te dedicarás a registrar el juicio. Todo el juicio deberá ser documentado con precisión. No queremos que el acusado sea sentenciado sin tener la culpa comprobada. La justicia prevalecerá por encima de todo.
Claire asintió.
— Pues bien . Sir Aimery, conde de Segni, designará un siervo para acompañarla al convento.
— Sir Aimery, conde de Segni, acompañará a la novicia personalmente — dijo una voz baja y profunda.
Sorprendida, Claire se dio vuelta hacia la fuente de ese sonido . Había estado tan preocupada con Jacques Fournier, que apenas había reparado en el hombre musculoso al lado del inquisidor.
Pero él la había notado.

No hay comentarios: