martes, 31 de agosto de 2010

LA NOVICIA REBELDE - CAPITULO 2 - DEBORAH JOHNS

CAPITULO 2



Era sabido que la perspectiva de un juicio público atraía curiosos a una aldea como moscas a un pote de miel. Entonces , el juicio de William Belibaste, sumado a la ceremonia de la toma de posesión del nuevo lord del castillo, había transformado las calles estrechas de Montsegur en un aglomerado de visitantes. Claire, Aimery, y la guardia de honor que los seguía, avanzaban lentamente, abriendo camino en medio de los campesinos, mercaderes y artistas circenses.



Con la mirada baja y las manos cruzadas, Claire caminaba en silencio, incapaz de mirar al noble a su lado. El Padre Pedro le había advertido , y ella siempre había seguido al pie de la letra sus consejos. Sabía qué esperar de hombres como Aimery de Segni. Aunque perteneciesen a la nobleza y se comportasen con la arrogancia típica, por detrás del aparente refinamiento, de las ropas llamativas, de las botas de cuero pintado y las palabras educadas , él, como todos los de su clase, podía ser tan grosero y desprovisto de sentimientos como cualquier aldeano. Hasta Peor. Después de todo , no había sido lo que había presenciado en el gran salón por la mañana? Mientras el destino de un campesino estaba siendo discutido allí, los caballeros del conde Aimery se habían reído y se había divertido como se estuviesen en una fiesta, ignorando incluso la presencia del Inquisidor.
Y le había parecido obvio que el nuevo lord de Montsegur no era mejor que sus comandados. Claire lo miró de soslayo. Si fuese sincera consigo misma, admitiría que Aimery de Segni no encajaba, por lo menos físicamente, en el patrón seguido por los aristócratas. Muy alto, musculoso, sus ropas nada tenían de extravagantes. Por el contrario, exhibían una sobria elegancia en el corte y en la combinación de colores. Las botas también acompañaban el estilo discreto de la túnica, oscuras y sin ornamentos innecesarios.
Sin embargo , tales cualidades exteriores no la engañaban , pues notaba
el efecto que ese gigante rubio tenía sobre las mujeres con las cuales cruzaban. Estaba muy claro cuanto su belleza viril atraía al sexo opuesto, independientemente de la edad.
Aunque la distancia entre el castillo y el convento no fuese significante , el conde había destacado dos escuderos y seis pajes para acompañarlos, un pequeño séquito contribuyendo al mayor congestionamiento de las calles. Más de una vez Claire, a disgusto, notó que su brazo rozaba el de sir Aimery, por exclusiva falta de espacio para moverse.
Eso no le agradaba nada. Además , toda la situación la irritaba. Viendo el estandarte de la casa de Segni flotar en el aire, un lobo sujetado por las garras doradas de una águila, ella cerró los labios, disgustada.
No encontraba ninguna dificultad para imaginar a Aimery de Segni como una enorme ave de rapiña y el placer con el que él envestiría contra inocentes e indefensos. Con qué placer intentaría destruir a William Belibaste! Pero los Perfectos lo impedirían. Ella lo impediría.
— La noticia sobre la fiesta en Montsegur se esparció rápidamente . — Esa era la segunda tentativa del lord de Segni para iniciar una conversación, considerando que las especulaciones sobre el clima no lo habían llevado a ningún lugar. — Muchos artesanos vinieron de lejos, además de las montañas de Haute Savoie. Noté varios tejedores vendiendo sus bellas telas de seda. Claro que cualquier celebración es sólo una excusa para que la gente baile y se divierta . Soy natural del sur de Italia, de una región conocida por la alegría de vivir de sus habitantes. Supongo que Languedoc es semejante a mi tierra; además de ser famosa por sus grandes amantes. Es lógico que esas características atraigan visitantes, no te parece?
— Se Trata de un asunto sobre el cual yo difícilmente pueda tener una opinión — retrucó Claire secamente — Considerando que he sido criada dentro de un convento.
Pero este tema te interesa más que el clima — Aimery comentó en un tono suave.
Por primera vez ella lo miró de frente. Imposible no impresionarse con la belleza de esos ojos, de un azul tan brillante, tan límpido, que amenazaba con hipnotizarla. Fascinada, le sonrió . El conde retribuyó la sonrisa.
— Criada dentro de un convento, o no, estoy seguir que escuchaste historias sobre los trovadores. — En un gesto gentil, él le sujetó levemente el codo, para guiarla a través de la multitud. — La cultura de los trovadores comenzó aquí, las baladas, las canciones de amor, las leyendas. Esta tierra todavía tiene las marcas de sus días de gloria.
Aunque permaneciese en silencio y caminase cabizbaja, nada pasaba desapercibido para Claire. Con casi veinte años en el Convento Santa Magdalena, frecuentemente había oído historias sobre el esplendor de Montsegur cuando todavía estaba bajo el dominio cátaro. Su vida,
hasta entonces , siempre había sido sosegada. Protegida por los muros del claustro, se había dedicado a los estudios, siguiendo rígidamente las orientaciones del padre Pedro. Incluso en su confinamiento , se había enterado de los trovadores, un aspecto importante de la historia de Languedoc, una parte da cultura que se había perdido en la época de las Cruzadas. Sin embargo , jamás había tenido la oportunidad de escuchar una sola de sus canciones de amor.
De repente, como atendiendo a su pedido mudo, un menestrel se puso a cantar:

Resplandeciente ella era, y caliente como un rayo de sol. Sus senos incitaban a todos los hombres a morderlos , dulces como fruta madura. Así es nuestra Lupa. Nuestra loba de Cabaret.

Los versos sensuales hicieron que Claire se ruborizase y una de las mujeres que acompañaba al menestrel, tocando un pequeño tamboril, le sonrió sugestivamente al conde de Segni. Como él no retribuyó esa sonrisa, la mujer levantó el ruedo de la falda y le mostró uno de los tobillos bien definidos, arrancando risas de ka multitud. Los escuderos del noble lanzaron algunas monedas a los músicos quienes , alborozados, retomaron el canto con redoblado entusiasmo.
El Padre Pedro le había enseñado que sólo el espíritu importaba. Pero los menestreles estaban celebrando la pasión carnal, hablando de besos, de senos, de ser tocada por un hombre. Todo era muy diferente de lo que había aprendido y esa gente parecía estar divirtiéndose genuinamente , sin ninguna malicia. Discutiría la cuestión con el padre Pedro, pues siempre conversaban sobre todo. Solamente él tenía el poder de sosegar su mente.
Caminar tan cerca del conde de Segni no la sosegaba para nada. Las calles estrechas y muy transitadas los forzaban a caminar tan cerca que ella podía aspirar el perfume masculino de Aimery. Por más que se esforzase e incluso si se prohibiese mirarlo, no podría mantenerse indiferente.
Bajo la sombra de la catedral, Claire notó una hilera de carpas, donde los comerciantes vendían sus productos. Entre ellas, se destacaba un mercader de la Provincia de Como, exponiendo pañuelos de seda. Un pañuelo verde, del color que se imaginaba sería el mar, le llamó la atención. La tela fina y sedosa le transmitía una serenidad tan grande en medio de toda aquel bullicio que, en un impulso, extendió la mano para acariciarla.


— Sería un regalo perfecto para mi lady — dijo el mercader, dirigiéndose al conde. — Es exactamente del color de los ojos de ella.
En el mismo instante Claire soltó el pañuelo. Aimery lo atrapó . Luego, con exagerada concentración, examinó la tela y la comparó con los ojos de la novicia.
— Si, es verdad. Es el mismo color.
— Los teñidores de Lombardía son maestros en su arte, los mejores que existen — continuó el mercader, anticipando una venta. — Famosos por los tonos de azules que obtienen y por los verdes inimitables.
— Es una pena que mi lady no se interese por estas cosas — explicó Aimery, devolviendo el pañuelo al mercader. — Ella es demasiado seria para darle importancia a superficialidades, de otro modo realmente cedería a la tentación de homenajearla.
Inmóvil, Claire bajó la mirada . En verdad , por un breve instante, había estado tentada de poseer ese pañuelo suave y brillante. Otra cuestión que precisaría discutir con padre Pedro.
Ansiosa por olvidar el pudor de desear algo mundano, ella cambió de tema, retomando a caminata.
— No te parece una asombrosa coincidencia que un lord de Segni venga a tomar posesión de la fortaleza de Montsegur? Nunca más los Segni estuvieron en poder aquí desde que estas tierras fueron confiscadas por orden del Papa Inocencio III. A propósito, no sos descendiente de él ?
— Si . Inocencio III es el papa que lo sucedió, son mis ancestros.
— Montsegur es un grande castillo, digno de ser el hogar de un nombre noble como Segni.
— Palabras amables — devolvió Aimery, con cierta irreverencia. — Aunque yo sea el primero en realmente tomar posesión de esas tierras. Montsegur no pasaba de ser un punto minúsculo en el mapa para mis ilustres ancestros.
— Pero ellos, en especial el Papa Inocencio III, estaban muy determinados a conservarla — dijo Claire, disminuyendo el paso —, así como o conde de Montfort.
Aimery se encogió de hombros .
— Esa era una tierra de herejes.
— No te parece una enorme coincidencia que un Segni esté nuevamente en Montsegur, en la compañía del bisnieto de Simon de Montfort? — ella insistió.
— No hay ninguna coincidencia en el hecho que Huguet de Montfort y yo estemos juntos aquí. Somos amigos desde nuestro tiempo de escuderos. ?l está casado con mi hermana y es el padre de cuatro hijos saludables y robustos. Como nuestros ancestros, vinimos a defender estas tierras una vez más . Rumores de otra rebelión catara llegaron a París. Soy un vasallo del rey . Tal vez él haya pensado que un Segni era el más indicado para proteger Languedoc.
— Considerando la historia de tu familia?
— Considerando mi historia porque yo , como vos, pertenezco a una rama empobrecida de un clan poderoso. No me fue dado un castillo cuando nací. Montsegur es lo primero que poseo. En verdad , es mi primer hogar.
Viéndolo sonreír, Claire, de repente, se dio cuenta que Aimery era joven. No tendría más que veinticinco años. Sin saber como reaccionar a la sonrisa devastadora, ella bajó la mirada , obligándose a prestar atención a los contornos de las piedras que pavimentaban la calle estrecha, como si aquello fuese de máxima importancia. Los ruidos de las festividades en la plaza principal comenzaron a desvanecerse en el aire a medida que se aproximaban a las murallas que circundaban el convento.
Descubre todo lo que puedas rápidamente. Nuestros esfuerzos son desesperados. Precisaremos todos los detalles posibles.
La voz del padre Pedro sonaba tan nítida dentro de su cabeza que Claire casi cedió al impulso de buscarlo en los alrededores, y asegurarse que el templario no estaba escondido en las cercanías del convento. El largo y lento trayecto llegaba a su fin e?y , tal vez, todavía tuviese oportunidad de descubrir algo que resultaría útil para la causa de los Perfectos.
— Cuéntame como viniste a parar a Montsegur, mi lord .
— Cuéntame como viniste a parar dentro de los muros de este convento.
Se trataba de un pedido justo. Podría contarle la mayor parte de su verdadera historia. Además , ya lo había hecho en presencia del Inquisidor. Y, a cambio, tal vez él se abriese un poco más.
— Nací para la vida religiosa, como conté esta mañana delante del obispo Fournier. Mis padres fueron muertos, bien ... Ellos murieron cuando yo era muy pequeña. Un sacerdote me encontró vagando y me trajo acá.
— De hecho te escuché explicar al inquisidor que esa vida fue escogida para vos.
La crítica sutil en las palabras del noble la irritó .
— Tal vez al principio haya sido así. Después, yo abracé esa vocación .
— Sin embargo , después de tanto tiempo viviendo en el convento, todavía sos una novicia, cuando ya tienes edad suficiente para ser monja. Tal vez, interiormente , te niegues a aceptar los planes que alguien trazó para tu vida.
— Los planes que el Cielo trazó para mí — ella retrucó ásperamente.
— Oh, si . El Cielo . — Aimery no se mostró nada convencido. — Por lo que pude notar , a pesar del hábito y de la toca con que te cubres, sos demasiado bonita para hacerte religiosa. Y una muchacha bonita siempre recibe ofertas de matrimonio de los muchachos de la aldea, aún no poseyendo dote. Las monjas nunca deberían haberte mantenido en el convento contra tu voluntad . Por qué una mujer tan bella optaría por vivir confinada dentro de cuatro paredes? Ese es el enigma que planeo descifrar.
Claire abrió la boca para retrucar, pero se contuvo a tiempo. Lord Segni la estaba provocando y debía resistir a cualquier costo, o dejaría traslucir lo que no debía. Como había visto madre Helene hacer varias veces en el convento Santa Magdalena, cruzó las manos debajo el delantal, en una tentativa de impresionarlo y parecer solemne. Súbitamente se había hecho imperativo que Aimery de Segni supiese no estaba tratando con una mujer con quien podía jugar a voluntad .
Pero conde no se desalentaba con facilidad.
— Y tienes esos maravillosos ojos de gata. Claire no dijo nada.
— Además de tener cabellos rojos. La marca de una hechicera.
Finalmente había logrado la reacción que deseaba. Apenas había acabado de hablar y Claire ya intentaba volver a colocar la mecha de cabellos debajo de la toca.
— Una mecha pequeña, pero el color hizo que lo notase inmediatamente , pero dudo que el Inquisidor lo haya notado , de otro modo habría hecho algún comentario. Se Trata de un color interesante, especialmente para alguien prometida de tan joven a la vida monástica, alguien que considera poseer tanta vocación para el claustro.
Lentamente, Aimery extendió la mano y tocó la mecha sedosa, casi reverentemente.
— El color de mis cabellos no fue elección mía . No puedo hacer nada respecto a eso .
Es verdad. —
Habían llegado a las murallas del convento

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