miércoles, 1 de septiembre de 2010

LA NOVICIA REBELDE - CAPITULO 3 - DEBORAH JOHNS





CAPITULO 3


— Qué sabes sobre William Belibaste? — indagó Aimery de Segni a su cuñado, mientras observaban a los jóvenes escuderos practicar en la arena.
— Es un rebelde cátaro y , por lo tanto una maldición . — Huguet de Montfort mantuvo los ojos fijos en el grupo de muchachos, cuyo entusiasmo por el entrenamiento era contagioso.
— El hombre está siendo acusado de hereje y agitador. Yo consideraría tales acusaciones más do que una maldición, se fuese él.
— Pero yo no soy Belibaste — retrucó Huguet mansamente. — Soy tu amigo y a nadie gustaría ver a un amigo tomar posesión de un castillo con el inquisidor y sus auxiliares presionándolo.
— Especialmente si ese inquisidor fuese Jacques Fournier.
— Un hombre obsesionado por el deber.
Los dos amigos formaban una pareja perfecta, aunque ni la propia madre de Huguet se atrevería a llamarlo bonito. Mientras los Segni eran todos rubios, Montfort tenía nariz aquilina y os cabellos enrulados característicos de su familia hacia generaciones .
— Los cátaros eran herejes también — habló Huguet —, aunque yo no sepa precisar con exactitud los pecados de los que solían ser culpados. Creo que algo relacionado a teorías maniqueas; la vieja dicotomía que el cuerpo es malo y el espíritu , bueno .
— Me Parece una idea inocente.
— Pero perniciosa. Tal noción fomentó herejías que siempre fueron dura y rápidamente aplastadas.
— Pero, por qué ? Por lo que escuché decir, los cátaros eran pacíficos, por lo menos al principio.
— Oh, si , es verdad. Los movimientos florecieron aquí, en el sur de Francia, a lo largo de Haute Savoie y en el norte de Italia. Sin embargo , la región de Montsegur es considerada la verdadera cuna de la secta. Los cátaros creían profundamente en la vida espiritual, pero siguiendo sus propios patrones. Valorizaban la simplicidad, la pureza, la belleza y la armonía. Apreciaban la cultura de los trovadores y , según muchos, debemos el código de honor de los caballeros a ellos. Cualquier cosa relacionada con el espíritu era perfecta; cualquier cosa carnal necesitaba ser evitada a todo costo. Desafortunadamente esa visión simplista de la vida pone al hombre en una situación angustiante, siempre debatiéndose entre el bien y el mal. Y no hay garantías de que el bien vaya a prevalecer.
Huguet hizo una pausa antes de continuar.
— Los cátaros tenían ideas avanzadas para su tiempo. Creían, por ejemplo, en el sacerdocio femenino. Así, crearon una cofradía, los Perfectos, en la cual que hombres y mujeres formaban parte del clero.
— Pero ellos se consideraban cristianos, no ? — Aimery preguntó.
— Si . Aunque , en lo que les convenía, se negaban a seguir las directrices de Roma. Además , no creo que el problema con Roma haya sido sólo religioso. Si no fuesen fuertes adversarios políticos, no creo que Roma los habría mandado eliminar. Tu ancestro , el papa Inocencio III, y mi tatarabuelo, Simon de Montfort, fueron los responsables directos de la masacre sucedido . El papa, el que dio la orden, y Simon el general de los ejércitos invasores. No hay modo de negar la responsabilidad de nuestras familias cuanto a lo que sucedió en esa tierra.
— Te estás refiriendo a la masacre de Montsegur.
— Si . Además de la masacre de Albi, Toulouse y Foix. El conde de Foix tal vez haya sido el más formidable oponente, pero con una defensa inútil. No había cómo vencer al resto da Europa y a la Iglesia. Fueron necesarios algunos años. Al final, los cátaros acabaron derrotados.
— Ellos no se había dado cuenta de lo que les estaba sucediendo?
— Si, pero igualmente resistieron hasta el final, especialmente en Toulouse, Foix y en Montsegur.
— Tal vez, entonces , sea justo que William Belibaste haya sido traído acá. Imagino que él forma parte del clero, de los Perfectos. No es así como los llamaste ?
— Si .— concordó Huguet.
— Pues, entonces, que él tenga un juicio justo. Que se arrepienta, o sufra la condena. — Aimery se calló por unos instantes pensativamente. — Es interesante lo que dijiste , sobre que los cátaros aceptaban sacerdotisas. Es interesante porque también estamos lidiando con una anomalía aquí mismo . Dependemos de los servicios de una mujer escriba.
— Ah, la novicia linda . — Huguet sonrió mientras los dos tomaban el rumbo del castillo, el entrenamiento de los escuderos habiendo acabado . — Noté tu interés. Te empeñaste en acompañarla personalmente al convento. Te Confieso que me extrañó . No sos del tipo de hombre de abandonar tus quehaceres para explorar los encantos de una simple novicia.
— Te parece extraño que haya llevado a nuestra joven escriba al convento? Te parece raro?
— Si . Sin duda le cabria a uno de tus escuderos acompañarla, pero ese jamás sería tu deber, como el lord del castillo. Ni siquiera la abadesa Helene esperaría semejante deferencia, en caso que ella fuese la escriba, y no esa muchacha. Por lo tanto , me sorprendió que te hayas tomado ese trabajo principalmente porque...
— Principalmente porque casi estoy comprometido — Aimery completó.
— Si . — Huguet vaciló por un breve instante. — Y con certeza a nadie le gustaría comprometer su alianza con la poderosa Casa de Valois y su futuro parentesco con el rey de Francia. Vos y yo hemos sido amigos desde la infancia y sé que sos un hombre honrado. La novicia es bonita, por lo menos supongo eso , por lo poco que pude evaluar bajo el hábito y la toca . No puedo imaginar que seas capaz de andar con una mujer prometida a la vida religiosa.
— Ella todavía no profesó los votos.
Los dos habían llegado a las puertas macizas y , por un momento, Aimery se dio vuelta para contemplar las tierras que ahora le pertenecían. Había tomado posesión de una magnífica fortaleza, cuyos limites se extendían hacia el norte, haciéndolo acordar a su hogar, en Italia.
Este era su castillo, pero jamás sería su hogar.
— Y sos hombre más honrado que conozco — prosiguió su cuñado. — Nunca se me pasó por la cabeza que desearías comprometer la virtud de cualquier mujer, menos todavía tratándose de una escriba a punto de hacerse monja. Además de que la muchacha planea consagrarse a la Iglesia, existe un agravante. Estás casi comprometido con Isabel de Valois, prima del rey de Francia, así como tu hermana casi estuvo comprometida con otro primo del rey , antes de elegirme para marido y crear un malestar entre Roma y París.
— Mi hermana luchó por vos — dijo Aimery, ambos sonriendo al recordar a la bella y terca Minerve y su determinación en conquistar al sin tierras y casi sin dinero conde de Montfort.
- A propósito — agregó Huguet —, mi adorable esposa llegó a Montsegur y trajo consigo a todos nuestros hijos. El mayor , Rupert, entró a hacer servicio de paje con el duque de Burgundy y está ansioso para volver a ver a su tío, el conde de Segni. Créeme, amigo, sos el héroe de ese niño. Y el héroe casi todos los pajes de Europa. Te convertiste en una verdadera leyenda en el este, como el más poderoso de los cruzado.
Aimery se sintió repentinamente inquieto; la idea de que su hermana y sus sobrinos pequeños en Montsegur durante el juicio de William Belibaste le causó temor. Sin embargo , le sonrió a su cuñado y dijo :
— Dile a Minerve que iré a verla pronto. Tengo un pequeño asunto que resolver antes.
Sin mayores aclaraciones, el conde de Segni dejó a Huguet en las puertas del castillo y tomó el camino de la aldea.

— Entonces el conde de Segni notó tus cabellos — dijo el padre Pedro.
Claire asintió.
— Es interesante que él haya hecho un comentario sobre el asunto. Me parece un hombre muy observador. Dudo que el inquisidor notase esa pequeña mecha. Pero sir Aimery siempre fue conocido por su astucia. No te advertí sobre tus cabellos?
Como de costumbre, el tono de reproducir en la voz del padre Pedro al dirigirse a Claire era casi imperceptible, pero como si fuese un padre mas que un sacerdote, la única familia que había quedado a la joven novicia. Bajo, con la cabeza rasurada, el rostro arrugado y el hábito gastado, él continuaba siendo el mismo que Claire había conocido desde la más tierna edad, un hombre bueno y manso, verdaderamente avocado a la causa de los Perfectos.
Los dos caminaban lado a lado por el claustro de Santa Magdalena, la noche aproximándose lentamente.
Una monja anciana, desde lo alto de una ventana, los observaba con una sonrisa complaciente en los labios, pensando en cuan importante la presencia de ese hombre santo era para el convento y en como se
sentía agradecida por su simple existencia.
Pedro de Boloña vivía allí hacia años y se había convertido en el confesor de la comunidad, su bondad y sabiduría sirviendo de inspiración a todos los que lo rodeaban. ?l también había arriesgado su propia vida para llevarles a la querida Claire y había permanecido fiel a la pequeña huérfana durante dos décadas.
Por suerte, la vieja monja se hallaba demasiado lejos como para oír la conversación de los dos.
— De cualquier forma, tal vez las atenciones que el conde te dispensó vayan a ser providenciales — el padre Pedro murmuró satisfecho, como intuyendo consecuencias muy satisfactorias y , hasta ese momento, imprevistas.
Claire abrió la boca para contarle que sir Aimery no sólo había notado la mecha de sus cabellos rojizos , sino que la había tocado. Todavía podía sentir la presión de los dedos fuertes en su frente. Llegando a su cuarto, había lavado su cara inmediatamente, ansiosa para librarse de la sensación indescriptible provocada por el contacto masculino. Pero, de nada había servido . No había logrado borrar la impresión inquietante, así como no lograba contarle al monje todo lo que había sucedido.
— Aimery de Segni es un guerrero — continuó el templario, apretando el paso. — Y todos los guerreros son iguales. Anhelan batallas y derramamiento de sangre. No pueden ni siquiera comenzar a comprender la felicidad que encontramos en nuestra vida sencilla y ese es el principal motivo por el cual persiguen a los cátaros Perfectos tan implacablemente. No pueden entendernos. E como podrían, siendo tan diferentes de los buenos y Justos?
Pedro de Boloña suspiró, pensando en la perfidia de esos que los acechaban desde afuera de los muros del convento.
— Pero vos también fuiste un guerrero — dijo Claire, apoyándose en el brazo del viejo sacerdote. — Eras un caballero templario y los templarios combatieron los infieles apoyando a los grandes reyes de Europa durante las Cruzadas.
— De hecho, eso es verdad. Hasta que los reyes se volvieron contra nosotros.
Ella conocía la terrible historia de padre Pedro, las había escuchado decenas de veces y le gustaría escucharla nuevamente. Había pasado una hora entera sola, en compañía de Aimery de Segni, y el resto de la tarde perturbada por los recuerdos de lo que había sucedido durante el trayecto hasta el convento. Entonces, deseaba a cualquier costo sacarlo de su cabeza y substituir la figura viril por algo que conociese y pudiese entender. También la angustiaba constatar que, por primera vez, guardaba un secreto que no se atrevía a compartir con el amado sacerdote. Por primera vez había sido tocada por un hombre. Ella, Claire, consagrada a los cátaros siendo una niña. Como divertirse ía el padre Pedro divertirse ía con la idea! A Quién se le ocurriría buscar un miembro de los Perfectos dentro de un convento consagrado a San Domingo en persona? Los dominicanos eran ampliamente reconocidos como los responsables de la institución de la Inquisición . Por lo tanto , nada más natural que los Perfectos tramasen su pequeña venganza escondiendo a su Magdalena bajo el manto de la Iglesia.
Sin embargo, el padre Pedro no parecía dispuesto a hablar de cualquier otro tema que no fuese Aimery de Segni.
— Dijo algo más sobre tus cabellos?
— Dijo que eran del color tradicionalmente asociado a las hechiceras.
Después algunos segundos inmóvil, el monje retomó la caminata por el claustro. La luna acababa de aparecer, derramando sus rayos luminosos sobre la belleza plácida de Languedoc.
— Aimery de Segni posee ojos penetrantes y , con certeza, una mente más aguda todavía. Siempre fue así, a pesar de sus costumbres disolutas.
— Entonces lo conoces?
— Todos conocen a los Segni. Se trata de una familia famosa. Conocida hace generaciones .
— Pero yo no sé nada sobre él. Lo único que sé sobre caballeros mercenarios es que, a veces , suelen aliarse a los inquisidores. Y que son los responsables de la muerte de mi familia.
— Eso es todo que precisas saber y lo que debes recordar siempre — afirmó el templario muy convencido. — Y le haría bien al orgulloso sir Aimery descubrir que existen personas para las cuales el nombre de su familia poco significa. Los Segni dejaron de considerarse simples mortales hace un siglo, cuando Lotario Segni asumió el trono de la Iglesia con el nombre de Inocencio III.
Nuevamente el templario se detuvo, como si estuviese perdido en sus propios pensamientos, olvidándose de la novicia a su lado.
— En el momento en que Lotario Segni ascendió al papado, acabó con la paz de nuestro pueblo y la paz de toda la cristiandad. Como Inocencio III, él nos persiguió, encarceló y mató implacablemente, determinado a subyugar esas tierras bajo su autoridad. El rey de Francia y otro papa, Clemente V, no descansaron hasta lanzar a todos mis hermanos templarios en sus sepulturas y sellar nuestro destino para siempre. Aquí, los Perfectos habían conseguido construir un puerto seguro, donde todos los perseguidos Se sentían bienvenidos. Mientras en el mundo cristiano eran tratadas como escoria, en Languedoc se aceptaban mujeres en el clero de los Perfectos, se le permitía administrar sacramentos. Nosotros , llamados cátaros, llevábamos una vida simple . Y tal vez fuesen nuestra paz y armonía, cantadas por los trovadores, lo que molestó a Lotario de Segni, llevándolo a masacrarnos . Pero esa no es la razón por la cual el infame inició la Cruzada contra sus hermanos cristianos. El Papa afirmaba que la verdadera fe necesitaba ser defendida. Pero, naturalmente, el motivo real de la barbarie era otro. Como siempre, lo que estaba en juego eran tierras, dinero y poder. Ellos mataron a los templarios porque creían que escondían un tesoro. Como nada encontraron, y todavía llenos de codicia, se volvieron contra los cátaros. Esa era una tierra rica, poblada por nobles pródigos.
El Padre Pedro miró Claire fijamente, los ojos febriles e inquietos denunciando una agitación interior.
— Rumores insistentes afirman que los cátaros escondieron el tesoro al pie de una de las colinas de los alrededores de Montsegur, cuando se hizo evidente que las tropas de Simon de Montfort saldrían vencedoras. Pero no es verdad. El tesoro de los cátaros siempre estuvo escondido y así permanecerá. Además , pocos tienen certeza de su existencia. Sin embargo , creo que Jacques de Fournier conoce la verdadera naturaleza de ese tesoro. Así como yo . Los Segni y los Montfort siempre han conseguido todo lo que han querido en este mundo — prosiguió el viejo monje, casi como se hablase solo. — Pero esta vez eso no sucederá. Ellos intentaron, intentaron e intentaron, pero nunca han logrado arrancarnos todo los que nos pertenece. Nunca lograron matarnos a todos. Y ahora estamos de vuelta, aunque todavía permanezcamos en las sombras, escondidos y acechando . Pero llegó el momento nuestra venganza. Tomaremos de vuelta lo que por derecho nos pertenece.
— Entonces nos reuniremos con los otros en breve, con Ruch Anger, Guy de Loc y la madre Helene — murmuró la novicia —, y liberaremos a William Belibaste antes que sea demasiado tarde .
El templario le sonrió , todavía dando la impresión que contemplaba una visión secreta, que no iba a compartir con nadie .
Ah, si , Helene y los otros. Todos trabajando juntos, trabajando arduamente, para liberar a nuestro último Perfecto. Y , sin duda, Belibaste también quedará libre finalmente.


La luz de la luna plateada bañaba el cuarto estrecho, envolviéndolo en una claridad suave. Insomne, Claire aspiró el perfume de la noche de verano, disfrutándolo con placer. Amaba el mes de junio, cuando podía ver la luna desde la cama donde dormía desde la infancia.
El Padre Pedro había decidido que en breve se encontrarían con los otros.
— Es peligroso que nos reunamos, especialmente por vos, pequeña — él había dicho aprensivamente. — El destino de Belibaste sin duda va a depender de nuestros planes.
Como de costumbre, Claire había concordado prontamente.
Sin embargo , tantas cosas nuevas habían sucedido que había anhelado la soledad de su celda. Tal vez, en ese ambiente austero y familiar, sería capaz de sosegar su corazón.
Apenas había entrado en el cuarto, había notado el objeto extraño sobre a cama. Sin pensar, lo había tocado .
Era el pañuelo de seda verde que había visto en la feria de la aldea. Tan suave y perfecto.
Si , sabía muy bien quien lo había puesto allí. Y sabía muy bien lo que ese gesto significaba.

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