jueves, 9 de septiembre de 2010

LA NOVICIA REBELDE - CAPITULO 14 - DEBORAH JOHNS

CAPITULO 14





— El conde de Foix envía sus saludos y también un pedido de disculpas — dijo Aimery de Segni a la mañana siguiente, al iniciar a viaje a través de las montañas rocosas que los llevarían de Montsegur a la fortaleza donde Claire había nacido . — El consideró importante partir con alguna antelación.
— Por qué estamos yendo allá? — Claire lo interpeló bruscamente. Ansiaba hacerle esa pregunta desde el primer momento, cuando el viaje a Foix le había sido anunciada. — Por qué tengo que ir?
Aimery no respondió inmediatamente. Sin prisa, se levantó en la montura, se dio vuelta hacia atrás y contempló el séquito que los acompañaba. Doce de sus mejores caballeros, con sus respectivos escuderos y pajes. El fabuloso cocinero parisiense, adelante de tres asistentes y dos carros más cargadas con provisiones seleccionadas. Regalos para los anfitriones. Cerrando la procesión , otros tres carros, con los colores de la Casa de Segni, llenas hasta el borde. Lo que esos carros cargaban, Aimery no tenía la menor idea y no le importaba. De hecho, toda esa pompa no era mas que un camuflaje , destinado a desviar la atención de cosas más importantes. Por este motivo, había traído a Claire consigo.
Sin saber lo que pasaba, Claire continuó cabalgando al lado del lord de Montsegur. Y mientras aguardaba una respuesta a su pregunta, dejó los pensamientos vagar y trasladarse a la noche anterior.
— El conde de Segni vino a buscarte — madre Fausta había dicho . — Pero no tienes que acompañarlo, si no quieres. Nadie puede obligarte a seguirlo.
Palabras fuertes e incisivas. Pero bastó una mirada para que la monja se apartase apresuradamente. Un día ella regiría el convento de Santa Magdalena con firmeza y amor, como Helene lo había hecho . Pero, siendo nueva e inexperta , la madre Fausta todavía no había aprendido a ejercer la autoridad. Muchos guerreros ya habían temblado y vacilado ante una simple mirada de Aimery de Segni. La pobre monja no tenía de qué se avergonzarse
— No dejaré mi convento — Claire había dicho, tan pronto como los dos se quedaron a solas. — La Madre Helene no sólo era la abadesa, también era como una madre para mí. No voy a abandonarla. No volveré al castillo de Montsegur.
— Yo nunca te pediría que dejase Santa Magdalena hasta después del funeral de la abadesa. Me consideras tan insensible? Ya te olvidaste que fui yo quien le dio permiso para volver acá?
— El entierro de la madre Helene será al anochecer. No regresaré a Montsegur ni siquiera después. No necesitas que me instale en el castillo. Puedo ejecutar mi trabajo de escriba durante las horas que sean necesarias y continuar viviendo aquí.
— Nadie te está pidiendo para volver a Montsegur, por lo menos no por ahora.
— Entonces para qué viniste aquí?
— Porque necesito tu ayuda.
Aliviada, Claire se sacó el delantal. Jamás se negaría a un pedido de ayuda a quien quiera que fuese.
— Voy a tomar los rollos de pergamino, las plumas y el tintero. No demoraré más que unos minutos.
— No hay necesidad de esas cosas. Como te dije , no iremos a Montsegur porque voy a llevarte a Foix.
— A Foix? Por qué ?
— El obispo Fournier suspendió el juicio por varios días. El motivo oficial es conceder al convento,y a la aldea, un período de luto. Fournier también declaró que será un gesto de benevolencia para con el prisionero, dándole tiempo a su esposa para llegar a Montsegur. Ningún de esos dos motivos es el verdadero por detrás de la decisión extraordinaria del obispo.
— Cuál es la razón verdadera?
— él desea ir a París. Cree que encontrará explicaciones importantes.
“Para la muerte de Helene? Para el ataque al sacerdote mensajero?”, Claire se preguntó.

Horas atrás, el padre Pedro la había puesto al tanto de los planes de Jacques Fournier. Aimery no podía descubrirlo. Muchas cosas estaban en juego. Necesitaba actuar con cautela.
— Este viaje está relacionada con los cátaros? Todo Montsegur sabe que fueron encontrados manuscritos debajo del colchón de la madre Helene.
— Con los cátaros... Y con los caballeros templarios.
Cada detalle del funeral de la madre Helene quedaría para siempre grabado en su mente. Y ahora, mientras abandonaban la seguridad de la fortaleza de Montsegur y rumbeaban hacia el norte, se sentía invadida por el recuerdo de los acontecimientos recientes. No importaba lo que le deparaba el futuro. Nunca se olvidaría que ella había sido más que su abadesa, y de la sencillez de la ceremonia conmovedora en la cual le había dado el adiós. La pequeña capilla del convento había estado repleta con la gente que la amaban. Recordaría el perfume suave de las flores de campo, el aroma delicado de lavanda y tomillo en el aire. Tributo de los campesinos en honor a alguien querido.
Pero más que todo, siempre recordaría a Aimery a su lado, del roce de su brazo musculoso contra el suyo, de la seguridad que la presencia viril le había proporcionado .
Y había sido a esa seguridad que se aferraba cuando era atormentada por preguntas angustiantes. Podría haber salvado a la madre Helene? Ella todavía estaría viva si hubiese ido inmediatamente al convento, tan pronto como había recibido el mensaje? Qué estaba ella tan ansiosa por contarle? Que historia era esa del tesoro?
Jamás lo sabría.

Jacques Fournier había celebrado la misa. Y prefirió usar ropajes sencillos, no la vestimenta escarlata y dorada de los obispos. La Madre Helene habría apreciado ese gesto, porque siempre apreciado la sencillez . Durante el corto sermón , Fournier había exaltado las cualidades de la abadesa y del grande convento que ella había dirigido.
Después de la ceremonia, mientras caminaban hacia el cementerio, la mirada de Claire se había cruzado con la de padre Pedro. El le había sonreído , triste y cansado. Con certeza ya agregando a la muerte de madre Helene a la lista de aquellos que clamaban por venganza.
Aimery había sido uno de los que cargara el cajón de la abadesa, junto con el jardinero del convento. Al lado del precipicio, la noche anterior, el conde le había dicho que no intentaría consolarla, ni buscaría ofrecer explicaciones a una muerte inexplicable. Había Considerado que sería impertinente de su parte querer forzarla a minimizar el dolor. Aimery simplemente la había abrazado. Envuelta por los brazos fuertes, se había sentido resguardada, protegida.
Pero continuaba aplastada por el dolor de la pérdida. Tal vez fuese bueno distraerse con el viaje a Foix.
— Por qué me trajiste ? — ella volvió a preguntar, volviendo al presente.
"Si, por qué ?", pensó Aimery. Porque amaba observarla? Porque amaba la idea de tener a esa mujer cabalgando a su lado?
— Necesitaba ir a Foix y pensé que te gustaría hacer el viaje. — No, no era ese el motivo real, pero se acercaba bastante. — Foix es tu tierra natal, la tierra que te dio tu apellido . No sos conocida como Claire de Foix?
— Puedo llevar un nombre noble, pero soy una campesina, nada más.
Una campesina que sabía leer y escribir en latín ; una campesina que sabía cabalgar con la elegancia de una aristócrata. Alguien le había enseñado todo eso y mucho más. Aimery planeaba descubrir quién se había encargado de educarla. Necesitaba saberlo porque ese conocimiento solucionaría varios misterios, descifraría as incógnitas que lo perturbaban. Y luego ...
— Pero no tienes certeza absoluta de quién realmente sos — el conde habló. Los dos cabalgaban lado a lado un poco mas adelante de los otros. — De acuerdo con tu relato, perdiste a tus padres cuando todavía eras muy pequeña, y te es difícil acordarte de ellos. En mi opinión eso es una tragedia. No te gustaría saber más respecto a tu vida ?
— Qué mas hay para saber? — Claire indagó aparentando calma, aunque su corazón saltase dentro del pecho. — Mis padres eran aldeanos. Y no se llevan registros sobre nacimientos y muertes de campesinos. No podré descubrir nada nuevo sobre ambos.
— Estás mal informada. Se llevan registros sobre todas las personas de un feudo, no sólo sobre los nobles y los clérigos. Quién te dijo lo contrario? Quién te dijo que no hay registros sobre su nacimiento en Foix?
Claire mantuvo la cabeza erecta y la mirada fijo en un punto distante.
— Fue lo que presumí.
— Pues presumiste mal , mi pequeña dama. Como sabes, mis ancestros, Lotario y Egolino de Segni, ascendieron al papado durante la época de las Cruzadas contra los herejes cátaros. Lotario especialmente, como Inocencio III, tuvo un papel fundamental en la persecución de los herejes. Sin embargo , así como el obispo Fournier, él exigía que todos los juicios fuesen legales y documentados, haciendo cuestión de que los registros llegasen a Roma para ser archivados
Un suspiro de alivio escapó de los labios de la novicia.
— Entonces quieres que yo escriba algo, o que transcriba un documento que pode estar en Foix. Ese es el verdadero motivo por el cual decidiste traerme en este viaje.
— No exactamente. Inocencio III tenía un interés particular por las mujeres del movimiento cátaro. Mi tío admiraba su fuerza. Por supuesto que las consideraba extraviadas, pero las admiraba. El nuevo conde me contó que, en el pasado , existió una lady de Foix cuyo retrato está realizado en un tapiz del castillo. Esa mujer interesó a mi antepasado y me intriga. Se llamaba Esclarmonde de Foix. Has oído ese nombre?
— No — Claire mintió.
— Imaginaba que no. Esclarmonde fue una de las mayores sacerdotisas cátaras y murió hace más de cien años. A pesar de vos no sabes de quien se trata, el conde de Foix afirmó que tu semejanza con lady Esclarmonde es asombrosa. Eso me alentó a traerte conmigo.
— El conde de Foix me vio brevemente y a la distancia, durante el banquete. Nunca nos hablamos. Cómo podría notar alguna semejanza?
Pero el conde la había observado intensamente , Claire admitió en silencio. En verdad la había mirado insistentemente y no se había aproximado sólo porque el conde de Segni la había llevado a la torre.
— De acuerdo con el lord de Foix — continuó Aimery, — la semejanza es notable. Ustedes dos poseen los mismos cabellos rojizos, los mismos ojos extraordinarios. Interprete esos comentarios como un elogio, porque incluso aquellos que abominaban las creencias cátaras destacaban la belleza de lady Esclarmonde. Ella se convirtió en una leyenda, la última de las Perfectas. Y también una Magdalena.
— Una Magdalena? — indagó Claire, su voz estrangulada. Esa vez fue Aimery quien desvió la mirada .
María Magdalena era la patrona de los caballeros templarios. La mujer a quienes ellos adoraban como una diosa. Naturalmente vos no puedes saberlo .



"Yo debería tener algún recuerdo de este lugar", Claire pensó. Después de todo , sus ancestros habían sido quemados allí, sus propios padres martirizados. Debería oír la sangre de ellos clamando por venganza. Sin embargo no sintió nada al cruzar los portones del castillo de Foix. Ni interés , ni curiosidad. sólo miedo.
Qué sabía realmente Aimery? Por que él la había traído aquí ?
El Padre Pedro le había hablado sobre pruebas encontradas, ligando a la madre Helene al movimiento cátaro. Por primera vez Claire se preguntaba si esas pruebas no la conectaban al grupo hereje también.
Al entrar en el castillo, Claire experimentó sensaciones extrañas e inquietantes. Sin duda había sido demasiado pobre como para vivir allí y demasiado chica cuando había salido de la aldea para guardar recuerdos. Desde su más tierna infancia, había Montsegur su hogar. El único hogar que recordaba.
Sin embargo ...
Sin embargo había algo familiar. Lo sentía en los huesos. Sus padres habían sido muertos en la aldea de Foix, cuando los primeros francos del norte se convirtieron en los nuevos señores feudales, apoderándose del dominio de la zona . Se preguntaba si la persona que había ordenado la muerte de sus padres todavía vivía. Sería obligada a estrechar su mano? El Padre Pedro había repetido , incontables veces, que sus padres habían sido asesinados por negarse a abandonar las viejas creencias de su religión. Afortunadamente el viejo sacerdote la había salvado , se la había llevado antes que resultase lastimada. El no había podido hacer nada para salvar a sus padres y lo lamentaba profundamente, nunca había podido aceptar ese fracaso.
El templario le había contado esa historia por primera vez con lágrimas en los ojos. Ella había llorado al escucharlo. Había llorado por los padres que y no podía recordar e por una vida que no había llegado a vivir junto a su familia. El Padre Pedro la había reconfortado . Ella sería una Perfecta algún día. Y los vengaría. Ella sería Magdalena.
Era ese el secreto que ambos compartían . El secreto que nadie más conocía. Los cátaros volverían a reinar en esa tierra. El hogar de su gente.
De repente, una oleada de odio la inundó. Un odio que se extendía por todo y todos a su alrededor. Odiaba lo que la rodeaba. Las montañas, las colinas, el castillo de piedra y el hombre que lo gobernaba , el nuevo conde de Foix. Odiaba a Aimery de Segni también. Lo Odiaba porque él tenía el poder de hacerla olvidar que estaba sola, que siempre había estado sola, y que vivía en peligro constante. Aimery quien la había llevado allí queriendo ofrecerle consuelo y protección. Pero protección , contra qué? Apretando los dientes , Claire bajó la vista y por primera vez en su vida, dejó que la rabia a guiase.
Había ido a parar a un antro de enemigos y ese hecho no debía ser ignorado, o subvalorado . Aimery no podría, aunque quisiese, ayudarla, en caso descubriese la verdad respecto a ella . El había jurado defender los intereses tanto del Papa como del rey. Y, según le había dicho Minerve, era un hombre ambicioso. Si sospechase de su relación con los herejes, Aimery sería obligado a delatarla, a entregarla a la Inquisición y a las llamas de la hoguera.
Ni la falsa ternura ni los paseos al lago podrían salvarla. Mejor acordarse de eso.
La verdad la enfurecía. Su mente racional, pautada por las enseñanzas de los cátaros, decía una cosa. Sus emociones más profundas, otra.
El la abandonaría. Ella moriría. Cómo aceptar lo inaceptable?
Cuando las puertas del salón fueron abiertas y un elegantemente vestido conde de Foix apareció para darle la bienvenida, Claire se sintió agradecida por la interrupción de sus pensamientos. Finalmente había recuperado el control y una expresión delicada en su cara nada dejaba traslucir de lo que ocurría en su interior . Todavía tenía su misión. Y había sido bien entrenada para cumplirla.
— Mi lord de Segni — dijo el anfitrión, con gran ceremonia. — Es un honor recibirlo en el castillo de Foix.
Aimery desmontó y el otro noble se arrodilló delante de él, extendiendo las manos cruzadas, una antigua costumbre que expresaba lealtad a un lord de mayor poderío.
— Eres muy bienvenido — el conde de Foix agregó, levantándose.
Claire aprovechó la oportunidad para estudiarlo. Más joven de lo que esperaba. Más joven de lo que había parecido en el banquete en Montsegur. Eso le proporcionaba un cierto alivio , disminuía el peso de su odio. El conde era demasiado joven como para haber matado a sus padres. En aquella época, él no habría tenido más que siete u ocho años. Una criatura no participaría de la atrocidad cometida contra su familia. Aliviada, le sonrió .
Y él retribuyó la sonrisa. Con los cabellos rubios cortos y los ojos azules, el conde de Foix tenía el tipo físico de Aimery, pero parecía faltarle la fuerza natural que el conde de Segni emanaba.
Pero su sonrisa era genuinamente franca y cálida.
— Claire de Foix — dijo Aimery —, me gustaría presentarte Emerico de Cabaret, conde de Foix.
Sir Emerico hizo una reverencia y , sujetándola por la cintura, respetuosamente, la ayudó a apearse . Entonces giró hacia una mujer baja y regordeta, quien había permanecido unos pasos atrás.
— Claire de Foix, permítete presentarte a Joanna de Landiwick, mi esposa.
Las dos mujeres se saludaron con reverencias y , juntas caminaron hacia la entrada principal del castillo. La localización de la fortaleza de Foix era todavía más impresionante que la de Montsegur.
Y Montsegur siempre había sido considerada inhóspita, inaccesible a los enemigos. Según la leyenda, Raymond Roger de Foix se había ausentado continuamente de su propriedad aislada, un reducto cátaro, para enfrentar a las tropas francesas lideradas por el antepasado de Huguet, Simon de Montfort. Después de provocar graves estragos en las líneas enemigas, él volvía a desaparecer, refugiándose en su hogar centenario. Las turbulentas rebeliones lideradas por Raymond Roger tenían todos los ingredientes generadores de una leyenda. Entonces, un de las primeras preocupaciones del rey de Francia, tan pronto como había controlado aquellas tierras, había sido sacar al conde que las había heredado por derecho y poner a un hombre de confianza en su lugar.
A pesar de su pasado tumultuoso y de su localización yerma, el castillo exhalaba serenidad. Mientras seguía a la joven lady por los corredores de la fortaleza de Foix, Claire se maravillaba por la belleza de la decoración. Tapices ricos adornaban las paredes inmaculadamente blancas. Las mesas de madera pulida exhibían objetos de plata y estaño. Enormes arreglos de flores impregnaban el ar con un perfume suave e calmante. Aunque educada para la sencillez y frugalidad y entrenada para despreciar todo lo que fuese mundano, Claire estaba hallando difícil buscar defectos en como el conde y la condesa cuidaban de su castillo. La atmósfera plácida y bella ejercía una influencia sobre el espíritu e invitaba a la paz. Y ella estaba segura que Aimery sentía lo mismo.

— Supongo que el lord de Segni te ha hablado sobre el retrato de Esclarmonde de Foix — dijo lady Joanna. — La semejanza es impresionante. Espero que mi comentario no te incomode.
— No deberías perturbar a la doncella de Foix con esas cosas — el conde reprendió a su esposa. — Ella notará la semejanza por si misma, después de descansar del viaje y alimentarse con una buena comida. El conde de Segni sabe algo respecto a la leyenda de Esclarmonde. Sus ancestros la estudiaron y él se comprometió a compartir información con nosotros. Por lo que me consta, Esclarmonde de Foix no sólo era una Perfecta, sino también la Magdalena de los caballeros templarios. A pesar de lo que acusaban las Magdalenas, de ser brujas y concubinas del demonio . De noche y bajo la luz de las velas, examinaremos el retrato de la noble Esclarmonde y veremos si la consideramos haber sido capaz de prácticas tan deleznables. — El conde de Foix se rió. — Al menos ella tenía la marca de las hechiceras, los cabellos rojos.
Cuando los anfitriones y sus invitados entraron en el salón principal, un grupo de siervos le sirvió bebidas frescas, frutas, quesos y panes. Joanna hizo que Claire se sentase en una confortable silla.
— Cómo está el sacerdote? — comenzó sir Emerico, inmediatamente lanzando una mirada preocupada a Claire. — Disculpame , sé que no planeabas contarle nada a la joven dama. Ella ya lo sabe ahora?
Aimery tomó un poco de agua antes de responder.
— Al principio, poco después de la muerte de la abadesa, yo no quise sobrecargarla con noticias funestas. Pero ya le conté todo. En cuanto a tu pregunta, el padre está mejorando lentamente. Lo puse bajo vigilancia constante y mandé que me avisasen en caso que empeore.
— Sabes cuál era el contenido del mensaje que él traía?
— No. El sacerdote todavía no recuperó la consciencia y no pudo decirnos nada.
— Entonces debe ser algo importante, si el mensaje no fue escrito , sino consignado a su memoria — observó lady Joanna. — Desafortunadamente ese no es el primer infortunio que se abatió sobre Montsegur en las últimas semanas. El sacerdote, a abadesa... Dicen también que un otro monje enfermó y que murió de manera misteriosa Cuando tomaste posesión del castillo.
— Exacto — sir Emerico concordó. — no era el monje, versado en latín, quien registraría el juicio de William Belibaste?
Claire había sabido de la muerte del monje, pero no había relacionado la enfermedad súbita con su función de escriba. Nerviosamente , se sentó muy erecta.
— El juicio del hereje no ha traído otra cosa más que mala suerte — prosiguió el lord de Foix.
Su joven esposa concordó fervorosamente, sacudiendo la cabeza.
— Consideramos una suerte que la Inquisición no haya escogido juzgarlo en Foix. O estaríamos enfrentando los mismos problemas.
Claire no quería escuchar lo que ellos tenían para decir sobre Belibaste, no quería participar de esa conversación. Entonces, mientras los otros intercambiaban ideas sobre el asunto, dejó que su mente vagase que su mirada pasease por el salón.
El castillo de Foix realmente impresionaba. A pesar de ser mas chico, era mucho más opulento que Montsegur. Todos aquellas tapices habrían sido traídos de París, o ya existían desde el tiempo del conde Raymond Roger, cuando la región estaba bajo dominio cátaro? El Padre Pedro le había enseñado que sus ancestros cátaros vivían de un modo simple y frugal, de acuerdo con sus creencias. El viejo monje siempre había condenado vehementemente las extravagancias de la corte francesa y del papado en Roma. Sin embargo , el castillo de Foix, antigua residencia de Raymond Roger, sólo podía ser descrito como lujoso. Las sedas y linos, los tapices, los objetos de plata y cristal, todo muy antiguo y valioso, trayendo gravado el emblema da Casa de Foix. Claire no sabía cómo relacionar lo que el padre Pedro le había contado con lo que ahora constataba como una realidad. Eran imágenes opuestas respecto a la vida de los cátaros.
— No es verdad, lady Claire?
Con la inesperada mención de su nombre, ella miró primero a Aimery, y después a los otros.
— Sir Emerico está hablando sobre los cátaros — Aimery a informó gentilmente.
— Hay rumores de que esa gente está detrás del ataque al sacerdote — explicó el lord de Foix. — Ese pobre hombre. Recién llegado de París...
— Monstruos! — gritó Joanna, volviendo a sacudir sus bucles dorados. — Esta es la segunda vez en la historia reciente de Montsegur que ocurren asesinatos.
Atónita, Claire miró a sir Emerico.
— Ya sucedieron otros asesinatos en Montsegur?
— Naturalmente. Los cátaros nunca fueron tan pacíficos como querían hacernos creer. Una de las principales rebeliones sucedió cerca de Montsegur, años atrás, en una ciudad llamada Avignonet. Con la Inquisición , no había lugar seguro para os cátaros. Las investigaciones lanzaron padres contra hijos, maridos contra esposas. Durante las Cruzadas, los cátaros permanecieron unidos. La Inquisición destruyó esa unidad, descabezando el movimiento y provocando la aparición de delatores. Puedes ver los frutos de esa traición en la captura de William Belibaste. El no fue traído por un amigo? él no había escogido a Arnold Sicre como su sucesor?
"Sir Emerico es tan joven", Claire pensó, mirándolo. "Como podía ser tan sabio? Cómo podía conocer tan bien la historia de los cátaros?"
— La tragedia sucedió en la víspera de la fiesta de la Ascensión la cual, en el año de 1242, sucedió a fin de mayo — prosiguió el conde de Foix. — dos de los mayores inquisidores, Stephen de St. Thibery y William Arnald, buscaron hospitalidad en Avignonet, una pequeña ciudad fortaleza. Ambos eran esperados allá.
Joanna, la joven lady , tomó la palabra.
— Avignonet, como sabrás , está en el corazón de Languedoc. región montañosa y de valles fértiles. Dicen que la ciudad es linda. Parece que los cátaros, después de años de persecución, se cansaron de formar parte de su propia destrucción. Ya no soportaban ver a sus mujeres, acusadas de brujería, desaparecer del día a la noche .
Claire notó que Aimery la estudiaba. Aunque los ojos azules nada dejaban traslucir de lo que le pasaba en su interior . Simpatizaba con ese pueblo condenado o no le importaba en lo mas mínimo lo que habían sufrido?
Sir Emerico continuó la historia.

— Los dos padres inquisidores fueron bien recibidos por Raymond d'Alfaro, representante del conde de Toulouse. Raymond era una persona importante en la región por haberse casado con la media hermana ilegítima del conde. Sin embargo , como su poder emanaba de su cuñado, es difícil imaginar que Raymond hubiese tomado decisiones tan importantes sin el consentimiento expreso de su superior, el conde de Toulouse.
Sir Emerico hizo una pausa para asegurarse que su audiencia continuaba escuchándolo con interés antes de retomar la narración.
— Raymond d'Alfaro desempeñó el papel de anfitrión perfecto. Hospitalario, ofreció a los dos viajantes cansados los mejores aposentos del castillo, donde podrían cenar en paz y dormir tranquilamente . Cuando los inquisidores se durmieron , el criado encargado de servirlos escapó al bosque, donde era aguardado. Entonces seis hombres , fueron rumbo al castillo, otros aldeanos se unieron al grupo en el trayecto. El grupo podía ser fácilmente identificado como trabajadores volviendo del campo,debido a las hachas que cargaban. Todo había sido cuidadosamente planeado para no despertar sospechas. El siervo esperaba para abrir los portones del castillo y guiarlos a los aposentos de los inquisidores.
Nuevamente sir Emerico hizo una pausa y miró a su esposa, esperando su aliento.
— Ustedes pueden imaginar el resto. El final de los sacerdotes fue rápido. Uno de ellos sólo tuvo tiempo de invocar a la Virgen María antes de caer muerto a hachazos. Luego el grupo de agresores quemó toda la documentación de los juicios de los herejes, encontradas en un baúl , y partieron . Llegando a sus casas, los aldeanos fueron recibidos con flores y cánticos.
— Si los inquisidores no hubiesen sido muertos, habrían matado a otras personas, condenándolas a la hoguera — dijo Claire muy seriamente. — No tengo ninguna simpatía por ellos.
Pero en su interior , el asesinato a sangre fría la perturbaba.
— De cierta manera no hay duda de que el instinto de autoconservación motivó el crimen — concordó sir Emerico. — Mataron para no ser muertos. Sin embargo ese no fue el único motivo. Muchos creen que existía una razón mayor para ese crimen. Durante los interrogatorios, existió la sospecha de que los dos inquisidores habían descubierto el paradero del tesoro dos cátaros y , por lo tanto , necesitaban ser silenciados para que el secreto no fuese revelado.
— Realmente habían descubierto el paradero del tesoro? — Claire preguntó, sin importarle que su curiosidad despertase sospechas.
— No en esa época. — Sir Emerico parecía aburrido ahora. El punto culmine de su narrativa había sido la batalla entre cátaros y la Inquisición . El resto no pasaba de rumores sin importancia. — No en esa época — él repitió. — Pero muchos afirman que otras personas conocían el lugar donde el tesoro está escondido. Y dicen que William Belibaste lo sabe.
Las palabras del conde de Foix hicieron eco en el silencio del gran salón:
"William Belibaste sabe donde está escondido el tesoro de los cátaros".
Claire se preguntó cuales podrían ser as consecuencias de esa sospecha no juicio de William Belibaste. Más que nunca, el futuro le pareció sombrío.
Lady Joanna necesitó hacer un esfuerzo para disimular su shock. Pero, doblegándose ante lo inevitable, concordó en instalar a Claire de Foix en el cuarto al lado del conde de Segni, en el ala noble del castillo. La mayoría dos hombres, en su opinión, tendría la delicadeza de deslizarse en los aposentos de su amante en el silencio de la noche y no permitiría que ésta durmiese a pocos metros de una dama casada, en especial cuando esta dama fuese erala lady de Foix. Joanna no tenía la menor duda que Claire fuese algo más que una escriba para el lord de Montsegur. Bastaba con notar el modo en que él la miraba. Aunque discreto, e incluso respetuoso, el interés del conde de Segni por la joven era claro como la luz del día. Habiendo su marido jurado lealtad a Aimery de Segni, su única opción era ceder.
Pero , no siendo francés sino italiano, tal vez los detalles de lo que era un comportamiento apropiado se le escapasen. Después de todo , en toda a Europa se sabía de las cosas extrañas que sucedían en Italia.
Sin embargo lady Joanna permaneció inflexible en un detalle. En ningún caso compartiría los mismos aposentos con la doncella de Foix, conforme al a costumbre entre las damas de la nobleza. La escriba podía ser culta y bella, algo que admitía de mala voluntad , pero nadie sabía nada sobre su linaje. Emerico había dicho que Claire había nacido en una familia de campesinos. La propia Claire insistía en eso. Aún así, nadie lo sabía con certeza. Además , según su marido, ese había sido uno de los motivos por los cuales sir Aimery había resuelto traer a la escriba a Foix. Para esclarecer el misterio de su linaje.
Foix era un lugar pequeño. No sería difícil resolver esa cuestión.
— Te puse sola en este aposento — dijo la lady, abriendo la puerta de un cuarto pequeño. — Disfrutarás de paz y privacidad. Mandaré a una criada a que venga a ayudarte a vestirte para la cena . Avisame si necesitas algo mas.
Claire sólo asintió. Sabía muy bien lo que aquella mujer bajita y gordita estaba pensando. Al principio, se sintió avergonzada. Después, tuvo ganas de reírse. Como si Claire de Foix pudiese ser amante de un hombre! Educada en las creencias cátaras, preparada para convertirse en sacerdotisa, en Perfecta, jamás había experimentado las tentaciones de la carne.
"Excepto cuando él me apretó junto a su pecho. Excepto cuando floté en sus brazos".
Pero no estaba segura allí. No cerca de él. Era una de las últimas Perfectas de Languedoc, miembro de una secta hereje que Aimery de Segni había jurado destruir. Enemigos la rodeaban. Necesitaba resguardar tanto su virtud como su vida.
Y había más. Se William Belibaste sabía donde había sido escondido el tesoro, como el conde de Foix había afirmado , entonces por qué él no había contado eso a quienes planeaban su fuga? Una buena manera de obtener la libertad sería intercambiarla por monedas de oro. Belibaste, sin duda, era lo suficientemente inteligente como para entender eso. Si él supiese dónde los cátaros habían enterrado sus riquezas, por qué no había compartido ese conocimiento con los compañeros después de su captura? Por qué no le había contado al padre Pedro, quien luchaba incansablemente para liberarlo?
Incapaz de encontrar respuestas para esas preguntas, Claire decidió ocupar su mente con cualquier otra cosa.
Su mirada recorrió el ambiente. Con certeza el cuarto comprimido siempre había sido destinado a aquellos cuyo linaje exigía hospitalidad en el ala noble, pero que no poseían un título que los hiciesen merecedores de grandes comodidades. La inexistencia de una chimenea sugería que o espacio estrecho sería húmedo y que olería a moho en el invierno. Los muebles consistían sólo de una cama estrecha, una mesita, un banco y un crucifijo en la pared . Claire se arrodilló delante del crucifijo. Necesitaba ese consuelo. Necesitaba pensar.
Realmente podía existir un tesoro?
El Padre Pedro siempre había afirmado que no. Sólo rumores, rumores sin fundamento, el viejo sacerdote había repetido incontables veces . Podría estar equivocado? Nunca lo había cuestionado antes, pero tal vez fuese el momento de exigir explicaciones. Debía descubrir la verdad detrás de los rumores. Tal vez fuese ese el motivo de su venida a Foix. Descubrir la verdad y contársela al padre Pedro. Usarían ese conocimiento para liberar a William Belibaste.
— Y luego , tal vez, todos nosotros seamos libres también — ella murmuró.
Sin pensarlo, Claire desarmó las trenzas. sacudiendo la cabeza lentamente, dejó que el cabellos se esparciese por su espalda , llegando casi hasta su cintura.
Debía prepararse. Debía estar lista.

Los últimos pájaros ya se habían retirado a sus nidos esa noche cuando Claire finalmente terminó de arreglarse para la cena . Nunca, en toda su vida, había pasado tanto tiempo concentrada en ella misma. Entre bañarse, usando jabones de grasa de ganso, y ponerse uno de sus dos hábitos blancos, nunca precisaba más que diez minutos. Pero, ese ritual severo le proporcionaba algo de paz. Una paz que no experimentaba ahora. En verdad , hacia muchos años no sabía lo que era la paz. Serenidad sería un término más adecuado para definir su existencia. Serenidad, docilidad, confianza . Esos habían sido los sentimientos que guiaban sus días desde el momento en que el padre Pedro la había salvado de la tragedia que se había abatido sobre su familia. Ella había pasado a querer lo que él ardientemente buscaba: venganza. Había pasado a ansiar lo que él ansiaba: a resurrección de los cátaros.
Pero , extrañamente, mientras aguardaba que el conde de Foix viniese a buscarla, comenzaba a tener dudas sobre lo que quería. Ya no sabía qué ansiaba. Ya no confiaba en nadie .
"Descubre sobre el tesoro. Usa sus poderes".
Irritada, buscó sofocar las palabras del viejo padre. Cómo podría el padre Pedro estar pidiéndole eso, cuando afirmaba la inexistencia de un tesoro?


Todo había comenzado inocentemente. De eso Aimery estaba seguro. Había sido sin segundas intenciones que le había regalado a la escriba el pañuelo de seda. Después le había enseñado a flotar y planeaba enseñarle a nadar. Lea había llevado a vivir en su castillo cuando había considerado que estaba en peligro, después del descubrimiento de la muñeca de cera. La había abrazado para consolarla, cuando Claire había perdido a su amiga y abadesa Helene. La había Traído consigo a Foix en busca de respuestas. Todos esos habían sido gestos inocentes, hasta inofensivos . Sin embargo , lo que estaba sintiendo ahora no era nada inocente, ni inofensivo. Aimery de Segni lo sabía muy bien .
La deseaba .
Era lo suficientemente adulto como para enfrentar los hechos. Al verla caminar por el salón repleto para ocupar un lugar en la mesa principal, cualquier duda que pudiese tener respecto a las emociones que lo movían se desintegraron. Claire estaba diferente ahora. Muy diferente de cuando la había conocido, en el primero día del juicio de William Belibaste. El la había hecho diferente.
La doncella de Foix ya no usaba el hábito de novicia. Usaba uno de los más bellos vestidos de Minerve, de seda azul cobalto, bordado con hilos de oro. Había sido él mismo quien había comprado esa seda para su hermana, en una viaje a Como. Minerve se la había entregado a una renombrada costurera de París, famosa por su buen gusto y por los precios salados, la tarea de confeccionar esa prenda. Su hermana realmente debía querer a Claire, para prestarle ese vestido. Y Claire estaba absolutamente bella.
Cómo la deseaba.
Al principio, jamás la hubiese considerado una mujer deseable, aunque Huguet no hubiese pensado así. En verdad su cuñado le había llamado la atención, aconsejándolo a no involucrarse con una joven novicia.
Mientras la observaba aproximarse a la mesa, Aimery concluyó que ambos estaban ligados por acontecimientos aparentemente sin gran importancia, pero significativos. Primero, cediendo a un impulso, le había regalado un pañuelo de seda. Después la había instalado en Montsegur y luego había resuelto traerla a Foix. Sus cuerpos habían se tocado en el lago y él no había vacilado en tomarla en sus brazos, cuando la madre Helene había muerto . Hechos simples pero fuertes.
Al levantar la cabeza, la mirada de Claire se cruzó con la de Aimery. Como si fuese presa de una fascinación arrebatadora ella continuó caminando, sin dejar de mirarlo. Era como si, por primera vez, viese Aimery.
Todo a su alrededor parecía haber desaparecido. Claire sólo veía a Aimery y nada más le interesaba.
Entonces el encantamiento fue quebrado. El conde de Foix extendió la mano para ayudarla a sentarse.
— Rumores — dijo la regordeta lady de Foix, con un poco de nerviosismo. — Hay rumores insistentes de que tendremos problemas aquí también.
Nadie necesitaba preguntar sobre la naturaleza de los problemas. Desde la reaparición de William Belibaste, los rumores que recorrían Languedoc estaban concentrados en la conspiración que liberaría al hereje. Que Belibaste continuase preso parecía no importar. Sólo Importaba sembrar o miedo.
— Y ahora con todas esas muertes en Montsegur... — La lady suspiró y cubrió sus hombros con el chal de seda. — Todos están hablando sobre los cátaros otra vez , aunque ellos estaban prácticamente olvidados. Cuando sir Emerico, mi marido, tomó posesión de este castillo, nadie mencionó los problemas antiguos. Pero ahora con la llegada del obispo Fournier y de Inquisición ... No se habla de otra cosa más que del pasado. Comentan sobre Simon de Montfort y los caballeros templarios. También hablan sobre Esclarmonde de Foix.
El corazón de Claire tuvo un sobresalto ante la mención de los caballeros templarios y la relación de ellos con una Perfecta. En caso que profundizasen el asunto, existía la posibilidad de que llegasen muy cerca del padre Pedro. Nadie podía sospechar de la existencia del viejo templario. Debía decir algo , cualquier cosa, para distraerlos, necesitaba cambiar de tema. Pero Aimery se manifestó primero.
— Son objetos muy interesantes estos — dijo el conde de Segni, levantando un utensilio.
— Se llaman tenedores — sir Emerico explicó, orgulloso de su adquisición. — Invención de los turcos. Mi suegro los descubrió en Jerusalén, durantel as Cruzadas. Son mucho más prácticos que los cuchillos. Agarran la comida con más facilidad. El padre de Joanna es un Valois y bastante innovador. Toda la familia es así. Se Comenta que vos no tardarás en unirte a la familia. Marido y mujer se intercambiaron miradas y luego miraron a Claire.
— Lady Isabel y yo estamos casi comprometidos hace algún tiempo — Aimery comentó gentilmente. — Pero nada definitivo está decidido. Siempre creí que los arreglos del matrimonio deben ser dejados en manos profesionales, como las de los banqueros da Lombardia. Nuestros representantes todavía no llegaron a un acuerdo económicos con los representantes da familia Valois.
Sir Emerico y esposa concordaron entusiasmados, el matrimonio de ellos había seguido los mismos trámites. Eso también ayudaba a explicar la presencia de Claire. Si los rumores estaban correctos, las negociaciones entre los representantes de la viuda Isabel de Valois y los del conde de Segni se arrastraban hacia tres años. La unión de poderosas familias sólo podía estar trabada por dos motivos: tierras y dote. Pero un hombre tenía otras necesidades. Y tales necesidades serían fácilmente satisfechas por una linda escriba como la doncella de Foix. Después de todo , todo París sabía que Isabel, a pesar del casamiento próximo, no desprendía de sus "prerrogativas". Por lo tanto , sería natural que el conde también se sintiese libre de ejercer sus derechos. Eso hacía con que el lord y la lady mirasen a Claire con mayor benevolencia.
— Por casualidad, saben que mi hermana se casó con un descendiente de Simon de Montfort?
Lady Joanna, quien acababa de tragar su tercer dulce, levantó una ceja.
— Si ? Si , ahora que mencionas el hecho me acuerdo haber oído algo al respecto . Claro que yo debería saberlo, pero ha habido tantos matrimonios entre la nobleza últimamente. Es mposible mantener un registro mental de todos.
— Sin embargo cualquier unión de un miembro de tu ilustre familia es importante para todo Europa — se apresuró a agregar sir Emerico, temiendo que su esposa hubiese ofendido al invitado de honor y a su lord superior.
Inmediatamente lady Joanna apoyó a su marido.
— Oí decir que Raymond Roger de Foix fue el más feroz de los adversarios de Simon de Montfort — prosiguió Aimery.
— El era considerado, por muchos, el más excepcional de los generales de Languedoc — dijo sir Emerico, su cara roja por el vino. — Pero, en verdad, existían pocos rivales para disputar el título. Siendo montañeses independientes, la gente del sur estaba determinada a no rendirse a los francos del norte . Pero esa independencia les impedía aceptar órdenes, y trabajar juntos. A diferencia de los francos, que se basaban en una estrategia, el pueblo de Languedoc sólo confiaba en lo que juzgaba la rectitud de su causa. No creía en la importancia de trabajar en conjunto. Y nosotros conocemos el resultado de esa tontería.
— La Inquisición — murmuró Claire, solamente Aimery escuchándola.
— Claro que los francos vencieron — comentó lady Joanna. — siendo cruzados, tenían la buena voluntad de Dios para ayudarlos.
— Ellos contaron con el apoyo del poder político dominante — Aimery la corrigió.
— Ustedes conocen la leyenda de Foix? — sir Emerico preguntó, diplomáticamente evitando discutir un tema polémico.
— Cuéntala — lo incentivó su esposa, comiendo el octavo dulce. — Nuestros invitados disfrutarán escuchándola. Especialmente Claire, pues lord Aimery solía llamarla doncella de Foix. Tal vez a ella le gustaría saber como Raymond Roger alentó tanto a su esposa Phillipa, como a su hermana, Esclarmonde, a que se convirtiesen en Perfectas, en sacerdotisas cátaras.
Desafortunadamente habían vuelto al punto de partida y no había nada que Claire pudiese hacer al respecto . "Tal vez fuese mejor permanecer en silencio", ella pensó. Y parar de temer lo que Emerico llegase a decirle. Debía escuchar y aprender.
— Se dice que los motivos por detrás de la actitud de Raymond no estaban muy relacionados con la devoción religiosa sino con el deseo que él sentía por Loba de Cabaret, una mujer bella y seductora — aclaró lady Joanna, guiñando un ojo . — A pesar que todo eso haya sucedido hace menos de cien años, era seguro confiar a su esposa y a su hermana a un convento cátaro. Todavía no se quemaba gente en las hogueras por herejía. Eso vendría después. Con las Cruzadas.
Mirándolo de soslayo, Claire se dio cuenta que la historia interesaba inmensamente. a Aimery El conde la había traído a Foix para que escuchase leyendas locales?
Los lords de Foix se prepararon para proseguir la narrativa. Sir Emerico con su vino y esposa con mas dulces.
— Las batallas que se sucedieron fueron feroces — continuó el lord de Foix. — Absolutamente feroces. Cristianos contra cristianos y después contra los cátaros herejes, en un derramamiento de sangre como nunca se había visto antes. Ni siquiera en la guerra contra los herejes en ciudad Santa. Simon de Montfort arrasó esta región, y lanzó tantas brujas a la hoguera que las noches parecían días. El Conde Raymond Roger fue uno de los pocos en resistirse. Los otros, como ya dije , eran demasiado independientes, o demasiado débiles , como el conde de Toulouse. Un hombre muy débil — repitió sir Emerico, en un tono desdeñoso. — Raymond Roger y su hijo eran diferentes. Fueron los últimos grandes defensores de los cátaros.
— Pero las razones detrás de esas batallas se revelaron mucho más políticas que religiosas — ponderó Aimery de Segni, cuyos ancestros habían sido los primeros a apoyar a las Cruzadas. — Siendo estas tierras fértiles, el rey de Francia quería asegurarlas para si, especialmente después que la mayor heredera de la región, Eleanor de Acquitaine, se casó con Henrique, el rey inglés.
Otra vez sir Emerico sorbió un largo trago de vino. Con una señal de la lady, una criada remplazó a bandeja vacía por otra llena de dulces.
— Al final el conflicto se resumió a una confrontación entre Simon de Montfort y Raymond Roger de Foix — dijo lady Joanna, con un suspiro. — Y qué contraste hacían esos dos !
Sir Emerico retomó la palabra.
— Simon estaba casado con una mujer verdaderamente maravillosa, Alice de Montmorency, a quien permaneció fiel y devoto. Del otro lado, aunque declamase a los cuatro vientos las virtudes de los cátaros, Raymond Roger llevaba una vida disoluta.
— No se estará confundiendo? — preguntó Claire.
— No fue el conde Raymond Roger quien se dedicó completamente a su familia y Simon de Montfort el libertino?
Por lo menos eso había sido lo que el padre Pedro siempre le había enseñado . El conde de Foix lanzó una carcajada .
— Oh, no. Era exactamente lo contrario. Los trovadores cantaron muchas canciones sobre el comportamiento disoluto del viejo conde de Foix.
— Tal vez " un comportamiento exuberante" fuese una palabra más adecuada — contemporizó lady Joanna.
— Pero Montfort no era, como diría mi esposa, "exuberante". Alice de Montmorency siempre fue la única mujer de su vida. Me acuerdo que mi padre contaba que ella partía a las batallas al lado de su marido, rehusándose a ser dejada en el castillo, mientras su amado se exponía al peligro. Los dos se entregaron a ese matrimonio en cuerpo y alma.
— Como todo matrimonio debe ser — concordó a lady. — Digno de censura es Raymond Roger, con una esposa confinada en un convento y viviendo con su amante en el castillo.
Nadie notó el prolongado silencio de Claire.
— él no era un hombre tan malo . Sólo un ser humano, con necesidades humanas — decretó lady Joanna, como si hablase de un pariente excéntrico y no de aquel a quien ella y su marido habían usurpado las tierras.
— Es verdad — concordó el actual conde de Foix. — Raymond Roger murió tranquilamente mientras dormía y está enterrado cerca del castillo. Debo aclarar que a pesar de todos sus problemas con las Cruzadas, él consiguió establecer una tregua con la Iglesia y fue bastante generoso con los miembros del clero que se mostraron inclinados a hacer la vista gorda a sus excesos y a darle la absolución. Finalmente , fueron los monjes cistercienses quien le prepararon un lugar para su reposo eterno.
— El final de una era — dijo Aimery. — La muerte de él marcó el final de las Cruzadas en esa región.
— Y el final de la causa catara también — Claire habló impulsivamente.
— Es gracioso como todos ustedes se vieron reunidos otra vez — comentó lady Joanna. — Segni, Montfort y ahora la doncella de Foix. Es casi como si el viejo esquema de enemistad hubiese resurgido.
— No tengo ninguna relación con las causas nobles — Claire se apresuró a esclarecer. — Soy hija de simples campesinos.
— Pero naciste en Foix — la lady insistió. — Y ahora ejerce la función de escriba en este último juicio cátaro.
— Ahora, no en el pasado — insistió Claire, segura que algo todavía estaba por venir. Podía sentir en los huesos que un cambio ocurriría. quería dar la espalda a esa situación y correr junto al padre Pedro. El Padre Pedro que siempre le proporcionara seguridad, que siempre a cercara de cuidados. Pero muy profundamente, sabía que sería imposible. Jamás podría volver atrás. El futuro la empujaba hacia adelante . No podría volver al pasado.
Estaba sola y tenía miedo.
Siempre había estado sola, ella se dio cuenta de repente. Siempre había tenido miedo.
Sir Emerico retomó a historia desde el punto que, particularmente, juzgaba más interesante.
— Simon de Montfort murió en un campo de batalla después de sitiar, y vencer, a Raymond Roger en Toulouse. Toulouse todavía era uno de los mayores centros comerciales de la región y su pueblo, cátaros y ortodoxos, estaba unido contra los invasores. Los condes lucharon lado a lado con los campesinos; hombres, mujeres y niños lucharon. Todos sabían lo que les sucedería si Montfort venciese. El pueblo de Toulouse luchó con la desesperación nacida de la certeza de que sus vidas dependían del resultado de ese embate. Porque, a pesar de todas as sus virtudes, Simon de Montfort era implacable en las Cruzadas, no dejando ningún sobreviviente.
— Ellos jamás podrían vencer. Mi marido les dirá por qué — comentó lady Joanna. — Cuéntales que los sacerdotes ya estaban oyendo las confesiones y los Perfectos ministrando los últimos ritos cuando el milagro sucedió.
Y fue verdaderamente un milagro — concordó sir Emerico. — Los invasores francos habían construido una enorme catapulta. Esa máquina de guerra era tan temida que el pueblo de Toulouse la llamaba "arma de brujería". Y ellos sabían que si le permitiesen aproximarse a sus murallas, serían masacrados. La máquina tenía que ser destruida. Como siempre, fue Raymond Roger quien decidió dejar la ciudad , en una bella mañana, y liderar un ataque sorpresa. Cuenta la leyenda que, en ese exacto momento, el siempre piedoso Simon de Montfort estaba asistiendo a misa y que le pidió a Dios que le concediese la victoria, o la muerte. Entonces Simon, acompañado por su hermano y camarada, Guy de Montfort, salió hacia el campo de batalla. De repente, cuando la victoria parecía segura, una flecha alcanzó a Guy en su entrepierna . Simon se apeó y corrió en auxilio de su hermano. Una actitud digna de un hombre bueno y valiente — prosiguió sir Emerico, después de una breve pausa. — Pero que lo condenó a muerte. Dicen que una virgen catara se aprovechó de la situación y , con una hondera , lanzó una piedra, alcanzando a Simon de Montfort en la sien . La muerte fue instantánea. La noticia de la caída de su líder se esparció como fuego en el campo de batalla y por la ciudad . Lo lop es mort! Lo lop es mort! L lobo está muerto! El lobo está muerto! Recayó en el hijo mayor de Simon, sir Amaury de Montfort, la tarea de recoger el cuerpo de su padre y alejarlo del combate. En un mes, la catapulta estaba destruida y el asedio a Toulouse acabado. Los cruzados incluso intentaron un último ataque desesperado a la fortaleza, pero fueron repelidos. Pero , a pesar da victoria, parece que fue la causa catara la que murió en ese día, junto con sir Simon. Las batallas cesaron, dando lugar a una época de calamidad . Hasta este momento , William Belibaste es el primero cátaro a ser apresado en mucho, mucho tiempo. Veremos que va a suceder a lo largo de este juicio.
Sir Emerico se calló , sus ojos fijos en Aimery de Segni.

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