jueves, 2 de septiembre de 2010

LA NOVICIA REBELDE - CAPITULO 5- DEBORAH JOHNS

CAPITULO 5



Acostada en la cama, en posición fetal, Claire miraba la oscuridad. Había una broma estúpida poner esa muñeca en un lugar a la vista de todos con el objetivo de amedrentarla. Si, tenía plena consciencia de que el autor de la broma debía ser un tonto. Sin embargo , estaba atemorizada. Se había dado cuenta de la amenaza implícita en esa muñeca, aunque Aimery prácticamente le hubiese impedido de ver la imagen, tomándola en sus manos y destruyéndola como si fuese un bicho. El noble había querido protegerla, evitar que se sintiese asustada.
Pero continuaba aterrorizada.
Quién podría querer intimidarla de esa manera? Quién le deseaba tanto mal?Había sido lo que Aimery le había preguntado . Se lo preguntaba a si misma en ese mismo momento .
Y no hallaba respuestas.
Naturalmente la explicación obvia sería que alguien había descubierto los planes para salvar a William Belibaste. El pequeño grupo de partidarios de la causa había sido localizado. Los inquisidores ya estaban al tanto de todo.
Claire, educada en ese convento, jamás había alimentado ideas ingenuas respecto al poder de la Iglesia. Sabía de sus tramas intrincadas y de sus intrigas políticas. Desde la infancia había aprendido que en cualquier momento el puño de la Inquisición podría aplastarla. Si, sabía todo eso. Sólo se preguntaba cómo.
"Como ellos lo habían descubierto?", pensaba.
Envuelta en la sabana de algodón , Claire giraba inquietamente en la cama El grupo siempre había sido cuidadoso, siempre manteniéndose en las sombras. Y era un grupo tan pequeño. Solamente ella, el padre Pedro, la madre Helene, que escondía sus creencias heréticas detrás del hábito de abadesa, y unos pocos más . Nadie había querido aumentar el número de miembros . Eso vendría después, cuando retomasen lo que por derecho les pertenecía y cuando William Belibaste fuese liberado.
Sin embargo , había una otra cosa la preocupaba todavía más. En el instante en que Aimery había extendido la mano para tomar la muñeca, se había apostado detrás de él . Instintivamente, había buscado su amparo y socorro. Y Aimery de Segni era un enemigo. Como el Protector de la Inquisición , entre sus tareas estaba la de perseguir infieles. No importaban sus palabras educadas, su empeño en involucrarla en una conversación interesante. Si él supiese quién era ella, el lord de Montsegur no vacilaría en destruirla. Había sido lo que le había enseñado el padre Pedro. Pero por otro lado , confiaba en Aimery. Cuando había sentido miedo, había sido en él en quien había encontrado seguridad. Incluso ahora, horas después, todavía se aferraba al pañuelo de seda como a un talismán.
Necesitaba reunirse con los otros. En compañía del padre Pedro, de la madre Helene y de los demás integrantes del grupo se sentiría fortalecida, serena para enfrentar lo que destino les reservaba.
Los francos del norte eran asesinos. Los cátaros representaban la verdad, la pureza. Y, un día, retomarían ka tierra que les había sido tan cruelmente robada. Apegada a esa idea, Claire observó el amanecer. Pero, esta vez, ese pensamiento no le trajo consuelo como en el pasado.


Jacques Fournier levantó la vista aL escuchar a voz de su anfitrión. Lo sorprendía que el conde fuese buscarlo a sus aposentos en ese momento , pero , como un diplomático consumado, nada dejó traslucir de sus impresiones. Y , además, tenía novedades que compartir.
Haciendo una seña para que Aimery se sentase, el obispo inició la conversación.
— Traje este documento conmigo de París. Según me contaron, estos papeles estaban inicialmente destinados a la residencia papal, en Avignon. Sin embargo el mensajero, natural de Lombardia, tal vez sólo estuviese exagerando para elevar su precio. El hombre debe imaginar que los obispos siempre estamos buscando información que podría ayudarlos en la disputa por el poder.
— El mensajero dijo por qué el Papa no quería que ese documento llegase a Avignon? — indagó Aimery.
— No. Pero no importa el motivo, pues seguramente será algo tonto. El grande problema actual es el cisma de la Iglesia. Es desastroso que tengamos dos Papas y no logro ver la resolución de esa situación en un futuro próximo. De cualquier manera, no creo que haya venido a buscarme a esta hora para discutir ese asunto.
Otra vez Fournier hizo una seña para que el conde se sentase.
— Vine a hablar de la novicia — dijo Aimery, acomodándose en la silla de respaldo alto. — La que se está desempeñado en la función de escriba.
El obispo se limitó a levantar las cejas y aguardar, sin demostrar asombro ante el comentario.
— Quiero sacarla del convento. La Quiero en mi castillo.
— Es imposible. Ella todavía no pronunció los votos. Por lo tanto , es imposible sacarla de Santa Magdalena. De acuerdo con lo que nos contó, la joven pasó toda su vida en el claustro y las monjas le tienen mucha estima. Siendo una muchacha atractiva y desprotegida, quitarla del convento provocaría un escándalo y un escándalo es la última cosa que precisamos durante este juicio delicado.
— La Quiero en mi castillo — repitió Aimery, sin levantar la voz. — Planeo traerla aquí.
Fournier miró al conde fijamente, analizándolo.
— Creo que la joven está en peligro.
— Se está refiriendo al incidente con la muñeca, del cual me habló? — El obispo levantó la mano, en un gesto desinteresado. — Eso no fue nada. sólo una broma de niños.
— No lo creo. La muñeca tenía el vestido quemado con fuego, además de poseer cabellos del color de los de Claire. Esas son marcas de herejía. La novicia quedó aterrorizada. Yo estaba allí y vi su terror.
— Pero Claire de Foix es novicia en un convento cristiano. Excepto por su trabajo como escriba, no sabe nada sobre los cátaros. Cómo podría saberlo?
Aimery abrió la boca para contar sobre su conversación con Claire, pero se calló a tiempo. Después de todo , Fournier era un inquisidor y tal vez no le gustase descubrir cuan minuciosos eran los conocimientos de la escriba sobre las creencias de los Perfectos.
— Hay rumores de que los compañeros de Belibaste intentarán rescatarlo. No sería la primera vez que esa gente, contrariando su supuesta naturaleza pacífica, incitaría a un derramamiento de sangre. Prefiero tener a la novicia a salvo.
— Imposible — repitió o obispo. — ya circulan comentarios sobre las atenciones que le dispensa a esa mujer, destinada a abrazar una vida casta. Será mejor dejarla permanecer donde está, considerando la inexistencia de un peligro inminente.
— Como lord de este castillo, es mi derecho insistir. Quiero que la doncella de Foix sea retirada del convento Santa Magdalena y sea traída dentro de las murallas de Montsegur.
Durante un largo instante los dos se miraron fijamente, irreductibles en su determinación.
— Recibí una carta de su madre ayer — dijo Jacques Fournier finalmente.
El noble sacudió la cabeza , impacientemente.
— No respondió a mi solicitud.
— Estoy respondiendo, si tuviese la gentileza de escucharme . Su madre le manda recomendaciones a usted y a su hermana. Informa estar partiendo de Roma y volviendo nuevamente al sur, aunque el viaje la fatigue mucho. Mi lady también se quejó de una ligera indisposición. Mencionó vagamente estar enferma. Pero usted la conoce. Su madre ya podría estar en el cielo y todavía considerar que su propia enfermedad es algo sin importancia, exigiendo que San Pedro la mande de vuelta a la Tierra para resolver asuntos pendientes.
Aimery sonrió ante la imagen de la diminuta y enérgica condesa de Segni.
— La conozco bien y pude percibir su extremo cansancio entre líneas — continuó el obispo. — Me pareció sugestivo que ella mencionase una esposa para usted, es más, lo menciona más de una vez. Las preguntas sobre Isabel de Valois fueron insistentes.


— Es natural que una mujer da edad de mi madre quiera nietos — Aimery retrucó bruscamente.
— Si no me falla la memoria, su hermana Minerve ya le ha dado con cuatro nietos. Y todos varones.
— Mi madre quiere un heredero para el apellido Segni. Mi hermana dio a luz cuatro Montforts.
— Su madre desea verlo establecido. Desea verlo feliz. De cualquier manera, la cuestión de los nietos no fue mencionada en la carta. Pero la cuestión de las tierras, si .
— Mis tierras no son responsabilidad de mi madre. — A pesar de sus palabras, Aimery tenía consciencia de que estaba sucediendo exactamente lo contrario debido a circunstancias que escapaban a su control .
— Son responsabilidad de su madre cuando ella se ve forzada a administrarlas — rebatió el obispo. — Y mi lady está siendo forzada a administrarlas porque usted permanece poco en Italia. Las tierras en Campagna son responsabilidad suya y está evitando asumir sus deberes porque resolvió venir a Francia en busca de títulos y tierras que no necesita, ni realmente desea. La condesa ya no tiene edad para apoyarlo en sus ambiciones.
— Pero mi padre me querría aquí, si estuviese vivo — Aimery argumentó, impulsado por ecos del pasado. — Mi madre no está obligada a manejar mis propriedades. Contraté a un administrador competente para ocuparse de eso.
— En los últimos dos años usted ha tenido cinco administradores. Me enteré a través de terceros, pues la condesa Yolanda jamás mencionaría ese detalle, incluso tomando en cuenta mi posición de viejo amigo de la familia. Su madre conoce mi opinión respecto al asunto. Usted tiene demasiadas tierras y , por lo tanto , encuentra dificultad para administrarlas. Y aún así, quiere más tierras.
— Montsegur no es cualquier tierra . Esto no es sólo un castillo más .
— Pero Montsegur es su castillo?
Aimery se levantó en un arranque , arrojando la pesada silla al piso de piedra, el ruido estridente hizo eco en el aposento silencioso.
— Por casualidad Vuestra Eminencia está insinuando que soy tan ambicioso que soy capaz de apoderarme de algo que, por derecho, no me pertenece? El propio rey de Francia me...
— No ambicioso — lo interrumpió Fournier gentilmente. — Tal vez presionado sería la mejor palabra.
— Presionado a qué? — Recuperando el control , Aimery volvió a colocar la silla de pie y se sentó nuevamente. — Presionado a tomar posesión de más tierras? Presionado a conquistar lo que mi familia espera de mí?
— Su familia... o su padre?
Una vez bastaba. El conde no permitiría que el astuto obispo lo manipulase, o lo desviase de su objetivo. Se había Permitido una demostración de rabia unos segundos atrás y tal cosa no volvería a suceder. Comandaría esa situación, como estaba acostumbrado a hacer delante de sus hombres.
— No tengo la menor idea del significado de esa su referencia a mi padre — él comenzó, hablando rápidamente para impedir que Fournier se manifestase. — Sólo sé que soy el lord de Montsegur y , por lo tanto , me cabe continuar el ilustre trabajo de mis ancestros. Mantendré esta tierra unida bajo la bandera de los reyes de Francia. No toleraré ningún tipo de insurrección , política o religiosa. Y aunque no desee faltarle el respeto, Eminencia, tal vez sea bueno que recordase que está bajo mi protección , no lo contrario. Hay rumores insistentes de que los amigos de William Belibaste intentarán rescatarlo y que fomentarán una revuelta. Tendremos un camino difícil que recorrer hasta que Belibaste arda en la hoguera por herejía, si es que ese es su destino. Yo, particularmente, soy contrario a todo eso, inclusive me desagrada verlo desempeñar la función de Inquisidor. Pero haré lo que sea necesario para asegurar la unidad de esa tierra para el rey. Sin embargo , no arriesgaré la vida de una muchacha inocente. La escriba es la más frágil de todos los involucrados en esta historia. Fuimos nosotros los que la pusimos en peligro y lo mínimo que puedo hacer es traerla al castillo, donde estará a salvo.
— Ella no es la única en peligro. Otros acabarán corriendo riesgos semejantes. — Jacques Fournier hizo una pausa, decidiendo no insistir en la cuestión del padre de Aimery. Hablaría de Umberto de Segni en una ocasión más propicia. — Posee uno de los mayores títulos concedidos a cualquier guerrero de la cristiandad , lo que, naturalmente, despierta envidia y codicia. Como su obispo y confesor, le aconsejo asegurarlo casándose y produciendo un heredero lo más pronto posible. Si no piensa en usted mismo, o en sus responsabilidades, le aconsejo a considerar Huguet y a su hermana. Sobretodo, considere la posición de su hermana. Minerve está embarazada y corre peligro quedándose aquí.
— Hace días sugerí que ella se marchase. De hecho, le pedí que no viniese acá.
— Pero Minerve no dejará a su marido. Y usted precisará a Huguet.
No había forma de discordar. Aimery había tomado posesión de Montsegur hacia una semana y ya se escuchaban rumores de insurrección.
— Si no le parece sensato traer a Claire al castillo — o conde prosiguió lentamente —, tal vez, entonces, deberíamos dispensarla de sus deberes. Tal vez no sea correcto que una novicia sea escriba. '
Jacques Fournier lo miró largamente. No le había pasado desapercibido que Aimery hubiese usado el nombre de pila de la novicia por segunda vez.
— Estuvo a favor desde el principio . Cuando el hermano Clements se enfermó , fue usted quien habló que el tribunal mostraría imparcialidad permitiendo a una mujer desempeñase el papel de escriba.
— Una mujer. No una monja.
— Y cuál es la diferencia? Ambas despiertan atenciones indeseadas. Estoy seguro que la noticia sobre una mujer documentando el juicio ya llegaron a Roma. Ese tipo de escándalo se esparce rápidamente.
— El problema es exactamente ese. No importa lo que haga Claire de Foix siempre llamará la atención . Por lo menos si continua vistiéndose como se viste. Hay algo inquietante en todo ese blanco. Mis hombres ya lo notaron.
- Claire de Foix es la única persona disponible que domina el latín ! — exclamó o obispo. — Pedí ayuda, pero no hay nadie en los monasterios cercanos capaz de ejercer la función de escriba. Y es imperativo que el juicio de William Belibaste sea concluido. Conoce los peligros que nos acechan. Sabe lo que sucedió antes. Sabe de la revuelta y del derramamiento de sangre. Qué me resta hacer mas que proseguir?
— Entonces que la doncella de Foix empiece a vestirse como una mujer normal. Modestamente, sin exageraciones. No estaría haciendo nada malo o reprochable. Después de todo , no hay razón para ella ande vestida como una monja, porque no lo es. Todavía no pronunció sus votos. Usted No estaría infringiendo ninguna ley de la Iglesia si le prohibiese usar el hábito durante o juicio.
Notando que sus argumentos comenzaban a surtir efecto sobre el obispo, Aimery aprovechó esa ventaja.
— Ella también debería descubrir sus cabellos. La toca es un símbolo distintivo de una religiosa. Con la cabeza descubierta, Claire de Foix parecerá pertenecer al pueblo. Así, cuando se llegue a un veredicto, habrá menos discusión sobre su imparcialidad.
— No habrá ninguna discusión sobre imparcialidad. No en mi tribunal. Estoy empeñado en que sea un juicio justo. Nadie será condenado a la hoguera si no es realmente culpable de herejía. O sin una oportunidad de abjurar.
— A menos que el reo sea un Perfecto.
— Si, a menos que sea un Perfecto — repitió el obispo sin vacilar.
— Entonces , que la doncella continúe registrando el juicio. Pero que se presente como lo que verdaderamente es. Una doncella.
— Lo Pensaré .
— Es lo único que pido — presionó Aimery.
No había como ir en contra una decisión del lord del castillo, especialmente estando bajo su protección. Jacques Fournier era suficientemente inteligente como para comprender las sutilezas de la situación, tal como Aimery había imaginado . Sin embargo el obispo había dejado claro conocer los verdaderos motivos por los cuales el conde de Segni deseaba la doncella de Foix dentro das murallas de Montsegur.
— Ella lo atrae — dijo el inquisidor,firmando el permiso para que la novicia se ausentase del convento. — Por alguna razón, la quiere. Pero recuerde su posición aquí . Y recuerde la de ella.
Aimery no se olvidaba de nada de eso, pero estaba determinado a tener a Claire. Y la tendría ese mismo día, aunque no de la manera en que la que el obispo suponía . Ni por un instante podía olvidarse de su deber para con Montsegur, o para con su familia. Sin embargo , disfrutaba a compañía de Claire. Le gustaba oírla hablar, observarla escribir, caminar a su lado hasta el convento, especular sobre el color exacto de sus cabellos. Los momentos pasados juntos eran los más agradables de su rutina, aquellos que le daban mayor placer.
Y planeaba disfrutar de la alegría que Claire le proporcionaba. Por lo menos mientras fuese posible.


— No puedo, de ningún modo , dejar mi convento — Claire habló alterada.
La novicia y el conde de Segni estaban solos en una salita después de haber acabado con los trabajos de ese día. Las sesiones de interrogatorio todavía giraban en torno a la información preliminar sobre a vida de William Belibaste. Nacimiento, familia, oficio . Jacques Fournier quería un juicio imparcial, en el que ningún detalle fuese dejado fuera. Los testigos sobre herejía y hechicería todavía estaban por venir.
— Nadie está pidiendo que dejes el convento en carácter permanente — retrucó el conde —, sólo por un breve período. Oímos rumores sobre un complot para liberar a William Belibaste. Preferimos tenerte a salvo dentro de las murallas de la fortaleza. Debes entender que yo , que nosotros, te hemos puesto en peligro al pedirte que ocupes el cargo de escriba. esa muñeca... bien , fue algo muy perturbador.
— Sólo superstición — Claire murmuró rápidamente , desviando la mirada . Sospechaba más sobre ese objeto de lo que estaba dispuesta a admitir, especialmente considerando que su interlocutor representaba el poder enemigo. — Cómo puede una muñeca causarme mal?
— Claro que no creo que una muñeca pueda causarte mal. Pero sin duda creo que el hombre que la colocó allí puede hacerlo . Y lo hará.
— No tengo necesidad de protección. Soy de Montsegur. Nadie me lastimaría. Viví en esta ciudad , dentro del convento, toda mi vida.
— No toda tu vida. Sólo a partir de los tres años. Recibí noticias de Foix. Sé todo respecto a vos .
— Todo sobre mí ? — El hecho que el conde hubiese buscado información en Foix no la sorprendía, ni la amedrentaba. Esperaba que él actuase con cautela. Habría hecho lo mismo en el lugar de él.
Aimery se acercó a la ventana, los ojos fijos en el atardecer . Agradecida porque él le daba la espalda , Claire pudo , finalmente , estudiarlo atentamente, algo que no había tenido oportunidad de hacer hasta entonces .
El conde de Segni era alto, de hombros anchos, músculos bien definidos. Y emanaba masculinidad por todos los poros.
— Mandaste espías a Foix? — ella preguntó, esforzándose por mantener la voz firme y calma. No lograba entender por que la visión del cuerpo de Aimery la afectaba tanto.
— No espías . Perdona la impertinencia, pero , admitamos que es curioso que una mujer de origen humildes como el tuyo haya recibido una educación tan esmerada.
— Ya conté que las monjas en el convento de Santa Magdalena...
— Las monjas jamás serían capaces de enseñarte todo lo que aprendiste. Ellas también se asombraron con tus talentos. La abadesa Helene dijo que te enseñó los rudimentos del latín y que pronto vos la habías superado. Me parece que vos, dueña de una inteligencia especial , posees conocimientos profundos sobre temas muy variados. Además del latín, sos excelente en escritura y matemática. La Madre Helene me contó que también dominas el arte de la alquimia.
Ante esa palabra prohibida, tan asociada a los caballeros templarios, Claire experimentó una puntada de miedo. Esforzándose por aparentar tranquilidad, habló en voz baja :
— No tenías ningún derecho a espiarme. No tenías derecho a hacer preguntas.
— Tengo todo el derecho. Soy el lord de Montsegur y conozco mis deberes para con este lugar y con este pueblo. Mi responsabilidad es celar por la seguridad de ambos.
Esas eran las mismas palabras que había usado con el obispo, pero Claire no era Jacques Fournier y estaba lejos de aceptarlas sin rebelarse.
— Soy una novicia, prometida a la Iglesia. No permitiré que me digan qué hacer. No seré alejada de mi hogar.
— Es una decisión tomada . — Aimery se dio vuelta para mirarla, dueño absoluto de la situación. — Tus pocas pertenencias fueron llevados a un cuarto en el ala noble. Te gustarán tus aposentos. Quedan cerca de los de mi hermana, Minerve. Ella es sólo un poco mayor que vos y tengo la impresión que las dos se entenderán bien. Minerve también tiene opiniones propias respecto a todo. Es madre de cuatro hijos. El quinto llegará en breve, antes del final del verano. Te gustan los niños?
La pregunta inesperada la tomó de sorpresa. Atónita, ella respondió con
un asentimiento de cabeza.
— Perfecto — continuó el conde. — Los hijos de Minerve son bien educados y muy dinámicos, si es posible imaginar semejante combinación. Mi hermana es tan apasionada por los niños como por su marido. Tengo el presentimiento que vos y Minerve se harán amigas.
— Lo dudo. Siendo ella tu pariente, debe compartir con vos esa arrogante incapacidad de considerar los deseos ajenos. Dudo que tu hermana y yo descubramos que tenemos algo en común.
— Veremos. — Aimery sonrió , como si disfrutase un secreto. — Minerve es muy atrevida , con opiniones definidas sobre todo . Conocerás a mi hermana y tendrá oportunidades suficientes para llegar a una decisión. Acompañame ahora. Voy a llevarte a tus nuevos aposentos, a tu nuevo hogar.
"No es mi hogar. Nunca será mi hogar", Claire decidió.


Bastó una mirada rápida, para que Claire comprendiese cuanto más cómoda estaría instalada en su nuevo cuarto de lo que jamás había estado en la celda del convento. De tamaño mediano , elegantemente amueblado y con una cama tan grande que podría acostarse en diagonal sin que sus pies tocasen los bordes del colchón. Y la ventana ? Inmensa, abriéndose a un jardín florido.
Y lo más importante, no compartiría ese espacio con nadie . Muchos cuartos de castillos, incluso en el ala noble, solían albergar varias personas. Había asumido que Aimery de Segni iba a colocarla en compañía de otras doncellas. Se había equivocado . Agradecía al Cielo por la soledad . Necesitaría privacidad, si quería ver a William Belibaste libre.
Caminando inquietamente por el cuarto, Claire consideraba las implicaciones de su venida a la fortaleza. Sabía que necesitaba avisar al padre Pedro y a los otros. Tal vez la madre Helene ya los hubiese informado de la desastrosa mudanza . Por primera vez ansiaba conversar con la madre Helene, más que con el padre Pedro.
Necesitaba entrar en contacto con el grupo. Planes más detallados deberían ser elaborados. En el pasado , ellos se habían contentado con vivir el día a día, esperando que el destino les proveyese algo que resultase útil para su misión. Pero ahora, tendrían que enfrentarse a Aimery de Segni y el conde no cometería errores. Planes necesitaban ser trazados con urgencia.
Y nadie sabía cuánto tiempo el juicio demoraría. Las pruebas contra William Belibaste parecían ilimitadas, especialmente porque él no se mostraba arrepentido, ni daba la impresión de querer abjurar. Belibaste nunca había sido un hombre solapado. Era un hombre franco y aventurado, había dejado rastros detrás de si y la Inquisición , acechándolo hacia años, había aprovechado la primer oportunidad para capturarlo. Por lo tanto , Jacques Fournier podría cerrar el juicio al día siguiente, en caso que le conviniese. En verdad , nadie sabía lo que el obispo haría, sólo que él tenía poder y autoridad para actuar conforme quisiese.
El Padre Pedro había comprendido muy bien la situación. El templario había logrado entregarle un mensaje diciendo que, esa noche , se reunirían en el convento. Como todos los encuentros, ese sería rápido y furtivo. Peligroso. Pero estaría presente.
Aunque sentía miedo. Aimery de Segni no era estúpido, no era un hombre a quien se pudiese engañar impunemente. Sin embargo , dudaba que el conde hubiese sospechado su secreto. Cómo podría? No había sido por este motivo que él la había obligado a mudarse al castillo. Todos los del grupo, en especial el padre Pedro, habían sido extremamente cuidadosos. Pero, estaba siendo vigilada, y lo sabía.
Suspirando profundamente , Claire se sentó en la cama y deslizó la mano sobre la colcha gruesa y perfumada. Nunca había estado en contacto con una tela tan fina. La vida en Santa Magdalena siempre había sido frugal, simple , volcada al trabajo duro, una vida que seguía los principios cátaros, dedicada a la gloria futura en el Cielo .
Pero a pesar de las enseñanzas recibidas, sobre no valorizar las cosas terrenas, la belleza de esa cama, con sus lindas sábanas suaves, la hipnotizaba. Así como el pañuelo de seda que el conde de Segni le había dado como regalo y el cual traía amarrado al cuello, bajo el grueso hábito de algodón . Sin darse cuenta, había comenzado a gustar de un mundo y de un estilo de vida que siempre había conocido como carnal , confuso, sin valor e insatisfactorio. La Intrigaba su rápida cambio. Y el culpable era Aimery de Segni. El tañido de las campanas la trajo de vuelta a la realidad. Había Anochecido y una luna llena iluminaba la noche de verano. Aproximándose a la ventana, Claire rastrillando el patio del castillo con la mirada . Nadie en las inmediaciones del portón, excepto el centinela que dormitaba sentado en el suelo . Se quería alcanzar a los otros, necesitaba apurarse.
Primero tendría que cambiarse de ropa. Una monja deambulando en ese momento despertaría curiosidad y generaría preguntas. Había planeado discutir con el conde sobre la insistencia de él en obligarla usar ropas normales, pero ahora lo agradecía . En pocos minutos, se puso una túnica oscura y se soltó los cabellos. Tenía que salir cuanto antes y reunirse con los otros sin ser atrapada.
No podía ser atrapada. O perdería la vida.

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