domingo, 5 de septiembre de 2010

LA NOVICIA - REBELDE - CAPITULO 9 - DEBORAH JOHNS

CAPITULO 9


No podría durar. No debería durar. Claire comprendió la verdad de los hechos mientras corría por el bosque de vuelta al castillo comandado por Aimery de Segni. La fortaleza de él. No la de ella. Si fuese una mujer sensata, recordaría eso siempre. Qué se le había pasado por la cabeza como para permitirse ser tocada de esa manera? Para dejarlo ver los contornos de su cuerpo bajo la túnica mojada? Porque, sin duda, el conde había visto sus formas, centímetro por centímetro. Pero había querido aprender a nadar. Amaba flotar en el agua.
Cuando Aimery había dicho : "Nos encontraremos aquí mañana. Voy a enseñarte más", ella simplemente había concordado , había salido del lago y se había escondido detrás de un arbusto para secarse y vestirse.
Al terminar de arreglar su ropa el conde ya había desaparecido, tan silenciosamente cuanto había aparecido . Claire se había sentido agradecida por estar sola. Tendría tiempo para pensar, para intentar comenzar a entender la naturaleza de las emociones que la sacudían antes de llegar al castillo.
No podría... No debería... No iba a durar.
Esa vez las palabras sonaron en su mente con la voz del padre Pedro, que las había repetido incansablemente durante los muchos años dedicados a enseñarle. Había amado aquellas palabras, había amado su pureza, tan digna de los Perfectos.
Pero, en los últimos tiempos, esas palabras estaban siendo reemplazadas por otras.
"Descubre todo lo que puedas. Usa tu poder".
Sin duda podría descubrir más si estuviese a solas con el conde de Segni en el lago, que lo descubría durante las sesiones de interrogatorio, con el gran salón abarrotado de gente. Las clases de natación serían una forma de obedecer al padre Pedro y de ayudar a causa de los cátaros, y la liberación de William Belibaste.
Sin embargo, no había sido por este motivo que había aceptado la sugerencia de Aimery de encontrarse en le claro del bosque al día siguiente. Era lo suficientemente adulta como para comprenderlo. El conde se había ofrecido a enseñarle algo que ella siempre había deseado experimentar, algo que siempre había deseado aprender. Por primera vez había elegido hacer algo sin consultar el asunto con el padre Pedro y eso la asustaba. También había decidido no tocar ese tema. En su interior , sabía que al monje no le gustaría el nuevo rumbo de los acontecimientos. A los otros cátaros, tal vez incluso a la madre Helene, no les importarían. Pero al padre Pedro si .
Durante el resto de la tarde, imágenes de la clase de natación inundaron su mente. Claire intentó evitarlas entregándose a su función de escriba. Pero, por más que se esforzase por concentrarse en la transcripción de los interrogatorios, cualquier cosa parecía distraerla. Y otra vez se había hallado pensando en los momentos pasados en el lago, en las manos de Aimery sujetándola para que flotase.
"Qué pensará él de mí ?"
No, aquello nunca iba funcionar ! Necesitaba hallar un modo de controlarse y de controlar sus pensamientos. Si no era capaz de dominar su mente, nunca dominaría sus propias acciones. Enseñanzas del padre Pedro. Entrenada en el arte del Poder, Claire sabía que era necesario desempeñar sus tareas sin demostrar ninguna agitación interior. No se podía dejar consumir por las sensaciones raras que la perturbaban. Mejor ocupar su mente con el trabajo hora tras hora que tener la oportunidad de ver algo que no quería ver.

Sola en su cuarto, se dedicó a arreglar las ropas que el conde de Segni le había provisto en el pequeño armario. El no le había dado nada ostentoso, nada extravagante, nada que no pudiese ser usado por una doncella común y corriente , pero que no estuviese destinada a ser Perfecta. Sin embargo , cada prenda de ropa la inquietaba. Las túnicas eran de colores variados . Azul, amarillo , verde como el pañuelo que traía , en el bolsillo del delantal. No había nada blanco, el única color que solía usar.
Después de arreglar el armario, todavía impulsada por una energía nerviosa, tomó la escoba y barrió todo el aposento, hasta dejarlo brillando. No era posible que en un ambiente inmaculadamente limpio imágenes de Aimery de Segni enseñándole a flotar en el lago, continuasen a persiguiéndola.
Entonces, sintiéndose como una ladrona , se acercó a la puerta y apoyó el oído en la madera maciza. Ningún sonido venía del corredor, ni siquiera los ruidos de las siervas que debían estar iniciando los preparativos para la comida nocturna. El vasto castillo daba la impresión de haberse adormecido, vencido por el calor opresivo del final de la tarde.
La fortaleza de Montsegur había estado sin un lord por tantos años que, probablemente, los jardines y las huertas estaban descuidados. Aún así, existía la posibilidad de encontrar allá lo que necesitaba: tomillo dulce, polvo de rosas y lavanda. La mezcla de esas hierbas que le daría frescor al cuarto y le proporcionaría algo más también. Tomillo para dulzura, rosas para la paz y lavanda para curar. Tal vez pudiese sentir en el alma los efectos de esa mezcla. Pero muy en el fondo sospechaba que no habría remedio para el encantamiento del cual había caído víctima en el lago, cuando había sentido la piel de Aimery de Segni.
"Qué pensará él de mí ?"
Los jardines estaban en peor estado del que había imaginado , hierbas malas sofocaban lo que antes debía haber sido una sucesión de bellos canteros. Pero, aquí y allá, resistiendo el avance de la mata, reinaban triunfantes lo que buscaba. Rosas perfumadas, algunos geranios coloridos, y violetas.
Se emocionaba al presenciar semejante determinación de vivir. Iba a cuidar de esas flores, liberarlas de los parásitos, enriquecer la tierra. De repente el repicar de la campana de Santa Magdalena le recordó de lo avanzado de la hora. Admirada porque el tiempo había pasado sin que lo notase, tomó el cesto con las flores e hierbas y corrió de vuelta al castillo, canturreando por el camino. La excursión al jardín había positiva. Su humor había mejorado mucho. Estaba cansada, las manos resecas. Pero había conseguido librarse de los efectos de la clase de natación. Finalmente se sentía serena y en paz. Se Reconocía otra vez.
Claire atravesó los largos corredores del castillo sin cruzarse con nadie . Afortunadamente su ausencia había pasado desapercibida. Sujetando el cesto de mimbre con firmeza, subió la escalera de piedra rápidamente, pidiendo a los cielos que el conde no la viese. Si él no la viese, se olvidaría de ella y entonces , tal vez, ella podría olvidarlo.
Al entrar en sus aposentos, jadeante y aliviada, habló en voz baja , cerrando la puerta:
— Por lo menos estoy sola aquí dentro y puedo ser yo misma.
— Sos Claire de Foix?
Una voz femenina, clara y vibrante, hizo eco desde las penumbras. Asustada, Claire se dio vuelta rápidamente en dirección al sonido y soltó el cesto, las flores y las hierbas se desparramaron en el piso .
— Es mi culpa — dijo a voz gentil. — Voy a recoger todo, no te preocupes.
— No, fue culpa mía. Yo dejé caer la cesta .
— Oh! — las mujeres exclamaron al unísono cuando sus cabezas chocaron. En el afán de recoger as flores, las dos habían se habían agachado al mismo tiempo.
— Claire de Foix? — repitió la extraña aparición, levantándose con algo de dificultad. Por primera vez, Claire consiguió verla. Ya en un estadio avanzado de embarazo, la desconocida tenía ojos increíblemente azules y cabellos dorados como rayos de sol. — Soy Minerve de Montfort, hermana del conde de Segni.
Ella era igualita a su hermano, la novicia pensó, admirada. La otra mujer se puso a reír de repente, volviendo a sentarse en el piso . Y se reía tanto, con tanta fuerza, que su barriga se sacudía de una forma impresionante . Atemorizada, Claire intervino.
— Debes pararte ! Deja de reírte tanto. Puedes lastimarte, algo malo puede suceder.
— Nada terrible puede sucederme, sólo que dé a luz aquí mismo — respondió lady Minerve. — Este no es mi primer hijo. Es el quinto!
Sin embargo, percibiendo la expresión alarmada de la joven escriba, Minerve contuvo el acceso de risas, esforzándose por recomponerse.
— Sos muy linda — dijo Claire, después de algunos segundos de silencio. — Y te pareces mucho a tu hermano. Claro que debes saber eso. Con certeza todos deben comentarte la extraordinaria semejanza.
— Hum, creo que no somos tan parecidos ahora — se rió Minerve, señalando para su abdomen hinchado. — Pero es cierto , Todavía hay alguna semejanza. Recibo tus palabras como un elogio. Francamente, considero que mi hermano muy bonito. En verdad , él sólo pierde en belleza cuando lo comparo con mi marido. A propósito, perdona mi falta de buenos modales por esperarte en tus aposentos. Aimery me aseguró que no te importaría y tenía miedo que volviésemos a desencontrar. Vengo tentando conocerte desde mi llegada. Me parece maravilloso que hayan encontrado a una mujer para ocupar el puesto de escriba.
Claire extendió la mano para ayudar Minerve a levantarse. Pero acabó perdiendo el equilibrio y cayendo sentada en el piso . Las dos se pusieron a reír otra vez, hasta que lágrimas aparecieron en sus ojos.
— Por Dios ! — exclamó la condesa de Montfort, encontrando sus ojos. — No me había reído tanto desde que llegué a Montsegur. Sé que estuve mal en venir a esperarte a tu cuarto. Y acabé asustándote . Por favor, perdona mi intrusión. Por otro lado, reírse es algo que beneficia a mi hijo.
Claire se levantó y ayudó la otra a levantarse cuidadosamente.
— Pero estás tan embarazada! — exclamó sonriendo.
— Estoy enorme —, concordó la condesa de Montfort.
— El bebé nacerá en dos meses.
— Dos meses? Das la impresión de estar a punto de...
— A punto de parir gemelos? — Minerve siguió a Claire hacia el pequeño sofá cerca de la ventana. Aunque hubiese velas en los candelabros de estaño, no valía la pena encenderlas, pues el cielo continuaba claro. — me siento tan inmensa que si sólo nace un bebé me temo que todos nos llevaríamos un susto.
Un golpe en la puerta y una criada entró para encender las velas. Notando la presencia de la joven condesa de Montfort, la sierva hizo una reverencia e dijo pronto estaría de vuelta con una escoba para barrer las hierbas del piso.
— Realmente debes perdonarme — insistió Minerve, cuando la criada se retiró. — Sé que fue poco educado de mi parte aventurarme en tus aposentos sin tu permiso. Pero estaba tan determinada a conocerte! Desde que llegué de París, casi no voy al salón donde están siendo conducidos los interrogatorios de William Belibaste. Como vos, yo hago las comidas en mis aposentos, sola, sé que estás consciente de cuanto mi hermano te admira, y mi marido también. Ambos consideran que tu dominio del latín es extraordinario.
— Para ser una mujer — dijo Claire.
— Para cualquiera. — Minerve se acomodó cómodamente en el sofá. — Ellos te consideran una persona muy interesante. Muy Infrecuente. Y Aimery también me contó que eras linda.
— Me siento lisonjeada y te agradezco el elogio. Pero tu hermano exageró un poco al describirme.
— Oh, no — discordó Minerve. — Mi hermano nunca exagera. Sólo dice lo que considera es verdad. Aimery me comentó que tal vez te gustaría hacerme compañía durante algunas horas del día. No tengo amigas aquí. Pensé que podríamos ser amigas y trabajar en nuestros bordados juntas. Soy un desastre en el manejo de la aguja. Hace diez años me vengo esforzando para terminar un tapiz.
Por segunda vez en ese día Claire abrió la boca para decir "no" a un Segni y se descubrió aceptando la sugerencia de Minerve.
— No tengo la menor habilidad con bordados, pero yo podría trabajar en la finalización de los documentos referentes a los interrogatorios. Todavía no corregí los errores, ni retoqué las letras. Yo podría hacer eso en tu compañía. De hecho, creo que sería bueno. A veces me siento...
— Solitaria — Minerve completó, comprendiendo perfectamente el sentimiento de la otra. — Yo también me siento sola . Creo que sería un perfecto arreglo para ambas. Eso si lo niños no te incomodan.
— En verdad nunca conviví con niños, pero no creo que vaya a sentirme incómoda.
— Mis hijos tal vez no sean una buena manera de iniciar una convivencia. Te Confieso que son bastante bravos y que cada uno vale por dos. Pero también son amorosos y educados. — Suspirando profundamente , Minerve se levantó . — Entonces te espero mañana, no solar, después que termines con tu trabajo con el obispo Fournier. Ah, casi me olvidaba. Mi hermano me pidió que te invitarse a una fiesta mañana a la noche en el salón principal. El conde de Foix estará presente y Aimery creyó que sería interesante que asistieses . — Por un largo instante la condesa de Montfort miró a la joven escriba, los ojos azules y penetrantes dando la impresión que veían su alma. — Sé que mi hermano gusta de vos, Claire de Foix. E Y yo también. Espero que nos hagamos amigas.
"Vos sos una Segni, casada con un descendiente de Simon de Montfort", pensó Claire con una puntada de amargura. "Nunca podremos ser amigas".
Sin embargo , en voz alta, no dijo nada.
Claire tenía plena consciencia que no era posible participar de ninguna fiesta en el salón principal. Hacia años había sido preparada para abrazar la fe catara. Y, sobretodo, estaba destinada a convertirse en la próxima Perfecta. Consagrarse como sacerdotisa continuaba siendo su objetivo más importante. Es más , su vida se resumía a eso. El problema era que, en los últimos dos días, ya no tenía tanta certeza de lo que quería para si misma . No debería pasar horas en compañía de Aimery de Segni. Sin embargo , deseaba aprender a nadar. No debería comparecer a la fiesta en honor al conde de Foix, pero ansiaba conocerlo. Muy en el fondo, alimentaba una tenue esperanza de que el conde supiese algo respecto a sus padres , algo que el padre Pedro, como un simple peregrino de paso por Foix, jamás había podido saber.
Necesitaba mucho al padre Pedro en ese momento, de sus consejos, de su certeza sobre cual camino seguir. El monje estaba en el convento, cerca de allí , pero tenía la sensación que una montaña los separaba. Como una demente, había flotado en los brazos del conde de Segni. Había hablado de amistad con una odiada Montfort. Sin embargo, en su interior , permanecía urna Perfecta y estaba determinada a actuar como tal.

Apenas había terminado la sesión de interrogatorio; Claire no había esperado que el lord de Montsegur la buscase. Había preferido tomar la iniciativa para resolver pronto la cuestión que la afligía.
Pareciendo animado, el conde la recibió con una amplia sonrisa.
— Qué sorpresa agradable, doncella de Foix! Imagino que has dormido muy bien anoche . Nadar es un perfecto ejercicio, deliciosamente cansador .
— Dormí muy bien, gracias. — Sin rodeos, ella fue directo al asunto. — Lady Minerve me informó que exiges mi presencia en el banquete de esta noche en honor al conde de Foix. Te Suplico que revoques tu orden. Me es imposible participar de cualquier tipo fiesta . Deberías saberlo.
En un gesto natural, él la sujetó por el brazo y la condujo lejos de la multitud.
— No puedo creer que mi hermana te haya dado una orden, o que haya hecho una exigencia en mi nombre. Minerve odia recibir órdenes y odia todavía más darlas. Apenas pedí que asistas a la celebración en honor del conde de Foix, quien vino a Montsegur a pagar el diezmo anual. Creí que vos, natural de Foix, te gustaría de participar del banquete. El abad del monasterio Santo Ambrosio estará presente. También invité a la abadesa de tu convento.
— La Madre Helene? — indagó Claire, inmediatamente alerta. — Ella vendrá?
— La abadesa todavía no confirmó, pero estoy aguardándola. Será una cena sencilla, no una fiesta de gala. El conde de Foix nos sorprendió , apareciendo personalmente para ofertar el diezmo. Créeme, no te dí ninguna orden . Interpretaste mal a mi hermana.
— Lady Minerve fue gentil conmigo. No me dio una orden . Te pido disculpas por haber usado esa palabra. La usé solamente porque pensé que tu hermana estaba expresando tu deseo.
— Deseo es una palabra que puedo aceptar — concordó Aimery. — Yo deseo verte en el banquete de esta noche . De hecho, lo deseo mucho. Creo que te divertirás bastante en compañía de Minerve.
En verdad, Claire compartía esa misma opinión. Sin embargo todavía luchaba contra esa trama de situaciones seductoras, contra el encanto envolvente de ese hombre.
— No puedo asistir a banquetes. Sabes muy bien que estoy prometida a la Iglesia.
Incluso a sus oídos la excusa sonó débil y repetitiva. Con certeza su devoción a la vida monástica había sido Puesta en duda después de lo que había sucedido en el lago.
Atento a su vacilación, Aimery aprovechó la ventaja y la presionó.
— No serás la única religiosa presente. Tomé las medidas necesarias para protegerte delante del mundo. Y a propósito, todavía no hiciste los votos definitivos, todavía no tomaste el hábito de monja. El noviciado, por la propia definición del término, es un período de prueba. Si tu vocación fuese verdadera, no tendrías nada que temer de una simple fiesta.
— Mi vocación es verdadera — devolvió Claire, futura profetiza de los cátaros. — Una vocación que no necesita de tu anuencia o de tu apoyo, Aimery de Segni.
— Veremos.
"Adorable ", él pensó, observándola alejarse. Y tan diferente a lo que esperaba. Al principio, la había provocado sólo por el placer de bromear, para salir del aburrimiento . Incluso cuando le había dado el pañuelo de seda , solamente había querido hacerla perder la compostura, obligarla a acordarse de él cuando no estuviese cerca. No pudiendo creer que una criatura tan bella hubiese escogido la vida monástica por propia voluntad , había decidido desvelar el misterio que la rodeaba. El cambio había sucedido ... cuándo...? Cuando la había visto amenazada por la muñeca de cera? Cuando la había llevado a vivir al castillo?
No, el cambio había ocurrido en el lago. Cuando los rayos de sol la habían envuelto como un halo, cuando los cabellos rojizos se habían esparcido sobre el agua como un manto de seda. Había comprendido mucho de la verdadera naturaleza de Claire de Foix en ese momento. Mucho más de lo que la joven novicia jamás podría imaginar. La manera inocente en que ella se había abandonado a sus manos, no entrando en pánico ni siquiera cuando la había soltado por algunos segundos, para que flotase sola. En el alma de Claire había una determinación férrea, como si supiese exactamente lo que estaba haciendo, y por qué . De repente, la envidió por eso. Tan diferente a Isabel. "Que pensará ella de mí ?", Aimery se preguntaba.


Los trabajos de esa tarde fueron morosos. Jacques Fournier condujo un interrogatorio detallado ,
queriendo que Arnold Sicre diese todos los pormenores relativos al modo en que había traído y traicionado
a William Belibaste. Diligentemente Claire tomaba notas, nunca levantando la cabeza, temiendo cruzar la mirada
con la de cierto hombre . Y hacía planes. El Padre Pedro podría salvarla del peligro inminente, así como la
había salvado otras tantas veces en el pasado . Necesitaba solamente hallar un modo de combinar un
encuentro. El Padre Pedro le diría como actuar. Ellos siempre habían sido como padre e hija. El viejo monje no
la abandonaría a su aflicción.

No hay comentarios: