martes, 21 de septiembre de 2010

CUESTE LO QUE CUESTE - CAPITULO 8 - DONNA MACQUIGG

CAPITULO 8


Sola en su cuarto, Elise vio las estrellas a través de la ventana entreabierta. Eran más de las dos de la mañana. A pesar sentir su corazón oprimido, se rehusaba a derramar una lágrima . Los pensamientos iban y venían reproduciendo la conversación que había tenido en el cuarto de William. Tenía tanto miedo de amar que acabaría destruyendo la única oportunidad que había aparecido en su vida? Si al menos pudiese eximirse de la responsabilidad de honrar la memoria de su madre y D'Auvergne. Entonces sería mucho más fácil entregar su corazón a William; pues ella sabía que él ya le había entregado el suyo .
Una llovizna persistente caía afuera, recordándole la noche de bodas que había pasado en los brazos del escocés. El la había hecho sentirse una nueva mujer, llena de esperanzas. El hombre había demostrado ser un verdadero caballero cuando no tenía ninguna obligación de serlo. En un acto de puro impulso, se levantó y , antes que pudiese cambiar de idea, fue hacia el cuarto de su marido.
Al oír el ruido de la puerta abriéndose lentamente, William tomó el puñal y se levantó, bordeando la pared para esconderse en las sombras. Elise se apoyó contra la puerta. Iluminada solamente por la luz de la luz de la luna , él tuvo una visión de su cuerpo esbelto trasluciéndose a través del camisón blanco .
— William, estás aquí? — Elise susurró
— Estoy aquí, muchacha — él respondió, saliendo de las sombras .
— Por que dejaste que el fuego de la chimenea se apagase?
— No me dí cuenta . Estaba con los ojos cerrados. — él continuó aproximándose, ahora mucho más visible, bajo un haz de luz de luna que entraba por una hendija de la puerta entreabierta .
— Hace frío aquí.
— Te gustaría que encendiese el fuego, mi lady ?
— Si . Sería bueno . Pero estoy aquí para pedirte disculpas. Fui una idiota, me dejé llevar por la emoción y acabé diciendo cosas que no debería. — con el dorso de la mano él le acarició en la cara . — Dije cosas que no debería y ...
— Yo también actué como un idiota . — William retrocedió un paso.
— Realmente planeas partir mañana?
— Si . No puedo quedarme más.
— Puedes encender una vela? No puedo ver nada en esta oscuridad.
— No temas — él dijo suavemente, tomando la mano extendida de Elise y colocándola sobre su pecho desnudo. — Temo por tu vida William — ella dijo en un susurro ronco.
La dulce confesión causó una oleada de triunfo en el guerrero. No significaba mucho, pero ya era un grande progreso. Ahora él sabía que podría tener esperanzas de que algún día esa mujer lo amaría . Entonces Capturó los labios de Elise en un beso lento y profundo, probando cada milímetro de esos labios dulces. Cuando abrió los ojos, vio que ella tenía los suyos cerrados, y , al mirar esos labios todavía humedecidos por su beso, el escocés pidió protección a los cielos, pues también estaba a punto de perder la batalla del amor .
— No deberías estar aquí, muchacha.
Elise respiró profundamente y soltó el aire lentamente, rezando para que no fuese expulsada otra vez.
— Tuve que venir. Intenté permanecer distante y olvidarme del calor de tu piel sobre mi pele, pero no lo logré . Si quieres que te implo...
William la silenció , besándole los labios, las mejillas, y el cuello. Con las manos callosas tocó los pechos y acarició las caderas y nalgas . Con cada nuevo caricia , ella gemía y se entregaba al deseo de ser poseída por su guerrero.
— Hagamos el amor — susurró, entre besos. William quitó las manos del cuerpo de Elise y la presionó contra la puerta. Otro gemido de placer, y ella enlazó las piernas en a la cintura de él, abriéndose sin ninguna resistencia al miembro que ya la penetraba. La manera en que él hacía el amor era primitiva y salvaje.
William se contuvo cuanto puede dentro del sexo pulsante de Elise, aproximándose cada vez más al clímax. Pero acabó dejándose llevar hasta ser terminar en una explosión de placer. Lentamente, como si hubiese acabado de escalar la más alta montaña de Escocia, cada músculo rígido de su cuerpo se fue relajando, y William sonrió triunfalmente. En sus brazos, todavía tenía la bella mujer que finalmente había pedido su amor.
Así permanecieron hasta que el furor de la pasión se enfrió . Y cuando William finalmente se movió , fue para llevarla a la cama.
— Mejor aquí , querida. Hace frío.
Elise sonrió al darse cuenta que estaba comenzando a enamorarse de aquel acento escocés que al principio le lastimaba tanto los oídos. Al minuto siguiente, una llama suave se encendió en la chimenea y William volvió a la cama donde durmieron abrazados hasta el día siguiente.
Era una mañana fría y húmeda. Truenos hacían eco a la distancia, anunciando una tormenta. William despertó a Elise de sus sueños maravillosos, con un beso suave.
— Despierta , muchacha. Ya es hora.
La imagen de su marido vestido para la guerra la asustó por un momento. Ella miró la ventana con una opresión en el pecho.
— Pero todavía está oscuro, mi lord .
William se arrodilló al lado de la cama y le tomó la boca, soltando un gemido mientras besaba.
— Un beso mas y Baynard tendrá que esperar. — Contempló a su esposa demoradamente. — No puedo quedarme. Necesito la poción. Ahora, levantate. Mis hombres ya se están poniendo impacientes allá abajo.
— Está bien. Vamos a buscar la poción .
Elise llevó a su marido al antiguo cuarto de Morgana, un lugar que parecía haberse detenido en el tiempo. Allí , tomó un pequeño frasco cubierto de polvo y se lo entregó al escocés.
— Dilúyelo en agua, pero ten la precaución de solamente poner una cucharada en cada barril. Un descuido y la muerte de todos ellos pesará sobre tu alma.
William guardó el frasco en la bolsita de cuero que tenía colgando del cinto.
Cuidate, Elise. Robbie se quedará aquí para protegerte. — Después de un beso breve, él se fue , desapareciendo en el corredor y dejando atrás una mujer afligida y enamorada.

Quince días habían pasado sin ninguna noticia de William y sus hombres, pero a pesar de toda la preocupación y temor Elise tenía, por lo menos , un motivo para celebrar: se había librado de los malestares matinales que tanto la atormentaban, y su vientre comenzaba a despuntar discretamente debajo del vestido.
Era una bella mañana de sol, y ella fue a la ventana para observar el paisaje de su querida y amada D´Auvergne. Allá abajo, la construcción de la empalizada comenzaba a tomar forma. Una brisa suave la despertó del sopor y ella se acordó que estaba atrasada para el paseo que había acordado con Robert.
* * *



Pasaron días, semanas, horas y Elise todavía aguardaba ansiosa y afligida por noticias de William. Su único consuelo era el hijo que comenzaba a moverse en su vientre. Una alegría que al mismo tiempo le traía preocupaciones, pues no sabía cual sería la reacción de su marido cuando se enterase del embarazo. El iba a sospechar que el hijo no era suyo, o escucharía la novedad y saldría orgulloso a contarle al grupo de escoceses que había embarazado a su esposa en tan poco tiempo?
— Mi ángel — Henri llamó desde la puerta de los aposentos de Elise, despertándola de su devaneos. — Acabamos de enterarnos que Sir William cumplió la misión con éxito.
Elise sonrió para o servo e amigo e se levantó vacilante.
— Que gran noticia, Henri. Donde está él ? Apenas puedo esperar para saludar a mi guerrero.
Henri sacudió la cabeza.
— él todavía no retornó. Sólo envió una mensaje a Sir Robert. Debo preguntarle al muchacho si sabe cuando su hermano retorna?
— Por favor, Henri — Elise respondió, sentándose con desanimo. A continuación retomó el bordado, clavando la aguja en la tela con una fuerza innecesaria.
Henri bajó en busca de Robert, y algún tiempo después retornó con noticias sobre William. Elise levantó la vista de la costura.
— Y , Henri?
— Sir William está camino a Escocia.
En el mismo instante la expresión de Elise se transformó, pasando de serenidad a irritación.
— Ya pasaron tres semanas, como él puede elegir elegir permanecer más tiempo ausente? — Elise estaba esperando que su marido entrase por la puerta en cualquier instante ! — Cómo se atreve . William se ha olvidado de nuestro acuerdo y piensa que puede darse el lujo de permanecer tanto tiempo lejos de D'Auvergne? — Henri no tuvo oportunidad de responder a sus preguntas. — Baynard quedará neutralizado por poco tiempo. Si lord Darrow o lord Tharinger se enteran que William está camino a Escocia, qué les impedirá atacar D'Auvergne?
— No creo que...
— William no puede hacerme esto !!
— Creo que él solamente está ...
— En qué diablos estaba pensando cuando resolvió ir dar un paseo por Escocia?!!
— Mi lady , un momento — Henri casi tuvo que gritar para hacerse oír. — Sir Robert me contó que su hermano fue a Escocia para buscar a su familia, y que estará de vuelta en un mes.
Elise sintió su cara calentarse . Qué le estaba pasando ? Primero había sentido un deseo casi que incontrolable de llorar, y a continuación quería estrangular a su marido con sus propias manos y ahora simplemente estaba demasiado pasmada como para saber qué quería. Sus emociones estaban a flor da piel.
— Perdoname, Henri. Yo ...
— No es necesario decir nada, mi ángel . Yo también estoy extrañando a Sir William.
— Bien, qué son unas semanas más , no ? — Elise comentó como si realmente no le importase. Pero en el fondo sabía que no quería admitirse que ansiaba por el retorno de su marido así como lo anhelaban las esposas enamoradas.
Henri sonrió amablemente y salió, dejándola perdida en sus divagaciones. Triste y solitaria, Elise se levantó, fue a la ventana y observó los campos de su amada D'Auvergne. Casi un mes había pasado. La soledad la estaba consumiendo día tras día.
Las tres semanas siguientes pasaron arrastrándose lentamente . El bebé se movía cada vez más en el vientre , y pronto Elise ya no podía usar más nada que marcase la cintura. Cuando el mercader de telas pasó por el castillo , ella compró telas de lino más suave y metros de cintas de todos los colores. Coser los vestidos que se ajustaban a las nuevas formas la ayudó a pasar el tiempo, pero las camisas nuevas que hizo para William fueron la prendas que más satisfacción le dieron .
Usando un vestido nuevo, amarillo claro, Elise admiraba en el espejo las líneas redondeadas que su cuerpo había adquirido . A pesar de que todavía estaba esbelta y solamente una discreta curva en el vientre denunciaba el embarazo, tenía miedo que William la considerase gorda.
Su cara estaba todavía más bella y tenía un tono rosado gracias a las largas caminatas que venía haciendo bajo el sol todas las mañana. Estando distraída, tuvo un sobresalto cuando alguien golpeó la puerta.
— Entre — Elise dijo , dándose vuelta con una sonrisa cuando vio la cara de Henri. — Notas algo de diferente en mí ?
— Solamente un brillo en tus ojos que creí que había desaparecido para siempre, mi querida .
Elise fue al encuentro de su amigo para tomar el ramillete de flores silvestres que él traía en las manos.
— Henri, sus palabras son siempre dulces como la miel, y estas flores son hermosas. Pero quiero la verdad. Mi marido llegará pronto, crees que estoy diferente? Crees qu ele embarazo me puso muy gorda?
El hombre se rió, sacudiendo la cabeza.
— No . Pareces una joven que finalmente encontró la felicidad. — Henri le guiñó un ojo . — No está feliz con el hijo que va a llegar?
Elise demoró en responder, entonces lanzó una sonrisa triste.
— Amo la vida que crece dentro de mí. Pero cuando me acuerdo de Ranulf y de su rudeza , eso me llena de amargura. — Elise acomodó las flores en un florero mientras hablaba con su amigo. — Rezo para que mi hijo no se parezca en nada a su padre, así como rezo para que yo pueda ser una buena madre.
La mano de Robert se detuvo a unos centímetros de la puerta al oír la voz de Elise. El se apoyó silenciosamente contra la madera, y en vez de golpear contuvo la respiración para oír la conversación.

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