jueves, 16 de septiembre de 2010

CUESTE LO QUE CUESTE - DONNA MACQUIGG - CAPITULO 1

CAPITULO 1



Escocia, 1328



— Se acabó . — Morgana se arrojó a los pies de su ama con sus manos cadavéricas abiertas sobre el frío piso de piedra. — Todo está perdido. Fuimos vencidos.
Elise desvió la mirada de la batalla y miró a la mujer que había controlado su vida con rigor durante tres largos años.
— Entonces es hecho consumado. Lord Ranulf cayó. — El tono de sus palabras era causal, libre de sentimentalismos.
— Si, si — se lamentó la vieja bruja.
Elise se sintió invadida por una mezcla de emociones que atravesaba todo su cuerpo. De acuerdo con la mensajera, Ranulf estaba liquidado — vencido por los escoceses. A pesar de que nunca hubiese deseado una muerte tan horrenda para su marido, ahora, finalmente, estaba delante de su tan soñada libertad.
La vieja se levantó y buscó en el interior de sus vestimentas negras un pequeño frasco. Lo Depositó en la palma de la mano de Elise.
— Esto es indoloro. El camino para tu vida futura. Tomalo para salvarte de ser violada por los salvajes escoceses. Y te unirás a tu esposo en el Cielo.
Si, quizás en breve tiempo , Elise pensó, pero con certeza que no sería por envenenamiento, y que tampoco planeaba encontrarse con su marido en el Cielo.
En los labios tenía una sonrisa mórbido, pero sabía que si Morgana la notase, sería capaz de lanzar contra ella los pocos fieles de Ranulf que todavía quedaban.
— No. Esto está en contra de la voluntad de Dios , y no traeré más deshonra al noble apellido de la familia de mi Lord y marido.
— Quién sos para hablar de deshonra — la bruja se escarneció. — Vos que no tuviste la dignidad de llamar de vuelta a nuestros soldados. Vos que te rendiste con tanta facilidad. Deberíamos haber luchado hasta el último hombre. En este exacto momento, los escoceses están rompiendo nuestros portones y no hay ningún hombre para detenerlos. Dónde está tu Dios cuando más lo precisas?
Mi Dios me libró de Ranulf, Elise se defendió en silencio. Se volvió hacia Morgana, y por primera vez, desde que la vieja puesto sus pies en D'Auvergne, Elise tuvo el coraje de enfrentarla sin miedo.
— Estás viendo alguno de nuestros todavía resistiendo ? No quedó ningún soldado. Solamente quedaron los heridos. La mayoría huyó cuando se vio libre del puño opresor de Ranulf. Enviar a la muerte a los pocos caballeros que quedaron no contendrá el avance de los bárbaros. Ves, el suelo está regado de sangre. Y a qué precio? Todo lo que ellos querían era un puñado de oro y un poco de comida . No, no veré la ruina de D'Auvergne por la codicia de Ranulf. — Diciendo eso , Elise le dio la espalda a la furiosa mujer , observando las antorchas siendo encendidas mientras el sol se ponía en el horizonte ahumado. — Ya tengo suficientes viudas que consolar. Lo que está hecho no tiene vuelta atrás . Ya era tiempo que Ranulf pagase por sus propios pecados.
— Y que haré yo ? Tendré que servir al animal que mató a mi amado Lord? — Morgana escupió en el piso . — Eso nunca!
Con una calma que creyó no poseer, Elise volvió su mirada a la mujer desesperada.
— Creo que los escoceses torturarán a todos aquellos que se atrevan a desafiarlos, y con certeza vos... vas a enfrentarlos... eso si sos tan leal a Ranulf en la muerte como lo fuiste en su vida.
Nunca serviré a los salvajes. Prefiero morir.
Elise abrió la mano, ofreciendo el frasco de veneno.
Entonces toma esto, Morgana. Ùnete a tu amado lord . ?nete a Ranulf.

Henri irrumpió en el cuarto del lord en busca de Elise, deteniéndose solamente por un segundo para recuperar el aliento cuando vio el cuerpo de Morgana que yacía en el piso .
— Ella está muerta? — Henri, un caballero que ya pasaba la mediana edad, preguntó con su cargado acento francés.
A Elise le gustaría poder compartir la sensación de alivio que estaba estampada en la cara de su viejo amigo. Pero la única cosa que sentía era un inmenso vacío.
— Si, ella murió. Tomó veneno. — Elise encendió varias velas para iluminar el cuarto. — MacDarrin ya traspuso la muralla?
— No . Los pocos caballeros que restan todavía están resistiendo, pero temo que no será por mucho tiempo. — Henri se unió a Elise . — Fue Ranulf quien provocó esta batalla contra los escoceses. El no imaginaba que William MacDarrin vendría a golpear nuestra puerta. El hombre es un bárbaro. — Dio un suspiro largo y cansado. — Qué haremos ? Escapamos de las garras de un hereje para caer en las manos de otro.
Elise lanzó una sonrisa triste y tocó la mejilla de su amigo y consejero.
— Ah, mi querido Henri — dijo con cariño. — Ya no soy tu ovejita. — Miró directamente al fondo de los ojos azules de su viejo amigo, como si quisiese captar un resquicio de la niña inocente que él veía en ella . — Tengo un plan , pero para que funcione, tenemos que actuar rápidamente . Ya dispensaste a todos los siervos de Ranulf? Ya llenaste todos los cántaros con el vino que te di?
— Si .
— Perfecto . Ahora, vete a esconder en la torre. Pronto me uniré a vos.
— No, mi querida. No puedo hacer eso, ellos te matarán . Sos vos quien debe esconderse, no un viejo como yo .
Elise sujetó el brazo de su amigo querido.
— No podré pensar con claridad si estoy preocupada por tu seguridad. Conseguí protegerte de Ranulf, pero no sé si conseguiré repetir esa hazaña si los escoceses te encuentran . — Tomó la mano de Henri y después de besarla la llevó a su mejilla . — Si algo te sucede , yo ya no querré seguir viviendo . Ahora, vete . Corre , Henri, el cerco se está cerrando alrededor de nosotros.
El caballero lanzó una mirada como si quisiese negarse a su pedido , pero Elise sacudió la cabeza y lo condujo a la puerta, ignorando las lágrimas que brotaban en los ojos de su amigo. Esperó que él se fuese, y en seguida sacó las joyas que Ranulf le había dado , como si al quitarlas se estuviese librando de los recuerdos que todavía quedaban de su marido. El próximo paso era cambiarse el odiado luto por un sencillo vestido verde . Por encima, se puso una túnica verde esmeralda . Acomodó de dentro del escote un crucifijo de oro, dejándolo a la vista.
Quitó de su cabeza una pequeña tiara de rubíes y con cuidado soltó los largos cabellos dorados. Entonces se miró en el espejo que había traído consigo de Francia, apenas reconociendo su propia imagen. A pesar de solamente tener diecinueve años, toda la inocencia de la juventud ya no existía más. Su rostro estaba pálido. Los ojos verdes habían perdido el brillo, pero todavía contrastaban con su piel blanca. Sin el brillo de las joyas extravagantes que Ranulf insistía en que ella usase, se sentía simple ... Común y corriente .
El sonido de madera partiéndose la asustó . No perderé D'Auvergne — dijo mirando su propio reflejo en el espejo.
Enderezó los hombros cuando la puerta se abrió, y se dio vuelta , empuñando un pequeño puñal. Un joven guerrero, de ropa simple , vino en su dirección. Elise luchó como pudo para defenderse del ataque, pero pronto se dio cuenta que no era rival para la estupenda fuerza del hombre. Inmovilizada, con los brazos hacia atrás, ella sintió el puñal deslizándose hasta caer al piso . En una última tentativa de librarse, clavó las uñas en el dorso de la mano de su rival un poco antes de recibir una bofetada y ver todo girar a su alrededor, mientras era empujada en dirección a la cama. Recuerdos de Ranulf y de la manera en que él solía satisfacer sus instintos más primitivos invadieron su mente. Ahora tendría el mismo destino en las manos de ese guerrero salvaje? Demasiado orgullosa como para gritar, se dejó llevar, oyendo solamente el sonido de los latidos de su propio corazón. Si él la violase, obtendría menos placer que si estuviese poseyendo un cadáver.
Sus manos fueron amarradas por detrás y en torno al cuello él colocó una correa de cuero. A continuación , la empujó con brusquedad para que quedase de pie . Pero , Elise no vaciló en ningún momento, no quería dejar traslucir el miedo y el terror que estaba sintiendo.
El guerrero escocés entonces tomó una soga de cuero y poco después de atarla a la correa, salió arrastrando a Elise afuera del cuarto, bajando la escalera hasta llegar al salón principal del castillo, donde todos los soldados estaban reunidos.
— William, mira lo que encontré . — El soldado dio un tirón a la correa, mientras iba a la mesa para servirse vino. — Pensé que te gustaría usarla para calentar tu cama esta noche . Una perrita para tu cama.
Elise miró la ventana y se dio cuenta que a noche todavía no había caído por completo. Desvió la mirada hacia el hombre que había tomado su hogar. El gran salón de D´Auvergne estaba repleto de hombres con ropa de guerra, armados con espadas y hachas. Un guerrero enorme traía en la punta de la lanza lo que parecía ser una colección de orejas humanas.
Cuando notó que estaba siendo observado, él lanzó una sonrisa, mostrando dientes amarillentos, lo que provocó una náusea en Elise.


El líder del grupo estaba ocupando la silla que había pertenecido a Ranulf, que quedaba en la cabecera de la mesa. Para completar la afrenta, bebía en el cálice incrustado con piedras preciosas que un día también había sido del lord de ese castillo. Impresionada, Elise estudió el sujeto de los pies a la cabeza, pasando por las piernas bien formadas, las rodillas, y el kilt de tela escocesa roja , verde y negro, hasta llegar al ancho cinto de cuero negro que tenía en torno a la cintura. Y no se sorprendió al ver que las botas estaban sucias con lo que parecía ser una mezcla de lama e sangre.
— Quién es ? — preguntó el líder.
— No sé, pero la encontré en un cuarto lujoso. Creo que ella es... — El joven soldado hizo una pausa inusitada, sin saber qué decir. — Creo que ella era la esposa de Ranulf — completó lo que estaba diciendo.
A pesar de estar con las manos amarradas y la correa en torno a su cuello le estaba lastimando la piel delicada, Elise levantó la cara con altivez y encaró con una mirada fría al hombre que dominaba su hogar. Entonces, para su propia sorpresa, se dio cuenta que el famoso guerrero escocés también era muy joven. Tenía ojos azules que brillaban como filos de acero. A pesar de la fina cicatriz en el lado derecho de su mentón , los rasgos faciales no eran rudos. Los dientes estaban blancos y se destacaban sobre la suciedad de su mandíbula angulosa . En vez de una cara pecosa y de cabellos rojizos, típicos de los escoceses, había cabellos negros como la noche y una piel clara y sin marcas. Ella se acordó que debía mantenerse callada, pero aquella era su casa, y ese maldito era el hombre que suponía que podía tomarla.
— Mi nombre es Elise D'Auvergne, esposa de Ranulf, y lady de este castillo. — El soldado tiró de la correa, sofocándola. Elise el cuero en torno a su cuello, intentando aliviar la falta de aire mientras caía de rodillas al piso .
— Solamente debes hablar cuando te lo ordenen, puta de mierda ! — ordenó el soldado con un cargado acento escocés.
— Calma, Titus, no vamos a lastimar ese bello cuello. — Cuando oyó la voz profunda del líder, la presión cedió en su garganta. Elise levantó la mirada y se ruborizó al darse cuenta que el hombre sonreía, pero su desviase la vista él iba a pensar que se trataba de una cobarde, y eso ella no lo era.
El sujeto apoyó las manos sobre sus rodillas y se inclinó hacia adelante.
— Fuiste la esposa de Ranulf — dijo el líder escocés. — Fuiste, porque ahora él está muerto. Yo mismo tuve el placer de matarlo para vengar la muerte de uno de los nuestros. Ahora el castillo D'Auvergne es mío , y vos — hizo una pausa para tomar un trago. A continuación , se secó os labios con el dorso de la mano y apoyó la copa sobre el brazo de la silla — Tal vez , si sos de mi agrado, podrás ser la mía también.
Elise inmediatamente se puso de pie .
— Soy la lady de D'Auvergne. No me prestaré al papel de prostituta, mucho menos bajaré al nivel compartir la cama con un cerdo como... — El soldado tiró de la correa con fuerza. Una vez más ella llevó sus manos al cuello y cayó de rodillas, sofocada, en busca de aire. Cuando la presión cedió un poco, abrió los ojos y vio que el bárbaro escocés la encaraba. Pero esa vez él no estaba sonriendo.
— Me parece que estamos ante una mujer nada pasiva, no te parece Robbie? — él indagó a un joven soldado que estaba a su derecha.
El muchacho concordó, seguido por una salva de comentarios groseros y carcajadas guturales de los otros soldados. Elise empalideció al ver el gigante escocés levantándose del asiento y viniendo en su dirección.
Un gigante , ella pensó, curvándose de miedo a medida que el bárbaro se aproximaba. Cuando se acercó , él se arrodilló, hincándose en una sola pierna , y le tocó el mentón , encajándolo entre el pulgar y el índice , con una sorprendente delicadeza.
— Parece que estoy viendo fuego en estos ojos. — La voz tenía una alegre cadencia escocesa pero el acento no era tan cargado como el de sus compañeros. Los ojos eran de un azul profundo y la miraban fijamente.
Elise sentía una mezcla de miedo y asco, y luego , en un rapto brusco , se zafó de la mano que la sujetaba, buscando sus últimos resquicios de fuerza y coraje para escupir la cara de su adversario. En ese mismo instante la correa fue apretada, pero para su sorpresa, él la sujetó antes que fuese sofocada.
— Basta! Quiero mantener este espíritu caliente y el cuerpo de esta mujer intactos. — Pasó la mano por su propia cara y miró la palma húmeda de la escupida . Cuando la miró de vuelta, su mirada era tan intensa, que Elise tuvo la clara impresión de que su alma estaba siendo invadida.
— Elise — él dijo lentamente, mirándola de arriba a abajo antes de mirarla a los ojos. — Me gusta ese nombre. Sos francesa, Elise? O tal vez tengas ancestros franceses?
Ella mordió su lengua para no decir lo que pensaba de los ancestros del bárbaro escocés. En vez de descargar su ira , desvió la mirada hacia el puñal enorme que él tenía sujeto al cinto, y le llevó algún tiempo darse cuenta de que el arma estaba sucia con sangre. Sería de Ranulf?
— Te hice una pregunta. Sos sorda, mujer? — La voz de barítono la sacó de su devaneo. Elise levantó la cabeza y una vez más se encontró con los ojos vívidos del hombre. El sonrió, pero esta vez no era una sonrisa amistosa.
— No me vas a responder? — William volvió a la silla que había pertenecido a Ranulf.
— Disculpa, mi lord — Elise dijo, profundamente irritada con el tono de voz débil que salió de su boca.
— Si, deberías pedirme disculpas. Y si yo fuese vos, ya estaría de rodillas implorando por mi vida. — él miró a a los soldados a su alrededor. — O por lo menos , rogando por una muerte indolora.
Elise captó la mirada profundo y amenazante del guerrero y se sintió como un buey listo para el matadero .
— Te pregunté si eras francesa?
— Si, mi lord .
— Pero no tienes acento.
— No, mi lord .
— Por qué no tienes acento, Elise? — La voz era calma y las palabras eran pronunciadas con claridad.
— No me era permitido tener acento. El guerrero escocés pareció confundido ante esa breve confesión.
— Sabes quién soy ?
— Si, mi lord . William MacDarrin, hijo bastardo de Donald, el Terrible, es lo que dicen . Pero nadie tiene certeza, él tiene tantos... bastardos.
La carcajada estruendosa de William pareció retumbar en las paredes de piedra y tomó a Elise de sorpresa.
— Sos conocido en el norte da Inglaterra como el Bárbaro.
El hombre inclinó la cabeza hacia atrás y se rió una vez más , así como todos los demás.
— Entonces es así como me llaman ahora? Bien, que así sea.
— Se puso serio. — Tan menuda y tan valiente. Me gustan esas características en mi mujer, pero esta tierra pertenece a Escocia y ningún hombre que tuviese el coraje de llamarme así sobrevivió para contarlo.
— Nuestro rey dice que D'Auvergne pertenece a Inglaterra. Y no soy tu mujer — ella dijo con mucha calma. — Soy lady Elise...
— Por favor, de nuevo no — él la interrumpió. — Ahorrame el discursito . Ya lo sé . — Tomó otro trago de vino, y habló imitando la voz de Elise. — Soy lady Elise de D'Auvergne. — La broma causó otra oleada más de carcajadas. William colocó la copa sobre la mesa e inclinó su cuerpo hacia adelante. — Ya lo sé de , muchacha. Edward no es, y nunca será, rey de los escoceses. Ahora, repite lo que yo dije.
El brillo de la mirada del bárbaro estaba poniendo a Elise cada vez más nerviosa.
— Vamos repítelo , muchacha.
— No voy a repetirlo . No soy tu mujer y no me mandas .
El hombre levantó una ceja.
— Muy bien, si no vas a obedecer, tendré que decirlo yo. Vos sos Elise, la puta de William, el Bárbaro. — él se rió junto con sus hombres, tomó la copa y bebió hasta la última gota.
— Yo me reiré última , William — Elise dijo en medio de las carcajadas de los hombres. — Ese vino que estás bebiendo ... — ella miró la sala, esperando hasta que todos se callasen. — El vino que todos ustedes están bebiendo está envenenado. — Elise levantó el mentón triunfalmente al ver todos las sonrisas se borraban . — Ranulf puede estar muerto. Pero si yo no puedo ser el ama absoluta de este castillo, entonces ni vos ni ninguno de tus hombres lo será.
El silencio fue mortal. William miró su propia copa antes de arrojarla al piso como si de repente le estuviese quemando la mano. A continuación se levantó, mientras varios hombres gemían, doblados en dos o retorciéndose en el piso .
— Qué hiciste, bruja? — William dio un paso en dirección da la mujer. El soldado que sujetaba la correa titubeó , y luego cayó de rodillas, estrellando su cara contra el piso justo delante del líder. — Titus, levantate! Vamos, levantate!
Elise agarró la correa de cuero, temiendo que todavía pudiese ser usada contra ella.
— El no puede oír tus órdenes, mi lord . Mira a tu alrededor, poderoso William. Pronto , solamente el diablo podrá oír sus insultos. — ella sonrió por primera vez, desde el principio del ataque.
William permaneció estático, con la mirada fija en Elise. La dosis sería suficiente para derribar a ese hombre inmenso?, ella pensó.
— Qué hiciste? — él repitió, sacudiendo la cabeza, mientras gotitas de sudor brotaban en su frente.
— Nada más que lo que te mereces — Elise desafió , retrocediendo cuando él la alcanzó. Igualmente intentó alejarse un poco más, pero de repente, el color desapareció de la cara del bravo guerrero y los ojos perdieron su brillo perturbador. William llegó a sacar el puñal, y la boca de Elise se secó cuando él dio un paso más .
— Bruja! — él gritó, cayendo de rodillas. — Hija de Satanás!
Elise observó en silencio al hombre cayendo al piso .
No soy una bruja — dijo , recuperando su altivez. — Soy Elise, lady de D'Auvergne.

No hay comentarios: